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El ciclo de «Florisel de Niquea» [1532-1535-1551] de Feliciano de Silva

Javier Martín Lalanda


Universidad de Salamanca


Introducción

Considero que la versión cinematográfica que Pilar Miró hizo en 1992 de la novela Beltenebros (1989) otorgó tintes caballerescos a la obra original de Antonio Muñoz Molina. A tal declaración me mueven no sólo los planos que, al comienzo de la película, podemos apreciar de una de las reediciones del Florisel de Niquea de Feliciano de Silva, sino el hecho de que, Darman, su principal protagonista, al modo de aquel héroe caballeresco, descifra enigmas (quién es el traidor que engaña a sus camaradas), rescata a una dama (la joven Rebeca Ossorio) del infierno que la mantenía presa o encantada (el del Universal Cinema) y castiga a un hechicero desmesurado y traidor (el infame Ugarte). Si todo esto fuera cierto y la figura del héroe caballeresco hubiera estado presente en la mente de los guionistas de la película, no habría dudas que ésta sería el último de los avatares del ciclo de Florisel de Niquea, formado por los tres postreros libros de caballerías que Feliciano de Silva (Ciudad Rodrigo, 1486-1554) escribió en el segundo cuarto del siglo XVI.

Feliciano de Silva, antes de enfrentarse a la titánica tarea de convertirse en el cronista ficticio de Florisel de Niquea, en la que invirtió veinte años de su vida -recordemos que participó en la expedición de Pedrarias Dávila al Darién1, asistió a la Guerra de las Comunidades, posiblemente fue testigo en Alemania de las campañas de Carlos V contra los luteranos2 y estuvo al servicio de María de Hungría, regente de España desde 1548 hasta 15513-, había escrito, además de su Segunda Celestina (Medina del Campo, 1534), dos obras caballerescas: Lisuarte de Grecia y Perión de Gaula (Sevilla, 1514) y Amadís de Grecia (Cuenca, 1530), movido por el empeño de convertirse en el continuador más fecundo de la serie de los Amadises, después de Garci Rodríguez de Montalvo, reescritor y editor de los cuatro primeros (Amadís de Gaula, 1508) y autor ex novo del quinto, las Sergas de Esplandián, aparecido poco después. Recordemos que Silva retoma la historia de los descendientes de Amadís de Gaula a partir de su nieto Lisuarte de Grecia, en un momento impreciso y en absoluto regido por la historicidad, muy anterior a la caída de Constantinopla ante los turcos en 1453, para presentarnos un Imperio Griego aliado de Gran Bretaña, de cuya casa real proceden sus monarcas, y de diversos reinos orientales cristianos, que está repartido entre dos imperios: Constantinopla y Trapisonda. El primero de ellos sufre periódicamente los asaltos de los enemigos orientales, turcos en principio, como un reflejo de la realidad histórica, aunque más adelante pueblos de otras etnias, sobre todo iránicas: sármatas, masagetas, escitas y persas, en recuerdo de las antiguas Guerras Médicas que asolaron la antigua Grecia, y, finalmente, «ruxianos». Por tanto, la serie de Amadís, a partir de su cuarto libro, se sitúa dentro de ese amplio grupo de libros de caballerías que Pascual de Gayangos incluyó en el, así denominado por él, «ciclo greco-asiático»4. Incluso, desde un punto de vista mítico o meta-histórico, la Guerra de Troya ejerce una notable fascinación en Silva, pues la segunda parte de Florisel de Niquea reproducirá au rebours dicho conflicto, al raptar Florisel a Helena y sufrir Constantinopla, como una segunda Troya, los ataques del prometido de aquélla. En un proceso de amplificatio sin precedentes, anticipado ya por los dos libros o partes que componen Amadís de Grecia, Silva estructurará las aventuras de Florisel de Niquea en cuatro partes, todas ellas bajo la denominación general, empleada ya a partir de Amadís de Grecia, de «Crónica», que intenta obtener la credibilidad debida a las historias auténticas, acontecidas en la realidad y no ficticias o «fingidas», como es el presente caso. Las dos primeras compondrían la primera entrega, Florisel de Niquea (Valladolid, Juan Despinosa y Nicolás Tierri, 1532)5, que sería seguida por la Tercera Parte de Florisel de Niquea (posiblemente en Medina del Campo, Pedro Tovans, 1535)6 y la Cuarta Parte de Florisel de Niquea (Salamanca, Andrea de Portonaris, 1551)7, partida ésta en otras dos partes. En ocasiones, para simplificar, me referiré a todas estas partes con el título general, Florisel, y un número, en romanos, que concierne a la correspondiente parte (y subparte, si a ello hubiere lugar), seguido, en arábigas, de las cifras que se refieren a un capítulo determinado. A modo de ejemplo, la referencia (Florisel IV, II, 23) remitirá al capítulo 23 de la segunda parte de la Cuarta Parte de Florisel de Niquea.

Mientras que Florisel de Niquea consta de 134 capítulos (a los 70 de la primera parte le siguen los 64 de la segunda), la Tercera Parte de Florisel de Niquea llega a 170 capítulos, seguida por los 189 de la Cuarta Parte de Florisel de Niquea (repartidos entre los 91 capítulos de la primera parte y los 98 de la segunda). Llama la atención, por tanto, que la Tercera Parte no aparezca dividida en dos libros o partes como los dos volúmenes impresos que, respectivamente, la anteceden y siguen en el presente ciclo. La razón quizá estribe en el hecho de que Silva, pensando dedicar la Cuarta Parte a las aventuras de Rogel de Grecia, quisiera dar un mayor protagonismo en la Tercera Parte a las de Agesilao de Coicos, travestido en la doncella guerrera Daraida, sin hacer evidente el co-protagonismo de Rogel, como hubiera sido el caso de ocupar éste una segunda parte dentro de Florisel III; de hecho, después del climax narrativo producido por el reencuentro en la Ínsula Despoblada de buena parte de los príncipes griegos, con Amadís de Grecia a la cabeza (Florisel III, 78), y del desencantamiento de Amadís de Gaula y de Oriana por obra de Rogel de Grecia y de Leonida (Florisel III, 88), hubiera sido un buen momento para partir esta entrega en dos libros, a imitación de la anterior Florisel de Niquea, pues en los capítulos restantes, Rogel de Grecia irá cobrando la relevancia que será evidente en la Cuarta Parte.

A continuación, y a pesar de la técnica de entrelazamiento propia de la mayor parte de los libros de caballerías -los que nos ocupan no son la excepción-, que rompe una narración que hubiera podido ser lineal en segmentos referidos a sus múltiples personajes, resumiré el argumento de todos y cada uno de los libros impresos del ciclo, indicando entre corchetes [ ] -pero sin hacer referencia explícita a la obra que se está comentando, por sobreentendida- los capítulos correspondientes, apuntando brevemente las relaciones existentes entre ellos y dejando a un lado sus personajes menos relevantes. En ocasiones, el signo → indicará alguna conexión con otra obra del ciclo o de la serie. Después de cada uno de estos resúmenes, desglosado en cada una de sus partes, si las hubiere, indicaré la frecuencia de los personajes más importantes de la entrega estudiada, que será el cociente obtenido al dividir el número de capítulos en que aquéllos aparecen por el número total de capítulos de la obra impresa de que se está tratando, para luego multiplicarlo por cien y obtener un porcentaje; así pues, si la frecuencia de un personaje, dentro de una determinada entrega, como la Tercera Parte de Florisel de Niquea, es de 32, ello querrá decir que tal personaje aparece en el 32% de los capítulos que la componen.






Florisel de Niquea (1532)

Al comienzo de Florisel I (Silva, que siempre sigue el tópico de la falsa traducción8, atribuye la obra original, tal y como aparece en el frontispicio de la edición, a Zirfea, o Cirfea, reina de Argines), Amadís de Gaula, Oriana y los principales personajes de la serie, permanecen encantados en la Torre del Universo (Amadís de Grecia, II, 129)9, por obra de los sabios Zirfea, Urganda y Alquife. Por si esto fuera poco, cabe esperar la venganza que el linaje del jayán Furior Cornelio, muerto por Amadís de Grecia (Amadís de Grecia, II, cap. 125), se cobrará en los deudos y aliados de las Casas de Bretaña y Grecia. Aunque Florisel de Niquea, hijo de Amadís de Grecia y tataranieto del primer Amadís, debiera dedicar todo su tiempo al desencantamiento de los príncipes encantados, lo malgasta en conseguir los amores de la pastora Silvia (Amadís de Grecia, II, 130 y ss.) -hecho que más tarde le valdrá ser llamado Cavallero de la Pastora-, también cortejada por Darinel, un disparatado pastor que cumplirá, cronológicamente hablando, las funciones de rival, escudero -aunque poco esmerado, pues, en cierta ocasión, Florisel es desarzonado por un contrario, debido a que Darinel no ha apretado bien las cinchas de su montura [19]-, confidente y tercero de Florisel, cuando éste, más tarde, sea desengañado por Silvia y se enamore de la princesa Helena, y luego de «gracioso», en compañía de los enanos Busendo, Mordaqueo o Ximiaca, ya en la Tercera Parte, Florisel, siempre acompañado por Darinel, probará la Aventura del Espejo de Amor, diseñada por el sabio Astibel de las Artes en recuerdo del jayán Furior Cornelio, y conocerá a la princesa Arlanda de Tracia que, enamorada de él, le seducirá haciéndose pasar por Silvia [6-8, 10-13] -lo que le valdrá los sabrosos comentarios de Darinel y Silvia-, y tendrá un hijo suyo llamado Florarían, cuyas aventuras se desarrollarán en las dos partes siguientes, pero sobre todo en Florisel III. El motivo de la dama movida por los contrarios de amor y desamor, como Arlanda, que odia a Florisel por haber matado a su hermano Balarte de Tracia será empleado por Silva en Florisel III, en las personas de Lucela y Sidonia. Después de que Florisel pase por un sinfín de peripecias (Aventura de los Castillos de la Crueldad de Manatiles, Aventura del Paraíso de las Coronas y Gloria de Amor, Aventura de la Duquesa Armida) y de que conozca a Helena, infanta de Apolonia y prometida de Lucidor de Francia, de la que, como antes de dijo, se enamorará, con la complicidad de Darinel -que, después de discutir entre burlas con Mordaqueo, el gigante-enano de Helena, trae y lleva las cartas que ambos se envían- [14-20, 27-31], probará la Aventura de la Tienda y Contienda [32-34], para ser más tarde apresado por los parientes de Furior Cornelio, que lo entregarán a Arlanda. Para escapar a la muerte, Florisel se hace pasar por Alastraxerea [41-42]. Ésta y su hermano gemelo Anaxartes -hijos de Zahara, reina del Cáucaso, y, supuestamente, del dios Marte, pero en realidad de Amadís de Grecia- han cumplido con éxito algunas importantes aventuras como la del Castillo del Lago de las Rocas [2-4], espléndida, o la del Castillo de las Maravillas de Amor [37-40]; Alastraxerea, ayudada por Silvia, ha desencantado a Anastarax del Infierno que lleva su nombre [21-26], en el que permanecía desde la anterior entrega de la serie (Amadís de Grecia, II, 82). Con esta suplantación comenzará una divertida sucesión de confusiones y malentendidos, pues, más tarde, Alastraxerea, tras ser apresada en la Aventura del Espejo de Amor, se hará pasar por Florisel, primero ante Helena, luego ante la propia Arlanda [43-44]. Va a ser la propia Arlanda quien envíe a Florisel, pensando que es Alastraxerea, al Castillo de la Torre del Universo, ordenándole que durante un año impida su entrada a todos los caballeros que a él vayan; si le ha ordenado tal cosa es porque sabe, gracias a Astibel de las Artes, que todos los príncipes encantados serán liberados en ese plazo [45]. Después de descubrir el engaño, al comprobar sin ser vista que quien mantiene encerrado no es hombre sino mujer, pondrá en libertad a Alastraxerea, fingiendo creer en su identidad fingida de Florisel e instándola a llegar cuanto antes a la Torre del Universo para luchar con un caballero desconocido que querrá impedir su desencantamiento [47]. Mientras tanto, Alastraxerea entra en la cueva de las Maravillas de Amor de la fallecida infanta Melia, donde tiene un sueño de carácter «alegórico» -similar al que abre la segunda parte de Amadís de Grecia-, en el que aparecen Razón, Justicia, Misericordia, Templanza y Fortaleza, Honra y Amor en el marco de una visión que augura la futura guerra entre Francia y Grecia [48].

Mientras tanto, Florisel de Niquea, disfrazado de Alastraxerea, ha defendido la entrada de la Torre del Universo, venciendo a más de trescientos caballeros. Después de la llegada de Darinel, a quien entrega una carta para Helena, de luchar con un nuevo caballero, que no es otro que Anaxartes, y de caer con él al suelo, de los yelmos de ambos surge una enorme claridad que desencanta a los príncipes griegos encerrados en el edificio. Montados en un carro volante tirado por dos dragones, aparecen Zirfea, Urganda y Alquife. Todos regresan a Grecia [49-51]. Darinel lleva a Helena la carta de Florisel y charla amistosamente con Mordaqueo. Luego Silvia va a visitar a Florisel y a Anaxartes. Más tarde, el disparatado Darinel le trae la carta de Helena, aconsejándole que no tarde en ir a buscarla, no vaya a adelantársele alguien, con lo que Florisel, llevándolo consigo, va en busca de su enamorada [52-53].

Resuelto el desencantamiento que, como se dijo, era uno de los generadores del argumento, Silva va a hablarnos de los amores, casi imposibles, entre Alastraxerea -que, celosa de su supuesta ascendencia divina, desprecia a todos los varones mortales- y Falanges de Astra, príncipe de Coicos, que la busca desesperadamente, enamorado, por referencias, de ella [54]. Prosiguen las confusiones respecto a las identidades de Florisel y Alastraxerea. Finalmente, Florisel y Falanges, a quien el primero se ha descubierto, juran prestarse mutua ayuda en sus respectivos amores [55-57]. Anaxartes sufre grandes desvelos a causa de la segunda Oriana, de la que está enamorado [58-60]. Florisel se desposa secretamente con Helena, después de «cumplir su voluntad con ella» y parte hacia Constantinopla. Lucidor monta en cólera y adopta el sobrenombre de Lucidor de las Venganzas. Su flota rodea a los fugitivos, pero Alastraxerea impide su captura [61-65]. Florisel y los suyos se reúnen en Niquea con Amadís y todos los príncipes desencantados. Zirfea vaticina la guerra con Lucidor. Florisel encomienda Falanges a Alastraxerea. Todos regresan a sus tierras en espera del conflicto que se avecina. Arlanda se lamenta de haber sido la causa del desencantamiento de Amadís de Gaula [66-70].

Florisel II comenzará, lógicamente, con los preparativos del Imperio Griego ante la inminente guerra. Lucidor no acepta la componenda de casarse con una princesa griega y envía una carta de desafío a Florisel [1-3]. Falanges ha llegado a la Isla del ídolo de las Venganzas de Amor, donde encuentra a Arlanda, a la que nada cuenta de su amistad con Florisel [4-5]. A Constantinopla arriban muchos caballeros para detener la invasión. Florisel, hecho prisionero, junto con Falanges, en el Castillo de la Isla Cerrada es perdonado por Arlanda, que libera a ambos [6-8]. Zahara y sus hijos, que iban a Apolonia para reunirse con los aliados de Lucidor, llegan, arrastrados por una tormenta, a la Ínsula Atrida, donde dan fin a la Aventura de los Palacios Dorados, una de las mejores del ciclo, ya que -después de acabar con el encantamiento obrado por el mago Semistenes en las personas de Franciana y de Frises de Lusitania, que aparece descrito como un espectro- descubren a un dormido rey Artur de Bretaña, que se halla en compañía de otros reyes igualmente encantados [9-11]. Tiene lugar una enumeración exhaustiva de los aliados de ambas partes (que remite a su arquetipo, el «Catálogo de las naves» de la Ilíada) y el desembarco de la gente de Lucidor, entre los que se cuentan Zahara, Anaxartes y Alastraxerea. Primeras confrontaciones por tierra y por mar, precedidas de las arengas de los principales caudillos [12-15]. Tregua de un mes para enterrar a los caídos. Amadís de Grecia y Florisel son desafiados por el rey Sizirfán de Escitia, pariente de Furior Cornelio, y por Frises de Lusitania: tendrán que encontrar a dieciocho caballeros que los apoyen para luchar contra otros tantos, de linaje de jayanes, que irán en el bando de los retadores. Alastraxerea defiende verbalmente a Florisel ante las invectivas de Sizirfán. La flota de Falanges de Astra llega nocturnalmente a Constantinopla [16-18]. Los veinte caballeros de Grecia vencen a sus contrarios. Macartes, rey de Tiro, desafía a Amadís de Gaula [19-24]. Mientras tanto, arriba a Constantinopla Cleofila, reina de Lemos, en busca de marido; al enamorarse de Amadís de Gaula, éste le envía, en signo de cortesía, al vencido Macartes. Tras conseguir que Amadís le prometa que le entregará un marido a su medida, Cleofila regresa a su tierra. Florisel parlamenta nuevamente con Lucidor, pero sin resultados. Se reanuda el combate. Falanges lucha contra Alastraxerea y luego se rinde a ella, que le defiende de un rey pagano que iba a herirle [25-28]. Los «ruxianos», capitaneados por su rey Breo, llegan para ayudar a los partidarios de Lucidor. Lo cierto es que piensan acabar con ambos bandos cuando se hayan debilitado por la guerra. Además, Breo espera casarse con Alastraxerea, que libra de la muerte a Esplandián al convertirle en su prisionero -luego se lo devolverá a los griegos. Los sitiados salen de noche contra el real de sus enemigos, impidiendo la matanza que Breo y los suyos -guardias del campamento en la ocasión- ya han comenzado. Falanges le entrega su propio caballo a Alastraxerea, que ha sido cercada. Florisel salva a Lucidor del jayán que lo llevaba preso. Alastraxerea decapita en combate a Breo. Tras la muerte de más de cien mil «ruxianos», se firma el armisticio. Amadís de Grecia rescata a Cleofila, prisionera en la flota de Breo. Lucidor, al que han desposado con Leonoria, hija de Lisuarte de Grecia y de Abra, regresa a Francia con los suyos [29-32].

Mientras tanto, Amadís de Grecia, a quien el rostro de Lucidor le ha recordado el de su hermana Lucela -de la que se enamoró en el anterior libro de la serie de los Amadises-, después de hundir la flota de Breo, va en su nave sin rumbo fijo. Una tormenta le arroja a tierras de Tracia, donde descubre al doncel Florarlán, hijo (es evidente por su nombre) de Florisel y Arlanda, que lleva una existencia selvática en compañía de trece leones. Tan espartana educación se debe al sabio Astibel de las Artes, que desea fortificar su ánimo para que, ya adulto, pueda vengar la muerte del hermano de Arlanda en la persona de su matador. Este, Amadís de Grecia, compartirá la vida de Florarlán durante más de dos meses, hasta que consiga dilucidar si realmente ama a Lucela o a su esposa Niquea. Prueba la Aventura de Armida, desencanta a quienes se encontraban presos en ella y, a su vez, queda encantado [33-37].

Florisel de Niquea parte en busca de su padre Amadís de Grecia, acompañado por Falanges de Astra. Una tormenta empuja la nave de ambos hasta la Ínsula de Guindaya, donde Florisel, haciéndose pasar por un tal Moraizel, príncipe de Trapobana, consigue librar a Falanges de la pena de muerte en que éste incurrió al rechazar la mano de Sidonia, reina de la ínsula. Florisel se casa con Sidonia y más tarde la libra del jayán Alastradolfo, a quien debía un pesado tributo. Dos meses después parte con Falanges, aunque dejando encinta a Sidonia de una hija, que recibirá el nombre de Diana [38-43].

Zahír, Fénix de Corinto y Astibel de Mesopotamia, a causa de un caballero que ha enloquecido, se ven comprometidos en una serie de aventuras. Lucela y Lucidor, que han partido de Francia con rumbo a Constantinopla, llegan a Tracia, donde desoyen las insinuaciones de Arlanda para que la venguen de Amadís de Grecia. Felizmente, Lucela prueba la Aventura de Armida y desencanta a Amadís de Grecia, que parte para Constantinopla, liberando por el camino a Zahara y a las reinas de Hircania y Sarmacia, que antes habían salido en su busca, secuestradas por el duque Rusián [44-49].

Falanges de Astra, Florisel de Niquea, Anaxartes y Alastraxerea luchan sin conocerse en el transcurso de un combate naval, tras el que liberan a la segunda Oriana de tres hermanos del rey Breo que la habían capturado. A todo esto, Lucela, Arlanda y Armida, que seguían en Tracia, han sido raptadas por el duque de Brabón, que las ha llevado a su nave. Amadís de Grecia, acompañado por Zahara y ayudado por Lucidor y el emperador de Roma, las rescata, siendo perdonado por Arlanda. Después de que una tormenta los lleve a todos hasta la Isla de Rodas, Amadís de Grecia y Zahara, que han entrado en el Castillo de Mirabella, comienzan a amarse tan alocadamente como cuando Zahara quedó encinta de Anaxartes y Alastraxerea (→ Amadís de Grecia, II, 116). Allí combaten contra varios caballeros desconocidos, que resultan ser Florisel, Falanges, Anaxartes y Alastraxerea. Zahara, que ha caído en la cuenta de lo sucedido, revela a sus dos hijos que su padre es Amadís de Grecia y no el dios Marte [50-53]. Ya en Constantinopla, y durante la festividad del Corpus Christi, Zahara, Anaxartes y Alastraxerea, junto con Falanges, son bautizados. Falanges pide a Amadís de Grecia la mano de Alastraxerea, que Zahara concede [54-55].

La magnífica Aventura del Castillo de las Cuatro Calzadas concluirá la presente parte, antes de que se celebren los esponsales de sus principales parejas protagonistas. En efecto, a Constantinopla llega Florarlán con una carta de Arlanda escrita con sangre, donde ésta explica que, por perdonar a Amadís de Grecia, el rey de Tracia la ha despojado del título de heredera, que ha entregado al jayán Mandasanil, del linaje de Furior Cornelio. Todos aquellos que entran en el Castillo de las Cuatro Calzadas, donde Arlanda se halla presa, son puestos en la misma condición si se niegan a vengar la muerte de Furior Cornelio. Florarlán regresa a Tracia acompañado de Florisel, Alastraxerea, Falanges y Amadís de Gaula, seguidos por una flota que deberá rescatarlos si no consiguen su objetivo. Los tres caballeros, tras vencer a otros tantos jayanes que defienden cada una de las vías de acceso al castillo, situado en medio de un lago, caen por una trampilla, ya dentro del castillo, que los conduce a un subterráneo. Alastraxerea, vestida como doncella, escapa a la suerte de sus camaradas, matando a Mandasanil y liberando a los tres caballeros y a Arlanda, que posteriormente es perdonada por su padre, a quien los cuatro campeones habían apresado para asegurar sus vidas [56-60].

Ya en Constantinopla se celebran los esponsales de Falanges y Alastraxerea, Anaxartes y la segunda Oriana, Arquisil y Armida, Florisel y Helena, Lucidor y Onoloria, Zahír y Timbria. Luego llegan seis doncellas vestidas con paños de oro, que llevan una imagen de Cleofila -de quien, nada más verla, se enamora Florarlán-, y otras seis, enviadas por Sidonia, con una carta suya en que promete la mano de su hija Diana y su reino a quien le entregue la cabeza de Florisel. Zirfea, Urganda y Alquife abandonan Constantinopla con Amadís de Gaula y Oriana, a los que llevarán a un lugar encantado. Esplandián abdica en su cargo de emperador de Constantinopla, que recae en Lisuarte, y regresa a Gran Bretaña. Amadís de Grecia recibe el Imperio de Trapisonda. Zirfea muere poco después de los nacimientos de Rogel, Agesilao y Arlanges, respectivamente hijos de Amadís de Grecia y Niquea, de Falanges de Astra y Alastraxerea, y de Anaxartes y la segunda Oriana [61-64].

En ambas partes comentadas, Florisel I y II, que componen la primera entrega impresa del ciclo en un solo volumen, Florisel de Niquea, el estudio de frecuencias de sus principales protagonistas indica que la de Florisel es la más alta, con 50; seguida por la de Alastraxerea, con 37; Falanges, con 28; Anaxartes, con 24; Darinel, con 22; Lucidor, con 17; y Silvia y Arlanda, ambas con el valor 14. A éstas les siguen, con valores comprendidos entre 10 y 5, las de Amadís de Grecia, Amadís de Gaula, Helena y Florarlán; finalmente, las de Sidonia, Zahír, Garianter, Lucela, Fénix de Corinto y Astibel de Mesopotamia se encuentran en el segmento inferior, que alcanza valores inferiores a 5. Este cómputo indica la importancia no sólo de Florisel -no en vano da título al libro-, sino de Alastraxerea y Falanges, personajes fundamentalmente caballerescos cuyas frecuencias superan en Florisel II a las del titular del libro. Por otra parte, la importancia de Darinel es relativa, por concentrarse en Florisel I.




Tercera parte de Florisel de Niquea10 (1535)

El argumento de partida de Florisel III (escrito por Galersis, pues Zirfea muere poco después de los sucesos narrados en Florisel II) dependerá de los dos grandes interrogantes abiertos por la anterior entrega, esto es, el desencantamiento de Amadís de Gaula y de Oriana, y la venganza con que Sidonia amenaza a Florisel de Niquea; también es lógico pensar que Silva desarrollará el súbito enamoramiento de Florarlán por la reina Cleofila y que, conforme a lo establecido en sus anteriores libros, en este del que se va a tratar, se produzca un relevo generacional. En efecto, no sólo descubriremos las aventuras de Florarlán, hijo ilegítimo de Florisel de Niquea, sino las de Rogel de Grecia, su hijo legitimo, y también las de Agesilao de Coicos, hijo de Falanges y Alastraxerea, las de Arlanges de España, hijo de Anaxartes y de la segunda Oriana, y las de Filisel de Monte Espín -que forman un segmento o bloque de carácter pseudoepistolar, cuyo argumento es subsidiario de las cartas que envía a su enamorada Marfiria y recibe de ella-, hijo de Anastarax y Silvia, amén de las de otros personajes secundarios. Mención aparte merece la novedad que supone la aparición del simpático caballero-cuatrero Fraudador de los Ardides11.

Después de un resumen de lo sucedido en el anterior libro y de las descripciones de Agesilao, Diana y Rogel [1-3], Florarlán de Tracia, armado caballero por Amadís de Grecia, parte en busca de aventuras para hacerse un nombre, pues, aunque criado por Arlanda de Tracia, desconoce la identidad de sus progenitores. Llamándose Cavallero del Fénix, por el animal heráldico de Cleofila, vence a un caballero que injuria a Florisel [4-5]; arrastrado por una tormenta llega a la Ínsula de Dardania, donde, después de matar al jayán Madarán el Sobervio, se promete en matrimonio con la princesa Lucenia, de la que se parte para consolidar su fama, con la promesa de que volverá para casarse con ella [8-12, 21].

Mientras tanto, en Trapisonda, Florisel de Niquea vence a Bruzerbo, rey de Gaza, que le desafía en nombre de Sidonia, a la que le remite vivo, como después hará con todos los caballeros que a él vayan con la misma embajada. Después del combate llega Darinel, que se enzarza dialécticamente con Mordaqueo [6-7]. Bruzerbo se presenta a Sidonia y, tras contarle lo sucedido, le pide su mano. Sidonia se la niega. Bruzerbo se marcha y jura que se vengará de ella [13]. Más adelante veremos que cumple su amenaza.

A todo esto, en Atenas, Agesilao se enamora de Diana después de contemplar un retrato suyo y compone un poema en su honor. Su primo Arlanges le aconseja que ambos se vistan de doncellas sármatas y que, haciéndose llamar Daraida y Garaya, partan para Guindaya y se pongan al servicio de Sidonia. Así lo hacen. A partir de este momento, la narración se muestra deliberadamente equívoca, al emplear Silva el género femenino para referirse a ambos donceles. Tras desembarcar en Guindaya, se encuentran con el Cavallero del Letrero; después Daraida (o sea Agesilao), que, con Garaya, cabalga en compañía de dos doncellas, mata a dos caballeros que habían intentado forzarles a ellos, pensando que eran doncellas. Luego cabalgan en compañía de Fénix de Corinto y Astibel de Mesopotamia, que son burlados por un caballero que no es otro que Fraudador de los Ardides. Ya en la corte de Sidonia, ambas se ponen a su servicio y gozan de la intimidad de Diana -encerrada en la Torre de Diana, donde no puede entrar varón alguno- y de sus doncellas de compañía, sobre todo Lardenia [14-20],

Niquea, que viajaba por mar para reunirse con su padre, naufraga en la Ínsula de Gazén y, después de ser hecha prisionera por Garcaraca, del linaje de Furior Cornelio, alumbra a Fortuna [22]. Al ser dada por muerta, Amadís de Grecia parte en su busca, llamándose el Cavallero de la Muerte. Florisel de Niquea, que, acompañado por el enano Busendo, también busca a Niquea, arriba por tormenta a la Ínsula de Garia, donde, gracias a la ayuda de Anastarax y Filisel de Monte Espín, libera a Silvia y a Darinel de unos jayanes que los habían apresado; la enana Ximiaca, que antes había encerrado a Florisel, se unirá a su séquito, formando un divertido grupo con Busendo y Darinel [26-30]. Después -ya han transcurrido varios años- todos llegan a la Ínsula de Gazén, donde se encuentra Niquea, y son apresados [47-48]. Más tarde son liberados por Falanges, Alastraxerea y Rogel de Grecia, que han arribado a la isla por diferentes lugares. Mientras los combatientes se reponen de sus heridas, Busendo, Ximiaca y Darinel intercambian bromas [63, 67-68]. Rogel había abandonado Trapisonda después de ser armado caballero por Gandastes el Bravo, rey de Frigia, presente en la corte para desafiar a Florisel. Tras vencer a Gandastes, Rogel había cumplido varias aventuras, entre ellas la de sus amoríos con Sardenia, señora de los Cuatro Castillos [64-66].

Durante todo este tiempo, Daraida y Garaya siguen en Guindaya. Daraida sobrelleva cada vez de peor modo el amor oculto que siente por Diana. Garaya se ha enamorado de Cleofila, que ha ido a la isla para visitar a Sidonia y conocer a Diana [32-34]. Fénix de Corinto y Astibel de Mesopotamia, después de diversas aventuras, son vencidos por el Cavallero de la Duquesa de Baviera, llegado a la isla para defender ante todos la hermosura de su dama [31, 35, 37]. Cuando Florarlán de Tracia combate con él, la maga Cinistena, madre de la duquesa, obra un encantamiento y aparece un castillo donde quedan encantados la duquesa de Baviera y su caballero: todos los que penetren en su interior conocerán los sentimientos de la persona que aman. Florarlán entra en él y se desengaña del amor que sentía por Cleofila [38-40].

Bruzerbo se confabula con Bultazar, el nuevo rey de Ruxia, que, como él, ha sido vencido por Florisel, para conseguir por esposas a Sidonia y a Diana. Enviados por ambos reyes, Galtazar de Roxa Barva y sus dos hermanos, parientes de Furior Cornelio y de Ardan Canileo, llegan a Guindaya. Sidonia tendrá que encontrar a tres caballeros que se enfrenten a ellos: si sus defensores los vencen, seguirá a salvo; si pierden, ella y su hija se casarán con ambos reyes. El Cavallero del Letrero, el Cavallero del Fénix y Daraida, que ha recibido la orden de caballería de este último, vencen a Galtazar de Roxa Barva y a sus hermanos, que se convierten en aliados suyos [49-52]. Después llegan dos caballeros ancianos de Tesalia y la doncella Galtazira, que obtiene por don que Daraida los acompañe hasta la Aventura del Castillo del Roquedo, para desencantar a Rosarán y Artifira. Después de sufrir todos las burlas de Fraudador [56-57], Daraida no sólo desencanta a ambos enamorados, sino que mata a la «sabidora» Gregasta, autora del encantamiento, y a la bestia Cavalión, que la guardaba [53, 69-72]. Mientras tienen lugar estas aventuras, Amadís de Grecia ha aceptado como escudero a la doncella Finistea, que está enamorada de él, y ha librado del jayán Mandroco y su hermano a Lucela, obteniendo la amistad del noble y caballeresco jayán y capturando después, en solitario, el Castillo de Argantaz [23-25, 42-46]. Pensando que Niquea ha muerto, intenta convencer a Lucela de que se case con él. Más tarde, avisado en sueños de que su esposa aún vive, se embarca con Finistea y llega a la Ínsula Despoblada, donde, por la virtud de un fruto afrodisíaco y luego de otro que produce amnesia, la doncella queda encinta de un hijo que, al nacer, recibe el nombre de Silves de la Selva [73-74]. Más tarde, Florisel de Niquea y todos los que con él partieron de la Ínsula de Gazén, llegan a la Ínsula No Hallada, donde Urganda y Alquife los invitan a presenciar en un espejo mágico las bromas pesadas a que, en la Ínsula de Guindaya, Fraudador de los Ardides somete al Cavallero del Fénix y al del Letrero, primero, y, después, a quienes llevan a Sidonia el pellejo de Cavalión, enviado por Daraida -los caballeros ancianos Barbarán y Moncano y la doncella Galtazira-, que vuelven a sufrir sus burlas [76-77]. Luego todos abandonan la isla y llegan a la Ínsula Despoblada, de la que rescatan a Amadís de Niquea, Finistea y Silves de la Selva, que vivían como ermitaños, para dirigirse a la Ínsula del Alto Roquedo, donde Rogel de Grecia y la infanta Leonida, de la que éste se ha enamorado, desencantan a Amadís de Gaula y a Oriana, que acompañaban al rey Artur de Bretaña, que seguirá en su retiro mágico [78, 86-88]. Tras esto se dirigen a Constantinopla, donde no sólo ellos, sino la mayor parte de los protagonistas del ciclo toman unos baños y comen una conserva, preparada por Urganda y Alquife con los frutos del Árbol de la Vida del Paraíso Terrenal, que les devuelve el vigor de la juventud. Después, Rogel de Grecia y Filisel de Monte Espín parten a la ciudad de Atenas, para dar derecho a una doncella. Filisel permanece en la ciudad, enamorado de Marfiria, una mujer casada que, al final rompe con él, y Rogel regresa a Constantinopla [95-100].

Durante todo este tiempo, Garaya ha acompañado a Cleofila hasta el reino de Lemos, defendiéndola durante el viaje del ataque del «cossario» Grandán el Giboso y confesándole luego su condición de caballero [54-55]. Por otra parte, Daraida, ignorante de que Lardenia ha dado a conocer a Diana su verdadera identidad, que le revelara antes de partir a Tesalia, es arrojada por una tormenta al reino de Galdapa, de donde consigue huir, no sin antes verse perseguida por el rey y la reina del mismo que, respectivamente, la consideran doncella y caballero, aunque después de librar a aquel reino del ejército de un jayán que lo había invadido. Más tarde, Daraida se reencuentra con Garaya y con Galtazar y sus hermanos. Como Galtazar está enamorado de ella, no tiene otro remedio que confesarle su condición de caballero [80-85]. A Guindaya llegan Briangia, reina de Corite, y el rey de Cores, que, para conseguir su mano, con las armas defenderá ante todos su hermosura; Daraida lo vence, sin darse a conocer [90-94], Tras la derrota por Florisel de Bruzerbo el Crespo, rey de los masagetas, y la llegada de éste a Guindaya, Sidonia le pide por don a Daraida que le entregue la cabeza de Florisel, a lo que ella accede, siempre y cuando Sidonia le conceda otro don. Daraida parte para Constantinopla después de descubrirse a Diana, que no acepta el engaño mantenido durante tanto tiempo. Antes de salir de Guindaya, Daraida y Garaya sufren las bromas de Fraudador [105-108]. Ya en Constantinopla, Daraida pide por don a Florisel que la acompañe a Guindaya, lo que él otorga [11-113]. De camino, ambos desencantan en la Ínsula de Artadefa a dos enamorados, presos en el Castillo de Belvista [122-125], llegando finalmente a Guindaya a tiempo de librarla, junto con muchos otros caballeros y la ayuda de Rogel de Grecia, Falanges y Alastraxerea, de la invasión de las tropas -que ya han tenido ocasión de sufrir las burlas de Fraudador [128]- de los reyes orientales, encabezados por Bultazar y Bruzerbo, que desean casarse con Sidonia y Diana. Finalmente, Daraida consigue la reconciliación entre Florisel y Sidonia al obligar a Sidonia a que ella misma decapite a Florisel, que Daraida le acaba de entregar cuando está dormido; revelando públicamente su identidad, obtiene la mano de Diana y desencanta la Torre de Diana y otra construcción análoga, la Torre de Febo [126-141]. Al desencantar después Agesilao y Diana a la duquesa de Baviera y a su enamorado, se quedan, a su vez, encantados, siendo más tarde desencantados por Amadís de Gaula y Oriana, que antes han desposado en Constantinopla a Cleofila y a Arlanges, tras dejar éste su disfraz de Garaya, y, junto con el séquito que los acompaña, entre ellos Amadís de Grecia, han resuelto un asunto de amor y desamor en la Ínsula Solisticia [142-154]. Después, ya en Guindaya, han sufrido las bromas de Fraudador, al conseguir éste, por la vía del humor, lo que no consiguieron los más bravos caballeros y jayanes: que se encierren en un castillo abandonado, por miedo a unos invasores ficticios que, supuestamente, han arrasado la capital [150-152]. Antes de su llegada a Guindaya, Rogel de Grecia, Floristán y Brianges de Boecia, estos dos últimos caballeros noveles, habían recorrido diversas aventuras por tierras de Esparta, entre ellas la organizada por una joven dueña que engaña a Rogel para gozarlo de noche, mientras que su criada Ganta hace lo propio con los escuderos, que, pensando disfrutar de ella, se divierten con la negra Baruquela [114-121]. Ya en la ínsula, Rogel, acompañado por su escudero Serindo, desencanta a Persea y a sus dos hermanas, infantas de Persia, del encantamiento del sabio Gandistines, que las convertía en «etiopias», y mata a la bestia Leonça [155-162]. Luego sufre las burlas de Fraudador, al que captura, sin poder evitar que luego escape [163]. Finalmente, Rogel y Brianges embarcan hacia Persia, con intención de llevar las tres infantas a su padre [164-165].

A todo esto, mientras Agesilao, Arlanges, Diana, Cleofila, y las demás parejas que se encuentran en Guindaya aguardan el momento de partir hacia Constantinopla para casarse, llegan unos jayanes enviados por el nuevo rey de Ruxia, que, inmovilizando a los caballeros mediante un encantamiento, intentan llevarse a las princesas prometidas. Felizmente, la entrada de Alquife y Urganda, metamorfoseados en jayanes, lo impide. Ya en Constantinopla, las bodas se interrumpen ante la comparecencia de un emisario de los herederos de los príncipes orientales vencidos en Guindaya y de otros más (en total llegan a ciento sesenta), que amenazan con sangre y fuego el Imperio Griego. Urganda y Alquife ya han abandonado la ciudad, dejando dos profecías que se refieren a la infanta Fortuna y al tercer Amadís, futuro hijo de Agesilao y Diana [166-170].

El estudio de frecuencias aplicado a los principales protagonistas de esta Tercera Parte, revela la importancia de la nueva generación de príncipes del linaje de Amadís de Gaula, pues la frecuencia de Agesilao-Daraida es de 36, seguida por Rogel de Grecia, con 25; Arlanges-Garaya, Sidonia, Diana y Florisel de Niquea con 22; y Amadís de Grecia con 15. Las frecuencias de Filisel de Monte Espín, Amadís de Gaula, Fraudador, Florarlán, Darinel, Falanges, Alastraxerea, Niquea, Cleofila, Brianges, Fortuna y Lucela superan el valor de 5, siendo inferiores a este último valor las de Helena, Silves, Galtazar, Mandroco, el Cavallero del Letrero, Fénix de Corinto y Astibel de Mesopotamia. Comparando este último libro con el anterior, es interesante observar cómo decaen las intervenciones de Florisel de Niquea, pero, sobre todo, de Falanges, Alastraxerea, Darinel y Anastarax. Curiosamente, las aventuras de Amadís de Grecia parecen cobrar un nuevo interés, quizá como contrapunto a las de sus nietos.




Cuarta parte de Florisel de Niquea (1551)

Florisel IV (también escrito por Galersis) tendrá que resolver cuatro líneas arguméntales inconclusas al final de la anterior parte: 1.°) la guerra del Imperio Griego contra los príncipes orientales; 2.°) la culminación de los casamientos de los jóvenes protagonistas; 3.°) las andanzas de Rogel de Grecia por tierras de Persia y su compromiso con Leonida; y 4.°) más aventuras del simpático Fraudador. En los libros del ciclo vistos hasta ahora es evidente la preponderancia de los motivos caballerescos (combates contra caballeros o jayanes, duelos judiciarios, desafíos, liberaciones de doncellas o caballeros presos en ínsulas o castillos, aventuras de encantamientos y desencantamientos) y sentimentales (aventuras galantes, amores correspondidos o no, soliloquios de caballeros y damas que penan por amores, tercerías rayanas en ocasiones con lo celestinesco, damas que suplantan a otras en el lecho) sobre otros, que sirven para descargar la tensión acumulada a lo largo de la narración. Estos últimos motivos pueden caracterizarse como sigue: 1.º) de carácter pastoril, representado en un principio por las figuras de los pastores Silvia y Darinel y la de un Florisel de Niquea que se hace pasar por el pastor Laterel Silvestre (→ Amadís de Grecia, II, 130)12, que decaen finalmente en Florisel III; 2.º) humorísticos, representados por un Darinel que actúa como confidente y cómplice de Florisel en sus amoríos con Silva, o por la caterva de enanos, como Busendo, Mordaqueo o Ximiaca -respectivamente, al servicio de Niquea, Helena y Florisel-, que divierten con sus disparates a los caballeros y damas protagonistas y, cómo no, al lector; 3.º) basados en el equívoco, como cuando Florisel y Alastraxerea se hacen pasar el uno por la otra, o Agesilao y Arlanges fingen ser doncellas guerreras, como antes hiciera su abuelo Amadís de Grecia en la obra que lleva su nombre, donde se hizo llamar Nereida; y, 4.º) de burla de la caballería, representados por las donosas apariciones de Fraudador de los Ardides.

Pero en Florisel IV Silva subvierte el orden establecido en los anteriores libros del ciclo para igualar, aunque sólo estéticamente, la importancia del elemento pastoril con la del caballeresco, como lo prueba el hecho de que Rogel de Grecia, su principal protagonista, aparezca bajo los disfraces del caballero Constantino y del pastor Archileo, para, al final, identificar a ambos consigo mismo, o sea con Rogel de Grecia. Es evidente que el mundo que emerge en la primera parte, centrado en el apartado y fastuoso Valle de Lumberque, residencia de Archisidea, emperatriz de todo el Oriente, es pastoril, y a él debe plegarse la narración. No obstante, se prolongará a todo lo largo de la segunda parte en la Aventura de los Cerrados de Amor, donde todos los personajes del ciclo, junto con otros nuevos, se entregan a juegos y representaciones de tipo pastoril, que, posiblemente, no son sino un reflejo de la moda imperante, por aquel tiempo, en la corte de Carlos V13.

Además de todo esto, la intercalación de poesías a lo largo de la narración, que Silva ya había empleado tímidamente en los anteriores libros del ciclo (cuatro veces en Florisel de Niquea; nueve en Florisel III), será utilizada diecinueve veces en Florisel IV -como pronóstico de lo que más tarde (ca. 1559) hará su amigo Montemayor en la Diana-, donde, para afianzar y realzar el universo pastoril que preconiza, abundan las métricas de origen italianizante, como si Silva hubiese llegado a la conclusión de que el pastor literario debe ser poeta y músico14. Pero no todo es lo que parece y nadie debe pensar que Silva desee cambiar el mundo de la caballería por el bucólico, cuya imparable ascensión se ve reflejada en Florisel IV, pues sus pensamientos, su sensibilidad y su actitud vital, reflejados en los comentarios de sus caballeros metidos a pastores, proceden del mundo caballeresco y siempre se remiten a él, demostrando que ambos mantienen órbitas no concéntricas entre sí15. Recordemos cómo el joven Florisel renegaba de su condición de pastor cuando andaba en pos de Silvia:

«¿Quién me hizo trocar la cavallería de que andava acompañado, por andar acompañar las pobres ovejas de ningún valor, trocando los paños de la sucesión imperial por los de los tributarios e cativos pastores?».


(Amadís de Grecia, II, 132, f. 229 v.)                


Del mismo modo se expresa Rogel de Grecia al ver el fasto que rodea a Archisidea y decidir cortejarla, hallándose vestido de pastor:

«¿Qué pienso yo, y temo de acometer cualquier hecho con armas pastoriles que la fortuna me á dado, derribado de mi grandeza?, pues las que yo tomé forçado, mi señor padre el príncipe don Florisel de Niquea tomó de su voluntad para acometer la hermosa pastora Silvia. Mas, ay de mí, que él buscó las armas conforme a la guerra que quería emprender en el disfraz de el hábito pastoril de Silvia; mas, ¿yo qué haré?, que con armas pastoriles presumo acometer lo que con las de cavallero, acompañado de los exércitos de mi grandeza, era sobrada osadía emprender tal hecho, según la magestad y grandeza que hoy he visto, pregona».


(Florisel IV, I, 11, f. 9 r.)                


Pero pasemos ya al argumento.

La primera parte (Florisel IV, I) comienza con el socorro que los príncipes griegos solicitan de sus aliados [1]. Rogel y Brianges, que van rumbo a Persia con Persea y sus dos hermanas, naufragan en la Ínsula de Lumbruz, donde Fraudador les roba los caballos. Después de que Rogel libere a Persea y a sus dos hermanas de tres caballeros que las habían secuestrado, prosigue viaje para Persia. Brianges se dirige a Constantinopla. Separado de las infantas por una tormenta, Rogel llega al Valle de Lumberque [2-11] donde, vistiéndose de pastor y haciéndose llamar Archileo, hijo de Laterel Silvestre, se hace amigo de la joven Sarpentarea, oficial de la guardia de Archisidea, emperatriz de Oriente, que atiende más a asuntos de bucólicas y de pastores que de estado. Como el fasto de su corte pastoril ha impresionado y conquistado a Rogel, éste canta un romance que habla de Florisel, Darinel y Silvia, respondiendo así a otro sobre el mismo tema que antes cantó Archisidea [12-13]. Con Polifebo, que es el príncipe Galtaires, también disfrazado de pastor, representa bucólicas ante Archisidea. Más tarde, todavía de pastor, pero con las armas de uno de los cuatro sagitarios que guardan los palacios de la emperatriz, muertos por el jayán Bravasón, que intenta conseguir a la emperatriz, da muerte al jayán, logrando ver el rostro de la bella y aposentarse en su palacio [14-15]. Después mata al envidioso Sinestar y logra superar la Aventura del Castillo del Espejo, acabando, como Cavallero Constantino, con el jayán Zoroastes y liberando a Argentaría. Por mediación de la madre de ésta, que quiere asegurar a su hija una espléndida descendencia, la joven concibe un hijo de Rogel, que se llamará Argento Constantino [16-27]. Más tarde repone en su trono a la heredera del reino de Filaces y vence a Gadalón de las Fuerças, que encerraba a dueñas y doncellas para convertirlas en amantes suyas [29-32]. Apenas llega a tiempo a la ciudad de Gaza para librar de la muerte a Sarpentarea, acusada por uno de los caballeros de Sinestar de haber tenido tratos amorosos con Archileo [28]. En el duelo judiciario que había sido ordenado, él y el falso pastor Polifebo vencen a sus contrarios y Sarpentarea queda libre. El combate también lo han presenciado Canihonca, reina de Cinofia, y Canifeo Cinofal, rey vecino que la corteja y que quiere defender ante todos su hermosura [33-35]16. Rogel, como Cavallero Constantino, desaparece y luego llega Archileo, que se enfrenta en lucha pastoril a Canifeo y lo vence [36-38]. Archisidea comenta el gran parecido que tiene con el Cavallero Constantino. Archileo le dice que el tal caballero no es otro que Rogel de Grecia. Enamorada del príncipe, Archisidea niega su apoyo a los príncipes orientales; luego acepta el consejo de Archileo de que debe casarse con Rogel [39-40], que parte hacia Constantinopla con intención de tomar parte en la guerra que se avecina; pero, a causa de una tormenta, llega a la Ínsula Iritea, donde, como Cavallero Constantino, tras desafiar y vencer al gigante Brosón, consigue ver sin velo a Sinestasia la Desdeñadora, guardada en un castillo por aquél, que cumple órdenes del duque Galistenis, padre de Sinestasia. Este, gran «sabidor», ha pronosticado a su hija que sólo se casará con Rogel de Grecia. Como es idéntica a Archisidea, Rogel también se enamora de ella, sin saber con cuál de las dos quedarse. Sinestasia piensa pedir a su padre que envíe una carta a Grecia para casarla con Rogel, mientras éste (que aún adopta la personalidad de Cavallero Constantino) ensalza el valor de Archileo. Brosón le ruega que, si vuelve a Constantinopla, lleve como escudero a su hijo Bradafil; como Rogel lo acepta, recibe el sobrenombre de Cavallero del Gigante. Más tarde Brosón los seguirá con una flota [49-53].

Mientras han tenido lugar estos acontecimientos, Agesilao, que no consigue consumar su matrimonio con Diana, porque aún no se ha podido celebrar la ceremonia, interrumpida por la inminente guerra, realiza en Constantinopla diversas aventuras, entre ellas la de conseguir que Fraudador le devuelva el caballo que le ha robado, con lo que ambos se hacen amigos. Más tarde lucha contra su padre Falanges, sin reconocerlo, a causa de una doncella malvada, siendo salvado del trance por Arlanda de Tracia, que obliga a Arlanges a identificarse [41-46]. Llega a la corte la Aventura de los Gozos y Angustias de Amor en Gloria de Fenisbela. Gracias a esta aventura, Leonida conoce las muchas infidelidades de Rogel, pues ve reproducidos los rostros de sus muchas amantes, y determina dejar de amarle. Lo mismo le sucede a Niquea, que descubre el amor que su esposo Amadís de Grecia profesa a Lucela [47-48].

Los reyes orientales se preparan para invadir Constantinopla, reclutando aliados desde el Mar Negro y zonas limítrofes con Persia, hasta Laponia; pero antes (repetición de lo sucedido en Florisel III, 126 ss.) deciden atacar con cien naves la Ínsula de Guindaya, para apoderarse de Sidonia y, mostrándola a los griegos, quebrantar así su valor. El enorme ejército desembarca en la ínsula con numerosos elefantes. La reina hace una salida nocturna para quemar las máquinas de sitio. El rey de Gaza retira sus tropas, por miedo a matarla. Por carta le dice que, si se casa con él, se pasará a su bando, pero ella no lo acepta. Llegan diez mil jinetes al mando de Rogel y Galtaires. Bruzerbo de Gaza se rinde a Sidonia, que le concede la libertad, junto con el único de los monarcas contrarios que han sobrevivido, el rey de la Laguna Meiotis [54-62]. Rogel tiene amoríos con Salderna, reina de Galdapa, que se encontraba con Sidonia, de los que, más tarde, nacerá Argantes; luego parte con Galtaires para Grecia [63]. Los cristianos se reúnen en la Montaña Defendida y van con sus flotas a Constantinopla. Tienen lugar los primeros combates. Los griegos y sus aliados piden por carta a sus enemigos que se retiren o que nombren caballeros para luchar en combate particular. Los contrarios aceptan un combate de cincuenta contra cincuenta, que no deberá repercutir en el desenlace de la guerra. Falanges de Astra opina que deben aceptar, pues, si consiguen matar a los jefes contrarios, los asaltantes carecerán de mandos [64-66]. Acaban con buena parte de ellos y capturan, sin rescate, a los supervivientes [69-73]. Antes ha llegado a la ciudad Xarandria, reina de la Ínsula de los Bacanaos, que, siendo de gran estatura, desea recibir la orden de caballería de manos de Alastraxerea, por la que siente gran estima. Más tarde ambas lucharán victoriosamente en un combate de tres por tres, ayudadas por el jayán Grifilón, que ha enaltecido sus fuerzas y hermosura [67-68]. Primera batalla naval a favor de los griegos [74-75], que después desbaratan los intentos de sus enemigos para robarles el ganado que pasta alrededor de la ciudad. Grandabadel, rey de Susiana y virtuoso, a pesar de ser jayán, ofrece una preciada joya a quien componga en el plazo de tres días el mejor epigrama en honor de Archisidea; luego defenderá con las armas su hermosura. Como el primero en caer es el rey de Acaya, partidario de los invasores, éstos cuestionan la lealtad de Grandabadel y le amenazan con invadir sus tierras. Rogel y el gigante Brosón desafían y matan a quienes insultaron a Grandabadel, que se pasa al bando griego [77-82]; más tarde luchará contra Canifeo Cinofal, que ha acudido a defender la hermosura de Canihonca, perdonándole la vida a instancias de Canihonca [83]. Rogel convence a Grandabadel de que se bautice al día siguiente [84]. Finalmente, después del gran combate que causa enorme descalabro a los sitiadores, éstos firman el armisticio definitivo con los griegos y regresan a sus tierras [85-91].

Tendremos que aguardar a la segunda parte (Florisel IV, II) para saber si Rogel de Grecia consigue, finalmente, a Archisidea. Al llegar a su corte la Aventura de Fenisbela, Archisidea descubre que uno u otro, o Rogel o Archileo, han tenido numerosas amantes. Por otra parte, Galistenis le avisa por carta de que no debe casar con hombre mortal hasta que no reciba una señal de los dioses: se trata de una estratagema para apartarla de Rogel y casar a éste con su hija Sinestasia [1-3], a la que Rogel desea unir con el rey de Susiana.

Mientras que en Constantinopla se preparan las bodas de los príncipes, inconclusas ante la declaración de guerra de los orientales, se levanta una gran niebla que dura un mes. Sidonia, Lucela y el sobrino de ésta Lucendus, que se ha enamorado por oídas de Leonila, llegan a la ciudad. Un gran viento se lleva a todas las damas y las deja ante unos palacios encantados, rodeados por varias zonas concéntricas de niebla: los Cerrados de Sinestasia, obrados por su padre y prohibido a los varones, del que saldrán las damas al modo de caballeros andantes [5-9]. Rogel conoce por carta que para casarse con Archisidea tendrá que abrazar su religión. Más tarde, junto con el rey de Susiana, Florisel y Agesilao, prueba la Aventura de los Cuidados en los Descuidos de Amor, donde todos son burlados por las damas que aman o amaron [10-19]. Fraudador -que ha merecido disponer de un capítulo que lleva su nombre, el vigésimo: «Que trata de Fraudador y de sus muchos ardides»; y que ha estado robándoles a las damas sus monturas- salva la vida subiéndose a un olmo con la ropa que ha robado a las doncellas de turno, desde donde hace una mordaz critica a la caballería andante. Lucendus es nombrado caballero por Amadís de Gaula [21]. Algún caballero que importuna a las damas, como el jayán Brandabadal, que, por la fuerza de la magia se acerca a la aventura y se apodera de Sinestasia, muere a manos de las damas [39-42]. La vista de Fortuna, que se ha hecho amiga de la fuerte Xarandria, mata, con la sola fuerza de su belleza, a un príncipe, Brisel de Acaya. Otros dos que le acompañaban, se desmayan y luego pelean entre sí, matándose [43].

Rogel decide ir a ver a Archisidea disfrazado de Archileo, para conocer sus pensamientos más secretos, acompañado de su jayán-escudero Brandafil y del rey de Susiana. Arrojados por tormenta a la Ínsula de Artadafa, Rogel libera de unos jayanes -familiares del jayán que acabó con los cuatro sagitarios de Archisidea, anteriormente muerto por Archileo-, a la bella jayana Galacinda, a su propio escudero Serindo y a las infantas pérsicas, así como al hijo de Persea y suyo, Playartes de Fortemar [22-26]. Finalmente llega al Valle de Lumberque disfrazado de Archileo, y recomienda a Archisidea que se case con Rogel, haciendo de mediador de sí mismo («[...] Vuestra Grandeza de primero me hizo segundo, y de segundo tercero [...]» [Florisel IV, II, 29, f. 54 v.]). Todo son representaciones de bucólicas en la corte de la emperatriz oriental. Archileo mata en combate de lucha pastoril al pastor Febeo, que defendía la hermosura de la pastora Acarides, quien muere al verlo. El episodio, que es un remedo al estilo pastoril de un duelo entre caballeros, será recordado por un monumento: la Fuente de los Gloriosos Pastores [27-37]. Veladamente, Archileo confiesa su identidad a Archisidea, que, del mismo modo, le revela que sería incapaz de dirigirle la palabra a quien se hubiera burlado de ella. No obstante, dispone los preparativos de su boda con Rogel [38], que parte hacia la Ínsula de Artadafa; pero una tormenta le arroja a la Ínsula de la Clara Deidad, así llamada por una estatua de Júpiter que se halla en un castillo y que desprende gran claridad. Luego marcha a otra ínsula cercana para liberar, siguiendo una profecía escrita, al jayán Basdagarel de varias serpientes -una de ellas de más de cincuenta pies de longitud- que lo atormentan, y a las que mata, valiéndose de sus manos contra las más pequeñas, al modo de Hércules, en el transcurso de una de sus mejores aventuras. Más tarde acaba con los jayanes responsables de tal maldad y se lleva la estatua de Júpiter para regalársela a Archisidea, junto con los cuerpos de las serpientes, rellenos de heno [45-49]. Mientras tanto, a Archisidea, que se encuentra en su corte de Gaza, le aconsejan que sólo que case con Rogel si éste acepta su religión [50]. Rogel y el rey de Susiana entran en el Valle de Lumberque haciéndose pasar por los pastores Archileo y Caridonio. Rogel y Archisidea se dan las manos, en señal de casamiento, ante el rey de Susiana; luego se embarcan para Constantinopla [51-57], Archisidea envía una carta a sus súbditos, en la que les ordena que a ella y a su esposo les muestren la obediencia y el vasallaje debidos [58]. Tras ocho días de navegación, cierto anochecer ven llegar dos nublados que se convierten en llamas y luego en dos carros tirados por dos enormes serpientes aladas. Uno de ellos persigue al otro hasta que ambos desaparecen. Galistenis, padre de Sinestasia, iba en el que emprendió la fuga, con un ejército de espíritus del que pensaba servirse para raptar a Archisidea. Sus perseguidores son la reina de Argines17, Urganda y Alquife. Galistenis llega hasta el segundo de los cerrados, donde a Sinestasia le rompe en la cabeza un frasco de agua olorosa que le quita todo recuerdo de Rogel. Más tarde obra unos arcos de modo que las damas quedan encerradas en ellos [59-60].

La flota que lleva a Rogel y Archisidea llega a la Isla de Argines. Allí encuentran a su reina, que se halla acompañada por Urganda y a Alquife, que antes los han atemorizado al aparecerse como otros tantos jayanes dispuestos a atacarlos. Luego, en sus palacios, donde aparece pintado todo lo sucedido en la primera parte, los sabios los llevan a una torre, en la que no sólo contemplan todo lo que sucede en la lejanía, sino escenas del pasado, como la batalla de Farsalia, la guerra de Troya, o más recientes, como la que componen Archileo y Caridonio representando bucólicas ante Archisidea (el episodio es similar a otro en que, gracias a la poma mágica de Urganda y Alquife, los príncipes griegos observan las distantes bromas de Fraudador [→ Florisel III, 76-77]). Después parten para Constantinopla [61-63]. Cuando Archileo, pues como tal ha entrado Rogel en la ciudad, confiesa su identidad a Archisidea, añadiendo que se matará si ella no le acepta, la Emperatriz Oriental le entrega su mano, bautizándose a continuación con todo su séquito [64-66]. Después de que las doncellas que permanecían en los Cerrados de Sinestasia sean rescatadas por los caballeros que se desposarán con cada una de ellas -Agesilao rescata a Diana, Florestán a Briangia, Arlanges a Cleofila, Lucendus a Leonila, Cuadragante a Lardenia, el rey de Susiana a Sinestasia-, desaparece la aventura y salen Sidonia, Lucela, Arlanda y Finistea: como no las sacó ningún caballero, quedarán solteras para siempre. Sólo permanecen dentro Fortuna y Xarandria, tras un muro de cristal. Los príncipes de Egipto y de Chipre intentan liberarlas, pero se enfrentan a múltiples imágenes de las doncellas que se burlan de ellos [67-70]. Sinestasia es bautizada. Luego llegan dos doncellas, que tanto han discutido acerca del comportamiento de la romana Lucrecia ante Tarquino, que han hecho una apuesta. Piden a los caballeros y damas de la corte que comiencen un certamen para defender cada una de sus posturas, cuyo juez será Sidonia. Finalmente, la reina decreta un empate y ordena que a ambas doncellas se les den joyas por el importe de la apuesta. Entonces se celebran no sólo las bodas aplazadas desde el final de Florisel III, sino también las de los príncipes y princesas comprometidos en la presente Florisel IV, que ya acaba de concluir el capítulo 72 de su segunda parte, y que debiera terminarse con él, por encontrarse los caballeros de las generaciones de Amadís, Esplandián y Lisuarte muy entrados en años (aunque, como veremos, más que rejuvenecidos por la pócima de Urganda y Alquife [→ Florisel III, 95]), Amadís de Grecia y Florisel de Niquea menos activos que en anteriores entregas, y felizmente casados Agesilao, Arlanges y Rogel. No obstante, Silva, posiblemente consciente de haber cargado sobremanera las tintas pastoriles, nos ofrecerá dos aventuras más, a modo de recapitulación de todo el ciclo. Si la primera es de portentos de carácter amoroso, entre los que no faltan las hilarantes intervenciones de Darinel y Mordaqueo [73-77], la segunda [78-94], de magníficos hechos de armas, supondrá un espléndido broche final al ciclo.

Al tercer día de las bodas aparece en Constantinopla un cercado de jaspe con almenas, lleno de bosques y vergeles y con el siguiente rótulo en su puerta: «Al que la suerte cupiere / de provar el aventura, / amostrarle ha la ventura / lo que más quiere y no quiere» (Florisel IV, II, 73, f. 131 v.). Por ella sale un feo enano que cabalga un gran avestruz. Al quitarle un águila el capirote que lleva en la cabeza, él se convierte en jayán y el avestruz en elefante; luego, tras darle a Rogel una carta, el jayán se muda en doncella y su montura en palafrén. Así principia una curiosa aventura en honor de Rogel y Archisidea, con dos partes: la primera consiste en una justa diaria e incruenta que tendrá lugar, después de la comida, entre los caballeros de Constantinopla y los que saldrán del cercado. La segunda se dará cuando una pareja de caballero y dama entre en el cerrado y descubra bajo un arco una poma redonda colgada de una argolla, que les mostrará las pasadas aventuras de sus amores. Acometen la aventura Amadís de Grecia y Lucela, luego Florisel y Arlanda, Abra y Lisuarte, Silvia y Darinel y otros más. Los príncipes y princesas griegos son invitados a cenar en el cercado, donde se suceden bailes en cuyo transcurso jayanes y jayanas se transforman en enanos y enanas, luego en caballeros y doncellas, en niños y niñas y finalmente en aves. Más tarde, unos cinofales que bailaban se mudan en cíclopes, luego en «etiopios» y en doncellas. El trío de sabios protectores de la casa griega (la reina de Argines, Alquife y Urganda) obran en la gran plaza de Constantinopla un gran castillo de alabastro, diamante y cristal, del que salen varios carros, ocupados, sobre otros tantos tronos, por Amor, Muerte, Fama y Tiempo; después, echándose a volar, desaparecen.

Entonces llegan dos doncellas que anuncian el rapto de Gradafilea y Sigislao, hijo del rey de Trapovana, por un jayán del linaje de Furior Cornelio, que, deseando vengar lo sucedido en el Castillo de las Cuatro Calzadas (Florisel II, 51-60), los ha encerrado en el Castillo de las Doce Carreras. Como una amplificatio del episodio anterior, donde Florisel, Falanges, Amadís y Alastraxerea fueron al rescate, Silva, en un arrebato épico, enviará a doce campeones (obsérvese que ninguno de ellos pertenece a la generación más joven) que cumplirán su última gran aventura caballeresca. Amadís de Gaula, Galaor, Esplandián, Lisuarte, Amadís de Grecia, Florisel, Falanges, Alastraxerea, Zahara, Anaxartes, Anastarax y Zahír, saldrán por separado, acompañados cada uno por un único escudero. Como es habitual, la demanda dará lugar a otras aventuras menores, entre la que es de destacar aquella en que Amadís de Gaula, que ha llegado a un castillo, saca a su hermano Galaor del lecho que comparte con la doncella a la que acaba de enamorar, sin que su avanzada edad -de más de ciento cincuenta años- haya menguado sus dotes de seducción [83]. Observamos también que Silva desea concluir el ciclo de Florisel con un perfecto ejercicio de simetría, que convierte el circuito de sus aventuras en una circunferencia perfecta, pues a su final volveremos a ver a uno de los personajes (aunque muy secundario), que estuvieron presentes en su inicio. En efecto, al liberar Anaxartes y Florisel a unos cautivos, que unos «cossarios» mantenían presos, entre ellos descubren a Laterel Silvestre [87], el anciano que antaño, en tierras de Tirel, cerca de Alejandría, proporcionara a Florisel los hábitos pastoriles que le permitieron cortejar a Silvia (Amadís de Grecia, II, 132); con él se encuentran Butarel y Gabatena, padres de Darinel, que, finalmente, se reunirán con su hijo en Constantinopla, al igual que todos los príncipes que regresan de su aventura final, donde el cercado -por cierto, hecho por el padre de Sinestasia para honrar a todos los príncipes- desaparece, así como el palacio que la reina de Argines, Urganda y Alquife, habían obrado por arte de magia, quedando en su lugar los tres sabios [96-97]. Después de bromear con Mordaqueo, Darinel regresa con sus padres a Tirel. Rogel y su flamante esposa vuelven a sus tierras de Oriente. En el barco que los lleva, Archisidea se siente encinta de un hijo, que recibirá el nombre de Felismarte de Grecia. Sidonia, acompañada de Agesilao y Diana, pone rumbo a Guindaya [98].

El estudio de las frecuencias aplicado a esta parte final del ciclo, muestra que, al contrario de lo que sucedía en las anteriores, el protagonismo de sus personajes está muy repartido. En efecto, las frecuencias de Rogel-Archileo-Constantino y de Archisidea, los dos más importantes, son respectivamente, 40 y 20. Las de Agesilao, Diana, rey de Susiana, Florisel, Fraudador, Alastraxerea, Sidonia, Amadís de Gaula, Amadís de Grecia, Sinestasia, Sarpentarea y los demás, apenas sobrepasan el valor de 15. Silva ha repartido el protagonismo de los, hasta entonces, personajes más relevantes, quizá para sugerir que, ante el esplendor pastoril del Valle de Lumberque, cuyo imperio acaba de conseguir Rogel, el más joven de los herederos de Grecia, las cansadas luces del viejo mundo caballeresco no pueden sino empalidecer.






Conclusiones

Maestro no sólo de la técnica de entrelazamiento referida a personajes, sino aplicada también a diferentes bloques temáticos, Silva alterna las situaciones caballerescas con las humorísticas, paródicas o pastoriles. Las primeras, predominantes en Florisel I y II (como lo prueban los mayores porcentajes de aparición en ellas de Florisel de Niquea, Alastraxerea y Falanges de Astra), decaen ligeramente en Florisel III, donde la importancia de elementos paródicos, representados por Fraudador, es evidente, y aún más en Florisel IV, dominada por la presencia de elementos pastoriles y por la abundante intercalación de poesías dentro del texto en prosa, a pesar de un segmento final de aventuras caballerescas protagonizadas por los héroes de las generaciones anteriores. Son constantes en todo el ciclo la presencia de los linajes de Furior Cornelio y del rey Breo de Ruxia, como principales enemigos del de Amadís de Gaula, así como de grandes confrontaciones de alcance mundial que cuestionan la existencia, como imperio, de Constantinopla, particularizadas en las invasiones de la Ínsula de Guindaya. Análogamente, la adopción de falsas personalidades es un motivo invariante en Silva: Florisel y Alastraxerea intercambian sus personas (en Florisel de Niquea), Agesilao y Arlanges se hacen pasar por doncellas guerreras (Tercera Parte de Florisel de Niquea), Rogel de Grecia, al igual que muchos otros caballeros, se viste de pastor (Cuarta Parte de Florisel de Niquea). Puesto que las diferentes partes del ciclo se suceden cronológicamente, se produce un relevo generacional en sus principales protagonistas. En cierta forma, con la entrada final del pastor Laterel Silvestre, que marcó la aparición del mundo pastoril al final del segundo libro de Amadís de Grecia, el ciclo, como la mejor de las aventuras, acaba donde comenzó.

Por si esto fuera poco, si comparamos a Silvia con Archisidea, veremos que, dentro de la ficción, ambas son pastoras de Oriente, y que si el mundo bucólico de la primera es real, los Campos de Tirel (en Egipto), el de la segunda es ficcional, el Valle de Lumberque (en algún punto impreciso del Oriente de Silva). Y no debe extrañarnos que los conceptos pastoriles impregnen este gran ciclo caballeresco, pues lo enmarcan: si Florisel de Niquea lo comenzó vestido de pastor para conquistar a Silvia, su hijo Rogel de Grecia lo concluye, después de ataviarse del mismo modo para conseguir a Archisidea.



 
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