21
Trad.: «Los asuntos de los que hemos de tratar, los hemos de exponer con brevedad, para que el oyente los tenga en su mente». Apud C. Facchini, Il proemio, p. 27, nota 20. Véase el texto en Rhetores latini minores, ed. de C. Halm (Lipsiae, In aed. B.G. Teubneri, 1863), p. 114. Para fórmulas de atraer la atención del público, en la oratoria, de los lectores, en la literatura, cf. Lausberg, Manual, I, pp. 244 ss. (pone como ejemplo el carmina non prius / audita ... cano de Horacio, al que luego nos referiremos; o el Cogitanti mihi saepenumero... de Cicerón, del que más tarde también trataremos).
22
Cf. la oración de Hipólito a Artemis, vv. 73 y ss.
23
Este poema tiene
eco en Sannazaro, «De fonte
Mergellines»: «Est mihi rivo vitreus perenni / fons,
arenosum prope litus, unde / saepe discedens sibi nauta rores /
haurit amicos»
(Trad.: «Tengo yo una fuente
cristalina de corriente perenne, junto al litoral arenoso, de la
que, a menudo, el navegante al partir saca las aguas
benignas». Opera omnia latine scripta, Venecia, Francisco de
Franciscis Senensem, 1593, fol. 189
r°.). Una fuente incontaminada,
símbolo de la castidad, encontramos en La Arcadia,
prosa octava.
24
Trad.: «Como un río que desciende desde un monte, al que las lluvias hicieron crecer por encima de las márgenes conocidas, así Píndaro hierve e inmenso brota desde su boca profunda».
25
Sobre la recusatio tratamos en nuestro trabajo «Para la filiación de la égloga II de Garcilaso», que aparecerá en la Revista de Literatura.
26
Según
Francisco de Aldana, Montano vive como en un locus amoenus, elevado, en el
que se encuentra el «puro, vital aire
sereno»
(v. 679, en
Poesías, ed. de
E. L. Rivers, Clás.
Castellanos, 143, Madrid, 1966, p. 68), trasunto cierto del
Paraíso.
27
Cf. op. cit., pp. 28-35.
28
Cf. op. cit., p. 31.
29
Trad.: «Gusta tenderse en las
riberas del vagaroso río o conciliar dulces sueños en
la hierba desnuda, sea que la fuente abundante derrame aguas
presurosas, sea que murmure un dulce sonido, al correr del arroyo
por las flores recientes». La fuente, como elemento del
locus amoenus,
se conserva en la poesía neolatina. Así, Marco
Antonio Flaminio (Carmina, V, 25), con inspiración
claramente horaciana más algunas notas bucólicas,
invita a su amigo Francisco de la Torre a pasar un día de
campo con él: «Hic
fontem prope vitreum sub umbra / formosi nemoris tibi parabo /
prandium Iove dignum»
(vv. 8-10, apud A.
Perosa y J. Sparrow, eds.,
Renaissance Latin
Verse. An Anthology, Londres, Duckworth, 1979, pp. 281-82).
30
En
Geórgicas IV, entre las plantaciones del anciano de
Tarento, figura «ministrantem platanum potantibus
umbras»
(v.
146). Trad.: «un
plátano que proporciona sombra a los que beban».
Cf. también Horacio,
Carmina, II, vv. 13-17:
«Cur non sub alta
vel plátano vel hac
/ pinu iacentes sic temere et rosa / canos odorati capillos, / dum
licet, Assyriaque nardo / potamus uncti?
[...]».
Trad. personal: «¿Por
qué, perfumados los canos cabellos de rosa y ungidos con el
nardo asirio, no bebemos, sin más, mientras podemos,
tendidos bajo el alto plátano o bajo este pino?». El
aspecto hedonista de la sombra junto al agua lo encontramos en
Lucrecio, De rerum
natura, en el prólogo al lib. II ya citado: «... prostrati in gramine molli / proter
aquae rivum sub ramis arboris altae...»
(vv. 29-30. Trad.: «tendidos en la blanda
hierba junto a la corriente de agua, bajo los ramos del alto
árbol»).