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200

como, La sentencia de las armas: Estos diez títulos son de otras tantas tragedias que en tiempo de Aristóteles serían muy conocidas. De algunas de ellas hace mención Eliano.



 

201

la Helena: La lección del texto de Glasgua dice: , Lacœnœ: que corresponden a les Lacédémoniennes de Batt., pág. 167.



 

202

sencilla o complicada: Todas estas prendas debe tener el poema épico; pero en unos sobresale más una y en otros otra: v. g., en la Odisea, el ser característica: Ulises sufrido, astuto; Penélope, casta; los galanes, perversos; de los criados, unos buenos y otros malos, y todo esto constantemente.



 

203

reinando en toda ella el reconocimiento: Primero en la isla de los Feaces por el rey Alcinoo; segundo, por los pastores fieles; tercero, por su hijo Telémaco; cuarto, por el perro doméstico; quinto, por su ama Euriclea; sexto, por su mujer, Penélope, y últimamente por su padre, Laertes.



 

204

muchas tragedias propuestas o expuestas: Quizás alude a los certámenes públicos, en que se solían recitar tres o cuatro, o más tragedias, en un día, para decidir cuál de los poetas había de ser coronado. Véase lo que sobre esto se notó arriba.



 

205

el verso heroico es el que mejor ha probado o armado por la experiencia: Mendoza escribió la vida de Nuestra Señora en romance ordinario, y Lope la de San Isidro en quintillas; mas no se les disimulan ni éste ni   -133-   otros defectos, dado que sean estimados por el castellano castizo. Mejor lo entendieron en todo y por todo Camoens en su Lusiada y Ercilla en La Araucana.



 

206

siendo así que el yámbico: En el yámbico prevalecen los pies breves, y en el tetrámetro u octonario, los coreos y coriambos, que naturalmente incitan al baile, como arriba se dijo. Al yambo llama Horacio natum rebus agendis, y es declaración de lo que quiere decir activo, como también: Archilochum proprio rabies armavit iambo. Nihil aliud sunt comœdia et tragœdia, quam imitationes actionum humanarum; hœc illustrium, illa, plebeiarum et domesticarum, ut sœpe monuimus. Est idem versus (habla del yambo) alternis aptus colloquiis, quia minus operœque poslulat; utpote nativo et quotidiano sermoni proprior. Juvencio en su nota al verso 83 del Arte Poética de Horacio.



 

207

a ejemplo de Kerémon: Véase la nota 13 del cap. I.



 

208

o a otro sujeto: : esto es, otro sujeto con su carácter y costumbres propias; como dioses, diosas, ninfas, y aun el sueño y el caballo de Aquiles.



 

209

A la verdad en las tragedias es menester emplear lo maravilloso: L' insegnamento (dice Metastasio) è per se chiarissimo e magistrale; ma non è così per noi lucido l'esempio, di cui si vale Aristotile per renderlo più intelligibile.



 

210

mirando a tantos soldados quedos sin moverse: ¡Qué sería ver en el tablado ejércitos enteros de varias naciones como unos estafermos!, porque , y el miserable Héctor huyendo de su enemigo, que pasa por las puertas de Troya y ¡no hay quien se las abra!



 

211

Homero es también el que con arte (o artificiosamente) a los demás: Aquí viene la célebre sentencia de San Agustín, lib. 1, Confes.: Homerus peritus finxit tales fabellas; et dulcissime vanus est.



 

212

infiere falsamente que también la primera lo es: Esto se declara bien con el ejemplo arriba insinuado del falso mensajero de Ulises; lo primero decía que Ulises era muerto; lo segundo haber sido testigo de vista como criado de Ulises; tercero para prueba, que conocería su arco. Efectivamente, reconoció el arco, y por este reconocimiento Euclia, madre de Ulises, engañada, cree que sea criado de su hijo, y creyéndolo, cree también por engaño que sea verdadera la noticia que trae de la muerte de Ulises, donde hay dos paralogismos: el primero, que por conocer el arco de Ulises sea su criado, el segundo, que por ser su criado, no mienta. Más cuerda fue Penélope, que no sólo no creyó a este mensajero ni a otros   -134-   muchos que le venían con semejantes embustes, y aun a duras penas reconoció a su mismo marido Ulises después de repetidas señales evidentes.



 

213

como aun, en la Odisea el desembarco: Entiéndese de Ulises en Itaca, quien los feacenses condujeron dormido a su isla, y durmiendo lo dejaron tendido en la ribera con los regalos y presentes del rey Alcinoo, poniéndolos a recaudo fuera del camino, porque no se los cogiesen los pasajeros.



 

214

se ha de atender a la variedad (o amenidad) del estilo en los lugares estériles: Finisce questo capitolo, consigliando prudentemente i Poeti a procurar di sostenere, ed illustrare le parti oziose, de eboli de' Poemi loro con l'incanto della luminosa lucuzione, dice Metastasio.



 

215

En el mismo modo de hablar las diferencias son muchas: Así ha parecido traducir el dicho de Aristóteles: . Batteux traduce todo el periodo en esta forma: Cette imitation se fait par les mots, au propres, ou étrangers, ou metaphoriques, ou changés de quelques-unes de ces manières dont on acorde le privilège aux poëtes.



 

216

tomando al sesgo la cosa: Esto es, tomándola al través: .



 

217

un caballo que mueve a un tiempo los dos pies derechos: Ya se sabe que naturalmente el caballo, al levantar el pie derecho, alza el siniestro, y no los dos derechos a un tiempo.



 

218

la carrera tras Héctor: Véase la nota 49 del capítulo antecedente.



 

219

se debe... de todas maneras evitar el yerro: A la letra quiere decir: no pecar por ningún caso: .



 

220

y las lanzas plantadas (o incadas) en el suelo: Debiéndolas tener enristradas contra el enemigo a punto de pelear, como es costumbre en tiempo de guerra.



 

221

primero hirió las bestias: En el griego está , que unos interpretan mulos y otros guardias. Por guardias aquí no se pueden entender hombres o centinelas, porque la peste, según el mismo poeta, comenzó por las bestias. Por eso se puso la voz genérica veladores, que conviene también a los perros que guardan el ganado y las personas y sus cosas. Verdad es que Homero inmediatamente hace mención de los perros, . Pero puede significar los perros de caza, v. g., galgos y podencos,   -135-   y así distinguirlos de los primeros, que son dogos y mastines; mayormente significa propiamente ociosos, lo que se puede aplicar a perros que sólo sirven para diversión. Por otra parte, tiene la misma etimología en griego que mastín en hebreo, de donde parece que se trasladó al castellano sin alteración ninguna; mas ¿qué importa que la peste empezase por los mulos, dado que resistan a ella más que otros animales, siendo la peste milagrosa?



 

222

Era, sí, de mal talle: El que objetaba esto a Homero tenía por grande impropiedad el que un hombre contrahecho fuese ligero de pies. Si los cretenses llamaban de buen parecer al de buena cara, bien pudo llamar Homero de mal parecer o talle al de mala cara o mal agestado.



 

223

Hipias el Tasio interpretaba lo del sueño Darle, y no Dámosle: Nuestro filósofo, en el Libro de los Elencos o redarguciones, declara por extenso lo que aquí apunta, diciendo:

Quiere decir: En las conversaciones, en que no hablamos por escrito, no es fácil errar en el acento; pero sí en los escritos y poemas. Por donde corrigen un verso de Homero contra los que redarguyen de haber dicho absurdamente (de un palo seco) do cierto está podrido por la lluvia; defendiéndole con leer con acento agudo (y así significa no, y no do o donde, como es el significado de con acento circunflejo). Y lo del sueño de Agamenón, diciendo que no fue Júpiter quien dijo en su persona , con acento en la antepenúltima; sino que mandó al sueño darle, con acento en la penúltima, que así es infinitivo, y no primera persona del plural de presente de indicativo. Estos reprensores tenían por absurdo que Júpiter dijese que le daba ocasión de gran gloria al rey Agamenón; cuando si creyese al sueño, sería la risa y fábula del mundo. Mas los defensores, mudando el acento, atribuían el dicho al sueño engañoso, que no es maravilla que mienta. Pero si Júpiter mandó al sueño que dijese la mentira, ¿por ventura no es igual inconveniente? Yo diré siempre con Cicerón: Sed fingebat hœc Homerus, et humana ad Deos transferebat; divina mallen ad nos. Léase si no, para certificarse mejor del caso, el libro segundo de la Ilíada.

  -136-  

 

224

como en aquellos versos de Empédocles: Empédocles era de opinión que los elementos, por la unión o concordia, eran incorruptibles, y que después, por la discordia o desunión, se hicieron corruptibles.



 

225

Mezclar el vino por echarlo: Los antiguos no bebían vino sino mezclado con agua. En otro tiempo se decía en castellano escanciar por dar de beber.



 

226

si bien en esto se puede explicar por metáfora: Es muy varia la lectura de este pasaje en los autores y ediciones; aquí se ha seguido la propuesta de Glasgua; vease la pág. 129 y el sentido que le da Canseco.



 

227

Allí el dardo acerado se detuvo: El escudo de Aquiles, fabricado por Vulcano, era impenetrable, compuesto de cinco láminas o planchas; la primera de oro, dos de peltre o acero al medio, y las otras dos de cobre. La virtud estaba en la de oro. Con todo eso (argüía Zoilo) dice Homero que la lanza de Eneas , que penetró las dos láminas por cierto: Pues ¿cómo es verdad que no pasase la de oro? . Mas Zoilo debía considerar que aquí no significa pasar, sino abollar; y así la lanza dobló las dos láminas, la de oro y la primera de estaño; pero ninguna pasó, porque la embotó la de oro, y luego resurtieron las dos, vueltas a su estado por la virtud elástica.



 

228

deciden ser despropósito que Telémaco no encontrase con Icario: Icario era suegro de Ulises y, por consiguiente, abuelo materno de Telémaco que no se hubiera hospedado en casa de Menelao, si allí viviese Icario. Mas aunque fuese de Lacedemonia, ¿no pudiera ser ya entonces muerto?



 

229

han de ser los retratos cuales los pintaba Zeuxis: Bien sabido es que Zeuxis, a instancia de los crotoniates, pintó a Helena más bella de lo que puede ser naturalmente una mujer; y que para esto se propuso por dechado a cinco doncellas hermosísimas, tomando de cada una la belleza en que más resplandecía, porque non putavit, omnia, quœreret ad venustatem, in uno corpore reperire se posse; ideo quod nihil simplici in genere omni ex parte perfectum natura expolivit. Cic., De Inv., lib. 2, cap. I.



 

230

Si se dice que son cosas contra razón: Sin embargo de que Batteux, siguiendo a Castelvetro, varía notablemente el texto, ha parecido conveniente no dejar el de Glasgua.



 

231

será justa la censura: quiero decir la reprensión: , porque Interdum vulgus rectum videt.



 

232

como Eurípides del Egeo en la Medea: Egeo, que era rey de Atenas, viene a Corinto a visitar a su amigo Jasón, nuevo esposo de Creusa, hija del rey Creonte, y   -137-   creyendo neciamente a las palabras de Medea, con quien no tenía obligación ninguna, le promete asegurarla, para que sin miedo cometa el horrible atentado de quemar con hechizos a Creusa. De Menelao ya se trató arriba.



 

233

que dicen cosas imposibles, o irracionales, o ajenas: Traduciendo literalmente, diremos: dañosas, .



 

234

Las soluciones... en todas son doce: Bien pueden quedar ufanos los poetas, igualmente que bien vengados, de las invectivas contra ellos hechas con esta defensa sobradísima del filósofo más razonable y justo. Reciban y tengan esa misma por respuesta algunos críticos tal vez demasiadamente severos con los poetas españoles. La edición parisiense del año de 1654 pone el texto así: . Muchas veces pecan y no merecen excusa los poetas, es verdad; pero muchas más faltas comete el vulgo de los espectadores. Y no se crea que sólo ahora en nuestros tiempos hay semejante vulgo: habíalo también, y grande, y muy extravagante, en Roma en tiempo del mismo Horacio; vea quien gustare su Epístola I del lib. II, desde el verso 180.



 

235

Que si la menos mecánica es la mejor: Esquilo es el primer trágico consumado de quien tenemos noticia, y empezó con tanto aparato, que no había coliseo capaz para sus héroes, ni caudales para los gastos de la escena. Testigos, el Prometeo sobre el Caúcaso y los Siete sobre Tebas. Horacio en su Arte Poética habla así de Esquilo: Et docuit magnumque loqui, nitique cothurno. Vers. 279. Y el mismo Horacio, en la Epístola citada, dice que era tan disforme a veces el aparato del teatro romano, tan desmesurada la balumba de tropas de a pie y a caballo, de triunfo, carros, naves, trofeos que


Si foret in terris, rideret Democritus.





 

236

pide espectadores más inteligentes: y más abajo , quiere decir, prudentes, escogidos, como los llama nuestro incomparable Cervantes: ¿No os acordáis (dice) que ha pocos años que se representaron en España tres tragedias (La Isabela, La Filis y la Alejandra, obras del mismo Cervantes, según Velázquez, pagina 121), que compuso un famoso poeta de estos reinos; las cuales fueron tales que admiraron, alegraron y suspendieron a todos cuantos las oyeron, así simples, como prudentes;   -138-   así del vulgo, como de los escogidos...? Véase lo que arriba, se notó sobre esto mismo.



 

237

Por eso los representantes: Cuando se representaron la primera vez las Euménides o furias de Esquilo, salieron al tablado con carantoñas o carantamaulas tan infernales que muchos niños murieron de miedo, y varias mujeres preñadas malparieron, sobresaltadas del espanto, en el mismo teatro.



 

238

la tonada del disco: El disco era una rodaja grande que los mozos griegos jugando arrojaban al aire a cuál podía más, y el que la tiraba más lejos, ése ganaba. El flautero, pues, extravagante al tocar la tal tonada del disco, se contorneaba o cantoneaba para remedar los bamboleos del disco y de los que lo arrojaban; y cuando tocaba la escila, cogía del brazo al que guiaba la danza, como a quien tenía más cerca, en ademán de querer tragárselo, a la manera que la escila en Homero arrebata los marineros de la nave, y en un instante, por diversas bocas, se los engulle.



 

239

igual concepto se tenía de Píndaro: No era éste (¿quién lo duda?) el célebre poeta lírico, sino un farsante ridículo del mismo nombre.



 

240

sino también por la representación de los hechos: Esto, que parece mengua en la tragedia, no sirve poco al crédito de los poetas. Documento sunt (dice Quintiliano, lib. II, Instit.) vel scenici actores, qui el optimis poëtarum tantum adjiciunt gratiœ, ut nos infinite magis eadem illa audita, quam lecta delectent..., ut quibus nullus est in bibliothecis locus, sit etiam frequens in theatris. Eso no obstante, saben todos que no merecen menos aprecio.


Et hic, qui se lectori credere malunt,
Quam spectatoris fastidia ferre superbi.





 

241

reducido a tiempo más corto: En el Edipo de Sófocles se puede observar esto. Por la mañana representa el sacrificio de los tebanos, a fin de aplacar la ira de los dioses. El rey Edipo los consuela exhortándolos a esperar el remedio de sus males, porque ya él había enviado a Creonte a consultar el oráculo de Apolo, y se maravillaba cómo tardase tanto. En esto que llega Creonte con la respuesta, y siendo necesaria la presencia de Tiresias, el adivino, para su explicación, poco después participa Edipo al pueblo que ya Creonte había ido a llamarle, y antes de acabar, viene Tiresias. Tras esto introduce a Yocasta, refiriendo a Edipo el modo como fue asesinado Layo; y siendo preciso para certificarse del hecho que lo depusiese uno de los criados que se halló presente a la   -139-   muerte, y sólo pudo escapar, y entonces pastoreaba los ganados del rey en los prados vecinos, van luego a llamarle. Entre tanto sobreviene un mensajero de Corinto, y mientras se está oyéndole sobre su infeliz suerte, llega el criado, que lo confirma todo, y se termina la tragedia más lamentable, como si en un solo día hubiesen sucedido lances tan estupendos.



 

242

si tratan de componer una sola fábula: Entiende los poetas épicos.



 

243

queda lánguida: A la letra se dirá: aguanosa , floja.



 

244

la Ilíada y Odisea tienen muchas partes de este género: Parece hablar de muchos episodios que han dado materia por su longitud a varias tragedias, según queda dicho.



 

245

no tengo más que decir: Esto modo de concluir está denotando lo que tantas veces se ha dicho: que no tenemos completa la Poética de Aristóteles, porque si fuera éste el último capítulo, haría, como suele, un epílogo general de todo lo contenido en el discurso de la obra, y no sólo de los últimos puntos inmediatos. Lo cierto es que no vemos aquí cumplida la palabra que nos dio arriba, de tratar particularmente de la comedia, y que la hubiese cumplido, consta del lib. 3 de su Retórica, obra acabadísima, donde dice:

Este asunto de las cosas que hacen reír pertenece a la comedia; y apenas hallamos una definición diminuta de lo risible o gracioso en la que dio de la comedia, siendo así quo aquí supone haber tratado de todas las especies de graciosidades ridículas muy de propósito en los Libros de la Poética; y por eso se remite a ellos, excusándose de hablar en lo tocante a la Retórica, por haberlas explicado antes difusamente. Donde también se ha de notar que los llama Libros, y ahora no existe sino uno, y ése muy breve, y al parecer interpolado y truncado, y por la misma causa muy difícil de entenderlo en muchos pasajes. Tampoco es creíble que no hablase aparte de la ditirámbica y mímica, o gnómica (como muchos entienden y llaman esta especie diversa de las otras), muy celebradas en su tiempo, un autor tan diligente que no se desdeña de tocar tantas menudencias de la poesía, hasta las letras y sílabas de que se componen los versos. Con todo eso nos deja en una ignorancia total de lo que fueron estas artes, y sólo sabemos que pudieron dar ocasión, la primera, a la formación de la tragedia, y la segunda, a la comedia. Pues de la poesía lírica, parte tan principal, no dice una palabra, sino es que sea lo que insinúa como de paso acerca de los himnos y   -140-   alabanzas en verso de las personas ilustres, divinas o heroicas que pudieron dar motivo a poemas más extensos.

Por razón de lo que acabamos de decir, no se ha ofrecido mentar a nuestros poetas líricos, que son muchos y buenos: Garcilaso, Boscán, Luis de León, Villegas, los Argensolas, Padilla, Br. Francisco de la Torre (o sea don Francisco Quevedo, que se oculta bajo este nombre), príncipe de Esquilache y otros sin cuento, cuyas poesías andan impresas en el Cancionero y Romancero antiguos, en el nuevo Parnaso Español y en otros libros. Tampoco hace mención Aristóteles en su Poética de las que nosotros llamamos fábulas por antonomasia: Quod arbores loquantur, non tantum ferœ. Y es que la hizo muy de propósito en la Retórica como parte con las parábolas el lugar que se dice ab exemplis; y pone por dechado el apólogo de Estesícoro a los imerios, que ahora es tan célebre, y sólo en la Retórica de Aristóteles se halla; Del hombre y del caballo, y otro del famoso Esopo a los samios: De la Zorra picada de los tábanos y del erizo; citando al mismo tiempo los cuentos de Esopo y otros intitulados Líbicos, que se puede conjeturar, no sin fundamento, ser los mismos que corren con el nombre de Lochman, o a lo menos muy semejantes a ellos. Cosa es también para notar que no los llama , sino , porque no se componían entonces en verso, sino en prosa; y así trata de ellos, lib. II, Rhet. como conducentes al arte oratoria. Pero vino a Roma Fedro, Quem Pierio Mater enixa est jugo, Qui litteratœ proprior erat Grœciœ, y descubriendo un nuevo rumbo, Æsopus Auctor quam materiam reperit, Hanc ille polivit versibus serenariis, y demostró con su ejemplo cuán grata fuese a las musas la fábula. Por donde me maravillaba yo que siendo tan verdadero en España como en Roma el dicho de Horacio: Nihi intentatum nostri liquere Poëtœ, no hubiese alguno emprendido este asunto de poesía tan dulce y apacible. Pero veo ya que se reservaba esta gloria para el ilustre caballero don Félix Samaniego, nobilísimo por su linaje y candidísimo en el estilo, y para el ingenioso y erudito don Tomás de Iriarte. He aquí dos muy preciosos fabulistas de nuestros tiempos, comparables, a mi juicio, con el donosísimo Fontaine y con el graciosísimo Roberti. Samaniego dice a sus jóvenes amables del Seminario Vascongado, que trata de darles (y de hecho los dio) en las fábulas


un asunto
que instruía deleitando.
los perros, y los lobos,
-141-
los ratones, y gatos,
las zorras, y las monas,
los ciervos y caballos
os han de hablar en verso;
pero con tanto juicio,
que sus máximas sean
los consejos más sanos.



Con efecto agradaron las fábulas de Samaniego de suerte, y deleitando instruyen de manera a los jóvenes españoles que bien pueden todos leerlas y releerlas sobre el seguro de que nada aprenderán allí sino Los consejos más sanos. De las fábulas de Iriarte no hay para qué se diga más de lo que con mucha verdad y razón apunta de ellas el editor en su Prólogo: esto sólo puede añadir, que Iriarte abominando justísimamente


mil ridículas faltas,
mil costumbres viciosas:
la nociva pereza,
la afectada bombolla,
la arrogante ignorancia,
la envidia maliciosa



(en la réplica literaria);

protestando con verdad que


a todos y a ninguno
sus advertencias tocan;



y haciendo saber que todas sus fábulas


hablan a mil naciones,
no sólo a la española;
ni de estos tiempos hablan,
porque defectos notan
que hubo en el mundo siempre
como los hay ahora;



no solamente pone en práctica el lema de Fedro que pone por divisa muy propia al frente de su obra, sino que, abriendo nuevo rumbo en la república literaria, lleva consigo para con España la particular recomendación de haber sido autor de unas fábulas enteramente originales en castellano; y para con las naciones extranjeras, la novedad de ser todos los asuntos de ellas contraídos a la Literatura.

Antes de dar fin a estas notas y sobrenotas, me parece deber prevenir tres o cuatro objeciones que tal vez se me   -142-   podrían hacer en orden a algunas especies que como de camino se han tocado en ellas. Podrá objetárseme, en primer lugar, como es que al autor de la Poética se califica tantas veces de oscuro, y por extremo conciso, cuando escribe de él no menos que Cicerón: Ac veteres quidem scriptores artis usque à principe illo atque inventore Tisia, repetitos, unum in locum conduxit Aristoteles, et nominatim cujusque prœcepta magna conquisita cura perspicue scripsit, atque enodata diligenter exposuit: ac tantum inventoribus ipsis suavitate et brevitate dicendi prœstitit, ut nemo illorum prœcepta ex ipsorum libris cognoscat, sed omnes, qui quod illi prœcipiant, velint intelligere, ad hunc, quasi ad quemdam multo commodiorem explicatorem, revertantur. Atque hic quidem ipse et sese ipsum nobis, et eos, qui ante se fuerant, in medio posuit, ut ceteros, et seipsum per se cognosceremus. A esto se responde que Aristóteles habla con semejante claridad en los libros de Retórica, de cuya materia trata Cicerón en el lib. II de Inventione, y que si a juicio de los críticos nos han llegado enteros esos libros, en dictamen de casi todos los sabios no ha sucedido lo propio al tratado de Poética; el cual tiene, sin duda, los defectos que se han apuntado en estas notas, y otros más que advierten los eruditos.

Lo segundo que se me puede objetar es ¿por qué alaguna vez me doy a entender que ahora en nuestros días no hay tantos ni por ventura tan buenos poetas castellanos como en lo antiguo los hubo, y los miramos hoy como maestros de la poesía? A eso diré que quien así me quisiere argüir, tenga por bien de leer despacio y por entero cuanto acerca de esto dejo insinuado en las notas, y que acaso no será menester más respuesta. Fuera de que juzgando yo que el vulgo,


Si veteres ita miratur laudatque poëtas,
Ut nihil anteferat, nihil illis comparet, errat;



también ha de sentir, o por decir verdad,


Indignor, quidquam reprehendi, non quia crasse
Compositum illepideve putetur, sed quia nuper:
Nec veniam antiquis, sed honorem et prœmia posci.



Si hay quien se ofenda de que hablando del deleite, o llámese pasatiempo propio de las representaciones teatrales, me manifiesto a las claras y de todo en todo contrario a los poetas y representantes que componen o sacan al teatro cosas ajenas del decoro y honestidad de las costumbres cristianas; a ese tal, sobre lo bastante que se   -143-   puso en las notas, le acordaré lo que decía un gran filósofo gentil, maestro de poética, y poeta consumado, señalando la ocupación digna de la castiza, noble, inocente y útil poesía:


Os tenerum pueri, balbumque poëta figurat:
Torquet ab obscœnis jam nunc sermonibus aurem.
Mox etiam pectus prœceptis format amicis,
Asperitatis, et invidiœ corrector, et irœ:
Recte facta refert: orientia tempora notis
Instruit exemplis: inopem solatur et œgrum.
Castis cum pueris ignara puella mariti
Disceret unde preces, vatem ni musa dedisset?
Poscit opem chorus, et prœsentia numina sentit:
Cœlestis implorat aquas docta prece blandus:
Advertit morbos, metuenda pericula pellit:
Impetrat et pacem, et locupletem frugibus annum:
Carmine Di superi placantur, carmine Manes.



Empléense en cosas como éstas (cuanto permite nuestra Sagrada Religión Católica) los poetas; midan sus palabras y acciones los representantes con lo lícito y honesto: unos y otros tengan en la memoria la circunspección, miramiento y decencia de Arquitas el Tarentino, y así las cosas irán por sus cabales sin ofensa ni pesadumbre de nadie. Eliano, pues, en el cap. XIX, lib. XIV, Var. Hist., escribe así de Arquitas:

que en suma viene a decir que Arquitas, célebre filósofo, era tan mirado y circunspecto en pronunciar palabra alguna obscena, que por no proferirla, cosiéndose la boca, enmudecía; y si le forzaban a explicarse, sin desplegar los labios, dábase a entender no más que señalando en la pared lo que había de significar.

Todavía habrá alguno que desee saber ¿cómo se compone el que cada uno de los dos citados fabulistas españoles Samaniego e Iriarte se nombra y tiene por el primer fabulista castellano, habiendo las fábulas de Samaniego salido a luz el año 1781 la primera vez, y en el 1782 las de Iriarte? Esto se compone muy bien teniendo presente lo que el primero expresamente dice en su Prólogo, y lo que el editor del segundo distintamente especifica en el suyo. Dijo Samaniego: Puede perdonárseme bastante por haber sido el primero de la Nación que ha abierto el paso a esta carrera, en que he caminado sin guía, por no haber tenido a bien entrar en ella nuestros célebres poetas   -144-   castellanos. El editor de Iriarte expresó claramente: No quiero preocupar el juicio de los lectores acerca del mérito de (estas fábulas); sí sólo prevenir a los menos versados en nuestra erudición que ésta es la primera Colección de fábulas enteramente originales que se han publicado en castellano. Por estos dos pasajes se ve que ambos poetas se tienen y llaman con verdad los primeros fabulistas de la Nación, cada cual en su línea; y aun Iriarte de más a más es, a lo que yo sé, el primero en toda la república literaria que ha compuesto fábulas literarias. De otras poesías de Iriarte, anteriores a las fábulas, cantó tan dulce como urbanamente Samaniego lo que se puede leer en su Fábula primera del libro tercero, que es una como dedicatoria de él al mismo don Tomás de Iriarte.

Y en este punto y hora que llegamos al término de las objeciones preocupadas y soluciones dadas, no será extraño que alguno me culpe de por qué, habiendo dicho al principio que a la Poética no se pondrían más notas que las precisas, las he alargado tanto que acaso causarán fastidio al lector, robándole el tiempo que podría emplear mejor en otra más útil leyenda. En vista de esta o semejante acusación estaba por darme por convencido, cuando me hallo a la mano con una excusa tan autorizada como la que me ofrece Horacio Flaco: ¿Y por qué, pregunto yo también, escribiendo este célebre maestro a César Augusto una epístola, no la redujo a la regular y legítima brevedad de una carta, sino que, como si escribiera un tratado hecho y derecho para sus discípulos, mete en ella no menos que doscientos y setenta versos hexámetros, y en vez de epístola, viene a componer un libro entero, que puede reputarse por otro tal como el del Arte Poética, o Epístola ad Pisones, Patrem et Filios? Lo cierto es que el P. Juvencio, sobre el cuarto verso de aquella elegantísima Epístola (es la I, lib. II), donde reconoce el poeta que


in publica commoda peccem,
Si longo sermone morer tua tempora, Cœsar;



hace este reparo: Atqui longissima est hœc epistola?, responderi potest, non esse absolute longam, sed tantummodo, si cum aliis comparetur. Deinde non tam epistolam, quam librum, esse dicendam: eoque pacto brevis liber dici poterit. Según esto, aunque una u otra vez se hayan traspasado los límites de las notas, si en ellas por dicha se hubiesen juntado especies o noticias de alguna utilidad, parece perdonable el exceso.

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