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El acueducto romano de Cabeza del Griego

Mariano Sánchez Almonacid







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Excmo. Sr.:

Aunque temo defraudar las esperanzas que V. E. pudiera haber cifrado, más que en mis escasos conocimientos, en mi grande voluntad, al honrarme con la difícil misión de informar á V. E. sobre la importancia histórica del descubrimiento de un antiguo acueducto en la villa de Sahelices, voy á intentar llenar mi cometido confiado en la bondad de V. E. que sabrá dispensarme

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el desaliño y las impertinencias de este escrito en gracia de mis buenos deseos y grande amor á los estudios históricos. Cuando acepté con extrema satisfacción la honra de ocuparme de este trabajo, contaba con la dirección y consejo de un distinguido conquense, Académico de número, que por desgracia grande para la patria y mayor aún para sus deudos y amigos, figura ya en la lista de los que fueron. Permítame esa ilustre Corporación literaria que no deje pasar esta ocasión, tan solemne para mí1, sin consagrar mi recuerdo en estas sentidas líneas al amigo cariñoso, al esclarecido autor de los Conquenses ilustres, al Excmo. Sr. D. Fermín Caballero, de cuyos grandes conocimientos y paternal solicitud para mí, esperaba lo bastante para dar algún interés al asunto de que voy á ocuparme; pero hoy ya solo entregado á mis propias fuerzas no haré poco, Excelentísimo Señor, si consigo que el relato de mi visita al campo de más ostensibles recuerdos de nuestra antigua historia en esta provincia no moleste mucho á V. E.

El pueblo de Sahelices se halla situado en la meseta de un cerro que forma parte de las estribaciones de la sierra de Altomira, divisoria de las vertientes del Tajo y de las del Gigüela, tributario del Záncara afluente del Guadiana. Al S. de dicho cerro y como á unos 4 km. se encuentra el de Cabeza del Griego, tan conocido por las extensas ruinas de una populosa ciudad celtibérico-romana, con cuyos restos se halla construído el moderno Sahelices, donde no hay apenas casa que no deba contener una ó varias piedras con inscripción latina, en unas entera y en otras mutilada. Sería ofender la ilustración de los señores académicos, como quizás ocioso para el objeto de este informe, meterme á discurrir, con más ó menos fortuna y en vista del terreno, sobre el nombre que de las celtibéricas poblaciones importantes, mencionadas por los historiadores antiguos griegos y romanos, correspondiera á las ruinas de Cabeza del Griego: pues, sea Ergávica, según yo entiendo siguiendo al Sr. Cortés y López, sea Segóbriga como otros han pretendido, es lo cierto que en aquel

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cerro, no lejos de una escarpada falda donde corre el Gigüela, hubo una gran ciudad. Todavía se descubren los cimientos de una extensa y ancha muralla, los restos de principales casas ó palacios, los de los fuertes y puntos avanzados de defensa, los del anfiteatro ó mejor dicho, circo, perfectamente marcado y aun con alguna gradería. Población de la importancia que revelan todavía hoy sus ruinas, no había de tener cubierta la gran necesidad de abastecimiento de aguas potables, con la incompleta y solo aceptable para en casos de guerra, con la multitud de aljibes, que aún existen, algunos en perfecto estado de conservación. Es indudable que ya se mire como cuestión de necesidad apremiante, ya como de aseo, utilidad y embellecimiento, habían de procurar aquellos antiguos pobladores dotar á su ciudad de abundantes aguas potables, y para el establecimiento de baños, huertas y jardines: debiendo advertirse que el Gigüela no podía servirles para nada de estos usos, porque hacia aquella parte corre por un cauce estrecho entre dos montañas escarpadas y se aleja en el sentido opuesto á la pendiente suave y explanada N., en que se extendió la población, viniendo á formar por allí dicho río un a especie de ángulo agudo, cuyo vértice se acerca algún tanto á la inaccesible falda oriental de Cabeza del Griego.

Al terminar la vertiente Sur del Cerro, en cuya meseta he indicado se halla Sahelices, y debajo de la carretera de Valencia en el sitio llamado Argamasa, donde principia el Valle de las Pozas se encuentran restos de un grande estanque ó pantano, que tanto pudiera haber servido para llevar aguas al cerro de Cabeza del Griego que se halla mucho más bajo, como para regar los terrenos intermedios, ó para ambas cosas á la vez. Los restos existentes de esta obra con sus grandes murallones, su suelo de hormigón de extraordinario espesor y perfectamente llano, demuestran claramente, como he indicado, que allí se recogían aguas, si no para el abastecimiento ordinario de la población antigua, para el riego de las posesiones intermedias, cuyas tierras de labranza hasta llegar á Cabeza del Griego son de las mejores del término, habiendo tomado en algunos tiempos el nombre de Las Huertas. Pero las aguas de aluvión y las de las fuentes que existen en la meseta de Sahelices, todas son salobres, que recogidas en el pantano

Croquis

Croquis del trayecto conjetural, recorrido por el acueducto romano desde Saelices á Cabeza del Griego



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no podían ser buenas; y naturalmente habrían de formar los antiguos el proyecto de buscar otras mejores, las cuales no estaban lejos, aunque ofreciera á primera vista grave dificultad el conducirlas á la ciudad celtibérico-romana. A la parte opuesta, esto es, al N. de Sahelices, entre la falda de un cerro, donde se construyó la torre del abandonado telégrafo óptico y la vertiente N. de otro cerro, señalado con el núm. 2 en la vista que acompaño, se hallaban como escalonados varios manantiales, que deben tener todos el mismo origen. En la parte llana, camino de Palomares del Campo existen de tiempo inmemorial un gran pozo inagotable llamado de las Zarzas y un poco más arriba manaba la fuente del mismo nombre y clase de muy buena agua. Continuando la ascensión hacia Sahelices cortando el camino de Rozalén se encontraba otra fuente denominada de la Mar, cuyo encañado procedía del pozo del mismo nombre, que todavía un poco más arriba existe también de tiempo inmemorial y cuyas aguas rebosando y saliendo del mismo en los años cargados eran conducidos á dicha fuente; la cual dejaba de manar cuando ya se cegaba por las avenidas, ó no estaba muy bien cargada de agua. La fuente de que el vecindario se surtía como perenne, era la de las Zarzas, sin que dejaran de acudir algunos al Pozo de la Mar, pocas veces seco, aunque bastante descuidado. Pero á causa de la sequía general de hace algunos años, dejó de manar también la fuente de las Zarzas; y aunque quedaba inmediato el pozo del mismo nombre no dejó de pensarse en el famoso Pozo de la Mar, que como más cerca del pueblo y en sitio más elevado, á la simple vista se comprende pudiera dar agua corriente, intentando un alumbramiento. Al efecto acordó la Corporación municipal con los mayores contribuyentes arbitrar algunos recursos pecuniarios y por medio de prestación personal entre los vecinos, abrir una zanja con más ó menos trabajo y precisión, que fuera á parar en declive, al fondo del llamado Pozo de la Mar. Tal es, Excmo. Sr., el origen y descubrimiento casual de la obra antiquísima que motiva este informe y que voy á comenzar por describir del mejor modo que se me alcance, esperando completen la idea, no acertada á explicar bien de palabra, los adjuntos mal llamados dibujos trazados por mi inhábil mano.



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El acueducto celtíbero romano, encontrado merced á los afanes de los saheliceños estimulados por el grande y punzante aguijón de la necesidad, puede dividirse en tres partes, 6 mejor dicho, en cuatro, porque no ha de despreciarse por pequeña una interrupción notable, que deja lugar á duda de si existiría allí alguna arca de distribución, de limpieza ó desagüe. Para la mejor y más fácil comprensión de todo lo descubierto, tomo el camino en el sentido mismo en que se han hecho los trabajos, ocupándome: 1.º, de la canal estrecha; 2.º, de la interrupción; 3.º, de la canal ancha, y 4.º, del specus, bóveda ó mina practicada hasta llegar al sitio de recogida de los manantiales, ó sea el Pozo de la Mar.

En la parte más baja del cerro N. de Sahelices donde, como antes he dicho, se construyó la torre del telégrafo óptico, y cortando el camino que va á Rozalén constituyéndole un barranco por aquella parte, comenzaron las obras de una zanja para sacar por su pie las aguas del citado Pozo de la Mar, que está hacia el medio del expresado cerro. A los pocos dias de trabajo dieron con una especie de roca artificial en la que encontraron una estrecha canal en perfecto estado de conservación, de argamasa, con un fino revoque toda ella, á manera de estuco. Limpia ya en todo su trayecto, esta parte del acueducto mide 66 m. de longitud, en línea ligeramente quebrada por 10 cm. de ancho, y de una profundidad que varía en sentido ascendente desde 25 cm. á 47. La zanja, abierta para descubrir y limpiar esta canal, tiene de 1 á 6 m. de profundidad desde su principio en el camino de Rozalén del monte á la terminación de la misma canal. Esta se encuentra construída dentro de un hormigón, cuyo espesor quise averiguar prestándose á ello desde luego los encargados de las obras, y resulta ser de 1 m. poco más de profundidad, medido desde el suelo del canal y 2 m. de ancho, uno á cada lado de la misma, hallándose además reforzado dicho hormigón por enormes piedras á lo largo, no ligadas por argamasa alguna. Entre esta canal de igual anchura (10 cm. de extensión) y la siguiente que comienza con 25 cm. y concluye por 70, hay una interrupción de 3,70 m.; en cuyo sitio habiéndose cavado otro tanto en diversos sentidos, no se ha encontrado vestigio alguno de piedra ni argamasa. El terreno de aquel punto es arcilloso y como movedizo

Trazado

Trazado de la porción existente del acueducto



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ó de arrastre. Acaso alguna grande avenida se llevara en más ó menos remotos tiempos la obra que hubiera, bien fuese arca de distribución, como lo indica la pequeña canal mencionada, ó bien algún filtro ó medio de desagüe para hacer la limpia del acueducto. En seguida comienza la canal, que puede considerarse ancha con relación á la anterior, según ha podido notarse, y que mide una longitud de 73,5 m. en línea quebrada 6 casi imperceptible zig-zag, de los cuales son de argamasa 46,50 m. y abiertos en roca 17 m.; su profundidad varia entre 80 cm. en su parte baja y 9,70 m. al final. La zanja abierta para descubrirla tiene de 6 á 9 m. de profundidad. Esta misma canal continúa por dentro del mismo specus, que voy á describir, con un ancho de 30 ó 40 cm. y una profundidad de 50. Cuando la roca, sobre que se ha visto viene abierta la canal con una profundidad ya de 1,70 m., tiene la bastante elevación para poder formar el specus ó caverna, se halla la entrada de esta abierta á poco más de los 9 m. que tiene de profundidad la zanja de la canal. Dicha entrada, y con poca variación el interior, especialmente en los primeros 40 m. de extensión, tiene 1,72 m. de luz (donde comienza á formarse el medio punto) siendo algo más estrecha en su boca, pues mide 70 cm. La forma de todo puede verse en el adjunto dibujo, que ajustado á escala, he procurado tenga la mayor exactitud posible. Las ondulaciones del trayecto de esta mina con sus correspondientes lumbreras que tiene una extensión de 102 m. son más notables que las de las canales ya descritas; y ni el ancho de toda ella, ni la distancia de una á otra lumbrera, ni su forma son iguales. Desde la entrada á la lumbrera primera de forma ligeramente ovalada, hay un trayecto de 7,70 m.; de esta á la segunda de igual forma 6 m.; de la segunda á la tercera que es cuadrilonga (70 cm. de un lado, 78 de de otro), hay 21 m. de distancia. De esta á la cuarta de forma perfectamente circular (70 cm. de diámetro) 13,50 m. Aquí termina una de las láminas de la roca perforada, continuando de mampostería la bóveda, algo más baja y estrecha en un trayecto de 10,50 m. en terreno arcilloso para enlazar en la segunda parte de la mina abierta en otra lámina de roca, ofreciéndose otra nueva entrada á la que se baja por grandes y toscos escalones

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hechos también á pico, y para cuyo descubrimiento ha sido necesario practicar un gran desmonte de alguna más profundidad que la zanja anterior, pues ya llega aquí á 10 m. Desde esta segunda entrada á la lumbrera inmediata casi cuadrada (en un lado tiene 1,55 m. y en el otro 1,50 m.) hay un trayecto de 24 m., y de esta ya á la última lumbrera ó arca de recogida, que es el famoso Pozo de la Mar, hay una distancia de 19 m. Su forma es un cuadrado igual al anterior, como lo es la profundidad de 10 m., y las cuatro paredes que las constituyen son de mampostería, ó mejor de tosca sillería.

A este pozo, término del specus, afluyen cuatro arroyos por otras tantas bocas ó pequeñas minas á la altura de 1 m. del suelo de aquel; dos de ellas dan frente á la canal de salida, y las otras dos están en las paredes laterales. Un buen caudal de aguas sumamente delgadas se reunen aquí perdidas después de tantos siglos que á ser perennes, como es de esperar por las circunstancias del terreno y por la confirmación de tiempo inmemorial que en aquel mismo tiempo las acusa, constituyen una verdadera riqueza para el pueblo de Sahelices, recompensado en sus gastos por la Divina Providencia, firme garantía que nunca falta á los pueblos como á los individuos, que con fe, decisión y constancia acometen empresas dignas y de más ó menos extensión é importancia. Y aquí me tomo la libertad de recomendar eficazmente á V. E., aunque parezca asunto ajeno á la índole de este informe, la pretensión que elevó á esa ilustre Corporación el municipio de Sahelices, al dar parte de este descubrimiento, para que interponga V. E. su valimiento, á fin de que el Gobierno de S. M. les conceda, de los intereses de láminas de propios que el pueblo tiene, alguna cantidad con que continuar sus trabajos y asegurar la obra para el abastecimiento de aguas, conservando así al propio tiempo un monumento antiguo de nuestra cara patria.

Volviendo ahora al camino de Rozalén, donde se comenzó la zanja que descubrió la canal estrecha, y observando la dirección de la misma, ya por trozos que á más de un km. de distancia se encuentra en perfecto estado de conservación, ya por restos del hormigón que la reviste, allí donde las vicisitudes de los

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tiempos la han hecho desaparecer, no queda duda alguna que las aguas del Pozo de la Mar eran conducidas al cerro de Cabeza del Griego, tomando un gran rodeo (como puede observarse en la vista que acompaño) por debajo de Sahelices, necesario para salvar las prolongadas alturas que se interponen entre el nacimiento y la ciudad antigua, viniendo á desarrollarse una curva de 6 á 7 km. de distancia. ¿Sería posible encontrar restos de fuentes, baños ú otros de este género en las ruinas de Cabeza del Griego? Yo creo que sí, y acaso dieran alguna luz sobre lo que todavía no se sabe con entera seguridad. Hacia el sitio donde el acueducto debe terminar, no se ha practicado excavación alguna de que se tenga noticia; pues las conocidas que se hicieran en el siglo pasado con determinado objeto, tenían lugar principalmente en lo que fué población goda, como á 1 km. de Cabeza del Griego hacia Sahelices, y muy poco se hizo en la población celtibérico-romana, donde solo se ocuparon del desmonte para el descubrimiento del circo.

Dignas son de estudio, Excmo. Sr., para los inteligentes en obras hidráulicas las que constituyen el acueducto de que me vengo ocupando; pues aparte de las cuestiones históricas á que pueden dar lugar, se hallan otras de construcción material, que apenas si me atrevo á tocar ligeramente. ¿Iban las aguas al descubierto en las canales descritas? Ni losas, ladrillo, piedra ni madera alguna se ha encontrado por donde venir en conocimiento de que dichas canales, cegadas completamente como se las ha encontrado, hubieran estado en otro tiempo, totalmente ó á trozos, cubiertas para que ningún agente exterior pudiera impedir la corriente. Pero si estaban al descubierto, ¿cómo se evitaba que se cegaran á cada momento esas canales construídas dentro de una zanja de 1 á 10 m. de profundidad en extensión de 130 m., debiendo tenerse muy en cuenta que el ancho del mayor trozo de aquellas es de solo 10 cm.? Mejor se comprende que sean desiguales en el specus las distancias de una á otra lumbrera, habiéndola de 6 m. de la segunda á la tercera, y de 24 m. de la quinta á la sexta; pues esto puede explicarse porque solo siendo corta la parte de roca de alto á bajo, abrían la lumbrera, y allí donde la altura de la roca era demasiada, preferirían seguir horadando á

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oscuras por decirlo así, horizontalmente, que no empeñarse en vencer la dificultad que ofrece el perforar en sentido vertical un espesor de 9 á 10 m. de roca sin otro objeto principal que obtener aire y luz con más frecuencia. En lo demás del trayecto hasta Cabeza del Griego que, como antes he indicado, pasaba de 5 km., no dejarían de encontrar los antiguos constructores del acueducto graves dificultades que vencer, si existían en el terreno que aquel parece haber recorrido, las mismas sinuosidades y barrancos que hoy se notan. Los restos de la canal que á trozos se ven aún por ciertos sitios marcan el mismo ancho de 10 cm., como también es de igual clase el hormigón que se descubre en otros parajes.

Hasta aquí lo referente á la parte material, dirección y distancia de lo que se ve sobre el terreno, y de lo que no viéndose se presume que necesariamente debió existir para el coronamiento de la obra, para que las aguas llegaran al cerro de Cabeza del Griego.

Ahora voy á ocuparme, siquiera sea ligeramente y con escasas fuerzas, de la cuestión histórica, ó sea de la época probable en que debieron verificarse tan penosas como importantes obras.

De las tres diferentes épocas á que puede referirse la construcción del acueducto, primera, la que llamaré celtibérica 6 de los fundadores de la ciudad antigua; segunda, la romana 6 de dominación de aquel territorio durante la república y el imperio, y tercera, la goda, en que se extendió la población, formándose un arrabal 6 suburbio alrededor de la iglesia 6 catedral que aún existe como á 1 km. NE. del cerro, encuentro mayores fundamentos para fijar en la segunda más que en ninguna de las otras dos la ocasión y el tiempo en que se llevaran á cabo las obras referidas. Respecto de la época celtibérica creo puede afirmarse, por lo ya expuesto, que no reúne el acueducto en cuestión los caracteres de las obras de aquellos primitivos tiempos, como tampoco parece probable que se empeñaran los habitantes del país in ultimis locis Celtiberiæ frecuentemente amenazados de guerra, en obra tan penosa, de difícil conservación y tan inútil en los casos de sitio, comunes en tiempos de largas luchas, ya entre pueblos comarcanos, ya sostenida con extraños y advenedizos pueblos.



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En cuanto á la de los godos, que tampoco gozaron de paz en nuestra Península, menos creo atribuible la obra de aquel acueducto, ya porque se violentaría demasiado la dirección de este, llevándole donde estuvo principalmente la población goda, ya porque aquella raza no se dedicó á esta clase de trabajos, ni ha dejado, como es sabido, monumentos de semejante índole.

A la romana es, pues, reducible la época en que se construyó el acueducto de Sahelices á Cabeza del Griego, pero, ¿á qué período de la larga dominación de los romanos en nuestra península? Difícil es, como no se oculta á la alta ilustración de V. E., hallar solución concreta al problema que entraña la anterior pregunta, debiendo tenerse en cuenta que ni inscripción, ni moneda alguna, ni objeto grande ni pequeño arqueológico se ha encontrado en los trabajos hasta ahora ejecutados para el descubrimiento y limpia del specus, y de las canales que forman el principio del acueducto. No es, pues, posible sentar una afirmación concreta sobre este particular. Pero volviendo á fijarme en la idea ya indicada de que esta clase de obras, como también la de los circos, anfiteatros, canales, calzadas, fuentes y demás de este género, solo son compatibles con los períodos de paz en general, ya que no de sosiego completo, que eso no era posible, ni casi se ha logrado en nuestro tiempo, juzgo que aquel no había de remontarse á tiempos anteriores á Augusto. Si por lo tosco de la obra, aunque no falta de arte y de grande resistencia, si porque no revela en sus diversas partes el carácter de las distinguidas y notables de los Vitruvios y Apolodoros, y dado caso que en las ruinas de Cabeza del Griego existiera, como yo no dudo en sostener, la Ergávica Celtibérica, amiga de los romanos desde Sempronio Graco, quisiera admitirse que pudiera haber recibido la especie de merced de ser dotada de un acueducto en los tiempos republicanos, siendo hasta dirigidos por maestros y auxiliares de la potente Roma, preciso sería convenir en que fué de gran arrojo la empresa de lanzarse á la construcción de una obra de colosales proporciones y de costosa conservación, ardiendo todavía en guerras la antigua Iberia. Salvo el parecer y la más acertada opinión de los inteligentes, considero que el acueducto en cuestión debe atribuirse á los primeros tiempos del imperio, esto es, á los del

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mayor desarrollo de las obras monumentales de nuestra Península, desde Augusto, al período inclusive en que tenían las riendas del poder y rigieron los destinos del mundo nuestros compatriotas de la familia Trajana. De igual tiempo juzgo que ha de datar la edificación del circo cuyos restos se notan bastante todavía en las extensas ruinas de Cabeza del Griego.

De todos modos, y sea cual fuere el período de los indicados á que se refiere la construcción del acueducto, es innegable su importancia histórica, porque sobre no ser dudosa su grande antigüedad, no carece de mérito, ya se atienda á lo atrevido de la empresa grande, difícil, costosa y bien meditada, ya á que son contados los monumentos de esta clase que se han salvado de las vicisitudes del tiempo y de las catástrofes varias, ocurridas muy especialmente durante la Edad Media en nuestra Península. Además, el hallazgo de esta obra viene á confirmar la idea de la grandeza é importancia que un tiempo tuvo la ciudad, enterrada en el cerro y planicie N. de Cabeza de Griego, pues que prescindiendo del Gigüela, que no corre lejos, y á más del pantano mencionado por los varios escritores que de estas ruinas se han ocupado (á pesar de hallarse tan á la vista, y del que tan á las claras habla el mismo de su objeto), estaba dotada de aguas potables y abundantes llevadas de larga distancia por el medio ordinario de un acueducto, aunque de raras formas, de construcción notable.

Tales son, Excmo. Sr., las impresiones recibidas y el juicio formado en mi visita á Sahelices, tan cuajada por todas partes de respetables antigüedades.

Réstame para dar por terminado este pesado relato dejar consignado (como en ello me complazco), que los saheliceños han prestado un distinguido servicio para el estudio de la antigua Hidráulica con el descubrimiento de su acueducto, como le seguirán prestando, si al mismo tiempo que por utilidad propia, por amor á las glorias de su tierra, saben conservarle sin deterioro, como monumento digno de atención y estima, del cual nadie hasta ahora se ha ocupado ni hecho mención de sospechar siquiera su existencia.

Cuenca, 24 de Agosto de 1876.





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