1
Vid.
Azorín, De Granada a Castelar y A. Souto Alabarce:
«Hace menos de un siglo, el de Castelar
era uno de los nombres más famosos del mundo. Hoy es
difícil hallar sus obras; más difícil
aún encontrar quien lo lea; muy poco probable que se le
estudie en las Universidades o se le recuerde en las revistas
literarias. Y sin embargo, a fines del siglo pasado era
quizás el escritor y político de lengua
española más conocido»
, 1980: IX.
2
La oratoria de Castelar ha sido objeto de interesantes propuestas en este Primer Seminario sobre Emilio Castelar y su época. Cfr. las siguientes ponencias: Tomás Albaladejo Mayordomo, «Poliacroasis en la oratoria de Emilio Castelar»; Isabel Paraíso Almansa, «El ritmo de la prosa de Emilio Castelar», y losé Antonio Hernández Guerrero, «Emilio Castelar, orador».
3
Vid. Bibliografía citada.
4
Sobre Krausismo, véase en esta misma publicación Fátima Coca Ramírez, «Fundamentos estéticos en la teoría literaria de F. de Paula Canalejas».
5
Véase en esta misma publicación, Fernando Romo Feito, «Castelar lee a Rosalía de Castro».
6
Nótese que esta consideración del arte es heredera de la Estética de Baumgarten, aunque Castelar no utiliza -al menos en los textos que hemos revisado- el término «estética», su concepto de arte aparece separado de la dimensión ética o moral.
7
Recordemos
nuevamente a Azorín (De Granada a Castelar). A.
Souto Alabarce no duda en calificarlo de «escritor retórico y
romántico»
(1980: XIV).
8
Véanse Menéndez Pelayo, Heterodoxos..., Souto Alabarce...
9
En la
reseña que hizo Valera de la Vida de Lord Byron se
muestra en desacuerdo con Castelar en su teoría
(sustentada por Demócrito) de que el genio se manifiesta
como consecuencia de un intenso padecimiento. Con su peculiar
ironía, Valera comenta: «Hay un
párrafo donde su crítica literaria, su
estética, parece patología interna»
(J.
Valera, «Crítica a Vida de Lord Byron, por
E. Castelar», 1961, II: 438).
10
Todavía subsistían ecos de la vieja polémica clasicismo / romanticismo en algunos manuales de enseñanza. Puede verse, a manera de ejemplo, el capítulo titulado «Clasicismo y Romanticismo» que, en 1870, desarrollaron R. Álvarez Espino y A. Góngora Fernández en sus Elementos de literatura filosófica, preceptiva e histórico-crítica con aplicación a la española (Cádiz, Imprenta de la Revista Médica, 2 vols.).