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Canto VII



I
                Acuérdome, que, al fin del otro Canto,
justamente me avía puesto a hablar
Del modo, que hoi se tiene, no mui santo, 4560
En tratar a una hija de casar.
Merecían los diessen con un Canto
A los que gusto no la quieren dar,
Como sea juiciosa la Rapaza,
Y los daría yo con una maza.
 
II
Desviáronme empero del camino
Aquellos, que tal vez son ocasión
De que otra sea Monja, aunque es destino,
A que tiene mui poca vocación.
Volveré, pues, a hablar del desatino, 4570
Que hacen muchos sin juicio y sin razón,
Dando ciertos Maridos a sus hijas,
Que no gustan de aquellas sabandijas.
 
III
Danla tal vez a un hombre sin govierno
Danla a un mozo vicioso, atolondrado,
Y se empeñan, en que ha de ser su Yerno
El que no estaba de ella enamorado.
Danla a un Viejo tan duro como un querno
Danla a un joven, que acaso está apestado,
Y hai en fin en el punto tantos hyerros, 4580
Que hai Padres, que sus hijas dan a perros.
 
IV
Suele también el Santo matrimonio
Mezclarse con un poco de política,
La qual hace reír al mal Demonio,
Y da bien que glossar a cierta Crítica.
Hai tal vez quien, teniendo un patrimonio
Crecido, tiene el alma tan estítica,
Que, sólo porque lleve menos dote,
Dará al Diablo la hija, o la Nepote.
 
V
Y después todo el tiempo de su vida 4590
Aquella mal casada es infelize,
Experiencia de todos tan sabida,
Porque el Cielo estas bodas no bendice.
Por esso yo quisiera ver bandida
La moda, que, a mi ver, tanto desdice,
De dar una muchacha a un hombre tal,
Que sin él estaría menos mal.
 
VI
Hai algunos también, que, pretestando
Ser buen marido un hombre de consejo,
O que ha de morir presto confiando, 4600
A una Niña la juntan con un Viejo;
Y mejor estaría, conservando
De su pureza el cándido reflejo,
Que, perdiendo con larga penitencia,
De Virgen el dictado, y la paciencia.
 
VII
Otros hai, que, por miedo de manchar
La sangre, que escorre por las venas,
Despreciando a todo Hombre popular,
La dan a un pobre Noble, el qual apenas
Tiene pan que comer, ni que cenar. 4610
Y qué hace la Muchacha en tales penas?
Lo que no halla en su casa, sin mucha arte
Lo sabe ella encontrar en otra parte.
 
VIII
Hai quien su hija a un Médico la aplica,
Porque assí tiene el Médico pagado,
Otro (que a ser Pleitista se dedica)
Por lo mismo, la entrega a un Avogado,
Y otro, porque entre en una casa rica,
Se la da a un Mercader adinerado,
Sin mirar, si la hija (necia, o sabia) 4620
En vez de amor, el hombre la da rabia.
 
IX
Yo quisiera que el Padre la dejasse
Aquella libertad, que la dio el Cielo;
Que tanto al interés no se inclinasse,
Ni al amor propio enmascarado en zelo,
Y que más caridad con ella usasse,
Dejándola (si es moza ya de pelo,
Y que nunca saldrá de lo que es justo)
Que se case a su modo, y a su gusto.
 
X
Mas quisiera también, que las Muchachas, 4630
Se contentaran con lo que es honesto,
No mirando a pelucas, ni a Garnachas,
Sino al juicio, y limpieza. Si en el resto
No imitaren a Elvia (por sus tachas)
Imítenla a lo menos en aquesto,
Que en Marco prefirió lo virtuoso
A lo rico; y lo lindo, para Esposo.
 
XI
No buscó, no, un vestido estraordinario
Ni una rica carroza en el marido,
Ni un número de Pages no ordinario, 4640
Ni un Palacio de muebles proveído.
Solamente buscó lo necesario,
Id est un juicio claro, y conocido,
Un hombre Literato, y de conciencia,
De bondad, de conducta, y de prudencia.
 
XII
Y finalmente, oviéndole encontrado,
Por su fortuna, justamente qual
Ella quería, id est, un buen Letrado,
Cuerdo, prudente, honesto, y racional,
Con gusto de su Padre, y con su agrado, 4650
El vínculo estrecharon conjugal,
Y no trocara Elvira su Marido
Por el más resoplado, y presumido.
 
XIII
Viendo en Elvira tal discernimiento;
Hace Bartolo un punto admirativo,
Y siguiendo su genio algo sangriento,
Passa a tocar las hembras en lo vivo.
Son palabras (lo sé) que lleva el viento,
y sé que inútilmente las transcribo:
Ya quisiera dejarlas todas; pero 4660
El ser fiel Traductor es lo primero.
 
XIV
Otra moda se sigue (dice) aora:
Es mui otro el humor de nuestras Damas;
Si se quiere casar una Señora
Una le busca noble entronco y ramas,
Otra del oro y plata se enamora;
Todas los quieren blandos y sin escamas,
Porque todas desean un Esposo,
Que sea gastador, mas no zeloso.
 
XV
Quieren un hombre, que no tenga sal, 4670
Que las mire y adore como Diosas,
Que nada de lo que hacen lleve a mal
Aunque no hagan tal vez mui santas cosas:
Que sea generoso y liberal,
Y las haga finezas portentosas,
Y quieren unos hombres infelizes,
Que se dejen llevar por las narizes.
 
XVI
Con un Marido tal está contenta
Una Muger; arrima los cuidados;
Sigue la moda; no vive violenta, 4680
Dase a las galas, brilla en los estrados;
Y aunque vea el Marido que frequenta
Su casa un esquadrón de evaporados,
Por no turbar la paz, que es santa i bella,
Qual otro Fabio ve, y sus labios sella.
 
XVII
Mas no por esso soi yo de opinión,
Que el Marido con ella se alborote,
Porque entrada los dé, y conversación:
No hai arroz más enorme que el garrote,
Quando se usa sin sal, ni discreción. 4690
Si es zeloso, lo harán luego gigote
En Calles, Plazas, Tiendas, y Congressos,
Aunque ya se usan pocos hombres de esos.
 
XVIII
Oy vive en buena fe todo Marido,
Libre de escrupulillos, y recelos:
Aunque ven otro pájaro en su nido,
Dice que son enredos de Mozuelos;
O le parece a él que está dormido,
Y que es efecto aquél de sus desvelos,
Y aunque le suene la cabeza a hueca, 4700
No recela peligros de jaqueca.
 
XIX
Si lo hacen (dirá alguno) no es sin quare,
Pues hallan, en hacerlo assí, su cuenta,
Viendo la casa suya redundare
De quanto ha menester, y que sustenta
A toda la Familia sin sudare.
Si esto lo hiciere alguno, entre cinquenta,
Ya penetro el mysterio, con Ovidio,
Pero, a decir verdad, no se lo embidio.
 
XX
O, por decir mejor, mucho le lloro, 4710
Porque se ciegan de una vil codicia,
Y el honor vale más que todo el oro:
Y si llegara alguno a mi noticia,
Aunque me diera el tal un gran tesoro,
Detestaría su infernal nequicia;
Pues de ella solamente al acordarme,
Casi me daba gana de ahorcarme.
 
XXI
Vete de mí, diría, hombre malvado,
Huye de todo racional consorcio,
Tú, que comes el pan de tu pecado. 4720
Haz de essa ruin muger pronto divorcio,
Que está el mundo de ti escandalizado,
Y todos te apellidan otro Porcio,
Pues, viendo esto el más torpe, y el más ciego,
Que Tú vas a meter en casa el fuego,
 
XXII
Esto, y aun más diría a los malditos,
Que a costa de su Esposa comer quieren,
No reparando en ruines sobrescritos
Que al alma y al honor a un tiempo hyeren;
Pues como trataría a los benditos 4730
Que por darlas los gustos que pudieren
Gastan sus pesos duros, sus dineros
Con los que los transforman en c[ar]neros?
 
XXIII
Éstos comen mui bien a costa de ellos;
Mandan más que ellos mismos en su casa,
Y agarran la ocasión por los cabellos:
Cuéntanlos vanamente lo que passa,
Y todos estos mismos son aquellos;
Que hacen pasteles con agena massa,
Y ya que no possean el Terreno, 4740
Logran el usufruto de lo ageno.
 
XXIV
Éstos alaban la magnificencia,
Y la generosidad de las personas
Y por malicia, o por inadvertencia;
Los atestan de ideas fanfarronas:
Celébranlos, estando en su presencia
Mas a espaldas los cortan las batonas,
Y a su salvo disparan los trabucos,
Tratándolos de pobres Mamelucos.
 
XXV
Hasta la misma Dama que cortejan 4750
Su ruin e ingrata lengua despedaza;
De vana, y de soverbia la motejan,
Y revuelven después contra su traza:
Cosa sana a la pobre no la dejan,
Y al Marido le rascan con almoaza,
Diciendo (quando hablan con modestia)
Que es un gran [balalo]que, y un gran bestia.
 
XXVI
No obstante, muchos de ellos gustan ver,
Que su casa esté siempre frequentada
De los que quieren bien a su Muger, 4760
Y a comer los ayudan la ensalada,
Y muestran más de dos gran displacer,
De que esté Mariquita abandonada,
Y ellos mismos la buscan Cortejantes.
Éstos, sí, que son hombres, no los de antes!
 
XXVII
A éstos, y otros grandíssimos simplones,
(Si es que hai algunos, como dicen muchos)
Quisiera yo bajarlos los calzones,
Y hacerlos con el látigo machuchos;
Porque los tontos gastan sus doblones 4770
Con ciertos alevosos Avechuchos,
Que a costa de su pan, y su dinero,
Con la Dama los soplan el tablero.
 
XXVIII
Majaderos, mostrad que sois los Amos,
Y que mandar queréis en vuestra casa,
Sin sufrir que se vengan unos Gamos
A meteros sus quernos en la massa;
Para que no os pongan tantos ramos
En la calle, sabiendo lo que passa,
Porque avéis de saber se dicen cosas 4780
De Marido y Muger; poco sobrasas.
 
XXIX
Se murmura de aquella indiferencia,
Con que estáis viendo acciones no mui buenas,
Dando a vuestra Muger plena licencia
Para andar entre Sirtes y Sirenas.
Se murmura de vuestra complacencia,
Conque dais facultades semiplenas
Para jugaros essos Señoritos,
Las Cabras, los Cabrones, y Cabritos.
 
XXX
Mirad vuestra conducta, y aun la suya, 4790
Que obligados quizá estaréis a hacerlo,
Para cantar alegres la Allelluya
Deque a tiempo supisteis entenderlo.
Y si se hallare alguno que [me] arguya
Contra este mi consejo, a defenderlo
Estoi pronto, diciendo al Licenciado,
Que nadie hyerra más que el confiado.
 
XXXI
Y no es esto turbar del Matrimonio
La Santa paz; (no lo permita el Cielo)
Que esse es ofizio propio del Demonio, 4800
No mío, que Corona tengo en pelo.
Mas si yo fuera Tizio, o bien, Sempronio,
Mis cosas miraría con más zelo,
Y encargaría a mi querida Berta,
Que estuviesse en reserva, y siempre alerta.
 
XXXII
Yo sé decir, que no quisiera ver
Todo el día pegados tantos piojos
A las costuras de mi fiel Muger,
Picándola a lo menos con los ojos.
Ni menos gustaría mantener 4810
Tanto [o]ragán con mis pobres rehojos,
Que por decirlo en sola una palabra,
Por nuevo rumbo, me harían otro Cabra.
 
XXXIII
Úsase oy entre hombres y mugeres
(Salvo mejor sentir) mucha llaneza,
Y, conviniendo tantos pareceres,
En que no sobra en ellas la firmeza,
Siendo las hembras de oy en sus quereres
Lo que la Historia de las otras reza,
Tienen grande ocasión, si las complacen 4820
De hacer mal, y aun algunas quizá lo hacen.
 
XXXIV
Mi muger, dirá alguno, estoi seguro,
Que es gran Cristiana, y teme mucho a Dios
Y no contestará a deseo impuro,
Zelosa de la honra de los dos
Y yo también a ti te lo asseguro;
Le diré, y en esto soi con vos,
Con tal que tu muger sea de aquellas,
Que decrépitas son, o no son bellas.
 
XXXV
Mas si es de las que están mui adornadas 4830
De hermosura, de garbo, y gentileza,
En la flor de su edad, y mui pagadas
De su vivacidad, y su belleza,
Que assí dormidas, como desveladas
Piensan siempre en jugarte alguna pieza,
Digo que será bueno el confiarse,
Mas tengo por mejor el no fiarse.
 
XXXVI
Pero no se goviernan todas no, conforme.
De Ulisse se portó la bella Esposa.
Según el verdadero y fiel enforme, 4940
Que nos hace un Musa sentenciosa;
Diciendo, que rara est concordia forma
Et pudicitia (añade aquí la Glossa)
Porque la Castidad y la Hermosura
Rara vez hacen buena ligadura.
 
XXXVII
Según esso (dirá algún Replicón)
No serán Castas las que fueren bellas.
Señor mío, no es essa mi aserción;
Pues sé mui bien que hay muchas entre ellas,
Y para prueba de esta conclusión, 4850
Dejando otras, me basta proponellas
El egemplo de Elvira en este punto,
Para no salir tanto del assunto.
 
XXXVIII
Una hermosa y gentil fisonomía
Tenía Elvira; garboso el ayre, y grato;
Como lo vi yo en cierta Galería,
Donde estaba pendiente su retrato.
Pero la hizo favor la cortesía
Del Pintor, nos dirá algún mogigato,
Y yo no me opondré al Señor Don Tal, 4860
Porque conozco que no dice mal.
 
XXXIX
De los Pintores sé la complacencia,
Y sé, que de las Damas son parciales,
Haciendo varias copias su prudencia,
Como desean los originales,
Y suplen, por respeto, o por decencia,
Lo que falta a las caras dozenales.
Porque en punto de lindas sin razón
Todas se juzgan más de lo que son.
 
XL
Toda Muger padece este defecto, 4870
Que otra Venus se juzga, o considera;
Y en su cara ven todas con efecto
La hermosura, que en muchas es chimera.
Puesto, pues, que el Retrato más perfecto
No acredita belleza verdadera,
Tengo de la hermosura de Elvia un argumento
Que vale en mi opinión por más de ciento.
 
XLI
Era Marco un Poeta primoroso,
Si nuestro Juanbartolo no nos miente;
Elvia fue su Muger: Ergo forzoso 4880
Es que fuesse Beldad sobresaliente.
Porque Amor, quando el lazo cariñoso
Prende en Poeta noble, y excelente,
Siempre benigno le une, y le destina
A una hermosura rara, y peregrina.
 
XLII
O porque todo Poeta es de buen gusto,
O porque, si hai en el Mundo no más que una
Belleza, esta tal parece justo,
Que una Gracia a una Musa siempre se una,
Siempre le toca el más hermoso Busto, 4890
Que hai debajo del Sol, y de la Luna.
Lea el que no me crea algún Poeta,
Y hallará ser verdad palpable, y neta.
 
XLIII
Quieres ver el non plus de la hermosura?
Pues ven a ver el rostro de mi Clara,
(Dice uno); y otro dice: es la figura
De la Divinidad mi Fénix rara.
Éste añade: la luz del Sol obscura
Es, si con mi Florinda se compara:
Todo lo hermoso que hai en Tierra y Cielo, 4900
Todo escondido está tras de aquel velo.
 
XLIV
Marco hablaría assí, pues fue discreto,
En sus versos que fueron infinitos,
Aunque sólo tenemos un Soneto,
Que el tiempo nos dejó de sus escritos.
Salvo que (y lo sospecho con efeto)
Ciertos Versos por Roma ahora proscritos,
De cuyo Autor el nombre no transpira,
Fuessen obra de Marco, y de su Lyra.
 
XLV
Pero no, que es sospecha irracional 4910
Achacar estos versos al buen Marco,
Que en sus obras era hombre mui moral,
Y en hablar remirado, cauto, y parco;
Y alabando a una Dama, es natural
Que de lo honesto no passasse el marco,
Y assí creo que el Libro prohibido
Obra es de algún moderno conocido.
 
XLVI
Ello algunos Poetas, de su Dama
Pintan ojos, megillas, cuello, y pechos,
Como el Pintor pudiera de más fama, 4920
Con colores, al vivo contrahechos.
Y encendiendo en sí mismos torpe llama,
Después, en los que al fuego no están hechos,
La pegan, porque el Diablo los atiza
Sabiendo, que es veloz, y pegadiza.
 
XLVII
Y por esto las Musas Italianas,
Son de muchos un Poco abborrecidas,
Tratándolas de torpes, y livianas.
Mas condenadas son sin ser oídas;
Porque Críticas hai tan Chavacanas, 4930
Aunque de mui discretas presumidas,
Que atribuyen al Arte injustamente
La culpa del Artífice imprudente.
 
XLVIII
No distinguen lo muerto de lo vivo.
Y si algún Libro en verso se ha estampado
Pernicioso, es decir, algo lascivo,
Quántos se avrán en prossa publicado
Con un fuego, a lo menos, tan activo?
Yo, que toda passión la arrimo a un lado.
Ningún Arte condeno en general, 4940
Condeno sólo el que la trata mal.
 
XLIX
Vosotros; que cantáis, o avéis cantado
De Amor en verso, o escrito ciertas prosas,
Que leer no se pueden sin pecado,
Porque inmodestas son, y escandalosas,
Ya citados seréis ante el juzgado
Del severo Bartolo que en sus Glossas
A todos cardará mui bien la Lana;
Y a Dios, que ya vendrá vuestra Semana.
 
L
Pues yo aora me vuelvo a mi argumento, 4950
Y digo, que las dos claras Donzellas,
Que el Clarín de la Fama al Firmamento
Elevó, añadiendo dos estrellas,
Estarían mejor en un Convento;
Porque quizá fue más hermosa que ellas
Elvira, y aun quizá quando era viva,
Fue más hermosa que la Elena Argiva.
 
LI
Mas quién hace caudal de la hermosura?
Ella es más que un embuste passagero?
Flor que el más lieve viento desfigura? 4960
Sol, que el vapor le eclipsa más ligero?
Luz, que un soplo le vuelve en noche obscura?
Relámpago que alumbra lisongero,
Y casi siempre a su brillante ensayo
Sigue siempre el terror, el trueno, el rayo?
 
LII
Queréis saber lo que hace la belleza?
Ella punza los pechos más que un tríbulo;
Ella anochezca muchos la Nobleza,
Ella embía a Galeras, y al patíbulo,
Ella marca las caras con fiereza, 4970
Ella a más de una llévala al prostíbulo;
Y ella hace, en fin, que sean unas locas
Las que hacen caso de ella (y no son pocas).
 
LIII
Quántas presumen ser unas Deidades,
Porque son sus cabellos blondos, rojos?
Quántas juzgan que todas las edades
Esclavas son de sus brillantes ojos,
Y que de ciertas dos concavidades,
Llenas de carne, todas son despojos?
Quántas, por su semblante rubicundo, 4980
Se figuran tener vassallo al Mundo?
 
LIV
Mas valga la verdad, Señoras mías,
La virtud, la modestia, y el decoro
Son las prendas, que en vuestras Señorías
Se aprecian; no tener un largo coro
De Amantes, que suspiran luengos días.
No dientes de marfil, cabello de oro,
No el ser jazmines, rosas, ni azuzenas,
Sí el ser honestas, cuerdas, castas, buenas.
 
LV
Si queréis ser Deidades verdaderas, 4990
De sola la virtud enamoradas
Debéis estar, no siendo ya altaneras,
Sino humildes, afables, moderadas,
Enemigas de gentes lisongeras,
Cuyo fin es teneros engañadas.
Prudentes, y piadosas, como Elvira,
Nombre; que juicio y compostura inspira.
 
LVI
No la cedía, no; a la Reyna Dido,
Que murió por su Esposo el Rey Sicheo,
No por Eneas, como se ha creído, 5000
Siendo éste de Virgilio un error feo
Por lo qual de Poetas non mi fido,
Salvo sea mi Juanbartolomeo,
El qual, por embidia ni rencor
A ninguno jamás quitó el honor.
 
LVII
Elvia fue en el vestir Muger honesta,
Y nunca usó aquel mueble estravagante
Que el brial convertiendo en una cesta;
Cubre más de un descuido envergonzante,
Y el que era guardapiés con voz modesta, 5010
Propiamente se llama Guarda infante,
Porque allá en aquel tiempo en que se usaba,
En más de una Soltera le guardaba.
 
LVIII
Con aquel bulto tan descomunal,
Que ocupaba seis baras de terreno,
Nos hacían las Damas mucho mal,
Golpeándonos las piernas mui de lleno,
En la Iglesia, en la calle, en el Portal,
Pues todo lo cogía aquel Balleno,
Y arruinaba una casa una basquiña, 5020
Aunque fuesse no más para una Niña.
 
LIX
A la verdad me causa compassión
Ver gastar malamente su dinero,
No sólo a las de noble condición,
Mas tal vez la Muger de un Sombrerero,
En vestir a la moda: indiscreción,
Que introdujo el capricho forastero;
Y sabe Dios cómo andará vestido
El pobre Tontarrón de su Marido.
 
LX
Sabe Dios, si en su Casa tendrá pan, 5030
Que dar a sus hijuelos, que comer:
Sabe Dios de qué medios se valdrán;
Yo no lo sé, ni quiérolo saber:
Sólo sé que las más no ganarán
En todo el año, como es fácil ver,
Con hilar, con coser, teger, urdir,
Lo que gastan un mes sólo en vestir.
 
LXI
Pero aquello que apura mi paciencia,
Y que más me consuma interiormente,
Es aquella torpíssima indecencia, 5040
Con que muchas se visten comúnmente.
Y en algunas es tanta la insolencia,
Que casi están desnudas totalmente.
Tanto, que quien lo entiende, bien podría
De todo el cuerpo hacer anatomía.
 
LXII
Elvia traía un dengue, o una mantilla,
Que le llegaba casi a la cintura;
Cautelando la más leve cosilla,
Que pudiesse excitar especie impura.
De su zapato nadie vio la hevilla, 5050
Ni aun de su bello cuello la hermosura,
Pues toda la cubría un blanco velo,
Con que siempre salía al Sol, y al hyelo.
 
LXIII
Sin el manto jamás se presentaba
En el templo de sus falsas Deidades,
Y, como era de juicio, abominaba
De muchas, que ostentar profanidades
En los Sagrados Templos observaba,
Aviéndolas de todas las edades:
Y decía no ser sus intenciones 5" Y
Infundir devoción en los Mirones.
 
LXIV
Y aunque eran Dioses falsos y mentidos,
Estaba Elvia en el Templo mui compuesta,
Sin dejar que vagueassen los sentidos,
Ya por aquella parte, ya por ésta.
Escusaba en la Iglesia de cumplidos,
Y mucho más de acción menos modesta,
Que lo demás (decía) es gran pecado,
No distinguiendo el Templo del Estrado.
 
LXV
No te quejes del Dios de las venganzas, 5070
Italia mía, si el azote aferra,
Si contra tu impiedad dispara lanzas;
Si la discordia, que la paz destierra,
Hace en ti los destrozos, y mudanzas,
Que son partos funestos de la guerra.
O trata de otro modo el Templo Santo,
O disponte a sufrir más triste llanto.
 
LXVI
Quando compuse esta postrera octava
(Que ha muchos años) en Italia ardía
Una guerra cruel, que la asolaba; 5080
Mas ya la libró Dios de aquella harpía,
Quizá, porque vio en fin que se enmendaba,
Y comenzaba a ser menos impía,
Pues, si no nos engaña la apariencia,
Se ve en el Templo ya más reverencia.
 
LXVII
Animo, pues, amada Italia bella,
Vete enmendando de otros tus defectos,
Que aquel látigo son, que te desuella;
Porque quiere el gran Dios sean perfectos
Tus hijos quando en ellos su Amor sella, 5090
Tantos, de su Bondad, grandes efectos,
Y te verán los Siglos tan brillante,
Como el Mundo te vio en el más triunfante.
 
LXVIII
No se verán sus Campos destruidos,
Ni llorarás tus míseros ganados,
Víctima del contagio, consumidos:
Brotarán nobles mieses tus sembrados;
Vinos darán tus pámpanos floridos,
Que obscurezcan los más acreditados,
Y la piedra, el granizo, y el fatal rayo 5100
Buscarán otra Tierra para ensayo.
 
LXIX
Vuélvome a Elvira, cuyo natural
La Honestidad amaba, como flor
De una fragancia tan subida, y tal
Que esparze a todas partes un olor,
A que no hai en el mundo olor igual,
O a lo menos en él no le hai mejor;
Y más quando se junta a la Hermosura:
Unión, que por mui rara se assegura.
 
LXX
Pluguiesse al Cielo fuesse conocida 5110
La preminencia de virtud tan rara,
Sería de las Damas pretendida,
Y amada, como joya la más cara:
Si a vuestra vista fuesse permitida
La celestial belleza de su cara
Por estrecharla en plácidos abrazos
Seríais Briareas (todas brazos).
 
LXXI
Ésta es la gran virtud, que os da precio,
La que hace vuestro sexo tan amable,
Y si alguna la trata con desprecio, 5120
Por hermosa que sea, es despreciable.
Sin esta Honestidad, aun el más necio
Dice, que es la belleza abominable,
Y que a lo más conquistará los ojos,
Mas nunca entrará el alma en sus despojos.
 
LXXII
Si algún torpe discurso Elvira oía,
Quando estaba en Bolonia, o en Arpino,
De un color vergonzoso se cubría,
Y estaba más modesta que un Teatino.
Una vez que leyó cierta Elegía 5130
Ovidio en su presencia, perdió el tino,
Porque era un poco libre, o nada pura,
Y una buena le dio jabonadura.
 
LXXIII
Bien que hai varias sentencias sobre este hecho;
Porque hai quien diga, que la oyó con gusto,
Y que después que le huvo satisfecho,
Mostró, o fingió algún tanto de disgusto,
Diciendo no era cosa de provecho;
Y que afectando un zelo Santo y justo,
Con color de que no cundiesse el mal, 5140
A Ovidio le arrancó el original.
 
LXXIV
Lo cierto es que Nasón en adelante
En sus escritos fue menos impuro,
Corregiendo el Spíritu Galante,
Que de Poeta claro le hizo obscuro;
Aunque esto lo atribuye nuestro Dante
A su destierro (y es lo más seguro),
Donde hizo el pobre larga penitencia
De su más que Poética licencia.
 
LXXV
Paréceme que algunos se menean; 5150
Lo que quiere decir, que están cansados
Y que mis versos ya no los recrean:
Mas, contando no más con los passados
Seteintaicinco Octavas; aora vean,
Si quieren, una vez que están sentados,
Permitirme añadir otras poquitas,
Con quatro al bello sexo palabritas.
 
LXXVI
Ciertas palabras, pues, que vergonzosa
No quiere repetir la lengua mía;
Ciertos discursos, que una escandalosa 5160
Encierran alusión, o alegoría
Ciertos cuentos en verso, y aun en prossa,
Que revuelven después la fantasía,
Indigníssimos son de las orejas
De las Mugeres, maxime, no viejas.
 
LXXVII
Con todo esso, estos son en las visitas
Los discursos que a muchas les agradan,
Y más de dos se encuentran Señoritas,
Que, si no se habla assí, se desagradan,
Y en tratándose cosas eruditas, 5170
O assuntos serios, callan, y se enfadan,
Llamando el que en hablar es detenido,
Escrupuloso, insulso, o encogido.
 
LXXVIII
Quánto mejor os fuera estar hilando,
Que oyendo más de dos conversaciones,
En que el veneno a sorbos va calando
Por el oído, a vuestros corazones?
Y el Amor mil especies dispertando,
En que estaban dormidas las passiones
Descubre lo que estaba más oculto, 5180
Excitando en el alma un gran tumulto?
 
LXXIX
Pero alguna dirá: en mí ciertamente
Tales discursos no hacen mella alguna,
Ni causan más tumultos en mi mente,
Que los ladridos causan en la Luna.
Fuera de que no soi tan inocente
Que en los lances de Amor y de Fortuna
No sepa quizá más que todo quanto
Puede decirme un Tulio, o un Crysanto.
 
LXXX
Ya lo sé, y no, no es menester jurarlo, 5190
Que entre vosotras, Damas, tal qual se halla
Que en cierto assunto indigno de nombrarlo,
Sabe tanto, y aún más que la Canalla,
Quando todas debiérais ignorarlo.
Y aunque iba a descargaros a metralla,
Quiero trataros con benignidad,
Porque una vez digisteis la verdad.
 
LXXXI
Y en gracia de esta cosa irregular,
Os he de hablar en verdadero amigo:
No pretendiendo aora examinar 5200
Vuestro interior (que de esto no hai testigo).
Un buen consejo os quiero a todas dar,
Hablando en confianza; y assí digo,
Que si oís lo que nunca oír debéis
Aquello que no sois creer haréis.
 
LXXXII
Quando menos podrá pensar alguno,
Que sois un poco largas de conciencia;
Porque en el Mundo juzga cada uno
Por los Auttos, que forma la apariencia;
Y más si el pleito es de una, o de uno 5210
Con quien trato no hai, ni hai experiencia.
Diréis que la experiencia es engañosa:
Sí lo es; mas su sentencia es vergonzosa.
 
LXXXIII
Y ella hace que el honor quede perdido;
Y como es el honor tan delicado,
Es a un relox precioso parecido,
Al qual, para quedar desbaratado,
Basta un golpe ligero, o un descuido.
Y este vuestro relox tan estimado
Le pierde, le maltrata, o le desgasta 5220
Una muger que no parece casta.
 
LXXXIV
Pero hai gran diferencia en el asunto;
Que el Relox componerle el relogero
Puede mui bien; pero el honor difunto
Resucitar no puede al ser primero.
Y el Salmista, tratando de este punto,
Un símil trae, que es más verdadero;
Dice que es un Cristal hecho pedazos,
Que unirle no es possible a humanos brazos.
 
LXXXV
Una cosa podéis tener por cierta, 5230
O vosotras Mugeres, y Señoras,
Que muger sin honor, es muger muerta.
Yo lisonjas no gusto aduladoras,
Y una vez que sinceramente advierta
Las verdades más claras, y sonoras,
Si de dichas verdades os riereis,
Servidor, y vivid como quisiereis.
 
LXXXVI
Pero escucho que alguna me replica:
Oír hablar es uso antiguo, y vicio:
Ni yo para mostrar que soi púdica, 5240
He menester armar el sobrecejo,
Quando habla otro, ni hacer la boca chica,
Ni estrujar con arrugas el pellejo,
Y si hai un mal hablado no me toca
levantarme, y taparle aquella boca.
 
LXXXVII
Ni tampoco yo digo que hagáis esso;
Pero nunca mostréis gusto de oírle:
Dadle a entender que aquello es un exceso,
Que vuestro honor no puede permitirle;
Lo que toda muger, que tiene sesso, 5250
Sabe hacer fácilmente, sin herirle
Al que habla mal; y si él no es un salvage,
Veréis que muda presto de lenguaje.
 
LXXXVIII
Basta no contestarle quando habla,
No prestando atención a lo que dice,
Como si hablara el tal con una tabla:
Basta que vuestra lengua no le atize,
Si discurso indecente, o torpe entabla,
Que de vuestro rubor tanto desdize;
Y hasta no mostraros deseosas, 5960
De que los hombres hablen ciertas cosas.
 
LXXXIX
Dice el proverbio: la Muger honrada
Ha de ser sorda y muda; si es que quiere
Ser verdaderamente respetada;
Y ha de hacer que no entiende lo que oyere,
Siendo alguna palabra colorada,
La que discreta parecer quisiere:
Lección mui importante, y la más bella,
Que debiera aprender toda doncella.
 
XC
De aquí podéis, Damitas, inferir 5770
Lo mal que hacen aquellas que entender
Fingen lo que mejor fuera no oír;
Y mostrando que lo oyen con placer,
Se suelen, poco cautas, sonreír.
Nunca fue Elvira de esse parecer,
Antes bien, si algo de esto Elvira oía,
Una estatua de mármol parecía,
 
XCI
Raras veces salía Elvia de casa,
Y apenas se asomaba a la ventana.
Y aunque era ágil en una y otra bassa, 5280
No era inclinada al bayle, ni era vana:
Nadie besó su mano; aunque aora passa
Por moda, bien que moda chavacana;
Cubiertas las dos manos con los guantes,
Cosa que hace rabiar a los amantes.
 
XCII
Es verdad (no lo niego) que hoi ay muchas
Condenadas a guante sempiterno
Queriendo acreditarse de machuchas;
Pero esto sólo prueva en mi quaderno,
Que huyen de la labor, o no están duchas, 5290
A lo que suena mugeril govierno.
Si sólo por las manos las aprecias,
Otras tantas dirás que son Lucrecias.
 
XCIII
Mas viendo que en tener siempre cubiertas
Las manos, sólo sois escrupulosas,
Y que expuestas al público están ciertas
Otras partes, que son más peligrosas,
Las gentes (con razón) dudan expertas,
Que lo hacéis porque a caso están roñosas,
O llenas de berrugas, y de aristas, 5300
Y conocéis que no son para vistas.
 
XCIV
Otros discurren otras mil razones,
Y dicen las guardan, porque están llenas
De aquellos que se llaman turumbones,
O porque están mui flacas, y las venas
Lo salen a lucir con los tendones.
Otros dicen, que no las tenéis buenas,
Porque avéis empleado algunos ratos
En retozar a solas con los gatos.
 
XCV
Y quando no, podrá alguno creer, 5310
Que las tenéis guardadas por temor,
De que el Sol no las llegue a enegrecer,
Tostándolas después con su calor.
Mas si cubiertas las queréis tener
Por otro fin más alto y superior,
Porque no cubriréis si sois modestas
Otras cosas, que son menos honestas.
 
XCVI
Ciertas cosas, repito, algo indecentes,
Que hacéis ver a quien no quisiera verlas,
Cubriríais si fuerais más prudentes, 5320
Teniendo gran cuidado de esconderlas.
Hablo (por vuestro bien y el de las gentes),
Y más sabiendo todos que las perlas,
Las joyas, diamantes, y doblones,
Se esconden cuando se anda entre Ladrones.
 
XCVII
No hagáis el Gato guarda del Tocino.
Y pues a Elvia imitáis en traer guantes,
No hacerlo en lo demás es desatino.
Ni los curiosos, ni los cortejantes
Vieron más que su rostro peregrino, 5330
Y a los ojos negó más penetrantes
La peligrosa vista de dos pellas,
Que tenía, tan blancas, como bellas.
 
XCVIII
Pero esto ya va largo demasiado,
Y estoy viendo que algunos se levantan
Sin aguardar se acabe lo empezado;
Y como sé que cansan los que cantan
Si al cantar mal añaden lo porfiado,
Los que ya están cansados no me espantan,
Y por hoi pongo fin a nuestro testo 5340
Para volver mañana a oír el resto.
 
XCIX
Mientras el Niño Cicerón reposa
De Elvira elogiaré mil prendas bellas,
Y de otras de su sexo alguna cosa.
Diré también, que no quiero ofendellas,
Aunque es materia algún tanto escabrosa
Y quanto pueda haré porque ellos y ellas
Oigan con gusto lo que se digere,
Mas paciencia si no lo consiguiere.
Fin del Canto VII

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