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El arte en Santiago de Compostela durante el siglo XVIII

Juan Facundo Riaño





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Excmo. Sr.: La Dirección general de Instrucción Pública remite á informe de esta Academia, el libro intitulado El Arte en Santiago durante el siglo XVIII y noticia de los Artistas que florecieron en dicha ciudad y centuria; su autor D. Manuel Murguía para los efectos del Real decreto de 12 de Marzo de 1875. Encargado el que suscribe de dar su juicio acerca de la mencionada   —153→   obra, tiene la honra de exponer á la Academia, las siguientes consideraciones.

No es el libro citado, de aquellos que encierran su importancia en la extensión de su objeto material: una localidad y un siglo; el arte plástico en sus aspectos subjetivo y objetivo ciñen el examen del Sr. Murguía, cuyo trabajo es, por muy valederas razones, digno de tenerse en cuenta.

Libros de la índole del que tratamos, tienen un plan convencional y falto de vigor, sin qne sea posible otro dada la naturaleza de estos trabajos de exposición histórico-crítica. La pintura, la estatuaria, la arquitectura y las artes ornamentales, son objeto de estudio para el autor, que de modo notable las presenta, dentro de las encontradas y mal definidas tendencias del siglo XVIII, sin olvidar, por la concisión del método expositivo, las excelencias de uno más racional y filosófico.

Con marcado sentido crítico se ocupa el Sr. Murguía de los pintores compostelanos, á quienes presenta de antiguo, apegados á todo género de rutinas, y refractarios, por instinto, á cuanto se presenta á sus ojos como superior y digno de imitación, observación muy acertada, tratándose de aquellos entre los males, los mejores, lejos de huir de ajenas tendencias, se inspiraron en la manera de concebir y de hacer de los artistas extranjeros. Tal sucedió con el celebrado Juan Antonio García Bouzas que, á su regreso á Galicia durante la guerra de sucesión, importó lo que hubo de aprender de su maestro Lucas Jordán, y con Ferro Requejo discípulo de Mengs, si bien dejaba adivinar, en el color, el vigor y energía de la escuela española.

El extraño movimiento formista de verdaderas escuelas, promovido por algunos pintores santiagueses, como el citado Bouzas, faltos de personalidad, es también objeto del esmerado estudio del autor.

Tócale serlo después a la estatuaria y comienza por evidenciar las causas de su decadencia en la primera mitad del siglo XVIII, y las malas condiciones de medio en que se movían los artistas de tan dilatado período, forzados á llevar sus esculturas á los altares donde, entre las prolijidades del gusto churrigueresco, «parecían más siervas que señoras, más adorno que objeto principal.»

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Presenta y explica luego la formación de escuela en la segunda mitad de la citada centuria; escuela acusada por la uniformidad y general carácter artístico. Gambino, con su extremada práctica del arte; Ferreiro, con el exquisito conocimiento que de él tuvo, son recordados, con otros, por el autor, que lejos del prurito de ensalzar más de lo justo, los ve modestos, aunque primeros y únicos entre los que se tomaban siquiera la molestia de ser algo.

El arte compostelano, en punto á la arquitectura, se reviste de esenciales condiciones de carácter, que no le dan, sin embargo, título, para una originalidad que no podrá tener. El renacimiento italiano del siglo XVI había trascendido hasta la antigua Santiago, y paso á paso se llegó hasta soportar el gusto de Borromini. En medio de esta transición se iba haciendo distinta la escuela que había de dar vida á Domingo de Andrade, iniciador de las corrientes que siguió la arquitectura santiaguesa en el primer tercio del siglo XVIII.

Así se prepara el autor, para explicar el ulterior desenvolvimiento del arte arquitectónico, y á la par que hace una erudita reseña de artistas, estudia las transiciones desde la sobria ornamentacion de Andrade, hasta el exuberante estilo de Fernando Casas y Novoa, desde el gusto ostentoso de Savela á las desnudas y severas construcciones de Prado.

En las artes ornamentales, algo ha contribuido el Sr. Murguía en pro del buen recuerdo de artistas de que no hay memoria, sin que las imperfectas tradiciones, junto con las noticias que pudieran proporcionarle los libros de fábrica y los parroquiales, hayan acabado un estudio, hasta ahora incompleto y confuso. Esto no obsta para que lo hecho por el autor acerca de los rejeros, grabadores, plateros y broncistas compostelanos, por no haberse hecho antes, tenga el mérito de la originalidad.

Pone fin al libro que examino, una breve y curiosa relación de los artistas que florecieron en Santiago en el siglo XVIII y de sus obras. En ella da noticia de algunos que relegaron al olvido la modestia de sus trabajos y su contado mérito, rebajado por el carácter de un público, que sin gusto artístico, posponía á las propias las obras que venían de fuera en alas de una fama verdadera ó falsa. El silencio con que Ceán Bermúdez, pasa los nombres   —155→   de muchos de los artistas de Santiago, así como las incompletas y erróneas noticias que de algunos da, trata de remediarlo el autor como mejor puede, ante la falta, casi absoluta, de datos.

De todas suertes bastaría la citada lista á acreditar el libro del Sr. Murguía, por todos conceptos digno de un detenido estudio. Y si hemos puesto de relieve la importancia de la obra y el modo feliz con que su autor la ha llevado á efecto, no dejaremos de alabar que este no quite á su trabajo las condiciones de critica y estudio que requiere.

De proteger libros como el del Sr. Murguía mucho se ganará en pro de la reconstrucción de la historia del arte en España. Fundados, pues, en esta razón de su utilidad, creemos que aparte otras, La Historia del Arte en Santiago se halla dentro del art. 3.º del Real decreto de 12 de Marzo de 1875, y comprendida entre las obras de investigaciones históricas, utilísimas para la consulta, de que habla el preámbulo del citado decreto.

Tal es el juicio que ha formado del libro remitido á su examen, el que suscribe, salvo el superior criterio de la Academia.





Madrid, 17 de Octubre de 1890.



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