Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Canto IV



I
                Preguntada una vez cierta Doncella,
Si quería casar con un tal Ticio?
Ella, que era tan franca como bella,
Y de mil hazañeras sin el vicio,
Con una voz más clara que una estrella,
Sin mudar de color, sin artificio
Al Cura respondió con tono entero,
Señor Don Juan lo quiero, y lo requiero.
 
II
Esto sí que me agrada, dijo el Cura, 2140
Y no aquellas que se hacen de rogar,
Con el Esposo al lado, y tal figura
Suelen poner delante del Altar,
Estrujando allá un SI con boz obscura,
Que a mí me hacen de risa rebentar;
Como que las sonroja el ser Esposa,
Y no rabian las más por otra cosa.
 
III
Pero saben fingir tan bellamente,
Y tener tan oculto su deseo,
Que hacen creer a mucha pobre gente 2150
Que aborrecen de muerte el hymineo,
Siendo assí, que rebientan comúnmente
Por casarse con hombre, hermoso o feo,
Y colocarse en Santo matrimonio
O con Cayo, o con Ticio, o con Sempronio.
 
IV
Quando van a casarse las Doticellas,
Las más se muestran tristes aquel día.
Al contrario, a ser Monjas las más de ellas
Parecen van brincando de alegría,
Y al verlas, tanto aquestas, como aquellas 2160
Causan admiración a quien se fía
De su exterior fingida carambola:
Pues a todos nos hacen la mamola.
 
V
De todo esto inferir mui bien se puede
Quánto saben fingir las señoritas;
Pero esto no es mi asunto, y assí quede
Borrado con carbón, o con pepitas
Lo dicho, porque el Diablo no lo enrede;
Y Señores, degémonos de hablitas,
Que Yo juro, protesto, y lo confiesso, 2170
Que no quiero ofender al bello sexo.
 
VI
Quise decir, si alguno preguntara
Si esta noche mis versos leer quiero,
Sin salirme colores a la cara
Respondería; sí; quiero y requiero
Mas los querréis oír? (pregunta rara!)
Desde el primero creo hasta el postrero
Respondería en voz nada melosa:
Majadero, no estamos a otra cosa.
 
VII
Si oírlos no quisiéramos, cada uno 2180
Metido huviera estádose en su casa,
Pues no creas venido aya ninguno
Solamente por ver tu calba rasa.
Hora bien, suponiendo que importuno
No soi, porque veo lo que passa,
Chitón todos; que ya a parlar empiezo,
Sin rubor, sin empacho, y sin tropiezo.
 
VIII
Y porque temo mucho que este Canto,
Se parezca un poquito a Portolongo,
Por averme crecido un tanto quanto 2190
Entre las manos, como crece el ongo:
A la Isla destierro de Lepanto
El Exordio; y con esto me dispongo
A entrarme de rondón en el asunto
Porque oigo murmurar, o lo barrunto.
 
IX
Oigo, digo, que alguno me murmura
(Porque, gracias a Dios, yo no soi sordo)
De que saco a bailar al Señor Cura,
Después me olvido de él, y voime a bordo;
Quiero decir, hablando sin figura, 2200
Que dejo a Cicerón en lo más gordo.
Ea, pues, aora estoi dispuesto
A hablar de él, y será quizá mui presto.
 
X
Mas antes de seguir la bella Historia
De Cicerón, decir quiero entre tanto,
Que tuvo de Marco y Elvia la gran gloria
De nacer en Arpino. Y esto es quanto
He dicho de él (tenedlo en la memoria)
En el primero, y el segundo Canto.
Mas nacer Cicerón, y estar tan quietas 2210
Las Musas? Vergüenza es de los Poetas.
 
XI
Nace Tulio; que fue el honor de Roma,
Gloria de Arpino, Lauro de Oradores.
Nace Tulio; que oy mismo no se toma
En boca, sin hacerle los honores.
Nace Tulio; y no veo yo en su idioma
De Italia verso alguno en sus loores!
Nace Tulio; y están todos quietos
Sin verse una Raccolta de Sonetos!
 
XII
Una Colección digo no se estampa 2220
De versos? Quando veo en la edad mía
Dar dos mil Colecciones a la estampa
Con poca honra de nuestra Poesía,
Por qualquier friolera, y que se alampa
Por ellas todo el mundo cada día;
Sin que a tanto furor, que causa tedio,
Ni a pestilencia tal se halle remedio.
 
XIII
Oy por cierto ninguno se adotora,
Que no se cante en verso su doctrina.
Si se casa una rica Labradora 2230
Celebran su hermosura peregrina
Cien Sonetos: si la otra se enamora
De un Convento, y ser Monja Capuchina
Resuelve, y más si es linda y es muchacha
Todo Poeta va a encerderla un hacha.
 
XIV
Éste Virgen y Mártyr la apellida,
Aquél dice, que al Ciego Dios Cupido
Le dejó sin aljava; y aun sin vida.
El otro, un poco más enternecido,
La llama de los hombres homicida, 2240
Y hasta el más circunspecto y detenido
Mil disparates echa por la boca:
Imprime un Papelón, y nos le emboca.
 
XV
Quando la Niña viste áspera lana,
Quiere versos; después cuando professa,
Quiere versos; quando toca la campana,
Quiere versos; si la hacen Abadesa,
Quiere versos; y en fin si da la gana
De morirse a una Gata (y más Maltesa)
Quiere versos. O Dios! y qué prurito 2250
De coplar tiene un Siglo tan maldito!
 
XVI
O son (dirélo assí) tan poco duchos
En materia de juicio los Poetas,
(No digo yo que todos, mas sí muchos)
Que en las más infelizes, más esquetas
Materias, sobre tristes Avechuchos,
Coplas hacen a cargas, y a carretas,
Y no sucede apenas cosa alguna,
Que en verso al Sol no salga, o a la Luna.
 
XVII
Si nace un hijo de algún gran Señor, 2260
No hai que temer de versos carestía
Llénase todo el Pindo de rumor,
Sin saber lo que el Niño será un día.
Se profetiza que será un Doctor,
Que mil lenguas sabrá, y en Poesía
Será un nuevo Petrarca, un nuevo Dante,
Y es después un grandíssimo ignorante.
 
XVIII
Si se casa, será un soldado fiero,
Un Ayace, un Aquiles, y un Orlando;
Al Turco, al Persa, al Trace, al Can Cervero, 2270
A todo el mundo dejará temblando:
Un egército entero y verdadero
De nietos, le prometen, augurando,
Que famosos serán en paz y en guerra,
Y no cabrán en Cielo, mar, ni tierra.
 
XIX
Italia, Italia, volverá el glorioso
Tiempo tuyo passado, tiempo viejo,
Gritan fuera de sí; y estando el Oso
Vivo en el bosque, venden ya el pellejo:
A los futuros Héroes un Coloso 2280
Levantan, con magnífico aparejo.
Y en qué suelen parar sus acertijos?
En que se muere el tal sin hijas ni hijos.
 
XX
Y aun diréis, o Poetas, todavía,
Que estáis viviendo de lejos lo futuro;
Que el Cielo un luminoso rayo embía
A vuestro Numen, para ver lo obscuro;
Que cada voz que dais es profecía,
Y que es un Dios quien sale a dar seguro:
Sí será; mas metiéndome a Adivino; 2290
Digo que si un Dios es, es el del vino.
 
XXI
El vino, a decir vuelvo (que no entiendo
De ceremonias); él a vuestra testa
Se sube; y en subiéndose, pretende
Que de dos mil locuras las atesta.
No, Hermanos míos, no, que yo os entiendo,
No es Febo, ni Anfión quien os apesta
Ni el agua de Aganipe; que esse instinto
Es efecto del vino blanco, o tinto.
 
XXII
Debéis, de oy más, estar desengañados, 2300
Y no debéis decir tantos dislates:
Dejad essas simplezas de los hados,
Y de los Genios essos disparates.
Que el Pegaso a pacer vaya a los Prados,
Y embiad el Bruto alado a los Orates;
Pues si otra no tenéis Cavallería,
Siempre andaréis a pie, y de infantería
 
XXIII
Montados en tal Potro, alzáis el vuelo,
Y encajarnos queréis lo que soñáis:
En un abrir de ojos hasta el Cielo 3210
Subís, voláis, corréis, os remontáis;
Ya mil felicidades a un Mozuelo,
Ya mil proezas le pronosticáis,
Pero al que diere crédito a Poetas,
Le debieran soltar las augetas.
 
XXIV
Pobre Papa! por Dios que estaba fresco,
Si el tal profetizar no fuera vano.
Porque no hai Cardenal, sea Tudesco,
Sea Español, Francés, sea Italiano,
Sea Prete, o del género Fraylesco, 2320
Que no aya de ascender al Vaticano,
Aunque el tal Cardenal lleve en su capa,
Veinte, o treinta años más que lleva el Papa.
 
XXV
Mas Cicerón consuélese entre tanto,
Que, si quando nació no fue aplaudido,
Después de muerto nadie lo fue tanto.
Y si mi Autor huviera conseguido
Un Traductor de más subido Canto,
Su Cicerón a fe huviera corrido
Con el mismo Bertoldo igual pareja 2330
En toda delicada y fina oreja.
 
XXVI
O pobre de mí Si yo arrivara
Al Ingenio de aquel noble Congresso,
Que en rima tan sutil, rima tan rara
(Aunque compuesto de uno y otro sexo)
A Bertoldo tradujo, e hizo tan clara
La lengua, o el lenguage Boloñeso,
Mi libro correría igual fortuna,
Que el Bertoldo corrió desde la cuna.
 
XXVII
Sé muy bien, que tal qual, que ni una hoja 2340
Del Bertoldo leyó, de él dice horrores
Siendo assí que la Italia sangre arroja,
Por la fuerza que hace en sus loores.
Y esto es lo que a mí más me congoja.
Pues qué esperar podrán estos errores,
Saliendo a luz en cueros, y al desprecio
Sin estampas, que al Libro dan gran precio?
 
XXVIII
Pero al fin en el mar ya me he embarcado
Y he de arrivar al Puerto, o aogarme,
Que abandonar no sé mi intento honrado; 2350
Y esperando que avéis de perdonarme
(De lo que casi estoi assegurado)
Me sobra la razón para animarme,
Y para que a Cicerón también bendiga,
Dando por mui dichosa mi fatiga.
 
XXIX
Luego que Cicerón al Mundo vino,
Su Padre Marco que era mui atento,
Sin un trago si quiera echar de vino
Fue en persona a anunciar el nacimiento.
De su querido hijo, a todo Arpino, 2360
Sirviéndole las piernas a contento,
Hechas ya a caminar de cumbre en cumbre:
Tanto puede en los hombres la costumbre.
 
XXX
Aquí alguno quizá poco avisado,
De necio tratará a Marco, diciendo,
Que aquel trabajo fue bien escusado;
Pues sólo con decir, como riendo,
A una muger, que Elvia avía dado
Un hijo a luz podría estar durmiendo;
Pues sin más diligencia, en un instante 2370
Correría el natal del nuevo Infante.
 
XXXI
Y si quería ahún, que se supiesse
Más presto la noticia, el encargarla,
Que a ninguno, a ninguno la digesse,
Era el medio mejor de publicarla;
Pues no hai cosa en el mundo que más pese
Casi a toda Muger, que el obligarla
A callar; y en diciéndola que calle,
Es moverla a gritar más en la calle.
 
XXXII
Ya lo sabía Marco; mas no obstante 2380
Tuvo el medio por algo peligroso,
Sabiendo bien que el sexo en un instante
De una pulga abultar sabe un Coloso,
Y en fin temió como Varón constante;
Que aunque el secreto no era mysterioso,
Si a una Muger al fin se lo decía,
Sabe Dios lo que ella añadiría.
 
XXXIII
Tomó los guantes, echó un sombrero nuevo,
Y el vestido mejor del día de fiesta,
Salió a la calle más galán que Febo. 2390
Llamaba a aquella puerta, tocaba ésta,
Y a todo Arpino (casi no me atrevo
A decirlo, Señores, sin protesta)
Dio vuelta entera en menos de una hora.
Que la mula no da más andadora.
 
XXXIV
No se estilaban maulas todavía,
Ni aun entonzes se avían inventado:
Por esso el pobre Marco en aquel día,
El mismo fue en persona a dar recado;
Que si maulas se usaran embiaría, 2400
A algún Page, o a algún otro Criado.
Que en ocasiones tales y tan tiernas
Todos saben tener mui buenas piernas.
 
XXXV
Y si en otras su pie es un poco gordo,
En éstas no lo es seguramente:
Ninguno se hace cojo, ciego, o sordo,
Y el recado le dan puntualmente.
Después a la Taberna dan un bordo
A brindar por la Dama parturiente,
Y entran también en estos regocijos 2410
Su Muger, sus hermanos, y sus hijos.
 
XXXVI
Marco en casa aquel día ni un bocado
Comió, ni bebió un trago de vino:
Quizá algún otro le avría convidado;
Qué sé yo? no lo afirmo; lo adivino.
Vuelto a casa; como hambre tan honrado,
Para mostrarse Esposo amante y fino
Un relox de oro (si el Autor no yerra)
A Elvia regaló de Inglaterra.
 
XXXVII
Fuera de otros regalos no quantiosos, 2420
Que por vivir en paz a las mugeres,
Deben hacer, a tiempo, los Esposos:
En los primeros partos y placeres,
Es razón ser con ellas generosos,
Dándoles cien doblones de alfileres:
De otro modo se enojan de contado,
Y en la mesa no comen ni un bocado.
 
XXXVIII
Repito, que no comen en la mesa,
O a lo más prueban algo del cocido;
Mas esto sólo lo hace la más tiesa, 2430
Y essa sólo a presencia del Marido:
Por lo demás sabida es su turquesa,
Y lo que hacen a solas es sabido:
Si la Baca no come con el Buey,
Antes comió o después, dice la Ley.
 
XXXIX
Pero quando el marido no la ve
En mis días hai más de una casada,
Que come, y bebe, y no es todo Café,
Y en la mesa va a hacer la delicada.
Y de que esto es verdad pueden dar fe, 2440
Su mole fuerte, fresca y abultada,
Sus mofletes carrillos, y colores,
Y aun vosotros Señoras, y Señores.
 
XL
Comió Elvia aquel día mui poquito:
Una polla, dos huevos, unas sopas,
Y apenas quarto i medio de cabrito
Como su Mayordomo Fulano Opas
En su Libro de gusto dejó escrito.
De vino no bebió más que dos copas,
Queriendo estar tan parca y detenida; 2450
Como conviene a una recién parida.
 
XLI
Que no es cosa de chanza hacer un hijo,
Aunque yo cierto nunca lo he probado,
Pero infiérolo bien, y lo colijo,
De que Elvira tenía destrozado
El tierno cuerpo, y si Bartolo dijo
Lo contrario en el Canto ya cantado;
No he de romperme la cabeza en esto,
Que no me toca a mí ajustar el testo.
 
XLII
Estarían bien frescos los Autores, 2460
Si huvieran de salvar y defender,
Sus descuidos, sus faltas, sus errores:
Por cierto que tendrían bien que hacer:
Essa es obra de sus expositores,
A los quales los toca convencer,
Que en la Sabiduría de su Autor
No cupo falta, olvido, tacha, error.
 
XLIII
Ellos defender deben, si se trata
Del Autor, de quien hacen el Comento:
Que aquel hombre era incapaz de errata, 2470
Y quien dice otra cosa es un Jumento.
Ellos sostener deben, que en su data
El que parece error es Sacramento;
Porque es su Autor el quinto Evangelista,
Y si hai algún error, es del Copista.
 
XLIV
A todos los que sienten lo contrario,
Los han de hacer pedazos, hacer trozos,
Diciendo son de un juicio estrafalario,
Sean Clérigos, Frailes, Viejos, Mozos.
Hasta un punto, una coma es necesario 2480
(Si es cosa de su Autor) que sin embozos
Defiendan con ardor, y que la espada,
Saquen como por cosa consagrada.
 
XLV
Por tanto dejo yo que otro defienda
Los disparates, que, por mi desgracia
Podrán hallarse en esta mi leyenda,
Y obligado estaré a su buena gracia
Pues aora bien veis tengo otra hacienda
A que atender. Ni puedo verbigracia
Pararme en todo; porque me da prisa 2490
Elvira, que está en cama, y en camisa.
 
XLVI
Fueron al otro día a buena hora
A visitarla Amigos y parientes,
Como entonzes se usaba, y se usa aora;
Que a las Mugeres nunca faltan gentes.
Otros cumplieron con la tal Señora,
Por recados, finezas, y presentes,
Y los Regalos fueron recividos
(Según dicen) mejor que otros cumplidos.
 
LXVII
Elvia decía: me hacen gran favor, 2500
Y siento que se tomen tal trabajo;
Pero un trago de vino, o de licor
(Si era más que verbal el agasajo)
Mandaba dar a todo Portador.
Mas ya la noche se va viniendo abajo,
Ya va estendiendo lóbregos capuzes,
Y ya es tiempo también de encender luzes.
 
XLVIII
Ya está toda la casa iluminada
Con velas; si de sobo, o si de cera,
Juanbartolo no dice en esto nada. 2510
Ya entran las damas, ya entró la primera,
Cada qual de su Chis... acompañada
Que la da el brazo, y sube la escalera.
Mas a las feas, y a las Vejarronas
Las dejaban subir por sus personas.
 
XLIX
Si una Muger entonzes en la cama
Se quedaba, los hombres por respeto
No entraban en el quarto de la Dama.
Mas ésta (que es decencia con efeto)
Oy en el mundo rustiquez se llama: 2520
Lo cierto es que de Elvira el Gabineto
A las Damas no más le abrió aquel uso,
Llevando cada qual su rueca, y huso.
 
L
Los hombres ocuparon la antesala,
Unos por mucho tiempo, otros por poco,
Este hablaba noticias de la Mala,
Aquel contaba lances del Taroco:
Los más ni una palabra buena o mala
De la parida hablaron: sólo un Loco,
Por cumplir, hizo una pregunta honesta, 2530
Pero se fue sin aguardar respuesta.
 
LI
Quántos y quántos oy hacen lo mismo,
Si a un enfermo visitan, o a un Tullido?
Van a conversación; van al abismo
Del juego; van a un rato divertido.
Y aunque le dé al infierno un parasismo
Mientras dura la trápala, y el ruido
Ni siquiera le miran a la cara
O que gran Caridad! pero algo rara.
 
LII
Casi todos los hombres que allá fueron, 2540
Lo hicieron por su propia conveniencia,
Pues se sabe, que entre ellos se comieron
Un costal de Castañas de Plasencia,
Y seis frascos de vino se bebieron:
Hecho lo qual, marcharon sin licencia,
Y con Elvia quedó una Dama gorda,
Tres viejas, cinco feas y una sorda.
 
LIII
Todas dijeron cosas peregrinas,
Que el contarlas sería una locura:
Esta cortaba un manto a sus vecinas, 2550
Aquella blasfemaba contra el Cura;
Una de Elvia alabó las muselinas,
Otra del tierno Niño la hermosura,
Su nariz sobre todo, en cuya pieza
Parece se esmeró Naturaleza.
 
LIV
Olá! Este verso tal, qual yo le digo,
Se hallará assí en la Vida de Mecenas,
Que ya entonzes Bartolo, nuestro Amigo,
Conocido era en Roma, y en Atenas.
O quántos de estos versos un mendigo 2560
Poetón le avrá hurtado a manos llenas!
Sabe Dios, sabe Dios, y qué destrozos
Avrán hecho en Bartolo algunos mozos.
 
LV
Sirva al Letor benigno esta advertencia,
Para poner en salvo mi opinión,
[Si] tal qual verso ofrece la incidencia,
Que es de otro Autor en esta mi Versión.
Que soi hombre de honor y de conciencia
Y de hurtar jamás hize professión.
Algunos hai agenos; lo confiesso; 2570
Mas quién dirá, que soi Ladrón por esso?
 
LVI
Restituir aquello que se ha hurtado,
Dice Torquato Tasso, es cosa justa:
Y él confiessa también aver robado
De Marón lo que más en él nos gusta.
Siendo pues cierto que otros han tomado
De Juanbartolo, sin acción injusta,
Mil frases, y conceptos los más bellos;
Esta es restitución, que yo hago a ellos.
 
LVII
Oy quántos se hacen oy hombres famosos, 2580
Porque pillaron tal qual manuscrito
De los Antiguos, y sus más hermosos
Conceptos los passaron a otro escrito!
Creyendo que ocultaban cautelosos
De esta manera el cuerpo del delito;
Mas todo hombre de honor de hurtar se guarda,
Que el hurto se descubre presto, o tarde.
 
LVIII
Y si este original que aora vierto,
Huviera al fin caído en otras manos,
De arriba abajo ya estaría abierto; 2590
Y sacándole tripas y livianos,
Sólo con otro método, o concierto,
Correría por montes y por llanos,
Como obra nueva de especies admirables,
Porque assí corren hoy inumerables.
 
LIX
Aunque otros con un poco de más juicio,
Sin tanto afán, trabajo, ni apretura
Usan otro más fácil artificio:
Si hallan alguna inédita Escritura,
La mudan solamente el frontespicio, 2600
Imprímenla, y la dejan su figura;
Pero su nombre plantan en la frente:
La cosa es mui notoria, y evidente.
 
LX
Volviendo a las Mugeres referidas,
Que hacían del Infante el inventario,
Digeron mil simplezas ya sabidas,
Que contar por menor no es necesario.
Su hermosura alabaron dos paridas,
Las tres Viejas llamáronle otro Mario,
Y la Sorda, augurando el Consulado, 2610
Le puso un birretico colorado.
 
LXI
Quien, viendo su semblante alegre y lleno,
Pronosticó sería un gran Dotor:
Quien, advirtiendo ser gruesso y relleno
Dixo: no; la cara es de Senador.
Tulio entre tanto estaba mui sereno,
Y se dormía sin hacer rumor:
Tanta era su humildad en tanta gloria!
Reflexión oportuna de la Historia.
 
LXII
Una de ellas a besos le comía, 2620
Otra mui tiernamente le abrazaba;
Esta dos mil cariños le decía,
Aquella las orejas le tiraba.
Y Cicerón ni un movimiento hacía,
Ni lloraba, ni huía, ni pateaba,
Cosa (dice un Philósopho de Almagro)
Que quasi fue una especie de milagro.
 
LXIII
Mas no siempre andarán assí las cosas;
Que si entonzes dejó Ciceroncico
Manosearse de manos peligrosas; 2630
Tiempo vendrá, en que ponga tanto ozico
A las Damas ya feas, o ya hermosas
Que le quieran tratar como abanico
Jugando de las manos, y en efeto,
Él hará que le traten con respeto.
 
LXIV
De las Mugeres, quando tenga juicio,
No sufrirá essas fiestas, ni llanezas:
Si ellas quieren tener en egercicio
Las manos; las dirá, que essas simplezas,
O son mala crianza o son malvicio 2640
De las que tienen huecas las cabezas,
Y si huvieran leído a Galateo,
No incurrirían en borrón tan feo.
 
LXV
Como quatro horas avrían charlado
Aquellas buenas Damas sin cesar,
Y Elvira, como avía ya zenado
Deseaba dormir, y reposar:
Díxolas, pues, con modo y con agrado,
Que la harían merced en descampar,
Porque su discreción y su agudeza 2650
La havían aturdido la cabeza.
 
LXVI
Todas entendieron bien la frasse,
Aunque era tan obscura, y tan Latina
Con esso cada qual a Casa vase,
Y Elvia quedó sola y tan mohína,
Que, por más que el Marido la rogasse
Por no aguantar segunda disciplina,
Al otro día qué hace? Va y calzóse,
Abrigóse, vistióse, y levantóse.
 
LXVII
No se avía en Arpino introducido 2660
La quarentena, que usan las Paridas
En nuestros días, calentando el nido
Donde empollaron; ni se hacía el ruido
De sorbetos, refrescos, y bebidas,
Que no hacen buen estómago al Marido,
Porque decían, que las Quarentenas
Sólo en los Lazaretos eran buenas.
 
LXVIII
Pero usaban aquellas buenas gentes
Convidar en iguales ocasiones
(Sola una vez) a Amigos, y Parientes, 2670
Y no cierto a sandías ni a melones,
Sino a buenas pechugas de valientes,
Tiernos, sabrosos, tímidos Capones,
Y por esso era frasse mui usada
Convidarlos a una Caponada.
 
LXIX
Siguiendo esta costumbre el Padre Marco,
Quiso hacer este honor a Cicerón,
Y aunque era por sí mismo hombre muy parco,
De Amigos convidó a una gran porción.
No fue el Convite, en pluma de Plutarco, 2680
Como aquél del simposio de Platón,
Ni tan soverbio fue como el de Dante;
Pero fue a costa suya, y abundante.
 
LXX
Sentado estaba cada convidado,
Y exalaban los platos buen olor.
Todo el mundo mui serio, y mui callado,
Y sólo de los dientes el rumor
Se oía, ni era alguno molestado,
Porque todos hacían el honor;
Pues esto de comer a casa agena, 2690
Se hace sin ceremonias, y sin pena.
 
LXXI
Usábanse aquel tiempo Ciñidores,
Los quales ellos y ellas aflojaron,
Y aunque algunas Señoras y Señores,
Más de un palmo y aun dos los alargaron,
Para que cupiessen más licores,
Todavía algo más los ensancharon,
Quando entró un vino rancio y esquisito
(O mi Dios! quién me diera a mi un traguito!
 
LXXII
Tulio dormía en tanto quietamente; 2700
Quando ételo, que al medio de la Cena,
Bajó del Cielo repentinamente,
Una llama, no rápida, serena,
Que le lamió la Cara dulcemente.
Los hombres prosiguieron su faena,
Mas las Damas gritaron como locas,
Y perdieron la leche algunas pocas.
 
LXXIII
Al grito descompuesto y repentino
Dispertó el Niño, y se apagó la llama:
Volvió el rostro risueño il bel Bambino 2710
Azia el lugar de la asustada Mama,
Que cambió en risa el susto peregrino,
Como Ceusa, la qual, según es fama;
Hizo lo mismo en semejante caso,
Que al Niño Ascanio sucedió de passo.
 
LXXIV
Entonzes se acordó de aver leído,
Que, en tiempo de Tarquino, un pobre honrado
A ser Emperador avía ascendido,
Porque a presencia de aquel Rey malvado,
Siendo niño, y estando adormecido, 2720
Una luz celestial le avía quemado
El Cabello, y se dice que fue en julio,
Y el rapaz se llamaba Sernó Tulio.
 
LXXV
Sacó luego el Infante de la cuna,
Registróle todo él de arriva a bajo.
Y no encontrando en él señal alguna:
Por ti (dijo) he sufrido un gran trabajo,
Y no creí llegar viva a la una;
Pero, pues ya se fue aquel espantajo,
Sin duda que el gran Jove te destina 2730
A alguna cosa grande y peregrina.
 
LXXVI
Sí, Tulio mío, sí el Cielo declara,
Con esta llama ardiente y luminosa,
Que algún día serás Antorcha clara
De Italia, y aun del Mundo luz hermosa,
Assí el feliz agüero le prepara,
Como otras Madres, que de qualquier cosa
Anuncian, al compás de sus cabezas,
A sus hijos insólitas grandezas.
 
LXXVII
Porque todas las Madres, de sus hijos 2740
Forjan grandes ideas en su mente,
Y al tiempo descubrir sus escondrijos
Pretenden, por qualquier vano accidente.
Pero Elvia, podía, más prudente,
Fundar de Cicerón sus acertijos,
Porque sabía al fin quién su Padre era,
Y que el Fénix no engendra una Pantera.
 
LXXVIII
Y aora quiero decir dos palabritas,
Aunque sea e[n] montón, id est en gordo
De lo que las memorias manuscritas 2750
Dicen de Cicerón; que no fue sordo.
Lo que prueban mui bien dos estampitas,
Que abrió un tal Palomino, o un tal Tordo
Las quales, aunque ya son algo viejas,
Pintan a Cicerón con dos orejas.
 
LXXIX
Y suelen ser mui vivos los sentidos,
Quando el órgano está más descubierto,
Pues son dos Catalejos más cumplidos;
Quanto el vidrio es más ancho, y más abierto;
Pero si acaso algunos entendidos 2760
Me quisieren decir, que esto no es cierto
Y que la prueba es floja, sobre falsa;
Que hagan ellos, si quieren, mejor salsa.
 
LXXX
Confirmo un poco más esta sentencia.
Todo aquel que responde, no está sordo,
Sed sic est de Tulio la advertencia,
Dio un Libro de Respuestas, y bien gordo.
Ergo: sacad allá la consequencia,
Que yo de Campanario no soi tordo,
Mas sé bien, que mil hombres y Mugeres 2770
Hacen orejas hoy de Mercaderes.
 
LXXXI
Quantos hai , que, después de recivido
Un gran favor, y aviendo protestado
Su eterna gratitud; si ha sucedido
Que de ellos te halles Tú necesitado;
Aunque cien veces grites al oído,
Y quedes ronco; a puro aver gritado,
Su tímpano es de mármol o salpetra,
Que tu voz no la cala, ni penetra?
 
LXXXII
O si tal vez alguno, éste, u esotro 2780
Muestra oír y entender lo que le dices,
Por un oído le entra, y por el otro
Le sale, como lo hacen los lombrizes.
Si le pides dinero, como un Potro
Se vuelve contra ti, y en las narizes
Te da de cozes: o si es un poco, vicio,
Te da, en vez de doblones, un consejo?
 
LXXXIII
Quantos hai, que en su baja y vil fortuna
Te oían con un gusto reverente;
Y elevados, imitan a la Luna, 2790
Que no oye nuestros gritos, ni los siente?
Parécelos tu voz, voz importuna,
Y mientras los saludas humilmente,
No sólo no se dignan contestarte,
Pero apenas si quiera de mirarte?
 
LXXXIV
Te llaman indiscreto, y moledor,
Si quieres acordar tiempos passados;
Si les pides su gracia, o su favor,
No te conocen ya aquestos malvados.
Grita, clama, haz gran ruido, gran rumor, 2800
Los oídos tener quieren tapiados;
Y por esso decía un Boticario,
Que no hai sordo peor que el voluntario.
 
LXXXV
Con los Soverbios, ni con los ingratos,
Ni con los Cortesanos orgullosos,
Ni con los Tontos, simples, y pazguatos,
Ni con enamorados obsequiosos,
Ni con otros iguales mentecatos
Si a palos no los hablas (y briosos)
Aunque rebientes y te desgañites, 2810
No te responderán, por más que grites.
 
LXXXVI
Cicerón no lo hacía assí por cierto:
Siempre que le llamaban, respondía,
Y su tímpano siempre estaba abierto.
Aunque era hombre de honrada Ierarchía,
Pronto estaba a escuchar, siempre dispierto
Hora fuesse de noche, hora de día,
Y al hombre más humilde, y más Villano,
Daba respuesta el Orador Romano.
 
LXXXVII
Con razón, pues, siendo hombre tan atento, 2820
No menos que tres nombres le impusieron,
Y aún merece le pusiessen ciento.
El primero de Marco le cogieron
De su Padre; según cierto Comento;
Que los Antiguos siempre retuvieron
El uso de llamar, como a su Padre,
Al Varón, en pariéndole su Madre.
 
LXXXVIII
En orden al de Tulio variamente
Se discurre, pues hai quien le deriva
De Tulo, Rey famoso, y mui valiente 2830
De los Volscos, gente Marcial y viva;
Y que Tulio de Tulo fue pariente,
Pienso, que Silvio Itálico lo escriba,
Haciéndole del Orden Cavallero,
Aunque Bartolo dice: non è vero....
 
LXXXIX
Porque los Cavalleros de aquel tiempo
No gastaban la vista, ni la testa
En estudiar; sí en bulla y pasatiempo.
Madrugaban quando era hora de siesta,
Y si tal vez se alzaban más a tiempo, 2480
Le pasaban en juego, zambra, y fiesta;
Ni del Latín (nos dice Teofrasto)
Hacía la Nobleza grande gasto.
 
XC
Como Tulio se daba todo entero
Al estudio y en él se divertía;
De aquí infiere, el que no fue Cavallero
Nuestr[o Autor]; callarlo yo podía,
A fuer de Traductor fiel y sincero;
Pues antes los dos ojos perdería,
Que perder el concepto; y el honor 2850
De fiel, y verdadero Traductor.
 
XCI
Porque hai cierto no pocos Traductores,
Que el texto le adulteran malamente,
Y callan lo que ofende a los Señores,
Mas yo (gracias a Dios) soi de otra gente,
Y defraudar no quiero a los Letores
De lo que dice el Texto claramente;
Porque en un traductor es gran delito
No decir, bien o mal, lo que está escrito.
 
XCI
Pero fuesse, o no fuesse Tulio noble 2860
(Dice Bartolo en el siguiente folio)
Su memoria es ilustre, y lo es al doble,
Que dos mil que nacieron para el solio,
Cuyo nombre duró menos que un roble,
Y el de Tulio le aclama el Capitolio;
Que el nacer mui Señor mui poco prueva
En los Nietos de Adán, por hijos de Eva.
 
XCIII
Assí que al fin hermanos todos somos,
De una muger, y un hombre producidos,
Sin que el nacer de bajos, u altos lomos, 2870
Ensalzados nos tenga, ni abatidos.
Yo tengo por mui simples o mui romos
A los que de nobleza presumidos,
Se imaginan ser Fabios, y Metelos,
Con las cabezas llenas de buñuelos.
 
XCIV
De qué sirve ostentar por ascendentes
Marqueses, Condes, Duques, Soveranos,
Senadores, Obispos, Presidentes,
Ilustres nombres entre los Cristianos,
Si sus necios, soverbios descendientes, 2880
Opere, verbo, et visu son Villanos?
La virtud sola (dice Juvenal)
Es la que al hombre da gloria inmortal.
 
XCV
Volviendo a Tulio, cierto Autor pretende,
Que deriva de Tulia, Tribu Augusta,
Que de tronco Real baja, o desciende;
Pero a mí esta sentencia no me gusta,
Y es más probable aquella que defiende
Que Tulio fue de Tribu más robusta,
Id est, de la Cornelia conocida 2890
En el mundo, y por él tan estendida.
 
XCVI
Pero al fin, la opinión de nuestro Autor
Es, que este nombre a Tulio le fue dado
La noche que se vio aquel resplandor,
De que se halló en la cuna circundado;
En memoria de Servio Emperador,
Que, hallándose dormido, o azorrado,
Igual prodigio tuvo, o accidente,
Y esto sería verisímilmente.
 
XCVII
El tercero apellido Cicerón, 2900
Nuestro buen Juanbartolo es de sentir,
Que fue a ocasión de un grano, o turumbón,
Que en la nariz del Niño fue a salir;
Porque estando Elvia en cinta, vio un Cajón
De garbanzos, y quísole engullir,
Y este antojo imprimió en la Criatura
Aquella de un garbanzo fiel figura.
 
XCVIII
Pero desta virtud Apetitiva,
Se ríen hoy no pocos eruditos;
Porque, si fuesse tan operativa, 2910
Saldrían señalados infinitos;
Puesto que no hai muger tan poco viva,
Que no tenga mil locos apetitos,
Y los más de los Niños racionales
Saldrían con ridículas señales.
 
XCIX
Foros, Teatros, Máscaras, Festines,
Piedras, Cofias, encages, y basquiñas,
Pages, Lacayos, Piélagos, Jardines,
Tienen siempre en la mente nuestras Niñas
Y todos estos bellos matachines 2920
(Sin contar nuezes, cáscaras, ni piñas)
Saldrían en los Niños figurados,
Por antojo de todos los preñados.
 
C
O qué monstruos entonzes se verían!
Si esto fuera verdad; en muchos partos
Unas mugeres Naypes parirían,
Otras sapos, culebras, y lagartos.
Estas Cavallos nobles echarían,
Aquellas los Cocheros hechos quartos;
Porque algunas no piensan más que en Potros 2930
Como sabéis vosotras, y vosotros.
 
CI
Refiere un cierto Lippi (y no Cevallos)
Que una Dama parió suavemente
Un Coche, con un tiro de cavallos,
En fuerza de un antojo mui vehemente
Créalo quien criado huviera callos
En creer; que en mi juicio, Lippi miente,
Pues una mole tal, por más que él diga,
Pedía una grandíssima barriga.
 
CII
Pedía un parto tal en razón buena, 2940
Casi un vientre tan grande, o una panza,
Como aquella feroz fiera Ballena,
Que se tuvo por Isla, y no fue chanza,
Saliéronla a matar de Cartagena
Dos mil hombres, y todos de pujanza,
Y en un rincón, vecino a los reñones,
Un Convento encontraron de Barbones.
 
CIII
Yo no quiero mentir, y assí por esso,
Basta saber, que Tulio, sobre el naso
Un garbanzo tenía como impresso, 2950
Y Cicer se llamó por este caso.
Pero cómo, o porque passó el suceso
No puedo aora decirlo ni aun de passo.
Oirálo el Curioso al canto ciento;
Que si vive hasta allá estará contento.
 
CIV
Sólo diré, que, como uno le dixesse,
Que aquel nombre ridículo mudasse;
Él le respondió luego, que estuviesse
Mui seguro (y que de ello no dudasse)
Que él le haría tan célebre que fuesse! 2960
Igual en todo a los de primera classe,
A los Fabios, Marcelos, y Catones,
Nombrados en los Indios Patagones.
 
CV
Sólo quiero decir no son los nombres,
Como advierte con juicio cierto Autor,
Los que famosos hacen a los hombres,
Y a las personas llenan de esplendor.
Por esso me dan risa ciertos hombres,
Que imaginan hacerse grande honor,
Quando cambian un nombre algo plebeyo, 2970
Por el de Epaminondas, o Pompeyo.
 
CVI
Mui ridículos son aquellos Padres,
Y más si son de baja esfera, quando
Encargan den al hijo los Compadres
El nombre de Roldán, de Cid, de Orlando.
Y el orgullo de Padres y de Madres
Le llama César, Carlos, Ferdinando,
Siendo assí que el de Juan le bastaría,
Y el de Martín mui ancho le vendría.
 
CVII
Podría aquí decir alguna cosa 2980
De lo que estilan ciertos Literatos,
Que de Fileno, Tyrsi, Anfión, Margiosa,
Usan nombres, que damos a los Gatos.
Unos de la Academia Melindrosa
De los Furiosos, de los Mentecatos,
De la Academia son de las Esponjas,
Y luego avrá Academia de las Monjas.
 
CVIII
Mas, siendo un si es no es resbaladiza
Esta materia, y escabroso el cuento,
Será mejor cubrirla con ceniza, 2990
Y yo a meterme en ella no me tiento,
Aunque no falta alguno que me atiza;
Que no se ha de emprender qualquier intento
(Decía Don Aquiles Bentivollo)
Por no meterse un hombre en un embrollo.
 
CIX
Aora me acuerdo en Plinio aver leído,
Que Tulio Cicerón se apellidaba,
Porque en sembrar garbanzos divertido,
Muchas horas y días empleaba,
Como Fabio a las habas su apellido 3000
Debió; y Poro a los puerros que plantaba.
Y en honor de este Rey y en su memoria
Los plantan muchos hoy con grande gloria.
 
CX
Pero Plinio fue un hombre mui sincero,
Que quanto hallaba impresso o manuscrito,
Lo tenía por cierto, y verdadero,
Y a luz lo daba luego en un Escrito,
Pues le hervía la tinta en el tintero,
Y assí caían dos en el garlito,
El primero era él mismo, y el segundo 3010
El Letor bobarrón, de que hai un mundo.
 
CXI
Creo me estimaréis estas noticias,
Pues son cosas que se oyen raras vezes,
Y no lo digo por pedir albricias,
Que (gracias al Señor) me sobran nuezes,
Y en prueba que a tales inmundicias,
No se abaten jamás mis altivezes,
Vuélvome a aquellas Damas, que cenando
Las degé, y me están quizá esperando.
 
CXII
Digo, pues, que aquel fuego arriba escrito 3020
Luego despareció, y con él mui presto,
El temor, y el concurso suprascrito
Al resto de la cena embidó el resto;
Prosiguiendo en cenar con apetito;
Tanto, que Elvia en tono mui modesto
Dixo: Amigos, Señores, y Parientes,
Bendiga el Cielo tan honrados dientes.
 
CXIII
Acabada que fue la magra Cena,
Todos, como es razón, se despidieron,
Iendo a sus casas con la panza llena 3030
Muchos en una luz dos luzes vieron,
En pronunciar la R otros gran pena,
Dicen varios Autores que tuvieron,
Y todos tropezaban al salir,
Pero al cabo se fueron a dormir.
 
CXIV
Marco y Elvia hicieron otro tanto,
Y al Niño antes dejáronle en la cuna,
El qual durmió sin gritos y sin llanto
Hasta el día siguiente (y fue fortuna)
Que al dulce de las aves bello canto, 3040
Los ogitos abrió, y boquita ayuna,
Y con un tierno llanto azia a la Aurora,
Pidió la mama a Elvia, su Señora.
 
CXV
Y aunque a ésta la cama la gustaba,
Luego que lloró el Niño levantóse;
Y una bata que cerca de ella estaba,
Con sólo el Zagalejo encima echóse.
Mas antes de saber lo que passaba
Con Elvia, que algún tanto refrióse,
Cierta noticia fuera bien decirla, 3050
Pero no; que mejor será omitirla.
 
CXVI
Porque ya está cansado el Auditorio,
Y yo tengo también seca la boca,
Y será; si prosigue el Parlatorio,
La discreción del juego de la Oca.
Por tanto, si queréis al Locutorio
Volver mañana, me haréis merced no poca,
Y oiréis, tanto flacos, como gordos,
Las cosas que diré, si no sois sordos.
Fin del Quarto IV

Arriba