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Dos cartas de «Clarín» a Rueda (1888 y 1890)

Amparo Quiles Faz





Los escritores Leopoldo Alas Clarín (1852-1901) y Salvador Rueda (1857-1933) mantuvieron una relación epistolar, de carácter literario en un principio y de posterior amistad, reflejada en cartas y artículos periodísticos que se intercambiaron ambos escritores a lo largo de catorce años. Clarín, cinco años mayor que Rueda, ejerció de maestro con el vate malagueño desde sus inicios literarios en Madrid. Según N. Alonso Cortés1 fue su «oráculo crítico», aunque no todas las opiniones fueron unánimes al respecto, y de acuerdo con Cristóbal Cuevas, Clarín resultó ser «el gran desorientador de Rueda»2.

Cuando Rueda pretendía hacerse un nombre en el ambiente literario de la Villa y Corte, como todo autor novel que se preciara intentaba darse a conocer entre las grandes figuras de la literatura nacional y así, dos años después de su llegada -en junio de 1882- le decía en una carta a su amigo malagueño Narciso Díaz de Escovar:

Conozco, aunque no los trato, a Castelar, Echegaray, Campoamor, Zorrilla, Selles, Leopoldo Cano, Clarín, Flores García, Armando Palacio, Manuel del Palacio, y muchos más. No puedes figurarte lo raros que resultan todos ellos de cerca o tratados3.


La figura de Clarín como maestro en lides literarias aparece en la vida de Rueda a partir de 1886, fecha en que Rueda publicó El patio andaluz4 y envió -como era el procedimiento normal en la época- dicha obra a los escritores consagrados a fin de que éstos opinasen sobre ella, evitando así posibles errores y poder alcanzar al tiempo fama y renombre entre los cenáculos literarios.

La relación epistolar entre ambos escritores puede datarse entre 1886 y 1900, y en este marco espacio-temporal habremos de encuadrar dos cartas enviadas por Clarín a Rueda en 1888 y 1890. Estas dos epístolas vieron la luz editorial en las páginas de la prensa madrileña, El Globo y el Madrid Cómico, medios donde estos escritores colaboraron. En este caso, el periódico se convierte en el soporte esencial para dar a conocer dichas epístolas al público lector y a la crítica literaria de la época. Cartas que en un principio se escriben con intención de mantener la intimidad y que se enmarcan en el ámbito privado, pero que traspasan estas barreras para ser portavoces de elogios y plácemes, adscribiéndose así al espacio público. Con ello, el escritor principiante -en el caso que nos ocupa, Salvador Rueda- obtendría fama y apoyo en los círculos literarios.

La primera de las cartas encontradas se titula «Una carta de Clarín» y vio la luz en las páginas del madrileño El Globo el 7 de enero de 18885. Esta carta fue enviada por el maestro ovetense a Salvador Rueda como reseña crítica a la obra Sinfonía del año6. Está fechada en Oviedo el 3 de enero de 1888 y su original manuscrito se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid. En su origen, esta epístola no permaneció guardada en archivos personales, sino que a los cuatro días de su datación aparece publicada en la primera página de El Globo, donde Rueda trabajaba como redactor desde enero de 1887 con colaboraciones semanales. No nos sorprende que fuera el propio autor malagueño quien decidiera publicar esta interesante carta, pues era una rápida manera de darse a conocer. Es el lógico comportamiento de quien se encuentra en sus inicios como escritor, de quien aún no goza de una profunda formación literaria y, en su abundamiento, muestra una personalidad insegura.

Esta carta fue transcrita en 1987 por Marcos G. Martínez Martínez7 y, curiosamente, presenta diecisiete variaciones con respecto a la copia que nosotros transcribimos. Comentamos estos cambios porque nos parecen importantes textualmente y porque hacen que la copia publicada en El Globo resulte más esclarecedora para el estudio de las relaciones literarias entre ambos escritores.

En nuestra copia en prensa y previamente a la transcripción de la carta, aparece claramente expresada la justificación para su exposición pública a modo de nota previa:

La carta, aunque no ha sido escrita para ver la luz pública, encierra alguna de esas penetrantes observaciones características de Clarín y encierra advertencias, que no solo a Rueda son aplicables. Por eso la insertamos en nuestras columnas y seguros de que será leída con gusto por nuestros abonados.


(p. 1)                


En este preliminar destacan, además de la supuesta solidaridad para con el público lector, los términos que se refieren a Clarín como «severo crítico e ilustre literato... franco y desenfadado censor» y la felicitación hacia el poema de Rueda. Al finalizar la entradilla se inserta la carta que transcribimos a continuación8:



Oviedo 3 de enero de Pavía, digo, de 1888

Querido amigo: Un apretón de manos por su Sinfonía del año, que acabo de recibir y acabo de leer. Sí; la he leído toda y me gusta9 en general mucho, no por la Sinfonía tanto por el que la toca. Tengo mucho que decirle de los defectos y de los primores de su librito10, y se lo diré en un artículo próximo a publicarse11. Probablemente en La Justicia. Hay números que son preciosos, poéticos de veras; creo que usted es de los pocos que pueden tener licencia de cazar12 en el Parnaso. Prueba de que no le adulo, es que todavía no le llamo cazador13; por ahora hace usted blancos14, después matará las15 piezas.

Y ya que va de imágenes16; usted está en una cumbre, es indudable; la prueba es que se le ve desde17 lejos; pero esa cumbre tiene dos vertientes, y no hay más remedio que bajar de ella18 por un lado o por otro tarde o temprano; por un lado se va al gran arte, por otro se rueda a la decadencia; hay dos precipicios: la poesía predominantemente descriptiva es signo de literatura docente19; la poesía de muchas imágenes, montadas unas sobre otras20, de imágenes algo21 violentas, va al gongorismo. A todo eso se puede ir a parar. No se fíe usted de aduladores; y guardando como oro en paño el don que tiene de manejar el español y el verso de forma que anuncia un verdadero estilista, conságrese22 principalmente a vivir y pensar, y leer algo, es decir, a23 leer lo bueno.

Y advierta que hay lecturas que de camino que le hacen a uno castizo24, le ahuecan.

Le escribo a las doce de la noche.

Repito la enhorabuena.

Recuerdos cariñosos a esos señores redactores de El Globo, a quienes tanto quiero y admiro.

Suyo de corazón25,

Leopoldo Alas



Nos gustaría hacer un brevísimo comentario a estos cambios epistolares que, en modo alguno, deben considerarse variantes de autor. Utilizando terminología de Crítica Textual nos decidimos a considerar que estas variaciones son errores del copista (que en este caso es el transcriptor de la carta en 1987) por una impericia en la lectura. Nos encontramos con omisiones (n.º 11 y 23), aunque lo más frecuente son sustituciones. Algunos de estos cambios son poco significativos: sustitución de una preposición por otra (n.º 17), de una forma verbal por otra (n.º 9 y 12), de concordancia del morfema de número (n.º 20), de cambio de una palabra por otra similar en su morfología (n.º 18). Pero los cambios más interesantes son aquellos que, surgidos de una mala interpretación de la letra de Clarín por M. G. Martínez Martínez, tergiversan por completo el sentido de esta carta tan interesante, donde el maestro aconseja de los peligros que en ese momento puede correr un escritor novel si decide elegir uno u otro camino lírico. Así, nos encontramos con las notas 13, 14, 15, 16, 19, 21, 22 y 24. En éstas, el transcriptor destruye en buena parte la metáfora básica de la carta de Clarín, al considerar a Rueda uno de los pocos que puede tener «licencia de cazar en el Parnaso» (aclara que no le llama todavía cazador); y en definitiva, a augurarle un futuro esperanzador en poesía, «ahora hace usted blancos, después matará las piezas».

Algo más adelante, M. G. Martínez Martínez confunde quizás por una trivialización las palabras docente y decadente, con lo que destruye por completo el sentido de su aseveración: considerar decadente a la literatura «predominantemente descriptiva» y no a la que ofrece muchas imágenes barrocas, violentas, montadas unas sobre otras. Para no extenderme en este comentario, otro importante error es el n.º 24, donde se produce la sustitución de castizo por crítico y acaba con el sentido de la carta.

La segunda carta de Clarín a Rueda se integra en el proceso creador de su libro Cantos de la vendimia26. Hubo de ser hacia julio de 1890 cuando, nada más concluir el primer original de su obra, el poeta malagueño se la envió al crítico ovetense y le solicitó, «en caso de que lo mereciera, lo honrara escribiéndole un prólogo»27. Ante el silencio o el retraso de Clarín, posiblemente Rueda se quejara de ello -en carta posterior que no hemos localizado-, a lo que Clarín le respondió por medio de un «Palique. Correspondencia particular» en las páginas del Madrid Cómico del 26 de julio de 1890, epístola que transcribimos a continuación28:



Palique

Correspondencia Particular (imitación del Madrid Cómico)

Sr. D. S. l. v. d. r. R.. d. (M. dr. d).- Soy tan hacendoso que pierdo las cartas; las pierdo en seguida de tan bien guardadas, y ¡al montón anónimo vaya usted a buscarlas! Perdida la suya, perdidas las señas; por eso le escribo con letras de imprenta, por el Madrid Cómico, para que se sepa, y aunque otros se enteren, por si usted se entera. ¿Que si escribo el prólogo? Sí señor, lo escribo, porque algunos versos me gustan muchísimo; otros son medianos y los hay malitos. El conjunto, puede, corrigiendo el libro, ser cosa de gusto, discreto, bonito, y honraré mi nombre con el frontispicio. Como usted no pide que le llame Homero, sino que le diga todo lo que pienso: lo amargo, lo dulce, lo blando, lo recio, lo fuerte, lo flojo, lo malo, lo bueno, lo que está de sobra, lo que es un defecto; como con el prólogo no me comprometo a darle el diploma de poeta egregio, porque, al fin y al cabo, no soy guarda-sellos, ni aun el Villaverde mayor de estos reinos, ni quito poetas ni pongo copleros; por estas razones y otras que reservo, le haré a usted un prefacio en corto y ceñido, sin pinchar en hueso, si puedo impedirlo, saliendo por donde sale Lagartijo, incólume, intacto... y sin compromiso. Para pormenores que no son del caso, vuelva usted a escribirme, poniendo debajo la calle y el número de casa y de cuarto. ¡Ah! La Mariposa29 es digna de un clásico.

Clarín



En esta carta en prosa métrica el maestro reconoce haber perdido la misiva de Rueda, situación nada extraña si tenemos en cuenta el volumen de libros recibidos por Clarín para ser reseñados, tal y como él mismo reconocía en 1896:

[...] acabo de poner en orden los libros que tengo sobre la mesa, y resulta una respetable columna de papel impreso, en que todo es lirismo, español y americano, y de fecha reciente; pero lo más viejo es de hace dos años. Veintidós tomos, sin contar los extraviados, me piden publicidad, lectura, examen30.


Al día siguiente de aparecer la carta de Clarín en prensa, Rueda le escribió una carta en verso fechada el 27 de julio de 1890. Esta carta manuscrita se conservaba en poder de la nieta del escritor, D.ª María Cristina García Alas y fue publicada en 1948 por José María Martínez Cachero31.

En perfecta complicidad con la prosa métrica de Clarín, esta carta de Rueda refleja el tono ingenioso e incluso infantil del poeta de Benaque. El discípulo se presenta eufórico -y casi sin dormir- ante el maestro y le pide corrija y guíe en sus lides poéticas. Al tiempo, y junto a la modestia del principiante, eleva su tono orgulloso y se muestra ufano ante los críticos a los que desea puerilmente que «rabien de coraje / y quédense bizcos».

Así pues, por el interés que creemos tiene esta epístola, ya que completa el sentido de la anterior, la transcribimos a continuación:


Señor don Leopoldo
Mi querido amigo.


Su ingeniosa carta
que anoche he leído
me devuelve en parte
mis sueños perdidos.
Mas he de decirle,
dormir no he podido
repitiendo alegre
como un organillo
aquello que dice,
«corregido el libro
podrá ser de gusto,
discreto, bonito»,
y más que estas frases
he dicho y redicho
«¿Qué si escribo el prólogo?
sí señor, lo escribo,
porque algunos versos
me gustan muchísimo»
¡Oh bella palabra!
¡oh asonante en io,
te beso mil veces
oh superlativo!
Si como al antojo
se transplanta un lirio
pudiera llevarlo
al juicio del libro,
junto con aquello
que hay en otro sitio
de la mariposa,
¡sería divino!
Y si de una carta
que hace tiempo hizo
y dio a Los Madriles32
sacara asimismo
lo de que me daba
preferente sitio
que a Shaw, que a Velarde,
Ferraris y Grilos33,
me hundiría el pecho
tal como lo digo
de alegre y ufano,
con medio ladrillo.
Yo no invento nada,
lo único que pido
es las perlas sueltas
prender en un hilo.
La pasada noche,
medio adormecido,
soñé que pasaban
ante mí los líricos,
y yo alzaba en alto
su juicio así escrito
y decía lleno
de ardiente delirio:
rabien de coraje
y quédense bizcos34.
Cuando me conteste
dígame del libro
qué tacho, qué corto,
qué rayo, qué pincho,
qué trova echo fuera
y qué trova limo.
Y basta de versos
y ripios; yo vivo,
y tiene su casa
Jovellanos, 5.
Repitiendo alegre
me quedo a mí mismo
cual terco fonógrafo:
«corregido el libro
podrá ser de gusto,
discreto, bonito»...
Fecho y firmo
Rueda
No cambio el muchísimo
ni por un diamante
del peso de un kilo.

27-7-90.



Pasaba el tiempo y como las observaciones críticas de Clarín se retrasaban, Rueda decidió corregir y pulir el original por su cuenta, tal y como relataba en la «Nota» a la edición:

De entonces acá, he corregido mucho la obra; suprimí diversas poesías, modifiqué otras, añadí alguna y metí la pluma en no pocos versos. Puede decirse que este libro varía bastante, en lo accesorio, de aquél35.


Entre otras correcciones, Rueda decidió suprimir el poema «La sinfonía» que encabezaba la obra y que fue tildada por Clarín como «una fanfarronada crítico-lírica de pésimo gusto». Pulida la obra, pensaba Rueda volverla a mandar en pruebas de imprenta al maestro.

Pensaba haber enviado de nuevo al celebérrimo escritor mi libro, en pruebas de imprenta, y con las modificaciones que yo había hecho36.


Pero antes de hacerlo, y exactamente a los ocho días de haber vendido el original al editor Emilio Gutiérrez, apareció el prólogo de Clarín en La Correspondencia, donde el maestro exponía sus objeciones a la obra. Le ofrecía esta carta-prólogo como sucedáneo y un definitivo y posterior prólogo para la segunda edición de la obra:

De modo que, por ahora, se queda usted sin prólogo, lo que se llama prólogo. Pero como sucedáneo, y por no abusar más de su paciencia, le envío, por conducto de La Correspondencia, estas cuatro palabras; si le sirven, póngalas en el vestíbulo de su libro... Suponiendo que usted quiera copiar todo esto en calidad de prólogo interino, continúo ofreciéndole, si le conviene, un prólogo de verdad, largo y tendido... ¿Para cuándo le ofrezco eso? Para cuando se publique la segunda edición de su obra37.


Conocedor Rueda de la falta de tiempo y de la supuesta pereza, olvidos o pérdidas de Clarín, optó por no esperar ese prometido segundo prólogo e insertó esta carta de Clarín en su edición de Cantos de la vendimia de 1891.

Las páginas de la prensa periódica se transforman así en el espejo donde se vierten cartas personales y de crítica literaria, como eslabones de una cadena epistolar entre estos dos escritores del siglo XIX. Estas cartas publicadas en la prensa elevan y reivindican la creación periodística en la historia de la literatura española38.





 
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