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Esta atractiva e inteligente actriz era todavía más insólita en el panorama de las cómicas españoles por haber cursado estudios de Derecho, culminándolos en el Wasard College, cerca de Nueva York. A los diecinueve años, en 1933, conoció a Edgar Neville, que contaba con treinta y tres, estaba casado y era el padre de dos hijos. Durante su estancia en Hollywood protagonizaría varios romances, siendo el más sonado el de la actriz Constance Talmadge, reina de la comedia sofisticada de los años veinte. Fueron numerosas las mujeres que pasaron por la vida de Edgar Neville, pero todas responden a un mismo tipo con un claro correlato en su obra literaria y teatral.

 

2

Véase César Combarros Peláez, José Luis Ozores. La sonrisa robada, Valladolid, Seminci, 2003, pp. 32-33.

 

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A Edgar Neville siempre le gustó este tipo de vehículos, pues según su amigo y colega Joaquín Calvo Sotelo durante la II República conducía por Madrid un descapotable azul pálido acompañado por «las criaturas más bellas de su tiempo» ( ABC, 18-IV-1992).

 

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Véase mi libro La ciudad provinciana, Alicante, Universidad de Alicante, 1999.

 

5

Para una valoración global de su obra, véanse fundamentalmente los diferentes estudios que le ha dedicado M.ª Luisa Burguera, sobre todo Edgar Neville. Entre el humor y la nostalgia, Valencia, Inst. Alfons el Magnànim, 1999. Una lúcida síntesis de su aportación teatral la encontramos en Eduardo Pérez-Rasilla, «Edgar Neville: Entre la aristocracia y la vanguardia», ADE, n.º 81 (2000), pp. 118-121.

 

6

En una entrevista a Edgar Neville publicada en ABC el 28-IV-1963 leemos:

- ¿Cuál sería para ti el colmo de la felicidad?

- Tener una buena cantidad de amor y tirar fortunas con los amigos.

 

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Véase José López Rubio, La otra Generación del 27. Discurso y cartas, ed. José M.ª Torrijos, Madrid, CDT, 2003.

 

8

Un análisis detallado de algunos de esos rodajes lo encontramos en Santiago Aguilar, Edgar Neville: tres sainetes criminales, Madrid, Filmoteca Española, 2002.

 

9

Francisco Umbral resume así esta evidencia: «Neville hace bien el artículo, la novela y el teatro, aunque nunca tiene la calidad afinadísima de Mihura, sino que va un poco a barullo, aprovechando cualquier material, como el maestro de todos ellos, Jardiel. Neville no depura». (Las palabras de la tribu, Barcelona, Planeta, 1994, p. 310).

 

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Francisco Ruiz Ramón en su Historia del teatro español. Siglo XX, Madrid, Cátedra, 1992 (9.ª ed.), p. 314 habla de la «comedia de la felicidad, comedia de la ilusión».

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