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11

Págs. 309-310 de Sermón perdido, 2.ª edición. (Madrid, Fernando Fe, 1885).

 

12

Otro tanto pensaba el agustino Francisco Blanco García, para el cual «se dibuja a medias [en el poema de Ferrari], mutilada en sus contornos y falseada en su representación fundamental por las simpatías revolucionarias del autor, la figura del tempestuoso dialéctico del siglo XII» (Pág. 352, t. II de La literatura española en el siglo XIX, Madrid, 1910). Eduardo Gómez de Baquero, tan ponderado en sus apreciaciones, opinaba, por el contrario (En memoria de Emilio Ferrari, artículo en La España Moderna, Madrid, cuarto trimestre de 1907; pág. 149), que como «la poesía no necesita atemperarse a los accidentes externos de la historia», ya que «le basta un mínimo de verosimilitud», la impugnación hecha por sus colegas carecía de mayor entidad.

 

13

Pág. 315 de Sermón perdido.

 

14

He aquí tres ejemplos ilustradores: I), «Todo parece / que siente y ama, que acaricia y late. Francamente, yo no estoy aquí para hacer comentarios de esas vaguedades de poeta nihilista. Todo eso estaría bien en un pueblecillo de esos que eligen al alcalde por sus propias fuerzas, pero en Madrid, la residencia habitual de Cánovas, no se deben leer cosas tan absurdas» (Pág. 327 de Sermón perdido); II), «ladrar de perros, cánticos lejanos, / esquilas de ganado perezoso / volviendo a sus apriscos por los llanos. Pues, sí señor; ladrar de... perros (claro, de perros, siendo ladrar...) se oye también de noche. ¿Nunca ha oído V. decir que los perros ladran a la luna? Y sobre todo... que ladran de noche. Los he oído yo. Pero según el Sr. F., el ladrar de perros no dura más que un momento. Eso será en Valladolid. En las demás partes los perros, los de la aldea sobre todo, ladran muchos momentos, casi toda la noche. ¡Hay cada mastín!» (pág. 337 ídem.); III), «¿Quién es? entonces preguntaron   —253→   dentro: / y adelantando del umbral al centro / el monje respondió: -Pedro Abelardo. O sea ¡este es gallo! como el del pintor de marras. Sí, Sr. F., es la triste verdad. Ese monje lo mismo podía ser un loco escapado de un hospital que el Sr. D. José Velarde, que no es loco, ya lo creo que no, pero que describe como usted; o bien el obispo de Pentápolis; podría ser cualquiera. Es Pedro Abelardo; corriente, basta que él lo diga; pero crea V. que es... por una casualidad» (pág. 344 ídem.).

 

15

Pág. 355 de Sermón perdido.

 

16

Los entrecomillados de este párrafo pertenecen a la nota previa que Ferrari puso a esos dos poemas, publicados en 1891 bajo el título general de Poemas vulgares.

 

17

He documentado pormenorizadamente este suceso en mi trabajo «Un ataque a 'Clarín'. Seis artículos de Ramón León Máinez» (Revista de Letras, Universidad de Oviedo, XI, 1950, págs. 247-273).

 

18

Exhumo el texto de ambos en el trabajo citado en la nota precedente.

 

19

Publicado en el Almanaque de «La España Moderna» para el año 1892 (Madrid, 1891), págs. 215-227.

 

20

De un «palique» en el núm. 455: 7-XI-1891, de Madrid Cómico, donde se habla también de Luis Taboada, Mariano de Cavia, Manuel del Palacio y José Velarde.