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El apologista universal

Obra periódica que manifestará no sólo la instrucción, exactitud y bellezas de los Autores cuitados que se dejan zurrar de los semicríticos modernos; sino también el interés y utilidad de algunas costumbres y establecimientos de moda



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Número I

     Muy Señores míos: Aunque pensaba profesar el instituto de la estrecha religión de los críticos juiciosos, ya he mudado de dictamen, y estoy verdaderamente arrepentido; había dispuesto en el Noviciado ciertas reflexiones sobre varios defectos de algunas de nuestras piezas poéticas, y en especial de las del Divino Figueroa, las que tuve el honor que se insertasen, aunque cercenadas, en el Memorial literario de Marzo; pero he de confesar solemnemente que la benignidad con que los Autores de esta obra periódica censuraron al Divino ha corregido en mí un error en que vivía satisfecho, creyendo que el que un Poeta tuviese algunos buenos versos, ingeniosos pensamientos, y algunos afectos expresados con dulzura y sencillez, no debía servir de salvo conducto para que a su sombra se nos llevase el dinero por otras mil inutilidades y sandeces que no pueden sernos de algún provecho; creía yo también que aunque los críticos han hallado sus ciertas manchas en los Soles de la Poesía Griega y Latina, y se encontrarán también otras muchas en nuestros Poetas aun los más afamados, todos ellos eran acreedores a la mayor indulgencia, ya porque son incomparablemente mayores sus bellezas [4] e imágenes que sus leves descuidos, ya también porque ninguno de ellos se ha apellidado Divino, y ya se ve que este epíteto es diametralmente opuesto a toda humana flaqueza. Así me lo pensaba yo, pero la juiciosa e imparcial crisis de los Compositores del Memorial literario ha ocasionado tal metamorfosis en mi modo de pensar que me ha inspirado la idea de constituirme desde ahora el Apologista universal no solamente de cuanto papelucho se publique, con tal que no se oponga a la Fe, buenas costumbres y regalías de S. M, sino también de los artificios e ingeniosos estratagemas con que algunos buscan la comida, valiéndose de las artes permitidas que ellos adelgazan para su provecho, pues razón será que todos tengan un protector que les defienda de los azotes del rígido Censor; en prueba de ello quiero hacer el primer ensayo de mi proyecto con una obrita reciente la que a pesar de su erudición y mérito- ha sufrido los más duros golpes de algunos envidiosos de nuestras glorias.

     Guía de los Eclesiásticos Seglares y Regulares, o noticia de los principales Ministros y Prelados actuales de toda la iglesia Católica en general, y de la de España en particular. La dará a luz todos los años D. F. A. de E. Madrid en la Imprenta Real 1786. En 12. de 196 pág. a 4 [5] rs. a la rústica, en el Despacho de la Gaceta.

     Sin embargo de que hemos carecido hasta ahora de la notoria utilidad de esta nueva Guía, se atreven a censurarla aquellos semicríticos que juzgan de las obras por lo que en sí contienen, y no por lo que de ellas nos dicen sencillamente las Gacetas y carteles. Quieren decir, pues, estos descontentadizos y sombríos que el Autor sólo ha pensado en su negocio, pero no en cumplir con lo que públicamente ofrecía: añaden que ésta podía llamarse una estafa manifiesta y digna por lo menos de condenarse a restitución in integrum: que tiene ciertos visos de injusticia el castigar a un hombre porque engañe a otro; y dejarle impune cuando los engaña a todos. Y a vista de unos cargos tan atroces podrá haber lugar a la defensa? Parece que no: pero deberían tener presente estos críticos malignos, que los carteles los paga el Autor in solidum, y las Guías las pagan los compradores, a quienes después de soltar su peseta, les debe ser indiferente se cumpla o no lo prometido, puesto que el cartel no induce obligación a la contrata: debieran advertir que en cambio de los Canónigos, Racioneros &c. que nos ofrece y no nos da, sólo prometía el cartel la Cronología de los Concilios Nacionales y Provinciales de España, y sin embargo celoso de nuestra mayor ilustración nos pone [6] hasta 20 Concilios generales, y todos extranjeros, sin olvidarse del de Pisa, que por no contarle entre los 20, nos da derecho para tenerle por nuestro; y ahí que es nada la noticia!

     Dicen también que toda la primera parte de la Guía no es más que una simple traducción de la de Roma, y la segunda una reimpresión o copia de lo que 30 años hace nos había estampado D. Andrés Lozano y Parreño en su Compendio Histórico, y que lo poco que añade a estas dos obritas nada raras, está lleno de errores y defectos, por lo que pudiera el Autor haberse ahorrado este trabajo. Pero no quieren advertir estos Censores maliciosos que en un tiempo en que son tan malas como frecuentes las traducciones, y tan poco exactas las copias que se publican de los Autores originales, necesitaba la Nación de un modelo el más cabal en una y otra materia, y que en nada fuese inferior a aquella cosa en que se nos ofrece la justa idea de una traducción Poética. Vease sino la suma exactitud con que traduce la interesante noticia de los lugares en que murieron, y sitios donde yacen en Italia los cadáveres de los Cardenales que han fallecido en el presente Pontificado, sin variar una sílaba de lo que halló en el original, y se tendrá la justa idea de una traducción topográfica que no le vaya en zaga a la [7] Poética. Bien sé yo que si alguno de esos que se tienen por críticos la hiciera, se tomaría acaso la licencia de insertarnos también los lugares en que yacen los Eminentísimos Cerda y Delgado; las inscripciones sepulcrales de sus Mauseolos, y quizá nos hubiera hecho leer los honores militares que S.M. les mandó hacer en sus entierros, particularidades que nos omite enteramente la Guía de Roma; pero esto sería violar gravemente las exactas leyes de la traducción y hacerse reo de un crimen les proprietatis; y además estas adiciones serían superfluas, pues todo el mundo(1) sabe que yacen el uno en Recoletos y el otro en Sto. Tomás y que a nosotros debe sernos más apreciable la noticia de los que han muerto en Italia que la de los que fallecieron en esta Corte. Cualquiera otro menos escrupuloso que nuestro Autor hubiera hecho de político contándonos entre los muertos al Eminentísimo Souza de Silva valiéndose de la noticia de su muerte que nos dio la Gaceta de 15 de Abril, unos 20 días antes de publicarse la Guía; pero esto sería faltar a la verdad del original que por Diciembre anterior le contaba entre los vivos. Y si esto no es traducir con todo rigor y exactitud, búsquenme Vms. quien pueda hacer otro tanto.

     La segunda parte no es menos curiosa e instructiva en orden a lo que copia literalmente [8] de Parreño; yo por lo menos hallo tal exactitud en las noticias, tanta novedad y tal método, que no ceso de admirar el excesivo trabajo, y los muchos pasos y diligencias que costaría a nuestro Copiante la adquisición de unas noticias tan recónditas como singulares. Pero como al asunto de esta parte es respectivo a nuestra España, aquí es donde todos se ensangrientan contra el Autor creyéndose Jueces instruidos a fondo en la materia, sin tener la humanidad de querer disimularle aun el más leve descuido.

     Claman, pues, y dicen estos impertinentes Censores: con qué descaro se ofrece al público la lista de todos los Señores Canónigos, Racioneros &c. de las Catedrales de España, y sólo se le dan las de Toledo y Valencia? Una infinidad de Eclesiásticos que han enviado por la Guía de casi todas las Iglesias, y se han hallado solemnemente burlados, podrán llevar este chasco con paciencia? Por qué no adquirió con tiempo estas listas escribiendo a cada iglesia con la sumisión debida? Y cuando esto no bastase, por qué no se presentó con la formalidad que corresponde en las Secretarías de los Reales Patronatos de Castilla y Aragón, y aun en las de Nueva España, en donde sin duda le hubieran franqueado todas estas noticias con la mayor exactitud, o cuando [9] menos una lista de los Agentes o Apoderados que tiene cada Iglesia en esta Corte, por cuyo medio a vuelta de correo tendría lo necesario para cumplir con lo que nos ofrecía en el cartel y en la Gaceta? Así declaman cuantos sienten haber soltado los cuatro reales por la gana de verse escritos con letras de molde; y no parece sino que se han divertido en seguirle los pasos al Autor para ver no dónde iba, sino dónde debía ir. Pero, Señores míos, lo que Vms. piden no es punto de economía; en esos requisitos se consume el tiempo, y se originan gastos: no saben Vms. que este año a pesar de la rabia crítica, sólo ha producido la Guía unas dos mil pesetas, y que no es razón aventurar de una vez todo el trabajo? Tengan Vms. presente la humildad con que repetidas veces pide al público le disimule los defectos de este plan cuya idea anticipa para adquirir estas listas que con tiempo pedirá anualmente antes de formar esta Guía, la que conseguirá su perfección el año próximo. Y así el cartel no quería decir otra cosa que: Intención de dar una Guía nueva &c. que todo ello es palabra más o menos y que no altera la substancia de la cosa.

     Pero aún no parece que bastan tan sólidas razones para aquietar a estos descontentos; con qué facultades, dicen, se atreve a suprimir no menos que 76 Canonjías [10] de las 84 de que se compone la Santa Iglesia de Palencia? Cómo no vio que era un descomunal absurdo el tener una Iglesia 13 Dignidades y solos 8 Canónigos? Terrible argumento por vida mía! pero no le tomarían en boca, si advirtieran que ésta es una copia la más exacta de Parreño, a quien se propuso imitar nuestro Copiante, y no es culpa del pintor que el original tenga sus lunares, con tal que los exprese bien en el retrato. Es así, responden todavía, pero Parreño enmendó ese descuido en la fe de erratas, como pudiera haberlo hecho el Señor Copiante. Otra que tal. Esto sí que es andar a caza de moscas para impugnar una obra! He aquí lo que nace de leer los libros a bulto y sin reflexión. Solamente la portada de una y otra obra nos saca de este barranco formidable: la una se imprimió en la oficina de Soto, y la otra en la Imprenta Real, y sin duda pensó que ésta no tenía moldes para fe de erratas, pues, en la página 128 nos pone la Guía por Capellán mayor del Hospicio de Madrid al Señor Ribera, que según dicen, ni es Griego ni Presbítero, sino casado y con hijos, de cuyo privilegio le despojó el Autor dándonosle borrado con tinta a manera de Capellán expurgado. Y no se diga que pudo mandar tirar otra cuartilla para corregir este defecto, pues le pareció que este era [11] fuero privativo de la Guía de Forasteros e incomunicable a la de los Eclesiásticos. Por esta causa tan poderosa no se debe hacer caso de otras mil bachillerías que amontonan los críticos para deslucir una producción tan interesante; y así no se puede extrañar, que nos ponga al Señor Pamplona por Obispo de Arequipa después de aceptada la renuncia por S. M., como en efecto ya no le ponía la Guía de Forasteros; que nos haga vacante el Obispado de Guadix y nos resucite al Señor Páramo en Lugo: que nos cuente entre los Capellanes de San Isidro al difunto D. Joseph Castellanos, y omita los tres provistos en el mes de Abril, que no nos diga el número de Prebendas y Canonjías de Tudela e Ibiza, que con imperdonable osadía añadió a las que trae Parreño; que no nos ponga al Sr. Barcelona por Obispo auxiliar de Cuba con Diócesis determinada; que no nos diga que los Ilmos. Benoacaz y Rodríguez son el uno Capuchino y el otro Monje Basilio; y otras doscientas bagatelas semejantes que sería indecoroso el corregirlas en una obra que por su mucho mérito se había propuesto el Autor imprimirla en la Imprenta Real, y venderla en el Despacho de la Gaceta.

     Paréceme, pues, sino me engaño, que tengo suficientemente desempeñada mi promesa en esta parte, por lo menos respecto [12] de los que se precian de Censores, y que no haría mucho el Autor en repartir conmigo las ganancias de la edición; pero la lástima es que hasta los más idiotas e ignorantes, parece se han abanderizado también para desacreditarle, y éstos a manera de Mahometanos no es fácil hacerlos ceder a la razón, cuando no lleva consigo una eficacia y un convencimiento irresistible, y Dios nos libre que den en que ha de rabiar el perro. En efecto: presencié días pasados a la Puerta del Sol un ajuste de viaje que hacía un Sr. Militar con un Calesero, que dijo acababa de llegar de Málaga a donde había llevado a un Eclesiástico de la familia del Señor Obispo de aquella Ciudad. Cómo puede ser, replicó el Militar, si está vacante el Obispado de Málaga como nos lo dice la Guía Eclesiástica que acaba de publicarse? Votaba y juraba el Calesero sin escrúpulo de conciencia, diciendo que era mentira manifiesta, que él había visto por sus ojos al Ilmo. Señor Ferrer bueno y sano, y que sobre eso morena; que la tal Guía sería algún Calendario añejo, o cosa semejante, y que él decía más verdad que todos en este punto. El Militar echó la mano al bolsillo, sacó su Guía, y le hizo ver a la pág. 140 que no había en Málaga tal Obispo, y esto en el año mismo en que estamos. Los vi a pique de enzarzarse de veras hasta que me acerqué a [13] los dos, y enterado de la disputa, les dije: Vms. Señores míos tienen razón uno y otro: es cierto que esa Guía pone vacante el Obispado de Málaga, porque se escribió sin duda cuando el Ilmo. Ferrer iba de camino para esa Ciudad, y no habiendo llegado a ella no se le podía poner como existente allí: por lo demás crean Vms. firmemente que hay Obispo de Málaga y que tiene al presente 57 años de edad como lo dice esa misma Guía pag. 162 donde nos da los años de todos los Señores Obispos: vieron que era así como yo decía, y dándome las gracias por haberlos conciliado con una razón tan poderosa, quedaron amigos y concertaron la marcha.

     Vea ahora cualquiera si es tan fácil el censurar con ligereza una obra, como arriesgado y difícil el defenderla con acierto cuando no se tiene bien leída y penetrada, sin cuya circunstancia es de toda imposibilidad imposible el advertir su mérito, ni estimar como conviene la utilidad e ilustración que nos ofrece. Y a la verdad Señores míos, supongamos que en el hueco de la primera piedra de la magnífica Iglesia que se está construyendo en la nueva población de San Carlos(2) se haya colocado, como [14] es regular, nuestra Guía Eclesiástica; al cabo de algunos siglos que se demuela este edificio, qué luz no recibirá entonces la historia de la Nación? Con qué puntualidad se sabrá entonces, que v. g. en Mayo de 86 era Obispo de Lugo el Señor Páramo, a pesar de cuanto puedan decir en contrario las inscripciones y lápidas sepulcrales ya carcomidas y desfiguradas por los tiempos? Cómo se evidenciará que en la misma época el Señor Obispo de Málaga contaba 57 años de edad, estando vacante el Obispado? Qué historiador no apreciará [15] infinito la noticia de que en el mismo año no tenía la Iglesia de Palencia sino 8 Canonicatos, con 13 Dignidades y 10 Raciones? Ah! Si se tuvieran en consideración estas imponderables ventajas, se daría el justo valor al mérito de las obras y de los Autores; enmudecería la crítica maligna, y se animarían los sublimes ingenios a ilustrarnos y enriquecernos a porfía. Pero con todo, no desmaye el Señor Copiante, que el Estado Eclesiástico de España está muy agradecido a sus desvelos y exactitud. Baste de Apología por ahora: y queden enterados todos los Escritores tímidos, que sin otro coste que la exhibición de sus obras antes que las publiquen, se las armaré de su yelmo: de Mambrino o Prólogo Galeato que las haga invulnerables a toda fecha nacional, transpirenaica y transalpina; pero si ya estuviesen publicadas les facilitaré el más pronto despacho de toda la edición, que es lo que importa quedando de su cuenta el responder de su legítima adquisición en cualquier juicio.

     Dios guarde a Vms. muchos años. Madrid 19 de julio de 1786.

B. L. M. de Vms.

su apasionado y servidor

P. C. G.

     Sres. Autores cuitados. [16]

     P. D. Hasta ahora no he determinado el método con que publicaré esta obra periódica; veré como gusta a mis clientes de quienes me constituyo incansable Patrono, y entonces tomando nuevos alientos para defender sus causas, me revestiré de aquel carácter propio, y que es necesario para perorar en el majestuoso Tribunal del público, sacándolos a paz y a salvo de todas las acusaciones que contra ellos se intenten, y de las ocultas asechanzas que en su daño y perjuicio se opongan: en cuyo caso, se instruirá al público de los días en que ha de acudir por los Papeles que se vayan imprimiendo a las Librerías de D. Antonio del Castillo, frente a S. Felipe el Real: de D. Pedro Martínez, calle de las Carretas; y de D. Bartolomé López, plazuela de Sto. Domingo, donde se hallarán a seis cuartos cada uno. [17]



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Número II

                                      O qualis modus iste vindicandi est!
Non punit modus iste vindicandi
multo sanguine, sed rubore multo.
                         Jacob. Biderm. Epig. XLI. lib. 3.
Oh qué exquisito modo de tormento
castigar no con sangre derramada,
sino con el rubor del escarmiento!

     Formidable poder el de la moda! No contenta esta tirana con el universal despotismo que hoy ejerce sobre casi todos los usos y costumbres de las Naciones más cultas, extiende su ambición hasta querer avasallar a los ingenios, sujetándolos a pensar contra la razón, contra la naturaleza, contra el orden, y conforme a la inconstante ley de su capricho. Todas las historias nos ofrecen a la vista los retratos de los mayores hombres afeados de ordinario con las negras tintas de la persecución, de la calumnia y de la crítica maligna; pero éstas eran unas sombras que seguían exactamente al cuerpo, hasta que se [18] desvanecían con él en el sepulcro: era éste un efecto necesario de la maldita moda que cansándose(3) en breve tiempo de representar esta escena, hacía después que apareciese el hombre en su verdadera figura; de manera que son en nuestros días el objeto de nuestra admiración aquellos mismos talentos que lo fueron en los suyos del mayor abatimiento y desprecio. La moda los hizo ridículos en su tiempo, y el mérito llega a inmortalizarlos en el nuestro.

     Esta reflexión tan consolatoria para todos mis clientes afligidos deberá animarlos a emprender mayores obras a proporción que sea mayor la contradicción que experimenten las primeras, trayendoles a la memoria la infeliz suerte de nuestros Quevedos y Cervantes, y las glorias a que hoy son acreedores. Pero cosa extraña! conocemos ahora la injusticia con que se procedió contra estos ingenios singulares; y no obstante, si hoy vivieran, acaso no sería mayor nuestra indulgencia con ellos, como ciertamente no lo es con los ilustrados Eruditos del día, que saben muy bien que el desprecio y la ignorancia con que ahora los censuran, se convertirán mañana en sinceros y bien merecidos elogios. Y cuál puede ser la causa de un desorden tan visible, cuando justamente nos preciamos de verdaderos amantes de la Patria y de sus glorias? Yo lo diré: no sólo nos ha [19] sujetado la moda a comer, andar, vestir, y no sé si aún a dormir y soñar a la francesa, sino que nos creemos obligados a pensar también al estilo de Francia, y conformarnos en todo al aire de Mr. Masson cabeza moral de aquella Nación; y ya se ve lo mucho que envidian los Franceses cualquiera de nuestras producciones literarias. Ésta sin duda es la causa de no apreciarse como deben entre nosotros muchas de aquellas obras que serán el asombro de los siglos venideros, y son ahora el mayor convencimiento de nuestra malicia o ignorancia, porque

                             Pascitur in vivis libor: post fata quiescit.

A la verdad yo no podía persuadirme a que una obrita que en mi juicio debiera formar la primera época de nuestra literatura, no se hubiese vinculado desde luego todos los sufragios de cuantos se precian de Españoles, y reunido a favor suyo la aprobación del vulgo y de los sabios. Ésta es la que nadie podía prometerse en nuestros días, y cuyo solo título nos da la más cabal idea de nuestros adelantamientos. Dice así:

     Adiciones a la Historia del ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, en que se prosiguen los sucesos ocurridos a su Escudero: el famoso Sancho Panza; escritas en Arábigo por Cide Hamete Benengeli, y traducidas al Castellano con [20] las memorias de la vida de éste por Don Jacinto María Delgado. Madrid por Román 1786. Un tomo en 8. de 414 páginas; se hallará en la Librería de Castillo, frente a las gradas de S. Felipe el Real, y en el Puesto de Cerro, calle de Alcalá; su precio 10 rs. vn. encuadernado en pasta.

     Confieso que al ver anunciada una obra semejante exclamé y dije arrebatado de gozo: Feliz día en que se volvió a descolgar la bien cortada pluma del famoso Benengeli! Feliz España que produces a pares los Cervantes! Mas qué dolor el mío al ver que por esta manía de pensar a la francesa

                             Está el buen gusto en las gentes
tan estragado en Madrid,
que por una Golondrina
hay quien deja una Perdiz!

     Por eso cuantos adolecen de este achaque, complicado tal vez con ciertos síntomas de envidia, por no haberles ocurrido un pensamiento tan feliz, pasan la esponja por toda esta obra sin advertir en ella alguno de cuandos primores me llenan de admiración y de contento.

     Con la mayor osadía dicen muchos estos envidiosos, y lo dicen a la francesa; que esta es une insulse brochure sin arte, sin invención, sin gracia, sin estilo, parto [21] en fin de algún ingenio Vizcaíno recién venido a Castilla; que todo su chiste no parece sino inventado en lo más alto de los Pirineos y en lo más frío del Diciembre; que muchos, después de leídas las primeras páginas la daban por una quinta parte de su precio y al fiado por no tenerla delante: y lo peor es que añaden, que no es menor la extravagancia del Autor en presumir que su obra pudiera titularse Libro noveno del ingenioso Hidalgo D. Quijote de la Mancha, que la satisfacción con que se presenta al público como Adicionador del incomparable Cervantes; que sin duda el Autor quiso dibujarse a sí mismo en aquel D. Lorenzo Tramoyas que condenó Sancho Panza, y que él no merecía menor castigo; que este libro era sin duda aquel con que jugaban los diablos en la famosa visión de Altisidora, del que dijo uno de ellos que él no lo podía hacer peor; que si le hubiera visto el Cura cuando hizo el escrutinio de la Librería de Don Quijote, le hubiera entregado el primero al brazo seglar del Ama para que fuese al corral; y en fin dicen, que además de otras mil nulidades ensarta unos anacronismos tan horrendos que el mismo D. Quijote no sería capaz de deshacerlos. Qué incentivo este para que un pobre Autor se devane los sesos por complacer al público consagrándole sus obras, y más si es al de Madrid! [22]

Cuán cierto es lo que por esta especie de Zoilos cantaba una de nuestras mejores Cómicas en aquel estribillo

                       Que hay mil fantasmas
diciendo mal de todo
sin hacer nada!

     Pero valga la verdad: no se puede dudar que la tal obra o historia, puesto que (como decía entre sí D. Quijote) nunca hazañas de escuderos se escribieron, por fuerza debe ser grandiloqua, alta, insigne, magnífica y verdadera... y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca; por lo menos acaban de asegurarme que ya la ha trasladado al Vascuence una Sociedad de Vizcaínos, y que apenas puede distinguirse la traducción del original; y aunque hasta ahora no cuenta tantos años de antigüedad como la de D. Quijote en su tiempo, tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia. Y con cuánta más razón que entonces podría decir hoy Sancho: Yo apostaré que antes de mucho tiempo no ha de haber Bodegón, Venta ni Mesón, o tienda de Barbero donde no ande pintada la Historia de nuestras hazañas? [23]

     Dígase enhorabuena, aunque no se pruebe, que no puede ser comparable el ingenio de Cervantes con el de su Adicionador; pero quién ignora que alcanza mucho más un enano puesto sobre los hombros de un gigante, y que facilius est inventis addere? Sea para estos críticos el Señor Cervantes lo que quieran, seales su magnus Apollo; yo no hallo que de sus escritos resulte otra gloria a la Nación que la de haber tenido un ingenio sobresaliente y de primer orden; pero debieran reflexionar que los singulares e inéditos monumentos y noticias con que nos ilustra nuestro Autor hacen a la España la maestra de las Naciones más cultas e instruidas. En efecto: el alma de Sancho Panza unas veces tan discreta y otras tan atolondrada, aquel entendimiento, potencia con sus órganos, unas veces destapados y otras entrapados, aquella desigualdad de conductos en la memoria y voluntad de Sancho, hombre tan singular que conocía su imposibilidad de escribir, son sin duda los sólidos cimientos en que fundaron sus celebradas obras los Lockes, los Pascales, los Malebranches, los Descartes y otros extranjeros que se nos quieren vender por originales, cuando todo lo pudieron aprender de nuestro agudi-tonto Sancho Panza. Que nos vengan ahora los Monsiures con sus cacareados sistemas de la harmonía preestablecida, [24] de las causas ocasionales, del influjo físico, para decirnos como obra el alma en el cuerpo; siempre les podremos responder que se darán por las paredes mientras no atinen, como nuestro Autor, con los conductos o tubos capilares de la voluntad y del entendimiento de Sancho.

     También es de admirar el entusiasmo con que sus mercedes nos pregonan, y aún nos muelen la cabeza con sus globos, con sus gases y aéreas caminatas, ni más ni menos que si ellos lo hubieran proyectado y discurrido; siendo así que entre nosotros ha sido esto tan vulgar que hasta nuestro Panza supo manejar no sólo las máquinas de la cuadratura del círculo, sino también los planes de navegación aerostática, como lo convence nuestro Adicionador. Aun más: acaba de ponderarnos uno de nuestros eruditos Diarios el importante descubrimiento de las tubas acústicas mejorado últimamente por Mr. Bernart, cosa que sólo puede servir para oír algo mejor lo que se dice claritamente, y el tal Mr. estará quizá muy satisfecho de su habilidad en esta parte; pero ni él ni toda la Francia son capaces de discurrir el modo con que podamos oír los discursos que se forman interiormente como sabemos que se los oían a Sancho, y sin el uso de semejantes embelecos. Pregunte pues en hora buena Mr. Masson qué se le debe a la España? [25] que yo le responderé: el salario de haber enseñado a la Francia. Y a vista de esto se conocerá con cuanta razón creemos que no tienen cosa buena los extranjeros que no la hayan tomado de nosotros.

     Es cosa de risa ciertamente ver como se descabezan los Historiadores y Geógrafos para averiguar el paso de nuestros semejantes a la América desde este nuestro continente, sus costumbres, su lengua, su comercio y establecimientos en aquellas incultas Regiones; y aun algunos Reinos se disputan la gloria de su primer descubrimiento. Pero lo sabrían con puntualidad si hubieran tenido noticia de cómo vino a España el Maestro pedeográfico de Sancho D. Aniceto, natural del Cebú, rico comerciante en perlas y corales: asimismo sabrían que ya en aquel tiempo había en América Amas de leche que llaman Chichiguas; y es lástima ciertamente que el Autor no nos dijese cómo se llamaban en Europa. Y qué duda puede quedarnos en lo sucesivo para el más exacto cómputo de los tiempos, habiéndonos descubierto nuestro incomparable Autor la famosa época del origen de los brindis o saludes mandados por la ley a los primeros Ismaelitas algunos millares de años antes de Moisés? Bien sé yo que como la discusión de estas materias exige una meditación profunda, un estudio continuado y una erudición [26] vastísima, calidades del todo incomponibles con la frigidez Céltica ya sea natural, ya pegadiza; son muy pocos los que saben apreciar estas tareas, y muchos los que vituperan aquello que menos entienden.

     Mas porque no se crea que el relevante mérito de nuestro Adicionador está sólo reducido a desenterrar antiguallas, y revolver memorias carcomidas; veamosle brillar como ninguno en estas artes de moda, o en esto que se llama ilustración y patriotismo. Sabemos cuánto suspira la Nación por el mayor fomento de la industria: sabemos que hasta los más viles desperdicios de esas calles los sabe utilizar una mano industriosa y diligente; y esta operación tan vulgarizada hoy entre nosotros, y que nos pone en estado de poder dar lecciones económicas a la misma Holanda e Inglaterra, parece que cerraba ya la puerta a cualquiera nuevo proyecto en la materia. Mas quién sabe hasta dónde puede extenderse el ingenio de un hombre animado del amor de su bien con preferencia al del público? Quién sino nuestro Autor hubiera dado en el pensamiento de hacer objeto de su industria al ingeniosi-tonto Sancho Panza? Quién sino la industria pudiera prometerse que un pobre Escudero, viviendo a merced de un D. Quijote, viniese del otro mundo a ser el rico Mecenas de un Autor de nuestros días? Y haríais vosotros [27] otro tanto Censores rígidos, adustos y maldicientes? Si lo hicierais; pero sería como el huevo de Juanelo.

     Sea lo que fuere, replican todavía nuestros críticos, lo cierto es que Cervantes tiene un chiste y una gracia inimitables: él es un ingenio celebrado en todo el Orbe, y consiguió con su obra el éxito más feliz que pudiera prometerse; pero este su Adicionador carece de todos estos atractivos: ha sido un temerario en haberse atrevido a descolgar de la espetera la bien cortada pluma del famoso Benengeli, y no se puede dudar que ella misma le diría lo que éste la encargó advirtiese a los presuntuosos y malandrines Historiadores que la descolgasen para profanarla

                             Tate, tate folloncicos:
de ninguno sea tocada;
porque esta empresa buen Rey
para mí estaba guardada.

     Para mí sola nació Sancho, y yo para él: sólo los dos somos para en uno, a despecho y pesar del nuevo Adicionador que se ha de atrever a escribir con pluma de Avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso Escudero; porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio: le advertirás que deje reposar en la sepultura a los cansados y [28] ya podridos huesos de Sancho; y no le quiera llevar contra todos los fueros de la muerte a Castilla la Nueva, haciéndole salir de la huesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada, y salida nueva.

     Así hacen de eruditos estos Censores ilustrados. He aquí los efectos visibles de la moda: ahora sin más ni más nos quieren poner a Cervantes en los cuernos de la luna, para deprimir hasta el abismo a su Adicionador. Pero vamos despacio, y veamos quién tiene razón; porque esto no consiste en bachillerías de moda. Con que nuestro Autor, dicen Vmds. no tiene el chiste ni el gracejo de Cervantes? Y en qué se funda esta absoluta? Que lo dijeran nuestros célebres graciosos Garrido, Coronado, Aldovera y Querol ya lo entiendo; pero estos genios adustos y sombríos, estas estatuas Bélticas que no se reirán aunque las muelan, y son el hazme reír de los juiciosos qué voto pueden tener en la materia? Yo por lo menos puedo asegurar que no he leído alguna vez la escuela pedeográfica de Sancho o su Baronización ridícula, sin verme luego asaltado de una risa Sardónica, a pesar de toda mi gravedad natural. Con que la invención de Cervantes es inimitable, y sólo él pudiera prometerse el logro de sus intentos? Así se cree; pero [29] vamos a la prueba. Cuál fue el designio de Cervantes en componer una obra veinte veces más abultada que la de nuestro Adicionador? Él mismo nos lo dice en boca de Benengeli: Yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente como deseaba; pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de Caballerías, que por las de mi verdadero D. Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo sin duda alguna. Y para esto cuántas máquinas nos pone en movimiento? Elige a un Héroe tan valeroso e intrépido; le arma de peto, espaldar, gola, celada, yelmo, lanza y adarga; le hace acometer a los yangüeses, a los mercaderes, a los cueros de vino, a los arrieros, a los forzados de galera, y entra en descomunal batalla con todo andante Caballero, y hasta con el furioso León que se le presenta. Qué mucho, pues, que tropezase y aún cayese del todo la andante Caballería combatida por todo un D. Quijote?

     Mas qué tiene que ver todo esto con las inauditas hazañas del pobre Escudero Sancho Panza, cuya sola persona sin armas, sin escudo, ni rodela deshace enteramente los vestigios y fieras alimañas que iban a ponernos en el último conflicto? [30] No es una invención la más aventurera el ver a Sancho combatir a cuerpo con el formidable gremio de Peluqueros, y destruirle de suerte que no ha quedado uno en el mundo? Cuándo D. Quijote hubiera entrado en lid, aún armado de su yelmo, con los sombreros del orden mínimo y del máximo, y con los tremebundos corbatines de sabana? Qué comparación pueden tener las aventuras del Titerero y del Caballero de los espejos con la memorable escuela pedeográfica de Sancho? Toda la cueva de Montesinos no tenía cosa que se pareciese en algo al Museo-biblioteca Argamasillesca. Verdad es que son muy semejantes en el fondo la aventura de los molinos de viento y la de los ciento treinta y dos peinados diferentes, en cuya extravagante variación se hace consistir la policía y el buen gusto; pero también se ve que es mucho mayor el número de gigantes que tuvo que combatir Sancho que los que pudo derribar D. Quijote. Y en fin sabemos que ni la asperísima penitencia de D. Quijote, ni los millares de azotes de Sancho, ni toda la ciencia de Merlín fueron bastantes para merecer el desencanto de la sin par Dulcinea del Toboso y su asendereado Caballero se fue al otro mundo con tamaña pesadumbre y que cosa

más fácil que haber hecho que Sancho la cantase las nuevas seguidillas del Malbruc [31] al aire que nos las pinta nuestro ingenioso Adicionador? Dejo otras mil notorias ventajas que hace al antiguo este moderno Cervantes, y espero que basten las dichas para que todos, aun aquellos que no saben cuál es su V. S. derecha, se convenzan de que éste tiene chiste, invención y estilo nada inferiores al primero. Y lo cierto es que el erudito Maya no nos ha hecho ver los defectos del uno, y si hoy viviera no se cansaría de admirar cualquiera acierto del otro.

     Así, pues, Clientes amados míos, y vosotros verdaderos amantes de la Patria, indagad, averiguad y escudriñad, por todas las vías imaginables y posibles, el nombre, patria, padres, estudios, empleos u oficio de nuestro inmortal Autor D. Jacinto María Delgado, y hallado que sea todo esto, hacedlo estampar en una panza de oveja con caracteres de a palmo, y colocadlo, con las debidas ceremonias, en el salón de la Academia Argamasillesca; y sus copias fe hacientes depositadlas en los archivos más principales del Reino para perpetua memoria; y asimismo no os olvidéis que se hagan insertar a la letra en nuestros papeles públicos, y en especial en el Diario curioso, erudito, económico y comercial, que según dicen, como tenía alas el primer ejemplar, ha volado con rapidez hasta lo más interior de los Figones, [32] Hosterías, Tabernas y Sotanillos de Madrid; y si acaso el Editor de esta obra periódica se negase, lo que Dios no permita, a concederos esta gracia, entregad las copias a los individuos del gremio de traperos para que las vayan fijando en todas las puertas de las oficinas de su cargo; pues noticias tan interesantes no pueden menos de publicarse por uno de los expresados conductos, los más apropiados para que en ningún tiempo, ni por algún título se nos pueda despojar del de la pertenencia que nos corresponde, y se eviten las sangrientas guerras que podrían suscitarse entre los pueblos que aspirasen en lo sucesivo a la dignidad de haber sido cunas de un héroe tan glorioso.

     Nota. Muchos de mis clientes atolondrados no saben donde han de recurrir con sus obras para que se las arme del Yelmo de Mambrino, como ofrecí en el núm. 1.; y así les advierto que los Libreros de la comisión las recibirán con agrado, y cuando no pueden dirigirlas por la calle del Desengaño, frente de la Buena-Dicha a la casa que está entre la unidad y decena, con el sobrescrito a sus más afecto servidor Q. S. M. B.

D. Policarpo Chinchilla Galiano. [33]



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Número III

                                      Nunc illud tantum quram; meritione tibi sit
suspectum genus hoc scribendi...
                         Horat. lib. I. sat. 4. v. 64.
Ahora preguntarte sólo intento;
No debe parecerte sospechoso
el modo de escribir que te presento?

     Nunca yo hubiera caído en la peligrosa tentación de estampar mi nombre y casa, en el último de mis papeles! pues he aquí que por esta friolera en que no dejaría de tener su parte el amor propio, ha sido tanto lo que en estos días me han brumado mis clientes con enhorabuenas, con pretensiones, y aun con promesas, que después de haberme precisado a abandonar la apología de una obrita la más instructiva y curiosa, en qué estaba trabajando con empeño; me hacen temer, no sin fundamento que los desmedidos elogios con que algunos me honran en sus cartas, no llevan [34] otro fin que el de despojarme de mi empleo apologético; y no sé si por caridad o por envidia pretenden también hacerse Apologistas, por lo menos de sí mismos, o de sus obras, como si esto fuera algún arte de leer, escribir y contar en menos de dos meses. Plausible pensamiento a la verdad, si no me oliese a interesado; pero sea lo que fuere, el público sabrá muy bien adivinarlo en la carta de ciertos Escritores, o aprendices de tales, que voy a insertar a la letra; dice así:

     Señor Apologista universal: Embelesados ciertamente, y llenos de la mayor satisfacción nos tiene el singular acierto y valentía con que Vm. ha sabido defender de los tiros de la crítica las dos obritas que ha tomado por su cuenta; ni podemos menos de confesar el particularísimo don del Cielo que Vm. tiene para esto; más como por un efecto de aquella feliz fermentación que nos ha hecho tocar los extremos de la felicidad, son tantas las obras que se publican en el día que no tendrá Vm. tiempo siquiera para leerlas, y mucho menos para apologizarlas, creemos desde luego que el servicio más importante que Vm. pudiera hacer a la Nación, sería el comunicar solos sus apasionados clientes los Documentos o Instrucciones necesarias para rebatir con el [35] nervio y pulso que Vm. lo hace las temibles censuras de tanto Criticón como se encuentra a cada esquina. Así que por este medio ayudaríamos a Vm. en su trabajo, que sin duda será molesto, y por lo menos las producciones que tenemos meditadas saldrían al público menos expuestas a su censura, y en caso necesario sabríamos nosotros defenderlas como a hijas de nuestras entrañas. Debemos prevenir a Vm. que los que aquí suscribimos estamos más que medianamente versados en el curso completo de los Eruditos a la Violeta como lo acreditan las correspondientes certificaciones, y el grado de Bachilleres que presentamos; con cuyos requisitos ya ve Vm. podemos hacer oposición a cualquiera Cátedra escritorial que se halle vacante, y sostituir la Apologética de Vm. en ausencias y enfermedades: y a mayor abundamiento sepa Vm. que tenemos contraído el singular mérito de haber publicado algunas obras de ilustración y buen gusto, saltando para ello la barrera que nos tiene puesta nuestro curso cuando nos dice: Pero vosotros no deis al público un dedo de papel vuestro, porque os exponéis a perder todo el concepto que os habrá adquirido esta lección. Nunca soltéis prenda. El tiempo que habéis de gastar en [36] componer, no digo una Tragedia, ni un Poema Épico, ni siquiera un Sainete, sino solamente un Dístico Latino o una Seguidilla Española, gastadle en llenaros esas bien peinadas cabezas de párrafos de aquí y de allí, y de mucha vanidad sobre todo. Y si acaso por haber violado esta ley tan terminante hemos incurrido en la indignación de Vm.; también hemos observado con el mayor escrúpulo todas las demás, y aun la última cláusula de ésta; por lo que somos de justicia acreedores a toda la estimación del público por cuya ilustración nos expusimos a perder todo nuestro concepto. Y así a nombre nuestro y de todos los felices fermentados Españoles pedimos y encargamos a Vm. se sirva suplicar en Tribunal competente se mande derogar, anular e irritar la mencionada ley o precepto; que sea de ningún valor, ni efecto lo en ella contenido; y que se dé paso franco a todo erudito Nacional para la introducción de sus géneros y manufacturas, aunque sean extranjeras, en el Reino Literario, para el mayor fomento del Comercio y de la Industria. Así lo esperamos de la innata bondad y patriotismo de Vm., cuya vida guarde Dios muchos años. -B. L. M. de Vm. sus más humildes servidores -Juan Pedantín. -Antonio [37] Moscón. -Francisco de las Charlas. -Simplicio Porras Chaparrillo. -En nombre de los enfermos, ausentes, y otros muchos que no saben firmar en Castellano. -Juan Claro, Secretario de la ilustre Hermandad.

     Vease ahora si podré yo negarme a una solicitud tan bien fundada, y que cede en honor y lustre de la Patria, aun cuando en ello aventurase toda la estimación e interés que me proporciona mi cargo apologético: y así para que en ningún tiempo se me impute el no haber contribuido con mis luces y descubrimientos a la gloria de la Nación, he resuelto complacer en un todo a mis eruditos clientes, habiendo conseguido se me conceda facultad para anular, como desde ahora para siempre jamás anulo y derogo la expresada ley del Código Erudito Violeto en todas y cada una de sus clausulas, a excepción de la última, en cuya estrecha observancia invigilaré con el mayor cuidado por ser característica de todos mis alumnos: mandando también que en lo sucesivo no tengan éstos otro impedimento para la introducción de cualesquiera géneros en el Reino literario que las precisas Aduanas establecidas por S. M. sin que en estas se pueda imponer derecho alguno a aquellos géneros que no sean construidos de materias primeras de [38] dentro o fuera del Reino. Asimismo para que las brillantes luces de todos mis clientes no dejen de propagarse por falta de canales para pasar de unas edades a otras, mando a todos los Impresores y Libreros que por ningún motivo, ni pretexto retarden o impidan la impresión, venta y publicación de cualquiera obra erudita, con tal que su Autor tenga anticipado el coste de impresión y encuadernación; ni menos se entrometan a imprimirla de su cuenta y a sus expensas; so pena de que lo contrario haciendo, serán tenidos y reputados los dichos Impresores y Libreros por dueños presuntivos de las ganancias de la edición deductis expensis, sin que les sufrague el derecho de hacer anunciar al público la misma obra hasta las catorce veces de la ley, que así es mi voluntad &c. &c.

     Ya, pues, tenéis allanado este tropiezo, clientes míos, y podéis ser tan Escritores, y tan Apologistas como yo. Ahora me parece que se os están saltando los ojos por ver descubierto el maravilloso secreto Apologístico; pero vamos claros; y esto quédese aquí entre nosotros sin que nadie se atreva a publicar lo que se sigue. He observado algunos defectillos en varias obritas vuestras, nacidos sin duda del ardiente celo que os posee por la mayor ilustración [39] de los Lectores(4); pero como no es lo mismo hacer lucir vuestra brillante y luminosa erudición en los Estrados, que haberla de sacar al público, que os podrá mirar con indiferencia, y acaso con desafecto, convendrá muy mucho el que os halléis perfectamente instruidos en el arte de escribir, sin el cual os será imposible el ser buenos Apologistas de vuestras eruditas producciones. Llevad por tanto a bien el que primero os proponga para ello las reglas (o sean Cánones escritoriales, sino os suena bien aquella voz) que debéis guardar exactamente.

     I. Luego que os sintáis incomodados de la fluxión de escribir, que será cuando menos penséis, no deberéis convertiros en otros tantos ridículos Misántropos, separandoos del trato y comercio con las gentes; ni menos pensaréis en haceros Ermitaños de la Tebaida, ni alterar en cosa alguna vuestro ordinario método de vida; porque esto sería muy bueno allá cuando se creía que

                 Scriptorum chorus omnit amat nemus fugit urbes.

     Antes bien encontraréis los más ricos materiales para la fundición de vuestras piezas en medio de los cafés, fondas tertulias [40] y paseos, como os lo habrá enseñado la experiencia.

     II. Aunque siempre se ha creído, y es así, que el fin que debe proponerse un Escritor, no es otro que la instrucción; o el honesto deleite de los Lectores; esto no quiere decir que estéis precisados a publicar cosas que no estén escritas o a hacerles ver algunos nuevos descubrimientos literarios; sino que con tal que escribáis cualquiera cosa, esto basta para que se verifique que instruís al público en que sois Escritores, lo que ciertamente no sabía, ni acaso podría presumirlo; y además le proporcionáis la complacencia de poder aumentar con vuestro nombre el catálogo de las glorias nacionales.

     III. La elección de la materia sobre que debéis escribir, no hay duda que según están hoy las cosas, podrá pareceros peliaguda; pero no desmayéis por eso: para todo hay maña como os dejéis gobernar. Aunque supongo vuestra universal erudición en todo género de literatura, no es razón que empleéis vuestro talento en aquellas ciencias que por su aridez y abstracción os deberían obligar a que anduvieseis siempre pensativos, y como fuera de vosotros, con notable perjuicio de vuestra importante salud; pues bien sabéis por Mr. Tissot que la meditación continua causa [41] mil enfermedades a los Literatos: fuera de que esas ciencias son del gusto de muy pocos, y casi inaccesibles a la capacidad de aquellas personas cuyo voto y aprobación hará la mayor parte del mérito de vuestras obras. Escribid sí sobre las artes y ciencias de moda, pero siempre con novedad e invención: por ejemplo; podéis proponer algún proyecto de comercio que sea adaptable a la misma República de Platón; algún nuevo arbitrio para la industria, pero que no sea superior a los vuestros; alguna nueva Compañía de Seguros para los bienes, muebles y raíces habidos y por haber; algún arado nuevo sobre los infinitos que por ahí se ven a cada paso; algún molino que sea capaz de moler, si es posible, más que vosotros; algún nuevo plantío de moreras en los montes de la Luna, con su canal de comunicación hasta el Leteo; &c. Pero cuidando siempre de que vuestros pensamientos sean o parezcan originales, sin que se conozca que los habéis copiado, porque os hago saber que ha cundido por ahí una maldita casta de Anacletos de Leta que son peores que todos los Alguaciles de Corte para esto de descubrir hurtillos, aunque dejen en cueros a nuestro padre Adán.

     IV. A todas vuestras producciones sobre cualquiera arte o ciencia particular deberéis [42] llamarlas Principios, Documentos, Ensayo, Memoria &c. de esto o aquello, o buscarlas un título altisonante y majestuoso que se lleve de calles las esquinas, y que al primer golpe de ojo descubra vuestro supremo magisterio, v. g. Juzgado casero.  Academia de Legos. Tertulia de la Aldea &c.; y si no lo halláis adecuado al contenido de la obra, buscad uno que venga bien a todo género de escrito, como el siguiente: La quisicosa que pocos la saben y muchos la ignoran.

     V. Como vuestra omnígena erudición deberá estar violentísima si se ve reducida a los estrechos límites de una sola ciencia, querréis sin duda saber como la podréis hacer lucir en todas, sin la molestia de estar siempre con la pluma en la mano para escribir sobre cada una. Arduo empeño a la verdad, a no ser que toméis el partido de disponer algunos compendios de las obras que otros hayan escrito, único medio de verter con profusión los tesoros de vuestra riqueza literaria; pero como estos diantres de Enciclopedistas todo lo abarcan, y además no hay facultad de que no tengamos su particular compendio, ya no os queda otra cosa que hacer, sino ilustrarnos con un Compendio de los Compendios, así como hay libros que tienen Índice de los Índices. [43]

     VI. Haciéndome cargo de que si se abren las cataratas de vuestro celo, podréis anegar al mundo con algún diluvio literal que no deje con vida sino a los mayores animales y os aconsejo que forméis el utilísimo proyecto de componer alguna obra periódica en que podáis derramar con profusión los tesoros de vuestra cantera inagotable. No hay arte, ciencia, oficio ni materia que se pueda escapar de vuestra jurisdicción en este género de escritos; y así es el medio más oportuno para asegurar vuestro crédito e intereses y para propagar y hacer inextinguibles las luces de la Nación. Formaréis, pues, un Prospecto de vuestra obra (la que daréis por suscripción) valiendoos para su formación de algún diestro Artífice, pero poco conocido, que no sea mezquino en ofrecer cuanto le proponga su acalorada fantasía en todos aquellos ramos que le parezcan interesantes a cualquiera, suerte de personas. Para esto convendrá que después de haber hecho una pintura la más lastimosa de toda la antigüedad, presente en contraposición la más lisonjera de la felicidad que vuestras luces van a ocasionarnos. Exclamará por ejemplo sobre el atraso de nuestra literatura nacido de la falta de noticias literarias; el de nuestro Comercio, Agricultura, Industria por no saber el grado en [44] que se hallan en las Naciones extranjeras; el que precisamente deben padecer el profundo y pensativo Matemático, el Juez, el Abogado, el Médico, el Labrador, el Artesano, si para todos ellos no os hicieseis vosotros otros tantos telescopios de exquisito artificio que atrayendo repentinamente los objetos científicos y económicos más apartados de su vista se los presentaseis en su mismo ser, o se los descubrieseis para que se acercasen a registrarlos en su propio estado. Y para que seáis los verdaderos soles de la patria, y ningún viviente pueda esconderse de vuestro calor y luz, se la ofreceréis amplísima de todo cuanto necesitan para comer, vestir y dormir, aunque después (ho pensato meglio) os dispenséis esta molestia, pues distribuyendo gratis los planes de vuestra obra en el mismo día que toméis posesión de vuestro empleo, ya hacéis presente vuestro desinterés, y en ningún tiempo se podrá sospechar la estafa de cierta especie de escritores famélicos que nos están engañando todos los días.

     VII. El estilo deberá ser brillante, sonoro, y tan peinado y afeitado como vuestras lindísimas cabezas; procurando también adornarle de oportunas y graves sentencias, conformes a la materia que tratéis, y particularmente en los exordios de vuestros [45] Discursos encajaréis media docena de aforismos o periodos en tono de proposiciones eternæ veritaris que arrebaten desde luego el ánimo de los Lectores y exciten en ellos la admiración y la curiosidad; v. g. si vais a tratar del hierro comenzaréis diciendo, que entre todas las materias que sirven al hombre, el hierro es sin disputa la más útil, pues de él se hacen los instrumentos de Agricultura &c., y aquí podéis contar los arados, las palas, los bieldos, los trillos, los carros, los yugos, las horquillas, rastrillos &c. Si habláis de vinos podéis decir: como sea la cosecha del vino la más interesante para el Comercio tanto interior como exterior &c., y no hagáis caso de la lana y de la Seda. Si habláis de Anatomía diréis: la Anatomía comparada fue ciertamente la primera ciencia que se cultivó, y con esto todo el mundo creerá que el mismo Apolo os ha sentado por su mano en el trípode oracular, y os ha dado a beber la mismísima Ambrosía de los Dioses.

     VIII. Habiendo de escribir en España y para su mayor gloria, deberéis elogiar a todos, y cualesquiera sujetos que en ella se distingan por su talento o notoria habilidad, pero esto no ha de ser por un estilo Asiático ni Oratorio, sino por un modito que llaman reticencia de manera que los [46] dé a conocer en todo el mundo con pocas palabras, pues así como sin otros dictados, conocemos a Hipócrates, Homero y Cicerón por Príncipes de la Medicina, de la Poesía y de la Oratoria, del mismo modo podemos venir en conocimiento de las Camaristas, Azafata, y Moza de retrete; del Médico Sobral, Brunel el Comadrón, Salesa el Sangrador, y Boticario mayor, sin necesidad de añadirles los nombres, títulos, empleos, honores y mérito de cada uno.

     IX. Como se os ofrecerá mil veces no sólo el tratar de algunas ciencias y facultades delicadas sino también de las artes y oficios mecánicos, con motivo de los nuevos descubrimientos que hiciéremos en ellas, ya sabéis aquello de inventis novis rebus &c. y así deberán ser nuevos los nombres que las impongáis, v. g. Docismática, Vaso, Pampaniformis, Arcade, Obtalmica, Falsa, Ceptum, Cervelo, Apofice, Vedreado, Cornocopias, Deseville, Pedestral, Tirones, Grodetu, &c. &c. &c. en lugar de Docismática, Bazo, Pampiniformis, Arco, Opthalmica, Falce, Septum, Cerebelo, Apófisis, Vidriado, Cornucopias, Deshabillé, Pedestal, Tritones, Grodetur &c. &c. &c., que han usado los antiguos; y este precepto lo debéis observar con el mayor rigor, aunque tengáis en [47] los estantes de vuestra Biblioteca el Diccionario de la Academia Española, y acaso entre las manos el del P. Esteban de Terreros que se acaba de publicar.

     X. Aunque no debéis hacer muy voluminoso vuestro escrito; a fin de que se pueda leer sin fatiga e incomodidad, con todo no os olvidaréis de agregarle su Prólogo competente, en el cual deberá lucir toda vuestra generosidad de corazón, no siendo escasos en ofrecer aun más de lo que podéis concebir; y para que sepa el público que sólo escribís con el ánimo de instruirle; después de suponer que vuestros amigos y varios literatos os han obligado a publicar vuestra obrita, la llamaréis utilísima para toda suerte de personas, aunque ella en sí lo sea para nada.

     XI. Concluida ya vuestra obra, es indispensable que pase por la Aduana censoria que la Superioridad os señalare; para lo cual será muy conducente que averigüéis quienes son los Vistas de ella, para solicitar que os hagan algunas arrobas de gracia en el aforo; pero en caso que temáis que os han de impedir el contrabando, procuraréis hacer compañía con ellos, nombrándolos por vuestros principales Socios y Directores, y de esta suerte harán mejor su oficio de Vista larga aunque introduzcáis géneros que están destinados a otros [48] Comerciantes de mayor crédito.

     XII. Si alguna vez se apura el caudal de vuestra literatura dispondréis hacer reimpresiones de las obras más acreditadas, las que os podéis apropiar aunque no tengan de vuestro caudal más añadidura que la de un prólogo transpirenaico, y vuestro retrato al endorso de la hoja primera, estampado en papel de Holanda, y del mejor buril para que haga lucir la delicadeza de vuestras vueltas y chorreras, y os figure de un rostro apacible y adonizado, que nada tenga de Filósofo que espante; pues con estos adornos, y procurando que la impresión se haga en los mejores caracteres de la más famosa Imprenta, ya podéis acreditar vuestro talento, y vender por diez reales lo que en cualquiera Librería se halla por tres, con la probabilidad de que se despacharán más ejemplares que Diarios eruditos en el mes de julio próximo pasado.

     XIII. Obtenidas las licencias necesarias no os olvidaréis de hacer tirar unos 40 carteles en pliego de marca mayor con las letras del mismo tamaño para entapizar las esquinas, en los que insertaréis vuestro nombre con todos los dictados presentes, pretéritos y futuros, haciendo que se publique (con licencia de la Gaceta) en el Diario Erudito; a cuyo Editor presentaréis [49] un extracto fanfarrón para que, según tiene ofrecido, os haga el honor de imprimirlo al pie de la letra sin examinar su contenido, pues éste es el único medio de confirmar el mérito de vuestra obra y atraer a los incautos y sencillos compradores; pero os encargo que por ningún motivo entreguéis vuestros libros a los escrupulosos Compositores del Memorial literario; porque los examinan con el mayor cuidado, y hacen algunos extractos tan diminutos de ciertas obras, que ocupa más renglones el contenido de la portada, que la razón que pueden dar de todas ellas.

     XIV. Últimamente luego que se haya publicado la obra haréis que vuestros confidentes y emisarios no dejen de alabarla en los cafés, tertulias y paseos; y vosotros por vuestra mano repartiréis a las damas los correspondientes ejemplares en tafilete, cubiertos por el más primoroso encuadernador de Francia, y con su registro de color de lodo de las calles de Paris, a fin de que todas apliquen a favor vuestro su voto decisivo.

     Éstos son los Cánones que por ahora me ha parecido necesario prescribiros para la composición y publicación de vuestras obras, los que guardaréis, cumpliréis y ejecutaréis sin contravenir en manera alguna a lo que en ellos va dispuesto y ordenado; [50] so pena de que a proporción del mayor o menor quebrantamiento, que de ellos hiciereis en vuestras producciones, será también mayor o menor el derecho que os competa para poder ser apologizados en la debida forma; reservándome para mejor ocasión y hasta ver vuestra fiel observancia de los precedentes, la facultad de daros los que tengo dispuestos, para enseñaros a ser Apologistas de vuestras mismas obras en la inteligencia de que no admitiré disculpa ni pretexto para su violación, pues además de que cada día los veis puestos en ejecución por algunos algo más aplicados que vosotros; son tan claros y sencillos que ni el grande Horacio os los pudiera dar mejores.

     N. B. Acaso os quedaréis riendo a carcajada de todos mis Cánones y Preceptos, y diréis en vuestro interior: Danos dinero y no nos des consejos; porque nosotros como no costase más el imprimir que el producir, ya sabemos el modo de anegar al mundo con escritos; pero tendremos corazón para ver sepultados en la cuna los hermosos hijos de nuestro entendimiento siempre virgen, y no ha de haber quien nos los saque de pila? Estamos muchos de nosotros como el Apolo del Prado, y de manera que por más que afile el diente no hallará que roernos [51]

                                 El Ratón del Parnaso: Delegado.

     Y no hemos de tener siguiera quien nos pague las mantillas para envolver nuestros fetos? Esto es lo que nos hace falta, y sin esto no nos hará Vm. dichosos por más que nos canonice. Pobrecillos como os ahogáis en poca agua! He aquí dos recursos no menos, para salir de ese apuro; bien que debidos a vuestra ilustración y los más decorosos al noble carácter de Escritores.

     Presentad, pues, al supremo Tribunal del Juzgado casero un pedimento en que digáis que en virtud del Anatema de su Censura o Costalito de abejas han determinado no ir a los Baños de Manzanares, ni presentarse en el paseo nocturno del Prado, a lo menos en los nueve meses próximos, las Semi-Damas, las Viejas verdes, o mozas locas de baja esfera, las fogosas Señoritas, las gorronas, las mozuelas, las cernícalas, las porconzuelas, los babosos, los animalitos, los monstruos de picaresca fortuna que se ponen de rifa, las aves de rapiña, las mujercillas de obscuras costumbres, y las comerciantas sin fondo &c.; y que debiendo pertenecer al fisco del juzgado las crecidas cantidades que todos estos muebles expendían con este [52] motivo en calesines, meriendas, fondas, botillerías, en atracarse de vino, en el dulce, el caramelo, en la preciosa basquiña y traje interior (bien examinado por el Fiscal) en la mantilla de toalla, parlamentaria, peinado de erizón, cofia, sortijas, reloj, zapato, media, y demás cabos; como asimismo los quince o veinte doblones del cuarto, los cuarenta reales diarios para el plato, lo que una de estas polillas corsarias gasta con un Torero que es su majo, y cuánto la da su principal mueble; se sirva crear un nuevo fondo perdido de los mencionados caudales para costear la impresión de todas las obras pertenecientes a su jurisdicción: que así es justicia que con costas &c.

     Pero en caso de no seros favorable el Decreto del Juzgado por tener destinados sus fondos para la decoración de los bailes caseros, apelad al Diario erudito, que su Editor en plural con tal que le impugnéis alguna de sus decisivas sentencias, aunque huelan a chamusquina, os imprimirá a la letra, con privilegio Real y las licencias necesarias, todas vuestras producciones, si puede ser en el día de la publicación, para que de este modo os excuséis de hacer provisión de pañales, ni buscar padrino que pague los gastos del Bateo. [53]



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Número IV

                         Quid tibi nonnullas arteis, studiumque minorum
indignum referam? Sunt qui ut se plurima nosse
ostentent, pateatque suarum opulentia rerum,
Quicquid opum congesserunt, sine more, sine arte
Irrisi effundunt...
                          Hieronym. Vida. Poetic. lib. 2. v. 191.
Mas para que me canso yo en contarte
la indigna comezón de Escritorcillos,
que sin término, estilo, modo, ni arte,
hinchen sus miserables Libretillos
de la broza grosera,
que hallan a cada paso cual si fuera
Un precioso tesoro
de ricas perlas, de brillante oro;
sino es más que manía
de querer ostentar sabiduría?

     Si se celebra con las mayores demostraciones de contento la victoria conseguida por un ejército poderoso contra otro de [54] iguales o superiores fuerzas; qué elogios no merecería aquel único soldado a cuyo brazo se debiese enteramente la victoria? Y qué diríamos si este mismo sin disparar una bala triunfase de todo el poder contrario? La admiración, el pasmo y el asombro ocuparían entonces el lugar de las palabras: todas las coronas cívicas, ovales y castrenses serían corto premio de un mérito tan sobresaliente y distinguido; mayormente si estando empleado en otras faenas que no le dejasen tiempo alguno para el manejo de las armas se presentase en el campo enemigo y clavase la artillería, echase a pique las naves y embotase el filo de las espadas enemigas. Oh! en este caso todas las campanas se tocarían por sí mismas a milagro: todos correrían apresurados a ver a este hombre maravilloso, y se sacarían quizá los ojos después de haberle visto y admirado.

     Pues éste es puntualmente el caso en que por especial favor del Cielo se halla en el día nuestra España. Cuando cansada de sufrir los insultos de las Naciones vecinas conspiradas contra su gloria; cuando todas ellas, por envidia, o por interés la habían declarado la más terrible guerra, y tenían asolado al parecer su poderoso Ejército Literario entonces la depara el Cielo no un Héroe, no un Gigante que con espada en mano vaya sembrando por todas partes los horrores de la calamidad [55] y de la muerte; sino un débil soldado, un pobre y macerado Capuchino, que sin otro auxilio que su pluma, y sólo para el bien de la República, la ofrece una obra que asola, destruye, derriba todas las fuerzas y baterías enemigas; una obra que nos enseña a hablar, negociar, comer, dormir, tratar, vestir, trabajar y descansar, habilidades que sin duda harán temible nuestro nombre en todo el Universo; una obra que no siendo traducción de un Autor solo, sino de muchos Escritores, la compuso no obstante que sus obligaciones no le dejaban tiempo alguno para ocuparse en escribir. Feliz, pues, una y mil veces nuestra Corte en donde se concibió un feto tan maravilloso; y más feliz aun la de Navarra que mereció darle a luz para eterno monumento de sus glorias tipográficas. Pero infeliz España sino apreciando como debes el riquísimo tesoro que te se presenta, te le dejas arrebatar de entre las manos por los codiciosos extranjeros que le buscan, le apetecen, y no descansarán hasta obtenerle, para enriquecerse así, y privarte de toda tu defensa contra ellos. O quién pudiera hacer intransitables los Pirineos, o imponer una contribución de cien millones al que tuviese el atrevimiento de llevar a las Regiones transpirenaicas siquiera un ejemplar de una obra tan inestimable! Si yo supiera que algún Francés había de leer mis Apologías, [56] me guardaría muy bien de nombrar una obra que deberá excitar toda su envidia; y acaso suscitar entre las dos Naciones una guerra más cruel que las que se hacen las del Asía por la posesión del Elefante blanco; pero estoy seguro de que las miran con horror porque les hacen ver nuestra Superioridad en todas líneas de ilustración, y esto mismo me da aliento para nombrarla y elogiarla, lo que ciertamente no haría, si por este canal pudiese llegar a noticia de la Francia. Esta obra, pues, es la que tiene por título: (abrid un palmo de boca para oírlo.)

     Conversaciones instructivas en las cuales se tratan varios y muy diversos asuntos, que pueden servir de recreo y de instrucción a cuantos las leyeren: escritas por el P. Fr. Francisco de los Arcos, Religioso Capuchino. 4. Pamplona, por Castilla 1786:

     Ved ahora Patricios Españoles, y vosotros Redondos Clientes míos, cuántos bienes no debemos prometernos con sola esta obra, y cuánta será nuestra necedad si en lo sucesivo tenemos la extravagante manía de buscar libros extranjeros, cuando en este hallaremos mucho más que en todas las Bibliotecas de la Europa! Si es cierto que los libros sólo son apetecibles por la instrucción o por el recreo, que nos facilitan, qué podéis desear para estos fines que no lo halléis con profusión en esta [57] obra más maravillosa que las maravillas que refiere, más prodigiosa que los prodigios que contiene, y más universal que los cinco predicables? Qué os puede faltar para vuestro entero lucimiento en las Tertulias; que no lo encontréis aquí por raro y extraordinario que sea vuestro gusto? Ah! Yo sé muy bien que si os aprovecháis de ella, haréis ver al mundo entero, que en estos tiempos se experimentan cosas inauditas y nunca semejantes. Por lo menos yo puedo aseguraros que después de haber meditado muy despacio, y extendido todas mis ideas por el vastísimo campo de cuantos asuntos pueden interesar a toda suerte de personas no hallo alguno que no tenga en este libro una luz y una novedad encantadora.

     Entráis por ejemplo en una conversación en que se comienza a ponderar el excesivo calor que hace en Estío: esto ya se ve que da muy poca materia al discurso, a no ser que por un rasgo de vuestra erudición digáis que vuestro termómetro de Reaumur ha señalado el grado 38 de calor, o el 145 según Fahrenheit, que desde luego abulta mucho más, encajando de paso la descripción, utilidad y descubrimiento de este mueble que podéis atribuir a algún Sabio Español del siglo VI, manifestando el modo con que llegó a noticia de los extranjeros &c.; pero como esto lo sabe cualquiera, para dar algún realce [58] o la materia diréis que se conoce que nos quejamos de vicio; porque si ahora nos parece insufrible el calor siendo así que no tenemos más que un sol sobre nosotros, qué sería en el año en que nació Jesucristo que se vieron en España tres soles? Y si esto es mucho para los que vivimos en una zona templada, qué no sería si nos viésemos en el Perú donde también hubo tres soles, y junto con ellos una horrible cometa, al cual se siguieron grandes guerras? Qué calor no haría en Dania cuando a un mismo tiempo se vieron cinco soles? Y si luego queréis dar la descripción de estos fenómenos, os haréis admirar como Oráculos suponiendo que la materia de la nieve, la agua y demás habitadores que re crían y forman en la región del aire son los átomos, cuerpecillos, y suco que en virtud del calor del sol arroja la tierra: estos entes son sulfúreos, salinos, nitrosos y bituminosos, y de otras cualidades a que la Filosofía no ha llegado a comprender: Después llegando los meses con calores excesivos refinan estos átomos o sales y por la vecina esfera del fuego los enciende, y ya encendidos aparecen en un globo a promontorio.

     De aquí es natural que pase la conversación a las lluvias de lana, sangre, hierro, ranas, leche, cal, telas de araña, trigo, y granizos tan grandes, que uno [59] solo tenga de largo 16 pies, 6 de ancho y 2 de grueso; otros que parezcan un hombre sentado en una silla; y otros de 80 libras: y en confirmación diréis que también ha caído alguna vez granizo encendido, pues de todo hallaréis tan ciertas como exquisitas noticias en este libro admirable. Mas si alguno poco crédulo os pregunta cómo pueden sustentarse en el aire materias tan pesadas? diréis que esto sucede por una virtud que vence lo elemental; que también se sustenta allá arriba materia tan gruesa y pesada que basta para formarse próximamente hierro: y esto será suficiente para que se os dé más crédito que a todas esas Academias extranjeras que no han sabido palabra de cosas tan singulares, aunque hayan empleado toda suerte de cálculos e instrumentos para decirnos cuándo es día, y cuándo es noche, pues todavía no han podido adivinar, que día se entiende cuando se ve el sol, y noche cuando no hay sol. Pero a qué nos andamos por los Cielos, si el hombre que es mundo pequeño a su imitación cría y arroja de su cuerpo cometas, relámpagos, centellas, fuegos fatuos, como los de San Telmo, volcanes, fuegos abrasadores echados por la boca, y aun por el útero, quemando los brazos de la Comadre y la criatura que nacía al mismo tiempo? O cuán cierto es que aunque son raros los oráculos [60] de cordura, viven ociosos porque nadie los consulta!

     Llama nuestro Capuchino al hombre sin noticias, mundo a obscuras, y no se puede dudar que son muy apreciables las de la Historia sino trajeran consigo la molestia de revolver infinitos libros para poseerlas; pero aun así no llegaríamos a descubrir muchísimas que son originales en este Autor, y tan honoríficas a la humanidad como a la Nación. Y a la verdad dónde hallaríamos en Castellano la sucesión de los Romanos Pontífices con los años, días y horas que gobernó la Iglesia cada uno? Qué Autor extranjero nos daría la singularísima noticia de que 54 Judíos, de los 70 de la versión de la Biblia eran Doctores Españoles de la Sinagoga de Toledo? Y quién dudará que son discípulos de nuestros Doctores los que lo son de la Iglesia, y se valieron de aquella traducción? Qué Francés se atreverá ya a disputarnos la certeza de haber venido a España el Apóstol Santiago, diciéndonos nuestro Autor que vino en compañía de sus padres Aristobulo y Juana Salomé, con quienes se embarcó en la Coruña o en Betanzos para ir a Inglaterra y a Flandes, y que dejó a su padre hecho Obispo de Dublín? En qué libro pudiéramos hallar noticia de la muerte alevosa que dio Eurico a nuestro Rey Godo Teodosio? Quién [61] nos diría que el Emperador de Oriente Zenón fue enterrado vivo de orden de su mujer, y que murió desesperado comiéndose las manos y la ropa del vestido? Sólo un libro tan universal como peregrino nos podía decir que nuestro Rey de León Don Fruela II fue fratricidio (bien que unos 155 años antes de reinar) y que la famosa Brunechilde quitó la vida a diez Reyes de Francia. Confieso ingenuamente que al ver las Apologías del buen Witiza, que nos han insertado nuestros Memoriales literarios, estaba tentado a no creer las fechorías que le atribuyen las Historias; pero sabiendo ahora que mandó abrasar un Convento de Monjas en Alcalá y quemarlas vivas por defensoras de la castidad y pureza, suspendo el juicio a vista de esta monstruosidad inaudita desde la persecución de Diocleciano; y sólo siento que este célebre Capuchino no nos dijese de qué orden era aquel Convento, y los demás que abrasó el expresado Emperador para hacer un suplemento exquisito con estas Santas a los Martirologios Español y Romano que las omitieron por descuido o ignorancia; y echar por tierra todas las Historias Eclesiásticas y Monásticas del Reino que nos ponen las Monjas cinco siglos por lo menos posteriores a Witiza.

     También es muy frecuente tropezar con cierta casta de Estadistas y Políticos que [62] se suponen instruidos en las causas de la decadencia, o prosperidad de los Estados; los que os dirán cosas prodigiosas acerca de nuestra España comparada con las demás Naciones. Todos convendrán en que se halla bastante despoblada desde cierto tiempo a esta parte; pero si queréis saber la causa os dirán los unos que ha sido la expulsión de los judíos y Moriscos; otros que las emigraciones a la América; muchos que las guerras continuas que debió sostener por largos años; otros que la falta de industria, o la no propiedad de las tierras en los Colonos, de suerte que no habrá medio para conciliarlos, a no ser que los hagáis tunar por todo el mundo para saber con certeza las ventajas que nos hacen las demás Potencias, si es que nos hacen alguna. Pero todo este nudo Gordiano le corta de un golpe nuestro Alexandro Capuchino, diciendo que la notable diferencia de la población de Europa a la de Asia puede atribuirse a diferentes razones; pero la más fuerte es la del celibato porque según el dictamen de los que han examinado las cosas con más cuidado, se halla que de seis mujeres de Europa una sola da a luz cada año una criatura, en lugar que en Asia de cada seis paren cuatro todos los años, particularmente en la China. Humillad, pues, vuestra cerviz Políticos seculares que nos habéis engañado hasta ahora con esos endiablados y confusos [63] terminillos de Monogamia y Poligamia, pretendiendo hacernos creer que no eran Celibatos los casados Europeos. Ved ahora la razón por qué de seis mujeres de Europa con otros tantos maridos no se puede esperar tanto fruto como de las mismas en Asia sujetas a un hombre solo. Y no se levantarán estatuas colosales en medio de esas plazas a este nuevo Cortés del mundo político?

     Mas si son admirables estos descubrimientos en lo político, no son inferiores ciertamente los que le debemos en lo natural. Lo confieso ingenuamente a pesar del rubor de que me ha llenado mi ignorancia en este punto. Fui el Jueves último a ver el Real Gabinete de Historia Natural, el más precioso y exquisito, que, según dicen, se conoce hoy en la Europa. No dejó de admirarme el bello gusto y la suntuosidad del edificio; bien que no me pareció cosa tan magnífica, que pudiesen consumirse en su construcción sólo en ajos y cebollas 2647551 pesos, pues en tal caso, se igualaría con las Pirámides de Egipto. Entré en una sala que por su aseo y variedad de chucherías me pareció una tienda de Alemanes. Pasé a otra donde había varios monstruos de toda especie, y otras extrañas producciones; y queriendo yo meter mi cucharada y hacer de Naturalista pregunté a un Caballero, de los que allí estaban, que sin duda era el Sr. Disecador, [64] habrá aquí algún pajarillo que haya estado cantando 300 años? Habrá alguna Sirena macho o hembra; o alguna mujer marina que hubiese sabido hilar y comer el pan con manjares? Habrá algún cuerpo de mujer de muchas pulgadas de largo, como el que se conserva en Edimburgo; o algún pez con cabeza humana y una corona de carne con sus lanzas, estandarte, espadas y fusiles, del mismo modo que me le descifra este primoroso libro? Nada de eso tenemos, respondió muy serio el Caballero: Es bueno que no hemos podido adquirir ningún hijo varón de los que nacen en Madrid, y había de haber esas monstruosidades fabulosas? Pero yo erre que erre agarrado con mi libro, seguí preguntando: Es posible que entre tantas curiosidades no han de tener Vms. algunas sabandijas de las que se han engendrado dentro del cuerpo humano v. g. víboras, culebras, salamandras, lagartos, ratones, ranas, erizos, leones, gatos, marranos u otros animales, como los que el R. P. de los Arcos certifica haber parido antaño las mujeres? Vaya enséñeme Vm. algunas culebritas de las que se engendran de los cabellos puestos en agua; o por lo menos dígame dónde se halla el esqueleto de aquel niño que en el año de 1759 parió en Holanda Mr. Sleok fabricante de Cerveza, o el del niño muerto que sacaron el cadáver del soldado [65] de Nickispur. Nada de eso tenemos, volvió a repetir muy enfadado; si quiere entretenerse examine esas piedrecitas, corales, y conchas que se han cogido en la Bahía que en el día 27 de Setiembre descubrieron en esta Corte los Editores del Diario Erudito, y si no está contento por la puerta se va a la calle: pero le advierto, que si vuelve a repetir semejantes necedades a él y a su libro le hemos de petrificar en menos de media hora para colocarlos al lado del Elefante. Mosca con el Señor Disecador, y qué traslado quería dar del pobre Apologista universal! Consideren mis clientes cual quedaría yo con semejante rociada! Al punto tomé la escalera maldiciendo mi fortuna y la curiosidad que me había ocasionado aquel sonrojo. Y esto es, me decía yo a mí mismo, lo que vienen a ver los curiosos Nacionales y Extranjeros? Es este Gabinete el celebrado como único en la Europa, y que sólo puede tenerle un Monarca de ambos mundos? He aquí tengo yo, dije hablando con mi libro prodigioso, un Gabinete portátil mucho más extraordinario, que sólo me ha costado 12 rs. y que no lo tendrá igual ningún Príncipe ni curioso.

     No bien había salido a la calle cuando tropecé con una Señorita Paisana mía, que me consultó muy afligida sobre el medio de mitigar el grave dolor que la causaba la violenta y continua picazón de un [66] Espino que le había nacido en el vientre, como al Pastor que nos cita nuestro Autor. Terrible caso por vida mía si no tuviéramos este libro que es la verdadera piedra filosofal de la Medicina! Al instante la propuse compadecido de su situación, que echase la culpa a los duendes, que como animales corpóreos, vivientes y sensitivos, aunque invisibles, solían hacer aquellas travesuras; pero la Niña que no era de muy buenas tragaderas, replicó que jamás había creído en duendes ni fantasmas, porque su Confesor la tenía bien desengañada en este punto. Calle Vm., la dije que ese hombre será algún ignorante tabacoso, que no haya leído sino cuatro libros Franceses; vaya Vm. a confesarse con el Padre de los Arcos, Capuchino, que sin admirarse de que ese cargo sea de bulto(5) la echará la absolución, y la contará a Vm. estas y otras muchas habilidades de los duendes como animalitos que se engendran de la corrupción de los vapores gruesos que hay en semejantes desvanes, sótanos y lobregueces aunque no por falta de comercio. Tendrá Vm. también cuenta con el séptimo [67] mes, que es sin duda misterioso y pronóstico dichoso de nuestra vida temporal, como los siete demonios o pecados capitales; y aunque es regular que el mes enneático sea para Vm. el climatérico y padezca gran mutación en la naturaleza, dirá Vm. que ha llegado su día crítico radical que es aquel en que la naturaleza remueve con todas sus fuerzas a expeler del cuerpo el humor pecante, arrojándole por la vía que mejor puede, y habiéndole expelido cesa la contienda. Y sino diga Vm. con Madama de Chatelet, citada por el mismo Padre, que ese fuego es un ser de una naturaleza media, o especie de duende indiferente que no es espíritu ni espacio. En efecto ofreció la Señorita valerse de los expresados arbitrios, y se despidió muy contenta.

     Vease ahora si todos los extranjeros juntos hubieran sido capaces de conservar ileso el honor de esta mujer cuando no creen la utilidad que traen consigo estos recursos en lances apretados; pero sepan todos ellos, que, como dice nuestro Padre de los Arcos donde hay yeguas nacen potros. Esto es por lo que mira a la Medicina, pero en las demás ciencias acaso es menos admirable? Aquellas sentencias que pone para nuestro bien espiritual aseguro que me han hecho abrir los ojos, y desengañarme de algunas opiniones algo laxas que había bebido en ciertos libros místicos Franceses; [68] y a la verdad quién no renunciará de corazón todos los honores de la tierra si medita de espacio esta sentencia: Para asegurarse algo tirar a mucho? Quién se detendrá en los temores de las Virtudes Cardinales sabiendo que: La honra es la mayor virtud en lo humano; y que: Quien ofrece su vida por la honra, fama y estimación merece? Qué Católico dejará de ser un Santo sabiendo que: La Fe es el único remedio de los vicios? Quién mirará con horror a los soberbios sabiendo que: En muchos es soberbia recompensar los beneficios por no quedar a deber; pero siempre es loable? Estas sentencias son lo más sublime de la Teología Mística; y a fe mía que no han dicho otro tanto los Granadas ni los Kempis. Pero esto no es de admirar en un Religioso por ser el fruto de sus continuas y piadosas meditaciones; porque qué afectos no sentiría en su corazón al contemplar aquellas Preces a la Pasión de nuestro Redentor

                                 Jesu in facie conspectus.
Jesu consumata omnia de se scripta
           testibus?

Pues aquel encendidísimo celo por la mayor honra de su Seráfico patriarca, es fruto ciertamente de una devoción muy tierna, y de una Teología ilustradísima. Qué honor para San Francisco el ser Alférez [69] Caballero del Hábito de Christo Eques Crucifixi, Vexillifer Jesu-Christi! Qué elogio tan distinguido y tan universal como enigmático el decir al mismo Santo: Pleni sunt Cli & terra mirabilibus grem! Ah cuán de temer es que la Sagrada Congregación de Ritos haga todos sus esfuerzos con nuestro Católico Monarca para llevarse a Roma a nuestro inmortal P. de los Arcos para la corrección y composición de los Oficios de los venerables Tomás de Cori, y Gaspar Bono que se beatificaron en las dos primeras Dominicas de Setiembre próximo pasado! O si renaciesen aquellos felices tiempos en que en nuestra España iban las mujeres a suplir por sus maridos a los Oficios del Coro! Qué delicia no sería oírlas entonar con sus encantadoras voces el Te Franciscum laudamus por alguna victoria contra infieles!

     En fin si no temiera cansaros, con gusto os contaría, amados Clientes míos, otros mil primores no sólo teológicos y morales sino también históricos y políticos que se hallan en este libro. Ahora sólo os advierto que si el descubrimiento de un nuevo mundo dio derecho a nuestros Monarcas para tildar el Non de las Columnas Hercúleas, el de esta obra ultramundana le da también a nuestros Literatos para que a sus expensas hagan erigir Arcos triunfales donde se pueda estampar el non plus ultra [70] literario de esta obra para terror y asombro de todas las Naciones.

     Nota. Tenemos en España cierta casta de tercos que nada creen de lo que no les sucede, o les pasa por sus ojos: no soy yo así en punto de duendes, según he mostrado en defensa de mi venerado Cliente el R. P. de los Arcos; pero aun cuando yo hubiese dudado de la existencia de estos animaluchos, por el lance que me acaba de pasar creería desde hoy a macha martillo que hay Duendes, Trasgos, Folleros, Farfareli o Fantasmas, que los ha habido, y que los habrá si Dios quiere.

     Es el caso que habiendo salido días pasados (dejando bien cerrado mi estudio) a comprar una Mona o Mono, que se vendía en la calle de Jacometrezo, para la diversión de mis criados, que con sus travesuras me impiden escribir las Apologías, hallé a la vuelta sobre la mesa una carta de cierto duende que parece me ha tomado afición porque soy su Apologista. Dice así:

     Muy Señor mío: acabo de oír en cierto desván un papel contra Vm. muy disparatado, y muy insolente no sólo para un... (aquí nombra mi estado) sino que lo sería también para un...; motivo porque dejo a Vm. esta carta, pues tal vez lo que en ella digo podrá convenirle. El papel se pretende imprimir, y es de los Autores de la obra... (aquí la nombra, yo [71] la callo) Vm. es regular que ignore que tan maldita producción es de dos Ingenios; pues sepa Vm. que sí Señor; (nada se les escapa a los duendes) y por si no sabe quiénes son, quiero yo dárselos a conocer, porque la desvergüenza con que le tratan merece que se les saque a la plaza del mundo y aun que se les levante el camisón. Buen pago me van dando mis Clientes! Esto es criar cuervos para que me saquen los ojos. Los tales Autores de medida menor son el primero Don... (aquí encaja su nombre, su patria, su estado, su edad, su talento, ocupación, y un sin fin de lindezas) el segundo es uno de los muchos... (describe su conducta y modo de vivir, dice su nombre, su instrucción, y aun ciertos defectillos personales que acaso él no tendrá la culpa de tenerlos, pues cada uno es como Dios le ha hecho). Con los dos vestiglos dichos tiene Vm. que combatir; (aquí te quiero escopeta) ellos motejan a Vm. de que tiene grandes narices, con otras bajezas y dicharachos de pobres hombres; pero mejor, porque con grandes narices podrá Vm. olfatear más fácilmente chotuno de semejante ganado. Si Vm. se sacude bien para lo cual le doy estos cortos materiales, seremos amigos y nos conoceremos, pero si se deja tratar tan mal de semejantes malandrines nunca será de Vm. su afecto servidor que su mano besa.= El Duende. [72]

     P.D. Para más prueba de que son dos los enemigos repare Vm. si acaso sale a luz el tal papel, que uno hace de respondedor y otro de Autor de una carta que ingiere en la respuesta. Vale.

     Vean Vms. qué duendecito este tan chusco: yo le agradezco las noticias particulares que me da de las personalidades de los expresados sujetos, pero Dios me libre, nunca he peleado yo con armas tan viles, y gracias al Todopoderoso que hasta ahora me ha conservado el talento de prescindir las obras de los sujetos en mis Apologías, pues no necesito saber quiénes son los Autores de ellas, para las cuales hacen muy poco al caso, sus nombres, apellidos, empleos, dictados, apodos &c. porque los defectos o perfecciones del entendimiento no se miden por los de la cara o de los pies; pero soy tan bueno, gracias al Altísimo que defenderé el tal papel contra sus murmuradores hasta más no poder, según es de mi obligación, y como he hecho hasta aquí con todos. [73]



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Número V

                               
Pauca Catonis
verba, sed a pleno venientia pectore veri.
In hoc tamen utilis vo.
Lucan. Lib. IX. v. 188.
Pocas palabras en Catón se muestran,
pero salen de un pecho no fingido,
y lleno de verdad; que así conviene
al estado en que se halla nuestro siglo.

     No dudo que mis Lectores me harán el favor de creer que no está en mi mano el que mis Apologías sean estimadas de algunos en mucho más de lo que merecen. Ellas son como la honra; y no tienen otro mérito que el que las da el aprecio con que las miran los demás. Digo esto, porque no se me envidie el distinguido honor que acaba de dispensarme un cuerpo ciertamente el más grave de la Nación, en carta que me dirigió su Secretario D. Patricio Redondo, la que voy a publicar juntamente con mi contestación, esperando [74]que este ejemplo sirva a mis Clientes de un poderoso estímulo para emprender cosas grandes en honor y lustre de la Patria. Dice pues así:

     Señor Apologista universal: por este noble carácter de que Vm. se ha revestido para salir a campaña en defensa de nuestras glorias; por su relevante mérito, y el importante servicio que sin ser su individuo está haciendo al nuevo e ilustre Banco Nacional Apologético, cuyos fondos e intereses combatidos por el maldiciente Censor, no parece necesitar otro apoyo que las luces de Vm. para consolidar su giro entre todas las clases del estado; ha acordado este gravísimo cuerpo condecorarle con la patente de su Director perpetuo, la que de orden suya le remito en esa caja de plomo, según nuestro instituto. El Banco persuadido del patriotismo de Vm. se congratula de que admitirá con gusto su Dirección, a fin de que reunidos todos nuestros caudales y los de todos sus Accionistas, que los tiene hasta en París, podamos poner en un pie formidable nuestra armada literaria, y hacerla triunfar de los ataques que con una furia descomunal dirige contra ella ese Tigre, esa Onza, esa Hydra Lernea del Censor, y cualquiera otro su apasionado, si es que puede tener alguno. [75] Creo firmemente que si Vm. ha tenido la desgracia de leer sus bufonzuelos Discursos, le habrán escandalizado no menos que a mí las negras calumnias que vomita, no sólo contra la Nación y contra el mundo entero, sino contra todos sus Apologistas que por un efecto de su ingenuidad, y amor a la Patria, no intentan adormecerla, y mucho menos el hacerla creer que ha llegado hasta lo sumo, no obstante de haber aventajado España a todas las Naciones del Mundo en el Arte Militar y en la Náutica, Industria, Artes y Comercio. Él ha dicho que no cesará hasta hacer callar a tanto engañoso Apologista; que mientras haya Apologistas ellos mantendrán la ignorancia, y la harán más común de lo que es; que Dios nos libre a todos de Apologías y Apologistas, de tercianas, y de otras calamidades, como si todo fuera una misma cosa: y en fin ensarta tantas diabluras de este jaez contra nosotros que sólo me consuelo con que a Vm. le toca la mayor parte por ser el Apologista Universal, y a quien para colmo de su malicia, se ha atrevido a insultar nombrándole por Árbitro de esta diferencia, diciendo que si Vm. cumple con su oficio, no dirá mal de sus contrarios, ni de él, siendo así que le supone [76] a Vm. del partido opuesto al suyo. Esto es decir redondamente que Vm. no sabrá cumplir con su empleo: esto es llamarle a Vm. realmente un estúpido y un engañoso si pretende hacer la Apología de la Nación como la he hecho yo en la carta que dirigí a su Corresponsal en esa Corte sobre el Discurso CXIII. con el Epígrafe: En boca cerrada no entra mosca. Pero a buen que Vm. sabrá desquitarse, como yo lo he hecho en mi carta, y en el Extracto de otro Discurso mío que tengo publicado, obras de que podrá Vm. valerse para su defensa, pues no me parece se puede decir más en la materia. Una y otra incluyo a Vm. por si no han llegado a sus manos, pues ya se han hecho raras en la Corte, y pienso en reimprimirlas al instante; para lo cual me sería de la mayor satisfacción el que las apoyase Vm. con su sufragio, no porque dude de su entera aprobación, sino para hacer más patente la obstinada preocupación de ese Catón Censorino a quien no parece han hecho fuerza, cuando se ha ratificado después en lo mismo, no obstante de haber estado redondamente arrepentido, como lo digo yo en el Extracto mencionado. Esto sólo será bastante para hacerle despreciable en el concepto de todos los Patricios; [77] y cuando más si a Vm. le pareciere conveniente podrá poner a mi carta algunas Apostillas que le truciden y sarcasmen, y que sean otros tantos dentifrangibulos, o mandibulifrangibulos (recientico) que le hagan callar más que de gana. Espero que me hará Vm. este honor, como el que me dé aviso del recibo de ésta para ponerlo en la superior noticia del Banco. Dios guarde a Vm. muchos años. Burgos 14 de Octubre de 1786. = B. L. M. de Vm. su menor Cliente y mayor apasionado. = D. Patricio Redondo.

     Qué Ambigú tan delicado, Clientes míos, para un hombre algo más goloso que vuestro Apologista! Ahí es nada la Dirección perpetua de todo un Banco Nacional Apologético; la correspondencia con tantos Accionistas cuantos son todos aquellos que por un misterioso hipérbole se llaman infinitos; el manejo de tantos y tan sólidos caudales que no se hallará en todos ellos un solo Vale: Pero no: no quiero por este vil interés perder con vosotros que sois Individuos natos del Banco, la estimación que me resulta de haberlo merecido, y haberlo renunciado generosamente, como lo veréis por la contestación siguiente:

     Muy Señor mío: Me ha llenado del mayor rubor el alto aprecio que mi pusilidad [78] ha merecido al gravísimo Banco Nacional Apologético. Mis débiles luces no pueden ser otra cosa que verdaderas sombras respecto de las del Banco, ni son bastantes mis fuerzas para dar a un cuerpo de tan vasta mole el impulso a que le juzgo acreedor por mil razones. Los intereses que en el día reciben sus Accionistas son muy superiores a sus fondos, particularidad extraña de que no podrá gloriarse ningún Banco. No dudo pues que un Director el más sabio, el más activo, y aun el más poderoso que se pudiera imaginar, sería acaso el más nocivo para el Banco, porque hombres de semejante carácter todo quieren innovarlo sin detenerse en las particulares ventajas que ciertamente resultan a favor de los interesados; y aunque el defecto de todas aquellas circunstancias en mi persona, haya podido determinar al Banco a distinguirme con el inestimable nombramiento de su Director perpetuo; con todo mis varias ocupaciones, mi ninguna inclinación al Comercio, y el destino que tengo hecho de mis cortos caudales para invertirlos en beneficio de mis clientes, no me permiten aceptar un empleo que contemplo el más superior de cuantos hasta ahora han obtenido los mortales. Así lo participará Vm. al Banco para su inteligencia juntamente con los más vivos [79] sentimientos de mi gratitud eterna a su fineza.

     Ahora bien, Señor Redondo: hablando entre nosotros, será posible que se encuentre en nuestra ilustrada España quién declame contra sus Apologistas? Contra unos hombres que son los Atlantes de la Patria y las sólidas columnas de la Nación? Contra unos hombres en quien reside el supremo y despótico dominio de engrandecer y abultar el mérito de todas nuestras producciones, y despojar de él enteramente a las extrañas? Quién ha dudado hasta ahora que pueda el Soberano hacer o no hacer noble a su vasallo? Y si esto lo puede hacer el Monarca, qué no podrán unos hombres autorizados por sí mismos para tener en prisión el juicio de los demás hasta escuchar su sentencia? Por ventura nos será lícito chistar contra unos hombres en cuya mano está nuestra fortuna literaria si somos Españoles, y nuestra confusión eterna si hemos nacido en otro suelo? Y todo un Señor Censor ha tenido este atrevimiento? Vaya que no lo creyera si Vm. no me lo asegurara. Desde que yo vi aquel primer Discurso en que se nos pintaba de una figura tan ridícula, y de un genio tan estrambótico, creí, como Vm. también lo creería, que de un mueble tan contrahecho no podía salir cosa buena; y así no he vuelto a leer alguno [80] de sus Discursos. Por que ha de saber Vm. Amigo de mi alma, que aunque me he constituido por Apologista Universal, esto no quita que no haya regla sin excepción; y si es verdad que en estos tiempos ilustrados salen a luz algunos papeluchos de ningún mérito e indignos de ocupar lugar en mis Apologías,(6) también es cierto que por estas friolerillas no hemos de decaer del alto concepto que nos merecen para con los juiciosos las obras macizas y corpulentas que cada día damos a la prensa; antes bien aquellos cortos lunarcitos dan siempre un nuevo realce a nuestra belleza literaria, la que nadie se atreverá a disputarnos con fundamento, así como no se nos puede negar la gloria de haber sido excelentísimos guerreros, sin embargo de que hasta yo mismo he conocido algunos maricas Españoles que temblaban de miedo en viendo [81] una escopeta. Por eso no he hecho el menor caso de semejantes producciones, y mucho menos del Censor, ni de sus Discursos; por lo que duda Vm. muy bien de que haya tenido la desgracia de leerlos.

     Pero ahora con el fin de cerciorarme por mis ojos de tantas y tan atroces calumnias, como Vm. dice que dispara contra los Apologistas, contra la Nación, y contra el mundo entero, he tenido el gustazo de comprar todos sus Discursos, que no me han costado baratos, y no paré hasta tropezar con todos los insultos que Vm. dice, y otros muchos que se deja en el tintero. Después tomé por mi cuenta las dos inestimables obritas con que Vm. me favorece, las que no extraño se hayan hecho raras en la Corte, pues lo son sin duda alguna; y no podré explicar a Vm. el gusto que me causaron, no menos por la oculta y vastísima erudición que las adorna, que por la fluidez de su estilo, la energía y eficacia de sus argumentos, y sobre todo por las membrudas razones con que Vm. impugna y avergüenza al Censor, de suerte que sería preciso que desbarrase muchísimo quien pretendiese hacer otro tanto. Por lo que a mí toca no veo que haya dado el más leve motivo para que me insulte el Censor, como Vm. dice, porque jamás me he acordado de su merced y e he tenido siempre por indigno de ocupar [82] ocupar lugar en mis Apologías; pero cuando él no me las pague que me pelen. Ahora siento que Vm. se haya adelantado a avergonzarle, que sino ya le pondría yo las peras (pero no los huevos) a cuarto. No: no he de dar yo lugar a que diga de mí su amigote el Corresponsal que tengo tanta paciencia como el Censor: y una vez que Vm. me da licencia para poner a su Carta algunas notas o Apostillas, lo haré así para que se conozca más su necedad e ignorancia. Vamos a ello y tenga Vm. paciencia si discordamos en algo, aunque siempre la balanza ha de caer hacia Vm.

     Ciertamente Señor Redondo, que mi causa novedad el que Vm. haya sido admirador de este Catón Censorino de nuestros tiempos entre sus amados Burgaleses, porque a decir verdad yo no hallo en todos sus Discursos cosa que Vm. pudiese celebrar, a excepción de la Carta, que nos insertó en el n. CXI, que ciertamente es una pieza discreta, crítica, erudita, y original en su especie; pero vea Vm. que diablo de hombre: antojósele ponerla unas notas o glosas de su cosecha, que todo lo echan a perder, de suerte que ya no vale tres pepinos, ni se puede leer sin asco: he aquí la grande habilidad del Censor. Pero en fin ya que Vm. le ha celebrado, debía agradecerle este obsequio, y no decir mal contra su defensor y Apologista. Mas vamos [83] adelante, y pasemos este atolladero.

     La diablura de sacar a luz el Discurso del n. CXIII le hizo a Vm. exclamar oportunamente. L'creie vous Monsieur? Lo creeréis Señor? Ah! Quién lo creería? Quién creería que en España, en la misma Corte, a la vista del Gobierno, y casi a los pies del Trono hubiese un Español, que con un atrevimiento sin segundo, un descaro, y una impudencia sin igual soltase los diques de la cólera contra su misma Nación? Bellamente. Pero en esto permita Vm., Señor Patricio, que me tome la libertad de decirle que me parece ha padecido equivocación, o que ha creído con facilidad: porque si mal no me engaño, a mí se me ha puesto en las mientes, que aunque el Censor llama a la España su Patria, harto será que no mienta, y no en balde le pedía cierto quidam, que mostrase la fe de bautismo de Censor para saber por ella si era o no natural de nuestra España. Porque ha de saber Vm., Amigo mío, que he tenido la fortuna de haber descubierto los hurtillos del Censor, y he averiguado quien le ministra todos los materiales de sus Discursos. Éste es un íntimo amigo suyo, de quien algunas veces nos ha hablado, sin tener siquiera la precaución de ocultar su nombre: es un tal Mr. Ennous, que por esto de Monsieur, ya ve Vm. que es Francés legítimo por [84] todos cuatro costados, y yo supongo que Vm. no tendrá la fortuna de conocerle ni tratarle, ni como buen Patricio querrá su parentesco ni correspondencia. Éste, pues es quién le hace todas las semanas su Discurso, y conforme se le envía así nos lo encaja sin mudarle una coma, y no tiene más trabajo que hacerle imprimir y llevarnos los cuartos por él. Verdad es que el tal Mr. me dicen que es un Señor universalmente instruido, que sabe todas las lenguas y ciencias, que es gran político, excelente comerciante teórico, conocimientos que ha adquirido viajando por todos los Países cultos, en los cuales tiene varios amigos, y uno de ellos me aseguran es nuestro Censor, aunque no sé yo de que medio se valió para conocerle, pero esto no es del caso. Lo cierto es que sin esta correspondencia no sería capaz el Censor de darnos una hoja de papel que no fuese una necedad y un desatino; y con ella Vm. mismo pudiera hacer otro tanto. Y así aun en caso de que el Censor no sea Francés de nacimiento, lo es ciertamente en el afecto y pasión que muestra al dicho Mr., de quien es también el terrible Discurso en que tanto injuria a la Nación Española, y a sus Apologistas. No es pues de extrañar que habiendo aventajado nosotros a todas las Naciones en las Artes y Ciencias, como Vm. dice, nos miren [85] sobre ojo los Franceses, y sus apasionados, pues cualquiera sabe la cara de risa con que miran los niños a sus Pedagogos y Maestros.

     Pero sea lo que quiera, lo que no se puede sufrir en conciencia es, que escribiendo, o publicando estos Discursos en España, y en medio de la Corte se atreva a decirnos en nuestras barbas, que somos más pobres, e ignorantes que las demás Naciones cultas, pudiendo ser más sabios y ricos que todas ellas: y esto en la dilatadísima extensión no menos que de trescientos años a esta parte. Ahí es nada si va larga la fecha! Y esto se sufre, se tolera y se imprime en Madrid? Si con mil diantres nos hubiera dorado la píldora, hablándonos en Francés(7) ya se pudiera tragar redondamente, pero sin más ni más llamarnos ignorantes y pobres en idioma Castellano, y a boca llena es cosa increíble aun en el Transpirenaico [86] más refinado: Yo cuando más hubiera hablado en estos términos para no irritar a mis Patricios:

     Je ne sais en vérité à quoi les anciens Espagnols ont pensé, & à quoi ils ont pu employer leur temps. Il faut certainement qu'ils aient mené une vie bien oisive pour avoir laissé si peu de leurs marques dans le monde, & en friche tous leurs pays. Je vous assure qu'ils n'ont guère travaillé à immortaliser, leur nom. Ils l'ont tous enterré en mourant avec leur corps, car il n'est plus question d'eux présentement sur la terre. Quel dommage qu'ils aient laissé à l'abandon un Royaume si bon de lui-même! Car imaginez vous qu'il est couvert d'un Ciel extremement beau, entouré d'airs tout-à-fait salubres, muni par tout d'eaux excellentes, rempli de mines d'or & d'argent, & très abondant en terres fertiles & en climats temperés. Et quel dommage encore qu'ayant, [87] de l'aveu de tout le monde, par un don de la nature, de l'esprit au dessus de tous, ils en aient si mal profité.(8)

     Vea Vm. ahora qué diferencia de sentimientos, y qué moderación ésta respecto de la del Censor; a buen seguro que si se hubiera explicado así se le dijera palabra, ni hubiera enfadado al mundo entero. Pero por sí o por no, llévese por delante esta leccioncita para que aprenda a hablar en Madrid, y a vista del Gobierno.

     Lo mismo digo de la ignorancia en que nos supone de 300 años a esta parte. Vaya Vm. ahora a llenar este vacío inmenso de tantos años, y a tapar de repente esta horrible brecha que ha abierto el Censor a nuestros enemigos: Por Dios que si se le hubiera puesto en la cabeza escribir el prodigio de nuestras maravillas, nos hubiera dicho cosazas estupendas! Entonces hubiera exclamado de esta suerte:

     Quelle particularité étonante! Quel événement admirable! Ou plutôt quel coup du Ciel favorable! Qu'après trente neuf siècles (compáreme Vm. 39 siglos no más con esos 300 años) que l'Espagne a croupi, généralement parlant, [88] dans l'ignorance, & resté, comme on dit vulgairement, dans la poussière, on la voie dans le quarentième siècle secouer tout d'un coup avec tant de force le joug de l'un & de l'autre, & faire face à toutes les Nations de la terre.(9)

     He aquí unas expresiones urbanas, críticas y verdaderas que debiera haber copiado el Censor para no incurrir en un error cronológico de tanto bulto, y hacer a la Nación la justicia que se la debe. Pero qué nos andamos por rodeos? Un censor hipondríaco que no es atento con las Damas con quién podrá ser indulgente? Un hombre que pretende despojar al otro sexo del epíteto de bello que tiene ejecutoriado desde el primer sueño, ya se ve que no era regular elogiase la instrucción que en todos tiempos han tenido nuestras sabias Heroínas. Confieso mi flaqueza, que a pesar de toda la integridad de mi cargo Apologético, aunque hubiera vomitado pestes contra la Nación, acaso habría caído en el escollo de adular a esta parte tan poderosa y tan temible, lisonjeándola el gusto siquiera con este moderado Discurso.

     Les hommes y étaient (dans l'Espagne) [89] d' une jalousie sans égale, jusques là qu'ils empechoient à leurs filles d'aprendre à écrire, crainte qu'étant grandes, elles ne se servissent de cet art pour envoyer de billets doux à leurs amans. Il en arrivoit, s'il vous plaît, tout autant aux Demoiselles mêmes de la première qualité. Ce sont en vérité des choses qui font lever les épaules, quand on les entend dire, & qui semblent moins propres aux hommes qu'aux automates. Cependant elles sont bien véritables.(10)

     Con esto solo que hubiera dicho el Censor en obsequio de nuestras Damas, se hubiera hecho el Idolillo de la Nación, y maldito el cuidado le daría que se levantasen contra él, todos los bárbados del mundo. Así no nos sería extraña, ni nos haría novedad la sólida ilustración que hoy celebramos en algunas de las de primer orden, puesto que nos embobamos al ver que la triste, y melancólica facha de las ciencias ha sabido entrometerse hasta hacer el entretenimiento y las delicias del Trono. Pero no Señor: no hay más que echarlo todo a rodar de un golpe con llamarnos ignorantes, y querer hacernos tragar que no hemos tenido tantos y tan excelentes Matemáticos, [90](11) Oradores, Filósofos, Escultores, Artífices, y demás oficios útiles como las otras Naciones de Europa, como si le debiéramos creer sobre su palabra. Y esto se imprime en Madrid? Vaya, vaya que no puede llegar a más la desvergüenza! Pues dígame Vm. Señor Comitre de la Nación, los Españoles antiguos no comían, vestían, calzaban, araban y tenían casas como ahora? No hablaban, no tenían oración, no miraban al Cielo, no se acordaban de Dios, no tenían algún pleito unos con otros? Pues hételos aquí filósofos racionales, Oradores, Matemáticos, Teólogos y Jurisconsultos por fuerza. No tenían Iglesias, Altares y Santos en ellas? Pues helos aquí Arquitectos, Escultores y Tallistas ni más ni menos que hoy día. Ah! Pero la cabra, siempre tira al monte. Ahora me acuerdo que él mismo nos ha dicho que no ha vuelto a pasar por delante de S. Sebastián por no ver su fachada, y si hubiera venido de Londres por su pie, o embarcada de París se estaría hecho una estatua remirándola. Estas cosas no se deben creer sin su autoridad al canto, y sólo por que las diga el Censor: era necesario que nos las confirmase con algún libro impreso en medio de la Corte, porque lo demás es adivinar en cosas que no hemos visto los vivientes. Pero yo he leído todo lo contrario, y me pareció más [91] cierto: oiga Vm. cómo se explica el Señor Contaut en la pág. 15 de la referida obra.

     Pour revenir au discours de ci-dessus, il faut vous dire, cher ami, que suivant le calendrier d'ici, il y a 4008 ans de la fondation de l'Espagne, et que lui ayant, malheureusement pour elle, manqué, pendant presque tout ce temps, ce qui est une chose tout-à-fait étonante, assez d'habiles gens, en arts liberaux et mecaniques, c'est-à-dire, de bons sculpteurs, de bons laboureurs, de bons ingenieurs, et pour l'expliquer en un mot, de toute sorte de bons artistes, qui l'aient cultivée et embellie; elle s'est toujours trouvée au dessus des autres Royaumes, pour la culture des terres, pour la simetrie des chemins et des Villes, pour les bons morceaux d'arquitecture et de peinture, et finalement pour toute sorte de chef d'oeuvres. Ce qui l'a faite regarder de tout temps avee très juste raison, par dessus les épaules, par les autres nations.

     Qué tal? Yo aseguro que si Vm., Señor Redondo, hubiera sembrado estas máximas entre sus Burgaleses, hubiera adquirido más terreno, y no se quedarían hechos unos mármoles sin saber lo que les pasaba. Si Vm. les hubiera hecho creer que estas anécdotas se habían estampado en Madrid o las hubieran recibido con aquel género [92] de entusiasmo y admiración que causan en las Provincias las producciones de la Corte, aun cuando menos se entienden. Las mirarían con no menor asombro que he mirado yo esta chocante y cierta proposición que acaba de salir de los pañales de la prensa: nuestro Juzgado(12) no propone el modo de evitar el vicio y relajación de costumbres; que pueden sobrevenir, porque esto sería adelantar la malicia. Constrúyala Vm. por su vida y dígame si la aprueba aunque no sea Vm. de Religioso carácter; o si esos nobles y cristianos Burgaleses piensan en adelantar la malicia cuando con el Apóstol enseñan a sus hijos el modo de evitar la fornicación, la deshonestidad, el escándalo, y la compañía de los perversos.

     Amigo mío hasta aquí pudo llegar por ahora: son más de las once de la noche: va a salir el correo, mañana es vigilia, y la cena no admite espera, téngala Vm. hasta la semana siguiente que continuaré mis Apostillas. [93]



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Número VI

                                   Ultrajes y dicterios son regalo
de que abundan tan torpes escrituras,
siendo cada una un fuerte palo.
   En todo lo demás camina a obscuras,
y el asunto le olvida, o le defiende
con simplezas e infieles imposturas.
   Su ciencia sólo estriba en lo que ofende;
y como él diga desvergüenzas muchas,
la razón, ni la busca, ni la entiende.
                                  Jorge Pitillas. Satir.

     Cuánto estimara yo, Clientes míos, no verme ahora precisado a publicar mi confusión y mi castigo! Mas ya que vosotros tenéis la mayor parte de la culpa, también será razón que sufráis algo de la pena. Estaba yo muy satisfecho de haber concluido felizmente mis donosas apostillas, y las tenía ya dispuestas para remitirlas por la Mala de Francia a mi amigo D. Patricio Redondo, cuando aquella noche a lo mejor de mi sueño me despertó el lento ruido de no sé qué animalillos, que me pareció andaban [94] jugueteando con algún papel hacia mi estudio. Levanteme intrépido a espantarlos; y al acercarme a la puerta, oigo una voz imperiosa que me dijo: Adónde vas infeliz Apologista? No sabes que soy el Ratón Delegado del Parnaso, y que en virtud de repetidas quejas que contra ti han representado tus Clientes, envía el Soberano Apolo con todos los de mi bando a roer no solo la carta y el extracto de tu D. Patricio, sino también las apostillas que la has puesto, por ser la cosa más inútil del mundo? Piensas tú que las necesiten los Sabios, y que puedan hacer fuerza a los Patricios? Pretendes tú hacer cuadrados los redondos, y resolver un problema punto menos que imposible? Acuérdate de que has ofrecido a tus Clientes los cánones o reglas para hacer por sí mismos la apología de sus obras; y por no haber cumplido tu promesa, ni ellos se atreven a escribir para ilustrar su patria, ni nosotros podemos esperar tener mucho que roer en adelante. Desempeña, pues, la obligación que tienes contraída en esta parte; y de no hacerlo así te juro por el mismo Febo, que vendrá contra ti otra casta de ratones más sangrientos y mordaces, cuyo agudo diente, enemigo universal de todo impreso, te muerda, te raje, te despedace y te aniquile. Que, [95] no te basta el justo pero terrible escarmiento que en el mejor de tus Clientes acabas de ver esta tarde? O quieres tú probar igual fortuna?(13) Apolo te manda que lo publiques para ejemplo de todos tus alumnos. Él te guarde.

     No podré explicaros fácilmente el atolondramiento y confusión en que me dejó esta embajada tan terrible. Pero no es este solo el grave perjuicio que me habéis ocasionado con vuestras importunas y molestas pretensiones. Tenía yo un Asesor el más escrupuloso y de religioso carácter, con quien consultaba todas mis Apologías; porque [96] ya se ve, un Apologista Universal no podía carecer de persona inteligente que le corrigiese sus porques, lo uno y lo otro y los otrosí, y toda la demás jerga a que estamos sujetos los Patronos de causas tan importantes. Este buen hombre, aunque no tenía el honor de ser individuo de nuestra Cofradía, me solía enmendar la plana a dos por tres, y era preciso sujetarme a sus melancólicos caprichos, sólo con el fin de que saliesen mejor digeridas y menos agrias contra los críticos mis Apologías. Luego, pues, que me repuse algún tanto del susto de los ratones, salí volando a consultar con él lo sucedido, y lo que debería hacer en [97] lance tan apretado. Y cuando yo esperaba una resolución digna de su madurez y prudencia, le veo que se me encoge de hombros, y me dice fríamente que tiene más miedo a los ratones que la Dama más melindrosa, y que no quiere mezclarse en cosa que huela a bichos tan asquerosos; que allá me las hubiese yo con ellos, y que no contase más con su aprobación, ni asesoría, pues no gustaba de chanzas con Apolo. Ahora: cuando no me desesperé con tal respuesta, digo que puedo ser la misma Luna del Diario con sus cuernos, giba y demás agregados. Ya estuve para dar al diantre las Apologías, y dejar que se las llevase la trampa; pero después conocí que era un disparate el tener un hombre miedo a los ratones; y que aunque no tuviese Asesor debía emplear mis fuerzas en defensa de mis Clientes, tanto mejor, cuanto que viéndome solo podré usar libremente de mi genio, de mi pluma y de mis armas, en cuanto lo permiten las leyes. Verdad es, que puedo desconfiar ahora de mi suficiencia y talento; pero cuando Juan Claro y el Compadre Curro se meten a Censores de Comedias y costumbres, qué mozo de esquina no podrá ser Apologista?

     En fin, voy a cumplir, Clientes míos, con mi promesa y con el mandato de Apolo, dándoos aquí los Cánones más precisos para hacer la Apología de vuestras eruditas [98] producciones; pero tristes de vosotros, sino los observáis con la mayor exactitud y rigor: entonces no contéis ya con vuestro defensor y patrono, aunque lluevan sobre vosotros más pedradas literarias que las que merece el Factor y su Juzgado sin juicio.

     I. Como ya os supongo Escritores públicos, y por consiguiente, persuadidos a que se interesa la gloria de la Nación en la defensa de vuestras obras, deberéis emprenderla con no menos ardor y espíritu, que la de la patria, valiéndoos de todos aquellos ardides que se practican en la guerra para triunfar de vuestros enemigos.

     II. A este fin deberéis tener indispensablemente un completo surtido de todas armas ofensivas y defensivas; esto es, un abundante repuesto de estos materiales: sandeces, inepcias, pedantería, puerilidad, insulsez, chocarrería, despropósitos, majaderías, paparruchadas, ridiculeces, &c. con sus correspondientes adjetivos de pobrete, famélico, miserable, mentecatuelo, majaderuelo, &c. &c. y si no tenéis a mano el diccionario de esta ciencia, porque sin duda debe ser muy raro entre los Sabios, bastará que asistáis por un par de semanas a las aulas del Rastro, Barquillo, Avapies y la Paloma, y haced cuenta que son para vosotros lo mismo que Eugui, Barcelona y Villafeliche.

     III. Luego que sepáis que se va a imprimir [99] el escrito contra vosotros, procuraréis por medio de los Duendes de guardilla gratificar a los Cajistas de la Imprenta para lograr con anticipación un ejemplar, (aunque se imprima con el mayor sigilo) e impedir que se publique; pero sin fiaros de vuestro escribiente.

     IV. En caso de ser inútiles todas vuestras tentativas, y publicarse la obra, os será de la mayor importancia averiguar por todos los medios imaginables, quién es el Autor, aunque sea anónima, e informaros muy por menor de su patria, estado, oficio, estudios, empleo, y circunstancias, poniendo no menor cuidado en saber también si es feo, tuerto, bizco, cojo, narigudo, si gasta gorro o peluca, si es alto o bajo, flaco, robusto, sano, enfermizo, cortejante o misántropo, flegmático o colérico, frugal, glotón, o bailarín en traje de personas de provecho, &c. &c. porque además de ser estas noticias de la mayor utilidad para el Público, son también la llave maestra para abrir las puertas al discurso y hacer enteramente despreciables a vuestros impugnadores: y así qué impresión podrán hacer en el ánimo de vuestros lectores las más sólidas y convincentes razones de vuestro Antagonista, si les hacéis ver que éste es un hombre mal configurado, tuerto y enfermizo? Quién dudará que una demostración contra vosotros no puede [100] salir tan bien peinada de un cerquillo como de una peluca blonda? Deberéis, pues sembrar vuestras Apologías de unas noticias tan importantes; en la inteligencia de que no admitiré disculpa en la transgresión de este Canon esencialísimo.

     V. Ya instruidos en estos preliminares, pasaréis al examen de vuestra impugnación, comenzando, ya se ve, por la portada de la obra, en la que os será fácil hallar algún retruecanillo o paranomasia con que hacerla ridícula: por ejemplo, si se intitula Carta gratulatoria, os vendrá de perilla el llamarla Garrulatoria, si es Apologética la haréis Apoplética, si se llama Crítica la añadiréis los pegotes de pseudo, semi, hiper, anti, panto, haciéndolos venir al caso contra el Autor; y cuando nada de esto halléis, sois libres para fingirla el título que os diere gana, con tal que sea poco favorable al Autor.

     VI. Luego que salgáis de la tremenda portada, entrad con satisfacción por el cuerpo de la obra, y haced de él una entera disección anatómica: esto es, separad la piel, las membranas y la carne, pero dejad intactos los nervios y los huesos, porque suelen ser muy duros y malos de roer.

     VII. Hecha así la disección os deberéis valer del cálculo algebraico para el cómputo del ripio, de la materia y del vacío; y poco importa que os excedáis algún tanto en [101] la suma, aplicando las tres partes al ripio, dos a la materia y otras tantas al vacío, y de esta suerte tendréis formado un esqueleto, que por no verle os darán la razón de buena gana: pero os guardaréis de parecer que tenéis espíritu analítico y calculador, porque esto, aunque parece el carácter de nuestro siglo, debe ir disfrazado, y con mucho disimulo.

     VIII. Observaréis con el mayor escrúpulo si vuestro adversario usa en su escrito de algún terminillo o palabra propia, o alusiva a algún oficio mecánico: v. gr. si halláis esta voz zurras, le llamaréis zurrador; si veis algún terminito Griego, le llamaréis Polígloto, Pansofo o Biblioteca con patas: y cuando esto os falte no os faltará motivo para llamarle con su cierto retintín Crítico, erudito, eruditillo, pues estas palabritas repetidas de tres en tres líneas son el alma del asunto, y hacen a todos palos.

     IX. Si se os pide la explicación de algún pasaje obscuro, o de algún mal Latín o Castellano, entonces diréis que no queréis gastar la pólvora en salvas; que se conoce que no lo entienden, que estudien más, u otras expresiones a este modo, que den bien a conocer vuestro supremo Magisterio.

     X. Cuando para rebatir alguna proposición vuestra, os citen Autores en contrario, o bien se os haga ver, que los que vosotros habéis alegado se engañaron, o hablaron [102] en opuesto sentido, no os embaracéis con estas bagatelas, antes bien aquí os vendrá a pelo una mediana descarga de aquello de erudito, pedante, &c. &c. Y lo mismo haréis si os arguyen de suerte, que no halléis fácil salida a la objeción; y para que se os crea sobre vuestra palabra, bastará decir que no saben Lógica, o que aquella no es ilación legítima contra vosotros.

     XI. Guardaos muy bien de responder a vuestro Antagonista con ingenuidad y sencillez, y de confesar que os habéis equivocado, porque esto es imposible; y no quisiera él otra cosa para teneros por inconstantes y poco firmes en vuestro parecer; antes bien defended vuestra opinión a toda costa, ateniéndoos siempre a la sentencia de Pilatos.

     XII. Para dar a vuestra Apología todo el peso y autoridad necesaria, para que nadie se atreva a presumir siquiera que no tenéis razón en cuanto en ella digáis, es indispensable que averigüéis y estéis enteramente ciertos de que habéis vendido por lo menos tres ejemplares de la obra que apologizáis, en cuyo caso podréis seguramente contar con un voto tan decisivo como el del Público, y decir a vuestro impugnador que vuestra obra se ve aplaudida y estimada, que anda ya de mano en mano, y de zaguán en zaguán; que ha hecho infinito [103] bien al Estado y a las familias particulares; y os aseguro a fe mía, que nadie vaya a tomar los votos a la multitud para saber si mentís en ello redondamente.

     XIII. Tampoco os será perjudicial, sino muy útil para comprobar vuestra satisfacción, el que retéis públicamente a vuestro Antagonista, y no como quiera, sino diciéndole que tenéis gana de quebrar en él un par de lanzas, sin que sea vuestro ánimo el quitar su empleo a los Picadores de vara larga Ximénez, Ortega, Solís o Cordero, pues aunque no tengáis valor para poneros delante de una oveja con cuernos, nunca podrá ofenderos estando prevenidos y listos los cañones, morteros, pólvora y metralla.

     XIV. Para que le hagáis callar más que de gana, deberéis decirle con toda circunspección, y en tono de corrección fraterna y caritativa, que se vaya con tiento porque sino... y cuidado con los seis puntitos, porque en esto está todo el busilis de la quisicosa.

     XV. Mas como hay algunos genios de tal catadura que no se asustan por pocas cosas, si fuere tal vuestro adversario, y no quisiese ceder a la fuerza de vuestras razones; en este apuro os aconsejo que no habrá otro remedio más eficaz, que coger cualquiera de sus cláusulas o palabras, sean las que fueren, y dándolas vosotros el sentido [104] que se os antoje, decirle con toda gravedad que tal o tal expresión huele a chamusquina, o a trapo quemado: que yo os aseguro que con esta jeringa o jerigonza tan activa, no le quedará en el cuerpo una pizca de humor atrabiliario.

     XVI. Aunque en mi Canon III escritorial os tengo intimado que no copiéis palabra de cualquiera otro Escritor, por miedo de los Anacletos de Leta, y porque no os traten de plagiarios; esto no habla con vuestras Apologías, o con las repulsas que hagáis de otras; porque en este género de escritos podéis aprovecharos francamente de cualquiera otra obra, sea la que fuere, sin obligación de restituir, como ya lo habéis visto practicado por un compañero vuestro que me pidió licencia, y se la concedí para escribir contra mi Número II, y copiar a la letra muchas páginas enteras de cierta obrita(14), lo que así hizo muy a [105] mi satisfacción en la Justa repulsa que publicó en defensa de las inmortales Adiciones al Quijote. Aprended de paso a ser generosos, y aprended también a ser Escritores, sin más trabajo que transformar a la Madre Abadesa del Convento de la Magdalena de la Ciudad de Victoria en D. Policarpo de Chinchilla.

     XVII. Si acaso hubiere alguno entre vosotros tan modesto y comedido, que juzgase más acertado no responder a nadie imitando a algunos Ingenios Gigantes del primer Batallón, a cuya frente se halla Juan Claro, tenéis un buen recurso volviendo a poner carteles pintados de vuestras obras en los que diréis que respondéis a semejantes folletos aunque no hayáis añadido, ni mudado una letra; o poned un [106] prólogo pegadizo de cortas líneas, en que digáis, con profunda humildad, que os degradaríais de responder a la ridícula caterva de criticastros, que no hacen otra cosa que morder y babosear, más que censurar, vuestras obras, y haréis con esto una bien palmaria demostración de que estas críticas, y estos criticastros no tienen jurisdicción ni aun sobre los borrones de vuestros escritos.

     XVIII. Últimamente, para que ninguno de vosotros se atreva en lo sucesivo a quejarse de que soy escrupuloso y nimio en los preceptos que os doy, ligándoos precisamente a su literal observancia, así como os impetré facultad para escribir, aun sin los necesarios requisitos, la he conseguido igualmente, y os la concedo amplísima para apologizaros a vuestro gusto, y para alterar, trastornar, pervertir y torcer, como quisiereis, cuanto se escriba contra vosotros; para que podáis libremente entender al revés las ironías, y al derecho las sátiras y sarcasmos: y en fin, para que veáis mi generosidad, por esta mi ordenanza en fuerza de Ley, os hago participantes del privilegio exclusivo que tenía concedido a los beneméritos Arandilla, Claro y Curro, para que sin ser Teólogos Eruditos, ni Licenciados, seáis acérrimos defensores de la Iglesia, con tal que no propongáis el modo de evitar el vicio y relajación de costumbres, [107] sino que pintéis muy al vivo los que están en práctica para aumentar la inocencia: o sino haced cuenta que predicáis un Sermón, y que persuadís a vuestros oyentes, que las críticas y sátiras son producidas por el enemigo común, y que son otras tantas tentaciones del demonio, aun que por otra parte prevengáis bastimentos y municiones con abundancia para no hacer caso de charlatanes.

     Ya pues tenéis cumplido vuestro gusto, mi promesa y el soberano mandamiento de Apolo. Ahora aunque soy solo, no por eso dejaré de notar menudamente, y advertir al Público vuestra observancia o transgresión de mis Cánones, así Escritoriales, como Apologéticos, en la inteligencia de que si alguno de vosotros se atreviese a quebrantarlos, no espere que yo piense en protegerle y salir a su defensa: pues de algún modo habéis de pagar también el susto que me dieron los Ratones, y el mayor trabajo que me cuesta el estar sin Asesor.

     Nota. Acuérdome de que uno de vosotros me ha hecho la advertencia de que necesitabais, y habíais extrañado que no os diese alguna instrucción para la ortografía que debíais seguir en vuestros escritos. Estimo la advertencia, y confieso que me olvidé de ello. He visto la que ha publicado la Real Academia Española; pero esta yo no sé si está en uso, pues oigo que uno de [108] sus respetables Individuos no la observa. Sea lo que fuere, vosotros deberéis pensar que sois libres en esto: y si alguno os quisiere molestar delatándoos a aquel Tribunal, valeros del patrocinio del Theatro Hespañol y de su Prólogo con apostillas; y si esto no os sirve, declinad jurisdicción y apelad en toda forma al Supremo Juzgado Casero, que os dará entera libertad para escribir ad pedex litteræ, Bersabé (Dama incógnita por este nombre) Vailes Individuos, y otras mil lindezas que se hallan a docenas en todas sus Censuras.(15)

     También os advierto, Clientes míos, que me han sido de mucho agrado los apodos y dictados con que me habéis condecorado en varios de vuestros papeles; pero para que no erréis en adelante, debo deciros que ya no soy de carácter Religioso; que no soy Padre, ni hay razón contra mí; que no uso de Correa, aunque tengo mucho aguante; que se me han disminuido las narices, pero no el sentido: y así de ahora en adelante, tendréis que hacer nuevas averiguaciones de mi estado, empleo, figura y demás motes que hayáis de ponerme; pues faltando las personalidades a vuestros escritos, ya no serán de mi aprobación.

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