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ArribaJornada IV

 

Interior del centro de una tienda de campaña que ocupa todo el escenario á lo ancho, y que llena á lo largo una sola caja. Esta tienda, que figura ser la del caballero mantenedor de un reto, y levantada en un costado de un palenque, está cerrada por el fondo con dos lienzos que tapan completamente todo el fondo del escenario y colocados de modo que puedan manifestar, descorriéndose á su tiempo, todo el palenque que tiene detras. Como esta tienda figura componerse de tres partes ó habitaciones, las personas salen y entran por derecha é izquierda.

 

Escena I

 

El REY y MELENDO.

 
MELENDO
Calmaos, señor.
REY
Melendo,
inútilmente procuras
poner á mi enojo diques
y aplacarme con disculpas.
Ya los vistes cuán tenaces 5
en su silencio, ni excusas
quisieron dar de los crímenes
que á los dos se les imputan;
ni aun responder se dignaron
de su juez á las preguntas: 10
y, ¡vive Dios, que ésta ha sido
la mayor de sus injurias!
Melendo, trae á don Pedro,
hagamos la prueba última.
 

(Vase MELENDO.)

 


Escena II

 

El REY.

 
¡Oh, ésta es de sueño funesto 15
pesadilla que me abruma,
es un vértigo, un delirio
de abrasada calentura!
Estoy la verdad tocando,
y el alma incrédula lucha 20
con la realidad, sin fuerzas
para comprenderla nunca.
El tan leal otro tiempo
y ella tan noble y tan pura...;
pero ¿qué dudo? ¡Insensato! 25
¡El Príncipe les acusa
de adúlteros y rebeldes,
y el Príncipe es sangre suya,
y para atreverse á tanto
grandes razones le escudan! 30
¡Oh! ¡Juro á Dios que si insisten
en su silencio, mi furia
todo el rigor de las leyes
les hará pronto que sufran!


Escena III

 

El REY, DON PEDRO y MELENDO.

 
MELENDO
Aquí está.
REY
Dejadnos solos,
35
Melendo. ¡El cielo me acuda!
 

(Vase MELENDO.)

 


Escena IV

 

El REY y DON PEDRO SESÉ.

 
REY
Sesé, lee ese pergamino;
en él están todas juntas
las graves acusaciones
que á ti y á la Reina imputan. 40
Los testigos que lo afirman
y el Príncipe que os denuncia,
las han sellado y firmado.
Ahora, si disculpa alguna
tienes, dámela; de no, 45
con madurez y mesura
lo ha pesado de mis nobles
y mis prelados la Junta,
y os sentencia como infames
á sufrir la pena última. 50
DON PEDRO
Señor, no habrá en vuestros reinos
quien con más valor la sufra;
pero iremos al martirio,
don Sancho, no á pena justa.
REY
Pues bien, explícate, Pedro, 55
líbrame ya de esta angustia:
solos estamos aquí,
solos; nadie nos escucha:
por cuanto encierran sagrado
cielos y tierra, si oculta 60
hay en tu pecho una causa,
una razón, una excusa
que os justifique á mis ojos,
por compasión, Sesé, búscala.
DON PEDRO
Señor, desde que mis hombros 65
pudieron con la armadura,
hasta que el peso del casco
me encalveció, la vez única
es ésta en que habéis tenido
en mi fe y en mi honra duda. 70
Amigo me habéis llamado,
señor, desde vuestra cuna;
como amigo os he servido
en vuestras varias fortunas.
He cuidado vuestra casa, 75
os he velado en la obscura
soledad del campamento,
y en las lides más sañudas
he puesto el pecho mil veces
ante las lanzas morunas 80
para defender el vuestro:
y ha cincuenta años, en suma,
que las gotas de mi sangre
se derraman una á una
por vuestro honor y grandeza, 85
por vuestra prez y ventura.
Jamás intenté venderos,
ni os han extraviado nunca
mis consejos del camino
de la virtud; y ahora juntas 90
¿creéis que al fin de una vida
que tal lealtad ilustra,
pude hacer tantas infamias,
reo ser de tantas culpas?
REY
¡Oh, sí, sí! Cuando recuerdo 95
los fuertes lazos que anudan
nuestra amistad, la limpieza
de tu honor, que no deslustra,
ninguna mancha bastarda;
cuando oigo la voz robusta 100
con que en tu favor me grita
mi corazón, se me anublan,
Pedro, los ojos en lágrimas,
y mi conciencia se turba
al ver que os condenan pruebas 105
que tú ni nadie recusa.
Ante vuestro tribunal
tuvisteis las lenguas mudas.
¿Por qué ¡vive Dios! por qué,
si la inocencia os escuda, 110
no os defendéis de las leyes
que os abren infame tumba?
DON PEDRO
Don Sancho, mil y mil veces
os lo dije en oportunas
ocasiones; vuestras leyes 115
son incompletas y absurdas:
con ellas el inocente
sucumbe, el malvado triunfa,
y los más atroces crímenes
á su sombra se consuman. 120
Acusa un vil á un sencillo,
y con infernal astucia
destruye todas las pruebas
que han de obrar en contra suya.
Sus delitos le atribuye, 125
como vuestro hijo, lo jura;
los jueces vense indecisos,
y él, para borrar su duda,
se ve joven y alentado,
ve que aquel á quien acusa 130
es viejo, ó mujer, ó débil,
y con audacia segura
dice: «Aquí estoy con mi lanza
pronto á sostener mi injuria».
La ley lo consiente, y siempre 135
vence la fuerza y la astucia.
Y ¡vive Dios, rey don Sancho,
que á ser, cual era, robusta
mi mano, yo con el Príncipe,
empeñaría la lucha! 140
Mas ¡ay, el cielo á los débiles
contra los fuertes no ayuda!
REY
Mas esa es la ley que rige,
y ésa es fuerza que se cumpla.
Sincérate, pues, ante ella, 145
pues ante ella te denuncian.
DON PEDRO
Rey don Sancho, si en vuestra alma
no está escrita mi disculpa;
si con vos no me defiende
vuestra convicción, que acuda 150
el verdugo; este es mi cuello;
ni yo sé dar más excusa,
ni á saberla la daría:
sabéis mi honor y mi alcurnia.
REY
Mas esas pruebas...
DON PEDRO
Son falsas
155
apariencias.
REY
Pero abundan
los testigos.
DON PEDRO
Son comprados.
REY
Te han hallado veces muchas
en el cuarto de la Reina
en altas horas nocturnas. 160
DON PEDRO
Velado he por vuestros reinos
con ella, y las damas suyas
no faltaron de su cámara
jamás.
REY
Hoy mismo, disputa
escandalosa mantuvo 165
contra el Príncipe, en su pública
antesala, en favor tuyo.
DON PEDRO
Era su causa la injusta,
y yo cumplía las órdenes
de mi Rey.
REY
Con maña astuta
170
te sorprendió tus secretos.
DON PEDRO
Y yo sus tramas obscuras:
supe que vuestro caballo
era la señal oculta
de una rebelión.
REY
Dispuesta
175
para sofocar la tuya,
para guardar de vosotros
mi corona.
DON PEDRO
¡Virgen pura!
A partir, para obligaros,
vuestra dignidad augusta, 180
para obligaros en él
á hacer su total renuncia.
REY
De eso os acusa á vosotros,
que viendo que su bravura
os malograba el proyecto, 185
hicisteis por mano oculta
robar mi mismo caballo,
que era su señal última.
DON PEDRO
Ved lo que decís, don Sancho,
que el robo no fué obra suya 190
ni nuestra, fué de un tercero
enviado vuestro.
REY
¡Impostura
semejante! ¿Enviado mío?
DON PEDRO
No puede en eso haber duda:
trajo vuestra firma y sello. 195
REY
¡Mientes, traidor!
DON PEDRO
Vuestra injusta
intención veo, don Sancho,
manifiesta.
REY
Y yo la tuya,
pues de tus mismos delitos
aun a mí propio me culpas. 200
DON PEDRO
¿Negáis vuestra firma y sello?
Basta, señor, que se ofusca
vuestra razón, y olvidando
vuestro decoro, me insulta
vuestro labio; y si creéislo 205
como el labio lo pronuncia,
sois fiscal que me acrimina,
no juez que recto me juzga.
Vuestro hijo os codició el reino
con ambiciosa locura, 210
y yo el reino os defendía
con voluntad absoluta.
Si á mí sus faltas me cargan
y mi lealtad me usurpan,
y escucháis vos las palabras 215
de los que así me calumnian,
yo os juro, Rey, por el Dios
que se sienta en las alturas,
que me sirven de vergüenza
las heridas que me cruzan 220
el pecho, que por ti expuse
con lealtad bien estúpida.
REY
Con esas mismas palabras
protesta quien os acusa.
DON PEDRO
Pues miente como un villano. 225
REY
Es mi sangre.
DON PEDRO
La que nunca
mereció ver en pro suyo
mi espada leal desnuda.
REY
¡Traidor!
DON PEDRO
El no haberlo sido
es el pesar que me abruma 230
hoy, que hacia mí, sin razón,
vuestra voluntad se muda.
REY
¿Sin razón? ¡Viven los cielos!
Y ¿en cuál tu inocencia fundas,
si á nada me has respondido, 235
ni hay un testigo que arguya
en tu favor, cuando en contra
testimonios se acumulan?
DON PEDRO
Entonces, ¿en qué se para
vuestra majestad sañuda? 240
Pues que os estorbo en la tierra,
abridme la sepultura.
De mí para deshaceros
no os andéis buscando arbitrios,
decid: Me importa que muera, 245
y haced que la ley se cumpla.
REY
Basta, que esa pertinacia
con que mi poder insultas
y mi venganza provocas,
mi clemencia sobrepuja. 250
Veo la diestra falacia
con que evitas mis preguntas
y las cuestiones complicas
con falsedades absurdas;
veo que me niegas todas 255
mis reconvenciones justas,
esquivándote de todas
por no resolver ninguna.
Y en ese afán despechado
con que mi coraje azuzas, 260
veo que, al verte perdido,
la muerte con ansia buscas.
DON PEDRO
Sí, rey don Sancho, la busco,
que á mi dolor más se ajusta,
que tu ingratitud odiosa, 265
la más deshonrada tumba.
REY
Y la tendrás.
DON PEDRO
Pronto sea;
su obscuridad no me asusta,
que es pabellón de reposo
[...] na conciencia pura. 270
 

(Sale MELENDO.)

 
¡Hola! Volvedle á su encierro.
 

(MELENDO cierra.)

 
REY
Pues defenderse rehusan,
que el cielo se lo demande
y sus destinos se cumplan.


Escena V

 

El REY. Luego DON GARCÍA.

 
REY
Pero ¡qué altivo tesón! 275
¡Oh, de ese viejo el acento,
para agravar mi tormento
renueva mi confusión!
¡Gran Dios, si fuera posible...
Pero no; ¿cómo podría 280
caber en mi hijo García
pensamiento tan horrible?
Así mi pena inclemente
á tanto extremo ha llegado,
que temo hallarle culpado 285
y temo hallarle inocente.
DON GARCÍA
¡Estabais aquí, señor!
REY
García, ¿tal vez la hora
llegó ya?
DON GARCÍA
Pronto la aurora
va á alumbrar nuestro dolor. 290
REY
También como yo padece.
¡Infeliz!
DON GARCÍA
Sí, padre, mucho;
y esta pena con que lucho,
por horas é instantes crece...
REY
¡Hijo!
DON GARCÍA
De mí no soy dueño;
295
y en mi ardiente frenesí...
ya no encuentro para mí
ni tranquilidad ni sueño.
REY
Y ¿por qué? ¿Porque leal
á mi defensa acudiste, 300
y el esplendor defendiste
de mi corona Real?
¿Porque, afrontando el encono
de altivos conspiradores,
entregaste á los traidores 305
que profanaron mi trono?
DON GARCÍA
¡Oh, callad!
REY
Tu corazón
con mis palabras aflijo.
DON GARCÍA
Sí, sí.
REY
El vasallo y el hijo
cumplieron su obligación. 310
Ahora ya no hay qué esperar
sino morir.
DON GARCÍA
(Suerte impía.)
REY
¡Y era tu madre! García,
ven, ven conmigo á llorar;
llora su infelice suerte, 315
ya que el destino cruento
te escogió por instrumento
de su castigo y su muerte.
Llora, y luego á sostener
nuestra justicia te apresta, 320
para cumplir lo que resta
de tu penoso deber.
DON GARCÍA
¡Mi madre!
REY
¡Cuánta ternura!
DON GARCÍA
¿No hallará clemencia en vos?
REY
¡Clemencia! Téngala Dios 325
de mi negra desventura.
Contra su torpe malicia,
como esposo y como rey,
fié al brazo de la ley
su crimen y mi justicia. 330
Y yo su tremendo fallo
respetaré, porque así
la ley se respete en mí
como en su primer vasallo.
Mas si no puedo estorbar 335
su riguroso suplicio,
y este horrible sacrificio
es ya fuerza consumar,
no vea yo en ti, hijo mío,
ese afán que no te deja, 340
ese dolor que te aqueja
desesperado y sombrío.
DON GARCÍA
¡Ah! Consideradlo vos;
y si ver mi alma pudierais,
yo sé que os estremecierais. 345
REY
Pon tu confianza en Dios.
Deber fué en ti, no malicia,
y hoy, para mejor probanza,
aquí sostendrá tu lanza
tu inocencia y mi justicia. 350
DON GARCÍA
(Si eterno este dolor es,
ya no hay para mí existencia.)
REY

 (Acercándose á la cortina de la tienda.) 

¡De día ya!
DON GARCÍA
(Mi conciencia
me va arrastrando á sus pies.)
Señor...
REY
Mira, ya veloz
355
el alba á rayar comienza.
DON GARCÍA
(De temor y der vergüenza,
ni doy aliento á mi voz.)
REY
Adiós; voy á disponer
que la ceremonia empiece. 360
DON GARCÍA
Oidme...
REY
¿Qué te estremece?
Cumplamos nuestro deber.

 (Vase.) 



Escena VI

 

DON GARCÍA.

 
¿Qué iba yo á hacer? A revelar mi infamia;
pero ¿qué revelar pudiera yo
á quien vive en la fe de que aun abriga 365
un soplo de virtud mi corazón?
¡Hijo me llama el infeliz llorando,
hijo que reino y honra le salvó!...
¿Cómo decirle al miserable viejo:
Padre, yo soy un vil calumniador? 370
No; me arrastra inflexible mi destino
por la senda del mal, y á rastra voy,
cual zarza estéril que arrebata el viento,
á caer en la eterna perdición.
Pero llegan: ¿quién va?


Escena VII

 

DON GARCÍA y ARJONA.

 
DON GARCÍA

 (Al verle.) 

¡Tan presto, Arjona!
375
ARJONA
Ya comienza del alba el resplandor,
y ya el pueblo las gradas del palenque
á ocupar turbulento comenzó.
DON GARCÍA
¡Maldito quien me trajo hasta este trance,
maldita, sí, mi estúpida ambición! 380
ARJONA
Ya no es hora, señor, de meditarlo,
el día va á rayar.
DON GARCÍA
Déjame, Arjona;
siento que mi osadía me abandona.
ARJONA
Señor...
DON GARCÍA
Vacilo, sí; no sé ocultarlo.
Aquel hombre fatal..., ¡él era, él era! 385
ARJONA
Sombra de la turbada fantasía.
DON GARCÍA
No, Arjona, realidad.
ARJONA
¿Cómo pudiera...
DON GARCÍA
Todo ese hombre lo puede en contra mía.
Quien del fuego voraz le puso fuera,
de las aguas también lo sacaría. 390
ARJONA
¡Del fuego os acordáis! Pues ¿no os dije?
De su quinta una cava, hasta la ermita
por senda subterránea dirige:
Torras la halló, y entrándose por ella,
fué como dió con la mujer.
DON GARCÍA
¡Maldita
395
mi imprevisión! En una y otra cita,
allí acechóme su infernal destreza.
ARJONA
Mas le cuesta el acecho la cabeza.
DON GARCÍA
Del secreto poder que le acompaña,
todo lo temo, Arjona; en todas partes 400
mis pasos sigue su presencia extraña
sin que le estorben puertas ni baluartes.
Todo le es familiar, todo lo encuentra
fácil en contra mía; favorece
todo su fuga: en el alcázar entra 405
tras de mí en las prisiones..., y parece
que, sombra de mí mismo desprendida,
los instantes me cuenta de la vida;
y si un soplo de calma me adormece,
brota, dice aquí estoy, y en la tendida 410
cavidad del espacio desparece.
ARJONA
Superstición del corazón medroso,
don García: aunque impávido y astuto,
es un hombre no más, y de hombre á hombre...
DON GARCÍA
No me vieras ¡por Dios! irresoluto 415
para emprender la lid, si solamente
de lidiar se tratara frente á frente.
ARJONA
Mas ¿qué de él teméis ya? Del Rey vasallo,
notorio siendo que robó el caballo,
y estando pregonada su cabeza, 420
no se presentará.
DON GARCÍA
¡Ven, insensato!
Si ningún defensor no se presenta,
¿no ves, imbécil, que á mi madre mato?
Y es idea ¡ay de mí! que me amedrenta.
ARJONA
Aun la podéis salvar: si nadie acude, 425
sois dueño de su vida: suplicante
á don Sancho acudid, ante ella misma...
DON GARCÍA

 (Horrorizado.) 

¿Yo? ¿Yo me he de poner de ella delante
otra vez? No, jamás...: piensas en vano:
primero que sufrir tal agonía, 430
los ojos, Lucas, con mi propia mano,
y el corazón, feroz me arrancaría.
ARJONA
Pues aun es tiempo..., desistid cobarde,
desmentíos; mas ved que en esa hoguera
que del verdugo ante las plantas arde, 435
el uno de los dos fuerza es que muera.
DON GARCÍA
¡Sella, asesino vil, sella esa boca,
porque tu pecho miserable abriga
sangre de hiena y corazón de roca!
ARJONA
Señor, tan sólo vuestro bien me obliga, 440
porque con vos me salvo ó con vos muero;
mas perdonad, señor, que tal os diga:
ceder ahora, es decir al mundo entero
que ni valiente sois, ni caballero.
DON GARCÍA
¡Ah!...
ARJONA
Se dirá de vos con mengua y saña,
445
«Nada en tal hombre por entero cupo:
ni crimen ni virtud fué en él hazaña,
ni aun ser infame, sino á medias, supo...»
¡Gran memoria de un Príncipe de España!
DON GARCÍA
Pues bien; si no me cumple esa memoria, 450
si al crimen nada más caminar puedo,
tal borrón dejaré sobre mi historia,
que á la futura edad imponga miedo.
 

(Tumulto fuera.)

 
¿Oyes? Ya ruge el pueblo ahí agolpado,
del horrible espectáculo sediento: 455
voy ¡vive Dios! a dársele colmado;
nunca le vió más bárbaro y sangriento.
 

(Suenan las trompetas.)

 
¡Ah, pronto la señal!
ARJONA

 (Asomándose á la tienda.) 

El sol asoma.
DON GARCÍA

 (Poseído de un vértigo.) 

¡Oh infierno, regocíjate! ¡Como ésta
no han preparado tus furores fiesta 460
ni en los circos idólatras de Roma!
 

(Trompetas.)

 
 

(VOCES fuera.)

 
VOCES
¡Pregón, pregón! ¡Silencio!
ARJONA
Los heraldos
ya el combate pregonan.
DON GARCÍA
¡Esto es hecho!
Cada cual ante Dios con su derecho.
HERALDO

 (Dentro.) 

«Oid, oid, oid. Vasallos de don Sancho, Rey de Navarra, de Aragón y de Castilla. El buen caballero don García, Príncipe de estos reinos, ha aceptado el combate á que, en uso del derecho que las leyes les conceden, han apelado la reina doña Nuña y don Pedro de Sesé, acusados de criminal inteligencia y descubierta rebelión. Y siendo entrambos crímenes de lesa majestad, las leyes les condenan á la pena del fuego, si al transponer el sol la línea del horizonte no se presenta caballero alguno que quiera mantener su causa. Si esto aconteciere, y el acusador saliere vencido, sufrirá la misma pena en lugar de los acusados, como la ley lo dispone; si saliere vencedor, serán quemados en este mismo palenque los acusados, con él cuerpo del caballero su defensor, que dando desde luego condenados á la pena capital todos los que resultaren cómplices de su traición. El Rey ofrece asimismo doscientos marcos de oro á cualquier vasallo suyo que asegure la persona del traidor que extrajo de las Reales Caballerizas su mejor caballo de batalla, asesinando para ello á su guardia y palafreneros. Esta es la justicia del Rey. Vasallos del Rey, acatad la justicia del Rey. ¡Viva don Sancho, Rey de Navarra!»

PUEBLO
¡Viva! 465
DON GARCÍA
¡Qué agonía, gran Dios! Cíñeme, Arjona,
esa fatal espada,
y que quede á favor de esta celada
encubierta á mi pueblo mi persona.

 (Se cala la visera.) 

¡Oh! Estoy seguro que en mi horrible gesto 470
se ve mi odioso crimen manifiesto.
 

(VOCES DEL PUEBLO.)

 
UNA
¡Allí están! ¡Allí están!
OTRA
¡Ya traen á los acusados!
OTRA
¡Quién tal pensara de tan buen caballero como don Pedro!
OTRA
Por eso mismo es más grande su delito. 475
OTRA
Bien dicho. El Rey les había colmado de beneficios.
OTRA
Y lo vendían, mientras él conquistaba á los moros
nuevos señoríos.
OTRA
Son unos infames; les van á atar á los postes de hierro
como á los villanos.
OTRAS
¡Bien, bien!
OTRAS
¡Viva la justicia del Rey! 480
TODOS
¡Viva!
 

(Tumulto.)

 
VOCES
¡Silencio! ¡Silencio!
OTRAS
Ya bajan los jueces del campo.
OTRAS
¡Silencio! Escuchad.
 

(Uno de los jueces del campo.)

 
JUEZ DEL CAMPO

«Vasallos del Rey, oid. La hora del juicio ha llegado ya. La liza queda abierta desde este punto; y si al pasar el sol la línea del horizonte no anuncian los clarines un defensor, el verdugo cumplirá con su deber».

 

(Muchas VOCES.)

 
VOCES
¡Bien, bien! 485
 

(Aplausos, ruido, etc.)

 
DON GARCÍA
¡Ea! Ha llegado la tremenda hora.
Siento que Dios del corazón me arranca
el germen de su fe consoladora,
y en las venas la sangre se me estanca.
¡Sí, sí; de esta diabólica contienda 490
viene todo el infierno á ser testigo!
Vértigo..., sed de crimen me devora.
¡Ea, corre los lienzos de esa tienda,
y el infierno desde hoy sea conmigo!
 

(ARJONA manda á los pajes con una seña que abran la tienda. Éstos corren a un tiempo la cortina partida en dos que cierra su fondo y que cubre el teatro, y aparece un vasto palenque, cuyos andamios están llenos de gente del pueblo. En el fondo de este palenque se ve un altar; delante de él, el verdugo, que, con una tea encendida está pronto á encender la leña hacinada alrededor de la REINA y de DON PEDRO, que estarán atados á dos postes de hierro y uno á cada lado del altar. Por sobre los andamios se cierra el horizonte con pintorescas montañas. El sol acaba de salir por encima de unos cerros desiguales, y derramando sobre la escena la rosada luz de la mañana.)

 
DON PEDRO
Señora, ¿no tenéis otra esperanza? 495
¡Oh! Si mi brazo fuerte todavía
estuviera...
REINA
El de Dios á todo alcanza.
DON PEDRO
Creo que Dios también nos abandona.
REINA
Sólo él puede apreciar nuestra agonía;
que inútiles con él dolo y falsía, 500
lo que castiga ve y lo que perdona.
DON PEDRO
No tengo esa virtud; soplo mundano
me anima aún el corazón terreno,
y voy la hiel de que le siento lleno
sobre ellos á verter.

 (Al PUEBLO.) 

Pueblo villano,
505
Rey infame..., escuchad.
 

(VOZ DEL PUEBLO.)

 
VOZ
¿Qué es lo que dice?
OTRA
Dejadle hablar.
OTRAS
¡Silencio!
 

(El PUEBLO calla después de largo chicheo.)

 
OTRAS
Oid.
DON PEDRO
Rey fiero,
sin fe ni ley: el Dios á que apelamos,
que indefensos morir nos deja infiero;
mas ante él de tus leyes protestamos. 510
Ella inocente, y yo buen caballero,
al tribunal de Jesucristo vamos,
y al inmolarme con tal vil castigo,
Rey, Príncipe, villanos..., yo os maldigo.
 

(DON GARCÍA se tapa la cara con las manos, exhalando un «¡ay!» desesperado.)

 
DON GARCÍA
¡Ay!
 

(VOCES DEL PUEBLO.)

 
VOCES
¡Nos insulta! ¡Muera!
OTRAS
¡Muera!
OTRAS
¡Muera!
515
 

(La REINA demuestra voluntad de hablar.)

 
VOZ
La Reina quiere hablar.
VOCES
¡Mueran!
OTRAS
Oidla.
OTRAS
Silencio. Oid. Callad.
 

(Otro largo chicheo. El PUEBLO calla.)

 
REINA
Sin culpa muero;
mas aunque Dios por causa soberana,
que indefensos morir nos deja infiero,
yo como Reina moriré, y cristiana. 520
Sí; yo inocente, y él buen caballero,
seremos ante Dios esta mañana;
mas aunque me inmoláis, no os guardo encono.
Hijo, esposo, vasallos..., yo os perdono.
PUEBLO
¡Bien, bien!
DON GARCÍA
¡No puedo más!...
 

(DON GARCÍA pone mano á la daga. ARJONA le detiene.)

 
ARJONA
Señor, teneos.
525
¿Qué queréis intentar?
DON GARCÍA
Morir, Arjona.
Déjame.
ARJONA
No.
VOCES
¡La hora se pasa!
OTRAS
¡Mueran!
OTRAS
¡Mueran, mueran!...
UNA VOZ
Ninguno les abona.
Culpables son, pues Dios les abandona.
OTRAS
Ya dan los jueces la señal...
OTRAS
La hoguera
530
va á prender ya el verdugo.
DON GARCÍA
¡No, no quiero;
no puede más mi corazón de fiera.
¡Sálvese, sí!
 

(DON GARCÍA va á salir de la tienda, en cuyo momento suena la seña de un agudo clarín. DON GARCÍA se detiene.)

 
ARJONA
¡El clarín!
PUEBLO
¡Un caballero!


Escena VIII

 

Dichos y DON RAMIRO.

 
 

(Se presenta DON RAMIRO armado de pies á cabeza: el esclavo etíope, de quien se hace mención en los anteriores actos, vestido á la oriental, con turbante blanco y con un collar de oro en señal de esclavitud, conduce de la brida el hermoso caballo de batalla del REY DON SANCHO, magníficamente caparazonado y empenachado. Un paje con los colores de la Casa Real de Navarra y Castilla trae el escudo y la lanza de DON RAMIRO. Éste tira un guantelete á los pies de DON GARCÍA y dice en alta voz:)

 
DON RAMIRO
Aquí estoy, llego á tiempo todavía;
y os declaro á la faz del mundo entero 535
torpe y vil impostor, mal caballero,
calumniador infame, don García.
VOCES
¡El caballo del Rey!
OTRAS
Ése es el que le ha robado.
OTRAS
¡Qué descaro, qué atrevimiento! 540
OTRAS
No puede combatir, no es caballero,
está declarado traidor y condenado á muerte.
OTRAS
¡Muera!
OTRAS
¡Sí, sí, que muera también con ellos!
OTRAS
¡Prendedle, matadle! 545
UNA
Ningún villano puede ceñirse armadura Real.
OTRAS
¡Muera, muera! Allá van los jueces del campo.
TODOS
¡Bien, bien!
 

(Los jueces del campo, con algunos soldados, se dirigen hostilmente hacia DON RAMIRO. Éste toma rápidamente el escudo de manos del paje, y descolgando el hacha de armas del caparazón del caballo, los hace retroceder.)

 
DON RAMIRO
¡Mentís! Derechos tengo á esta armadura,
yo puedo entrar con ella en la batalla. 550
PUEBLO
¡Muera, muera! Cogedle.
DON RAMIRO
¡Atrás, canalla!
REY DE ARMAS
¡Paso al Rey, paso al Rey!
REY
¿Quién atrevido
mi ley insulta y su delito ostenta,
y con mis propias armas se presenta?
DON RAMIRO
Oidme una palabra.
REY
Di.
DON RAMIRO
Al oído
555
 

(DON RAMIRO se acerca al oido del REY. Éste se estremece, y volviéndose á los suyos, dice:)

 
REY
Atrás, señores; retiraos.
DON GARCÍA
¡Cielo!
Con sola una palabra..., aun al Rey mismo...
DON RAMIRO

 (Á DON GARCÍA.) 

Ya lo veis..., á no ser por mi buen celo
por vuestra alma, la echáis en el abismo.
REY
¡Oh! Concluid ¡por Dios! si este secreto 560
sabéis. ¿Quién sois?
DON RAMIRO

 (Con calma.) 

Señor, antes de todo
que inocentes no sean el objeto
de la mofa del vulgo.
REY
De ese modo,
¿queréis...
DON RAMIRO
Que libres sean, ó en voz alta
al vulgo vil relataré esa historia. 565
REY
No, no. Libres están.
DON RAMIRO
Al punto vengan,
y en silencio escuchando se mantengan.
 

(El REY hace una señal, y van á traer á la REINA y SESÉ. La tienda se cierra como al principio del acto.)

 
Pues os mostráis, don Sancho, tan celoso
de vuestro Real honor, que una sospecha
mal probada por labio mentiroso, 570
presa tan noble á los verdugos echa,
quiero, señor, que doña Nuña sepa,
antes que el duelo con mi vida acabe,
lo que en el alma de sus jueces cabe
cuando creen que la infamia en ella quepa. 575


Escena IX

 

Dichos. La REINA y SESÉ, á una seña de DON RAMIRO.

 
DON RAMIRO
Ya están aquí...; silencio, estadme atentos;
vos también escuchadme, don García,
y si después de oirme unos momentos
la espada alzáis, encontraréis la mía.
 

(Todos escuchan con asombro y ansiedad. DON RAMIRO domina la escena, y recita con dignidad y calma.)

 
Conocí una mujer..., su nombre Caya. 580
REY
¡Dios Santo!
DON RAMIRO
Es grande historia. Esta matrona,
casada con un noble de Vizcaya,
su sien ceñía con feudal corona.
Un mancebo..., su nombra no hace al caso,
se prendó de su garbo y hermosura; 585
y ella incauta, él audaz, paso tras paso
fuéles prendiendo amor en red segura.
Él amante, altanera la matrona,
«á todo (la dijo él) por ti me atrevo:
¿quieres cambiar por otra esa corona?» 590
Y ella, que le entendió, picó en el cebo.
Una noche el Barón, su noble esposo,
a manos pereció de unos bandidos;
dolióse ella del caso lastimoso,
mas siguieron de entonces más unidos 595
los dichosos amantes. ¡Ay! ¿Qué dicha
es segura en la tierra? El mozo osado
heredó á poco un reino, y por desdicha
de Caya, otra mujer con el reinado.
El la aceptó, pues le traía en prenda 600
otra corona más, y aunque fingía
falaz con Caya, al fiin cayó la venda
que el corazón amante la cubría.
Dejóla el Rey, y en vez del matrimonio
que la ofreció, del reino desterróla 605
firmándola un inútil testimonio
para un infante que del Rey quedóla.
Y esta mujer, errante y expatriada...

 (Se interrumpe.) 

REINA, REY y
DON PEDRO
¡Acabad!
DON RAMIRO
Sucumbió tras largo duelo,
a su hijo dando de la edad pasada 610
noticia, y por el Rey pidiendo al cielo.
REY
¡Dios mío! ¿Y aquel hijo?
DON RAMIRO
Asió una lanza,
y en Palestina y Francia aventurero
vivió, guardando siempre una esperanza
de ser al fin un noble verdadero. 615
Topó en Francia por fin á una condesa
que á otro príncipe estaba prometida,
la sedujo y huyó con la francesa,
y aquí vinieron á pasar la vida.
REINA
Proseguid.
DON RAMIRO
Á favor del pergamino
620
que dió el Rey á su madre, pasó este hombre
vida sin porvenir y sin destino,
sin descubrir su origen ni su nombre.
Dió el caso, que á un traidor, que conspiraba
por impensado azar, halló la huella, 625
y como en nada este hombre se ocupaba,
dió en seguir holgazán el rastro de ella.
Dios les puso á los dos frente por frente,
y por doquier se hallaban: disponía
el uno en unas ruinas plazo y gente, 630
y el otro sus secretos sorprendía.
Y...
REY, REINA y
DON PEDRO
¿Qué?
DON RAMIRO
Ya en concluir veo que tardo;
secreto es que callárosle no debo,

 (Á la REINA.) 

Vos la ofendida sois.

 (Al REY.) 

Vos el mancebo;
don García el traidor, y yo el bastardo. 635

 (DON RAMIRO presenta al REY el pergamino en cuestión, hincando la rodilla en tierra.) 

REY
Sí, es mi firma. ¡Hijo mío!
 

(Abrazo rápido.)

 
DON RAMIRO
Ahora, García,
ciertos de la verdad ambos estamos;
si me tiendes tu mano, ésta es la mía;
si en tu demanda estás, al campo vamos.
REINA
Tened, tened; el dedo del destino 640
manifiesto está aquí, y á la inocencia
el justiciero Dios abre camino.
REY
Sí, perdona un error...
REINA

 (Interrumpiendo.) 

Que no acrimino.
REY
Yo revoco mi bárbara sentencia.
DON RAMIRO
Y yo abrazo la causa de mi hermano: 645
deróguese la ley, y en su delito
sea el único juez... Dios Soberano.

 (De rodillas.) 

Su perdón os propongo.
REINA
Yo le admito.

 (Á DON GARCÍA.) 

Pastor tiene la Iglesia, cuya mano
tiene poder y crédito infinito 650
de atar y desatar... Tu culpa llora,
y de Roma no más perdón implora.
DON GARCÍA

 (De rodillas.) 

¡Madre!
REINA
Mas oye: don Ramiro debe
dar la mano á tu esposa prometida,
y en tu lugar también mando que lleve 655
tu parte de heredad por mí traída.
Sí: pues solo él á defender se atreve
mi calumniado honor con su honra y vida,
ved en qué precio su virtud estimo:
mi primogénito es; le legitimo. 660
REY
Acepto. Abrid, heraldos, esa tienda.
 

(Lo hacen y vuelve á quedar á la vista del público el palenque, cuya arena han ocupado ya los villanos, que, contenidos por los soldados, forman un numeroso grupo alrededor de la tienda.)

 
Pues mis armas vistió, ya es caballero:
pregonadlo á mi pueblo, y que esto entienda.
Yo le doy mi caballo: que altanero
sobre él las calles cruce; de la rienda 665
le lleven Reyes de armas, y que atienda
Navarra á que es su Príncipe heredero.
 

(Clarines y atabales en señal de pregón, y algo lejos tumulto, vivas. Traen más al centro de la escena el caballo de DON SANCHO. El PUEBLO se agolpa en derredor.)

 

 (Á DON RAMIRO.)  

Ea, á caballo tú.
REINA

 (Á DON GARCÍA.) 

Tú, escolta toma,
y á implorar parte tu perdón de Roma.
DON GARCÍA

 (Con afán, y pronto á partir.) 

Sí, partiré; mas á la vuelta mía, 670
si traigo, madre, un corazón sincero,
¿puedo esperar de vos...
DON RAMIRO

 (Interrumpiéndolo y atajando á la REINA, que va á responder.) 

Sí, don García;
yo tras ti quedo; vé, y en mi fe fía:
buen hermano seré; buen caballero.
 

(DON RAMIRO y DON GARCÍA se dan la mano, y éste parte por la izquierda seguido de ARJONA, que se habrá confundido con la multitud durante la anterior escena. DON RAMIRO monta á caballo, alejandose todos en tumulto aclamándole. Los reyes de armas, de pie sobre los andamios del palenque y tremolando los pendones de Castilla, Navarra y Aragón, gritan cada cual á su correspondiente turno.)

 
REY DE ARMAS

 (El que tiene el pendón de Castilla, dice:) 

¡Viva la Reina de Castilla! 675
PUEBLO
¡Viva!
REY DE ARMAS

 (El que tiene el de Navarra, dice:) 

¡Viva el rey don Sancho de Navarra!
PUEBLO
¡Viva!
REY DE ARMAS

 (El que tiene el de Aragón, dice:) 

¡Viva el príncipe don Ramiro, Rey de Aragón!
PUEBLO
¡Viva! 680
 

(Los villanos aplauden, tiran por alto los birretes, etc. Tumulto.)

 





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