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Ejercicios y escombros

Mihai Eminescu

Traducción de Ricardo Alcantarilla

Y el viento tiene fantasía rica y florida -sus sueños los realiza en el aire azul y construye con arena pórticos, palacios, mezquitas grises que se levantan en un minuto, cambia de una forma en otra y se derrumban en un momento-. Los juguetes del viento personificado (en la flor del Romanticismo un juguete del viento).

Oh, viento, viento con el alma santa,

la alma viajera de un hombre que no puede descansar ni muerta;

Céfiro -el alma de un niño muriendo enamorada,

Huracán -el alma de Marte, de un tirano

y vice-versa el viento soñado por Dios



Si tuviera mi alma de entonces, mis sueños limpios, mi amor claro como el agua de los manantiales, mis pensamientos sombríos de una vida tranquila, como flores de las negras... como la amé... Mi alma... cómo se encadena a su pensamiento... cómo acaricia su frente majestuosa... Cómo ahuyenta los pensamientos negros con un beso húmedo e infantil... Pero, ¿qué tengo ahora? Esta alma desflorada por un miserable... estos pensamientos oscuros que han pertenecido a otro en el engaño que con amargura de una realidad cruel podrían recuperar aquel olor de la juventud, aquel candor angelical de mi infancia. Incluso este cuerpo, que se dice que es hermoso, fue profanado por los abrazos de un traidor y me avergüenza que su mirada se pose sobre mí.

¡Ella fue un pensamiento hermoso! *** ¡en el sentido de la palabra! Su cabeza hermosa parecía haber sido tallada no por un escultor, sino ¡por un filósofo!

¡Mujer-poesía! ¿Qué buscas tú en el ojo muerto, en la flor turbia de mi alma?

¡Es demasiado tarde! ¡Es demasiado tarde!

Mientras la música sombría significa cada paso hacia la tumba de barro, la campana de la casa de Dios anuncia a los ángeles del cielo tenue, lentamente las aventuras de estrella en estrella a su alma. Un ángel menos en la tierra, acaso no tiene que gemir la música, ¿por qué llora la campana?

Si estuviera compuesto solo de damas -jóvenes y hermosas, fíjate bien- incluso sin que quieras estaría contento de besarte la mano mil veces, diez mil veces, pero así, vieja y arrugada como eres para mí, señora mía, así te agradezco la gracia que eres capaz de hacerme. Así solo tengo ganas de gritar: ¡Gente, gente! Cuento.

Se me ocurre la idea tierna de besar el delantal.

En fin, había llegado a aquel estadio que se llama tan equívocamente «joven lleno de esperanza».

-¿Sabes algo?

-Lo sé.

-Te quiero mucho.

-Y yo a ti.

-¿Quién te lo ha dicho?

-No lo sé.

En Braşov, los limpiadores son rumanos. Una vez que van al juez sajón para limpiar las andanzas. Las limpian y vienen a cobrar.

-Entonces, su señoría, nos da dos ducados de plata, porque somos hombres pobres y hemos trabajado mucho.

-¿Cuántos cubos habéis sacado?

-Veintiséis, su señoría.

-Cómo veintiséis, yo cuento veintidós.

-Ay de mí, su señoría, cómo no... no se coma cuatro cubos... eran veintiséis.

-No des, sacerdote, ¡que ya no confiesas!

-¿Pero si os doy me confesáis?

-Habla, señora, te ruego habla.

-Pues bien, ¿qué quieres que te diga, hombre?

-¡Ah! ¡Habla señora!

-Está loco el hombre este. Bien, señor, espero que al final estéis solo porque nosotros dos no tenemos nada que decirnos el uno al otro y terminaremos.

-¿Qué es tan malo?, ¡querida señora!

-Con una manera de gusto de hablar. Habláis mucho para decir poco señor, de esta mujer.

-Desde que oí su voz.

-¿Cómo? ¿Señor?

-¡No!

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