A mi hijo Enrique.
Escena primera
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La escena representa una montaña
de peñascos, descubriéndose por un lado el
mar embravecido. En primer término, a la derecha del
espectador, habrá una pequeña gruta practicable.
El cielo representará el anochecer, cubierto de nubes
borrascosas. Se verán relámpagos, y se oirán
truenos, el bramido de las olas y el silbar del viento. MARCOLÁN,
mago, aparece dentro de la gruta, estudiando en sus libros
a la luz de una lámpara y rodeado de instrumentos
mágicos. LISARDO, vestido de pieles y con aspecto
salvaje, asomará por lo alto de la montaña
y bajará de peñasco en peñasco, declamando
los primeros versos.
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LISARDO: | (Mirando despechado al cielo.) | Rompe tu seno pardo, | | oscura nube, y lanza furibunda | | el
rayo abrasador, que ansioso aguardo; | | el rayo que confunda | | y en el inmenso mar sepulte y hunda | | esta desierta roca, | | que con la altiva frente al cielo toca, | | y es, ¡oh destino
impío!, | | cárcel estrecha de mi ardiente brío. | | (Pausa, y prosigue, mirando al mar.) | Y tú, tremendo
mar, ¿por qué rugiente | | no rompes este freno de tus
iras? | | ¿O eres tan impotente | | que en vano a libertarte de
él aspiras? | | ¡Ah, si yo fuera tú...! ¡Si yo
tuviera | | tu colosal poder..., ni un solo instante | | de mi
curso delante | | obstáculo ninguno consintiera, | | y al
encontrarlo, mi rencor profundo | | con sus huellas borrara
el ancho mundo! | | Mas, ¡ah!, no me escucháis... ¿O
no son nada, | | oscura nube, tu rugiente trueno, | | ni tu empuje
y furor, ¡oh mar hinchada! | | si otro poder mayor os pone freno? | | (Pausa.) | Como vosotros, yo, que arde en mi mente | | fuego
mayor que el que en los rayos arde | | y un alma más
tremenda, | | más indomable que la mar rugiente | | dentro
mi pecho siente | | de sus fuerzas hacer perdido alarde. | | Y
aquí atado y cautivo, | | aquí como cobarde, | |
apenas sé si vivo, | | puesto que el mundo ignora | | que
en él Lisardo mora. | | Lisardo, el que pudiera | | llevar
su nombre a la encendida esfera. | | (Pausa, y prosigue, mirando
a la gruta): | ¡Oh padre!... Padre no, tirano fiero, | | que
eres de un infelice carcelero: | | maldito sea tu saber insano
y ese tu afán prolijo, | | que te hace ser de un desdichado
hijo | | inexorable y pertinaz tirano. | |
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MARCOLÁN: | (Dentro
de la gruta, hablando consigo mismo.) | ¡Mísera Humanidad!
Siempre maldice | | la mano protectora que la ampara | | y que
del precipicio la separa. | | ¡Mísera Humanidad, siempre
infelice! | | Es mi anhelo salvar a mi hijo amado | | de las borrascas
que en la humana vida | | le tienen las estrellas prevenida, | | y él su opresor me llama despechado. | |
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(Se va poco
a poco despejando el cielo, y, alzándose la luna en
el horizonte, ilumina la escena con su luz azulada.)
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LISARDO: | (Avanzando al proscenio.) | ¿Es vida, ¡triste de mí! | | es vida, ¡cielos!, acaso | | aquesta vida que paso | | con sólo
mi padre aquí? | | Si condenado nací, | | y sin esperanza
alguna, | | a que este islote mi cuna, | | mi estado, mi único
bien | | y mi tumba sea también, | | maldigo yo a la fortuna. | | Si tal mi destino fué, | | que es imposible lo fuera, | | ¿para qué un alma tan fiera | | dentro de mi pecho hallé? | | ¿Con qué objeto, para qué | | arde esta insaciable
llama, | | que toda mi mente inflama, | | de buscar dándome
anhelo, | | aun a despecho del Cielo, | | oro, amor, poder y fama? | | Enhorabuena el reptil | | rampe en el vivar estrecho, | | si allí
goza satisfecho | | toda su existencia vil; | | pero el águila
gentil, | | de alas y valor provista, | | en el sol clave la vista, | | cruce las nubes voraz, | | y en ellas pregone, audaz, | | del
espacio la conquista. | | No reptil, águila soy, | | águila,
y he de volar | | sobre la tierra y el mar. | | (Corre decidido
hacia la montaña.) |
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MARCOLÁN: | (En su gruta y
hablando consigo mismo.) | No volarás, que aquí
estoy, | | Lisardo, y a darte voy | | pronto una grave lección | | que calme en tu corazón | | ese ciego desatino | | que
te arrastra de contino | | del mundo a la perdición. | |
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LISARDO: | (Despechado y como detenido en medio de la escena
por un impulso superior.) | ¡Infelice!... Me olvidé | | que a este escollo estoy atado, | | donde del mundo ignorado | | he nacido y moriré. | | Si tal mi destino fué, | | cúmplase pronto. Liberte | | de esta cárcel con
mi muerte | | mi alma gigante yo mismo | | lanzándome en
ese abismo | | para burlar a la suerte. | |
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(Va a arrojarse al
mar, y sale sobresaltado de su gruta MARCOLÁN con
una vara de oro en la mano.)
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MARCOLÁN: | Tente Lisardo,
hijo mío. | | Insensato, ¿dónde vas? | | Tente, que
aunque bastan sólo | | para tu intento atajar, | | la fuerza
de mis conjuros, | | pues no tiene otras mi edad, | | quiero sólo
con las voces | | de mi cariño lograr | | que desistas,
hijo mío, | | de tu designio fatal. | | Torna, Lisardo,
a mis brazos, | | que para ti sólo hay paz | | entre los
brazos de un padre | | que idolatrándote está. | |
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LISARDO: | (Que se detiene a la orilla del mar en cuanto oye
a su padre, vuelve y se arroja a sus brazos muy abatido.) | ¡Oh padre! |
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MARCOLÁN: | Calma,
hijo mío, | | la espantosa tempestad | | de tu corazón,
más recia | | que la que un momento ha | | esas esferas
turbaba | | y alborotaba ese mar. | |
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MARCOLÁN: |
Mira, Lisardo, | | cuál la nube huyendo va | | tornando
el zafir del cielo | | con suave luz a brillar | | al reflejo de
la luna, | | astro benigno de paz. | | Mira cuál bajan las
olas, | | que montañas de cristal | | azotaban estas peñas | | a empuje del huracán. | | Huyan así de tu mente, | | para no volver jamás, | | esas oscuras ideas | | que hacen
tu infelicidad. | | Y cálmese así tu pecho, | | que
no deben agitar | | las fantásticas pasiones | | tras de
que perdido vas. | | ¿Qué te inspira, dí, Lisardo, | | esa confusa ansiedad, | | cosas que tú desconoces | | anhelando
sin cesar? | |
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LISARDO: | Los impulsos de mi alma, | | que a voces
diciendo están | | que he nacido para el mundo, | | para
en su centro lograr | | amores, riqueza, fama, | | poder, mando. |
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MARCOLÁN: | Basta
ya. | | Te comprendo. Mas ¿qué sabes | | tú de ese
mundo ideal, | | que existe en tu mente sólo? | |
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LISARDO: | (Recobrándose y creciendo en vehemencia.) | ¡Oh padre
mío, cesad! | | Que aunque estas ásperas peñas, | | que ciñe en torno la mar, | | mi cuna fueron, y son | | mi cárcel siempre, y serán | | tal vez también
mi sepulcro, | | no tan rudo soy, ni tan | | salvaje, que no conozca | | que en el mundo hay mucho más. | | Esos tus libros lo
dicen, | | a quien tanto culto das, | | y que te han dado esa ciencia, | | que profesas por mi mal. | | Tus labios también lo han
dicho, | | complaciéndose en contar | | de tu vida los portentos, | | los recuerdos de tu edad. | | Y aunque nunca de tus libros | | devorara a tu pesar | | las páginas, y aunque siempre | | hubieras, cauto y sagaz, | | puesto en tus labios un sello | | que guardara la verdad, | | que hay mundo, y cómo es
el mundo, | | por instinto natural | | adivinara. Sí, padre; | | baste de destierro ya. | | Llévame donde hombre sea, | | y donde pueda lograr, | | como hombre, amores, riquezas, | | poder
y dominio. |
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LISARDO: | Quiero mando, poderío, | | gloria, fama... |
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MARCOLÁN: |
Bien;
tendrás | | cuanto apeteces, Lisardo. | | Y a tu padre dejarás | | en este desierto solo, | | decrépito... ¿Quieres más? | |
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LISARDO: | (Con ternura.) | Padre idolatrado, quiero | | vivir
como racional; | | mas bajo tu amparo siempre. | |
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MARCOLÁN: |
¡Mi amparo...! Insensato estás. | | ¡Mi amparo!... ¿De
qué te sirve, | | si entras con la tempestad | | de las
humanas pasiones | | del mundo en el hondo mar? | | ¡Ay, que entonces
mi cariño, | | mi ciencia, todo mi afán | | de nada
han de aprovecharte! | |
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LISARDO: | (Con entereza.) | ¿De nada...?
Pues bien está. | | El aliento que me agita, | | el encendido
volcán | | de valor y de denuedo, | | que arde en mi pecho
tenaz, | | me bastan, señor, y sobran; | | y suficientes
quizá | | para serviros de apoyo | | a vos, ¡oh padre!,
serán. | | (Con resolución.) | Salgamos de estos
peñascos. | | Aquestos libros quemad. | | Venid al mundo
conmigo, | | y vuestros ojos verán | | que engendrasteis
un portento | | de altas empresas capaz. | |
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MARCOLÁN: | (Aparte.) | Vuelve a exaltarse su mente. | | Ya la lección convendrá, | | y que empiece a realizarse | | mi bien combinado plan. | | (Alto.) | Hijo, Lisardo, sosiega | | tu ardiente pecho. Serás | | complacido por tu padre. | | Lograráse tu ansiedad. | | Pero de la noche el manto | | cubre el firmamento ya. | | Calma
en sosegado sueño, | | calma, hijo mío, tu afán. | |
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LISARDO: | (como soñoliento.) | De lo que hoy he padecido | | estoy, señor, en verdad | | tan fatigado..., que empiezo | | dulce descanso a anhelar... | | Reposaré... |
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MARCOLÁN: | (Llevándole lentamente al fondo de la escena, a la
izquierda del espectador, donde habrá en tierra un
lecho de ramas secas.) | Sí,
hijo mío. | | (Aparte.) | Ya empieza el conjuro a obrar. | | Le tocaré con la vara, | | y al sueño se rendirá. | | (Le toca, y prosigue en alto): | Sí, hijo mío;
sí, descansa, | | pues convidándote está | | de secas algas el lecho, | | que aquí orillas de la
mar | | halagan las blandas brisas | | que en torno volando están. | |
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LISARDO: | (Acostándose en el lecho.) | Sí, padre
mío...; sí, padre... | | El sueño ganando
va | | mis sentidos..., halagado | | por la esperanza que has | |
dado a mi pecho... Esta noche | | soñaré felicidad. | | (Queda dormido.) |
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MARCOLÁN: | (Contemplándole
con cariño.) | ¡Hijo del alma!... ¡Hijo mío!... | | En sueño profundo está. | | Ahora desengaños
sueñe | | que ponga fin a su afán. | | (En medio
de la escena, en actitud imponente y solemne.) | Espíritus
celestes e infernales, | | genios del bien y el mal, que los
destinos | | por ocultos caminos | | dirigís de los míseros
mortales, | | al gran poder de mi saber profundo | | obedientes
venid, que ya os aguardo, | | y al dormido Lisardo | | mostrad
en sueños cuanto encierra el mundo. | | En vagas vaporosas
ilusiones, | | y en fantásticas formas vea su mente | |
cuanto anhela imprudente, | | y ancho campo ofreced a sus pasiones. | | (Gira la vara en derredor.) | Ya os miro en torno revolar;
ya os veo, | | o desde el centro de la tierra oscuro, | | o desde
el aire puro | | obedientes venir a mi deseo. | |
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(Se oye una música
suave y armoniosa y una voz dulce dice desde las bambalinas):
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VOZ DEL GENIO DE LOS AMORES: | Yo, numen de los amores, | |
le coronaré de flores, | | y atándole en tiernos
lazos | | colocaré entre sus brazos | | la más insigne
beldad. | | Y encantado con su acento, | | y embriagado con su
aliento, | | apurará en las delicias | | de sus amantes
caricias | | la humana felicidad. | |
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(Suena a la izquierda de
la escena una música llena y alegre, y en seguida
dice una voz sonora):
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VOZ DEL GENIO DE LA OPULENCIA: | Yo dispongo
del oro y riqueza, | | y a tu mágico
impulso obediente | | a sus ojos dormidos patente | | cuanto alcanza
mi imperio pondré. | | Y la Pompa oriental y grandeza | | gozará venturoso en el sueño, | | y de inmensos
tesoros el dueño, | | mientras dure el encanto, le haré. | | Aroma y bálsamos | | respirará. | | Sedas y púrpuras | | se vestirá. | | Ricos alcázares | | habitará. | | Y en la demencia | | de la opulencia | | se perderá. | |
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(Suena
a la derecha una banda de música militar, tocando
una marcha guerrera, y dice una voz robusta):
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VOZ DEL GENIO DEL PODER: |
Yo, que de la ambición y de la gloria | |
el genio soy audaz, | | su pecho tornaré con mi alta
llama | | en hoguera voraz. | | El lauro ceñirá de
la victoria | | su envanecida sien, | | y su nombre en los cantos
de la fama | | escuchará también. | | Y un pueblo
rendido | | a sus pies verá, | | y desvanecido | | lo dominará. | |
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(Se oyen truenos subterráneos mezclados con música
sorda y lúgubre bajo el tablado, y luego dice desde
allí una voz áspera y satánica):
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VOZ DEL GENIO
DEL MAL: | Yo marchitaré | | las lozanas flores. | | Yo
envenenaré | | los dulces amores. | | Y
en horrores | | sus delicias tornaré. | | La
riqueza | | y grandeza | | serán
de su pecho, | | por la avaricia y el terror deshecho. | | Y la
indomable ambición | | su corazón | | al crimen arrastrará, | | y en hondo precipicio lo hundirá. | |
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MARCOLÁN: | (Extendiendo la vara a un lado y otro.) | Comenzad, genios que me estáis hablando | | el orden
proseguid de mis conjuros, | | dentro la mente del dormido dando | | formas visibles a los aires puros. | |
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(Entra en su gruta,
se sienta, coloca a sus pies un reloj de arena y prosigue
leyendo en la mayor abstracción, permaneciendo así
hasta el fin del drama.)
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Escena II
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Cruzan
la escena en todas direcciones ligeras gasas transparentes
con figuras vagas y fantásticas, alusivas al amor,
al poder, a la ambición y al crimen, y se van reuniendo
al fondo de la escena y delante del lecho de LISARDO, formando
como una niebla blanquecina que lo cubra todo. Por un escotillón
sale ZORA, cubierta con una gasa blanca que le dé
la apariencia de una sombra. La música toca una armonía
lánguida y suave, que va concluyendo poco a poco en
notas aisladas y que van siendo imperceptibles. Se disipa
luego repentinamente la niebla, y aparece un risueño
y rústico jardín, iluminado por la luz de la
aurora. El lecho de LISARDO, alzado un poco del suelo y formado
con flores y cubierto por un pabellón de colores enlazado
en las ramas de los árboles. Y en él estará
dormido LISARDO, cuyo vestido de pieles se habrá mudado
en uno rico de cazador. Aparecerá también un
asiento rústico en medio de la escena, y caerá
el velo que cubre a ZORA, quedando ésta vestida con
una túnica blanca y coronada de rosas. La gruta de
Marcolán, y éste dentro estudiando, habrá
estado siempre descubierta, y permanecerá así
inmutable durante todo el drama, por más cambios de
decoraciones que se verifiquen.
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LISARDO: | (Incorporándose
como admirado y mirando a todos lados.) | ¡Cielos!... En el
mundo estoy. | | Mi padre no me engañó. | | Del islote
me sacó. | | Hombre cual los hombres soy. | | No hay duda...
¡Felice yo! | | (Se levanta y corre de una parte a otra, pero
sin reparar en ZORA, que estará a un lado cogiendo
flores.) | ¡Oh, qué risueño jardín! | |
Y no lo circunda el mar. | | Desde aquí podré
volar | | por uno y otro confín... | | ¿Quién me
lo puede estorbar?... | | ¡Cuán gozoso y satisfecho | |
miro el matutino albor! | | Una y otra linda flor, | | ¡qué
aromas dan a mi pecho! | | ¡Oh qué vida...! ¡Qué
calor! | | Aquí no escucho el bramido | | de las olas, que
decía | | pavoroso noche y día: | | «Pobre Lisardo,
nacido | | bajo estrella tan impía.» | | No, que el risueño
murmullo | | de auras, hojas, aves, fuentes, | | dan acentos diferentes, | | que son dulcísimo arrullo | | de mis venturas presentes. | | Mas ¿qué me detengo aquí? | | Por linda que esta
mansión | | halague mi corazón, | | aun estrecha
es para mí. | | Volemos a otra región. | | (Repara
en ZORA, y queda sorprendido.) | ¿Qué es, ¡oh Dios!,
lo que allí veo? | | Solo en el jardín no estoy... | | ¡Ah, que realizando voy | | cuanto anheló mi deseo, | | y todo ventura es hoy! | | ¡Una mujer!... Sí, y aquella | | que en sombra leve y fugaz | | turbando mi eterna paz | | vió
siempre gallarda y bella | | mi delirio pertinaz. | | Sí,
la misma que mis ojos | | en ilusión vieron vana, | | ya
en los perfiles de grana, | | que ornan los celajes rojos | | de
la encendida mañana, | | ya entre las orlas de espuma | | del adormecido mar, | | sobre las playas triscar, | | leve como
leve pluma, | | y mi pecho arrebatar. | | Y pues la suerte dichosa, | | que hoy dirige mi destino, | | portento tan peregrino, | | de
mis afanes tal diosa | | me presenta en mi camino, | | corro a
exhalar a sus pies, | | completando mi ventura, | | el alma, que
en llama pura | | volcán encendido es | | desde que vi su
hermosura. | | (Se acerca con timidez a ZORA.) | Ángel
celestial... |
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ZORA: | (Con sencillez y naturalidad.) | Lisardo... | |
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LISARDO: | (Aparte, sorprendido.) | ¿Sabe, ¡cielos!, quién
soy yo? | | Sin duda, pues me nombró... | |
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|
ZORA: | ... hace
tiempo que os aguardo. | |
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LISARDO: | (Dudoso.) | ¿Vos... me conocéis...? |
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LISARDO: | (Con vehemencia.) | Y yo os conozco también, | | y ando tras de vos perdido; | | y que tan sólo he nacido | | para estar, pienso, ¡oh mi bien!, | | a vuestro encanto rendido. | |
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|
ZORA: | Pero ¿mi nombre ignoráis? | |
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LISARDO: | ¡Ah!... Sólo
sé que os adoro; | | todo lo demás lo ignoro. | |
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LISARDO: | (Arrebatado.) | Amor..., vuestro amor imploro. | |
|
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ZORA: | ¿Amor...?
¿Qué decís, Lisardo? | | ¿Olvidáis que
Zora soy?... | | ¡Ah!... Jamás os vi cual hoy. | | De veros
tal me acobardo | | y temblando toda estoy. | |
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|
LISARDO: | Mi encanto,
mi único bien, | | mi tesoro, mi alegría... | | ¡Oh
lumbre del alma mía!, | | no miedo, lástima ten | | de mi amorosa agonía... | | Para ti sólo respiro, | | y sin ti quiero la muerte. | | ¿Qué es vivir sin poseerte? | |
|
|
ZORA: | (Turbada y vergonzosa.) | Lisardo..., yo me retiro. | |
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|
LISARDO: | ¿Puede mi amor ofenderte...? | | ¿Te ofende...? No
seas cruel; | | oye mi llanto, mi ruego. | |
|
|
ZORA: | Crece mi desasosiego... | | retírome del vergel. | |
|
|
LISARDO: | (Deteniéndola.) | ¿Sin responder a mi fuego?... | | ¡Ah!... Esperad, ¡oh bella
ZORA!, | | más bella que la mañana. | | ¡Ay!... Esa
encendida grana | | que vuestro rostro avalora, | | ¡cuánto,
cuánto os engalana! | | (Hincando una rodilla.) | ¡Piedad
de mí! No, no quiero | | la vida sin vuestro amor. | | Si
dura tanto rigor, | | si tenéis pecho de acero, | | me moriré
de dolor. | |
|
|
ZORA: | (Conmovida.) | ¡Lisardo...! ¡Lisardo...! ¡Ay
Dios! | | No penséis que el pecho mío... | |
|
|
LISARDO: |
¡Cuánto a mi pasión da brío | | la inquietud
que advierto en vos! | |
|
|
ZORA: | Y yo..., basta..., ¡oh desvarío!... | |
|
|
LISARDO: | (Tomándola una mano y besándosela
con ansiedad.) | No basta..., no, que un volcán | | es
mi pecho. El corazón | | arde. Y crece una pasión | | en mí tan gigante, tan | | de indómita condición, | | que..., ¡Zora...!, ¡Zora...!, piedad... | | (Abatido.) | No
sé lo que pasa en mí. | | Nunca en mi alma conocí | | tan quemadora ansiedad... | | (Con vehemencia.) | Ámame,
o me muero aquí. | |
|
|
ZORA: | (Con acento enternecido.) |
¡Mi Lisardo! |
|
|
LISARDO: | (Enajenado.) | ¡Oh
deliciosa | | voz, cual no escuché jamás, | | y que
embriagándome estás | | el alma...! |
|
|
ZORA: | (Tímida.) | Seré
tu esposa... | | ¿Puedes, dí, pretender más...? | |
|
|
LISARDO: | (Con ansiedad.) | Sí, mi esposa... Y ¿me amas?
Díme. | |
|
|
ZORA: | (Con ternura.) | Te amo..., sí. |
|
|
LISARDO: | (Levantándose, fuera de sí.) | No
puede ser | | que a un hombre mate el placer, | | si aun vivo.
¡Oh dicha sublime! | | ¡Cielos, me ama una mujer! | | (Abraza a
ZORA.) |
|
|
ZORA: | Pero no basta, Lisardo, | | que cual me dices me
adores, | | ni que corresponda amante | | mi pecho a tus intenciones, | | pues para ser yo tu esposa, | | y darte de esposo el nombre, | | es preciso que mi padre, | | que habita un albergue pobre, | | en lo más repuesto y solo | | de estos intrincados bosques, | | me conceda su permiso, | | bendiga nuestros amores, | | y que
en sus manos me jures | | ante Dios y ante los hombres | | la fe
del estrecho lazo | | que sólo la muerte rompe. | |
|
|
LISARDO: | (Impaciente.) | Obstáculos a mi anhelo... | | ¿Quién
indiscreto los pone? | |
|
|
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LISARDO: | (Confuso.) | No...,
Zora mía. | | A tu voluntad conforme, | | corro a buscar
a tu padre | | para que grato corone | | esta dicha, que en la
esfera | | del sol radiante me pone. | | Vamos,. pues... Mas si,
insensato, | | se opusiese... | |
|
|
ZORA: | (Consternada.) | ¡Oh Dios!...
¿Entonces...? | |
|
|
LISARDO: | (Resuelto.) | Amándome tú,
en el mundo | | no habrá quien mi dicha estorbe. | |
|
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(Van
a marchar y sale LISEO, viene con túnica negra, barba
blanca y apoyado en un báculo, y los detiene.)
|
LISEO: |
Ten en el paso, que a tu encuentro | | salgo para que la logres. | | Padre amoroso de Zora, | | seguíla a este sitio, donde | | he escuchado tus palabras | | escondido entre esas flores. | | Y la llama conociendo | | que arde en vuestros corazones, | |
y que en ti feliz encuentra | | mi adorada prenda el hombre | | más capaz por su cariño, | | y más digno
por sus dotes | | de asegurar su ventura, | | de merecer sus favores, | | por esposa te la otorgo | | ante Dios y ante los hombres. | |
Y bendeciré este enlace, | | que hasta la muerte te impone | | el compromiso sagrado | | de ser su amparo, su norte, | | su firme
amante y su dicha, | | si a jurarme te dispones | | el cumplir
eternamente | | tan santas obligaciones. | |
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|
LISARDO: | (Con decisión.) | Yo lo juro por los cielos, | | anciano, y airados sobre | | mi
frente su ira tremenda | | y su maldición desplomen | |
si quebranto el juramento | | que ahora de mis labios oyes. | |
|
|
LISEO: | (Abrazándolo.) | Pues ahora ven a mis brazos, | | para que ellos te coloquen | | en los de tu amante esposa, | | que tu tierno amor coronen. | |
|
|
|
(Entrega ZORA a LISARDO y se
abrazan estrechamente.)
|
LISARDO: | (Con agitada vehemencia.) | Celeste luz de mi dichosa vida, | | astro de amor y de delicias
lleno, | | ven, y descansa en mi agitado seno, | | que ardiente
apenas puede respirar. | | Ven, que al tenerte en mis convulsos
brazos, | | al alentar tu embalsamado aliento, | | una existencia
tan divina siento | | por mis estrechas venas circular, | | que
juzgo que en el Cielo es imposible | | más venturoso
ser. Ven, ¡oh alma mía! | | Miro en tu rostro un sempiterno
día, | | en tus ojos un sol eterno arder. | | Todo el confuso
afán de mis delirios, | | todas las ilusiones de mi mente | | hoy se realizan al besar tu frente; | | desfallezco de gozo
y de placer. | |
|
|
|
(Cae sentado con ZORA en el asiento rústico
que estará en medio de la escena, y LISEO se coloca
detrás, extendiendo los brazos sobre ambos. El asiento
se eleva del suelo y se convierte en un trono formado de
flores, de mariposas, de palomas y de tórtolas, y
rodeado de cisnes, delfines y conchas, y entra por un lado
y otro una tropa de salvajes y de sílfides que bailan
en rededor, formando lazos con guirnaldas y bandas de colores,
y ofreciendo a LISARDO y a ZORA ramilletes y canastillos
de flores. Concluida la danza, se retiran, y con ellos LISEO.
Y desaparece todo, quedando el asiento rústico como
estaba en el principio, y en él LISARDO y ZORA como
embelesados. Y tras de breve pausa se oirá debajo
del tablado la VOZ DEL GENIO DEL MAL.)
|
VOZ DEL GENIO DEL MAL: |
Lisardo, en el mundo hay más. | | El tiempo
perdiendo estás. | | ¿Qué es belleza | | sin riqueza...? | | Busca riqueza, riqueza tendrás. | | Lisardo, en el mundo
hay más. | |
|
|
|
(LISARDO se pone de repente inquieto y pensativo.)
|
ZORA: | ¿Qué, Lisardo, te suspende...? | | Yo no sé
qué advierto en ti. | | ¿No eres venturoso...? Dí... | | Algo tu anhelo pretende. | |
|
|
LISARDO: | ¡Ay Zora! Sí. Aunque
tu amor | | es el aura que respiro, | | y aunque dichoso me miro | | de tu encanto poseedor, | | a las dichas de mi pecho | | y a tu
divina hermosura | | esta soledad oscura | | me parece campo estrecho. | |
|
|
ZORA: | (Con ansiedad y ternura.) | ¿Aquí contento no
estás...? | |
|
|
LISARDO: | (Con vehemencia.) | A tu lado, hermosa
mía, | | toda mi alma es alegría. | |
|
|
|
(Suena bajo
el tablado la VOZ DEL GENIO DEL MAL.)
|
VOZ DEL GENIO DEL MAL: | Pero hay en el mundo más. | |
|
|
ZORA: | ¿No
te encantan estas flores | | por las auras regaladas, | | que,
risueñas y esmaltadas, | | dan balsámicos olores? | | ¿No está pomposa techumbre | | de verdes hojas y ramos, | | bajo de la, cual gozamos | | del sol templada la lumbre? | | ¿No
de este prado las galas? | | ¿No el murmullo de estas fuentes? | | ¿No esas nubes transparentes, | | que el viento lleva en sus
alas? | | ¿No la quietud en que estás? | | ¿Esta calma...?
¿Esta alegría...? | |
|
|
LISARDO: | (Que habrá estado
muy pensativo mientras ha hablado ZORA, se vuelve a ella
y la abraza con entusiasmo.) | Sí, me encantan, Zora
mía... | | Pero hay en el mundo más. | | (Levantándose
y creciendo su agitación.) | Hay más, sí.
Lo anhelo todo | | para ti sólo, mi amor; | | pues fuera
duro rigor | | vivir siempre de este modo. | | Cubran cimbrias
esmaltadas, | | bronce y mármol tu beldad; | | no en oscura
soledad | | las silvestres enramadas. | | Dente sus suaves olores, | | embalsamando el ambiente, | | quemadas gomas de Oriente, | | mejor
que rústicas flores. | | Los sonoros instrumentos | | den
a tu descanso arrullo; | | no de un arroyo el murmullo, | | ni
de un ave los acentos. | | Ornen tu frente gentil | | oro, perlas
y diamantes; | | que esas flores rozagantes | | parécenme
adorno vil. | | El orbe admirado vea | | nuestro fuego sin segundo; | | templo magnífico el mundo | | de tu alma hermosura sea. | | Pompa, riquezas deseo. | | ¿Qué es sin ellas la beldad?... | | ¡Abrasado en la ansiedad | | de la opulencia me veo! | | (Cayendo
en repentino abatimiento y paseándose sin hacer caso
de ZORA.) | Mas ¿cómo lograrla yo... | | ¿Hay más
grande desventura? | |
|
|
ZORA: | (Que lo ha escuchado al principio
asombrada, y que lo sigue después inquieta.) | ¿Mi
cariño, mi ternura | | no te bastan...? |
|
|
LISARDO: | (Con
despego.) | Zora,
no. | | (Volviendo en sí y abrazándola.) | Con
toda el alma te adoro; | | pero hay en el mundo más. | |
|
|
ZORA: | (Afligida.) | ¿Te importuno ya quizás...? | |
|
|
LISARDO: | (Fuera de sí.) |
Ansío la pompa y el oro. | | El
brillo de las riquezas | | es quien da brillo a los nombres... | | (Creciendo su inquietud.) | ¿Cómo consiguen los hombres | | los tesoros y grandezas? | | Si no los logran mis brazos, | |
ni los alcanza mi aliento, | | el frenesí que en mí
siento | | me hará el corazón pedazos. | |
|
|
ZORA: | (Poniéndosele
delante, muy afligida.) | ¡Lisardo...! |
|
|
LISARDO: | (Recibiéndola
en sus brazos.) | Ven,
Zora mía; | | ven, que te idolatro, sí. | | Pero
vivir siempre aquí, | | vivir en cárcel sería. | | Si no logro mis anhelos, | | y si es en la soledad | | oscura
felicidad | | la que me otorgan los cielos, | | como te tenga a
mi lado, | | no me importará volver | | al peñasco
donde ayer | | era tan desventurado. | | O al fin, burlando el
rigor | | de tan oscuro existir, | | entre tus brazos morir..., | | ¡esto fuera lo mejor! | |
|
|
|
(Se inclina abatido en el hombro
de ZORA. Se abren y apartan los árboles del fondo
y dejan ver a lo lejos un magnífico palacio; se oyen
un cuerno de caza, caracoles y ladridos. Se reanima LISARDO,
mirando sorprendido a todas partes, y salen CLORINARDO y
FINEO, ricamente vestidos de cazadores, y con ellos cuatro
Caballeros lo mismo y una tropa de Monteros y Villanos, unos
con perros de caza, otros con azores.)
|
CLORINARDO: | Ya en
el cenit sentado | | la viva lumbre de su eterna llama | | por
los campos derrama | | con tanta furia el sol, que bosque y
prado | | mustias miran sus ramas y sus flores. | | Y ahogados
de calor los cazadores, | | y de sed abatidos los lebreles, | | no encuentran ya más fieras | | que herir gallardos,
o acosar crueles, | | por estos campos, montes y riberas. | | No
mira el gerifalte | | ave pintada que veloz esmalte | | las leves
nubes que ornan el espacio. | | Si os parece, Lisardo generoso | | vamos a tu magnífico palacio | | a disfrutar de plácido
reposo, | | que no ha sido perdida la mañana, | | pues caza
habemos hecho | | que debe de dejarte satisfecho; | | y de ella
nuestra gente estar ufana. | |
|
|
FINEO: | Es, amigo Lisardo, | | tan
rica y abundante, | | que excede a lo que pinta Clorinardo. | | (Señalando al lado por donde salieron.) | Ahí
la tienes delante. | | A examinarla ven, pues imagino | | que quedará
saciado tu deseo, | | rindiendo por trofeo | | al encanto divino | | de tu adorada esposa, | | que es de tu pecho y de estos valles
diosa | | tanta fiera postrada, | | ya por nuestros venablos humillada, | | ya por los fieles perros | | que atruenan con ladridos estos
cerros. | | Tanta garza real, y aves tan raras, | | a que cortara
el vuelo | | o la acerada punta de las jaras, | | o el neblí
volador allí en el cielo. | | Ni un solo tiro ha errado
Clorinardo. | | Ven a verlo por ti, noble Lisardo. | |
|
|
CLORINARDO: |
Dí mejor que la caza de este día | | se debe a
tu destreza y valentía, | | generoso Fineo. | |
|
|
LISARDO: | (Acercándose con ZORA al bastidor y manifestando gozosa
admiración.) | ¡Ah!... Sí, amigos, ya veo | | con
admirados ojos | | rendidos a mis pies tantos despojos. | | ¡Qué
feroces y rudos jabalíes! | | ¡Qué cervales rodados! | | ¡Cuántos ligeros corzos y venados! | | Muy bien han
trabajado los neblíes, | | según la inmensa suma | | de aves gallardas de brillante pluma | | que llenan de placer
la vista mía. | | ¡Ay mi Zora adorada! | | ¿No estás
de este espectáculo encantada? | |
|
|
ZORA: | (Con sencillez.) | A mí sólo me encanta tu alegría, | |
|
|
LISARDO: | (Con sencillez.) | Y a mí tu amor. | | (Impaciente.) | Pero al palacio vamos; | | y ni un momento más nos detengamos. | |
|
|
|
(Vanse CLORINARDO, FINEO, los Cazadores y Villanos, y al
salir LISARDO y ZORA cambia la decoración.)
|
Escena III
|
|
Magnífico salón adornado fantásticamente
de mármoles, bronces y ricos cortinajes. LISARDO y
ZORA, que iban a salir, retroceden admirados al centro de
la escena.
|
LISARDO: | (Sorprendido.) | ¡Cielos, cielos!... ¿Deliro? | | A mi afán sobrepuja cuanto miro. | |
(Salen por un lado
cuatro Pajes ricamente vestidos, y en afazates de plata traen
magníficas ropas para LISARDO. Al mismo tiempo. por
el lado opuesto, salen cuatro Damas y con iguales afazates
con vestidos y joyas para ZORA. A cada lado se alzan del
suelo dos caprichosos tocadores con espejos de metal, y delante
de uno visten los Pajes a LISARDO y las Damas a ZORA delante
del otro; retirándose unos y otros respetuosamente
por el mismo sitio por donde salieron, y desaparecen los
tocadores. ZORA queda, como indiferente a todo en el puesto
que la vistieron, y LISARDO, después de examinarse
a sí mismo, con gran complacencia, vuelve los ojos
a ZORA y corre a abrazarla, transportado de alegría.)
| ¡Qué hermosa estás así! | | ¡Qué
bien adornan tu lozana frente | | el oro y el rubí | | con
la cándida perla del Oriente! | | ¡Oh cuán gallarda
estás | | de seda con la ropa rozagante! | | ¡Y cuánto
luce más | | la nieve de tu seno palpitante! | | (La abraza.) | Abrázame, mi amor. | | Nada iguala las dichas que hoy
poseo. | | Mi ventura es mayor | | que cuanto ambicionaba mi deseo. | |
|
|
ZORA: | (Con tierna sencillez.) | Yo, como en el vergel, | | soy
en este palacio venturosa, | | pues aquí, como en él, | | logro llamarme tu querida esposa. | |
|
|
LISARDO: | (Después
de abrazarla cariñosamente y reconociendo dudoso el
salón.) | ¿Dónde, Zora, estarán, | | los
tesoros inmensos y riqueza | | que fundamento dan | | a tanta pompa
y sin igual grandeza? | |
|
|
|
(Salen NATALIO, viejo, ricamente vestido
con una pértiga de plata en la mano; detrás
de él, de dos en dos y en buen orden, armenios, persas,
indostanos, árabes, chinos, etíopes, moscovitas,
dálmatas y otras figuras fantásticas; que en
cofres de oro, en sacos de púrpura, en caprichosas
angarillas y palanquines, en grandes bateas, en primorosos
pebeteros y en las manos y en los hombros, traen diferentes
riquezas que se enumeran en la relación siguiente.
Al mismo tiempo salen y se alzan del tablado, en el fondo,
elegantes aparadores, donde se vayan colocando con vistoso
orden y aparato todos aquellos objetos.)
|
NATALIO: | (Saludando
con gravedad y respeto a LISARDO y a ZORA.) | Esclarecido
Lisardo, | | señor a quien reverencian | | por su dueño
estos contornos, | | por su amparo estas aldeas. | | Yo, intendente
de tu casa | | y colector de tus rentas, | | te presento el rendimiento | | que ofrecen lejanas tierras | | a tus plantas en tributo, | |
pábulo de tu opulencia. | | (Van pasando los Comparsas
presentando lo que traen y haciendo profunda reverencia.) | El monte Ofir, granos de oro; | | el mar de Oriente, sus perlas; | | sus pedrerías, Golconda; | | sus ricos tejidos, Persia; | | sus perfumes, el Arabia; | | China, matizada seda; | | Libia,
sus rizadas plumas; | | vistosas pieles, Siberia; | | marfil, Orisa;
Sidonia, | | púrpura; cristal, Venecia, | | y cuanto el
arte produce, | | modifica y hermosea. | | Todo esto, señor,
es tuyo; | | feliz disfrútalo, y sean | | eternidades los
años | | que goces tantas riquezas | | en los brazos de
tu esposa | | y en la quietud de esta tierra. | |
|
|
|
(Después
que los Comparsas dejan acomodado todo en los aparadores,
se forman en ala en el fondo de la escena, y NATALIO, haciendo
una profunda reverencia a LISARDO, les hace señal
con la pértiga de plata, y vanse de dos en dos; detrás
de él, LISARDO recorre atónito los aparadores,
como embriagado de tanta riqueza, y se dirige después
a ZORA, que habrá conservado su sencilla indiferencia.)
|
LISARDO: | Bella Zora, mi bien, ¡qué alta ventura | | es
para mí ofrecer hoy a tus plantas | | la inmensa suma
de riquezas tantas | | como debido obsequio a tu hermosura! | | Con tal tesoro y con tan linda esposa, | | ¿qué más
puede anhelar el ansia mía? | | Más allá
no es posible en la alegría | | que en mi saciado corazón
rebosa. | | ¿No estás contenta?... Dí. |
|
|
ZORA: | Siempre
a tu lado, | | si me quieres, Lisardo, estoy contenta. | | Es mi
dicha tu amor, ora opulenta, | | ora indigente; como plazca
al hado. | |
|
|
LISARDO: | (Abrazando a ZORA.) | Me enajena el placer,
Zora querida. | | Más dicha apetecer fuera demencia, | | que en tus brazos gozar y en la opulencia | | el breve curso
de la humana vida. | | ¡Ah!, venga a contemplar tanta ventura | | el mundo todo, y su deidad te aclame. | | Venga, y el hombre
más feliz me llame | | por dueño de tu amor y
tu hermosura. | |
|
|
|
(Salen FINEO y CLORINARDO con cuatro Caballeros
de los que salieron de cazadores, y todos vestidos de gala.)
|
FINEO: | (Muy rendido.) | Ya que estaréis descansados, | | ¡oh Lisardo, oh linda Zora!, | | a obsequiaros y a serviros | | nuestra amistad fina torna. | |
|
|
CLORINARDO: | Y a contemplar,
si permites, | | estas riquezas que adornan | | tu magnífico
palacio | | y tu ventura coronan. | | (Se acercan a los aparadores
con los cuatro Caballeros.) |
|
|
LISARDO: | (Obsequioso.) | Seáis
entrambos bien venidos | | a ver cuánto es venturosa | | mi suerte, y cómo los cielos | | hoy de sus dones me
colman. | |
|
|
FINEO: | (Acercándose muy rendido a ZORA.) |
¡Oh, qué bella resplandece | | vuestra noble faz, señora, | | sol que ilumina las almas | | de cuantos miraros gozan! | |
|
|
ZORA: | (Con sencilla indiferencia.) | Siempre galante, Fineo, | | sois
en palabras y en obras. | |
|
|
LISARDO: | Pero hoy la verdad te dice | | que eres un prodigio, Zora. | |
|
|
CLORINARDO: | (Repasando con ávidos
ojos las riquezas.) | Ved, amigos, qué portento | | de
tesoros se amontona | | en estos aparadores. | | ¡Dichoso quien
tanto logra! | |
|
|
|
| (CLORINARDO y los Caballeros hablando entre
sí, lo mismo que FINEO y ZORA; aquél, con vehemencia,
y ésta, sosegada. Y LISARDO, que se había mostrado
muy complacido, queda trastornado oyendo sonar bajo el tablado,
como siempre, la VOZ DEL GENIO DEL MAL.) |
VOZ DEL GENIO
DEL MAL: | Es acechada | | la belleza. | | Es codiciada | | la riqueza. | |
|
|
FINEO: | De cuantos ricos tesoros, | | de cuantas soberbias joyas | | en su espacioso recinto | | este alcázar atesora, | | es
el más resplandeciente, | | es la más encantadora | | el de la belleza suma | | de vuestras divinas formas, | | el de
la expresiva gracia | | de vuestras acciones todas. | | Y venturoso
Lisardo... | |
|
|
ZORA: | Cesen ya vuestras lisonjas. | | Con tener
ese tesoro, | | con poseer tan rica joya | | a los ojos de Lisardo | | me tengo por venturosa. | | (Siguen hablando entre sí.) |
|
|
CLORINARDO: | (Siempre recorriendo los aparadores.) | ¡Oh, qué
envidiable opulencia! | | El alma me tiene absorta. | | (Sigue
hablando con los suyos.) |
|
|
LISARDO: | (Desde que oyó la
voz corre desatentado, ya a escuchar lo que hablan FINEO
y ZORA, ya a espiar a CLORINARDO y a los cuatro Caballeros,
y convulso y despechado se para a un lado, y dice aparte.) | ¡Ah! ¡Clorinardo, Fineo!, | | con su presencia me ahogan; | |
de uno, las dulces palabras; | | de otro, las miradas torvas; | | ¡toda el alma me envenenan, | | todo el pecho me destrozan. | | Codician, sí, mis venturas... | | Las acechan... Me
las roban... | | El corazón me atormentan | | tal temor
y tal zozobra | | siento en mí, tales recelos, | | tales
ideas se agolpan | | en mi acalorada frente, | | que en una sima
espantosa | | de tormentos insufribles | | y de infernales congojas | | me confundo. ¡Cielos, cielos!, | | ¿qué dice Fineo a
Zora...? | | Clorinardo, ¿qué proyectos | | dentro de su
mente forja? | | (Resuelto.) | ¡Ah!, devórelos la llama | | que mi airado pecho brota. | | No tengo espada, no tengo | | espada...
¡No!... Mas ¿qué importa? | | Tengo brazos, y con ellos | | y con mi esfuerzo me sobra | | para hacer cien mil pedazos | | al que intente... | (Conteniéndose.) | ¿Dó
me arroja | | mi furor?... ¡Ah!, reprimirme | | tal vez me conviene
ahora, | | que cuando hay que perder mucho | | la decisión
no es tan pronta. | | (Alto y con voz templada.) | ¡Oh Clorinardo,
oh Fineo! | | Escuchadme, amigos, ¡hola! | |
|
|
CLORINARDO: | (Acercándose
muy solícito.) | ¿En qué podemos servirte? | |
|
|
FINEO: | (Acercándose.) | Dispón de nuestras personas. | |
|
|
LISARDO: | (Turbado.) | Aún más descanso quisiera, | | que está fatigada Zora. | |
|
|
FINEO: | Al punto nos retiramos; | | nuestra imprudencia perdona. | |
|
|
CLORINARDO: | Tornaremos cuando
gustes, | | porque nos anima sola | | el ansia de complacerte. | |
|
|
FINEO: | (Mirando a ZORA.) | ¡Oh, qué mujer tan hermosa! | | (Vase.) |
|
|
CLOTARDO: | (Mirando a los aparadores.) | ¡Oh, qué
envidiable riqueza! | | (Vase con los cuatro Caballeros.) |
|
|
|
|
(Queda sumergido en honda y sombría
meditación, y ZORA, después de observarle con
afán, corre a él con la mayor ternura.)
|
ZORA: |
Mi Lisardo, mi esposo, | | mi único bien..., ¿qué
tienes? | | ¿A abrazarme no vienes?... | | ¿Se ha entibiado tu
amor? | | Turbado, cuidadoso | | desque riquezas tantas | | contemplas
a tus plantas, | | te miro con dolor. | |
|
|
LISARDO: | (Agitadísimo.) | Aparta, que tu voz de una manera | | vibra en mi corazón | | que no puedo explicar, aunque quisiera, | | y me llena de furia
y confusión. | |
|
|
ZORA: | (Afligida.) | Lisardo, consternada, | | ¡oh mísera infelice!, | | lo que tu labio dice | | me ha
dejado.¡Ay de mí! | | En tu mente agitada, | | ¿qué
feroz pensamiento | | reina en este momento | | que te ha mudado
así? | |
|
|
LISARDO: | Reinan, ¡oh Zora!, en mi confuso pecho | | tal zozobra y afán, | | que tienen, ¡ay!, mi corazón
deshecho, | | y mi alma rota envenenando están. | | Tu hermosura
y tu amor en mi garganta | | son áspero cordel, | | y en
tomo veo, entre riqueza tanta, | | de engaños y de sustos
un tropel. | |
|
|
ZORA: | (Con gran ternura.) | Explícame, Lisardo, | | la pena que te oprime. | | Lo que en ti pasa dime. | | ¡Ay!,
me muero si no. | | Habla, que ansiosa aguardo | | de tu amargo
delirio, | | de tu afán y martirio | | ser el consuelo yo. | |
|
|
LISARDO: | (Abatido, aparte.) | ¡Ay!... Un labio tan puro y
delicioso, | | ¿podrá, ¡cielos!, mentir...? | | Acaso...
No, imposible. ¡Qué horroroso | | entre duda y recelo
es el vivir! | | (Alto.) | ¿Qué te decía tan galán
Fineo? | | ¿De qué, dime, te habló? | | Sólo
el averiguarlo es mi deseo; | | dímelo al punto, pues
lo exijo yo. | |
|
|
ZORA: | Yo, Lisardo, gustosa | | referírtelo
quiero: | | rendido y lisonjero | | elogió mi beldad. | | Me
dijo que era diosa | | de almas y corazones... | | (Turbada al
mirar el semblante de LISARDO.) | Mas ¿pálido te pones | | y crece tu ansiedad...? | |
|
|
LISARDO: | (Furioso.) | ¡Cielos! ¿Y
tú gozosa lo escuchaste? | | ¿Y lo osas repetir...? | |
¿Qué veneno en mi pecho derramaste? | | ¿En qué
sima infernal me vas a hundir? | |
|
|
ZORA: | (Con ansiedad.) | ¡Lisardo!...
¿Qué te altera? | | ¿No eres tú el que querías | | de nuestras alegrías testigo el mundo hacer? | | Y ahora
de esta manera, | | porque me elogia el mundo, | | en rencor furibundo | | miro tu pecho arder. | | Y feroz y celoso | | de mi fe pura y
santa, | | con injusticia tanta | | te atreves a dudar. | | Vuelve
en ti, dulce esposo; | | injustos son tus celos, | | lo juro por
los cielos... | | Ven..., tórname a abrazar. | | Ven, injusto
Lisardo, | | y a la selva tornemos, | | donde tantos extremos | |
a tu amor merecí. | | Pues tiemblo y me acobardo | | al
mirar tu semblante, | | inquieto y delirante, | | desde que estoy
aquí. | |
|
|
LISARDO: | (Que durante la relación anterior
habrá caído en profundo abatimiento, se arroja
en brazos de ZORA.) | ¡Ay de mí! ¡Zora!... Tu divino
acento | | bálsamo es celestial! | | que de mi corazón
calma el tormento. | | Ven a mi seno, esposa angelical. | | ¡Ah!
Perdona ami amor puro y ardiente, | | ¡oh divina mujer!, | | que
en furia se convierte de repente | | si teme que tu encanto
va a perder. | | Sí; estoy seguro de que nadie puede | | tu tierno corazón | | robarme, porque es bronce que
no cede | | al golpe de la inicua seducción. | | Mas otro
susto, aunque menor... |
|
|
|
LISARDO: | Zora, ¿no viste, dí, | | la envidia y ansiedad
de Clorinardo | | al ver estas riquezas que hay aquí? | |
|
|
|
LISARDO: | Robarlas
quiere. | | Mas no las robará, | | aunque con esos cómplices
viniere, | | con los que acaso un plan ha urdido ya. | | Mas no
tengo, entre tanto como tengo, | | una espada... Y tal vez... | | (Resuelto.) | Mas no importa, que en tanto que la obtengo | | me sobran mi denuedo y mi altivez. | |
|
|
|
(Recorre inquieto la
escena, y ZORA le sigue con la vista. Suena debajo del tablado
la VOZ DEL GENIO DEL MAL.)
|
VOZ DEL GENIO DEL MAL: | Amparo
de la belleza, | | defensor de la riqueza | | es el
poder. | | El da al hombre | | gloria y nombre, | | fama eterna, eterno
ser. | |
|
|
|
(LISARDO, que oye esta voz, viene al centro de la escena
y queda pensativo.)
|
ZORA: | (Acercándose a LISARDO.) | ¿Qué nueva inquietud, Lisardo, | | noto en tu semblante
yo? | | ¿Qué otro nuevo pensamiento | | agita tu corazón? | |
|
|
LISARDO: | Contemplando estaba, Zora, | | que cuando el Cielo
me dió | | de tu beldad el tesoro, | | con el inmenso valor | | de esas riquezas, dominio | | y poder darme debió, | |
para ser de ti y de aquéllas | | el amparo y protección. | | Y porque, al cabo, ¿qué sirven | | y del mundo en este
rincón | | un palacio, esas riquezas, | | tanta dicha, tanto
amor? | | Mi ardorosa fantasía | | y mi activo corazón | | han menester más espacio | | y una esfera superior. | | Hombres a quienes el Cielo | | el temple que tengo yo | | les
concede, necesitan | | dar muestras de su valor: | | tener mando
y poderío, | | y un renombre, que en la voz | | de la fama
imponga al mundo | | respeto y admiración. | |
|
|
|
LISARDO: | Sí,
Zora mía. | | No puedo ocultarlo, no. | | Arde en tan activo
fuego | | mi gigante corazón, | | que es estrecho este recinto | | para extender su explosión. | | Quiero volar a otro
espacio, | | y de gloria y nombre en pos | | quiero recorrer el
mundo; | | quiero... |
|
|
ZORA: | (Afligida.) | ¡Desdichada
yo! | | Abandonar, ¡oh Lisardo!, | | esta opulenta mansión, | | y, el delicioso sosiego | | que el Cielo te concedió, | | despreciando estas riquezas, | | y mis brazos, y mi amor. | |
¡Insensato! | |
|
|
LISARDO: | Zora mía, | | porque crece la pasión | | con que te adoro, deseo | | gloria y poderío yo. | | Ya
a mis ojos esas joyas | | que adornan tu frente son | | vil adorno,
aunque tan rico; | | quiero dártelo mayor, | | del poder
y de la gloria | | el eterno resplandor, | | y el de un nombre
esclarecido, | | y el de un soberbio blasón. | | Quiero
que, atónito, el mundo, | | al verte, diga a una voz, | | amante no, reverente, | | con más respeto que amor: | | «Esa esposa es de Lisardo, | | del que el orbe dominó; | | del que igual no reconoce | | en cuanto descubre el sol.» | |
|
|
ZORA: |
Me estremece tu osadía, | | me confunde tu ambición. | | La dulce paz de las selvas | | tu delirio desdeñó, | | y la opulencia tranquila | | ya cansa a tu alma feroz. | | ¡Ay
Lisardo! | |
|
|
LISARDO: | Amada esposa, | | tu encanto, tu tierno amor | | son los que me empujan sólo | | a ansiar el verme mayor. | | (Agitado.) | ¡Cielos..., cielos! Concededme | | camino por donde
yo | | consiga poder y gloria... | | Presentadme una ocasión | | para que conozca el mundo | | dónde alcanza mi valor. | | (Fuera de sí.) | Todas aquellas riquezas, | | que ya
despreciables son | | a mis ojos, trocaría | | por mirarme
triunfador | | en un campo de batalla; | | por ver a mi altiva
voz | | cien legiones obedientes; | | por oír en la aclamación | | de un pueblo entero mi nombre | | llegar al trono del sol. | | ¿Por qué estas delgadas sedas | | templado acero no
son?... | | ¿Por qué estas joyas en armas | | no cambia
la suerte?... ¡Oh! | |
|
|
ZORA: | (Muy afligida.) | Lisardo, Lisardo
mío... | | ¡Ay, qué fuego arde feroz | | en tus ojos!...
Cuál tu pecho | | agitado... | (Va a abrazarlo.) |
|
|
LISARDO: | (Rechazándola, fuera de sí.) | Aparta,
no... | | Peligros, fatigas, todo... | | Hasta crímenes... |
|
|
ZORA: | (Retrocediendo, asustada.) | ¡Qué
horror! | |
|
|
LISARDO: | Logre por cualquier camino | | poder y dominio
yo. | |
|
|
|
(Quedan en la mayor agitación. Suenan a lo lejos
trompas y timbales. Se estremece LISARDO, y queda pasmada
ZORA. En seguida se oye rumor de pueblo. Corre LISARDO desatentado
de un lado a otro, y suenan voces dentro.)
|
VOCES: | (Dentro.) | ¡Viva nuestro general! | | ¡Viva el valiente Lisardo! | |
|
|
OTRAS VOCES: | (Dentro.) | Defendiéndonos gallardo | | adquiera nombre
inmortal. | |
|
|
ZORA: | (Admirada.) | ¡Lisardo!... ¡Cielos! | |
|
|
LISARDO: | (Abrazándola, enajenado.) | Zora..., ¡esposa mía...! | |
|
|
|
LISARDO: | Ya
escuché... ¡Dichoso día! | |
|
|
|
(Entra ARBOLÁN
ricamente vestido, con seis Caballeros armados y dos Pajes,
que en bateas de plata traen: uno, una coraza y un casco
magníficamente empenachado, y otro, un escudo, una
espada y un manto, y entran también una tropa de guerreros
y otra de pueblo.)
|
GUERREROS: | ¡Viva nuestro general! | | ¡Viva
el valiente Lisardo! | |
|
|
PUEBLO: | Defendiéndonos gallardo | | adquiera nombre inmortal. | |
|
|
ARBOLÁN: | Lisardo generoso, | | de tu valor y esfuerzo noticioso, | | nuestro gran rey me envía | | para, en su nombre, el mando | | darte de sus ejércitos,
ansiando | | que defiendas su extensa monarquía, | | que
hoy las falanges bárbaras circundan, | | y de sangre
y de lágrimas inundan. | | Viste la noble malla, | | empuña
altivo el fulminante acero, | | y en reñida batalla | |
rinde y destroza al enemigo fiero, | | que encadenar a nuestra
patria intenta, | | y que de nuestro rey el nombre afrenta. | | (Empiezan los Pajes a armar a LISARDO.) |
|
|
LISARDO: | (Orgulloso.) | El mando acepto. Y en mi estrella fío | | que pronto
la victoria coronará | | de gloria el alto aliento de
mi noble brío. | |
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ZORA: | (Afligida, queriendo abrazar
a LISARDO.) | ¡Oh Lisardo!... ¡Oh mi bien! |
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LISARDO: | (Con desdén.) | Déjame,
ZORA; | | de caricias y amor no es tiempo ahora. | | (Al ceñirle
la espada, la empuña y dice aparte.) | ¡Cielos!...
Tengo una espada, | | y la tengo empuñada | | con garra
de león. ¡Ah! Tiemble el mundo, | | pues siento de mi
pecho en lo profundo | | todo un volcán arder, y de él
alzarse | | y hasta el cielo lanzarse | | alma tan colosal, que
una corona | | de soles busca en la elevada zona. | | (Ya acabado
de armar, dice alto y con energía.) | Valerosos guerreros, | | volemos al combate, a la matanza; | | un triunfo en cada lanza | | miren temblando los contrarios fieros. | | La muerte o la victoria; | | o al sepulcro, o al templo de la gloria. | | (Le presentan
un escudo, se sube en él y, atravesando por debajo
de él dos lanzas, le alzan cuatro Soldados de tierra,
y así sale de la escena.) |
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ZORA: | (Arrojándose
a su encuentro, desconsolada.) | ¿Dónde, Lisardo, vas? | |
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LISARDO: | Donde
me llama | | el astro del dominio y de la fama. | |
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(Vanse. Cae
el telón.)
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