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Mayo

Santa Cruz - Pentecostés - San Isidro


El 3 de mayo se celebra la Invención de la Santa Cruz. Hacia el último cuarto del siglo XVI los mercaderes de Quito habían organizado una Cofradía en la llamada Ermita de la Santa Cruz de Iñaquito, que se transformó después en la iglesia del Belén. Ese día el Cabildo iba en procesión para celebrar la Misa Cantada de la fiesta de la Cruz, que al principio se hacía con mucha solemnidad. Sánchez Solmirón observa con pena que iba decayendo la devoción a principios del siglo XVII.

La devoción a la Santa Cruz se había, en cambio, ahondado en el corazón de los indios, desde que el ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña impuso a los párrocos   —282→   y doctrineros que inculcasen el culto de la Cruz como antídoto a las supersticiones. En algunas partes no hay indio que no tenga su cruz en su casa. El 3 de mayo llevan las cruces a la iglesia para la misa de fiesta. En las cercanías de las parroquias se levanta la Cruz de madera, en torno a la cual imponen adornos de ramas y de flores el día que recuerda la Invención de la Santa Cruz. No es raro sobreponer a la cubierta de las casas una cruz de barro con reminiscencia de un toreo.

La Pascua de Pentecostés se había vuelto ritual para el Cabildo. Ya en marzo de 1549 los señores del Ayuntamiento «acordaron y mandaron que todos los vecinos de la ciudad fuesen obligados a estar y residir en ella todas las Pascuas del año, que son la Resurrección y de Espíritu Santo y Navidad y día de Corpus Christi y Semana Santa y vengan y residan y estén en la ciudad so pena de cincuenta pesos de oro de minas al que lo contrario hiciere»34. A la misa del Espíritu Santo, celebrada en la catedral, concurría el Cabildo con el Pendón Real, cuyo portador era nombrado oficialmente en una sesión. En 1573, por dificultades suscitadas entre la Audiencia y el Cabildo, se pretendió suprimir los festejos populares de Pascua de Pentecostés. El Cabildo reunió entonces a sus miembros y salió en defensa del costumbrismo pascual con el siguiente acuerdo: «Porque a su noticia es venido que estando mandado jugar y correr toros y que se regocije la ciudad y que ahora se ha impedido el   —283→   no hacer lo susodicho, acordaron que se dé pregón público, que todos los vecinos y moradores estantes y habitantes en esta ciudad vengan a la plaza pública hoy y mañana a caballo o a pie y se regocijen por lo susodicho, y en cumplimiento de la carta real que su Majestad a este Cabildo escribió y por honra de la dicha esta fiesta y Pendón Real, so pena del que el que no saliere, se procederá contra él conforme a derecho, y así lo acordaron y firmaron y que haya caretas y toros y luminarias.»

Para el 15 de mayo, estableció una capellanía de misa cantada con cirios y música el Maestre-escuela don Juan de Villa, en honor de su Santo Compatriota San Isidro Labrador, patrono de Madrid, a quien invocan especialmente los agricultores y enfermos de calenturas. Nacido a fines del siglo XI, San Isidro ejerció el oficio de agricultor hasta la edad avanzada de noventa años. Su vida de sencillo campesino estuvo rodeada de hechos milagrosos que le convirtieron en el santo más popular de Madrid. Su cuerpo se conserva incorrupto en la catedral de su ciudad natal. Con vista al cadáver momificado lo describió Lope de Vega en las siguientes quintillas:


«Era Isidro alto y dispuesto,
bien hecho, humilde, ojos claros,
en ver y vergüenza raros,
de andar suspenso y compuesto.


El cabello nazareno,
bien puesta la barba y boca,
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ni en grande exceso ni poca,
él rostro alegre y sereno,
que la risa es siempre loca


la voz entre dulce y grave,
tratado, blando y suave...»



Rodríguez de Ocampo, al describir el templo de Santo Domingo en 1.650, señala la Capilla consagrada «a San Isidro, con cofradía de los labradores.»




Junio

San Antonio de Padua - Corpus Christi - San Juan Bautista - San Pedro y San Pablo


El 13 de junio, día consagrado a San Antonio de Padua, se caracteriza por la procesión con azucenas y el reparto del llamado pan de San Antonio. Rodríguez de Ocampo menciona en 1554 la Cofradía de éste Santo organizada en San Francisco, que mantenía una misa cantada cada mes y daba 24 pesos de limosna al año. La popularidad de su culto se demuestra en el gran número de imágenes representativas de San Antonio. Los franciscanos propagaron, durante la colonia, la devoción a Nuestra Señora de Chiquinquirá, por razón de hallarse la imagen de San Antonio pintada junto a la Virgen.

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La devoción al Santísimo introdujeron los españoles desde que se establecieron en la América. En las primeras actas del Cabildo de Quito consta la Cofradía encargada del culto al Señor Sacramentado. La inasistencia de los miembros del Cabildo a las sesiones reglamentarias era castigada con multa de una libra de cera, que se la empleaba en el culto al Santísimo. En el Sínodo de 1570, el ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña ordenó a los Doctrineros que enseñaran a los indios a saludar con la fórmula de «Alabado sea el Santísimo.» Sánchez Solmirán consigna el origen del Jubileo de las Cuarenta Horas, que comenzó a celebrarse en la iglesia catedral desde principios del siglo XVII. «De pocos años acá, dice, comienza el jubileo de las 40 horas, descubriéndolo (al Santísimo) el día de la fiesta (de San Jerónimo, 30 de septiembre) antes de Prima y otros dos días siguientes y encerrándolo acabadas las Vísperas con procesión cada tarde por el cuerpo de esta iglesia (catedral) con el Señor y el bulto del Santo. Para estos tres días (fuera del 30), pone esta Fábrica la mitad de la cera y la otra mitad la ciudad por el tiempo que durare el jubileo»35. El jubileo de Exposición del Santísimo a la veneración de los fieles practicaba la Compañía durante los días de Carnaval. Andando el tiempo ha llegado a organizarse el turno de las Cuarenta Horas, retrocediendo de Carnaval el tiempo correspondiente al número de iglesias públicas y semipúblicas de Quito y las demás capitales de Provincia.

La devoción al Santísimo culmina en la fiesta litúrgica de Corpus Christi. Es la última de las fiestas movibles que se relacionan con la Pascua. Se celebra en jueves, sesenta y un días después de la Pascua.

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El Cabildo de Quito aceptó esta fiesta como de asistencia obligatoria. Entre las ordenanzas aprobadas el 30 de junio de 1568 y ratificadas por el Consejo de Indias, consta la siguiente: los Señores del Cabildo «dijeron que por cuanto desde que esta ciudad se pobló y fundó, la Justicia y Regimiento de ella han estado en posesión y costumbre y tienen por preeminencias de tomar y sacar las varas del palio cuando sale en Santo Sacramento así el día de Corpus Christi como su ochavario y Jueves y Viernes Santo y otras procesiones y fiestas y días señalados y han tenido y tienen esta preeminencia, así en la iglesia mayor de esta ciudad como en todos los monasterios de ella, donde los del dicho Cabildo se hallan presentes... ordenaron y mandaron que de aquí adelante gocen y se les guarde y tenga la dicha preeminencia»36. El Cabildo fue celoso conservador de esta costumbre y año tras año, en sesión ordinaria, nombraba a los Diputados que debían vigilar el adorno de las calles y compostura de altares para la procesión de Corpus. En la sesión el 13 de mayo de 1616 se dispuso que los Comisionados «previniesen las Comedias y lugares para ellas», como «también se trató que hagan toros y juegos de cañas para la fiesta del Espíritu Santo por serlo de la ciudad.»37 Sánchez Solmirón describe detalladamente el ceremonial que se observaba en la catedral de Quito en la fiesta de Corpus y su octava. Cuenca y Loja han conservado la práctica del Septenario, o sea la celebración, durante la Octava de Corpus, de fiestas solemnes cada día, a cargo de entidades sociales de solvencia económica.

El ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña, en las Constituciones del Sínodo de 1570, advierte a los Curas Doctrineros de indios a propósito del culto al Santísimo:

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«Porque el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se celebra en memoria de Jesucristo y de su Sagrada Pasión y Resurrección y entre estos indios que miran mucho lo que ven hacer a los cristianos, conviene que se trate este Sacramento con gran veneración y muestra de la adoración-latría- que al verdadero Dios se debe»38. Esta precaución del Señor de la Peña prevenía un peligro: Los indios habían aceptado la fiesta del Corpus con gran entusiasmo, por coincidir quizá con el tiempo de solsticio, en que comienzan a madurar los cereales y se inician las cosechas. Aprovechaban de la solemnidad cristiana de Corpus para introducir sus prácticas supersticiosas. Esta costumbre era general entre los indios del Incario, como se echa de ver por la Constitución 95 del Concilio Provincial de Lima de 1567, donde se legisla lo siguiente: «Los indios recién convertidos procuran también celebrar algunas fiestas y solemnidades, que durante el año dedican los fieles a Nuestro Redentor y a los Santos, señaladamente la solemnidad de Corpus Christi; pero no faltan quienes, persuadidos del demonio, con el pretexto de celebrar nuestras fiestas y fingiendo el Cuerpo de Cristo, rinden culto a sus ídolos. Por lo cual, el Santo Sínodo exhorta a todos los sacerdotes encargados de los indios y les amonesta que con prudencia y sagacidad tengan cuidado de investigar e impedir que fiestas tan sagradas para los católicos, principalmente la de Corpus Christi, se conviertan en objeto de burla para quienes son aún meros instrumentos del demonio. Ya ha sucedido que, cuando según la costumbre de la fiesta de Corpus, llevaban los fieles sus imágenes en las andas, los indios ocultaban entre las imágenes sus ídolos».39

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Los indios han conservado hasta el presente su adhesión tradicional a la fiesta de Corpus. Es la máxima solemnidad de las parroquias rurales. Cada año el párroco señala los priostes responsables de la fiesta del año siguiente. Los priostes a la vez reclaman la colaboración de sus amigos para la compostura de la iglesia, el estipendio de la Misa, el canto del coro, el sermón, las ceras y las flores, los comestibles y bebidas. El tiempo intermedio entre la misa y procesión se entretiene el pueblo con regocijos folklóricos, como el baile de danzantes, el palo encebado, la banda de música. La procesión se integra con pendoneros que se renuevan en cada fiesta anual.

La ciudad de Cuenca se distingue por su devoción al Santísimo, que extrema la manifestación de culto durante el Septenario. Cada día de la Octava de Corpus corre por cuenta de una asociación gremial o de un prioste, que se esmera en elegir al predicador y arreglar la iglesia catedral. Corpus ha consagrado el nombre de Chagrillo, mezcla de una cantidad de flores. «Se usa del chagrillo en la festividad del Corpus Christi y en otras solemnidades religiosas, para sembrar de pétalos las calles de la ciudad por las que ha de ir en procesión el Santísimo Sacramento. En los días de nuestro peculiar y suntuosísimo Septenario, se sabe quienes son los priostes que toman de su cuenta el generoso y espléndido gasto de la función, con sólo seguir la cinta de Chagrillo, hecha de millares de flores, de retama, que parte del atrio de nuestra catedral y termina dentro de la casa del prioste»40.

La festividad del Corpus ha trascendido hasta el hogar. Los padres de familia calculan sus ahorros para procurar que los hijos estrenen un vestido nuevo el   —289→   día de la fiesta. En la mesa familiar abundan los dulces de Corpus, arepas, rosquillas, bolas de maní, bizcochuelos, quesadillas y suspiros, sin que falte tampoco el clásico champuz41.

Corpus con su octavario preparaba la fiesta de San Juan Bautista, que celebra la liturgia el día 24. No hay indicios del folklore español, que asigna a esta fiesta el origen de la verbena estival. En cambio, se volvió popular entre nosotros la fiesta, de San Juan, por asignar esa fecha para el pago semestral que debían hacer los indios a sus encomenderos. A los pueblos concurrían los recaudadores de impuestos y los mercados se llenaban de artículos de toda clase. Los regocijos de Corpus se prolongan hasta la fiesta de San Juan, y parece que dieron origen al Sanjuanito, «nombre de una música sumamente popular, que incita a un baile general y muy movido, sin embargo de un cierto aire melancólico que domina en toda ella»42.

El 29 de junio se celebra la de fiesta de San Pedro y de San Pablo. Sánchez Solmirón describe ampliamente   —290→   la forma de celebrar esta fiesta en la catedral de Quito. El 28 de junio de 1627 se organizó la Cofradía de San Pedro con el personal del Cabildo. En los Estatutos se prevenía la atención a los cofrades, cuando estuvieren enfermos y luego el entierro en nicho de la cripta construida por la Cofradía. Esta, además, se interesaba por la fiesta anual de San Pedro. Aunque al principio constaba de sólo sacerdotes, fueron después aceptados también los seglares, que podían pagar la cuota correspondiente a los beneficios que reportaban los cofrades. Llegó a ser la principal Cofradía de Quito.

Desde 1627 en adelante la fiesta de San Pedro revistió solemnidad extraordinaria. Cada año se señalaban los priostes, así como el mayordomo que debía llevar cuenta de los gastos. Por el descargo anual se puede adivinar el ritual seguido en cada fiesta de San Pedro. Se pagaban 20 pesos por estipendio de la misa, 8 al predicador, 40 al cohetero por un castillo, voladores de seis truenos y truenos de a medio; 4 al maestro de capilla y 12 reales a los cajeros, clarineros, pifaneros y chirimiadores que componían la orquesta; 3 pesos para las luminarias de la torre durante la víspera; 4 pesos para sacristanes y campaneros; 6 pesos para pomas de ámbar y 40 pesos por 250 velas de cera de vallas y hacha galanas. Cuando se instaló la imprenta se comenzó a repartir invitaciones, cuyo costo se hace constar también en los gastos ordinarios. Se menciona asimismo el Albazo con repique de campanas y piezas de música.

En los pueblos rurales acostumbran celebrar la víspera de la fiesta de San Pedro con formación de hogueras sobre las cuales saltan los muchachos con aire de regocijo. Estas fogatas, antes que una supervivencia de rito indígena, parecen evocar el recuerdo de la hoguera, a cuya llamarada fue reconocido San Pedro por discípulo de Jesús en la noche de la Pasión.

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A propósito de fogata, no hay fiesta popular cuyas vísperas carezcan de la chamiza, hacinamiento de ramas secas, que se encienden para iluminar las plazas donde el pueblo escucha los sones de la banda y contempla los fuegos pirotécnicos.




Julio

Visitación de Nuestra Señora - Santiago Apóstol - Santa Ana - San Ignacio


El 2 de julio, fiesta de la Visitación de Nuestra. señora se cantaba en la catedral un Manual instituido por la familia Suárez de Figueroa en el altar de Nuestra Señora de la Antigua. Había también Misa solemne en la Capilla del Rosario y en la Recoleta en honor a Nuestra Señora de la Escalera. Cuándo esta Santa Imagen fue trasladada al templo de Santo Domingo, se continuó celebrando su fiesta el día de la Visitación de nuestra Señora.

El 25 de julio se celebraba en la catedral la fiesta del Apóstol Santiago, Patrón general de España y de las Indias Occidentales. Al principio los españoles bautizaron a Quito con el nombre de Santiago e impusieron el mismo nombre a Guayaquil, Chimbo y Gualaceo. En esta última población se ha conservado el culto al Patrón Santiago celebrando su fiesta con pompa inusitada y con el costumbrismo tradicional de   —292→   luminarias, volatería y procesión con música, pendones y danzantes. Se lo representa montado en su caballo y portando una bandera.

El culto a Santa Ana comenzó muy pronto en la catedral de Quito. El 23 de agosto de 1564, el Cabildo Eclesiástico cedió al Contador Francisco Ruiz y a su esposa Ana de Castañeda, el sitio que hoy ocupa el retablo de la Santa. En el acta se hace constar que desde años atrás se hacía ya la fiesta de Santa Ana, y que desde entonces se la organizaba con capellanía perpetua. El patrón de la capilla se comprometía a construir el retablo y dotarlo de imágenes43.

La Ciudad de Cuenca fue denominada desde su fundación con el título de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, lo que motivó que la devoción a la Santa se tornase popular. Santa Ana es invocada por las mujeres durante su maternidad y por las estériles que anhelan ser madres.

El padre Pedro de Mercado refiere, en general, que, en el templo de la Compañía, «siendo del gran Patriarca San Ignacio, era más claro que el día que en llegándose el de su fiesta la celebrasen sus hijos con la mayor devoción y el más crecido aparato que pudiesen».

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Respecto al modo popular de celebrarla, puede colegirse de una resolución del Cabildo, del 28 de julio de 1610. Ese día acordó «hacer fiesta de toros y juego de cañas con mucha demostración de alegría y regocijo», en honor de San Ignacio. Debía invitarse a la Audiencia y al Obispo para la festividad. Previno, además, «que el Mayordomo de la ciudad hiciese hacer cantidad de puyas de hierro para los toros y asimismo comprase seis arrobas de colación y una botija de vino de la tierra; todo lo cual gastase de los propios de la ciudad»44.




Agosto

Santo Domingo - Asunción de Nuestra Señora


El ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña interpretó un hecho social al formular la siguiente constitución en el Sínodo de 1570: «Nos por la obligación que estos indios tienen a todos los santos y a los bienaventurados Santo Domingo y San Francisco, cuyos religiosos han trabajado y trabajan en la conversión de estos naturales, por lo cual les mandamos guarden el día de Todos los Santos y Santo Domingo y San Francisco»45. La vinculación de los dos Patriarcas en el apostolado remonta a la vida misma de los santos Fundadores. En la conquista espiritual de América se afianzó esta unión en la labor evangelizadora de los indios.

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En el Capítulo Provincial, celebrado en Quito en febrero de 1613, se hace constar la ordenación que sigue: «Ordenamos y encarecidamente mandamos a todos los religiosos de nuestra Provincia, que tanto en los conventos como en las Doctrinas reciban con gran liberalidad y caridad a todos los Padres y Religiosos de la Orden Seráfica de Nuestro padre San Francisco y así como Abraham recibió a los Ángeles y aún les instó que fuesen sus huéspedes, así traten a dichos venerables Padres con afecto de caridad y fraternidad»46. Igual ordenación se repite en el Capítulo Provincial de 1618, en que fue electo Provincial el padre fray Pedro Bedón.

El padre Bedón representó esta fraternidad dominico-franciscana, ideando la imagen de Nuestra Señora del Rosario, que tiene a sus pies a Santo Domingo y a San Francisco, en actitud de recibir, respectivamente, el Rosario de manos de la Virgen y el Cordón de mano del Niño Jesús. Esta representación iconográfica contribuyó sin duda a estrechar los lazos de fraternidad entre las familias religiosas y a unirse en la labor de apostolado en bien del pueblo.

Este afecto fraternal se tradujo en la costumbre tradicional de que en la fiesta de Santo Domingo oficiaran los Franciscanos y en la de San Francisco, los Dominicos, con el ritual del albazo en las dos iglesias, los repiques de campanas para la misa, el intercambio de predicadores y el almuerzo de fiesta. Durante la Colonia la fiesta de los Patriarcas se celebraba con inusitada pompa, que no fue interrumpida por el cambio de emancipación política. El 13 de junio de 1858, los padres Francisco Javier Piedrahita, prior del Convento Máximo de Santo Domingo y fray Antonio Proaño,   —295→   Guardián de San Francisco, suscribieron un convenio en el que, tras de afirmar la fraternidad de las dos familias religiosas, acordaron «extinguir la costumbre de hacer boda para recibir a la comunidad Dominicana en el Convento Máximo Seráfico y en la de Santo Domingo a la de San Francisco en los días de las prenotadas fiestas», limitando la atención a los celebrantes y al predicador, como se hace hasta el presente.

La Iglesia Catedral de Quito tiene por titular la Asunción de Nuestra Señora, que se celebra el 15 de agosto. La devoción al Tránsito de la Virgen se impuso, desde el principio, a la piedad del pueblo ecuatoriano. El arte religioso, que traduce la inquietud espiritual del pueblo, representó este privilegio mariano en triple etapa, a saber, la muerte de Nuestra Señora, su Asunción al cielo y su Coronación en la gloria. Abundan los grupos de la Virgen recostada sobre el lecho con los apóstoles que la rodean; la Virgen en vuelo a la vista de los Apóstoles que la contemplan ascender y la Virgen coronada por la Trinidad. Del primer grupo hay en el Carmen antiguo una representación de tamaño natural que se exhibía durante el quincenario, en el presbiterio de la iglesia. Del segundo, es buena muestra el Tránsito de Caspicara, que corona el retablo de San Antonio en el templo de San Francisco y del tercero, existe un conjunto escultural en el nicho superior del retablo del Carmen Moderno.

De la popularidad del culto a la Asunción de Nuestra Señora hay un testimonio oficial del Episcopado   —296→   Ecuatoriano, el cual en Sínodo celebrado en Quito, en 1871, pidió a Pío IX que, después de haber declarado dogma la Inmaculada Concepción, declarase también el de la Asunción de María. «España, dijo, insigne por su fe católica y su piedad. religiosa, estableció en la América, la preclara devoción a la bienaventurada Virgen llevada al cielo. A España debe la República Ecuatoriana la singular devoción a la Virgen María, para la celebración de cuyo glorioso Tránsito se preparan los fieles desde el primero de agosto con prácticas de piedad y culto.»




Septiembre

La Natividad de Nuestra Señora San Jerónimo


El 8 de septiembre celebra la liturgia la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora. Popularmente se denomina la fiesta de la Niña María y en su día se festejan las mujeres que llevan el nombre de María.

Al 8 de septiembre, día de la Niña María, se vinculó un hecho, que dio origen de una resolución oficial del Cabildo de Quito. El 8 de septiembre de 1575 el Volcán Pichincha hizo una erupción, acompañada de muchos truenos y relámpagos. El cielo de la ciudad se cubrió de ceniza en forma de convertir la mañana de ese jueves en noche oscura. La población acudió a la intercesión de la Madre de Dios y a eso de las once cayó una lluvia que deshizo la cerrazón de la ceniza y comenzó a lucir el sol. El Cabildo de Quito, en reconocimiento del hecho acordó que en adelante, todos los años, acompañaría al Obispo y su Cabildo en   —297→   la procesión que se haría las Vísperas y luego el día 8 de septiembre, a la iglesia de Nuestra Señora de la Merced, donde se celebraría lana misa solemne, «dando gracias por el beneficio que se ha alcanzado»47.

Desde 1844 se ha establecido en San Miguelito de Píllaro la fiesta de la Niña María, con romerías devotas de los pueblos circunvecinos.

En Loja se celebra la fiesta tradicional de Nuestra Señora del Cisne, que se caracteriza por la famosa feria, a donde concurren negociantes de la Provincia del Azuay y del norte del Perú.

La devoción popular a la Niña María se tradujo en numerosas representaciones iconográficas. Se la representó generalmente en edad de niña en las faldas de Santa Ana o llevada por las manos entre Santa Ana y San Joaquín. Algunas veces sola y de tamaño, por lo regular, pequeño.

El 2 de abril de 1590, hallándose afligida la ciudad con muchos temblores, pestes y enfermedad del tabardete, acordó el Cabildo recurrir a la protección de un Santo, tomándolo como abogado. Para elegir a uno se echaron suertes sobre veinticuatro de los más conocidos y la suerte recayó en San Jerónimo, al que se tomó en adelante por protector de la ciudad. El Cabildo se preocupó cada año de cumplir el juramento, como se puede observar del acuerdo del 28 de septiembre de 1595. «En este Cabildo se trató que por   —298→   cuanto esta, ciudad tiene hecho voto de celebrar la fiesta del bienaventurado San Jerónimo, a quien esta ciudad tiene por Patrón y Abogado; por tanto acordaron y mandaron que se haga la fiesta con toda solemnidad y se halle toda la ciudad, Cabildo y vecinos de ella en Vísperas y Misa y procesión y se pregone que todos acudan a la procesión y misa y sermón y se aderece y cuelgue la plaza por donde a de andar la dicha procesión y asimismo se haga fiesta de toros y juego de cañas a la solemnidad de la dicha fiesta, y así lo acordaron»48. El 11 de noviembre de 1596 el Cabildo hizo presente que hasta entonces no se había hecho el retablo para la imagen del Santo protector y acordó nombrar una comisión que se entrevistase con el ilustrísimo señor Luis López de Solís para resolver este asunto. El Obispo, de acuerdo con el Capítulo, cedió para el efecto la capilla de la Inmaculada Concepción, donde debía hacerse el retablo de San Jerónimo.

El Cabildo, en la sesión del 20 de septiembre de 1614, «trató de la fiesta de San Jerónimo votiva de la ciudad y se acordó se haga con toda solemnidad conveniente y se encarga y pide al padre Juan Sánchez Rector del Colegio de San Luís en la Compañía de Jesús, predique el sermón de aquel día y se nombran por Diputados para convidar la Real Audiencia y los conventos y hacer adornar la plaza y los altares y la música de ministriles y que haya toros y cañas, a Andrés de Orosco Guzmán y al Procurador General de esta ciudad»49



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Octubre

Rosario - San Francisco - San Lucas - San Rafael


Aunque el 7 de octubre recuerda la fecha histórica de la victoria de Lepanto, obtenida por la intercesión de Nuestra Señora del Rosario, sin embargo la fiesta del Rosario se celebra el primer domingo de octubre. El Rosario es la devoción mariana tradicional y popular. La celebración de la fiesta corría a cargo de la Cofradía del Rosario, una de las mejor organizadas durante la Colonia. La Cofradía se inauguró en Quito en 1563. En 1588 el padre Bedón redactó sus estatutos, que los comenzó a cumplir en todos sus numerales. Transcribimos a continuación el que se refiere a las fiestas propias de la Cofradía con su folklore especial. «En cinco días del mes de julio de mil quinientos y ochenta y ocho... el sobredicho Padre, con acuerdo de los demás veinticuatro, invocando primeramente el favor de Jesucristo y de la Virgen Soberana, fundadora de esta dicha Cofradía ordenó lo siguiente: primero que de las fiestas de Nuestra Señora50 pertenecientes a la Cofradía conforme a las constituciones y de las que se contienen en los misterios del Rosario, celebrasen en particular estas cinco fiestas, en las cuales hay jubileos concedidos a la dicha Cofradía; la primera, el segundo domingo de abril, que es tiempo de rosas, para que conforme la advocación can el tiempo, según se usa en   —300→   Italia y otras partes de la cristiandad; la segunda, sea el primer día de Pascua de Navidad; la tercera el día de la Circuncisión, donde ganan jubileo Plenísimo; la cuarta, el Viernes que llaman de Lázaro, que es después del domingo de Pasión y ésta celebren haciendo procesión del misterio doloroso de la calle de la Amargura y salgan los cofrades veinticuatros con sus túnicas negras e insignias necesarias al dicho paso y los demás cofrades veinticuatros y otra gente principal salgan con sus túnicas moradas y cruces en los hombros, por el orden que los mayordomos dieren; la quinta, la mañana de Pascua de Resurrección, saliendo en procesión con la imagen de Cristo Resucitado y encontrarse con su deseada Madre, representando el Misterio Glorioso y que a estas fiestas acudan todos los veinticuatros a comulgar en la Capilla de la dicha Cofradía. Lo segundo ordenó que estos días todos los dichos veinticuatros acudiesen con sus cirios a Vísperas y a la misa y procesión si no estuviesen legítimamente ocupados.»

El padre Bedón, después de los estatutos de la Cofradía, consignó la lista de las gracias espirituales, que se le concedían al cofrade por el rezo del Rosario. Esta riqueza espiritual vinculada a una práctica de piedad tan fácil contribuyó a popularizar la devoción al Rosario en familia.

El Rosario, por la serie de sus misterios meditados, fue una fuente de inspiración artística. Los mejores escultores y pintores pusieron su habilidad al servicio de la Religión, representando las escenas de la vida de Jesús y de la Virgen.

Durante la Colonia se llamó Escuela de María al rezo vespertino del Rosario en la Capilla de la Cofradía, que constaba del rezo, explicación del misterio y canto de la letanía lauretana.

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En la práctica del Rosario ha revestido categoría de costumbre folklórica el Rosario de la Aurora. A las 2 y media de la mañana de cada sábado las campanas despiertan a los fieles, para el rezo del Salterio, que comienza a las tres en punto. Los tres últimos misterios se cantan las Avemarías en procesión que recorre las calles de la ciudad. De vuelta a la iglesia, hay una plática sobre un tema de Mariología y luego se dice la misa.

El Rosario de la Aurora tiene su día clásico el primero de noviembre, en que se acude al cementerio, portando la imagen tradicional de Nuestra Señora del Rosario. Las calles, en el espacio de muchas cuadras, se convierten en una hoguera andante por las antorchas que llevan los fieles, haciendo resonar el aire con el canto de las Avemarías.

El 4 de octubre celebra la Iglesia la fiesta de San Francisco, titular de la ciudad de Quito. Por esta razón la catedral celebraba la fiesta con rito doble de primera clase.

La solemnidad religiosa en el propio templo de San Francisco corría a cargo de la Comunidad Dominicana, que oficiaba en las Vísperas y en la Misa y proveía del predicador del panegírico del Santo Rodríguez de Ocampo hace mención en 1650 de la Cofradía del Cordón, instituida por el papa Sixto V, que tenía su procesión tradicional.

El hecho de ser San Francisco titular de la ciudad favoreció a la popularidad del culto al Santo como se comprueba por las numerosas imágenes representativas   —302→   del Santo Patriarca, Patrono y titular de la ciudad que se honra en llamarse San Francisco de Quito.

El calendario católico consagra el 18 de octubre a San Lucas Evangelista. El culto a los cuatro evangelistas con su emblema tradicional se impuso desde el siglo XVI. Martín S. Soria comprueba que la más antigua representación de ellos aparece en el zócalo lateral del retablo mayor de San Francisco de Quito. Ese tallado en relieve fue inspirado en un grabado flamenco51

San Lucas fue llamado por San Pablo su «médico carísimo». La tradición le atribuye también la habilidad para la pintura. De estos dos rasgos de caracterización personal dejó muestras en su Evangelio. Los casos de enfermos y enfermedades están narrados con precisión diagnóstica y con sencillez descriptiva. En Quito se apreció más su cualidad de pintor y pintores y escultores le eligieron por Patrono de su gremio. Una inscripción que lleva la imagen de San Lucas de Cantuña revela un hecho folklórico del siglo XVII: «El año de 1668 se acabó esta efigie del Señor San Lucas Evangelista y la hizo el P. Carlos y le renovó Bernardo Legarda siendo prioste el año 1731 y la volvió a renovar otra Bernardo Legarda siendo su síndico el año 1762 -a su costa a que concurrieron siendo Priostes en otros años. Don Lucas Bosco, don Victoria Vega, don Joseph Cortés y don Joseph Riofrío.   —303→   Con diadema de plata, brocha y tienta, todo lo otro en plata, la tienta en chonta y dos casquillos de plata.»

Hay dos testimonios que reflejan la devoción tradicional al arcángel San Rafael: el uno la representación reiterada del arcángel y el otro los sermones predicados el día de San Rafael, que es el 24 de octubre. La imaginería representa al Santo arcángel con un bastón que lleva pendiente al extremo un pomo de remedio, en la mano derecha, y en la izquierda un pescado, que recuerda el de la historia del joven Tobías. La pintura, en cambio, interpreta las escenas de la historia general de Tobías, ya en el hecho de la pesca, ya también en la cura del Tobías ciego.

Transcribimos a continuación un fragmento del panegírico predicado a principios del siglo XIX en honor de San Rafael. «Este es, pues, el amigo fiel, el compañero a quien vosotros debéis buscar y a quien debéis entregaros: este es el que os ha guardado en los pasos detestables, en las coyunturas peligrosas de esta vida. Como asistente del Dios grande le presenta nuestras plegarias y buenas obras, alivia nuestras angustias, nos saca de los peligros, nos libra de las traiciones, nos fortalece contra nuestro común enemigo, nos asiste solicito, no sólo con su propia persona, sino que como Lázaro llama escuadrones de ángeles en su compañía para defendernos con más poderosas fuerzas del infierno y conducirnos con más solemne pompa al cielo. El está diligente para acudir en nuestras necesidades, él ejercita el oficio de maestro apartando de nuestro entendimiento los errores, cumple exactamente   —304→   el encargo de amoroso amonestador estimulando el ánimo a la piedad, y últimamente, como destinado a la guarda de los caminantes, nos asiste en nuestros viajes, por la tierra, por el mar, en la batalla, en la soledad, en los poblados. Como medicina del señor, cura nuestras dolencias de alma y cuerpo. Correspondámosle, pues, con igual afecto, mostrándonos agradecidos, invocándole y persuadiendo su devoción. Tomadle todos por protector; con semejante abogado estaréis libres del demonio de la torpeza, tendréis feliz éxito en vuestras empresas y negocios que se encargaren a vuestro cuidado, aprenderéis a cumplir llanamente vuestras obligaciones y el acierto en el estado que abrazaréis, tolerancia para sufrir injurias y confianza para esperar el remedio.»




Noviembre

El culto a los difuntos - San Andrés


Lope de Atienza, en su Religión del Imperio de los Incas, narra las costumbres que tenían los indios de enterrar a sus muertos. El lugar de entierro eran sus propias casas, sus heredades, chozas y cerros apartados. En la ceremonia de la sepultura tocaban instrumentos y los plañideros representaban las hazañas y condiciones personales del difunto. Amortajaban el cadáver con los mejores vestidos, sobreponiendo camisetas y mantas. En la sepultura, junto al cadáver, les ponían comidas, bebidas, coca y alhajas. Las más de las veces los enterraban sentados52. El ilustrísimo señor   —305→   fray Pedro de la Peña, en el Sínodo de 1570, ordenó a los curas, al respecto, que «entierren a los indios en la iglesia o cementerio y vean amortajar los muertos y quiten las ceremonias que los indios suelen hacer en los entierros y vayan por los difuntos a sus casas si fuesen de aquel pueblo con la cruz alta y la gente de la doctrina en procesión rezando a Dios por el difunto.» «Cuando aconteciere que algún indio muera en el lugar donde el cura no le puede enterrar, tenga instruidos a los indios sus coadjutores en la doctrina, para que con los indios de la dicha doctrina rezando y con la cruz le entierren en la iglesia o cementerio y encargamos a nuestros curas vean amortajar los muertos y den orden como lleven el rostro descubierto ni lleven en las mortajas ropa, ni oro, ni plata, ni comida y si los hallare amortajados, que les haga descubrir el rostro y desamortajarlos si les pareciese llevar más que la mortaja, en manera que se satisfaga que se entierren con sola la mortaja; lo cual conviene para quitar muchas abusiones y ceremonias que los indios usan en los entierros de los muertos.»53.

El hecho de enterrar a los indios con alhajas ha dado ocasión en algunos pueblos a convertir los entierros antiguos en huacas, o sea: en depósitos de objetos de oro y plata. El culto de los indios a sus difuntos se traduce todavía en la visita que hacen al cementerio el 2 de noviembre y los responsos que mandan a decir en las iglesias.

La preocupación de los españoles y criollos por su entierro determinó la compra de capillas propias en la catedral y los templos conventuales. En las actas del Cabildo Eclesiástico del tiempo del Señor de la Peña (1564-1583), consta la cesión de sitio en la nave derecha   —306→   de la catedral para enterramiento de los conquistadores y sus familiares. En los claustros de San Francisco se hallan empotradas lápidas sepulcrales con el blasón heráldico de sus dueños. Igualmente San Agustín y Santo Domingo tuvieron criptas para entierro de religiosos y seglares.

Dos Cofradías se hicieron populares por la atención que prestaban a los cofrades difuntos. Fueron la de San Pedro, organizada en la catedral el 28 de junio de 1627 que prescribía en sus estatutos y asistencia colectiva al entierro de un cofrade; y la del Rosario, fundada por el padre Bedón el 5 de julio de 1588, que ordenaba «que si alguno de los veinticuatros muriese, acudan los demás veinticuatros con sus cirios a acompañarle su cuerpo, ora sea en esta Capilla, o en cualquiera otra iglesia y esto mismo se ha de usar con las mujeres e hijos de dichos veinticuatros que se muriesen y a los demás enterramientos de cofrades lleven un par de cirios de la cofradía y una docena de velas dejando en libertad a los demás hermanos que lleven las que quisieren. Item ordenamos que los cofrades pobres sean sepultados gratis y de los bienes de la Cofradía se de la limosna de un par de misas rezadas y a los demás hermanos les lleven a la sepultura conforme al uso de la iglesia.»

Conforme a este espíritu de fraternidad, el padre Mariano Rodríguez fundó en el convento de Santo Domingo la Hermandad de Beneficencia Funeraria el 8 de junio de 1851, que se convirtió en la Sociedad Funeraria Nacional.

Durante la colonia, la advocación a las almas del Purgatorio se representó, artísticamente, en lienzos de Nuestra Señora del Rosario, como se demuestra en cuadros pintados por Nicolás Javier Goríbar y Bernardo Rodríguez. Tan sólo desde mediados del siglo   —307→   XVIII se representa, el Purgatorio con Nuestra Señora del Carmen.

El 30 de noviembre se celebra la fiesta de San Andrés. Fue una de las señaladas como obligatorias por el Sínodo de 1570. Sánchez Solmirón menciona la misa que se decía en la vigilia de San Andrés en la catedral de Quito, ordenada, por el Rey Felipe III, en acción de gracias por la liberación de la Armada Católica, que llevaba a España los tesoros de América. Popularmente eran temidas las heladas de San Andrés, que afectaban a los sembríos que comenzaban a desarrollar con las lluvias de octubre.




Diciembre

San Eloy - Santa Bárbara - Inmaculada - Santa Lucía - Navidad


San Eloy es patrón de los plateros y su fiesta se celebra en 1 de diciembre. El 9 de julio de 1585 el Cabildo Eclesiástico discutió una petición de los plateros de Quito, quienes pedían se les autorizase para establecer la Cofradía de San Eloy con estatutos propios. Aunque el Cabildo negó la petición, los plateros, sin embargo, continuaron celebrando la fiesta anual en honor de su Santo Patrón. Bernardo Rodríguez pintó en 1775 la imagen de San Eloy, a petición del   —308→   platero Vicente López de Solís, cuyo retrato se halla al pie del Santo Obispo.

El 4 de diciembre celebra la liturgia el día de Santa Bárbara. Con el título de esta Santa fundó el ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña, en 1567, la parroquia urbana que hasta ahora subsiste. Sánchez Solmirón atestigua la costumbre del Coro catedralicio de concurrir corporativamente a la parroquia para celebrar la fiesta de la Santa. En la sesión de 2 de diciembre de 1595 se hace constar el siguiente acuerdo: «En este Cabildo se trató que para el día de Santa Bárbara se hallen todos los capitulares a la procesión y misa por ser parroquia y patrona de la ciudad»54.

Es patrona de cuantos manejan explosivos. El pueblo la invoca en las tormentas con el siguiente refrán: Santa Bárbara doncella, librame de esta centella. Se la representa con una torre a la derecha y en su mano izquierda la palma del martirio.

El 8 de diciembre está consagrado a la Inmaculada Concepción. El cronista Sánchez Solmirón refiere que el día de la Inmaculada, tenía el Cabildo misa con sermón en la catedral, por ser Patrona; por la tarde acudía a San Francisco donde se predicaba el Panegírico   —309→   de la Inmaculada y que las monjas Conceptas reservaban su fiesta para el domingo infraoctavo. Este dato comprueba la popularidad de la devoción a la Inmaculada. El ilustrísimo señor fray Pedro de la Peña había recomendado a los sacerdotes, en el Sínodo de 1570, que enseñasen a los indios el saludo de: Alabado sea el Santísimo Sacramento y María Concebida sin mancha de pecado original. Esta invocación popular contribuyó para difundir en todo el Ecuador el culto a la Virgen sin mancilla.

No hay asunto que más haya inspirado a los artistas de la colonia como el de la Inmaculada Concepción. Rodrigo Núñez de Bonilla compró sitio en la catedral para la primera imagen de que hay noticia en Quito. Después, a fines del siglo XVI, Diego de Robles se comprometió a labrar una Inmaculada para la Cofradía de la Vera Cruz establecida en San Francisco. Luego Miguel de Santiago pintó la Inmaculada bíblica para el Convento de San Agustín y la Inmaculada Eucarística para San Francisca. A mediados del siglo XVIII, Bernardo de Legarda introdujo y propagó la Inmaculada con alas, hollando la cabeza del Dragón. A su vez, Bernardo Rodríguez y Manuel Samaniego satisficieron la devoción quiteña de la segunda mitad del siglo XVIII a la Virgen concebida sin mancha de Pecado.

El año de 1584, Benito Gutiérrez trajo desde Sevilla la imagen de Santa Lucía, para cuyo culto hizo un retablo en el sitio, que compró en la catedral. Instituyó, además, una capellanía de misa que se celebraba cada año el 13 de diciembre. Fue la Santa natural   —310→   de Siracusa, capital antigua de Sicilia. Su nombre consta en el canon de la Misa, junto a los nombres de Águeda y Cecilia. El nombre de Lucía procede de Luz, lo que parece haber determinado la devoción a la Santa invocándola en las enfermedades de los ojos. Su culto es muy popular en Italia y en España, donde abundan los refranes alusivos a esta Santa. Se la representa teniendo en su mano izquierda un plato con dos ojos y en la diestra la palma del martirio.

Sánchez Solmirón afirma que el 16 de diciembre comenzaba en la catedral de Quito las nueve misas de Aguinaldo, o sea la novena preparatoria a la fiesta del Nacimiento del Niño Dios, que se celebra el 25 de diciembre. La dotación de misas dejó instituida García de Valencia, Canónigo de fines del siglo XVI. Hay una Novena al Nacimiento del Niño Dios, compuesta por un religioso Mercedario, impresa en Lima en 1731. Fue la utilizada hasta que se popularizó la manuscrita y luego impresa del padre fray Fernando de Jesús Larrea.

El interés social por la fiesta de Navidad se puede deducir por el acta del Cabildo del 13 de enero de 1539. Entonces «los señores del Cabildo dijeron que porque Alonso de Vargas, vecino de esta villa (de Quito) no ha estado en ella la Pascua de Navidad ni la de los Reyes y ha incurrido en pena de veinte pesos, por cada Pascua diez, que le dan por condenado en ellos.» La Navidad, era, pues, fiesta en que todos debían estar presentes en la ciudad.

No hubo iglesia parroquial o conventual, donde para la Pascua de Navidad, no se compusiese un Nacimiento.   —311→   Sobre cuatro palos se imponía un cobertizo del que pendían cendales flotantes de salvaje (tillanasia usneoides) y sobre el que se erguían huicundus en flor (Guzmania). Al centro se destacaba el grupo compuesto del Niño Dios y de María y de San José, cortejados por el asno y el buey. Alrededor se simulaban caminos orillados de Magueyes por donde avanzaban los pastores con ofrendas.

Navidad, con todos los detalles del relato evangélico, estimuló a los imagineros a prodigar sus recursos para multiplicar escenas de pastores con ovejas, Reyes Magos a caballo, ángeles cantores, figuras folklóricas de todas las clases sociales.

En los pueblos se recurrió al teatro edificante para dramatizar la escena de Navidad, en que intervenían personajes disfrazados, que recitaban su copla apropiada.

Un manuscrito de fines del siglo XVIII, procedente de un maestro de capilla de Latacunga, consagra la parte sexta a los «Romances al Niño Dios para la Navidad.» En él se transcriben los versos compuestos, por el padre Hernando de Jesús Larrea y a continuación muchos otros de carácter popular. Trasladamos, algunos fragmentos, por revelarse en ellos la esencia. folklórica de la Navidad celebrada por los campesinos.



Ea pues pastores
vamos a Belén,
que Cristo ha nacido
para nuestro bien.


Estribillo

Quedo, quedo, quedito
que está dormidito.
Madrugó al mundo,
—312→
el niño Jesús
aclarando el día
como nueva Luz.

Quedo, etc.

Vamos al pesebre
que está en Belén
a ver a María
y dar el parabién

Quedo, etc.

Es muy lindo el niño
florido de gracias,
con ser que es nacido
entre las pajas.

Quedo, etc.

Pastores del prado
vamos a alabar,
antes que el niño
comience a llorar.

Quedo, etc.

Ya todos los brutos
le van a buscar
como advenedizo
para adorar.

Quedo, etc.

Júntense pastores
a la adoración,
y observemos
todos esta devoción.

Quedo, etc.
—313→

Unos toquen cajas,
otros toquen flautas,
vaya cada uno
con sus enflautados.

Quedo, etc.

Los hombres
vengan a adorar
y no se ocupen
sólo en motejar.

Quedo, etc.

Sólo mujeres
no han de entrar
porque al niñito
lo pueden ojear.

Quedo, etc.

Tampoco los viejos
no se han de llegar
que el Niñito de verlos
se puede espantar.

Quedo, etc.

La Virgen
Dentren los chiquillos
entren a adorar
que el Niño de verlos
se ha de alegrar

Quedo, etc.
Cuenta con los viejos
que quieren entrar
—314→
porque a las torrejas
se han de apegar.

Quedo, etc.
Ya sé que los viejos
me han de murmurar
pues es ya su oficio
a mi qué se me da.

Quedo, etc.



Versos que se cantaban en el pregón de Lima.



Viniendo para Belén
de todas estas aldeas
los rústicos pastorcillos
pregonan de esta manera.

A-aquí hay sonajas y flautas
A-lindas castellanas,
A-panderos muy buenos
A-también leche fresca.

Llegando para Belén
han hallado feria nueva
que todo se da de gracia
y sin ninguna moneda.

A-muchos angelitos
A-flores y azucenas,
A-muy buenas estrellas,
A-rosas encarnadas.

Acercando para el Niño,
y con esta dicha nueva,
los rústicos pastorcillos
tienen la gracia abierta.
—315→

A-Gracias a montones,
A-unas otras frescas,
A-una madre virgen,
A-una hermosa perla.

Lléganse para Joseph,
que es el dueño de la fiesta
que del misterio solo
tuvo la noticia buena.

A-Una cara hermosa
A-unas flores bellas,
A-azucena casta
A-flores y violetas.

Luego ve a los animales
muy metidos en docena,
porque siempre los más brutos
el mejor asiento llevan

A-Toritos y mulas
A-muy lindas ovejas
A-pichones gorditos
A-huevos y torrejas.



Versos en la Pieza del Niño.



Yo soy una pastorcilla
que vengo de mis retiros,
dejando mis ovejitas
en el campo descubierto.

Una novedad me trae
y por cierto de misterio,
que es ver luces tan hermosas
en un portalillo viejo.
—316→

Enamorada he quedado
de ver a ese chiquillo
tan bonito y tan precioso,
tan pucherito y bermejo.

Yo soy una pastorcita
y este es mi desconsuelo,
mas no dejaré de darte,
siquiera un sambo cogí.

Unas yerbecitas tiernas
te traeré mi Niño,
que en el campo estas cositas
se hallan.

Huevecitos aún no han puesto
las gallinas todavía
que no hay gallos, y estos son
solteritos todavía.

Criénlo con cuidado
a este Niño de perlas,
que según sus bellos rayos
¡de ser Dios tienen las señas!

Aquí está este pellejito
por ser ovejita tierna
para que duermas en él
y no en esa paja seca.

Adiós Niño de mi vida,
que a dar noticia me voy
pues si en el cielo hay gloria
en nuestra tierra también.



Continúa con versos en que dialogan la mula y el buey y concluye con estrofas en que alternan versos   —317→   en castellano y quichua, que se cantaban en tono del sembrador.

De la fecha de Navidad en adelante se verifican los Pases del Niño, desfile procesional en que el prioste de misa lleva al niño, cortejado por Sahumeriantes y devotos que echan el chagrillo, mientras la banda ejecuta los Pases tradicionales, que han dado ocasión a los pasillos.

Para el sentimiento popular, al nacimiento de Jesús preludia el Veranillo del Niño, paréntesis de sequía, que se deja sentir después de las heladas de San Andrés.

Santa Teresa de Jesús dejó a sus hijas en herencia la devoción al misterio de Navidad. Ambos Carmenes de Quito tienen salas destinadas a su Nacimiento, donde se han recopilado toda suerte de representaciones folklóricas.

Durante la octava de Navidad se celebra el 28 de diciembre la fiesta de los Santos Inocentes, caracterizada por los disfraces y las inocentadas, bromas aceptadas en la vida social.

El año se termina con la quema de peleles, que representan al Año Viejo, que se despide con el llanto de viudas y la lectura del testamento, en que se hace fisga de carácter político y social.





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ArribaAbajoCapítulo III

Juegos populares



I. Juego de cañas

En el calendario pudo observarse que a las fiestas de Pentecostés, Corpus, San Ignacio, Santo Domingo y San Francisco iban vinculados los juegos de cañas como número integrante de la solemnidad religiosa. Este juego, de origen español, se generalizó en todos los pueblos de América, y fue ocasión de lucir jinetes y caballos. Cuando en 1554 se le tomó residencia a Gil Ramírez Dávalos, fue un caso de acusación el que, cuando Corregidor del Cuzco, salió a jugar cañas con los vecinos de la ciudad. El acusado se defendió afirmando que lo había hecho por importunidad de los vecinos y que estaba recibido en costumbre que los gobernadores   —320→   y otros jueces interviniesen en esos regocijos, porque así se hacía en España y en estos Reinos. Algunos testigos afirmaron, a su vez, que habían visto hacer lo mismo en las ciudades de Castilla y que en el Cuzco el mariscal Alonso de Alvarado, siendo Corregidor, «entraba en los juegos de cañas y jugaba cañas con los vecinos y sacaba libreas como ellos»55 .

Los Cabildos de Quito mencionan, año tras año, el juego de cañas, principalmente en la fiesta de Pentecostés. Pero no hay descripción alguna del modo como se realizaba el juego. El escribano Diego Rodríguez de Ocampo escribió la Relación de las fiestas que se hicieron a la canonización de San Raimundo, en la ciudad de San Francisco de Quito, en julio de 1603. En esa relación describe de este modo el juego: «Luego corrieron algunos toros y después de ellos salieron veinte y cuatro montañeses nacidos en esta ciudad, jinetes con sus libreas de tafetán, marlotas y capellares y villanage; y divididos los puestos, el uno con la divisa de Santo Domingo y el otro con el de la Merced en las libreas y adargas, hicieron las entradas y jugaron cañas con el contento y primor que suelen hacerlo otras veces, y se dio colación a la Audiencia y damas, a costa, de la ciudad y salió el dicho teniente de Corregidor -Francisco de Sotomayor- a la plaza a la jineta con dos caballos y sacó enjaezados, con jaeces, bordados y bocales de plata dorados, con sus lacayos y pajes y corrió carreras mostrando lo que en esto sabía, como lo ha hecho y hace de sus letras, nobleza y bondad»56.

Por estos datos se deduce que el juego de cañas entretenía a la gente de aristocracia y se había extendido   —321→   ya a la clase del pueblo. Por lo demás, la equitación era necesaria y la selección de caballos constituía un lujo. Se menciona asimismo la jineta, que recuerda a la escuela de la jineta, introducida por los árabes, que se caracterizaba por la agilidad de movimientos, por la sensibilidad del caballo a la voluntad del jinete y por el desplazamiento rápido en las maniobras convencionales.

Tomás Lago ha consagrado un estudio a la descripción de los juegos ecuestres57. El de cañas era un simulacro de combate entre escuadrones de caballería, que se llevaba a cabo de acuerdo con un estricto ceremonial, en plazas espaciosas y ante las autoridades y con asistencia de damas y dignidades eclesiásticas. Una escuadra de cuatro a diez jinetes, con un escudo al brazo portando a la diestra una caña de varios metros de largo, acometía a todo correr a otra escuadra, inmóvil en un extremo del terreno que debía responder al ataque. Las cañas, diesen o no en el blanco, eran barajadas por las adargas o tocaban a los caballeros a quienes iban dirigidas, rompiéndose en todo caso sin causar daño por su frágil consistencia. Los atacantes se retiraban luego a su punto de partida y esperaban, a su vez, inmóviles, la acometida de los otros.

Al ceremonial del juego pertenecían la elección de padrinos para cada escuadrón contender, el arreglo de las cañas con repuestos, las libreas de los jinetes y el enjaezamiento de los caballos. Los padrinos daban previamente la vuelta a la plaza y agitaban sus pañuelos en señal de que podía comenzar la contienda.

La alusión citada al mariscal Alonso de Alvarado de que intervenía en los juegos de cañas y sacaba libreas   —322→   parece referirse al juego ecuestre de sortijas, que consistía en encestar con lanza en un anillo que pendía de una amarra con cinta de color, obsequio de una dama que estimulaba con su presencia el triunfo del galante. Los caballos iban ensillados a la jineta y con pretal de cascabeles. El ceremonial exigía que el jinete, al arrancar la carrera, llevase la mano que sujetaba la lanza apoyada sobre el muslo durante el primer tercio, después del cual levantaba la mano a la altura del hombro y luego con el brazo extendido se dirigía con velocidad a jugar la suerte de la sortija.

Entre los juegos ecuestres se enumera el de alcancías, que era un combate entre dos jinetes que se acometían lanzándose unas esferas de barro cocido, llenas de ceniza, que rompían fácilmente al ser barajadas con los escudos.

También se menciona el juego de parejas que consistía en evoluciones y carreras que efectuaban los jinetes, de acuerdo a un rito, que consultaba jueces y vestidos, carreras y escaramuzas, para mantener el ritmo total del juego.

Estos juegos han desaparecido ya de las ciudades y se han refugiado en los pueblos pequeños, donde sobreviven, constituyendo el número social de una fiesta religiosa. En poblaciones del Azuay se conservan todavía juegos ecuestres que llaman escaramuzas. Alfonso Cordero Palacios, en su Léxico de Vulgarismos Azuayos define, la escaramuza: «Juego de nuestros campesinos, muy semejante a la escaramuza de que habla el Diccionario de la Real Academia; pero con la diferencia de que ésta es pelea y aquella simplemente un juego. La partida se hace a caballo, ejecutando graciosas y arriesgadas evoluciones y figuras. Es el número obligado y el más llamativo de algunas fiestas rurales.»

  —323→  

El mismo escritor azuaya describe otro juego ecuestre campesino, llamado «Gallopitina» (hibridación castellano quichua: de gallo y pitina, cortar, arrancar). «Expresa el mismo juego que la locución castellana; esto es, una diversión bárbara, pero muy apreciada por nuestros campesinos e indianos. Consiste en colgar uno o más gallos sobre una armazón precaria de madera construida en forma de H. Al travesaño van atadas las aves por las patas con un cabo que sirve para levantarlas o bajarlas a voluntad. Una vez colgadas, bien a pie o más frecuentemente a caballo, los campesinos, a todo correr, procuran asirse del cuello, triunfando el que arranca. Queda éste obligado, en la fiesta similar del año siguiente, a dar tantos gallos cuantos fueron muertos por él del modo que se indica.»

El uso del caballo, necesario entre nosotros para dominar las montañas, no dio ocasión a caracterizar al jinete, como individuo social, gallardo y bien puesto que sintetiza las virtudes nacionales, al modo del huaso chileno, el gaucho argentino, el llanero colombiano o el charro mexicano. Las pampas y sabanas exigen al hombre montado que las recorra. La zona arrugada con colinas y montes desgasta y anula los bríos de un caballo, que a la larga se convierte en componente de una recua. Quizá se explique así, por lo raro, el entusiasmo que provocaba el juego de cañas, donde salían a lucir los mejores jinetes y caballos.

Son raros en nuestra historia los datos que revelan la calidad de los caballos, que, por lo demás, abundaban en los ejidos de Quito, Latacunga, Riobamba y Cuenca. Con motivo del alzamiento de Hernández Girón en 1554, se ordenó al capitán Pablo de Meneses que llevase gente de guerra de Quito con buenos caballos. Entonces se pagaron 400 pesos a García Gutiérrez de Mendoza «por razón de un caballo bayo calzado   —324→   de los pies, los cabos negros, y de otro caballo hovero torpe de brazos.» El Canónigo Alonso López Hidalgo recibió 500 pesos, «por razón de un caballo castaño, hovero, cuatralvo, cariblanco, sano, sin hierro, ensillado y enfrenado a la jineta, y de otro caballo tordillo, rucio, calzado al pie izquierdo, armiñado el derecho, con un hierro en la pierna derecha.» A Gonzalo de las Peñas se le dieron 370 pesos, «por razón de un caballo blanco, tuerto del ojo derecho y con esparaván en el pie izquierdo, con un fuste viejo y de otro caballo rosillo sin hierro, calzado de los dos pies y de la una mano y armiñado de la otra, sano, ensillado y enfrenado a la estradiota.» Juan Porcel fue favorecido con 900 pesos, «por un caballo castaño oscuro, calzado de ambos pies con hierro, en el anca derecha a manera de hierro o adarga, con el freno en la boca; un macho pardo, con un hierro como O, con el freno en la boca; un caballo calzado de tres pies con un hierro a manera de L y una estrella en la frente y un caballo castaño calzado de todos cuatro pies, con una lista que bebe con ella a la monsca, con una silla estradiota»58.

El ilustrísimo señor fray Gaspar de Villarroel refiere que fue testigo presencial de un juego de cañas en Madrid, donde intervino el rey Felipe IV en persona, probando con este hecho que era lícito a prelados, sacerdotes y religiosos presenciar tanto este juego como también a la lidia de toros.




II. Lidia de toros

Más que el juego de cañas, la corrida de toros constituía el número principal de las fiestas. Como iban   —325→   juntos, se realizaban en el mismo sitio y con el mismo público espectador. La lidia, de fieras se hizo célebre por las actas de los mártires y los luchadores del Coliseo de Roma. España fue acaso la única nación latina que heredó de Roma ese placer vigoroso pero arriesgado de luchar con animales fieros. La costumbre revistió matices de arte y se impuso a pesar de todo. De España le trasladaron a América los conquistadores y la corrida de toros se volvió imprescindible de toda fiesta. Ante el peligro que significaba para los indios, el Concilio Provincial de Lima, de 1567, formuló la constitución que sigue: «A nadie se le ocultan los muchos daños que provienen de la corrida de toros principalmente en estas partes de las Indias, por cuanto los indígenas que no conocen la bravura de los toros se les ofrecen incautamente, resultando, como consecuencia, la necesidad de llevarlos al hospital, algunos ya moribundos y otros con los miembros fracturados. Tengan, por lo mismo, cuidado los que dirigen al pueblo que en adelante se supriman semejantes hechos, que dan ocasión a que en los días de fiesta, con pretexto de la corrida de toros, se obligue a los indios a guardar las entradas de las plazas para impedir que alguien pase, resultando de esto que no cumplen su deber de oír la misa y atender a la plática»59. El 1 de noviembre del mismo año 1567, el Papa Pío V, expidió una Bula en que decía expresamente: «Considerando que de dichos juegos y espectáculos donde los dichos toros y otras bestias fieras se corren, son ajenos a la piedad y caridad cristiana y queriendo desterrar como cosa muy dañosa... prohibimos y mandamos por esta nuestra Constitución, la cual queremos y mandamos que valga perpetuamente so pena de excomunión y anatema en la cual incurran ipso facto,   —326→   no permitan en sus reinos, provincias, ciudades, tierras, villas y lugares se hagan semejantes espectáculos ni juegos donde se corran los dichos toros y otras fieras.»

Respecto a la madre patria observa fray Gaspar de Villaroel: «El Católico Rey de España, juzgando que, en la forma que en sus reinos se corren los toros, eran de poco peligro, y que se ejercitaban con esos entretenimientos sus vasallos y se hacían valientes para los ejercicios militares, suplicó al Papa Gregorio XIII que moderase la Constitución de Pío V. Inclinose su Santidad a tan poderoso ruego, y el año de 1575 despachó una Bula en que dio licencia para que se corriesen los toros y quitó las penas que estaban impuestas en cuanto a los seculares y caballeros de las órdenes, salvo si de las mayores tuviesen algunas. Y en esa conformidad dejó en pie las penas de su antecesor para los religiosos y para los clérigos todos de orden sacro. Y limitó esa su gracia mandando que no se lidiasen en día de fiesta.»

Por lo que se refiere a la América del Sur, el ilustrísimo fray Jerónimo de Loaysa notificó a las autoridades de Lima la prohibición pontificia de correr los toros. La respuesta que la Justicia y Regimiento de Lima dio al Arzobispo, razona y defiende la costumbre en los siguientes términos: «Conforme a derecho es permitido y no prohibido el juego de correr toros, quitando de las plazas los que no son capaces ni se pueden guardar de ellos y ha sido y es costumbre usada y guardada de más de ciento, doscientos y trescientos años en España, que no hay memoria de lo contrario correrse los dichos toros y en este reino desde que se descubrió como es notorio y por tal lo alego. Y si quitasen en esta ciudad, no habría hombres de a caballo ni caballos, ni a quien se diese nada por serlo ni hacerlo cosa tan necesaria para la guarda y conservación de este   —327→   reino. Y estando como está prohibido y vedado no se lean libros ni haya farsas ni otras cosas semejantes, no sé en qué se pueda regocijar el hombre, cosa tan necesaria para que pasado el regocijo no se haga dificultoso el trabajo. Demás que los toros en estas partes no son bravos ni hacen daño por haber coma, hay poca gente y no seguir inconveniente en que se corran, demás y allende que en España, aunque se notificó la dicha Bula, se corren y su Majestad y todas las ciudades, villas y lugares de Castilla tienen suplicado de ella y así no se guarda»60.

Por los documentos transcritos se deduce que la costumbre de correr toros se había introducido en España desde hacía más de trescientos años atrás del siglo XVI. El ejercicio de lidia introdujeron los españoles «para hacerse valientes y sacar de los peligros el ser osados». En España y en América asistían a los toros, ademas de los seglares, también los eclesiásticos, incluso los obispos.

El ilustrísimo señor Villarroel formula cinco conclusiones morales relativas al juega de toros, a saber, 1.ª Correr los toros en la forma de hoy (1656) se usa en España y se practica, en las Indias, no es pecado mortal; 2.ª Los que torean, si son diestros y se han experimentado así mismos, no pecan mortalmente en hacer sus lances; y aunque no sean eminentes en este arte, si tienen cerca la guarida, tampoco pecan; 3.ª Aunque vulgarmente se dice que los que mueren toreando deben carecer de eclesiástica sepultura, han de enterrarse en ella; 4.ª Los legos que ven los toros, no pecan mortalmente, aunque se corran con peligro de los que corren y 5.ª Los clérigos seculares de orden sacro y los que tiene beneficio eclesiástico, no pecan   —328→   mortalmente viendo los toros por honesta recreación, aún en lugares públicos61.

La costumbre continuó durante toda la época colonial. Al presente las corridas populares se han reservado para los aficionados y se las tiene en los pueblos con motivo de cosechas y de alguna fiesta extraordinaria.




III. Disfraces y bailes

El 10 de mayo de 1573 hubo una sesión acalorada en el Cabildo de Quito en defensa de las fiestas populares, que se tenían en la ciudad, con ocasión de la Pascua de Pentecostés. En resolución «dijeron que porque a su noticia es venido que estando mandado jugar y correr toros y que se regocije la ciudad y que ahora se ha impedido el no hacer lo susodicho, que acordaron que se dé pregón público que todos los vecinos y moradores, estantes y habitantes en esta ciudad vengan a la plaza pública hoy y mañana, a caballo o a pie, y se regocijen por lo susodicho, y en cumplimiento de la carta real que su Majestad a este Cabildo escribió y por honra de la dicha esta fiesta y Pendón Real, so pena que el que no saliere, se procederá contra él conforme a derecho, y así lo acordaron y firmaron y que haya caretas y toros y luminarias»62. Subrayamos la palabra caretas, porque es la primera vez que se menciona, como regocijo integrante de una fiesta religioso-popular, después de los juegos de cañas y de toros. En el descargo de cuentas por gastos correspondientes a 1566-1574, se halla la siguiente:

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«Cinco piezas de bocací, cuatro negras y una amarilla, que se dieron a Micael de la Torre, por una danza del Corpus Christi, a seis pesos, es treinta pesos»63. Consta, pues, que en Pentecostés había bailes de disfrazados y en Corpus la danza, posiblemente como la de los seises de Sevilla.

El 6 de agosto de 1603, con ocasión de las fiestas celebradas en Quito por la canonización de San Raimundo, «después de comer se dijeron las vísperas con mucha solemnidad en el convento del señor Santo Domingo, donde asistió la Real Audiencia, Cabildo de la Ciudad y los prelados y los religiosos de las Órdenes y el resto de la ciudad y, acabadas las Vísperas, se hizo solemne procesión por el claustro del dicho convento con la imagen del bienaventurado santo y estuvo adornado de altares y colgaduras y en medio del jardín del claustro estuvo hecho un tablada donde se recitó un coloquio y se acabó con un sarao bien ordenado de mora y moros, damas y galanes, villanos y matachines, que danzaron y bailaron a satisfacción de los que vieron que fue toda la junta referida y aquella noche hubo luminarias en toda la ciudad y repiques de campanas y atabales, fuegos de pólvora, mosquetes, trompetas, chirimías y otros instrumentos en la plaza y calles y hubo máscaras, carros de invenciones y música que duró hasta media noche»64.

De estos regocijos tradicionales han sobrevivido los danzantes y los disfrazados con sus respectivos bailes. No hay fiesta campesina de Corpus o de santo popular en que falte el indio danzante. Los danzantes constituyen una supervivencia del Incario. Una relación anónima, escrita por un agustino a mediados   —330→   del siglo XVI, refiere de una huaca llamada conacocha, lo siguiente: «Aquí había una casa muy suntuosa y dos casas para servicio de la huca o ídolo que se llamaba ozarpillo. En estas dos casas tenían las vasijas y los vasos de la huaca y trompetas y atambores y los vestidos así de los hechiceros como de los chocarreros y truhanes, que también todos los caciques o los más tenían truhanes y chocarreros»65. Lope de Atienza, refiriéndose a los indios de Quito, describe así un regocijo familiar indígena: «Allí sacan sus vestidos de plumas, de colores diversos; allí parecen las camisetas y mantas más preciadas de cumbi; con los cascabeles en las piernas, como los buenos danzantes. Andan los pobres como mulas de atahona, o como muchachos que juegan al toro; de las coces asidos, de las manos a la redonda, las mujeres y los varones entrometidos: uno comienza la música y los demás responden haciendo con los pies el son y con ellos propios llevando el compás»66.

A su baile monótono y elemental acompañaba a los danzantes música de percusión y viento: el tamboril en variedad de tamaños y el pingullo o la flauta travesera. El rondador alegraba los regocijos familiares: la bocina y la quipa convocaban para las fiestas rituales.

Aun hoy el indio danzante, con su músico compañero, interviene en las fiestas de los pueblos. Lo hace con sentido de cumplir un compromiso religioso. Por lo general, alquila el vestido, consistente en turbante de plumas, máscara, una suerte de casulla tachonada de monedas antiguas o un armador de cintas ondulantes, cascabeles en las pantorrillas y alpargatas de cuero.

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Junto con él y los danzantes, actúan en la fiesta los disfrazados. En el capítulo dedicado al Calendario folklórico, señalamos de paso las festividades que implicaban danzas populares. Segundo Luis Moreno ha consagrado un libro a la descripción de Música y Danzas autóctonas del Ecuador. La coincidencia de las celebraciones rituales con los solsticios y equinoccios de las estaciones ha llevada al autor a interpretar las danzas como ritos de supervivencia idolátrica. Según el método histórico-cultural, cabría aplicar el criterio de compenetración, en el sentido de que los rifas de cultura prehispánica se fusionaron con prácticas de sentido religioso hispánico, que han sobrevivido hasta el presente. Nos contentaremos simplemente con describir las danzas, señalando el tiempo y las áreas en que se realizaban.

Navidad y Año Nuevo.- El ciclo de fiestas populares comienza el 25 de diciembre y concluye el 6 de enero, fiesta de los Tres Reyes. En los pueblos interandinos se verifican, con más o menos pompa, los pases del Niño, desde la casa del prioste hasta la iglesia parroquial. En la zona del Chimborazo estos pases, se realizan con niños disfrazados de pastores y negros y de adultos que se disfrazan de curiquingas, buitres, osos, pumas, etc. que luchan con sacha runas, disfrazados de yumbos. Unos y otros caminan danzando, en baile mesurado y rítmico, delante del Niño, Dios llevada en brazos de la Nuñu, (nodriza) que hace de prioste.

Dentro de este ciclo navideño celebran en Chambo la fiesta de San Juan Evangelista, Patrono del pueblo, con un triduo de danzas, que va del 26 al 28 de diciembre. La parte musical corre a cargo de disfrazados con pantalones bombachos de colores vivos, que tocan pingullos de caña y de hueso con tres o seis perforaciones, flautas horizontales de carrizo, rondadores y   —332→   tamboriles, bocinas y caracoles. Al son de la música los disfrazados realizan sus bailes, cortejados de diablos, con máscaras grotescas, que armados con un bastón salvaguardan a los danzantes. El primer día de ceremonia; es la venia al alcalde mayor; el día de San Juan, a las doce, los diablos sentados en círculo en la mitad de la plaza, presiden el ágape popular, consistente en viandas y abundante chicha. Termina el triduo con la ceremonia del puñupaqui (rotura del cántaro), que consiste en que un indio cargado a las espaldas un cántaro repleto de ceniza recorre las calles cabalgando sobre un palo, donde se rompe el recipiente y se esparce el contenido, al son de la música y la danza final de los disfrazados.

Danzas en la fiesta de Corpus.- Corpus fue y continúa en ser la fiesta principal entre los indígenas. Como fiesta movible su celebración fluctúa entre el 21 de mayo y el 24 de junio, época de maduración de las mieses y fecha en que los indios pagaban su contribución a sus encomenderos. Ya el Concilio Provincial de Lima, celebrado en 1567, advirtió a los curas que vigilasen la correcta celebración de la fiesta de Corpus, porque los indios acostumbraban mezclar, con el culto católico, sus ritos idolátricos.

El rito de las danzas se extiende a todas las zonas del altiplano, con matices locales. En la Provincia de Imbabura la partida de disfrazados consta de cuatro danzantes e igual número de abogados, aquellos vestidos con jubón blanco, salpicado de oropeles y lentejuelas, pantalón blanco, cascabeles en la pantorrilla, zapatos finos y un sombrero de paja rodeado de una cinta con un manojo de plumas a la derecha; éstos visten americana y pantalones, cubren la cara con máscara grotesca, sobreponen una peluca de cerdas y llevan un bastón nudoso, sobre el que cabalgan para dar la vuelta o echan al hombro cuando hablan. Su   —333→   entrada a ganar la plaza es con aparato de volatería y al son del pingullo de tres huecos y el tamboril.

En la Provincia de Pichincha se caracterizan los disfrazados de Alangasí. El grupo principal está formado por los rucus (viejos). Visten éstos pantalones de casimir, camisa de color con corbata fina, sombrero de paño y zapatos bien lustrados. A este traje, remedo de los blancos, añaden una máscara de alambre, cascabeles en los tobillos, en la mano derecha un abanico y en la izquierda una figurilla que representa la imagen de una ave o animal. El baile se realiza al son del pingullo y tamboril en parejas que forman la figura de un 8 o se desdoblan para formar una S. Otro grupo remeda a los yumbos del Oriente. El disfraz se limita a un calzón corto y alpargatas; una banda de plumas que ciñe el desnudo, pintarrajeado, torso; una ashanga a la espalda con frutas y un llauto que corona la cabeza. El capataz lleva a la mano un listón de chonta que termina en punta de lanza con un haz de cintas de colores, para el baile de cintas. Un tercer grupo se disfraza de animales y aves, como osos, perros, pumas, curiquingas y buitres y de militares con uniforme de soldados que bailan formando ruedo y con el un pie calzado.

Los pueblos de la Provincia de Cotopaxi, principalmente Pujulí y Saquisilí, se distinguen por el lujo de sus danzantes. Visten éstos camisas blancas con sobremanga de encajes, calzones anchos y zapatos de charol. A este fondo interior añaden uno como roquete bordado, sobre el que cargan el findu, especie de casulla tachonada de monedas de plata antigua y de joyas falsas. En la cabeza cubierta con un pañuelo de seda de color llevan un morrión forrado de tela, que remata en tres haces de pluma. Un pañuelo a la mano izquierda completa el disfraz ritual de estos danzantes, que mejor representan una función de antiguo   —334→   rito religioso. El grupo de bailarines se compone de cuatro a ocho, que danzan al son de un pingullo y tamboril, tocados por un solo músico. El baile es lento y acompasado y la tonada rítmica y variada. De estos danzantes se observan también en las Provincias del Tungurahua y Chimborazo.

Los disfrazados de las Provincias del Cañar y del Azuay son menas enjaezados en su vestimenta, pero de más iniciativa en sus danzas. Visten de ordinario un jubón blanco ceñido a la cintura, falda de color vistoso, cascabeles en los tobillos y alpargatas. Ciñen el busto con una coraza de oropel y se coronan con una peluca de cabellos largos. El baile del danzante se verifica al son del pingullo y tamboril. Los disfrazados, en cambio, realzan sus danzas al compás de una orquesta popular. El baile desarrolla un círculo o forma espirales, que se matizan con movimientos de pañuelos o paraguas abiertos. Entre el baile y el disfraz se combinan para dramatizar escenas pastoriles: la siega con vaqueros, quipadores y segadores, entre los que se intercalan el mayordomo y el capataz; aves con largo cuello de avestruz que reclaman el alimento a su cuidador. Ya La Condamine observó la fina ironía de los danzantes y disfrazados, que remedaban a -los académicos franceses en sus observaciones astronómicas en Tarqui. A veces entre los danzantes se interpone la figura del diablo que persigue a un disfrazado de alma justa.

También es parte integrante de las danzas el sarao o baile de las cintas. Los disfrazados, al son de música alegre, bailan alrededor de una pica sostenida por uno de la comparsa. Cintas de colores descienden de la punta y son llevadas por la mano derecha de los danzantes, que arqueándose y agitando su cinta al aire forman un tejido de envoltorio multicolor. Durante el primer tiempo el baile se realiza en círculos   —335→   de la misma dirección. En el segundo tiempo toma el baile la dirección contraria y abre el tejido de la trenza. El baile de las cintas es de procedencia española y sobrevive en la danza de los indios. Cordero Palacios denomina a uno de los bailes Curiquinga y lo describe: «Baile de nuestros labradores, que se realiza al son de una música primitiva y de bastante movimiento y alegría. El baile se realiza al canto de coplas que terminan con este o parecido estribillo: ¡Alza la pata, Curiquinga!, ¡Da la media vuelta, Curiguinga67.




IV. Música folklórica

Datos arqueológicos y observación directa de las costumbres de los campesinos comprueban, una vez más, la tenacidad de los indios en conservar sus tradiciones, sin darse acaso cuenta de su significado íntimo, ni dejarse influir por las orientaciones introducidas por la cultura española. Para su música tradicional los indios echan mano de instrumentos de percusión y viento. De los primeros son el tamboril y el cascabel, de uso en las poblaciones del altiplano y el tanduli en la región oriental. El tambor varía de tamaños, pero el casco en de tronco de madera o de maguey vaciados, cubiertos los extremos con piel de cabrito o de cordero, que lo tañen con un solo palillo. Los cascabeles van ceñidos en sartas al tobillo del danzante, quien a veces lleva también un ramillete de ellos a la mano, denominándolo chilchil. Los negros de Esmeraldas utilizan la marimba, instrumento formado   —336→   por tabletas de tamaño escalonado, colocadas horizontalmente sobre un tronco vaciado.

De los instrumentos de viento, el más usado es el pingullo, flauta vertical de embocadura de dulzaina, con dos huecos en la parte inferior. La caña de que está formado llaman tunda en las Provincias del norte y las centrales y duda en la del Azuay. Perfección del pingullo es el pífano, flauta de carrizo o de canilla de ave, que tiene de tres a seis perforaciones, que tocan los indios con acompañamiento de tamboril. Del mismo material está hecha la flauta travesera, cuyo tamaño alcanza de treinta y dos a sesenta centímetros de largo, variando el sonido en proporción a la medida del instrumento. El más completo de los de soplo es el rondador, usado en las provincias del centro. Hay de todo tamaño, desde el de ocho hasta veinte y más tubos. En este instrumento modulan los indios Yaravíes. Según observación de Segundo Luis Moreno, «de los instrumentos de viento, el rondador de grandes dimensiones -es manifiestamente profano y popular. Los pingullos, cascabeles y tamboriles son absolutamente rituales. La flauta travesera que en la actualidad es de seis huecos, es instrumento mixto, porque lo mismo sirve durante los festejos solemnes del equinoccio de marzo y el solsticio de junio, que en los regocijos privados de los indígenas.»

Los indios de la sierra utilizan también la bocina y el churu, que los indios del Azuay denominan quipa y los indios primitivos de la costa utilizaban la ocarina y el silbato, instrumentos de barro crudo o litoídeo hechos en variedad de formas.

En el Colegio franciscano de San Andrés se estableció la primera escuela de música, desde 1552 en adelante. Los primeros maestros fueron Gaspar Becerra y Andrés Lazo, quienes, bajo la dirección de fray Jodoco   —337→   Ricke, enseñaron a los indios el canto gregoriano y polifónico y a tañer chirimías, flautas, sacabuches, trompetas y órganos. Por de pronto, la música tuvo su destino propio en las iglesias y fueron los indios y mestizos, quienes formaban los coros y las orquestas. Cuando en mayo de 1568, la Real Audiencia patrocinó la enseñanza del Colegio, la dirección del plantel presentó la nómina del profesorado de música, compuesta exclusivamente de indios. Fueron éstos Diego Gutiérrez Bermejo, indio, maestro de canto y tañido de teclas y de flautas; Pedro Díaz, natural de Tanta, profesor de canto llano y órgano y tañido de flautas, chirimías y teclas; Juan Mitima, indio de Latacunga, maestro de canto y tañido de flautas y sacabuches, Cristóbal de Santa María, indio de Quito, profesor de los instrumentos citados y de trompetas y canto. Como ayudantes en el magisterio constan Juan Oña de Cotocollao, Diego Guaña de Conocoto y Sancho, natural de Pízoli. A cargo del Colegio corría la provisión de instrumental y de libros y cuadernos de música, lo cual cultivó la habilidad de los indios para construir instrumentos y componer libros y cuadernos de música, y de canto.

El hecho de buscar alumnos de diferentes pueblos obedecía al deseo de proveer a los curas doctrineros de ayudantes apropiados para la práctica del culto. En el informe oficial del Colegio, presentado a la Audiencia en 1568, se decía expresamente: «De aquí se ha henchido la tierra de cantores y tañedores, desde la ciudad de Pasto hasta Cuenca, que son muchas iglesias y monasterios entre muchas y diversas lenguas, entre los cuales los que aprendieron la lengua española en este Colegio son los intérpretes de los predicadores y florecen entre los otros en cristiandad y policía y de quien los otros son industriados en las cosas de nuestra santa Fe, a cuya causa van dejando sus ritos   —338→   e idolatrías y vienen de su voluntad a pedir el bautismo y los demás sacramentos y tienen en gran estimación el culto divino, viendo que con tanta majestad y suavidad de música se honra y celebra»68.

En cuanto al repertorio de música y de canto, que ejecutaban los indios, consta que se servían de las composiciones de Francisco Guerrero, célebre maestro de capilla de Sevilla. Fray Reginaldo de Lizárraga refiere con encomio la ejecución del coro y orquesta de los cantores y músicos de San Francisco. Durante todo el período hispánico de nuestra historia la música y el canto estuvieron a servicio del culto en las iglesias. Datos de diferentes procedencia permiten concluir que en las fiestas de San Pedro, en la catedral, San Ignacio en la Compañía, Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo, la orquesta se componía de cajeros, clarineros, pifaneros, chirimiadores y trompetas.

Más difícil es documentar la danza y música profanas. Referimos que en 1603, con motivo de las fiestas en honor de San Raimundo, se construyó un tablado en medio de los claustros de Santo Domingo, donde se representó una comedia, que terminó en un sarao de moras y moros, damas y galanes, villanos y matachines, que danzaron y bailaron, al son de orquesta. ¿Qué piezas se tocaban en la colonia? Sin género de duda San Juanitos y Pasillos. La fiesta de San Juan Bautista (24 de junio) coincidía casi con el solsticio de verano (21 de junio) y con la festividad de Corpus. La conmemoración pagana de rito mitológico facilitó la aceptación de la máxima fiesta de los cristianos. Quizá a esta coincidencia se debió el que la autoridad política señalase la fiesta de San Juan, como fecha en que los indios debían concurrir a los pueblos, para pagar sus tributos a los encomenderos. Con este motivo   —339→   había abundancia de mercado a precios bajos. Indios, mestizos y criollos traducían su sentimiento de holgura económica y devoción religiosa en los Sanjuanitos, pieza musical a la vez que baile.

El solsticio de invierno (21 de diciembre) coincidió, en cambio con la fiesta de Navidad (25 de diciembre). Fue la segunda fecha señalada para pago de tributos. Esta vez la alegría popular se tradujo en los Pases de los Niños con acompañamiento de música y de baile. Los Pasillos fueron la expresión del regocijo navideño. Los Yaravíes parecen delatar la tristeza social del indio interpretada en aire mestizo y el Cachullapi es el son alegre que culmina en la victoria sobre todo artificio social.




V. Rito popular de las fiestas religiosas

El Sínodo de Quito de 1570 consagró en su Constitución 15 el programa de las fiestas. Dice así: «Ordenamos y mandamos que nuestros curas en las ciudades y lugares de españoles digan todos los días de domingos y fiestas de guardar, Misa y Vísperas primeras y segundas cantadas o rezadas y tertia antes de misa mayor, conformándose en la solemnidad can la dignidad de la tal fiesta y con la ayuda que tuviere.

Para ello mande tañer la campana a las horas acostumbradas y tañan a sanctus y a la plegaria y a Vísperas y a la oración de Nuestra Señora, puesto el sol todas los días y en los días de Navidad, Corpus Christi, Pascua de Resurrección, San Pedro y San Pablo, Asunción de nuestra Señora, Todos los Santos y días de la advocación de la Iglesia de su parroquia. Si tuvieren   —340→   quien les ayude, digan Maitines a prima noche en sus iglesias cantadas, o no teniendo la tal compañía los digan rezados y en lo que pudiere sigan las loables costumbres de la iglesia»69.

En la Constitución Sinodal se señalan simplemente las fiestas y el modo litúrgico de celebrarlas. El costumbrismo folklórico se desprende de las cuentas de gastos, que los mayordomos descargaban, por la celebración de la fiesta en honor del Santo Patrono de cada Cofradía. A las Vísperas que se cantaban en la iglesia, respondían afuera las festejos populares. Ante todo, la iluminación de la torre. En las cuentas de la catedral de 1570 consta el descargo de nueve pesos por tres botijas de manteca para las luminarias, Fuera de las teas, se encendían también fogatas en la plaza, que se las mantenía mientras duraba el regocijo popular, surtiendo el combustible de los montones de brozas, y ramas secas previstas al efecto. Números integrantes de estas Vísperas eran la música, los cohetes y los globos. La orquesta constaba de dos clarineros, dos pifaneros y dos cajeros, como se echa de ver por los gastos en la fiesta de San Pedro en la catedral y de Santo Tomás en Santo Domingo. En la variedad de cohetes se mencionan truenos, camaretas, voladores de seis truenos y castillos. Las simples cohetes hendían rápidos el firmamento para estallar arriba y escupir la escoria o esparcir un manojo de corolas luminosas. Las camaretas semejaban serpientes movedizas que morían al estallar el último trueno. Los castillos se alzaban majestuosos para delatar la generosidad de los priostes. En las cuentas figuraban asimismo los gastos en manos de papel para los globos, que henchidos de humo subían con arrogancia para brindarse a los caprichos del viento y descender en   —341→   vueltas de difícil equilibrio. Alma colectiva de estos juegos era el pueblo que desahogaba su buen humor al son de la música y entretenía sus compromisos en las ventas de manjares calientes preparados para el caso.

Los gastos dan cuenta también del imprescindible albazo. Tanto el campanero con repiques, como los músicos con alegres sones, se adelantaban a la aurora para anunciar el día festivo.

La fiesta, del día constaba de la Misa y Procesión. A cuenta de los priostes corría el arreglo de la iglesia. Fray Toribio de Benavente describe las costumbres de los indios de México, que eran también las del Perú. «Adornan las iglesias muy pulidamente con los paramentos que pueden haber, y lo que les falta de tapicería suplen con muchos ramos, flores, espadañas, juncia que echan por el suelo, yerbabuena, etc.» El sacristán era el técnico de las composturas. El armaba el altar provisional para el santo, cubría de flores los peldaños, ordenaba con simetría el alumbrado y adornaba con cortinas el cuerpo de la iglesia.

Tres repiques de campanas preludiaban la Misa de fiesta. La solemnidad requería Ministros en el altar, caro con acompañamiento de música y el sermón. Durante el sacrificio se reventaban cohetes en la plaza y la consagración se señalaba por detonaciones de volatería y el plegariado de campanas.

El rito de la fiesta concluía con la procesión portando la imagen del santo. No pocas veces el desfile se integraba por una hilera de pendoneros que llevaban un estandarte e iban cortejados por dos acompañantes.

La organización de la fiesta anual estaba a cargo de las Cofradías. No había advocación o santo que no   —342→   tuviese la suya. Algunas, como la del Santísimo, del Rosario, de la Vera Cruz, de San Pedro Apóstol, eran sumamente ricas; con anticipación nombraban los priostes y señalaban el síndico encargado de recoger las cuotas y ordenar los gastos de la fiesta.

En algunos pueblos (Baños, el Cisne) era y es todavía ritual revestir de aparato popular la celebración de las fiestas de la Virgen. El día anterior se verifica la ofrenda de las flores, los cirios, la volatería y la chamiza, con desfile procesional al son de la música y con reventazón de cohetes.

Aparte del rito religioso hay bailes de danzantes en la plaza y escaramuzas de jinetes y alguna vez corrida de toros y lidia de gallos.




VI. El juego de la pelota

Con el título de «El juego de la Pelota en la República del Ecuador», publicó en 1915 el señor Luis G. Tufiño un opúsculo, consagrado a definir las características de este juego «estrictamente nacional.» En él se aludió a la pelota vasca, originaria de las provincias vascongadas, lo mismo que el Lawn Tennis inglés, y a le longue paume, antiguo juego francés. La cancha del juego de Pelota de Xochicalco, en México, demuestra la afición de los antiguos mexicanos a este deporte varonil, que desarrolla a la vez el esfuerzo y la agilidad física y mental de los jugadores.

«El objeto principal de este juego consiste en el desarrollo de las fuerzas físicas, por el impulso y destreza simultáneos que el hombre ejercita al lanzar por el aire o por el suelo, según la dirección y distancia convenientes   —343→   y siempre entre dos cuerdas paralelas, una bola maciza de caucho, llamada pelota y sirviéndose para ello de un guante»70.

Tres son, pues, los elementos que constituyen el juego: pelota, guante y cancha. La pelota es una esfera de caucho negro, que pesa un kilo, doscientos cincuenta gramos. Su cualidad esencial es la elasticidad. A fin de que conserve siempre su forma esférica y no pierda su condición elástica, se la comprime en un molde cóncavo sujetándola con dos tuercas. El guante es un disco de madera forrado de cuero crudo y tachonado, en su centro, de clavos de cabeza gruesa y plana. Mide de 32 a 37 centímetros de diámetro y 8 centímetros de espesor. Pesa de 5 a 7 kilos, según la función que ejerce el jugador. En el revés tiene una concavidad adaptada a la mano, al modelo de guante, que facilita el manejo y la seguridad del golpe. La cancha es la superficie rectangular del terreno, en que se hallan marcadas las líneas, que constituyen el límite del juego. Las líneas esenciales son la cuerda de tranquilla, cuya longitud es de 8 metros diez centímetros; la cuerda de saque, paralela a la anterior, trazada a la distancia de treinta y seis metros cincuenta centímetros, en cuyo centro se incrusta la piedra botero y las cuerdas perpendiculares, de cien metros de. longitud que señalan el marco en que se realiza el juego.

Dentro de la cancha se colocan los partidos y jugadores, que constan de cinco por cada uno, dispuestos en la forma que sigue:

  —344→  

Partido que saca: Partido de vuelve:
SacadorVolvedor
TornaPrimer torna
MedioSegundo Torna
Cuerda derecha Cuerda derecha
Cuerda izquierdaCuerda izquierda

La Mesa o partida de juego consta de tres juegos y el juego es la ganancia de cuatro quinces: Se llama quince algunas jugadas, como la pegada de a buenas al jugador contrario y la ganada de chaza. Par chaza se entiende la suerte en que la pelota vuelve contrarrestada y se para o detiene antes de llegar al saque. El desenlace de la chaza se señala en el lugar donde paró la pelota o se la detuvo, de a malas.

El juego de pelota fue clásico principalmente en las provincias del norte del Ecuador. Los municipios o corporaciones interesadas organizaban concursos o partidas de juego, que despertaban el entusiasmo popular. Hoy este deporte nacional ha cedido su puesto a los encuentros de foot ball o de basket ball de procedencia extraña. Con todo, la pelota tiene aún sus aficionados que juegan en la cancha del Mejía. No es raro que equipos de Machachi tengan sus encuentros con los jugadores del Carchi. Los negros del Chota son excelentes pelotaris.




VII. Lidia de gallos

En algunas poblaciones del Ecuador se ha conservado la lidia de gallos, como un juego folklórico de carácter popular. En Quito hay una gallera en el barrio de la Tola, donde aficionados y curiosos presencian   —345→   la lidia de los gallos. En los cantones del Azuay el juego se verifica al aire libre.

El juego de gallos requiere, ante todo, la selección de los lidiadores. Los aficionados conocen los resultados de un buen cruce y del régimen de alimentación a que se somete a los gallos finos. El mejor será, aquel que no corre en la pelea. El gallo fino sabe asestar golpes certeros al rival. Al gallero profesional no se le escapa el cuidado de conservar la vida de su lidiadora. Si no sirve para nueva pelea por haber perdido, por ejemplo, un ojo, servirá para dejar renuevos que perpetúen su denuedo.

La pelea de gallos tiene su público de aficionados. Casi siempre se hacen apuestas a favor de uno de los lidiadores. A veces la suma jugada alcanza a cantidad considerable, sobre toda cuando intervienen en la pelea gallos finos, provenientes de aficionados de diferentes pueblos.

En un juego, concertado toman parte, sucesivamente, varias parejas de gallos, cada uno con su público de aficionados. El proceso de la lidia mantiene en tensión a todos, señaladamente a quienes han apostado dinero por su gallo favorito. El juego comienza por carearles provocando a la lucha, hasta que se les suelte a que peleen. La victoria consiste en que el más valiente saque de fuga al otro o lo imposibilite por extinción de fuerzas.

El juego de gallos trae su origen desde la colonia y se lo ha conservado en casi todos los pueblos del Ecuador.




VIII. Juego de naipes

El juego de naipes introdujeron los españoles en América. Constituyó un entretenimiento familiar más   —346→   bien que público. Parece que a este juego se hizo referencia en la vida de Gil Ramírez Dávalos, cuando en el Cuzco con Alonso de Hinojosa, «algunas noches jugaban al triunfo uno o dos libras de higos.» En los primeros años fue libre la venta de barajas. Tan sólo el 13 de septiembre de 1572, Felipe II estableció el estanco de naipes detallando las condiciones de la venta. El texto del documento decía lo siguiente: «Mandamos que en todas las Indias se ponga estanco de naipes, como en estos Reinos, y que las barajas se vendan cogidas envueltas en un papel, atadas con hilo y selladas cada una, de por sí, con sello de nuestras armas, que ha de servir para sólo este efecto y estar en una arca, de que tengan las llaves nuestros oficiales, y en cada baraja haga su rúbrica acostumbrada, y conocida uno de nuestros oficiales y con estas circunstancias y no de otra forma se puedan vender; pena de que por la primera vez incurra el vendedor en perdimiento de los naipes y los instrumentos con que se hicieren y más mil pesos de oro: y la segunda vez sea la pena doblada, y la tercera en perdimiento de la mitad de sus bienes y destierro perpetuo de las Indias»71. En la misma cédula real se hablaba de barajas hechas en España y también en las Indias, así como del arriendo del estanco para mayor eficacia de las ventas. Lo cual indica que el juego de barajas era muy generalizado entre españoles y criollos.

El hijo de don Sebastián de Benalcázar, llamado don Miguel, tenía en Cali la industria de hacer naipes. A raíz del estanco impuesto sobre la venta de los naipes, vino a Quito con el propósito de instalar una fábrica de naipes. Pidió a la Audiencia algunas caballerías de tierra en Caxanqui para establecer un ingenio   —347→   de papel y licencia para fabricar las barajas. Se le concedió la petición de tierras, pero se le negó la facultad de hacer naipes. Esta negativa fue en parte causa para que urdiera un levantamiento, que le costó la vida. Para el uso común siguió vendiéndose el artículo que venía desde España. El doctor Antonio Morga Presidente de la Audiencia de Quito, estuvo en goce de su cargo desde el 29 de septiembre de 1615 hasta el 21 de julio de 1636. En la residencia que se le tomó por orden del Rey, se le condenó al pago de seis mil ducados, «por haber tenido juego público en su casa y tablaje de día y de noche desde que fue recibido al uso de Presidente, con grande exceso, gastando, entre noche y día cuarenta barajas de naipes, sacando de cada una a cuatro pesos, de que le ha valido más de doscientos mil pesos, acudiendo a jugar eclesiásticos y seglares, pleiteantes y pretendientes, llamándoles que fuesen a jugar, aunque fuese contra su voluntad»72.

El juego de naipes se introdujo aún en los conventos, como lo demuestra una prohibición formulada en el Capítulo Provincial de Dominicos, celebrado en septiembre de 1618, bajo el Provincialato del padre fray Pedro Bedón. Ahí se castiga con pena de excomunión mayor al religioso que jugara baraja con algún seglar, por razón del escándalo y se priva del cargo e impone pena de culpa grave a los religiosos que entre ellos jugaran a las cartas.

Por lo visto el juego de naipes constituía no sólo un entretenimiento agradable, sino que implicaba gastos por razón de la apuesta.





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ArribaAbajoCapítulo IV

Vivienda - Alimentación - Trajes populares


Cieza de León fue el primer cronista que recorrió todo el territorio ecuatoriano y describió la situación de los indios a raíz de la conquista española. Enumeró los pueblos establecidos en la altiplanicie y en la costa y los caracterizó por sus costumbres y vestidos. Cada familia tenía su casa que llamaban bohío y variaba de estructura, según las zonas geográficas. Las del altiplano eran rectangulares, con paredes de piedra, tapia o bahareque y con cubierta de paja. Las de la zona fría eran redondas, con remate cónico cubierto de paja y poco más altas que el tamaño de un hombre. Con esta descripción coincide el relator anónimo de 1573. El ajuar era de ordinario una piedra   —350→   de moler y ollas y tinajuelas en que hacían chicha, unos vasos a manera de cubiletes y en la casa del cacique una tianga o taburete para sentarse. No ha cambiado esta forma de vivienda en algunas poblaciones indígenas del Cotopaxi y Chimborazo. El pueblo de Colta es una muestra típica de supervivencia prehispánica.

Las primeras actas del Cabildo de Quito ofrecen un cuadro completo de la traza primitiva de la ciudad. A base de las tres plazas, la Mayor, la de San Francisco y Santo Domingo, se hizo el trazo de las calles, que encuadraba cincuenta y un manzanas, con cuatrocientos ochenta solares, distribuidos entre los doscientos cuatro vecinos que se alistaron en el primer padrón de pobladores. La Relación anónima de 1573 observa: «en la fundación se repartía una cuadra entre dos vecinos.»

El Cabildo se interesó desde el principio en la urbanística de la ciudad y señaló algunas normas para la construcción de las viviendas. En el acta del 3 de enero de 1537 se lee lo siguiente: «Por cuanto los Cabildos de los años pasados después que se fundó esta dicha villa, a pedimento de muchas personas se han dado y señalado solares, y mucha parte de ellos no se han poblado y es muy conveniente y necesario que las personas a quien se dieron las cerquen y hagan dentro sus casas e igualen y allanen las calles cada uno su pertenencia, porque mejor esta villa se ennoblezca y tenga en policía, que mandaban y mandaron que las tales personas, cada una de ellas dentro de seis meses cumplidos primeros-siguientes, cerquen cada uno de ellos su solar de pared de adobes o piedra y dentro haga su casa en que viva y bohío para cocinar el cual haga alto de las paredes de estado y medio del alto para defenderse del fuego y que la pertenencia   —351→   de su solar de las calles igualen y allanen so pena de veinte pesos de oro»73. Según esto la vivienda comenzó en Quito por un solar cercado de tapia, casa de morada que daba a la calle y una cocina aparte. Con el tiempo fue evolucionando el sentido de comodidad y edificándose las casas en función de vida doméstica. La Relación de 1573 describe el aspecto de Quito a los cuarenta, años de fundada. «La forma y traza con que se comenzó a edificar y trazar el pueblo, fue, que repartidos los solares a cada uno según su calidad, con los indios que les vinieron de paz, hicieron unas casas pequeñas de bahareque, cubiertas de paja. Ahora hay casas de buen edificio, porque habiendo sacado los cimientos dos y tres palmos encima de la tierra, hacen sus paredes de adobes con rajas de ladrillos a trechos para mayor fortaleza. Todas comúnmente tienen sus portadas de piedra y las cubiertas de teja. El pueblo tendría trescientas casas poco más o menos. Los edificios se van cada día acrecentando. Las casas de vecinos encomenderos tienen labrados comúnmente dos cuartos con su patio, huerta y corral; valdrán a tres y cuatro mil pesos poco más o menos»74.

Por estos datos fehacientes, no es difícil señalar las características de la vivienda quiteña, que comenzó en el siglo XVI y se convirtió en tradicional durante la colonia: casa de uno o dos pisos con portón enmarcado en piedra; zaguán empedrado, a veces con listones de huesos, que conduce al patio central flanqueado con cuadro de columnas; el jardín o huerto y al fondo el corral.

Con el tiempo ha evolucionado la urbe y cambiado, por lo mismo, el estilo primero de la vivienda. El aumento   —352→   progresivo de población ha subdividido los solares y obligado a levantar los edificios. La higiene ha suprido los corrales. La economía apenas permite compaginar con los zaguanes. Hasta se pone en duda la supervivencia de un estilo colonial en la arquitectura civil. Sin embargo, nadie puede negar la realidad, que a todo turista impresiona, a saber, el aspecto del Quito colonial. No es la soledad de una vivienda. Es el conjunto de un sector o barrio urbano, que consta del templo y emplazamiento conventual, en cuya contorno se apretujan casas desiguales, alineadas en calles angostas, con visión panorámica de las colinas y montes que rodean la ciudad. Sobre esos barrios han pasado los siglos y han dado pátina de antigüedad a cada uno de ellos e informado a todos juntos de un aire de evocación histórica. Quito es una ciudad con alma, alma que se delata en el topografía barroca dominada, en el estilo de la vivienda tradicional, en los tesoros artísticos que guardan templos y conventos, en el contorno montañoso que cierra el horizonte. Su mejor arquitecto ha sido el tiempo, cuya huella ha contribuido a dar personalidad a Quito, entre las ciudades de Hispanoamérica.




Potajes

Garcilazo describe y enumera los productos, que al indio le ofrecía la tierra. Ante todo el maíz, «el rey de la espigada tribu», la sara del Incario. Como producto casi espontáneo de estas Indias Occidentales brota del surco, cual insecto de alas verdes. A poco, apoyado en raíces dentadas, se yergue el tallo, ataviado a trechos de lustrosas hojas, que se corona en flor exótica, como ramillete polvoreado de oro. Con la floración   —353→   aparecen una o dos espigas a un costado del tallo, que se desarrollan dentro de un estuche de hojas. Choclo llama el indio al maíz alineado en la coronta, que vierte tierna leche nutricia y sirve de alimento sustancioso a niños y enfermos. No tarda en madurar el choclo y brindarse en masa densa para el humita de Garcilazo, el Choclotando de los quiteños y chumal de los azuayos. Con el otoño comienza a marchitarse el tallo y la granazón se endurece con el oro viejo de la sazón. El indio tiene ya la provisión para el mote y tostado, o la harina que se ofrece a variedad de potajes para la mesa más exigente, el tamal lojano, el chihuil quiteño. Durante el desarrollo ha podido el indio aprovechar del jugo de la caña y de las hojas para forraje. Después de la cosecha el tallo sirve para cercas y el maíz sometido a nacimiento artificial se convierte en la jora, que produce el vino, la azua de los indios, la chicha de los españoles. Con sobrada razón los indios habían establecido fiestas rituales al tiempo de la siembra, deshierba y deshoje del maíz. El juego de las mishas excitaba el entusiasmo de los cosecheros. Después del culto al Sol y al Inca, el maíz representaba el símbolo del culto doméstico. En las huacas y las tumbas se ha encontrado la mazorca natural y a veces el licor todavía fresco en ánforas funerarias.

Junto al maíz y enredado en su tallo crecían algunos especies de frijoles, que los indios llamaban porotos y los usaban en sus guisados. Garcilazo menciona también el chocho y sobre todo la quínua, cuyas hojas semejantes al bledo, servían para cocidos y el grano para potajes y en algunas regiones reemplazaba al maíz en la confección, de las bebidas.

En cuanto a raíces y tubérculos, la tierra producía la papa, que comían los indios cocida y asada. Garcilazo habla también del chuno, harina que se extrae de   —354→   la achira. Se daba, además, la oca, la yuca y el camote. Tampoco faltaban en la mesa de los indios varias especies de calabazas y sobre todo el ají, que condimentaba toda comida.

Los indios aprovechaban, asimismo, de muchos frutos que se producían espontáneamente, de acuerdo con los climas. Entre ellos se enumeran el aguacate, la chirimoya, la piña, la papaya, la guayaba, el mamey, el capulí, la tuna, el taxo y la granadilla.

Para completar el repertorio alimenticio fabricaban del maíz la chicha y utilizaban también el pulque. A la par del maíz, el penco fue la planta predilecta de los indios, para quienes la naturaleza descubrió sus secretos industriales. Desde luego, escalonado en cercas, señalaba los linderos de las propiedades. No tarda el penco en brindar su espina para aguja provista de filamento propio, para coser los costales y telas, que se confeccionan con sus fibras reducidas a jarcia. De sus hojas maduras el indio extrae la cabuya para atar los tallos secos del maíz o para enlazar el maderamen y la cubierta de sus chozas. Ahuecado el tronco surte del pulque, el sabroso chahuarmishqui, que endulza los potajes de la masa indiana. La madurez se delata en el chahuarquiru, de que se vale el indio para tejer sus balsas, armar sus escaleras o trabar la armazón de sus viviendas. Aun la hoja seca sirve de combustible y el tambor de su tronco de asiento acogedor.

La Relación Anónima de 1575 enumera los árboles frutales que fueron transportados de España. Ellos fueron duraznos, naranjos, cidros, limas, higueras y granados. El dominico fray Tomás de Serlanga aclimató en América el plátano, que se convirtió en planta favorita de la Costa; y fray Jodoco Ricke fue el primero que hizo la siembra del trigo. Este cereal   —355→   junto con la cebada y el maíz constituyeran la base de la alimentación. El número 75 de la mencionada Relación añade: «Las legumbres y hortalizas que se dan en Quito son coles, nabos, lechugas, yerbabuenas, perejil, cebollas, culantros y ajos: todo lo cual produce la tierra más y mejor que en España y habas asimismo se dan y acelgas»75. En cuanto a los animales añade la Relación: «De la Nueva España se han llevado (a Quito) vacas, cabras, yeguas y puercos.» También se trajeron las gallinas.

A base de estos productos naturales se organizaba la economía doméstica del pueblo ecuatoriano, que contaba para su alimento con el pan, la carne, los granos en general, las hortalizas y las frutas. Dentro de este régimen común de alimentación cabe anotar algunos platos típicos regionales y otros que corresponden a fiestas religiosas. En Quito es tradicional el locro, guisado compuesto de patatas divididas, que se cuecen sobre una sazón de queso y especerías. Los indios de Calderón y la Magdalena son los proveedores del chocho, que consume el pueblo. Las patatas en mezcla con el estómago de los rumiantes constituye el librillo, potaje sustancioso en la mesa de confianza.

En Latacunga es comida folklórica el chugchucara, que es el cuero del puerco frito sin extraer la manteca. Los indios comen también la mazhca, en el Azuay machica, la harina de cebada sin mezcla de azúcar ni canela. En Riobamba es común el cauca, morocho a medio cocer, molido en piedra y fermentado, que se toma luego en colada dulce o salada.

En el Azuay el mote constituye la base general de la alimentación del pueblo. Es el maíz cocido, sin sal   —356→   ni otro ingrediente alguno. En combinación con carne, tocino y longaniza forma el motepata, vianda imprescindible en carnestolendas. Bebida de uso general en el Azuay es el draque, porción de aguardiente que se toma mezclado con agua caliente y azúcar.

En Loja es de uso común el repe, vianda compuesta de guineo verde cocido y amasado, que se prepara con leche, queso y mantequilla. En Ibarra abundan los nogales, que en Cuenca llaman togtes, con cuyo fruto se confeccionan las nogadas, blancas o prietas, según sea azúcar o raspadura el ingrediente principal. En la Costa es general la menestra, lenteja u otro grano molido, preparado en puré, que se sirve con arroz.

En cuanto a los potajes que se usan popularmente en fechas del Calendario, hay unas que son generales a todas las provincias y otras características de alguna región. En carnaval es de rito en el Azuay el motepata y dulce de higos y en el Chimborazo y Tungurahua el jucho, cocimiento de capulíes con mezcla de peras y duraznos. En casi, todo el Ecuador en Jueves Santo se come la fanesca, mezcla de granos y legumbres, a base de leche y queso con condimento de pescado, sin carne ni tocino. Corpus se caracteriza por el champuz, mazamorra dulce y fermentada, a base de harina, con pimienta, maíz descortezado y hojas de naranja. Se toma generalmente frío. También se usa frío el rosero, bebida lechosa y amazamorrada proveniente de una mezcla de maíz cocido, con azúcar, con condimento de especias y alguna sustancia perfumante. El día de Difuntos no puede el pueblo prescindir de la mazamorra morada y de las huahuas de pan. En la Provincia del Pichincha, noviembre coincide con la maduración de los mortiños, que son los que dan el color a ese potaje del día de almas. En Loja el día de las almas usan el champuz de arroz, especie de rosero con agua de ámbar.

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Navidad reclama en toda mesa los buñuelos, con roscones, bolas de maní, quesadillas y bizcochuelos.

No hemos hecho sino indicar algunos potajes de uso folklórico. Hay muchos más que sirven de alimenta en cada región del Ecuador.




Vestidos

Cieza de León fue el primero que describió los vestidos que usaban los indios en las actuales Provincias del Ecuador, comenzando por los caranquis y concluyendo por los paltas. La Relación Anónima de 1573 anota en general: «El hábito que los indios tienen es una camiseta, sin mangas ancha de arriba como de abajo, los brazos y piernas descubiertos. Encima de la camiseta una manta cuadrada de vara y tres cuartas en largo; esta sirve de capa. El cabello largo tanto por delante como detrás y para poder ver sin que les embarace, atan un hilo a la cabeza en la cual meten el cabello»76. Más o menos en la misma forma describe el Cabildo de Quito en un informe oficial del 23 de enero de 1577. Dice así: «Andan los naturales vestidos en su antiguo y común traje: los varones con manta y camiseta y las mujeres con anaco y lliquida, que son unas mantas hechas de algodón. Traen las cabezas unos paños pequeños y pintados de algodón que llaman xoxonas y las mujeres los cabellos sueltos y tendidos muy negros, que los curan para que lo sean»77.

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Cieza de León habla de los topos, prendedores que usaban las indias para ceñir al talle sus mantas de algodón. La Relación anónima completa las prendas de vestir aludiendo a los sombreros de lana de amplia falda, y a los alpargates . «Las joyas, añade, de que más se preciaban eran unos collarejos de moscas o chaquira de oro o de plata, o unas cuentas coloradillas o de hueso blanco, que ellas hacían y unos brazaletes de plata a manera de ajorcas.» El material de que confeccionaban los vestidos era de telas de algodón antes y de lana, a raíz de la conquista.

No ha cambiado mayormente el estilo de vestido de los indios. Los hombres usan camisa y pantalón blancos, poncho de lana, sombrero faldón y alpargatas. Las indias continúan con el anaco, blusa de algodón con el cuello y puño bordados, manta o reboso de lana, collares y brazaletes. Los más caracterizados y tradicionalistas son los indios de Otavalo y Saraguro.

En el Azuay se distingue por su elegancia la chola cuencana. Como falda usa sobre el centro, el bolsicón de paño, con el extremo bordado a colores y la blusa o pollera también bordadas con primor. Se cubre luego con el paño o macana, tejida de algodón con abundante filamento a los extremos para dar ocasión a caprichosos amarrados.

Los españoles, a raíz de la conquista, introdujeron el estilo de vestir a uso entonces en la Madre Patria. Por los aranceles señalados a los sastres por el Cabildo, se puede describir el repertorio de vestidos que se comenzaron a usar en Quito. Ante todo la capa española, que se impuso como moda en Europa durante el siglo XVI. Las Actas hablan de capa de paño, negra o de color, y de capa guarnecida con pasamanos o ribetones o fajas. Menciona luego la casaca de paño o   —359→   terciopelo, sencilla o adornada. También indica el jubón, de raso o terciopelo, especie de casaca mas carta. con faldones pequeños y mangas estrechas. Prenda de uso corriente era asimismo la chamarra, saco ancho que se hacía de paño, terciopelo o raso y la chamarra francesa, forrada de terciopelo y adornada. En cuanto a los calzones, se enumeran los precios por la variedad de hechuras, desde el estilo simple con cintas sencillas, hasta el de terciopelo y seda, con alemanas acuchilladas y con forro de terciopelo y de satín bajo el paño picado. Por lo que mira a zapatos, se señala arancel por la hechura de calzas llanas aforradas, con pestañas o pespuntes, con forro de terciopelo o raso; de calzas alemanas acuchilladas y de medias calzas de paño. Finalmente la gorra y caperuza de terciopelo.

Respecto al vestido en las mujeres, no constan detalles en las Actas. Simplemente se señala el arancel, «por una saya de mujer, de cualquier color, paño o seda, guarnecida, tres pesos, y llana dos pesos, y si llevare más obra, tres pesos.»

La falta de datos descriptivos de la evolución de la forma de vestir se suple con la representación artística. En el Museo de San Francisco se exhibe una tabla en que se halla pintado un desfile procesional de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Ahí se representan fieles de uno y otro sexo, vestidos al uso del siglo XVII. Además, en los Nacimientos abundan las figuras con los vestidos típicos de los siglos XVII y XVIII. En el Museo de América de Madrid hay una colección de lienzos, pintados por Vicente Albán, que representan el estilo de vestir de fines del siglo XVIII.

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En este ensayo descriptivo del folklore ecuatoriano, no hemos hecho sino destacar algunas de las costumbres de nuestro pueblo, señalando su procedencia histórica. No hay provincia que no cuente con usos y costumbres peculiares, que conserva el pueblo con afectuosa, tenacidad. Ojalá que este esquema descriptivo estimule a los aficionados a completar este aspecto interesante de la historia nacional.









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ArribaAbajoApéndice

Debemos a la gentileza del señor Jacinto Jijón y Caamaño el préstamo del texto original del TRATADO DE PINTURA, que recopiló Don Manuel Samaniego, cuya caligrafía se echa de ver en las últimas páginas del manuscrito. La publicación de este opúsculo facilitará a las lectores la comprensión de las notas características de la Pintura Quiteña Colonial.


Nota del seleccionador                


Tratado de pintura por Manuel Samaniego


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ArribaAbajoCapítulo I

Trátase de las medidas y compases del cuerpo humano


Las medidas del varón de 30 años, es muy conforme a razón numerarlas, porque hasta los 21 años crece el hombre en altura, y no pasa de allí, por que lo demás ensancha cuanto a la planta del pie, coronilla de cabeza, tanto hay extendiendo los brazos de la punta del dedo de en medio, de la una mano al mismo, dedo de la otra. El rostro desde la barba o hasta lo alta de la frente, que es el nacimiento del cabello es la décima parte de su cuerpo; la mano desde la muñeca al fin del dedo de en medio tiene ese rostro. El medio, y centro del cuerpo es el ombligo, porque poniendo el compás en el centro de dicho ombligo, y haciendo un círculo, topará en la punta de los más largos dedos de las manos; y en los pies y cabeza igual altura y anchura.



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ArribaAbajoCapítulo II

Diez rostros tiene el hombre más gallardo Juan de Arce y Céspedes


La cabeza por la frontera se divide su altura en Cabeza 4/3: el uno desde la superficie del casco hasta el fin del cabello de la frente; el 2.º, desde el cabello al principio de la nariz y cejas; el 3.º, todo el largo de la nariz y el 4.º, desde el fin de la nariz al de la barba. El de la frente es señal de la sabiduría, el de la nariz, de la hermosura y el de la barba, de la bondad.

Danse al cuello de largo, desde la barba al hoyo que hace el fin de él dos tercios. El 1.º, desde la barba a la nuez; y el otro, de la nuez al hoyo. Su anchura es dando una línea a plomo por medio del rostro; desde esta línea al fin del ojo hay un tercio; desde el fin del ojo hay un tercio, desde el fin del ojo, al oído, la mitad de un tercio; desde el oído al vuelo de la oreja, la cuarta parte de un tercio. El cuello tiene de anchura dos tercios. Estas medidas están consideradas con lo que escorza el rostro estando frontero.

Pero midiendo más menudamente tiene el ojo de altura medio tercio y de anchura otro tanto. El tercio del fin de la nariz al de la barba, dividido en tres partes, se da una de ellas; de la nariz a la abertura de la boca, otra; de la abertura de la boca al hoyo de donde comienza a señalar la barba; y otra, al fin de la barba. El largo de la boca tiene lo que hay del fin de la barba a la abertura y división de los labios; desde el lagrimal del ojo hasta el fin de la ventana de la nariz hay la misma medida. Otra medida hay partiendo el tercio de la nariz en dos partes, da la una a la altura del ojo y la otra de allí a la   —365→   ventana de la nariz, al fin del perfil redondo del colodrillo, que sale más de la cabeza al cuarto tercio de la anchura.

El principio de la nariz por lo alto, que es el entrecejo y también la barba, se retiran a dentro, la nariz menos de medio tercio y la barba más de medio tercio. Desde la punta de la nariz al fin del perfil de afuera de la oreja hay un rostro, que son tres tercios, y de ese mismo principio al nacimiento del pelo (como queda dicho), hay otro tercio; y otro, desde el perfil de afuera de la barba, por debajo, hasta la nuez del cuello. Tiene el cuello por un lado de anchura dos tercios, y a lo largo un rostro, desde la oreja al hoyo del mismo cuello.

Desde el cabello de la sien al entrecejo, hay un tercio y medio; desde el redondo que hace la ventana de la nariz hasta el nacimiento de la oreja hay otro tercio y medio de anchura. Tiene de altura la cabeza desde la superficie alta del casco al fin del colodrillo un rostro, que son tres tercios, tiene de ancho otro rostro y vuela la oreja afuera la tercera parte de un tercio. Tiene de largo el cuello desde el colodrillo al principio de los hombros, dos tercios, y otros dos tercios de ancho por la parte más delgada.

Pongo esta otra medida en forma de cruz, que son dos líneas iguales, una recta atravesada y otra perpendicular y cada cual tiene en sus fines dos puntos, y uno en medio y serán estas líneas del largo que se quisiere dar a la figura. Del punto más alto de la línea perpendicular comenzará la superficie de la cabeza, y de ahí al de en medio, sobre la parte natural, será la mitad de su altura, y desde ahí al punto último donde planta la otra mitad. Luego a la parte derecha del fin de la línea recta al punto del medio, que será el hoyuelo de la garganta. La otra mitad, el otro lado contiene otro tanto, y cada mitad de estas cuatro tiene cinco rostros,   —366→   cuatro en cada brazo y dos en los pechos, que es lo mismo de altura y de anchura con lo cual queda cabal. De lo más alto de la cabeza y superficie del casco, estando la figura derecha, a la punta de la nariz, se da un rostro, y del fin de la nariz al hoyo del cuello se da el segundo, y de ahí a la boca del estómago el tercero, y de allí al ombligo, el cuarto, de allí al principio de la parte natural, el quinto; esta es la mitad de su altura, y desde allí hasta la punta del pie los otros dos ocupa de ellos un tercio. La altura del pie desde el fin de los dedos a lo bajo del tobillo.

El ancho de esta figura por los hombros son dos rostros. Por la cintura, un rostro, y un tercio, y por la cadera y nacimiento de las piernas tiene de ancho un rostro y dos tercios. Cada muslo en su nacimiento tiene dos tercios y medio de ancho, y por el medio, donde se ciñe el largo, tiene de ancho dos tercios; tiene por encima de la rodilla menos de medio rostro, y el mismo ancho por medio de la rodilla. Por lo ceñido de bajo de la rodilla, donde comienza la pierna tiene de ancho tercio y medio. Por lo ancho de la pantorrilla, medio rostro, y por el fin de ella poco menos de tercio y medio; por medio del tobillo tiene de ancho un tercio y por lo ceñido de la garganta del pie, la mitad de medio rostro. El pie frontero plantado tiene de ancho un tercio y medio.

El brazo frontero desde su nacimiento tiene tercia parte de tercio más abajo del hombro, hasta el fin del dedo más largo tiene cuatro rostros uno a la mano y tres al brazo. De la muñeca de la mano a la sangradera hay un rostro y un tercio; desde la sangradera a lo alto del brazo un rostro y dos tercios. Tiene de ancho el brazo desde el hombro hasta donde comienza el perfil, que es la parte más ancha de él, dos tercios; y por el principio del molledo poco más de un tercio; por lo más ceñido, antes de la sangradera, tiene un tercio y la tercia parte de otro.

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El largo de la mano, que tiene un rostro medido por menor, tiene desde el nacimiento de la muñeca hasta el nacimiento del dedo de en medio, medio rostro, y otro medio a la punta de dicho dedo. Tiene de ancho por lo más el nacimiento de los dedos tercio y medio. Estos mismos tres tamaños tiene la mano por la parte de afuera.

Comenzando por el dedo pulgar, este ocupa la mitad del espacio del dedo, que señala antes de llegar a la coyuntura baja de en medio; el que señala llega a ocupar pasado de la coyuntura alta del dedo de enmedio, más de la mitad de su cabeza.

El de los anillos llega al de en medio pasado de la coyuntura última de tres partes; las dos de su cabeza, dejando libre la cantidad de la uña.

El menor pasa poco más arriba de la coyuntura última del de los anillos, dejando libre lo demás de la cabeza.

Por la parte de afuera llega la cabeza del dedo pulgar cerca de la coyuntura de en medio del dedo, que señala, que está junto con él, y el fin del dedo que señala llega casi hasta el nacimiento y principio de la uña del dedo de en medio. El dedo de los anillos, llega su fin a la mitad de la uña del dedo de en medio. El dedo menor llega a rematar a la mitad de la última coyuntura del dedo de los anillos. La mano por lado, por lo más ancho tiene de grueso un tercio.

Por lo más ancho de los pechos y espalda tiene cuatro tercios que es una cabeza. Por lo más abajo de los pechos, la cintura tiene de ancho perfil un rostro, por la parte del ombligo y principio del franco, otro tanto. Tiene de ancho desde el nacimiento y principio de la parte natural a lo más alto del perfil del asiento un rostro y la tercia parte de un tercio; tiene   —368→   de ancho por el principio del muslo, y fin del asiento, dos tercios y medio. Por encima de la rodilla tiene de ancho dos tercios y por medio de la rodilla tiene de ancho dos tercios, poco menos. Por lo más ancho de la espinilla y pantorrilla tiene de ancho dos tercios y por el fin de la pantorrilla, un tercio y medio; por lo ceñido de la pierna tiene poco más de un tercio de ancho.

El largo del pie ha de ser de un rostro y un tercio que es una cabeza, o ha de ser la séptima parte de la altura de la figura. Los dedos guardan este orden: el dedo menor, acaba donde comienza el pulgar, el que está junto a él acaba donde comienza la coyuntura del pulgar.

El de en medio acaba en el principio de la uña del dedo más largo. El largo tiene poco más que el pulgar y a veces es igual con él; y el pulgar tiene de largo poco menos de un tercio.

Tiene el brazo por lo más de ancho del hombro dos tercios. Por el principio del molledo tiene tercio y medio. Por la sangradera y principio del codo, poco más de un tercio y, por el ancho debajo de la sangradera tiene un tercio y la tercia parte de otro. Por la muñeca tiene de ancho de las tres partes de un tercio. Las dos, y la mano por lo más ancho tiene un tercio.

Las medidas de la espalda. La mitad de la altura de este varón es desde la superficie del casco al estantino y la otra de allí a la planta, porque la cabeza y cuello es la medida, por el colodrillo. Desde donde comienzan los hombros hasta el fin de las paletillas hay un rostro, y desde allí al fin de los lomos hay otro rostro; y la tercia parte de un tercio desde el fin de los lomos, al principio y nacimiento del asiento hay medio rostro. Desde allí ocupa todo el asiento hasta el fin de él, un rostro y la tercia parte de un tercio; desde el fin del asiento a la corva, que es el largo del muslo, hay rostro y medio   —369→   y un tercio; y desde allí al fin de la pantorrilla, hay un rostro y la tercia parte de un tercio; desde el fin de la pantorrilla hasta pasados los tobillos al principio del carcañal78 hay otro tanto; y desde allí al fin de la planta, hay un tercio. Las medidas del largo y ancho del brazo por el codo se hallarán en las del frontero y de lado.

Tiene de altura nueve rostros. Los dos comenzando de la superficie del casco acaban en el hoyo del cuello. El cuello es algo más corto; y desde allí al fin de los pechos hay un rostro; robusto desde el fin de los pechos, y más abajo del ombligo y principio del franco, hay otro rostro; y desde allí al fin de la parte natural otro; y de esta parte a lo ceñida de la pantorrilla, debajo de la rodilla hay otros dos rostros, y de allí a las plantas otros dos; la altura del pie un tercio.

Por el nacimiento de los brazos es un rostro y de dos tercios, y para lo más ancho de los hombros dos rostros y un tercio y la tercia parte de otro. Por el nacimiento de los pechos, un rostro y dos tercios y poco menos de la cintura; por el principio del franco dos rostros menos medio tercio. Por el nacimiento de los muslos dos rostros. Por el fin de los testículos, tiene cada muslo un rostro, por medio de la rodilla tiene poco menos de dos tercios de ancho; por lo más ancho de las pantorrillas, tiene de ancho dos tercios. Por lo ceñido de la pierna y fin de la pantorrilla tiene tercio y medio, por medio de los tobillos algo más de un tercio. La anchura del pie plantado por los dedos tiene poco más de dos tercios.

El brazo tiene de largo, desde el nacimiento del hombro hasta el remate del dedo más largo, tres rostros y dos tercios; el uno se da al largo de la mano; desde allí a la sangradera, el otro   —370→   rostro y dos partes de un tercio; y de allí al nacimiento del hombro un rostro, un tercio; y la tercia parte de otro. Tiene por debajo de los pechos, medio rostro de ancho el brazo en su nacimiento. Por lo ceñido, más arriba de la sangradera, poco menos de medio rostro; por lo más ancho, abajo de la sangradera, tercio y medio de ancho; por la muñeca tiene un tercio. El ancho de la mano, ya está dicha arriba en las medidas del varón de treinta años. Pero aquí es más de tercio y medio.

Esta figura robusta por lado, es su altura la misma de la figura frontera y contiene las mismas medidas y así bastará describir su anchura menos la cabeza. La anchura de la garganta, por debajo de la barba tiene dos tercios y por el hoyo del cuello y principio de la espalda tiene de ancho dos tercios y medio. Por medio de los pechos y perfil de la espalda tiene de ancho una cabeza y son cuatro tercios. Por debajo de los pechos y fin de la espaldilla tiene otros cuatro tercios; por la cintura tiene tres tercios y medio. Desde el nacimiento de la parte natural y perfil del asiento tiene cuatro tercios; por el fin del asiento y nacimiento del muslo tiene de ancho un rostro y la primera parte de un tercio. Por lo más ancho del muslo tiene lo mismo.

Desde el nacimiento de la rodilla y principio de la corva tiene dos tercios y la cuarta parte de otro; por el fin de la rodilla y principia de la pantorrilla, tiene dos tercios; por lo ceñido, debajo de dicha pantorrilla y la espinilla, tiene otros dos tercios; por la garganta del pie tiene de ancho tercio y medio. La largura del pie por lado, que es un rostro y un tercio; y la razón de la de distribución de los dedos la remitimos a la proporción del varón antes de ésta.

Desde el fin del cuello y lo más alta del hombro hasta donde comienza el cuerpo al dividirse de los brazos, de alto hay tres tercios y medio. Y por que la anchura de esta parte no se ve en la   —371→   figura frontera la refiero aquí, son dos rostros cabales; y prosiguiendo por lo alto, desde la parte referida en que se dividen los brazos del cuerpo hasta el principio del asiento y perfil alto de él, hay tres tercios y medio. Desde allí al fin del asiento donde comienza el muslo tiene tres tercios y la tercia parte de uno. Desde aquí al medio de la corva, hay cuatro tercios y otras dos partes de tres del tercio, y de allí a la planta del pie hay dos rostros y un tercio que es la altura del carcañal. Por la otra está dicha la medida por todas partes de la mano.

Las partes de la hermosura y belleza corporal, que resplandece principalmente en la mujer son tres: integridad de miembros, proporción en todas partes, hermoso y agradable color, (Aristóteles). No ha de ser el cuerpo pequeño sino de conveniente gentileza, algo menos que el varón. El color no sea muy blanco ni muy rojo sino del color de rosa. La tez con lustre y claridad.

Por la parte frontera tiene de alto once rostros menos medio tercio y dando las dos a la cabeza y cuello porque no se han de repetir aquí sus medidas, que dan desde el hoyo de la garganta a las plantas, los nueve menos medio tercio. La mitad de su altura es donde acaba el perfil del vientre, sobre la parte natural, poco más abajo del principio del muslo; y la otra mitad desde allí a la planta.

Y su altura; por menor, habiendo dado los dos rostros a cabeza y cuello, se da el tercio desde el hoyo dicho a la boca del estómago, entre los pechos, medio tercio más abajo, del nacimiento de ellos, y bajando desde allí acaba el cuarto rostro medio tercio más arriba de la cintura. El quinto, de aquí viene a parar justamente al ombligo, y el otro medio, al vientre frontero del ancho de las caderas. Desde aquí, poco más abajo del fin de la parte natural y principio del muslo, es el sexto rostro; y de aquí a lo ceñido de la mitad del muslo es el rostro séptimo; llega el   —372→   octavo hasta poco más arriba del medio de la rodilla; y el noveno más arriba del fin de la pantorrilla; el décimo no llega a lo más ceñido de la pierna, y el onceno, menos medio tercio; y de allí a la planta de éste ocupa la altura del empeine del pie frontero; hasta el principio del tobillo, un tercio, y ésta es justamente su altura.

La anchura es en esta manera: dejando la cabeza mirada la frontera por los hombros y nacimiento de los brazos, hay del perfil de afuera del uno al otro de ancho dos rostros y medio frontera tercio, por más abajo del perfil; de afuera del molledo enfrente del nacimiento de los pechos tiene dos rostros y medio de ancho. Por el nacimiento de los pechos, debajo de los sobacos, sin los brazos, tiene el cuerpo de ancho rostro y medio y la tercia parte de un tercio. Los pechos tienen cada uno de ancho la mitad de la cabeza y entre el uno y el otro hay medio tercio y la cuarta parte de otro. Por lo ceñido de la cintura tiene de ancho una cabeza y un tercio. Por lo ancho de la cadera o nacimiento de los muslos, es su anchura dos rostros y un tercio por debajo de la parte natural y lo más ancho del muslo; tiene cada una de ancho un rostro y la tercia parte de un tercio; por medio del muslo, donde se ciñe la mitad de su perfil, hay de ancho un rostro menos la cuarta parte de un tercio. Por encima de la rodilla y remate del muslo, hay poco más de media cabeza de ancho.

Por debajo de la rodilla y principio de la pierna hay media cabeza justa. Por lo ancho de la pantorrilla, hay algo más de media cabeza. Por lo ceñido de la pierna sobre el tobillo, hay un tercio de ancho y por el tobillo poco menos. El pie frontero plantado tiene otra media cabeza, que son dos tercios de ancho.

El largo del brazo frontero desde su nacimiento y perfil del hombro hasta el remate del dedo más largo tiene cuatro rostros y un tercio. Repártense de esa suerte: el uno se da al largo   —373→   de la mano, uno y medio y un tercio de la sangradera al hombro y supuesto que esto es lo seguido, dice el autor que es mejor que la mano de la mujer sea más pequeña, especialmente en las Vírgenes, quitándole medio tercio de largo y dándole eso más al brazo.

Tiene de anchura el brazo frontero, por el nacimiento de los pechos y molledo, medio rostro; por lo ceñido arriba de la sangradera tiene un tercio y la cuarta parte de otro, y por lo más ancho abajo de la sangradera poco más de medio rostro. Por la muñeca tiene un tercio de ancho. La mano tiene medio rostro por lo más ancho; y si se da un rostro de largo, el medio ocupa el dedo más largo y el otro medio la palma hasta la muñeca, y si como he dicho se hace más pequeña, se le darán las dos partes al largo y la una al ancho.

La primera medida del ancho, desde el hoyo de la garganta al principio de la espalda que le corresponde, es medio rostro y un tercio. Por encima del hombro, del pecho a la espalda, de ancho poco más de un rostro. Desde el nacimiento de los pechos a lo más relevado del perfil de la espalda, hay una cabeza de ancho; por debajo de los pechos al perfil que le corresponde de la espalda, es el ancho rostro y medio tercio. Por lo ceñido de la cintura y fin de los lomos; tiene de ancho poco más de un rostro. Y de más abajo del ombligo a la espalda tiene de ancho poco menos de una cabeza. Por lo más relevado del vientre al perfil del asiento tiene de ancho una cabeza y medio rostro. Por encima de la parte natural, donde acaba el perfil del vientre, a lo más relevado del asiento tiene una cabeza y un tercio de ancho. Debajo del asiento a la más relevada del principio del muslo tiene de ancho una cabeza menos la tercia parte de un tercio. Por medio del muslo tiene de ancho un rostro. Por encima de la rodilla al principio de la corva tiene de ancho poco menos de media cabeza. Por medio de la rodilla tiene media   —374→   cabeza de ancho. Por el fin de la rodilla y principio de la pantorrilla hay otro tanto. Por el fin de la pantorrilla otra media cabeza. Por lo ceñido de la pierna sobre el tobillo tiene de ancho medio rostro.

El largo del pie de lado ha de tener una cabeza, o la séptima parte de la altura de esta figura como dijimos en el del varón de treinta años y por el mismo irán los dedos.

El brazo de lado por haberse dicho en el frontero, su largura trataremos de su ancho. Por lo alto del hombro de ancho media cabeza. Por el nacimiento del molledo tiene de ancho medio rostro y la tercia parte de un tercio. Por lo más relevado del molledo tiene media cabeza de ancho. Por lo ceñido de la sangradera al codo hay de ancho un tercio y la cuarta parte del otro. Por lo más ancho abajo de la sangradera en la tabla del brazo tiene medio rostro de ancho. Por donde se ciñe el perfil más abajo y comienza la muñeca tiene de ancho un tercio. Y por la muñeca y nacimiento de la mano tiene medio tercio y la tercia parte de otro. Por lo más ancho de la mano de lado hay un tercio. Las demás medidas dice en el frontero.

El último perfil y vista de esta figura es por la espalda; tiene la misma altura que las otras dos que se han dicho, que son once rostros menos medio tercio. La mitad de su altura es desde la superficie del casco, a la mitad y división del asiento. Y la otra, de allí a las plantas, y por que di razón, hay de la medida de cabeza y cuello. Trato de lo dicho, además, desde donde comienzan los hombros hasta el fin de la paletilla tiene una cabeza y la tercia parte de un tercio. Y de ancho, rostro y medio tercio. Y desde allí al fin de los lomos, poco más abajo de la cintura, hay una cabeza de alto. Lo ancho de la cintura está ya dicho en la figura frontera. Del fin de los lomos a lo alto del perfil del asiento hay medio rostro. Tiene todo el asiento de alto   —375→   en cada mitad una cabeza y medio tercio. Desde el fin del asiento a la mitad de la corva que contiene todo el muslo hay dos rostros de largo, menos la primera parte de un tercio. Y desde allí a la planta hay dos cabezas y la primera parte de un tercio, ocupa de esta medida. El carcañal, un tercio de alto y otro de ancho. Todos los demás anchos y largos de cuerpo, brazo y mano, están ya repetidos en la figura frontera.