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Canto XII



I
                Andando un día fuera de Milán 8800
Sin bastón, con un cierto compañero,
Yo iba siempre tras él pian pian,
Tropezando, y él siempre iba el primero.
Porque llevava un palo de Jayán
Tan largo, como un olmo verdadero.
Dividióle él en dos, diome a mí el uno,
Y assí fue más holgado cada uno.
 
II
Un Frayle, que debía por fortuna,
O por desgracia hacer en una villa
Dos pláticas, teniendo sólo una, 8810
Qué hizo? no hizo más que dividilla,
Como parten las passas en Osuna,
Y dejó más contenta a la Gavilla,
La qual la oyó con gusto, y nada oyera
Con él, si la embocara toda entera.
 
III
Me agradó esta invención, y diome gana
De hacer lo mismo yo. Dispuse un Canto
Que no tenía fin (miseria humana!)
Dividíle en dos partes; y por quanto
Ya recité la una. Aora su hermana 8820
Quiero al baile sacar, porque entre tanto
En esto, si no yerro, formo juicio
Que a vosotros y a mí hago un servicio.
 
IV
A vosotros; por quanto el otro día
Os retirasteis menos fatigados,
Pues antes de sonar la Ave María
A casa os embié ya despachados;
A mí; porque si de esta historia mía
Todos los versos fueren recitados
Faltava la ocasión de empavonarme 8830
De que esta vez venís también a honrarme.
 
V
Mas no penséis, que sea este artifizio
Mío, por interés o conveniencia
Vendiendo esta leyenda: tan mal juizio
No le sufre mi honor, ni mi conciencia.
No gastará un quatrín quien tuvo el vizio
De comprar mi primera impertinencia.
Gratis tendrá esta otra, y sin usura,
Pues se da como por añadidura.
 
VI
Siempre que son corteses las personas, 8840
Ciego a su discreción yo me abandono
Sin distinguir Cerquillos, ni Coronas.
Mis cosas no las vendo, se las dono,
Y aspiro sólo a que hombres, y Matronas
Me presten su atención mientras razono.
Qualquiera otro interés huyo y desprecio
Ni mis versos merecen otro precio.
 
VII
Busquen otros cantando hacer dinero,
Y de sus versos hagan mercancía
El Avaro, el Bufón, y el Lisongero. 8850
A precio de oro venda cada día
Cien mentiras en rima el Embustero:
No es tan baja, y tan vil la Musa mía
Quando canto en Milán, ni su Trompeta
Trompa es de Mercader, es de Poeta.
 
VIII
Ni tampoco es mi intento por aora
Cantar de tantos Héroes las proezas
Como honran nuestra edad. Mi Musa adora
Sus méritos, su sangre, sus grandezas;
Y aunque no teme ser aduladora, 8860
Teme, si, ciertas lenguas, y cabezas,
Que sospechar podrían al oíllo;
Que mi Canto mirara a su bolsillo.
 
IX
Porque a decir verdad los pobrecicos
No suelen ser Mezanos de Canciones;
Mas sí los poderosos, y los ricos.
Y la elección en todas ocasiones,
Salvo en mui pocos (pues no quiero ozicos)
Al mérito prefiere los doblones;
Pero yo, que no soy interesado, 8870
Canto porque me oigáis, y estoi pagado.
 
X
Por esso canto sólo a un hombre muerto,
Y no creo haiga aquí siquiera uno,
Que me tache de injusto, siendo cierto,
Que su notorio mérito a ninguno
Fue inferior. Y ya que aora advierto,
Que passa el tiempo; paréceme oportuno,
De Elvira las hazañas acavar,
Que ayer no tuve tiempo de contar.
 
XI
Decía, pues, que una muger preñada, 8880
Si no ha perdido enteramente el juicio,
Cosa alguna real, ni imaginada
Deve mirar que al feto haga perjuicio.
Qualquiera fealdad sólo pintada
Altera el feto, y pégale su vicio,
Haciendo nacer negro al que era blanco,
Y que el que era perfeto salga manco.
 
XII
Provélo de Clorinda con el caso;
Por señas que el tal caso de el camino
Real me desvió, y en esto acaso, 8890
O sin acaso un grande desatino
Cometí, y me arrepiento de aquel passo;
Mas por no perder oy también el tino,
Vuelvo a decir, que Elvira tal vez rara
A los hombres mirava cara a cara.
 
XIII
Verdad es que por no causar enredos
A su pudor los ojos con las manos
Cubría, y los mirava entre los dedos,
Que entreabiertos dejava en el Verano,
Suplía el abanico aquellos miedos 8900
Con las barillas, medio soverano
Para ver a todo hombre ayroso, y bello
Desde pies a cabeza, cara, y cuello.
 
XIV
Otra pequeña usava (Elvia) malicia,
Y la tal malizuela era ésta:
En señal de su grande pudicizia
Cubría con un velo rostro y testa.
El velo embarazava a la codicia
De los otros a ver su faz honesta.
Mas la dejava ver como a nosotros 8910
Las hermosas facciones de los otros.
 
XV
Avía esta cautela Elvia aprendido
En Bolonia, quando era pequeñita;
Porque toda muger, según he oído,
Es allí vergonzosa, y la bonita
No quiere su belleza a un atrevido
Exponer, ocultando lo que irrita:
Por lo demás decía un Boloñés,
Todo el mundo es París, todo Francés.
 
XVI
Si tal vez algún hombre fijo, fijo 8920
Mirava Elvia por inadvertencia,
Ningún peligro avía (Assí lo dijo
Ella misma) de alguna complacencia.
Todo lo hacía por el bien de el hijo,
Y no por acto de concupiscencia;
Porque su temperamento era mui frío,
Bien que yo en esto de ella no me fío.
 
XVII
Toda muger compárase a un Pintor,
Que forme a pinzeladas los retratos,
Pálidos, negros, blancos, a tenor 8930
De los que allá en su idea algunos ratos
Formando va. Assí, dice un Autor,
Los hijos son ya feos, o ya gratos,
Según lo que la Madre tiene in mente,
Lo qual se entiende hablando comúnmente.
 
XVIII
Y si vemos tal vez de un Padre feo,
Que tiene una Muger blanca, y hermosa,
Nacer hijos, que en nada a su hymeneo
Se parecen, es cosa peligrosa
Pensar mal de la Madre. Ni yo creo, 8940
Que nadie pensará de ella tal cosa,
Porque, si bien podrá ser verdadera,
Un juicio temerario es cosa fiera.
 
XIX
Esto nace; o nacer puede a lo menos,
De que en toda Muger la fantasía
Es mui viva, y si mirando obgetos llanos
De diversas facciones cada día,
Estos mismos se estampan en los senos
Tiernos de el feto, que a luz embía,
Y assí de un Padre feo nace adrede 8950
Un hijo mui hermoso, o nacer puede.
 
XX
Por esso, si ocurría la ocasión,
Nuestra Elvira alegrávase mirar
Ya un Mozo lindo, ya un gentil Garzón.
Y al contrario sus ojos tolerar
No podían un torpe mascarón.
Y a otra parte volvíanse a girar,
Como en Roma, Pekín, París, y Amberes,
Y en todo el mundo lo hacen las mugeres.
 
XXI
Por lo demás de Elvira las ogeadas 8960
Casi estoi por decir, que eran mui puras,
Y no ya penetrantes más que espadas,
Como son las de tantas Criaturas
Que hacen arder a ciertos camaradas
En llamas vivas, quando ellas mui seguras
Se mantienen tan frías, como un hyelo,
Sin sudar por su amor siquiera un pelo.
 
XXII
Mas y qué emportará, que ellas no sientan
El fuego, si se fingen encendidas,
Y sus ojos saetas acrecientan 8970
Afectándose en brasas convertidas?
Qué importa, que a sus ruegos no consientan
De los otros, haciendo de ofendidas,
Si con aquel mirar enternecido,
Dispiertan al que estava más dormido?
 
XXIII
Fomentan en los hombres la esperanza
Las Mugeres con sus dulzes miradas,
Y alientan más y más su confianza,
Haciéndolos creer que están prendadas
De ellos, que creyendo con baladanza 8980
Las Islas ya tocar afortunadas
Se hallan en alta mar, y en un instante
Quien se soñó montado, hallóse Infante.
 
XXIV
Porque aquella, que ayer se le mostrava
Tan inclinada a él, retira el freno,
Y le hace conocer, que sólo dava
Hojas en vez de fruto. Lo más bueno
De todo es, que ella después se alava
A sí misma con ánimo severo,
Teniéndose por casta e inocente 8990
La que hizo tanto mal adredemente.
 
XXV
El burlado infeliz se desespera
Se consuma, se seca hasta los huesos,
Blasfema contra el Cielo, y la Embustera
Muger fue ocasión de estos excesos
Con aquella su ogeada lisongera,
Que al pobre Mozo revolvió los sessos.
Ojo, Señoras, ojo a esas ojeadas
Y aprended de Elvia a ser más remiradas.
 
XXVI
Era el suyo un mirar magestuoso, 9000
Que ganava atenciones y respeto:
A nadie alteró el sueño ni el reposo,
Y a todo corazón le dejó quieto.
Antes bien observó cierto curioso,
Que infundía pureza con efeto.
Tan casta y tan púdica Elvira era,
Que quiera Juvenal, o que no quiera.
 
XXVII
Todos sabemos ya que Juvenal
Era un hombre podrido hasta los ojos.
Y siendo él tan perverso hablava mal 9010
De todos, buenos, malos, sanos, cojos.
No sólo ya a la especie racional,
Mas aun a los mismos Dioses dava enojos.
Reduzgo a una palabra el panegírico:
Era el tal Juvenal un gran Satírico.
 
XXVIII
Los Satíricos son tal vil canalla,
Que dirán mal de el mismo Padre Santo.
Ninguna circunstancia los acalla,
Ladran, y muerden aunque sea un canto.
A su mayor Amigo dan batalla, 9020
Hacen con sus Parientes otro tanto,
Y aun tal vez (éste no es paralogismo)
No se perdona un Sátiro a sí mismo.
 
XXIX
Si debemos dar crédito a estos tales,
El mundo está atestado de Jumentos.
En él sólo se estiman los costales,
O los talegos de oro, en que hai cien cuentos.
La Injusticia manda hoi los tribunales,
La Fe murió en el mil y setecientos.
La virtud y la Ciencia desterradas, 9030
La Ignorancia, y maldad intronizadas.
 
XXX
Al oír los Satýricos modernos,
Parece que se acerca el fin del mundo,
Y según sus lamentos sempiternos,
Las ciencias se calaron al profundo.
Los Literatos no oyen más que eternos
Desprecios. Yo respondo, y los confundo,
Que el mundo es como fue, y en adelante
Será lo mismo de hoi: esto es constante.
 
XXXI
Si miserables son, y pobretones 9040
El día de hoi no pocos Literatos;
Quántos en todos siglos, y ocasiones
Se han visto sin camisa, y sin Zapatos?
Siempre ha avido en el mundo mil hombrones
Despreciados de muchos mentecatos:
Siempre huvo en él docientos Protectores
De Músicos, de Enanos y Cantores.
 
XXXII
Pero un Sátyro siempre avinagrado
Todo lo mezcla; quando todo acusa.
Dice, que el proteger a un gran Letrado 9050
En los Señores Grandes ya no se usa;
Y que hoi día está todo en tal estado,
Que puede ir a enterrarse toda Musa,
Porque por la mejor no avrá Mezenas,
Que el día de hoi dé quatro verengenas.
 
XXXIII
No avrá un Diablo que ahorque entre dos palos
A estos Sátyros, classe de Borricos;
Que a todos, sean buenos, sean malos
Sean Nobles, plebeyos, pobres, ricos,
Tártaros, Turcos, Moros o bien Galos 9060
Estampan sus dos pies en los ozicos,
Y aun se atreven tal vez tales personas
A perder el respeto a las Coronas?
 
XXXIV
Desacreditan digo (esto se entiende
Quanto está de su parte) aun al más Santo;
Mas su livor no siempre los ofende,
Pues todo hombre de bien desprecia tanto
Sus dichos, que ni en burlas los atiende,
Haciendo el mismo caso de su canto,
Que se hace en París, Madrid, Osuna 9070
De los perros, que ladran a la Luna.
 
XXXV
Antes tal vez las lenguas maldicientes,
En lugar de quitar añaden fama.
Como aquel cierto humor que entre las Gentes
Chímicas Oleoso humor se llama,
El qual vertido en fuego, a las ya ardientes
Brasas, no las apaga, las inflama,
Y la encendida hoguera siempre crece
Al passo que el humor más la humedece.
 
XXXVI
Como palma de el viento que oprimida, 9080
Se alza al Cielo más recia, y más robusta;
La Fama assí, quando hállase investida
De lengua vil, malédica, e injusta,
Se dobla, sí, mas no resta abatida,
Antes brilla más clara, y más venusta,
Porque el que injustamente al bueno assalta,
En lugar de oprimirle, más le exalta.
 
XXXVII
Y volviendo a mi assunto; aunque de Elvira
Habló mal Juvenal, y sin respeto,
Diciendo con grandíssima mentira, 9090
Que no era su mirar mui circunspeto.
Nada pierde su mérito en la ira
De aquel Autor malévolo, e indiscreto,
Antes bien yo la estimo por instantes
Cien vezes más, que la estimava antes.
 
XXXVIII
Paréceme que un poco me he encendido
Con Juvenal, y tantos Juvenales,
De que está nuestro siglo abastecido.
Si el gremio numeroso de parciales,
Que tiene, se me dé por ofendido, 9100
Pobres costillas mías! estos tales,
Si se suelta el furor que reconcentran,
Son Torrentes que arrastran quanto encuentran.
 
XXXIX
Antes, que se los mueve el quieto chilo
O el atra bilis, quiero, y soi contento
En Penitencia, de mudar estilo,
Esto es de volver a mi argumento.
Decía pues (atando el noto hilo)
Que por sacar en Tulio un gran portento,
Hizo Elvira quanto era de su parte 9110
Ya por naturaleza, ya por arte.
 
XL
Fuera de esso primero que naciesse,
Procuró fecundar su fantasía
De ideal, con el fin que docto fuesse,
Y por tal celebrado en algún día;
Porque quiso la dicha, que leyesse
Elvia buenos Autores, y sabía,
Que Ciencias, o bien ya Literatura,
Según Platón, obra es de la Natura.
 
XLI
Quiere este Autor, que, estando aún recluso 9120
El Infante en el útero materno,
Tenga un saber, que él mismo llama infuso;
Porque pretende, que por ser tan tierno
Se estampa en él un Rayo algo confuso,
Cuya luz destello es del Sol eterno,
Y de ellas nacen, como plantas gratas,
Las que llama él ideas como innatas.
 
XLII
Para comunicar estas ideas,
A su hijo, no obstante ser tan varias,
Abandonava Elvira sus tareas, 9130
Y aun las cosas tal vez más necesarias.
Nunca hablava de hermosas, ni de feas,
Mas siempre de materias Literarias,
Estando a tú por tú con su Marido,
O con otro hombre docto, y entendido.
 
XLIII
Si ocurría tratarse una questión,
Cosa, que entre ellos mui frequente era,
Quería Elvia tener siempre razón,
Bien que lo hacía con gentil manera;
Pero siempre en qualquier conversación 9140
Avía de hablar ella la postrera,
Porque éste en variedad de pareceres,
El gran privilegio es de las mugeres.
 
XLIV
Quizá avrá visto alguno, que espiado
Aya las cosas diligentemente;
Como Tulio, que al fin era dotado
De una clara, sutil, y aguda mente;
Aplicava su oído delicado,
Y aprendía quizá naturalmente,
(Aunque yo no lo entiendo) quanto oía 9150
Bien que estava en el vientre todavía.
 
XLV
Y de aquí nació en él, a lo que pienso,
Aquel genio que siempre fue creciendo,
Aquel desseo, y apetito inmenso
De saber, que cada hora iba subiendo,
Siendo cada momento más intenso
El hipo de ser sabio; y yo pretendo,
Que todo debe ser atribuido
Al gusto que mostró aun sin ser nacido.
 
XLVI
Acostúmbrase (es cosa natural) 9160
Un Niño, quando se halla todavía
En el vientre Materno al bien o al mal,
Como lo enseña la filosofía.
Hace lo que su Madre en caso igual,
Porque la está observando noche y día.
O a lo menos después naturalmente
Movido a hacer lo mismo que se siente.
 
XLVII
Por eso vemos oy en los Señores,
Tantos hijos nacer afeminados,
Cortejantes, oziosos, Jugadores, 9170
Dormilones, y en todo descuidados.
Amigos de canalla, bebedores,
Y poquíssimos de ellos cultivados,
Discurriendo de modas, cofias, telas
Y de otras mugeriles bagatelas.
 
XLVIII
Dime Tú con quién andas, y quién eres
Yo te diré, dice el refrán, provado
Con la experiencia entre hombres y mugeres.
Lo que quiere decir, bien explicado,
Sin que haiga Variedad de pareceres, 9180
Que todos, todos de qualquier estado,
Nos parecemos ordinariamente
A quien tratarnos cotidianamente.
 
XLIX
Elvia por lo común sólo tratava
Con gente docta y sabia. Si venía
Un Necio a visitarla, la asserrava.
Sufrir a un Petimetre no podía.
A ningún Novelista oídos dava,
Y a todo cortejante despedía.
Los Literatos eran su consuelo, 9190
Los demás para ella un puro hyelo.
 
L
Cosa en aquella edad Rara; no en ésta,
En que las Damas muestran mayor juicio,
Quando a los virtuosos tanta fiesta
Hacen, abandonando aquel prejuicio,
Que encajado tenían en la testa
Las Mugeres en tiempo de Fabricio,
Las quales sólo amavan sus maridos,
Costumbre hoi abolida en nuestros nidos.
 
LI
Y no me diga alguno ser incierto, 9200
Que de los Virtuosos son amantes.
Todos saben que el hecho es hecho cierto
Todos, digo, los mimos ignorantes.
Negarlo será hacer el mayor tuerto
Entre las damas a las más brillantes,
Las que lejos de ser mui enemigas
De la virtud, son hoi las más amigas.
 
LII
Oy día el bello sexo está aplicado
A honrar a todo aquel que en semi-tonos,
Y en cromáticos es más celebrado, 9210
Y el que más diestro es en todos Tonos:
Por mayor Virtuoso es aclamado
En Italia, de Monas, y de Monos.
O adorable virtud! O virtud clara!
Quién te ha de conocer por essa cara?
 
LIII
Mas, si son virtuosos los Cantores,
Y virtuosas son las Cantatrizes,
Virtuosos serán los Ruiseñores,
Los Cuervos, las Calandrias, las Perdizes,
Virtuosos los Gallos, los Olores, 9120
Virtuosas también las Codornizes,
Y aquellos tiernos pájaros, que en Mayo
Cantando, de su amor hacen ensayo.
 
LIV
Más de una vez a alguno he preguntado,
Por qué se le da un nombre tan opuesto
A su carácter? y nadie me ha llenado,
Porque uno dice cesta, y otro cesto.
Sólo nuestro Bartolo me ha aquietado,
Diciendo, aunque en tono mui modesto,
Que en su juicio se llaman assí oy día, 9230
Por antífrasis, o bien por ironía.
 
LV
Las mugeres no saben de figuras,
Ni Retórica que nunca han estudiado
Y como oyen en muchas coyunturas
Por Virtuoso a un Músico aclamado,
Creen (y en esto van seguras)
Que de toda virtud está adornado
Y por mostrar quánto veneran ésta,
Hacen a todo Músico gran fiesta.
 
LVI
Viendo algunas que hoi se estiman tanto 9240
Los Músicos, y que va ufano y pomposo
Alguno, sin más mérito que el Canto,
Quisieran que al tal músico orgulloso
Sacudiera yo el válago algún tanto.
Mas qué me importa a mí? quiero en reposo
Dejarlos; pues soi hombre que en efeto
En lo que no me importa, no me meto.
 
LVII
Assí lo hacía el bello natural
De nuestra Elvira; dejava andar al mundo,
Como andar lo veía, bien o mal, 9250
Sin que nada alterasse su profundo
Dulce sueño, ni su semblante igual;
Y gozava un sosiego sin segundo.
Sola una cosa allá dentro del pecho
La inquietava, y no hacíala provecho.
 
LVIII
Aquí, oyentes conviene suponer,
Que aún no avía nacido Cicerón,
Y que usa Bartolo en componer
El estilo que llaman de Saltón.
Quiero decir, que déjale correr 9260
Saltando aquí y allí, que en conclusión
Es como un trabajar de Cordeleros,
Quanto más laboriosos, más zagueros.
 
LIX
De otro modo: Bartolo escrive al uso,
Que los Cangrejos andan (azia atrás)
Cosa que le hace un si es no es confuso,
Por no decir alguna cosa más.
Juzga el Letor que al fin está, y deluso
Se halla al principio, y dase a Barrabás:
Digan Ustedes si esto es malo, o bueno; 9270
Porque yo no lo apruevo, ni condeno.
 
LX
Si alguno es de sentir, o si porfía
En que no sabe andar azia adelante,
Y que no entiende de Cronología,
O que escrive en Romance de Pedante,
No le condene no por vida mía
Ni le trate de Autor envergonzante,
Antes bien (dice un gran Peripatético)
Essa es prueva de Ingenio assaz Poético.
 
LXI
Virgilio comenzó de el cuerdo Eneas 9280
La historia, por su arrivo allá en Cartago:
Saltó después a las marañas feas
De Sinón, embustero más que Mago.
Imitó Juan Bartolo en sus tareas
Al gran Marón; yo justicia le hago;
Porque seguir el orden natural,
Esso lo hace el Autor más dozenal.
 
LXII
Y aquello, que a la menos docta gente
Parece yerro, o falta de memoria,
Astucia es del Autor que adredemente 9290
Embrolla de propósito la historia,
Porque nadie presuma vanamente
Inferir lo que falta, ni haga gloria;
Pues una vez sentado este supuesto;
No es fácil prevenir qué dirá el resto.
 
LXIII
Y assí saber vosotros la razón
Por la qual gime Elvira, y triste llora
Escondida allá dentro de un rincón
No la sabréis, o no os la digo aora.
Movido su marido a compassión, 9300
Viendo tan afligida a la Señora,
Come Hija (la decía) algún bocado,
Que este apetito está mui estragado.
 
LXIV
Era entonces de pocos estimada
La muger, que no hacía muchos hijos,
Y mucho más si era muger casada.
Contaba Elvira quarenta años fijos,
Sin tener uno sólo: esto la daba
Gran pena, y la causava retortijos,
Pareciéndole el caso un poco estraño, 9310
Porque hacía mil votos cada año.
 
LXV
Con todo, quanto el Cielo oyó piadoso
Sus justos ruegos, que no fueron vanos,
Dándola un hijo bello, y tan gracioso:
Aunque en Arpino aún no avía Cristianos,
Como los huvo en tiempo más dichoso,
Al Cielo levantando ojos y manos
La buena Elvira fervorosamente
Dirigió a Jove la oración siguiente.
 
LXVI
Padre Jove, a mis ruegos, y a mi llanto 9320
Un hijo has concedido, que por cierto
Vale; mi voz no alcanza a tanto
Que pueda declarar el gran contento,
Que en su concepción tuve: más por tanto
Si ha de ser el tal hijo mi tormento,
Quiero decir un pícaro vagante,
O gran Padre, quitádmelo delante.
 
LXVII
Haz, que yo cumpla las obligaciones
De buena Madre con este hijo mío;
Infundid en su pecho inclinaciones 9330
Nobles, de pundonor, virtud, y brío
Y que el Niño quando ande ya en calzones,
Vaya a la escuela, haga calor o frío,
No haciéndose de pencas, ni roncero,
Y que no salga un pobre majadero.
 
LXVIII
Dixo, y el caro Niño estrechó al seno.
Mas la oración apenas terminada,
Se vio a su mano diestra el quarto lleno
(Cosa en aquel tiempo acostumbrada)
Una gran llama, sin fragor ni trueno, 9340
Con la qual quedó Elvira consolada,
Y firmemente bien persuadida
A que del Cielo avía sido oída
 
LXIX
Esta Oración, y otras semejantes
Las Madres de oy a Dios todos los días
Deberían hacer por sus Infantes;
Mas ellas piden otras gullerías,
De la Oración de Elvira mui distantes,
Diciendo que éstas son bigoterías,
Por lo qual, si tal vez a orar se atreven, 9350
Claman por todo aquello, que no deben.
 
LXX
El Cielo da a una Madre una hija hermosa
Y pide a Dios con toda devoción
Que se digne de hacerla tan dichosa
Que a un rico enamorar sepa Garzón,
Y que éste la pretenda por esposa
Sino dote, y que después (como es razón)
La dé todos los gustos que pidiere,
Dejándola a ella hacer lo que quisiere.
 
LXXI
Tiene otra un hijo, y pide luego al Cielo, 9360
Que le destine a un cargo tan brillante
Como fue el de su Padre o de su Avuelo,
Aunque el tal Nieto sea un ignorante.
Mas sobre todo que la dé el consuelo
De lograr tina Nuera Rozagante,
Que traiga rica dote con efeto
Y que a ella la tenga gran respeto.
 
LXXII
Suelen, o Madres, ser de este tenor
Las súplicas, que al Cielo dirigís
Y aun tal vez suelen ser cosa peor 9370
Lo que queréis, o aquello en que insistís:
Y assí debéis temer diga el Señor;
Que no sabéis las cosas que pedís.
Como, según afirma S. Matteo,
Respondió a la Madre del Zebedeo.
 
LXXIII
Aprended, pues primero, a bien orar,
Si queréis ser de Dios bien despachadas;
Pero como es preciso cooperar,
No debéis vos estar tan descuidadas:
Día y noche debéis siempre velar 9380
En educar los hijos, empeñadas
Sobre todo en hacerlos mui Cristianos,
Después doctos, mui cuerdos, y mui sanos.
 
LXXIV
Prudente Elvira, acudió a los Dioses todos,
Pidiéndolos, que a Tulio hiciessen bueno,
Mas ella por su parte de mil modos
Cooperó al mismo fin con todo el lleno
De su deber que el no arrimar los codos,
Y estarse con las manos en el seno,
Pidiendo a Dios milagros, es tentarle, 9390
O como dice un Santo, provocarle.
 
LXXV
Y si Elvira hizo tanto a benefizio
Del hijo, aun quando no avía nacido,
Podrá inferir qualquiera hombre de juicio,
Lo que hacía después de ya parido;
Porque yo, por no incurrir el vizio,
De prolijo, pesado, y detenido,
Omitiendo las cosas principales,
Sólo quiero contar las más speciales.
 
LXXVI
Lavava Elvira todas las mañanas 9400
A su hijo con agua clara y fría,
Que el agua especialmente en tierras llanas,
Hace crecer las plantas cada día,
Y un gran Dotor escrivía más de cien planas,
Para provar, que es húmida, y que enfría
Los nervios, los refuerza y humedece,
Y hasta los mismos huessos endurece.
 
LXXVII
No calló esta verdad el gran Omero
Quando con toda seriedad nos cuenta,
Que Tetis, Madre del Marcial, y fiero 9410
Aquiles, por tres vezes en su cuenta,
Le zabulló en el río, y a este agüero
Atribuye el Autor, si él no lo inventa
La virtud, o patraña imperdonable,
De que el agua hace al hombre invulnerable.
 
LXXVIII
O qué gusto sería en los guerreros
De aquel tiempo el andar en las hileras
De el enemigo, aun quando fuesse en cueros
Tan seguros (y dígolo de veras)
Como están los poltrones verdaderos 9420
Tendidos en sus camas sobre esteras!
Si se lograra esta fortuna hoi día,
Nuestro Siglo qué de Héroes contaría!
 
LXXIX
Bien sé, que el Padre Omero adredemente
Con otros sus amigos camaradas
No eran escrupulosos ciertamente
En contarnos verdades apuradas.
Hablaban siempre mysteriosamente,
Y es cosa natural, que las soñadas
Virtudes, con que al agua enriquecieron, 9430
Por las truchas, y anguilas lo digeron.
 
LXXX
Y si hoi día se encuentra algún tal qual
Inglés, que aya leído esta mentira,
Y atendiendo al sonido material
En agua helada, con aquella mira
A sus hijos zabulle, moda tal
Tiritar me hace a mí de frío, y de ira;
Pues no hago poco si con agua clara
Lavo tal vez las manos, y la cara.
 
LXXXI
Y no quisiera yo, si hijos tuviera, 9440
Avezarlos a tan estraño juego;
En vez de esso a beber los indugera
Mucha agua, porque ésta templa el fuego,
Y lo mismo también persuadiera
A todo hombre colérico, a quien ruego
Crea, que el agua clara y cristalina
Es para todos grande medicina.
 
LXXXII
Mas de nuestra salud los Taberneros
Tienen hoi día un zelo singular,
Beben el vino puro, como Cueros, 9450
Y el agua procúranle guardar
Para otros. Yo les digo: Cavalleros
En mi salud tócame a mi pensar,
Y no es razón que alguno los imbuya
En cuidar más la agena, que la suya.
 
LXXXIII
Yo hidrófilo no soi, y discurrir
Dejo a ciertos Modernos Medicastros
Que hacer tragar nos quieren o imbuir
Que el agua sin [reripe] ni emplastos
Todo lo cura, atrévome a decir 9460
Que de la Medicina son Padrastros
Los que aclaman al agua en todo mal
Por divino remedio universal.
 
LXXXIV
Por lo que toca a mí constantemente
Diré, que el vino nos conserva sanos,
Como se beba moderadamente.
Los demás todos son discursos vanos,
Y me confirmo viendo comúnmente,
Que los que dan elogios Soveranos
Al agua, sin medida, y aun sin tino; 9470
Ellos no obstante aplícanse al buen vino.
 
LXXXV
Por lo menos Elvira assí lo hacía
Mientras al Niño Tulio el pecho daba,
Mucho al agua alavava, mas bebía
El vino más añejo que encontrava
Porque estava enformada, y bien sabía,
Que alegra el corazón, y aunque alavava
El agua cada día más y más,
En todo un año no la probó jamás.
 
LXXXVI
O ya fuesse por arte o por natura 9480
Logró Elvira el gran don de la templanza:
Sin embargo en aquella coyuntura
Bebía assaz contra la antigua usanza,
Y assaz comía, pero bien segura
De que fuesse mui sana la pitanza;
Que el comer y beber hace provecho,
Para que acuda mucha leche al pecho.
 
LXXXVII
La leche es la que da fuerza y vigor
A las Obejas bien apacentadas.
Que por esso procura el buen Pastor 9490
Conducirlas, después de descargadas
A donde sabe está el pasto mejor
Que las llena de Yerba, y engordadas
Ellas mismas con yervas y tomillos,
Crían tiernos, y gordos Corderillos.
 
LXXXVIII
Si Elvira, pues, comía un buen bocado,
Si bebía buen vino, era mui justo,
Ni piense por aí algún desalmado
Que el beber y comer era por gusto:
Hacíalo con fin mui acertado, 9500
Esto es por criar sano y robusto
Al hijo, y quien juzga lo contrario
Hace un juicio maligno, y temerario.
 
LXXXIX
Gracias al Cielo, que lo que es en esto
Las hijas y las Madres de Familia,
Aunque de Elvia no tengan el pretesto,
La imitan que es por cierto maravilla.
Y si assí la imitaran en el resto
Serían aplaudidas en Castilla
Por lo demás de Elvira la fortuna 9510
De comer y beber no embidia alguna.
 
XC
Y si es que alguna carne, o bebe poco,
Contra el común y mugeril estilo,
Es por el miedo (sea cuerdo o loco)
De no afear la cara, o porque el hilo
De el sutil talle engorde poco a poco
Con la sustancia del robusto chilo,
O por otro mecánico respeto,
Que no es por lo común el más perfeto.
 
XCI
Antes bien nuestras Damas de ordinario 9520
Suelen hacer mui poca diferencia,
Entre el tiempo que nota el Kalendario
De Carnaval, de ayuno, y penitencia.
Siempre tienen un mal imaginario
Para desobligarse a la abstinencia,
Y sin hacer escrúpulo ninguno
La Quaresma atropellan, y el ayuno.
 
XCII
Un Médico no falta indulgente,
Que por no disgustarlas, las concede
Que coman carne cotidianamente, 9530
Y del ayuno, que fácilmente puede
Hacer cada una, no se habla adredemente,
Pues juzgando, que de él essenta quede,
Con corazón tranquilo, y mui sereno
Ni aun consultar se digna al plácido Galeno.
 
XCIII
Créense, por ser Damas, con poder
Para hacer quanto quieren en conciencia,
Y buenamente juzgan no tener
Necesidad de hacer más penitencia.
Piensan que darse puedan al placer 9540
Todo el año con cándida inocencia,
Y, que haciendo assí, daran un vuelo,
Que las meta de patas en el Cielo.
 
XCIV
Pero verán, verán las pobrecitas,
Quando la cuenta den de la semana,
Que ellas también, a no ser tan benditas,
Vivir vida debían más Cristiana
Y que al Cielo no guían esquisitas
Sendas de Tierra tan florida y llana,
Como ellas mismas se abren, y procuran, 9550
O, por mejor decir, se las figuran.
 
XCV
Verán, verán que no se llega al Cielo
Sin mucho padecer acá en la Tierra,
De hambre, de sed, de ardor, y hyelo;
Qu[e] la vida del hombre es una guerra,
Y continua barulla acá en el suelo;
Y en fin verán quánto desbarra, y yerra
Aquel que piensa, sea mozo o moza;
Irse derecho al Cielo en su carroza.
 
XCVI
O a quántos este error ha seducido! 9560
Y a quántos los seduce todavía!
Un modo de vivir se ha introducido
Tan delicado (y lo es más cada día)
Tan sensual, tan flojo, tan podrido,
Que temo por mi fe, y por vida mía,
Que el tal modo no sea mui Cristiano:
Ojalá que mi miedo fuesse vano.
 
XCVII
Si la vida del hombre fue llamada
Una guerra continua en esta tierra,
Ya no sé, por mi ánima jurada, 9570
En qué consista en muchos la tal guerra;
Porque, la cosa bien considerada,
Me parece, si el juicio no lo yerra;
Que en los más una paz es incesante,
Algazaras, tripudio, y adelante.
 
XCVIII
Pero al fin será un día coronado
Sólo aquel, que bien aya combatido,
Y el que no huviera sido buen Soldado,
No será por Cristiano conocido.
Mas ya sobradamente he predicado 9580
Sobre este assunto; y temo que al oído
Me diga alguna a boca hinchada y llena,
Que no meta mi hoz en mies agena.
 
XCIX
Por esso aquí lo dejo, y me descargo
En quien mover a emienda y a penitencia
Tenga el ofizio, o sea de su cargo
A tantos, que no observan la abstinencia,
Lo que me causa a mí un dolor amargo;
Mas como yo no tengo esta incumbencia,
Dejarlo quiero a aquellos a quien toca, 9590
Y assí en esta materia punto en boca.
 
C
Es verdad que esta tecla raras vezes
La tocan nuestros Padres Oradores;
Y aun aquellos que no son casa-nuezes
Si la tocan, la tocan con mil flores,
(Por no sufrir los zeños y esquivezes
De ciertas Auditrizes, y Auditores)
Quiero decir tan delicadamente,
Que se queda en ayunas mucha gente.
 
CI
Yo los ruego de hablar algo más claro 9600
Por bien universal de sus Oyentes;
Un estilo sutil, sublime, y raro
Se les passa por alto a muchas gentes.
No es razón que vender quieran tan caro
De la Ley las puríssimas corrientes,
Que a beber para su mayor provecho,
Todos tienen justíssimo derecho.
 
CII
Pastores sois del gran redil Cristiano,
Y es de vuestro deber el fundamento
Las reses conducir a un pasto sano, 9610
Pero no apacentarlas de ayre y viento.
Ni os escusará el pretesto vano
De que ellas tienen poco entendimiento;
Por lo mismo es mayor vuestro delito,
Como lo dice Dante mui clarito.
 
CIII
Mas me diréis que estoi ya mui pesado:
Tenéis razón, y assí, mudando assunto
Vuelvo a mi Elvira. Juzgo la he dejado
De Madre, y de Nutriz haciendo junto
El ofizio, y guardando con cuidado 9620
Lo que Ypócrates dice en este punto,
Que durante el dar leche al recién nato,
La Madre observe estrecho celibato.
 
CIV
Por tanto, amigo Marco, si quisieres
(Puesto que en casa estás aora ozioso)
Emprende algún viage, y donde fueres
No vivas agitado, o cuidadoso
Que cuidarán del Niño las mugeres,
Y Elvira, como fuerte, de su Esposo
Llevará en paz la necesaria ausencia, 9630
Y, por lo que es en mí, te doi licencia.
 
CV
Aquí no has de hacer cosa de provecho,
Y assí vete a Bolonia; mientras tanto
Te doi palabra que en dejando el pecho
Tulio, y su Madre se refuerze alquanto,
De llamarte; y he aquí, que dicho y hecho
Parte Marco, y con secreto llanto,
Estas pocas palabras a Elvia dijo:
Cara Esposa, el honor, la casa, el hijo.
 
CVI
Elvira quedó un poco contristada, 9640
Y una y otra megilla humedecida
Se vio quando partió su prenda amada;
Mas no dejó por esso la comida,
Porque como prudente y avisada
Temía, que una aflicción, si es desmedida,
Podía al Niño ocasionar perjuicio,
Y a la verdad en esto tuvo juicio.
 
CVII
Mas quánto ha que del pobre Cicerón
Nada hablo? y no hago bien seguramente.
Cierto, que me venía tentación, 9650
De dispertarle, pues tan altamente
Dormido está, y malogra la ocasión
De aspirar a la gloria ossadamente.
Despierte, pues, y apréstese a hacer cosas
Insignes, admirables, portentosas.
 
CVIII
Mas ya la noche llega, y se avecina,
Y a todos nos convida al dulce sueño;
Veo que alguno la cabeza inclina
A las rodillas, y es mi Amigo y Dueño.
Itibus, pues, diré en lengua Latina, 9660
Que aprendí quando era yo pequeño.
Itibus, digo, y adredemente lo hago,
Porque la luz en este punto apago.
Fin del Canto XII

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