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Canto VI



I
                El Petrarcha, Bocacio, Ariosto, Dante,
Con otros que no tengo en la memoria,
Al sexo mugeril, siempre elegante
Tomaron por objeto de su historia.
Por varias sendas fue cada Danzante,
Con que salió una buena pepitoria.
Más brillante que el Sol uno lo pinta, 3770
Y otro le hace más negro que la tinta.
 
II
A la letra lo mismo se hace oy día:
Pues del sexo se habla en la ocurrencia,
Ya bien, ya mal, como allá entonzes se hacía;
Y no hai hombre que no dé su sentencia.
Yo también esta moda seguiría,
Si en este mismo punto la prudencia
No estuviera tirándome la manga,
Para apartarme desta mogiganga.
 
III
Porque si entrara en ella, es más que cierto, 3780
Que no saldría yo mui bien librado,
Pues la venganza feminil, ni aun muerta
Perdona, ni aun después que está enterrada.
Y desde que oí un día a un tal Roberto,
Que él mismo en sí lo avía assí probado.
Más miedo tengo a la ira femenil,
Que a apagar con los dedos un Candil.
 
IV
De lo malo se ha dicho en abundancia,
Y si yo me metiera a ser Doctor,
Fuera fácil en tanta redundancia, 3790
Parecer gran Poeta, y Orador.
De lo bueno expondría mi jactancia
A quedar desayrada, y sin honor;
Que a la verdad el punto aun el más ducho
Tendría que pensarlo mucho, mucho.
 
V
Esto es cierto que hablándose in abstrato,
De todo hablar se puede bien y mal;
Pues hai un Panegýrico del Gato,
Del Burro, de la Peste y Orinal.
No obstante, si a este sexo, de quien trato 3800
Alabarle quisiera en general,
No sé yo si aun assí me atrevería,
Por miedo de que acaso pecaría,
 
VI
Mas, si patente haría mi interior,
No sé qué haría, pues, por mi fortuna,
Tengo la dicha, tengo el grande honor,
De servir a una sola, que en sí aduna
Prendas, que la hacen ser la bella flor
De todo el sexo; y en gracia de esta una
A todas ellas yo las perdonara, 3810
Inclussas las que tienen mala cara.
 
VII
Es verdad, que hablo de una solamente;
Pero debe entenderse sano modo,
Pues no quiero escluir enteramente
A otras, que en el sexo avrá de todo,
Y se debe creer piadosamente,
Que juiciosas las hai, las hai de modo,
De virtud, de prudencia, y aun también
Calladas las avrá. Decid: Amén.
 
VIII
Solamente de aquellas que yo trato 3820
Ha de aver más de veinte, por lo menos
Llenas de juicio, llenas de recato,
Y finalmente llenas de los llenos,
Que hacen de la virtud el fiel retrato.
Mas dejando a las vivas, van mis Trenos
A hablar de una que ha siglos es difunta,
Y ha de ser el modelo de la Junta.
 
IX
Ya todos juzgarán, y bien, que es ésta
La gran Madre de nuestro Cicerón,
Elvia, o Alvira; siendo cosa honesta, 3830
Y también, a mi ver, puesta en razón,
Que, si el hijo es persona manifiesta,
Lo sea aquélla, que fue la ocasión
De que venere a Tulio el Orbe entero,
Más que venera el Tormes a un Sesmero.
 
X
Haciéndola por cierto una injusticia
Todos los Poetas del pretérito
Tiempo, que nos dejaron gran noticia
De otras Mugeres, no de tanto mérito,
Y fuesse por olvido, o por malicia, 3840
No hablaron de Elvia, cuyo benemérito
Nombre apenas se halla en los Cartones
Roídos de polillas, y Ratones.
 
XI
Mas yo procuraré, si os agrada,
Con el rudo, y el bajo ingenio mío,
Sacarla de aquel polvo, y de la nada,
Y darla a conocer al sexo pío:
Bien que mi Musa no es proporcionada,
A empeño, que pedía mayor brío;
Mas de Bartolo suplirá la hacienda, 3850
Como inventor que fue de esta Leyenda.
 
XII
Y, si quizá a tal qual le pareciere,
Que esto es salirme yo del argumento
Que es un aplicar deum de dere
A un Cuerpo humano testa de un Jumento
Esse tal acuérdese, si quiere,
Que doi de Juanbartolo el instrumento
Y que tras de él me voi por donde guía,
Ya se vaya a Pekín, o a Turquía.
 
XIII
Dejando, pues, a Cicerón dormido 3860
A folio mil i tres, Libro primero,
Dice, que de Elvia el mérito cumplido
Pretende examinar mui por entero.
Y yo que a ojos cerrados lo he seguido,
Y seguiré hasta el fin con todo esmero,
Aunque conozca que se descamina,
Detrás de él me he de ir hasta la China.
 
XIV
No es razón dispertar a Cicerón,
Y assí no hablaré de él en un gran rato,
Porque sería grande indiscreción 3870
Dispertar, aunque fuera a un Maragato,
Que se tuviera durmiendo en un rincón.
Y assí Chitón, Señores, que aora trato,
De no inquietar el sueño al buen Rapaz,
Y dejarle dormir en santa paz.
 
XV
Un acto tan preciso como humano,
Acredita que soi hombre prudente,
Pues también duerme todo Fiel Cristiano,
Y aun Quevedo, aquel hombre tan valiente,
Durmió, y durmió el Poeta Mantuano, 3880
Uno en su Cama, y otro al inclemente
Cielo, junto a un Nogal, lleno de nuezes,
Y hasta Homero durmió algunas vezes.
 
XVI
Y aun yo quedo alabarme en este punto,
Que no la cedo (a modo de decir)
Ni a Omero, ni al Parnaso todo junto,
Se entiende en quanto al punto de dormir,
Pues echo a cada Canto el contrapunto
Con el sueño, y aun muchos, que a oír
Venís con atención la Historia mía, 3890
Conmigo dormiréis, de compañía.
 
XVII
Y ya estoi viendo dar sus cabezadas
A algunos; que no a todos la materia
Agradará, y assí vuelvo a las andadas,
Que mi Musa, aunque llena de lacería,
Es como algunas mulas alquiladas,
Que ambrientas, y atestadas de miseria,
Caminan al principio a passo lento,
Mas, picadas después, ganan al viento.
 
XVIII
Assí la Musa mía, aunque Esqueleta, 3900
Y sin picarla, sea una lechuga,
En picándola; vuela qual Saeta:
Ella más fresca es que una lechuga;
Pero también es fresca una escopeta,
Quando nadie la carga, ni ataruga;
Mas echándola pólvora, allí luego,
Con tal que la disparen, dará fuego.
 
XIX
Dice, pues, nuestro Autor, digno de fe
Que en una de las tres partes del Mundo
(Citando a Tolomeo) hai y se ve, 3910
Un País mui ameno, y mui fecundo;
Y aun añaden Descartes, y otro, que
Se estiende en ancho, largo, y en profundo
Y que nacen en él espinas, rosas,
Hombres, mugeres, bestias, y otras cosas.
 
XX
El que quiera tener más estendida
Noticia de un País tan soberano,
No gaste en Mapas el dinero, y pida
A un Librero la Obra de un Paisano
Mío, y quedará al punto servida 3920
Su Señoría con dinero en mano:
Su Autor es Passerón, y según fama
La Guía Geográfica se llama.
 
XXI
En este, pues, País la Diosa Bona
Una hermosa ciudad llamada Buena
O Bolonia fundó, y de su persona
La dio el nombre, llamándola Rebuena,
Que, según un buen clérigo de Ancona,
El nombre de Bononia aquesto suena,
Y aun se llama Felsina y no Felsino, 3930
Si engañarme no quiere el Calepino.
 
XXII
Hai en Bolonia copia de Togados,
Y en ella comen bien los forasteros
Como lleven zequines embolsados.
Hai en ellas plebeyos, hai muchos Cavalleros,
Hai Frayles petimetres y embrelados
Hai monjas, hai solteros, hai casados,
Hai casas con ventanas, y con puertas,
Que cerradas no están, si están abiertas.
 
XXIII
Hai juezes, hai Sbirros, hai Notarios, 3940
Y hai Señores llamados los Quaranta,
Hai Médicos también, y hai Boticarios,
Y hai quien compone en Música, y quien canta,
Hai Pintores, Plateros, y Antiquarios,
Y con razón se alaba en gloria tanta,
De que ha dado en virtud, en paz, y en guerra
Héroes mil al Empyreo, y a la Tierra.
 
XXIV
Y ésta sí que era buena coyuntura,
Para alabar a aquel Hombre divino,
En quien la Tierra y el Cielo se conjura 3950
En hacerle modelo peregrino
De racional y sabia arquitectura:
Columna de la Fe; apoyo el más fino
De Sagrada y Civil Literatura,
Que a los Urbanos, Píos, y Leones
Fue pisando (digamos) los talones.
 
XXV
Roma sabe mui bien, que yo no miento,
Y lo sabe el Herege, y el Cristiano,
Y una Homilía haría, o más de ciento,
Sobre el que os govierna en Vaticano, 3960
Pero estoi con mi suerte mui contento,
Y no quiero tomar su nombre en vano.
Diré, pues, porque sé vuestros antojos,
Lo que en Bolonia vi por estos ojos.
 
XXVI
En ella estuve algunos pocos meses,
Y vi en ella mil cosas singulares.
Vi un Pozo, por el cual los Modeneses
Han tenido sus dares y tomares.
Vi una Torre, a la qual los Boloñeses
Carisenda la llaman; los Vulgares, 3970
Ni los Nobles no saben el motivo,
Ni aun yo mismo lo sé, quando lo escribo.
 
XXVII
Hai en ella Teatros, Galerías,
Jardines, Templos, Fuentes soveranas;
Hai Bodegas, Cantinas, y Osterías,
Y hai buen pan tardes, noches, y mañanas;
Hai pequeñas, y hai grandes Sacristías,
Y hai Torres en las quales hai Campanas.
Hai Pórticos, donde todos se recojen,
Para que quando llueve, no se mojen. 3980
 
XXVIII
Vi uno, que se llama El Instituto
Lleno de cachibaches de Archimedes,
De mil curiosidades proveduto;
Mas si vas sin dinero a verle, puedes
Hacer cuenta de averle ya veduto,
Aunque fueras el mismo Ganimedes;
Hai la Spécula en fin, más alta que él,
Que parece la Torre de Babel.
 
XXIX
Quizá allá subirían los Caldeos,
Con aquel Telescopio Florentino 3990
Que inventó Galileo Galileos:
Manfredi estaba en ellas de contino,
Y las manchas del Sol, lunares feos,
Descubrió allí un Astrólogo Teatino,
Y desde ella otro Astrónomo de Flandes
Descubrió, que los astros eran grandes.
 
XXX
Desde ella vio un Strólogo al Bargelo,
Con todos los Satélites, al lado
Del Dios de los ladrones; y el Burchielo
Vio las estrellas con el Sol nublado; 4000
Otro vio a Venus componerse el pelo,
Y darse con color el encarnado
Y otro vio, sin tener Lente ninguna,
A los hombres passearse por la Luna.
 
XXXI
Hai en Bolonia muchos Boloñinos,
Damas mui lindas; hai hombres pazguatos;
Hailos discretos, y hai muchos vecinos
Que se llaman Petronios; hai perros y gatos
(Y de esta specie son los Birichinos);
Hai cuerdas para atar a mentecatos, 4010
Hai Fábrica de Naypes singular;
Y hai también mucha sarna, que rascar.
 
XXXII
Quien quisiera contar menudamente
Todo lo raro, que en Bolonia se halla,
Tendría bien que hacer seguramente;
Porque yo no he hecho más que designalla,
Y hablar de ella más sumariamente
El que quiera del todo penetralla,
Haga lo que hize yo, tome la posta,
Que al Oste escribiré, y si no a la Osta. 4020
 
XXXIII
Y no dude será mui bien tratado,
Como lleve quatrines, del Ostero,
Que en Bolonia es un hombre mui honrado
Y siempre quiere bien al forastero.
El color de su sangre es colorado,
Mas su dulzura almíbar verdadero,
Que por esso esclamó cierta Condesa:
O qué dulze es la sangre boloñesa!
 
XXXIV
Y cuidado, que no, no fue ironía,
Sino verdad mui seria, lisa y llana 4030
Y dejando otras cosas que diría;
Y no pondría fin hasta mañana;
Si en otras partes hai Sabiduría,
Que a Bolonia se debe, es de fe humana,
Pues no hai Lyceo apenas, que Colonia
No sea, o Municipio de Bolonia.
 
XXXV
Siempre ésta mereció gran reverencia,
Y mucha estimación por su doctrina.
Tiene sus Profesores de Eloquencia
De Física, Moral, y Medicina, 4040
De Astronomía, de Jurisprudencia,
De Lengua Griega, y también de la Latina:
Tanto, que bien se puede a sus Almenas
Llamarlas, el recinto de otra Atenas.
 
XXXVI
Hai Letores insignes, todos varios,
Y casi todos la hacen grande honor;
Que aunque no son crecidos sus Salarios,
En sus pechos los suple el patrio amor.
Los estudiantes no son Rufalandarios,
Antes cada uno aspira a ser Doctor, 4050
Y assí el Bonia docet, en Navarra
Lo cantaba un Barbero a la Guitarra.
 
XXXVII
Sea el ayre sutil, o sea el clima,
O el mucho estudio, o sea otra cosa,
Nobles tuvo Escritores, tanto en rima
Como también en elegante prosa.
De Poetas llegó casi a la cima
La Copia, o bien la turba numerosa,
Pues nada debe, en punto a riego ameno,
Al Arno, al Tybre, el delicado Reno. 4060
 
XXXVIII
A Oreste Boloñés, y al Guinizzelli
Los dejo estar, por ser un poco viejos
Pozzi, Manfredi, y Jacomé Martelli
Fueron del Pindo tres claros espejos,
Como son, el Zanossi, y Scarelli,
Fabri, y Ghedini, y otros menos lejos,
Y en fin tienen la gloria las Señoras
En Bolonia, de que entre ellas hai Doctoras.
 
XXXIX
De ti quisiera hablar, o Laura bella,
(A pesar de la edad, que ésta en el alma 4070
Más hermosura añade en cada huella)
Laura, digo, de Bassi, a quien la palma
Cedió Euterpe, y quedó mui vana ella;
Mas no quiero inquietar tu dulze calma,
Porque para alabarte dignamente,
Es menester tu Numen, o tu Mente.
 
XL
Mas no eres Tú la sola Boloñesa,
Que a pechos se echa toda la Elicona;
Muchas faldas tan sabias como essa,
Cuenta Bolonia, que inmortal Corona 4080
Ceñidas, y assí el Mundo lo confiessa,
Quando la fama a gritos lo pregona.
Y esta gloria no es de oy, ni tan reciente,
Porque la misma fue perpetuamente.
 
XLI
Y de todo lo dicho es consequencia,
Que de Bolonia fue la Sabia Elvira.
Y si alguno llevare otra sentencia,
Yo le diré en su cara, que delira,
Pues Bartolo fue hombre de conciencia;
Incapaz de decir una mentira, 4090
Y dice, que a Bolonia fue de intento,
Por ver la casa de su nacimiento.
 
XLII
Y en aquella ocasión le fue mostrada,
Por especial favor, la antigua Cuna,
Donde Elvira, al nacer, fue reclinada,
De que no nos quedó reliquia alguna;
Y también una bata apolillada,
Y otras cosillas que, si por fortuna,
Las cogieran algunos antiquarios,
Harían cien preciosos Comentarios. 4100
 
XLIII
Vio en ella, y conoció algunos Parientes,
Cuyo nombre escondió a nuestra noticia,
O el tiempo, por sus varios accidentes,
O de algún embidioso la malicia,
Que el texto mutiló con falsos dientes,
Aunque, si se ha de hacer recta justicia,
Hai muchos más motivos y razones,
Para creer, que fueron los Ratones.
 
XLIV
Éstos sin duda hicieron el Comento:
Voz Griega, que de Comedo deriva, 4110
Y a la verdad con mucho fundamento;
Pues, si a entender el texto no se arriva,
Se trae con los dientes al intento,
Y no hay Autor, por más claro que escriba,
De quien su Expositor no haga un Comento,
Fingiendo algún mysterio en su agudeza,
Que jamás le passó por la Cabeza.
 
XLV
Y por esso el Petrarca lloró tanto,
Quando en vida alcanzó ser Comentado,
Y esperó merecer el común llanto, 4120
Quanto más ser de todos perdonado;
Pues como él dixo en un suave Canto:
Ciertamente no sé en lo que he pecado,
Quando un Comentador tan embustero
Me hace decir a mí lo que no quiero.
 
XLVI
Dejóme en tenebroso obscuro horror,
Tanto que no sé yo quién soi yo mismo;
Y quando oigo ensalzar mi gran valor,
Por poco no me da algún parasismo.
Qué haré? qué me aconsejas dulze amor? 4130
Cómo perdido me has en tanto abysmo?
O vuélveme al Estado que tenía,
O haz que conozca yo la prole mía.
 
XLVII
Assí dixo el Petrarca; y yo le escuso,
Si tanto se irritó; pues no hizo poco.
Si a su Comentador, por el abuso,
A palos no molió; porque es un loco
Todo Comentador, que sigue él uso,
Introducido oy día in omni loco,
De hacer un Comentario tan violento, 4140
Que él mismo necesite de Comento.
 
XLVIII
Los tales tienen don particular
De saltar, como dicen, todo el fosso;
Quando hai algo en que puedan tropezar.
Trinchan ellos, a roso y a belloso,
Y el agua clara la hacen enturbiar,
Y quando fingen, que uno como un Oso
Combate contra otro, comúnmente
No hacen más que copiarse mutuamente.
 
XLIX
Equivocarse es cosa ya ordinaria, 4150
(Y se equivocan de lo bueno, y gordo).
Como doctrina dar no necesaria,
Y gritar al Lector, que no es mui sordo.
Dicen aquí una cosa, y la contraria,
La encuentra más allá qualquier Balordo,
Y se suele llevar la mayor palma
El que al texto le quita toda el alma.
 
L
Quédanse embueltos grandes Escritores
En un olvido obscuro, y lastimoso,
Porque en presa los dejan los Letores 4160
A la polilla, al polvo, y al reposo,
Por no sufrir a sus Comentadores,
Cuyo Comento se hace tan tedioso,
Que el Letor, por la boca echa venablos,
Y el Texto, y el Comento da a los Diablos.
 
LI
Los dichos más notables de su Autor
Suponen, que sacados de otros fueron,
Aunque el nombre quizá del Escritor
Que citan, sus oýdos nunca oyeron:
Como si fuera indudable, que a un Doctor 4170
No ocurriera lo que otros ya digeron,
Y lo que antes cantó tímida Avena
No se cante después a boca llena.
 
LII
Dicen tal vez mentiras garrafales,
Y lo que es oropel venden por oro,
Imponiendo al Autor errores tales,
Contra todo su honor, y su decoro,
Que, por merced de aquestos Animales,
Ve su nombre manchado, y hacer coro
(A influjo de ignorantes atrevidos) 4180
En la lista de Libros prohibidos.
 
LIII
No permita, pues, Dios, que algún Cristiano
Comentar se la antoje esta Leyenda,
En la que yo no afecto hablar Toscano,
Sólo sí, que lo que hablo se me entienda;
Y si hai algún malsín, o algún Pagano
Tan ruin, y malicioso, que pretenda
Que hablo de éste, u de aquél, sepa, que miente
Y se lo digo assí claritamente.
 
LIV
A lo más más, querrá que, a beneficio 4190
De algunas gentes que hai un poco idiotas,
Me hiciesse una buena alma el gran servicio
De poner a la Obrita algunas notas,
Como lo hizo un buen Prete, hombre de juicio
Con el Dante, en sus bellas anécdotas.
Esto agradeceré, y aora volvamos
A Elvira, y nuestra Historia prosigamos.
 
LV
Hize en Bolonia muchas diligencias
Por saber, qué Familia era la suya;
Mas, lejos de encontrar con evidencias, 4200
No hallé ni un solo indicio, que lo arguya;
Ni encontrar pude en muchas ocurrencias
Un Geanólogo solo que me instruya.
Y tengo otro argumento convincente,
De que no hai tal casta, ni tal gente.
 
LVI
El argumento es éste: Yo en Bolonia
Estuve algunos meses del imbierno,
Y siendo aquella noble Babylonia
(Como escrito lo hallé en cierto Quaderno)
De Italia bizarríssima Colonia, 4210
Nadie me regaló, ni aun con querno,
Salvo un Señor Abad (ilustre Frate)
Con quien siempre tomaba Chocolate.
 
LVII
Pues aora arguyo assí: si fuesse vivo
Algún pariente de Elvia en qualquier grado;
No pudiendo ignorar soi el que escribo
Su Vida, mostraríase obligado,
Y aunque fuesse del genio más esquivo,
O, si es frasse mejor, más apretado,
Y aunque su bolsa fuesse un poco angosta, 4220
Por lo menos me huviera hecho la costa.
 
LVIII
Y ganaría el tal ciento por uno:
Porque a lo menos, yo tengo la gloria
De que nunca me olvido de ninguno
Que me aya hecho algún bien; y en la memoria
Tengo a todos, contados uno a uno
(Tan pocos son!) y acaso en esta Historia
No sólo yo inmortal su nombre haría,
Sino el de toda su Genealogía.
 
LIX
Mas todavía el caso no es desesperado: 4230
Basta sólo, que un hombre liberal
De Bolonia egecute por su lado
Lo que debiera ayer hecho aquel Tal,
Y con esto está todo remediado;
Pues yo haré ver al Mundo racional,
Que este tal hombre no es algún qualquiera,
Sino nieto de Elvira, aunque él no quiera.
 
LX
Contaré más de cien generaciones
De ideales supuestos Ascendientes,
Citando pergaminos, y Cartones 4240
Escritos en los siglos precedientes.
Pondré a la vista varias inscripciones
Encontradas en lápidas corrientes,
Y haré en suma lo mismo que hacen varios
Grandes Genealogistas y Anticuarios.
 
LXI
Porque en materia de Genealogía
En pelillos no debe repararse,
Fíngese hallado en una Librería
Un Libro, cuya fe ni aun disputarse
Puede, y por accidente en otro día 4250
En un Armario un Árbol pudo hallarse,
El qual cuenta a lo menos cien Abuelos
Con todas sus señales, y sus pelos.
 
LXII
Pero esto en fin dejármelo a mi cargo,
Que como haiga pesetas y quatrines
Ya sabré yo jugar a juego largo,
E incensar bien a ciertos Matachines,
Siguiendo las pisadas de Camargo
Y enseñaré a tener quatro tarines
A los que viven hoi entre laceria, 4260
Sacando a los Poetas de miseria.
 
LXIII
Con este santo fin voi escogiendo
En mis Cantos a ciertos Poderosos,
Y aquello que no tienen aplaudiendo,
A pesar de malignos y embidiosos;
Con lo qual justamente yo pretendo
Que mis versos aplaudan vergonzosos.
Porque es razón premiar al que trabaja,
Y pagar el barato a la baraja.
 
LXIV
Mas cuidado: ninguno se envanezca 4270
Por ver lo mucho que aora yo le alabo;
Ni por esso imagine, o le parezca,
Que siempre avré de remachar el clavo,
Porque en caso de que ello desmerezca,
Sabré volver la cola y aun el Rabo,
Que el perro alaga a quien le da el zoquete,
Y a quien no, va, y le ladra, o le arremete.
 
LXV
Y en la otra impressión del Libro mío
Sabré (como otros muchos) retratarme,
Precediendo un Aviso al Lector pío; 4280
Y también sabré entonzes descartarme
De todo aquél, que, con humor sombrío,
No quisiere aplaudirme, ni alabarme,
Y en su lugar pondré a todos aquellos
Que digan, que mis versos son mui bellos.
 
LXVI
Y haré entonzes lo que hacen muchos Juezes;
Los quales dan sentencia favorable
A aquel que echa en el cántaro más nuezes.
Mas punto aquí; y ya de esto no se hable,
Que el callar es prudencia muchas vezes, 4290
Y alguno pensará que esgrimo el sable
Contra tal qual, que usa este artificio,
No sé si por virtud, o si por vicio.
 
LXVII
Elvia nació en Bolonia, de su Madre,
Noticia, que se hará a todos mui nueva:
Un Boloñés honrado fue su Padre,
Como el Petrarca doctamente prueva:
Si adónde, me pregunta algún Compadre
No sé yo que a decírselo me atreva.
Sólo sé, que Elvia dio al nacer indicio, 4300
De ser, andando el tiempo, de gran juicio.
 
LXVIII
Porque aseguran, que nació llorando,
Ya sea las miserias de este Valle,
Ya las locuras mugeriles, quando
Se presentan mui vanas en la calle,
Porque tienen cabello blondo, y blando;
O porque son de ayroso, cuerpo y talle,
O (quizás de su suerte pesarosa)
Lloró nacer Muger; o fue otra cosa.
 
LXIX
Para criarse a un Ama fue entregada, 4310
Porque a su Madre la faltaba un pecho:
Falta, que se suplía, y se ocultaba
Con un bulto de estopa contrahecho:
Malicia, que usa hoi la desdentada,
La calva y coja, estando en pie derecho
Pues la coja, la calva, y la sin dientes
Encubren con el arte estos frangentes.
 
LXX
No la faltaba a Elvira, cosa alguna,
Como Bartolo lo dejó notado,
Diciéndonos, que ya desde la cuna 4320
Tenía el pecho un poco levantado,
Que tenía dos brazos, dos pies, y una
Boca linda, color mui delicado;
Dos orejas tenía en la cabeza,
Dos ojos en la cara, que era pieza.
 
LXXI
Mas era menester dejarla estar
Sin tocarla, que ya la disgustaba
Toda acción, o llaneza familiar
Y ser de sangre noble acreditaba,
Porque, si algún la iba a acariziar, 4330
Y a besarla, la cara retiraba,
Y pateaba, y lloraba, y se encogía,
Y una pequeña sierpe parecía.
 
LXXII
Apenas dejó el pecho, tornó en mano
La Cartilla, y la pluma, deseosa
De aprender; y leyó a[u]n Catón Cristiano
En un mes; y a escribir alguna cosa
Aprendió, y a contar, en un verano.
Y se mostraba en todo tan juiciosa
Que, oyéndola, y no viéndola, qualquiera 4340
Por Dama de quince años la tuviera
 
LXXIII
Acaso pensaréis, que voi aora
A encajaros la Historia de su Vida,
Y ya avrá alguna lengua pecadora
Armada contra mí; pero su herida
No me hará mucho mal en esta hora,
Pues de Elvia pienso hablar mui de corrido,
Porque, Señores, es mi genio tal,
Que siempre hago las cosas presto, y mal.
 
LXXIV
El estilo que gusto es el Lacónico, 4350
Y el hablar demasiado lo repudio,
Que en esto me parezco a un gran Canónico
Que es mi amigo y se llama Don Agudio:
Como mi genio es algo melancólico,
En Salustio tengo hecho mucho estudio,
Y aun en Cornelio Tácito es frequente,
Para no machacar tanto a la gente.
 
LXXV
Enfada al Auditorio la gran charla,
Y es menester usar mucha prudencia:
Tal qual materia basta el apuntarla, 4360
O tomar a lo más su quinta esencia;
Alguna otra, es preciso abandonarla
A su misma supuesta inteligencia,
Tomar el hilo en otras desde lo alto;
Y aun en otras tal vez dar un gran salto.
 
LXXVI
Con todo hai escritores tan loquazes,
Que en sus Psalmos jamás se llega al Gloria,
Teniendo a los Oyentes entre hazes
De espinas, quando cuentan una historia
Como cuentan sus cuentos los Rapaces, 4370
Y embrollan de tal modo la memoria,
Que se va con sus necias diversiones
El principio del cuento a los talones.
 
LXXVII
Todas las circunstancias importunas
Las refieren, con grande impertinencia,
Y nos dejan a todos en ayunas
Del principal asunto; y sin conciencia
Verengenas nos dan por azeytunas:
Cosa, que cansa a todos la paciencia,
Gastando en desatinos una hora, 4380
Ni más; ni menos como yo hago aora.
 
LXXVIII
Mas lo hago adredemente y de cuidado,
Por dar a los Loquazes en lo vivo;
Que aunque me veis tan gordo; y colorado,
Por lo demás soi hombre expeditivo,
Y si empuño el garrote, o el cayado
También soi algún tanto corrosivo.
Alto, pues; y a las manos! me decía
Uno, que a la verdad no las tenía.
 
LXXIX
Elvia aprendió en dos meses la Aritmética, 4390
A sumar, a restar, multiplicar,
Y en otros tres también la Aristotélica,
Cuya voga era entonzes singular;
Dedicóse al estudio de la Ética,
De Platón, y en breve supo hablar
El idioma Romano, o el Latino,
Sin consultar jamás al Calepino.
 
LXXX
Fuera de esso aprendió, según el uso
De aquel tiempo, aunque Elvira era tan niña,
A manejar la rueca, el haspa, el uso, 4400
Y a coser un jubón, y una basquiña.
Por lo que a mí me enfada aquel abuso,
De una Doña Melindres, o Doña Armiña,
Que ni cose, ni hila, ni devana
Por no manchar la Bata de Persiana.
 
LXXXI
Y si he de hablar verdad, en la edad mía
En muchas Damas poco se procura,
Trabajar, que es su hermana la acedía:
Las manos tienen siempre en la cintura,
Cosa que Elvira nunca hacer sabía, 4410
Pues siendo aún, como dicen, Criatura,
Trabajaba calzetas por sus manos,
Y remendaba a todos sus hermanos.
 
LXXXII
Sabía repuntar mui bien un cuello,
Sabía hacer finíssimos encajes,
Sabía hilar sutil como un cabello,
Y sabía bordar lindos ramages.
Apuesto a que aora dice un Sprit bello
(Y será el tal del Gremio de los Pages)
Si Elvia hacía todo esso que sabía, 4420
Señal que estaba sola todo el día.
 
LXXXIII
Porque sólo trabajan las Donzellas
Quando están solas, por huir el tedio,
Mas quando ya son grandes, las más de ellas
Sufren de Cortejantes el assedio,
Que no las faltará, si fueren bellas,
Y hacerlas que trabajen no hai remedio,
Porque tienen los ojos divertidos
Donde están sus Adonis, y Cupidos.
 
LXXXIV
Alguno habla aora assí, que yo le siento, 4430
Pues tengo dos orejas para oír,
Y penetro el mal fin de su argumento,
Porque el Vellaco quiere de aí inferir,
Que Elvira no hera hermosa, y que a contento
La dejaban los Mozos acudir
A su labor; mas con su grata licencia,
Yo le puedo negar la consequencia.
 
LXXXV
Y le puedo decir, sin hesitar,
Que aunque sea mui linda una Donzella,
Puede estar sola en casa a trabajar, 4440
Si el Amor no la tira alguna pella,
Y si alguno la viene a perturbar,
Como de él no haga caso alguno ella,
Y atienda a su Labor, esté segura
De que presto se irá aquella Figura.
 
LXXXVI
Pero el mal es, que en nuestros tristes días,
Muchas de ellas se buscan los Amantes,
Como en ciertas Octavas de estas mías
Busco en las uñas yo los Consonantes,
Y aun aquellas, que arrastran para Tías, 4450
Y por esso no tienen Cortejantes,
Con varias artes que sabéis vosotras
Se los quitan las unas a las otras.
 
LXXXVII
Admitirían muchas a cinquenta,
Como yo lo he observado con reparo,
Quando visito a alguna mía Parienta
U a otra (bien que este es caso raro)
Aunque saben espera estrecha cuenta
A quien del tiempo fuere poco avaro
Porque a las Damas mozas estar solas 4460
Amarga más, que el caldo de amapolas.
 
LXXXVIII
Dejarán de comer muchas Señoras,
Antes que estar las tales sin amantes,
Y en Vagatelas mil, y en cosas vanas,
Gastan muchas los años más brillantes.
Aviendo algunas Madres tan humanas,
Que ellas mismas las buscan Cortejantes,
Porque solas no estén sus pobres hijas,
Y las coman algunas lagartijas.
 
LXXXIX
Elvia pudo tener, si huviera querido, 4470
Cinco o seis Cortejantes, nada feos,
Mas como era de juicio conocido,
Fue enemiga mortal de Chichisbeos
Vio a Marco y gustó de él para Marido,
Y él gustó de ella; con que sin más rodeos
Se casaron entrambos contrayentes
Con gusto universal de los parientes.
 
XC
Pensad un poco, Padres de Familia,
Si esto se hace assí en el tiempo nuestro,
O si, teniendo algunos una Filia 4480
Sólo pensáis casarla a gusto vuestro,
Sin saber si a la Niña se asimilia
El Esposo, o si es Asno de cabestro,
Y si éste tiene acaso las costumbres
De los que al día beben doze azumbres.
 
XCI
Oigo decir, que sólo a vuestro cuento
Atendéis, y no al cuento de la Chica;
Que, si el mozo se adapta a vuestro intento,
El contrato se ajusta, y se rubrica;
Sin advertir, que atada a aquel Jumento 4490
Ha de estar, y dormir la pobrecica,
Y que lo de erunt duo in carne una,
No se dejó al azar, ni a la fortuna.
 
XCII
Oigo decir, que hallándose una Esposa,
Que se contente con escasa dote,
Le mancáis para Yerno, y el ñudoso
Lazo se aprieta, con que dais garrote
A la triste hija; y siendo poderoso,
Os basta, más que sea un Monigote,
No reparando (de codicia ciegos) 4500
Que ella no ha de dormir con sus talegos.
 
XCIII
Y vosotros sabéis que esto no basta,
Y a la pobre metéis en un embrollo:
Mal si admite, y peor si os contrasta;
Estrellándose siempre en un escollo.
Tal vez se determina a vivir casta,
Por no verse colgada de aquel Rollo,
Y Monja quiere ser, viendo lo maula,
Aunque ella no era pájara de jaula.
 
XCIV
Y más de un Padre, con fingido zelo, 4510
En esta jaula, o ya prisión obscura
(Al pensarlo me quedo como un hyelo),
Con pretexto de estar allí segura,
Y en camino más fácil para el Cielo,
Encajar a la triste hija procura:
Y una vez enjaulada, y como pressa
Que importa diga ella: ya me pesa.
 
XCV
Fuera mejor torcerla sí, el pescuezo,
Como a un pollo le tuerce una Criada,
Que usar con la pobre hija, sin tropiezo, 4520
Lo que no haría un bárbaro en Canada.
Y con todo hombres hai de mucho rezo,
Que no hacen aprensión, ni temen nada,
De inducir con engaños y lisonjas
Sus tiernas hijas a que sean Monjas.
 
XCVI
Hácenlas un retrato que embelesa
De la vida, que se hace en los Conventos,
Y que en llegando a ser Madre Abadesa,
Todas la prestan dulzes rendimientos;
Que irán por aquí al Cielo más apriessa, 4530
Porque los otros rumbos son violentos,
Y con gestos y acciones afectadas,
Abultan lo que passan las Casadas.
 
XCVII
Pónenlas grande horror al matrimonio,
Diciendo de los hombres mil maldades,
Que Pedro, Juan, Domingo, Pablo, Antonio
Todos lo mismo son en sus ruindades;
Dícenlas, que ya el Mundo, ya el Demonio,
(Como es común en todas las edades)
Ponen en las cabezas a los Casados, 4540
Ciertos pelos, que están siempre enrizados.
 
XCVIII
Dícenlas que es el Mundo un inconstante,
Y es también inconstante, y mui traidora
Toda fineza de terreno amante;
Y ay de aquella infeliz que se enamora.
Tales cosas la ponen por delante,
Que la Rapaza en fin se hace Sorora,
Aunque tenía gana de ser Madre.
Mas vamos a otro assunto que más quadre.
 
XCIX
Pero no; mejor es pongamos punto 4550
A este Canto, que va un poco pesado;
Y lo será, si al Auditorio junto
No le huviere gustado lo cantado;
En cuyo caso yo las manos junto
Y le pido perdón de lo cansado,
Que, arrepentido de esta culpa mía,
Propongo serlo más en otro día.
Fin del Canto VI

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