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Editorial.

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Estudiar la historia de las Cofradías y Hermandades rurales es una empresa digna de apoyo y elogio, no sólo por la dificultad que hasta ahora suponía enfrentarse a un material disperso y desordenado, sino por el valor de la aportación documental. Por fortuna, muchas Diócesis han emprendido la tarea de reunir en archivos, que cuentan con los medios necesarios, todos los libros de Cofradías, de cuentas de fábrica, de bautizados, de velados, de difuntos y otros muchos papeles y legajos, tan necesarios y útiles para llegar a comprender la historia cotidiana de la España rural.

En lo que respecta a las Cofradías, cualquier estudio de una fiesta en que tuvieran alguna importancia aquéllas (las Aguedas, por ejemplo, que es la celebración más popular de febrero) ha de pasar por una lectura detenida de los libros que contienen Estatutos, visitas del obispo -aleccionando o amonestando-, actas de reuniones de hermanos y hermanas en casa de los mayordomos para tomar la colación y ocuparse de lo sucedido en el año, etc. No hay que olvidar que las cofradías cumplieron además desde su origen funciones múltiples: Tanto instar al cristiano a una vida ejemplar y devota, como tener a su cargo labores de beneficencia o de contenido social, visitando y atendiendo a enfermos, enterrando muertos o velando por el recto cumplimiento de las normas comunitarias, religiosas y civiles.