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La relación de la conversión a la penitencia de este piadoso varón es sumamente interesante, y ha ocupado las plumas de los historiadores y biógrafos, y hasta fue presentada en la escena por la musa cómica de Gaspar de Ávila. -Era natural de las Huelgas de Burgos y procedía de una familia ilustre y acomodada. Siguió la carrera de las armas, y fue secretario y ayudante del Duque de Sesa, D. Gonzalo Fernández de Córdova; su nobleza, caudal, juventud y dotes personales le hacían uno de los más cumplidos caballeros de la corte de Felipe II. -Adornado primorosamente con el esmero propio de tan apuesto galán, pasaba una mañana por la calle de las Postas, cuando un barrendero, por inadvertencia, le salpicó de lodo el vestido: irritado nuestro caballero, y no pudiendo contener sus ímpetus, dio una bofetada al barrendero, el cual, lejos de enojarse, arrojó la escoba, y postrándose a los pies de Obregón, díjole, con una mansedumbre evangélica: «Doy a vuestra merced las gracias por esta bofetada con que me ha honrado, y castigado mi falta», de cuya heroica respuesta sorprendido Bernardino, no pudo menos de estrechar en sus brazos al barrendero y pedirle fervorosamente perdón; y herido como por un rayo de luz divina por aquella escena, regresó a su casa, resolvió cambiar su vida disipada, y trocar su fortuna y brillante posición por la de un humilde servidor de los pobres, retirose primero para ello al hospital de Corte; fundó después el de Convalecencia, y por último la Santa Hermandad o cofradía llamada por él de los Hermanos Obregones, y que es conocida en toda España por el generoso sacrificio con que se dedican al cuidado de los enfermos en los hospitales. El cuerpo del venerable yace en la iglesia de este Hospital general.

 

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Esta costumbre han continuado hasta hoy los actores contemporáneos, desde Rita Luna e Isidoro Maiquez, hasta Guzmán, La Torre, Romea y otros. La Rita Luna vivía a principios de este siglo en la calle de San Juan; Isidoro Maiquez, en la de las Huertas, número 6, y en 1840 y 41 se tituló esta calle de Maiquez, aunque después se revocó esta denominación. También vivió en la calle de Alcalá, pasada la de Cedaceros, y en la de Santa Catalina, número 10 nuevo, de donde salió para el destierro, en que falleció en 1820, en Granada.

 

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En 23 de Abril de 1833 (aniversario de la muerte de Cervantes en 1616), y en el momento de hallarse derribando esta casa, aprovechó el autor de esta obrita ambas circunstancias para insertar un sentido artículo, con el epígrafe de La Casa de Cervantes, en el único periódico literario que entonces se publicaba, y que después incluyó en sus Escenas Matritenses. Este artículo llamó la atención del monarca Fernando VII, quien, guiado de un alto sentimiento de patriotismo, y secundado por el celo y la ilustración del difunto comisario de Cruzada don Manuel Fernández Varela, dispuso por una Real orden, publicada en la Gaceta a los pocos días, que se hiciesen proposiciones al dueño de la casa para adquirirla el Estado, y destinarla a algún establecimiento literario; pero negándose el dueño   —47→   a enajenarla, se mandó por el Rey que se colocase sobre la puerta el monumento que existe, lo cual tuvo lugar a expensas de los fondos de Cruzada y por la disposición del Comisario general, que tuvo la amabilidad de contar para ello con el autor del pensamiento, quien se complace en recordar aquí la parte que le cupo en esta magnánima disposición del rey D. Fernando VII.

 

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Esta Mariana Romero es sin duda la cómica famosa de que hace mención Pellicer en su obra sobre el Origen de la comedia (parte 2.ª pág. 113), la cual se metió monja descalza, y luego, antes de profesar, se cansó del monasterio y se fue a vivir a su casa (sin duda a esta misma), donde murió de allí a poco, aunque antes se casó con el comediante Manuel Ángel, que era ya viudo de otras cinco mujeres, y también sobrevivió a ésta, hasta que, ya retirado del teatro, murió en 1.º de Enero de 1711, en su casa propia, calle del Barco.

 

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En 25 de Noviembre de 1862 (centenario tercero del nacimiento de Lope) se descubrió solemnemente, el lindo monumento mural que, a propuesta mía, mandó construir la Real Academia Española en obsequio del Fénix de los Ingenios, en cuya propia casa celebró aquel día una solemnísima sesión, con asistencia de las demás Academias y otros cuerpos literarios,   —50→   habiéndose al efecto restaurado la casa en la fachada, y en lo interior el oratorio, alcobas, jardinillo, etc., en los términos en que pudo estar en vida de Lope, de cuya ejecución material fui encargado por la Academia.

 

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Esta casa, vendida en 1868, ha sido renovada y desfigurada completamente por el comprador Sr. Jonceda, si bien debo decir que dicho Señor me invitó a redactar (como lo hice) una inscripción que se proponía colocar en una lápida, pero ocurrida a poco la muerte del mismo, su viuda no ha realizado aquel pensamiento.

 

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Cuando en 1835 se dio a la calle de Francos el nombre de Cervantes, fui de opinión (y así se lo manifesté al corregidor Marqués de Pontejos) que este nombre cuadraba mejor a la del León, donde propiamente estaba la casa en que aquél murió, y en otras de las cuales vivió también anteriormente; o bien a la de Cantaranas, donde yace enterrado aquel grande ingenio, en el convento de las Trinitarias, reservando a la de Francos el nombre de Lope de Vega, que tenía en ella su casa propia, y donde falleció; pero se equivocó dicha nomenclatura, y se dio este último a la de Cantaranas, que nada tiene que ver con el Fénix de los Ingenios.

 

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Cuando en 1869 amenazó el derribo de este convento e iglesia, tuve la fortuna, invitado por la atribulada comunidad,   —53→   en unión del Director y Académico de la Española Sres. Marqués de Molins y D. Antonio Ferrer del Río, de obtener, previas vivísimas gestiones cerca del patriota gobernador de la provincia, Sr. Moreno Benítez, que se revocase dicha orden fatal, y en su consecuencia, propuse a la Academia la erección del bello monumento mural que a sus expensas costeó en la fachada de dicho convento, que al paso que para honra del egregio ingenio que allí reposa sirve también para ponerle a cubierto de toda profanación ulterior. De este modo el insigne Cervantes, que alcanzó su redención del cautiverio por Orden trinitaria, devolvió el mismo beneficio a la propia orden redentora, con la sombra y fama de su preclaro ingenio.

A consecuencia de este suceso publicó en el mismo año el Señor Marqués de Molins su interesante libro titulado La Sepultura de Cervantes.

 

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Esta última salida se ha abierto recientemente por la huerta de Jesús.

 

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En los salones de esta casa se instaló el Ateneo de Madrid, en la noche del 5 de Diciembre de 1835, que después pasó a ocupar otra en la misma calle del Prado, señalada con el núm. 27 nuevo, luego a la calle de Carretas, núm. 37, después a la plazuela del Ángel, núm. 1, y actualmente a la calle de la Montera, núm 32.