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ArribaAbajo¿Fatalidad o semejanza?

Puede ser fortuito pero creo que no. La clase media surge tímidamente y empieza a consolidarse como tal después de la Revolución. El hogar se hace importante, se solidifica, pero dentro de otros límites, con otros conceptos, pero siempre sobre los lineamientos de la fidelidad; de la solidez y de la decencia. La compostura, la propiedad de este universo es evidente. Su molde es la perfección, la estabilidad, la permanencia. Todos van vestidos con una gran pulcritud, con sobriedad, a pesar de que los tejidos que han servido para confeccionar los trajes sean suntuosos y deriven de fibras naturales y costosas: es la seda, el casimir peinado, los encajes, el terciopelo. El fascismo involucra a las clases medias y establece el papel de la familia, sus características, su moralidad. No quiero decir con esto que en México existiera el fascismo, no; pero ya se plantean algunos de sus valores más definidos y se adecuan a la realidad familiar. ¿No hubo en los treinta un movimiento populista en Argentina? ¿No estuvo apoyado en los obreros y en la clase media? ¿No era ésta más numerosa que la de México y no prendió mejor en ella sus raíces?




ArribaAbajoEl corazón es nuestra casa

Es también la época del bolero, de las canciones de Lara, de la sensiblería, de la cadencia que a todos nos emociona y nos hace cursis. ¿Quién que es quién no tiene su corazoncito?

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Y el corazoncito está en el interior del cuerpo, bien protegido, calientito, latiendo y permitiéndonos los suspiros, los estremecimientos. ¡Mas hay que tener cuidado! ¡Nada de excesos! Todo tiene sus límites y muy estrechos. Hay que evitar el infarto. El hogar es, igual que la tarjeta, un universo cuadrado, limitado. Un paraíso encerrado en sí mismo, sin salida. A pesar de que los trajes son de baile o de fiesta, esos trajes sólo se usan dentro de la fotografía, son como trajes de domingo convertidos en trajes semanales. Así el domingo se perpetúa pero también se laiciza. En nuestras postales ni asomo de presencias eclesiásticas, sólo la casa y sus habitantes, los muebles y sus garigoleos, algunos jardines peinados, un arroyuelo, un puentecito (como los del Parque México), a veces una casita de muñecas (como las que dibujan los niños) vuela por los aires o se asienta sobre una capa de nieve que en México sólo existe en los volcanes.

Mientras, las iglesias están cerradas al culto. Y los cristeros son ahorcados.




ArribaAbajo La casa como iglesia

El hogar se ha convertido en iglesia. Las bodas son sin público. Están solos el novio y la novia: no hay cura que santifique el matrimonio y lo haga un sacramento, no hay tampoco juez del Registro Civil. Hay una postal con velos, con ojos y con flores, flores en el ojal y timideces en la mirada, labios pintados y mejillas coloreadas, rubores póstumos. El enlace se consuma para formar un hogar: los novios no salen ni entran de su casa, están siempre en ella. No hay invitados a la boda, no hay banquete, ninguna ceremonia. Simplemente el matrimonio legalizado por la fotografía y por su contexto imborrable: el seno del hogar. El hombre y la mujer son de su casa, los niños también, nunca los vemos en grupos exteriores, van juntos ofreciendo flores pero no como ofrenda a la Virgen sino al hogar, siempre sacrosanto en su absoluto laicismo. Los portones de las iglesias siguen cerrados.

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ArribaAbajo El vacío preside

Aun en los casos en que la escena se ensancha y los novios aparecen al pie de una escalera o dentro de un edificio que parece templo, el vacío preside la escena y los únicos habitantes de la realidad son quienes, con las manos enlazadas, han decidido fundar un hogar.

Esta es la única acción que se percibe: el deseo de fundar un hogar que se infiere del hecho mismo de que los fotografiados estén vestidos con el traje de novios y de que en la sucesión de fotografías reiterativas que constituyen la serie se materialice de inmediato el producto de la unión: los niños instalados casi siempre dentro del centro básico de operaciones de la casa, un salón-comedor donde la familia se reúne perfectamente alineada en torno a la mesa, ocupando sus posiciones más significativas.

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¿Pero qué significan? Aparentemente nada, quizás su existencia protegida dentro de los límites de la casa o de un paisaje a mitad natural y a mitad de pacotilla en el que aterriza, concretizada en una casa de juguete, la noción misma de casa.




ArribaAbajoLa inercia de la desenvoltura

El sentido capital de las escenas que se repiten con leves variantes: casi una progresión de imágenes cinematográficas que aún no han sido puestas en movimiento, es el de una actitud perezosa o mejor dicho desenvuelta y coqueta. La fijación de las imágenes determina siempre un trazado vacío de conductas detenido en su transcurso. Las actividades del hogar han cedido al deseo siempre presente -quizá el único deseo que aquí se representa- de conservar imperecedera la sensación de unidad, el carácter inmarcesible del grupo familiar. De ahí que la foto enracime a los individuos de ese grupo y los ligue con los otros de manera indisoluble.




ArribaAbajoRepostería del texto

Los alimentos no existen. A menos que la gente coma flores. Todo se acomoda a su contexto: estamos en un mundo ligero, por tanto, aéreo, frágil y transparente: sus personajes no pueden comer, tampoco comulgar. Están, permanecen, se agrupan adoptando posiciones idénticas, repetitivas, posadas (posar sería, naturalmente, la palabra más reiterada en esta lectura).

La familia posa junto a la mesa. ¿Antes o después de la comida? No importa, la apariencia es deliciosa, ordenada, enriquecida por los encajes del mantel y la consistencia fresca de los arreglos florales. Quizás estemos en primavera, en la eterna primavera. ¿No es acaso México el país de la eterna primavera? Las flores pueden nombrarse siemprevivas. Son el fuego del hogar, su permanencia. La mesa es entonces un adorno, un objeto decorativo, el objeto necesario para que quienes posan no tengan que posar en el vacío. Ninguna domesticidad quebranta el templo del hogar. Jamás un plato confeccionado, ni siquiera la repostería, nunca una cocina, menos un delantal.

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