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1

Jolly traduce dhâtu por «componente fundamental» (Grundbestandteil); R. F. G. Müller habla indistintamente de «sustancias radicales» (Wurzelstoffe) o «fundamentales» (Grundostoffe); Filliozat, por su parte, prefiere hablar de «elementos».

 

2

En el manuscrito de Bower es mencionada, al lado de estas tres dosa, la sangre. Estos cuatro dosa se hallarían en inmediata relación fisiológica y patológica con las cuatro estaciones (Hoernle).

 

3

Herter (apud S. Lasso de la Vega) ha demostrado que sōma en Homero puede también significar el cuerpo vivo. Discuten los filólogos acerca de la etimología de sōma. Para Bréal, ese término provendría de saos-sos, lo que salva. Para Koller, en cambio, se deriva de una raíz que expresa la idea de saquear; con lo cual sōma habría significado originariamente la masa del cuerpo como objeto de violencia, trátese de un cuerpo vivo o muerto, aunque más frecuentemente lo último.

 

4

En varios lugares de su obra, pero sobre todo en Phys (118 y 9, 198 b 29 y sigs.), Aristóteles recoge el pensamiento biológico de Empédocles, discute su idea del azar y da una teoría de éste distinguiendo entre el azar en general (autómaton) y la fortuna (týkhē). Reaparecerá el tema.

 

5

Si se tiene en cuenta la influencia histórica de esa colección, parece lícito hablar de un «hipocratismo lato sensu», como lo he hecho yo en mi libro La medicina hipocrática, a pesar de la diversidad cronológica, temática y doctrinal de los escritos que la componen. A ese libro remito a cuantos deseen un conocimiento más amplio del saber de los médicos hipocráticos acerca del cuerpo humano.

 

6

Parece ser que el primero en usar el término anatome fue Aristóteles (Historia animalium, 3, 1, 7). En tal caso, habría que atribuir a una fecha bastante tardía la confección o la titulación del escrito peri anatomēs.

 

7

A primera vista, algún texto podría aludir a ella. Hablando de la reducción de luxaciones vertebrales de la región lumbar, dice el autor de Sobre las articulaciones: «El único recurso sería abrir el cuerpo del sujeto, hundir la mano en el vientre y rechazar la vértebra hacia atrás; pero esto podría hacerse con / un cadáver, no con un hombre vivo» (L. IV, 198). Por su parte, el autor de Sobre el corazón escribe: «Después de la muerte, si, conociendo el rito antiguo, se retira el corazón...» (L. IX, 88). ¿Se refiere el texto al cadáver del hombre? La hipótesis es muy improbable, porque ese «rito antiguo» de que ahora se habla es sin duda el de los arúspices. La actitud religiosa ante el cadáver humano impidió a Grecia, hasta bien entrado el período helenístico de su cultura, la práctica de la disección.

 

8

El pensamiento anatomofisiológico que expresa ese texto se halla a cien leguas de la tosca y gratuita «física del recipiente» que en los escritos cnidios ha visto R. Joly.

 

9

El alma no es, sin embargo, algo absolutamente simple, como las ideas; en sí misma es un compuesto (Rep. X, 612); pero sólo «un malvado -dice Platón- querría disolverlo» (Tim. 41 ab). La idea del alma que Simmias propone y Sócrates discute y rechaza -visión de ella como una peculiar armonía dinámica de elementos opuestos (lo frío y lo caliente, lo seco y lo húmedo), procedente tal vez de Filolao o de Alcmeón (Bang. 186 d)- es acaso un remoto precedente de la que Galeno sugiere en su escrito Quod animi mores corporis temperamento sequantur. Galeno, como en páginas ulteriores se verá, concibe la esencia del alma como una peculiaridad de la krásis humoral.

 

10

En modo alguno parece un azar que Equécrates, tan deseoso de oír a Fedón el relato de la muerte de Sócrates, perteneciese al círculo pitagórico de Flionte, y que Cebes y Simmias, los dos principales interlocutores de su maestro en este diálogo, procediesen de otro círculo pitagórico, el de Tebas.