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De esta gratuita denominación de dragón, dada a la culebra por el Maestro Hoyos, parte, a mi ver, el origen del fantástico dragón alado, que mucho tiempo después apareció en las armas de la villa, y estaba pintado en el techo de una de las salas del Ayuntamiento, y aún hoy ha vuelto a reproducirse en su escudo. El mismo Hoyos no estampa tal dragón, y sí la culebra, como veremos luego.

 

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Nobleza madrileña. -El licenciado Jerónimo Quintana consagró una buena parte de su voluminosa obra titulada Grandezas de Madrid a reseñar la historia de las familias de la nobleza propia de esta villa, anteriores al establecimiento de la corte en ella, y en sendos capítulos biográficos, dedicados a cada uno de los sesenta y cuatro mayorazgos que dice el maestro Hoyos, los señala e historia por el orden siguiente:

Alarcón.Coello.
Alcalá.Córdoba.
Alcocer.Cuero.
Arias Dávila.Eraso.
Ayala.Fernández.
Barreda.Francos.
Barrionuevo.Gato.
Bibero.Guevara.
Bozmediano.Guillén.
Cabrera.Gudiel.
Cáceres.Heredia.
Canal.Herrera.
Castilla.Hoz.
Castillo.Hurtado.
Clavijo.Lago.
Coalla.Lodeña.
Losada.Ribera.
Luján.Salcedo.
Luzón. Solís.
Madrid.Toledo.
Manzanedo.Torre.
Mármol.Urbina.
Méndez.Valera.
Mendoza,Vallejo.
Montes.Vargas.
Monzón.Vera.
Ocaña.Villafuerte.
Olivares.Vitoria.
Peralta.Xibaja.
Prado.Zapata.
Ramírez.
Zárate.
Ribadeneyra.

Zisneros

En el curso de nuestros paseos hemos indicado dónde estaban situadas las casas solariegas de estos antiguos mayorazgos de la villa, así como también los ilustres personajes que llevaron y enaltecieron el lustre de aquellos antiguos apellidos. Muchos de ellos, entroncados luego con los insignes y   —197→   esclarecidos de los Mendozas, Pimenteles, Sandovales, Girones, Silvas, Guzmanes, Borjas, Toledos, La Cerda, Pachecos, Osorios, Bazanes, Cortés, Colón, Aragón, Córdoba, Luna y Portocarrero, que llevaban los primeros magnates del reino, y vinieron a fijarse en Madrid cuando la corte, constituyeron de consuno la grandeza de España, y enlazaron unos y otros blasones heráldicos en los escudos y títulos de los duques del Infantado, de Alba, de Feria, de Osuna, de Medinaceli, de Híjar, de Lerma, de Villahermosa, de Úceda, de Béjar, de Veragua y de Pastrana; de los condes de Oñate, de Paredes, de Altamira, de Castroponce y de Santisteban; de los marqueses de Villafranca, de Denia, de Leganés, del Carpio, de Alcañices, del Valle y de la Laguna, y otros muchos que han dado a Madrid una larga serie de hijos ilustres y de personajes célebres a la historia nacional.

 

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HIJOS ILUSTRES DE MADRID. -A estos célebres madrileños que a mediados del siglo XVI señala el maestro Hoyos añadieron otros muchos los historiadores Dávila y Quintana, que escribieron bien entrado ya el siguiente; consignando una larga serie de santos, mártires, prelados y personajes políticos y militares, y escritores distinguidos en todos los ramos del saber. Sólo en la literatura y ciencias inserta Montalván, al fin de su libro Para todos, un largo catálogo, que comprende 301 genios naturales de esta villa. Por último, a fines del siglo pasado publicó el erudito y diligente escritor D. José Álvarez Baena su conocida obra bajo el título de Hijos ilustres de Madrid, que en cuatro voluminosos tomos comprende nada menos que mil seiscientos cuarenta y tres, cuyas biografías hace con mucho esmero y diligencia; bien que su excesivo celo por las glorias de su pueblo natal le hace incurrir en la debilidad de dar cabida en aquel precioso catálogo a muchas medianías o nombres insignificantes, que no debieran alternar con los verdaderamente ilustres que ennoblecen tan espléndido repertorio, Pero, aun reducido éste por una sana crítica a la cuarta parte, todavía puede ostentar Madrid una gloriosa ejecutoria tachonada de nombres de venerados santos, pontífices y prelados, de reyes y príncipes esclarecidos, de históricos personajes políticos y militares, y de los más altos ingenios y eminentes artistas.

Los nombres sólo de San Isidro, San Melquiades, San Dámaso (aunque éstos muy dudosos) y la beata Mariana de Jesús, entre los primeros; los del gran Carlos III, Fernando VI, Felipe III, doña Juana, doña María y D. Juan José de Austria, entre los príncipes; los de Gracián y Francisco Ramírez, D. Rodrigo Zapata de León, D. Alonso Contreras y otros bizarros capitanes: los de Antonio Pérez y su heroica esposa doña Juana Coello Bozmediano, Rui González Clavijo, D. Francisco de Vargas y su hijo el obispo D. Gutierre, el cardenal Zapata, Gregorio López Madera, don García de Barrionuevo, el Gran Duque de Osuna, el Príncipe de Esquilache, el Marqués del Carpio, D. Juan de, Chumacero y Carrillo, D. Íñigo de Cárdenas, D. José de Grimaldo y el Marqués de Mejorada, y otros insignes personajes políticos y   —200→   eclesiásticos; cardenales, virreyes, ministros, embajadores y diplomáticos célebres en la historia. -Los de los inmortales ingenios, honra de nuestra literatura, Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Tirso de Molina, Moreto, Ercilla, Esquilache, Hernando de Acuña, Montalván, Solís, Salas Barbadillo, Hoz y Mota, Villaizán, Zamora y Cañizares; los de los historiadores, teólogos y literatos, Caramuel, Nieremberg, Paravicino, Tamayo de Vargas, Jusepe de Salas, Nicolás Gallo, Fernández de Oviedo, Jerónimo de Quintana y Núñez de Castro; los de los apreciables poetas y escritores Agustín de Rojas, Bernaldo Pérez de Vargas, Francisco Santos, D. Martín Martínez, José López de Castro y D. Ramón de la Cruz; los de los insignes artistas Juan Bautista de Toledo, Juan Pantoja de la Cruz, Claudio Coello, Eugenio Cajés, Francisco Ricci, Juan del Mazo Martínez, Alonso del Arco, Bartolomé Román, Fray Lorenzo de San Nicolás, D. Teodoro Ardemans, Juan de Torrija, D. Tomás López y don Juan de Villanueva; éstos solos u otros igualmente ilustres debían figurar en una Biografía madrileña, discretamente escogida, descartando de ella las muchas medianías o insignificantes existencias que están   —201→   barajados con ellos en la del buen Álvarez Baena, y que no hacen más que rebajar el valor e importancia de su obra. -En el ingreso de nuestros paseos hemos consignado algunas noticias de la mayor parte de estos insignes madrileños, ya con motivo de señalar las casas en que habitaron, ya el sitio en que fueron sepultados.

A aquel heroico catálogo, en fin, de personajes, de ingenios eminentes nacidos en esta villa hasta fines del siglo pasado, hay que añadir no pocos (y ya lo hicimos de muchos en nuestro Manual de Madrid) que han continuado las glorias de nuestro suelo, pudiendo citar, entre otros de los ya fallecidos, a los ilustres generales Castaños y Torrijos, a los célebres escritores y poetas D. Nicolás y don Leandro Fernández de Moratín, D. Nicasio Álvarez de Cienfuegos, D. Juan Bautista Arriaza, D. José Gómez Hermosilla, don Vicente González Arnao, don Mariano Larra, el Duque de Frías y D. Manuel José Quintana, Escosura, Hartzenbusch, los pintores Alenza, Rosales y otros, que aún por fortuna viven y dan lustre a su patria en los consejos de la Corona, en los campos de batalla, en la tribuna, en el púlpito, en el foro, en el teatro y en el silencio de su estudio.

 

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Estas armas y emblema de Madrid, y la culebra de Puerta Cerrada, que van más adelante, están calcadas de las que inserta Hoyos y son facsímiles de ellas.

 

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Es la misma plaza grande que luego se hizo de fábrica y se tituló de la Pelota, única que, hasta hace pocos años, quedó en pie de todas las construcciones del palacio del Retiro, y para formarla y allanar el paso, dice Pinelo que hubo que quitar un monte que allí había desde que Dios crió el mundo, con más de 100.000 ducados de costa, que pagó la villa de Madrid.

 

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Este de Monterrey estaba donde ahora San Fermín, y confinaban con él los del Duque de Maqueda (después de Villahermosa) y Méndez Carrión (hoy de Alcañices), con que los tres juntos ocupaban todo el espacio que media entre la Carrera de San Jerónimo y calle de Alcalá, o sea la extensión del salón del Prado.

 

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Entiendo que esta comedia puede ser la misma que se publicó en las obras de Don Antonio Mendoza con el título de Empeños del mentir.

 

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Esta casa es hoy la señalada con el número 8 nuevo de la calle de la Madera, propiedad del señor Rivadeneyra, en la que estuvo hasta hace pocos años su magnífico establecimiento tipográfico.

 

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Fue preso en 30 de Agosto de 1644 y llevado a la Inquisición de Toledo, D. Jerónimo.

 

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Entonces se enviaban las causas originales, sin quedar copia, y después de este suceso se quedan traslados en España.