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El diablo está en Cantillana

Luis Vélez de Guevara



     [Nota preliminar: Edición digital a partir de Parte dieciséis de comedias nuevas y escogidas de los mejores ingenios de España (Madrid, Melchor Sánchez, 1622).]



PERSONAJES
                          
EL REY DON PEDRO.
LOPE SOTELO.
PERAFÁN DE RIBERA, viejo.
DON SANCHO.
DON GARCÍA.
DON ÁLVARO.
RODRIGO, gracioso.
CARRASCA, alcalde.
ZALAMEA, alcalde.
DOÑA ESPERANZA.
DOÑA MARÍA DE PADILLA.
LEONOR, criada.
DON JUAN DE RIBERA.


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Jornada I

 

Salen el REY DON PEDRO, LOPE SOTELO, DON SANCHO, DON GARCÍA y DON ÁLVARO, todos de noche.

 
REY    Ninguno quede conmigo,
si no es don Lope Sotelo.
LOPE Algo de nuevo recelo.                                        
REY Lope.
LOPE           Señor.
REY                     ¿Sois mi amigo?
LOPE    Esclavo de vuestra Alteza
apenas merezco ser.
REY Don Lope, yo he menester...
LOPE ¿Qué, señor?
REY                      Vuestra cabeza.
LOPE    ¿Mi cabeza?
REY                         No os turbéis,
que en vuestros hombros la quiero,
porque de esta suerte espero
que mejor me serviréis.
   Que mejor brazo y espada
de Galicia no ha salido,
honrando contra el olvido
vuestra dulce patria amada,
   y la cristiana cuchilla
contra el moro eternizando.
Pero, esto aparte dejando,
¿cómo dejáis a Sevilla?
LOPE    Buena, señor; y quejosa
de que la favorezcáis
mucho menos que estimáis
su fábrica generosa
   y aquel río en quien mirando
su vistosa majestad
es Narciso la ciudad,
pues sin razón despreciando
   la maravilla africana
del alcázar que vivís,
los veranos os venís
a pasar a Cantillana.
   Aunque os puede disculpar
esta casa de placer,
que llegan a enriquecer
Guadalquivir y Viar,
   esos caudalosos ríos
en cuyo sitio dichoso
vuestro abuelo generoso
trasladó al Cielo los bríos
   del alarbe sevillano,
habiendo vencido ya,
porque a propósito está
para pasar el verano;
   pero con todo, Sevilla
siente vuestra ausencia así.
REY ¿Cómo estas noches, decid,
don Lope, está la Almenilla?
LOPE    Llena de barcos y gente.
REY ¿Bravas damas?
LOPE                           Muchas hay
entre Estopilla y Cambrai,
mas pobre del que esté ausente
   con la más firme mujer,
aunque su amor más le importe.
REY Esa es ya plaga de Corte.
LOPE Líbreme Dios de querer
   mujer ninguna que tenga
el amor por granjería.
REY Andar desnudo solía
en tiempo de Bras y Menga,
   mas ya le quieren vestido
y lleno de oro las damas,
perdonen las castas famas
de Penélope y de Dido.
LOPE    Han dado en tal desatino.
REY ¿Y la niña sabia?
LOPE                            Está
en el Candilejo ya.
REY Algo vendréis del camino
   (aunque es tan corto) cansado,
y es razón que descanséis,
pues vuestra posada veis
donde hablando hemos llegado.
LOPE    Volveré con vuestra Alteza.
REY No tenéis a qué volver,
que aquí es donde he menester,
don Lope, vuestra cabeza.
LOPE    Pues vuestra Alteza comience
a mandarme.
REY                      De vos fío
que me sirváis.
LOPE                        ¿Qué albedrío,
qué imposible el Rey no vence,
   porque es dueño soberano?
REY En esa palabra espero
que haréis como caballero.
LOPE Esta espada y esta mano,
   esta sangre y este pecho,
a vuestro servicio están.
REY Vuestro huésped Perafán,
don Lope, según sospecho,
   tiene una hija, y se llama
doña Esperanza, tan bella,
tan cuerda y sabia doncella,
que es espejo de la fama.
   Sé que la tenéis amor
y que ella no os quiere mal,
y que por seros igual
en la sangre y el valor,
   pretendéis casar con ella.
Esto ha de cesar aquí,
porque habéis de hacer por mí,
don Lope, más que por ella.
   Y no sólo eso ha de ser
porque no me canse en vano,
que del cristal de su mano
un papel tengo de ver
   en que admita mis deseos,
que los reyes es razón
que gocen la posesión
de tan divinos empleos.
   De suerte que venga a hacer
toda la voluntad mía
sin que de Doña María
ni el cielo (si puede ser)
   venga a entenderse jamás,
que lo que a hacer os obligo
se suele por un amigo
ofrecer, y un rey es más.
LOPE    Señor, mire vuestra Alteza...
REY No hay que replicarme ya,
y advertir que en esto os va
no menos que la cabeza. (Vase.)
LOPE    ¿Inventó la tiranía
más riguroso tormento,
ni vió humano entendimiento
desdicha como la mía?
   ¿Qué Dionisio atormentó
con celos, mal de que muero,
que a Nerón, por ser más fiero
tormento, se le olvidó?
   ¡Ah poder! ¿Tanto has de ser
que llegues al albedrío,
siendo imperio y señorío
que al cielo negó el poder?
   Vive Dios, que aunque me dé
mil veces la muerte injusta,
que no he de hacer lo que gusta,
de mi honor contra la fe,
   que mayor rey es amor,
y le debo más decoro
mientras a Esperanza adoro,
que la vida y el honor
   son para ocasiones tales;
piérdase todo primero
que yo pierda el bien que espero
de sus ojos celestiales.
   En un laberinto he entrado
que no podré salir de él,
porque Don Pedro es cruel,
mozo, rey y enamorado,
   y yo su vasallo soy.
¡Hay rey!, pero con la ley
del amor, ¡no hay rey, no hay rey!
¡Sí hay rey, sí hay rey! ¡Loco estoy!
 
(Sale RODRIGO, de camino, cantando.)
 
RODRIGO    ¡Ay, que desde Vienes
a Cantillana,
hay una legüecita
de tierra llana!
   Cantando y medio dormido
he llegado a la posada
con bota y sin camarada,
notable milagro ha sido,
   que bien debió de picar
después que en aquella venta
me dejó haciendo la cuenta,
pues no le pude alcanzar.
   Don Lope yo apostaré
que descansa, porque agora
todos duermen en Zamora,
si no es quien camina a pie.
   ¿Qué hará a estas horas Leonor,
mientras vela mi cuidado?
¿Quién va?
 
(Va a entrar, y encuentra a DON LOPE)
 
LOPE                   Un hombre desdichado.
RODRIGO Es don Lope, mi señor.
   Mosca de celos tenemos;
respingo habrá temerario.
LOPE Quien tiene un rey por contrario,
¿hará mayores extremos?
RODRIGO    ¿Un rey? Guarda fuera, y más,
esta buena pieza.
LOPE                           Aquí
estoy, Rodrigo, sin mí,
adiós, adiós.
RODRIGO                    ¿Adónde vas?
LOPE    No sé, por Dios, dónde voy.
¡Hay rey!, pero con la ley
del amor, ¡no hay rey, no hay rey!
¡Sí hay rey, sí hay rey! ¡Loco estoy!  (Vase.)
RODRIGO    ¡Oh enamorado don Lope,
cual no he visto jamás,
loco y temerario vas
tras tu cuidado al galope!
   De doña Esperanza son
celos, que es discreta y bella,
y querrá por dicha hacella
el Rey, Doña Posesión.
   En la posada se ha entrado
por un postigo que halló
abierto, si no bajó,
pienso, a abrirle algún criado.
   Y si no me engaño, a fe,
mi Leonor sale.
 
(Sale LEONOR)
 
LEONOR                         ¡Oh lacayo
de mi vida! Como un rayo,
oyendo tu voz, bajé.
   A don Lope, tu señor,
encontré cuando bajaba,
pero no sé qué llevaba,
que no me habló.
RODRIGO                            Está, Leonor,
   con no sé qué achaque nuevo,
que en Cantillana le ha dado,
que le tiene con cuidado.
LEONOR ¿Toca en celos?
RODRIGO                           No me atrevo
   que en eso hablemos, si a tanto
ha llegado su rigor,
que de secreto, Leonor,
me precio.
LEONOR                  Pues entretanto,
   dame esos brazos, Rodrigo.
RODRIGO Leonor mía, aquí los tienes.
LEONOR ¿Cómo de Sevilla vienes?
RODRIGO Celoso, Dios me es testigo.
LEONOR    Igual me tienes tú a mí
el tiempo que te has tardado.
RODRIGO Vive Dios, que no he mirado
un manto, pensando en ti,
   y que hemos sido cartujos
yo y don Lope, mi señor.
Dame tú cuenta, Leonor
(si no es meterme en dibujos),
   de lo que por aquí pasa.
¿Hay por los ninfos del rey,
siendo los dos mula y buey
portal de Belén mi casa?
   ¿Mírate algún lindo tierno?
¿Da en hablarte muy despacio
algún tonto de Palacio
por el estilo moderno?
   ¿Desvanécete algún paje
de excelencia o señoría?
¿Llévate la cortesía
los ojos tras el buen traje?
   ¿Hace de noche terrero
algún barbado tiplón?
¿Hay cintica? ¿Hay favorón
de cabellito en sombrero?
   ¿Hate algún bravo pedido
celos de mí a lo cruel,
y a pepitoria o pastel
mis narices te ha ofrecido?
   Que aunque hayas muerto en agraz
mis favores de este modo,
yo te absolveré de todo,
que soy celoso de paz.
   ¿Lloras?
LEONOR                  ¿No quieres que llore,
viéndome tan mal pagada?
RODRIGO Pasada por agua, amada
Leonor, querrás que te adore,
   siendo de mi corazón
ídolo huevo no más,
porque esas perlas que estás
vertiendo, del alba son,
   y han de hacerte falta ahora,
que a llamar el Sol comienza,
colorada de vergüenza,
de ver que eres tú su aurora.
LEONOR    Entra, que es tarde, y te espera
la cama mullida ya.
RODRIGO Y cenar.
LEONOR               No faltará,
que aquí está tu despensera.
RODRIGO    Mira que tiene un mal nombre
desde Judas.
LEONOR                     Yo confieso
que tienes razón, mas eso
es porque Judas fué hombre.
RODRIGO    Si mujer hubiera sido,
yo sé de su desenfado
que ni se hubiera ahorcado
ni se hubiera arrepentido;
   en esto no hay dudas
ni querellos ofender,
aunque en besar y vender
cualquiera mujer es Judas.
LEONOR    De parte de todas, mientes.
RODRIGO ¡Qué azucarado mentís!
A ámbar huele y sabe a anís
cuanto pasa por tus dientes.
LEONOR    Éntrate, loco, a acostar,
que está la casa dormida.
RODRIGO Vamos, Leonor de mi vida.
LEONOR Ven, Rodrigo de Vivar.  (Vanse.)
 
(Salen DOÑA MARÍA DE PADILLA y DON ÁLVARO.)
 
MARÍA    ¿A quién llevó el Rey, decid,
don Álvaro, en compañía?
ÁLVARO A don Sancho, a don García,
a don Gutierre y a mí,
   y a don Tibalte imagino
que en Cantillana encontró,
a don Lope que llegó
esta noche de camino.
MARÍA    Pues ¿cómo le habéis dejado?
ÁLVARO Quísose quedar con él
a solas.
MARÍA             Quizá por él
nuevas cosas se han trazado,
   y fué a Sevilla a ese efecto,
y con respuesta ha venido
por haberle parecido
al Rey hombre más secreto.
ÁLVARO    Don Lope es cuerdo y sabrá
huir de dar, como es justo,
a vuestra Alteza disgusto.
MARÍA Don Álvaro, claro está
   que yo me burlo. ¿Quién es?
ÁLVARO Su privado don García.
 
(Sale DON GARCÍA.)
 
MARÍA ¿Y el Rey?
GARCÍA                  El Rey ya venía.
MARÍA ¿Dónde le dejaste pues?
GARCÍA    Con don Lope se quedó,
que quiso con él hablar.
MARÍA ¡Qué repentino privar!
GARCÍA Que trajo, imagino yo,
   negocios de Estado y guerra,
de importancia que tratar
con el Rey.
MARÍA                   No hay que dudar:
esto algún secreto encierra,
   que no puede menos ser
privanza tan repentina.
GARCÍA Don Lope es persona digna
de alcanzar y merecer
   cualquier favor de su Alteza,
por su ingenio y valor.
MARÍA ¿Digo yo menos, señor?
¿Qué me quebráis la cabeza?
GARCÍA    Vuestra Alteza me perdone,
que enojarla no pensé,
que esto en don Lope se ve
cuando yo no lo pregone;
   que más bien quisto criado
no tiene en su casa el Rey,
y esto es cumplir con la ley
de amigo.
MARÍA                 Ya estáis cansado.
GARCÍA    Vuestro humilde esclavo soy.
MARÍA Basta.
ÁLVARO           No puede llevar
ver a don Lope alabar.
GARCÍA    El Rey viene.
MARÍA                          Y yo me voy.
 
(Al irse sale el REY y detiénela.)
 
REY    ¿Qué es esto, señora mía?
¿Porque yo vengo os vais vos?
No huyáis de mí, que por Dios
que es faltar el sol al día
   faltando vuestra belleza.
Deteneos, no os escondáis,
que no es bien que os encubráis
cuando a amanecer empieza;
   mirad que ocaso me hacéis.
MARÍA Licencia me habéis de dar,
que quiero daros lugar
para que a don Lope habléis.  (Vase.)
REY    Celos son, culpa he tenido
en no avisar a los criados;
pero ciego en sus cuidados,
¿qué amante fué prevenido?
   Divertir es menester
ahora a Doña María,
porque celosa podía
venirlo todo a entender.
   Y su ciega condición
celosa en extremos temo
porque la quiero en extremo,
que aunque con loca afición
   a Esperanza solicito,
suya es el alma en rigor,
porque una cosa es amor
y otra cosa es apetito.
   Y la amorosa porfía
en los dos es desigual,
que Esperanza es temporal
y eterna Doña María.
   Mayor gusto solicito
de sus celosos desvelos,
que entrarse a dormir con celos
es comer con apetito.
 

(Vanse todos.)

 
(Salen PERAFÁN DE RIBERA, viejo, y DON LOPE.)
 
PERAFÁN    Seáis, señor don Lope, bien venido,
que debistes llegar poco cansado,
pues menos que soléis habéis dormido.
   ¿Cómo venís?
LOPE                            Con no sé qué cuidado,
que a los hombres no faltan cada día,
que me tiene confuso y desvelado.
PERAFÁN    Si es falta de dinero, no querría
que anduvieses tan poco cortesano
que no os sirvieseis de la hacienda mía,
   que a fe de caballero y cortesano,
y amigo vuestro en fin, y por la vida
de Esperanza y de don Juan, su hermano,
   (que de Granada vuelva a la medida
que piden mis deseos), que no hay cosa
que yo os pueda negar, de vos pedida.
   No es lisonja, por Dios, sino forzosa
obligación que debe a la nobleza
la sangre de mi pecho generosa.
LOPE    Estimo como debo la largueza
de vuestro noble y generoso pecho,
mas no es falta de hacienda mi tristeza,
   que ya estoy de quien sois tan satisfecho,
que a ser de esa ocasión, hoy excusara
las ofertas, señor, que me habéis hecho;
   en ocasión más superior repara.
PERAFÁN Amor debe de ser, que en la edad vuestra
naturaleza misma lo declara,
   que hasta en los brutos es común maestra,
y enseña a amar las fieras y las plantas,
como con la experiencia nos lo muestra.
   Sois mozo, sois galán y tenéis tantas
partes, que merecéis rendir con ellas
hasta las luces de los cielos santas.
   Serviréis dama de Palacio, estrellas
del imperio, inmortal a los zafiros,
emulación de imágenes más bellas.
   Adonde son aromas los suspiros,
holocausto las lágrimas y donde
con sola voluntad podré serviros,
   que aunque el caso a mi edad no corresponde,
os iré a hacer espaldas al terrero,
que a ningún trance la vejez me esconde.
   Yo volveré a ceñir el limpio acero
que ociosamente vive descuidado
de aquella fama que ganó primero.
   Bien me podéis fiar, don Lope, al lado,
que yo os prometo dar tan buena cuenta
que volváis con mis años disculpado.
LOPE    Bien en vuestro valor me representa
la sangre, que tenéis mayores bríos,
y el favor que me hacéis tomo a mi cuenta.
   ¿Cómo estáis de salud?
PERAFÁN                                          Como los ríos
que dan tributo al mar, camino agora
con los achaques ordinarios míos,
   pero para serviros.
LOPE                                   Mi señora
doña Esperanza, ¿cómo está?
PERAFÁN                                               Dormida,
pero siempre muy vuestra servidora.
LOPE    Déle el cielo salud y larga vida,
y tenga aquel empleo que merece
su virtud y nobleza conocida.
PERAFÁN    Pero que sale a veros me parece,
que la ha obligado a madrugar el gusto
que el alborozo con razón la ofrece
   de la venida vuestra.
LOPE                                     Y es muy justo,
si paga como debe mi deseo.
PERAFÁN De los extremos de Esperanza gusto,
   que en acudir a vuestras cosas veo,
pluguiera a Dios se hiciera el hospedaje;
pero vos vais tras más dichoso empleo
y aquí es razón que este discurso ataje.
 
(Sale DOÑA ESPERANZA.)
 
ESPERANZA    Vos seáis tan bien llegado,
señor don Lope, a esta casa,
como de límite pasa
el haberos deseado.
   ¿Cómo venís?
LOPE                         ¿Cómo puedo
venir con este favor
que a vuestro raro valor
obligado siempre quedo?
   Ya sé que salud tenéis.
ESPERANZA Con ella os pienso servir,
y no quiero recibir
esta merced que me hacéis
   en pie, que es justo de espacio
que los huéspedes gocemos
de vos, y no que dejemos
que siempre os goce el Palacio.
   Alcance un poco la villa,
señor don Lope, de vos.
LOPE Soy vuestro esclavo, por Dios.  (Siéntanse.)
ESPERANZA ¿Cómo os fué, pues, en Sevilla?
   Que a gusto hayáis negociado
deseo como es razón.
LOPE Cumplí con la obligación
de caballero y soldado
   y tuve tan buen suceso
que me he tardado seis días,
y pudieran las porfías
llegar a mayor exceso,
   porque era materia odiosa
de puertos y de lugares,
y en cosas particulares
suele ser dificultosa.
ESPERANZA    ¿Habéis visto muchas damas?
Que las sevillanas son
bizarras.
LOPE               Y con razón
de las amorosas llamas
   esferas pudieran ser
por la limpieza y el brío,
pero el pensamiento mío
no está para echar de ver
   beldad ninguna, ocupado
en más divina porfía.
ESPERANZA ¡Qué amorosa hipocresía,
qué fineza y qué cuidado!
LOPE    Pésame que me tengáis
por falso.
ESPERANZA                Los hombres son
de una misma condición.
LOPE Mal lo entendéis si juzgáis
   a todos de una manera.
ESPERANZA ¿Quién, ausente, firme ha sido?
LOPE Quien con firmeza ha querido.
ESPERANZA Ya no hay quien tan firme quiera.
LOPE    Confieso que eso es verdad,
porque no tiene segundo
mi firme amor en el mundo.
ESPERANZA Que hay segundo, dejad;
   pues es tan grande, señor
don Lope, el mundo.
PERAFÁN                                 ¿Tú quieres
defender a las mujeres,
que no sabes qué es amor?
   Para quien lo entienda deja,
Esperancica, esas cosas,
que en materias amorosas
yerra el que más aconseja,
   que amor es filosofía
de celos, temor y ausencia,
que ha menester experiencia.
ESPERANZA (Aparte.) ¿Y qué mayor que la mía?
PERAFÁN    Aunque que esto es natural
a la más ruda mujer,
se enseña sin aprender
y más si les está mal,
   que por eso como fieras
son de los hombres tratadas
en tenerlas encerradas
cubiertas de vidrieras,
   de rejas y celosías;
y dijo, a mi parecer,
muy bien cierto bachiller,
que aquestas filosofías,
   que esto del amor, que a pocos
tener con gusto consiente
jamás, era solamente
para muchachos y locos.
   Perdone el señor don Lope
si ha parecido osadía,
que en tan larga cofradía
no hay cuerdo que no se tope;
   que también acá hemos sido
de los muchachos y locos,
que se han escapado pocos
de la guerra con sentido.
   Pero esto aparte dejando,
¿cómo está Sevilla?
LOPE                                Buena
y de mil grandezas llena.
ESPERANZA Siempre vivo deseando
   ver su grandeza romana,
porque desde que nací,
jamás del muro salí,
don Lope, de Cantillana.
   De que contra el tiempo ingrato
tanto cuentan, que quisiera
de su fábrica y ribera
tener siquiera un retrato.
LOPE    Si os satisfacéis ahora
con el de un tosco pincel
(que es mi relación), con él
podré serviros, señora.
ESPERANZA    Haréisme merced notable.
PERAFÁN Y a todos.
LOPE                  Pues atención
y escuchad la relación
de su fábrica admirable.
PERAFÁN    Mirad que si me durmiere
que me habéis de perdonar.
LOPE (Aparte.) No sé cómo puedo hablar.
 
(A PERAFÁN.)
 
Haced lo que gusto os diere,
   que de cualquiera manera
recibo merced de vos.  
(Aparte.) Reventando estoy por Dios.
PERAFÁN Mirad que Esperanza espera.
ESPERANZA    Y de suerte que imagino
que la ha de tener presente.
LOPE Escuchadme atentamente
que serviros determino.
Hércules, hijo de Alcelo
(a quien las claras hazañas
de tantos Hércules quieren
que le atribuya la fama),
viniendo con las columnas
(que por non plus ultra estaban
donde se acaba la tierra
y comienza el mar de España)
a las riberas del río
Guadalquivir (africana
dicción, que quiere decir
quirivi, grande, y río, guardar,
que llamaron los antiguos
Betis, Bética llamada
por él toda la provincia
desde el río Guadiana,
que hoy se llama Andalucía,
corrompido de Vandalia,
nombre antiguo porque fué
de vándalos habitada,
viendo su apacible sitio
y agradecido a las aguas
del padre de tantos ríos
que al mar mayor feudo pagan,
a Sevilla edificó,
cuya fábrica gallarda
por Hispalo, hijo suyo,
Hispalis fué llamada.
Coronóla Julio César
después de fuertes murallas,
por reina de las ciudades
y por colonia romana.
Aunque, según Estrabón,
fué antes que Roma fundada
cien lustros, que a nuestra cuenta
de quinientos años pasan.
En varios tiempos después
la ilustraron gentes varias;
godos, vándalos, suevos,
huntinos, citas, carmantas,
hasta que vino a poder
(por Rodrigo y por la Cava),
con la tragedia española,
de la nación africana.
Poco a poco corrompieron
naciones y gentes varias
de Hispalis el nombre antiguo,
y del tiempo las mudanzas.
Hispilia a llamarse vino,
y luego los de la Arabia
la llamaron Isuilia,
y en la lengua castellana
Sevilla, creciendo siempre
sus grandezas con su fama.
Y llamando a su conquista
el brazo y la invicta espada
del Santo rey Don Fernando
(el mayor héroe y monarca
que tuvo jamás la Europa)
debajo su invicta planta,
puso sus soberbios muros,
con Garcipérez de Vargas.
Desde entonces de los reyes
de Castilla es Corte, a causa
de ser la ciudad más noble,
más rica, insigne y bizarra;
tan populosa, que haciendo
montes de soberbias casas,
impedir quiso que el Betis
tributase al mar de España.
Y él, rompiendo por en medio,
parece que ahora aparta,
de la una parte a Sevilla,
de la otra parte a Triana,
cuyos edificios bellos
se presentan la batalla,
y a no estar en medio el río
pienso que escaramuzaran,
pues para hablarse en las treguas
hay una puente de tablas,
sobre trece barcos puesta
y a cadenas amarrada,
por donde se comunican
a esta Babilonia tantas
mercaderías, que al peso
de los cielos no descansa.
La orilla arriba del río
está la Cartuja santa,
que con preciarse de mudos,
vive a la lengua del agua;
tan suntuoso edificio,
que mientras sus monjes callan,
hablan las piedras por ellos
con las lenguas de su fama.
Desde la Torre del Oro,
por insigne celebrada,
a quien sirve el sordo Betis
de limpio espejo de plata,
hasta esta famosa puente
por el río se trasladan
dos selvas de árboles secos
donde las hojas son jarcias,
desde donde el año todo
compiten con otras tantas,
al zafiro de los Cielos
con dos cielos de esmeraldas.
Aunque dentro de sus muros
la Primavera se halla
tan bien, que ha jurado ser
de Sevilla ciudadana;
entre cuyos edificios
al blanco Enero acompañan,
Abril vestido de verde,
y el Sol bordado de nácar.
Veintitrés mil casas tiene,
y es del agua la abundancia
tan grande, que pienso que hay
tantas fuentes como casas.
Tan hidrópica es su sed,
o su vecindad es tanta,
que un río entero se bebe
sin que al mar le alcance nada.
Que es el dulce Guadaira,
que el muro a Sevilla asalta
por los caños de Carmona
con cristalinas escalas,
cuyas aguas, porque nunca
a pagar tributo salgan
al mar, dentro de sus muros
las hace Sevilla hidalgas.
Su iglesia mayor, que fué
mezquita alarbe y mosaica
labor, en fábrica ilustre
a la de Efeso aventaja,
cuya gran torre parece,
por artificiosa y alta,
o pasadizo del Cielo,
o que es del Sol atalaya.
Cuando pintar quiso Ovidio
del Sol la luciente casa
con columnas de Epiropos,
pintó su famoso alcázar,
en cuyos estanques fríos,
desde la noche hasta el alba,
le aconsejan las estrellas
y se enamoran las plantas.
Y donde cisnes y peces,
cambiando plumas y escamas,
hacen con flores y murtas
tornasoles de las aguas;
sin mil edificios bellos
que son gigantes sin alma,
que a competencia del Cielo
sobre el viento se levantan;
tiene Sevilla, en efecto,
trece puertas, once plazas,
mil calles, doscientos templos,
que a la antigüedad espantan.
Es fértil, alegre y rica,
insigne en letras y armas,
y no ha menester la Corte
para ser del mundo patria.
Y por remate de todo,
en la perdición de España,
dió nobleza a las Asturias,
a Galicia y a Vizcaya,
un San Isidro a León
una imagen soberana
a Guadalupe, al martirio
dos valerosas hermanas,
que fueron Justa y Rufina,
y a las arrianas armas
un príncipe Hermenegildo,
columna de la fe santa.
(Duerme el viejo.)
y un Laureano que haciendo
sus manos fuente de plaza,
llevó su misma cabeza
a la tirana venganza;
el mejor emperador
a Roma, y envidia a Mantua
un Silio Itálico, Homero
español con justa causa.
Todo le sobra a Sevilla
que es la maravilla octava,
mas faltando tu belleza
todo a Sevilla le falta.
ESPERANZA De mi padre al sueño puedo
agradecer esta extraña
lisonja.
LOPE            Pluguiera al cielo
fuera lisonja, Esperanza,
que no hiciera.
ESPERANZA                        No prosigas.
LOPE Eso mismo el Rey me manda.
ESPERANZA ¿Qué es lo que dices?
LOPE                                   No sé.
ESPERANZA ¿Qué tienes?
LOPE                     Estoy sin alma.
ESPERANZA Mi bien, ¿qué te ha sucedido?
LOPE Quererte el Rey, Esperanza.
ESPERANZA ¿El Rey?
LOPE               Y me manda al fin
que desde hoy te deje.
ESPERANZA                                    Aguarda;
pues, ¿sabe el Rey que te quiero?
LOPE Nunca un malicioso falta,
lince de los pensamientos,
que penetra cuanto pasa.
Tú has dado sin duda al Rey,
en esta ausencia, Esperanza,
ocasión para tenerla,
que eres mujer y esto basta.
Malhaya quien de mujer
confía prendas tan altas
como el gusto y el honor,
y la voluntad, malhaya.
ESPERANZA Basta, don Lope, no intentes
por disculpa a tus mudanzas,
a costa de ofensas mías,
que por puerta ni ventana
no he dado ocasión al Rey
ni al mismo sol que intentara
darte celos por mi honor,
por mi sangre, y la palabra
que tienes de que he de ser
tu esposa, que ésta bastara;
miente el Rey si te lo ha dicho,
el mundo y todos se engañan.
LOPE No puede mentir el Rey,
perdona, Esperanza amada,
que él me ha dicho que te ha visto,
mas la parte no declara.
Bien puede ser de la tuya,
que no le hayas dado causa
para intentar tus favores;
él, en efecto, me manda
que te deje de querer
siendo imposible, Esperanza;
y no sólo que te deje,
sino que contigo haga
que le quieras y me obliga
con notables amenazas
del honor y de la vida,
que de tu mano le traiga
un papel, para que sirva
de testigo a mis palabras.
Con esta merced, anoche
me recibió, cuando al alba
pude con lágrimas tristes,
si no imitar, apiadarla.
Lo que faltó de allí al día
con mis celos, con mis ansias,
la cama y el pecho mío
hice campo de batalla.
ESPERANZA ¿Qué importa que quiera el Rey
si no es dueño de las almas?
LOPE ¡Ay, mi Esperanza perdida!
ESPERANZA Mi padre despierta, aparta.
PERAFÁN Dormíme y cumplí por Dios  (Despierta.)
lindamente mi palabra.
¿En qué va mi relación?
LOPE En este punto se acaba.
 
(Sale RODRIGO.)
 
RODRIGO Dame tus manos.
ESPERANZA                            Rodrigo,
seas bienvenido.
RODRIGO                           Estaba
por besarte los chapines
mil veces, honra de España,
a ser casta cortesía.
PERAFÁN Ya, Rodrigo, no nos hablas.
RODRIGO Hablar y servir por cierto;
dame tus manos.
PERAFÁN                           Levanta;
¿cómo dejas a Sevilla?
RODRIGO Como siempre, buena y brava:
díme un filo en el Corral
de los Olmos y una mandria
tuvo no sé qué conmigo
sobre si pasa o no pasa;
llevó una mohada a cuenta,
siguióme la gurullada,
no pude tomar iglesia
ni embajador, y en las ancas
de la mula de un doctor
me escapé con linda gracia.
PERAFÁN ¿En las ancas de la mula
de un doctor?
RODRIGO                      Pues dime, ¿hay casa
de Embajador, hay iglesia,
hay torre, hay tierra del Papa
de mayores preeminencias?
Pues hay médico que acaba
de matar cuarenta enfermos
y no hay quien le pida nada,
en poniéndose en la silla;
pues lo mismo es en las ancas,
que el practicante más zurdo
en asiento la gualdrapa,
aunque mate, es como asirse
de una iglesia a las aldabas.
Hay aqueste privilegio
en las mulas doctoradas
desde el portal de Belén.
PERAFÁN ¡Notable humor!
 
(Sale LEONOR.)
 
LEONOR                          ¡Gran privanza!
PERAFÁN ¿Qué es esto, Leonor?
LEONOR                                    El Rey
se apea de un coche en casa
y dicen que viene a ver
al señor don Lope.
PERAFÁN                               Extraña
merced y raro favor.
LOPE Ya empiezan mis celos.
 

(Dentro.)

 
                                    ¡Plaza!
 
(Sale el REY con acompañamiento.)
 
REY Por decirme que indispuesto
os sentís y que en la cama
estabais, don Lope, quise
veniros a ver.
LOPE                      Las plantas
reales de vuestra Alteza
mil veces beso.
REY                         En el alma
estimo el hallaros bueno.
PERAFÁN En honrar, señor, posada
tan corta, imitáis a Dios,
siendo ésta.
REY (Aparte.)    ¡Belleza rara!
Vuestra casa, Perafán,
puede pasar por alcázar:
levantad, ¿es hija vuestra?
PERAFÁN Sí, señor, y vuestra esclava.
REY ¿No tenéis hijo?
PERAFÁN                          Señor,
en la guerra de Granada
sirviendo está a vuestra Alteza,
imitando a las hazañas
de sus pasados; bien supo
vuestro padre, que Dios haya,
en lo de las Algeciras
si fué cobarde mi espada.
REY Ya, Perafán de Ribera,
sé quien sois, doña Esperanza
estuviera (¡gran belleza!)
mejor en Palacio.
LOPE (Aparte.)            El alma
se me sale a cada vuelta
del Rey y cada palabra.
PERAFÁN Vuestra Alteza me perdone,
que soy solo y en mi casa
no hay quien mire por mi hacienda
sino Esperancica.
REY                            Basta.
PERAFÁN Juan está ahí, en quien podéis
hacer merced a esta casa,
pues por sangre y por servicios...
REY No está la paga olvidada.
(Aparte.)  ¡Qué honestidad! ¡Qué hermosura!
Apenas los ojos alza:
vive Dios, que me ha causado
miedo y respeto.
LOPE (Aparte.)           ¡Qué extraña
ocasión de celos, cielos!
REY A su fama se adelanta
de su retrato también;
¡adiós, Perafán!
LOPE                         Hoy trata
mi muerte, Esperanza, el Rey.
ESPERANZA Ten de quien soy confianza
y no receles.
LOPE                    Advierte.
REY ¿Venís?
LOPE Sí, señor.
 

(Vanse y quedan los dos criados.)

 
LEONOR                             ¿No me hablas?
RODRIGO Yo me acordaré de vos,
Leonor.
LEONOR             ¡Qué extraña mudanza!
RODRIGO Voy muy grave con el Rey,
y pienso que por tu ama,
desde esta noche ha de andar
el diablo en Cantillana.

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