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ArribaAbajoCanto IV


   Rizados copos de nevada espuma
forma el arroyo que jugando salta,
ricos países de vistosa pluma
en campos de aire el pajarillo esmalta;
álzase lejos nebulosa bruma  5
de sombra rica, si de luces falta,
y el verde prado y el lejano monte
muro y término son del horizonte.
   Allá en la enhiesta vaporosa cumbre
su manto en el Oriente el alba tiende,  10
y blanca y pura, y regalada lumbre
de su frente de nácares desprende.
Cándida silfa a su fugaz vislumbre
el aire en torno sonrosado enciende,
y en su fuente la ondina voluptuosa  15
se mece al son del agua armoniosa.
   Y tras la densa y fúnebre cortina
del hondo mar sobre la rubia espalda,
ráfagas dando de su luz divina,
mécese el sol en lecho de esmeralda.  20
La niebla a trozos quiebra, y la ilumina
del terso azul por la tendida falda,
y de naranja, y oro, y fuego, pinta
sobre plata y zafir mágica cinta.
   Y en monte, y valle, y en la selva amena  25
y en la de flores mil fértil llanura,
y en el seno del agua que serena
se desliza entre franjas de verdura,
el ruido alegre y bullicioso suena
de seres mil que cantan su ventura,  30
prestando su algazara y movimiento
voz a las flores, y palabra al viento.
   Las rosas sobre el tallo se levantan
coronadas de gotas de rocío,
las avecillas revolando cantan  35
al blando son del murmurar del río;
chispas de luz los aires abrillantan,
salpicando de oro el bosque umbrío:
y si el aura a la flor murmura amores,
la flor le brinda aromas y colores.  40
   Y resonando... Etcétera: que creo
basta para contar que ha amanecido,
y tanta frase inútil y rodeo,
a mi corto entender no es más que ruido.
Pero también a mí me entra deseo  45
de echarla de poeta, y el oído,
palabra tras palabra colocada,
con versos regalar sin decir nada.
   Quiero decir, lector, que amanecía,
y ni el prado ni el bosque vienen bien,  50
que este segundo Adán no verá el día
nacer en los pensiles del Edén,
sino en la cárcel lóbrega y sombría.
Que su pecado cometió también
viniendo al mundo por extraño hechizo,  55
y es justo que tal pague quien tal hizo.
   Corrió entretanto por Madrid la fama
de aquella aparición del hombre nuevo,
de cómo viejo se acostó en su cama,
y al despertar se levantó mancebo.  60
Nueva de que era causa se derrama
del gran tumulto que contado llevo,
cuando atento el patrón, subiendo al ruido,
halló en otro a su huésped convertido.
   Hay en el mundo gentes para todo,  65
muchos, que ni aún se ocupan de sí mismos;
otros, que las desgracias de un rey godo
leen en la historia, y sufren parasismos;
quién por saber la cosa, y de qué modo
pasó, y contarla luego, a los abismos  70
es capaz de bajar; quien, nunca sabe
sino es de aquello en que interés le cabe,
   quien por saber lo que a ninguno importa
anda desempolvando manuscritos,
para luego dejar la gente absorta  75
con citas y con textos eruditos;
otro almacena provisión no corta
de hechos recientes, cuentos infinitos,
y mentiras apaña, y cuanto pasa,
se entretiene en contar de casa en casa.  80
   Este raro suceso que yo cuento
aquí en la capital ha sucedido,
y es tanta la jarana y movimiento
en que su vecindario anda metido,
que muchos no tendrán conocimiento  85
de un caso no hace mucho acontecido;
y a otros tal vez tan verdadera historia
se habrá borrado ya de la memoria.
   Mas yo, como escritor muy concienzudo,
incapaz de forjar una mentira,  90
confesaré al lector que mucho dudo
de la verdad del caso que le admira;
contaré el cuento con mi estilo rudo
al bronco son de mi cansada lira,
y el hecho a otros afirmar les dejo,  95
de haberse el mozo convertido en viejo.
   Como me lo contaron te lo cuento,
y yo de la verdad sólo respondo
de que el mozo salvaje del portento
anda alegre por ahí mondo y lirondo.  100
Raro misterio que en conciencia siento
no poder descifrar por más que ahondo;
mas, ¿qué mucho, si necio me confundo
sin saber para que vine yo al mundo?
   Que no es menor misterio este incesante  105
flujo y reflujo de hombres, que aparecen
con su cuerpo y su espíritu flotante,
que se animan y nacen, hablan crecen,
se agitan con anhelo delirante,
para siempre después desaparecen,  110
ignorando de dónde procedieron,
y adónde luego para siempre fueron.
   Baste saber que nuestro héroe existe
sin entrarse a indagar arcano tanto,
que tiene para estar alegre o triste  115
risa en los labios y en sus ojos llanto,
que come, bebe, duerme, calza y viste
ya más civil en este cuarto canto,
y que Adán en la cárcel le pusieron
cuando desnudo como Adán le vieron.  120
   Basta saber que el Diario, en su importante
sección que casos de la corte cuenta,
en estilo variado y elegante
que el interés del sucedido aumenta,
refiere este suceso interesante  125
al número dos mil seiscientos treinta,
y cómo sigue causa, el parte dado,
no me acuerdo qué juez de qué juzgado.
   Y todos los de todos los colores
periódicos (¡amable cofradía!)  130
que se apellidan ya conservadores,
ya progresistas, y que en lucha impía,
cebo de los políticos rencores,
mondan y pulen la cuestión del día,
de ilustración vertiendo ricas fuentes  135
en caudales fructíferos torrentes;
   ahondando la cuestión de estrago tanto,
buscando el móvil de motín tan fiero,
hallaron unos y otros con espanto
que era un pagado y vil aventurero  140
no disfrazado bajo el noble manto
de la santa virtud, sino altanero,
agente digno de la trama impía,
saliendo en carnes a la luz del día.
   Y acusó cada cual a su contrario  145
de haber pagado y encerrado al loco,
y del absurdo cuento estrafalario
que honra por cierto su invención muy poco;
cuál, al gobierno acusa atrabiliario,
cuál, supone en los clubs que se halla el foco,  150
sin que ninguno ser quiera en su ira
autor de tan ridícula mentira.
   Y con lógica sana y juicio recto
probaron como cuatro y tres son siete,
que no cabe en el más rudo intelecto  155
que se convierta un viejo en mozalbete;
y alguno, a los milagros poco afecto,
con odio a todo clerical bonete,
probó que nada, en un sabio discurso,
basta del mundo a trastornar el curso.  160
   Y yo quedé de entonces convencido
casi de que era mentiroso el cuento
aunque siempre mis dudas he tenido,
que es muy dado a dudar mi entendimiento.
Y cuanto llevo hasta ahora referido  165
ni lo afirmo, oh lector, ni lo desmiento,
que por mi honor te juro no quisiera
que nadie mentiroso me creyera.
   Y casi, casi arrepentido estoy
de haber tomado tan dudoso asunto,  170
y de a pública luz sacarlo hoy,
que la incredulidad llega a tal punto;
mas ya adelante con mi cuento voy
al son de mi enredado contrapunto,
que es mi historia tan cierta y verdadera  175
como lo fue jamás otra cualquiera.
   Es el caso que Adán, preso y desnudo,
hace ya un año que en la cárcel vive,
do con áspero trato y ceño rudo
áspera y ruda educación recibe.  180
Es cada cual allí doctor sesudo
que practicando de su ciencia vive,
tomos que enseñan más filosofía
que en cien años de estudio en sólo un día.
   Sociedad de filósofos, aquélla,  185
andar allí desnudo a nadie espanta,
antes más bien pondrán pleito y querella
al que lleve chaqueta, capa o manta;
y así a nadie extrañó cuando su estrella
trajo allí al joven que mi lira canta;  190
y un año desde entonces ha corrido
y el mancebo se está como ha venido.
   En cuanto a traje y nada más se entiende
que la sana razón su juicio aploma,
sus sentidos aviva y los entiende,  195
y su rústico ardor desbrava y doma.
La gracia y ademán del jaque aprende.
Las más punzantes voces del idioma,
y a sufrir y a callar, y a caso hecho,
guardarse la intención dentro del pecho.  200
   Y como el juicio el talento rija,
comprende de derechos y deberes
el intrincado código que fija
los goces de aquel mundo y padeceres.
Y el noble ardor que el corazón le aguija  205
en ansia de dominio y de placeres,
y su hercúlea simpática figura
del ajeno respeto le asegura.
   Ni chistes ni pillada se le escapa,
ni gracia alguna sin respuesta queda,  210
ni las cartas mejor ninguno tapa
cuando entre amigos el cané se enreda.
Revuelta al brazo con desdén la capa,
con él, navaja en mano, no hay quien pueda.
Que en la cárcel ahora ya no hay pillo  215
que maneje mejor que él un cuchillo.
   Ni lo hay más suelto y ágil, ni quien sea
más diestro a la pelota y a la barra,
ni más vivo y sereno en la pelea,
ni de apostura tal ni tan bizarra;  220
y a tanto va su gracia que puntea
de modo que hace hablar una guitarra,
y para acompañar se pinta solo
su acento varonil cantando un polo.
   Y áspero a par que juguetón y atento,  225
sin que de su derecho un punto ceda,
hombre de pelo en pecho y mucho aliento,
con los ternes y jaques entra en rueda;
y creciendo en arrojo y valimiento,
en juez se erige, y los insultos veda  230
del fuerte al débil, y animoso arguye
y a su modo justicia distribuye.
   Tal vez habrá quien diga escrupuloso
que es poco tiempo para tanto un año,
y poco fuera, cierto, si dichoso  235
vivido hubiera en lisonjero engaño;
más allí donde el látigo furioso
la suerte vibra con semblante huraño,
donde ninguno de ninguno cuida,
pronto se aprende a conocer la vida.  240
   Allí, do hierve en ciego remolino
la sociedad, ni títulos ni honores
son del respeto formulado sino,
ni sirven al que entra sus mayores;
breve mundo de más grandes dolores,  245
do lucha el triste en su afligido centro
contra la sociedad de fuera y dentro.
   Siempre en eterna tempestad, impura
mar donde el mundo su sobrante arroja,
lucha náufrago el hombre a la ventura  250
sin puerto amigo que en su mal le acoja;
pechos que endureció la desventura
y que el castigo de piedad despoja,
cada cual de su propio pesar lleno,
nadie se duele del dolor ajeno.  255
   Y ¿en qué parte del mundo, entre qué gente
no alcanza estimación, manda y domina
un joven de alma enérgica y valiente,
clara razón y fuerza diamantina?
Apura el jarro del licor hirviente,  260
cuando el más esforzado desatina
y trastornado y balbuciente bebe,
y aún él cien jarros a apurar se atreve.
   Y es su malicia la malicia aquella
viva y gentil del despejado niño,  265
luz y candor su razón destella
en medio de su alegre desaliño;
su noble frente y su figura bella,
su audacia inspira al corazón cariño,
que aquella fiera gente, en su dureza,  270
admiran el valor y la grandeza,
   y aunque es su lengua rústica y profana,
y es su ademán de jaque y pendenciero,
pura se guarda aún su alma temprana
como la luz del matinal lucero;  275
bate gentil, cual mariposa ufana,
el corazón sus alas placentero,
que abrillantan aún los polvos de oro
de inocencia y virtud breve tesoro.
   Ni leyes sabe, ni conoce el mundo,  280
sólo a su instinto generoso atiende,
y un abismo de crímenes inmundo
cruza, y el crimen por virtud aprende;
y aquel pecho que es noble sin segundo
y que el valor y el entusiasmo enciende,  285
aplica el crimen la virtud que alienta
y puro es, si criminal se ostenta.
   Como niño que cándido se esfuerza,
y hacerse el hombre en su candor presume,
y la echa de ánimo y de fuerza,  290
miente blasfemias, fuma aunque no fume,
no hay nadie sobre él que imperio ejerza,
y habla de mozas, tal, grato perfume
vertiendo en torno de inocencia pura,
al más bandido remedar procura.  295
   Y como en mente y en valor les gana
y aventaja en nobleza y bizarría,
tanto les vence cuanto más se afana
en mostrarles mayor su gallardía;
y aquellas almas viejas su alma ufana  300
con noble anhelo superar ansía,
sin cuidarse en los lances que le empeñan
de si es vicio o virtud lo que le enseñan
   y por amor a adornos y colores,
y entender que lo exige su decoro,  305
bordado un marsellés con mil primores
cuelga de su hombro izquierdo con desdoro.
Charro un pañuelo de estampadas flores
ciñe a su cuello una sortija de oro,
calzón corto, la faja a la cintura,  310
botín abierto y gran botonadura.
   Que aprendiendo a jugar ganó dinero,
y allí a la reja la Salada viene.
Moza que vive de su propio fuero
y en cuidar a los presos se entretiene:  315
el Parecer, tal vez, la hizo salero;
y ella que es libre y que a ninguno tiene
cuenta que dar dineros y comida
le trae, de amores por su Adán perdida.
   Y ya le ha aconsejado en su provecho;  320
la pobre moza de su amor prendada;
que aunque de rumbo y garbo y franco pecho
y en su modo y palabras desgarrada
y aunque le mira en cueros, que es bien hecho.
Con dulce encanto y alma enamorada,  325
le aconsejó vestirse por decencia,
y él se dejó vestir sin resistencia.
   Vagando va confuso el pensamiento
en torno a la mujer del mozo ardiente,
sin poderse explicar el sentimiento  330
que por sus nervios esparcido siente;
mas su vista le da dulce contento,
respira en ella un codicioso ambiente,
que mágico embelesa los sentidos
tras la ilusión de su placer perdidos.  335
   Y su voz aunque áspera que suena
grata a su oído, el corazón le adula
y de ansiedad confusa su alma llena,
ni su ilusión ni su placer formula.
Lejano son de amante cantilena,  340
que entre la brisa perfumada ondula,
al aire de su dulce devaneo
perdido vaga su genial deseo.
   Y cuando ella con amor le mira,
en la ansiedad vehemente que le aqueja  345
y en el ardor violento que le inspira,
quiere romper la maldecida reja,
y la sacude con violenta ira,
porque acercarse a ella no le deja;
trémulo de furor sus miembros laten  350
y sus arterias dolorosas baten.
   Látigo y gritillos y penoso encierro,
pronta a saltar sobre él la muchedumbre,
tratado allí como indomable perro,
le impusieron forzada mansedumbre.  355
Cual vigoroso potro tasca el hierro,
bota y arranca de las piedras lumbre,
el mozo así sujeto a su despecho
siente un dolor que le desgarra el pecho.
   Fiero león que a la leona siente  360
en la cercana jaula de amor llena,
que con lascivo ardor ruge demente,
de cólera, erizando la melena,
y la garra clavando en la inclemente
reja, en tono los ámbitos atruena,  365
y el duro hierro sacudido cruje
de tanto esfuerzo a tan tremendo empuje.
   Que al placer le convida su hermosura
más a sus ojos mágica, que el cielo
con su sereno azul bañado en pura  370
luz que colora el transparente velo.
Placer que inspira al corazón bravura
fuerza a sus nervios y valiente anhelo,
su máquina impulsada y sacudida
al ignorado goce a que convida.  375
   Que los ardientes ojos de la bella,
y el que mayo pintó de rosa y nieve
semblante alegre que salud destella,
redondas formas y cintura leve.
Y gallardo ademán, ligera huella,  380
pie recogido en el zapato breve,
y blanca media que al tobillo pinta
de negro a trechos la revuelta cinta.
   Y el hueco traje que flotante vaga
en rica de lujuria y vaporosa  385
atmósfera de amor, el alma halaga,
y excita los sentidos codiciosa,
y que enseñar el movimiento amaga
cuanto finge acaso la mente ansiosa,
que allá penetra en la belleza interna  390
tras la pulida descubierta pierna.
   Sácanle el rostro en torbellinos rojos
el fuego del volcán que el pecho asila,
lanzando llamas sus avaros ojos,
encendida la lúbrica pupila.  395
¡Mísero del que entonces sus enojos,
¡ay!, provocara; la ira que destila
su impotencia en su alma, rebosando,
sobre él cayera su dolor vengado!
   ¿Visteis al toro que celoso brama,  400
la cola ondeando sacudida al viento,
que el polvo levantando inflama,
envuelto en nube de vahoso aliento,
y ora a su amada palpitante llama,
ora busca en su cólera violento,  405
con erizado cerro y frente torva,
quién el deseo de su amor estorba?
    Así el mancebo en rededor revuelve
la vista en ansia de feroz pelea,
de nuevo a sacudir la reja vuelve,  410
que trémula a su empuje titubea;
calmarse, en fin, a su pesar resuelve,
siente que en vano lucha y forcejea,
y ella le habla, y él triste la mira,
y sin saber qué responder, suspira.  415
   Que él no sabe con ella hablar de amores,
sino sentir en su locura ciego.
Suspiros son la voz de sus dolores,
y son sus ansias en sus ojos fuego.
Ella entre tanto calma sus furores,  420
que él siempre cede a su amoroso ruego,
y en sus salvajes ojos se desliza
dulce rayo de amor que los suaviza.
   Porque es a un tiempo la manola airosa,
gachona y blanda como altiva y fiera,  425
y sabe con su Adán ser amorosa,
y esquiva con los otros y altanera;
paloma fiel, cordera cariñosa,
aunque de rompe y rasga, y de quimera
y mal hablada, y de apostura maja,  430
y que lleva en la liga la navaja.
   Y está de su pasión tan satisfecha,
tan ancha está de su gallardo amante,
que hasta la tierra le parece estrecha.
Y no hay dicha a su dicha semejante  435
cuando a la espalda la mantilla echa,
y las calles se lleva por delante,
pensando en el gachón que su alma adora,
en su propia hermosura se enamora.
   Corazón toda ella, y alma, y vida  440
y gracia, y juventud, desprecio siente
hacia la sociedad, libre y erguida,
hollándola con planta independiente.
Dejando a su pasión franca salida,
un pues mejor rasgado e insolente,  445
con cara osada por respuesta arroja
si alguno reprendiéndola la enoja
   pobre mujer para sufrir criada,
vil la marcó la sociedad impía,
vivienda en medio de ella condenada  450
a perpetua batalla y rebeldía.
Hija del crimen, sola abandonada
a su propia experiencia y energía,
sin más lazo en el mundo ni consejo,
que un padre preso, criminal y viejo.  455
   Era el tío Lucas, padre de la bella,
hombre de áspero trato y de torcida
condición dura y de perversa estrella,
sin cesar por su boca maldecida;
pocas palabras de indolente huella,  460
mal encarado y de intención dormido,
chico y ancho de espaldas, y cargado.
Largo de brazos y patiestevado.
   De chata y abultada catadura,
de entrecana y revuelta espesa ceja,  465
ojos saltones y mirada dura,
blanca patilla a trechos y bermeja,
la frente estrecha y de color oscura,
rojo el pelo, como áspera guedeja,
inaccesible al peine, aborrascado,  470
en vedijas le cubre enmarañado.
   No hay cárcel ni presidio en las Españas
que no conserve de él alta memoria,
ciudad que no atestigüe de sus mañas,
ni camino sin muestras de su gloria;  475
y consignada está de sus hazañas,
en procesos sin fin, su ínclita historia,
aunque oscura y truncada, que a la pluma
fió muy poco su modestia suma.
   Lleva a rastra los pies andando, y mueve  480
pesada y vacilante la cabeza,
su pensamiento a intención aleve
mostrando en su abandono y su pereza.
Mosquitos insigne, por azumbres bebe
sin vacilar un punto su firmeza;  485
siempre fumando el labio ya tostado
con el tabaco negro y requemado.
   Raya en sesenta años, y cincuenta
hace ya que empezó sus correrías,
quiénes fueron sus padres no se cuenta,  490
ni dónde ha visto sus primeros días.
Siempre sagaz, diversa historia inventa
de sus viajes, familia y fechorías,
cambia su nombre y patria, dando largas
así a las horas de su vida amargas.  495
   Este honrado varón, cuando desnudo
Adán entró en la cárcel, y la gente
le examinaba con anhelo rudo,
explicó el caso con sesuda mente:
«¿No habéis, les dijo, visto nunca un mudo?  500
¿Qué diablos os chungáis de un inocente?»
Y apartó a todos, con afecto raro
dando a su mudo protección y amparo.
   Y como luego el inocente diera
pruebas de su vigor y valentía,  505
y abriera a uno en desigual quimera
contra las piedras la cabeza un día.
Tanto amor le cogió, que la severa
faz desplegando que jamás reía,
hablaba siempre dél guiñando el ojo  510
con cierta sonrisita de reojo.
   «El chaval, el chaval», decía entre sí,
«Meterle mano, que mejor gazapo
no ha regalado el líbano al buchí3;
vamos con él a quién es el más guapo.»  515
Y cuando vio que el mozo hecho un zahorí
camina viento en popa a todo trapo,
y aprende a hablar y en ardimiento crece
y hacerse un hombre de provecho ofrece,
   fundó esperanzas el astuto viejo,  520
y comenzó a formarle a su manera,
y le oye el joven con sagaz despejo
y con más atención que conviniera.
A él y a nadie más pide consejo,
sometida al talento su alma fiera,  525
que en las cosas del mundo el viejo es ducho,
y el candoroso Adán le tiene en mucho.
   Su observación profunda y su experiencia
ha reducido a máximas la vida,
es cada frase suya una sentencia,  530
cada palabra una ilusión perdida:
torpe y lento en hablar, vierte su ciencia
en truncados períodos sin medida,
más en su gesto su intención marcada
que el valor de la palabra hablada.  535
   Como entreabierta garra alza la mano,
siempre de quite al frente el movimiento,
y habla gruñendo como perro alano
con ojos de través y sordo acento.
Sobre la frente el pelo rojicano,  540
la barba sobre el pecho, al mozo atento
que su doctrina codicioso espera,
una noche le habló de esta manera:
   Hijo mío, pocos años
me quedan ya que matar,  545
porque a mí me han de acabar
la viuda4 o mis desengaños
   a ti mañana, a mí hoy.
Yo soy punta y tú eres mango,
este mundo es un fandango;  550
tú vienes y yo me voy.
   Mira, de nadie te fíes,
hijo Adán, vive en acecho,
lo que guardes en tu pecho
ni aún a ti mismo confíes.  555
   La gente... No hay un amigo:
al que cae, la caridad...,
de una mala voluntad
tienes un falso testigo.
   Si mojas5 a alguno, cuida  560
de endiñarle al corazón...
No se olvida una intención
y un beneficio se olvida.
   Eres mozo, al mundo sales.
De los montes se hacen llanos.  565
Buena suerte y muchas manos,
y callar y vengan males.
   A malos trances más bríos:
como la mar es en suma
el mundo, pero en su espuma  570
se sustentan los navíos.
   Las mujeres... La mejor
es una lumia6: en el suelo
el diablo no tiene anzuelo
más seguro ni peor,  575
   ellas te chupan el jugo,
y te espantan los parnés7:
cuando carne comer crees
estás comiendo besugo.
   El hombre ahí ha de enredar  580
sin que le enrede el enredo,
tú no te chupes el dedo,
que no hay que pestañear.
   Mala siembra, mala siega;
nada me va, nada sé;  585
quien más mira menos ve,
y di la verdad, Juan Niega.
   Esto es negro para ti,
pero ya lo entenderás,
y acaso te acordarás,  590
cuando lo entiendas, de mí.
   Poco en verdad el candoroso mozo
de tan profundas máximas comprende,
con tal misterio y maleante embozo
hablándole de un mundo que no entiende.  595
Y al través de su rústico rebozo,
si el sentido tal vez sagaz trasciende
de alguna frase, en su confuso empeño
cuanto adivina le parece un sueño.
   Un mundo que una luz pura ilumina,  600
que viste y cubre un tan hermoso cielo,
¿mansión habrá de ser donde camina
el hombre siempre con mortal recelo?
¿Y será la mujer, creación divina,
vida del alma y generoso anhelo,  605
brillante de placer y de hermosura,
enemiga también, también impura?
   ¿Será del hombre el enemigo,
y en medio de los hombres solitario,
él, su sola esperanza y solo amigo  610
verá en su hermano su mayor contrario?
¿Grillos, cadenas, hambre y desabrigo
siempre serán el lúgubre sudario
que vista, al entregarle a su abandono
el hombre al hombre en su implacable encono?  615
   ¿Será tal vez que en bandos dividida,
lucha furiosa en obstinada guerra
la raza de los hombres fratricida
alterando el reposo de la tierra?
¿Qué brazo audaz que justo se apellida  620
contra su voluntad allí le encierra?
¿Quién llama criminal a aquella gente
a quien oye decir que es inocente?
   Y él, que recuerda como en sueño apenas
de su vida el primer dulce momento,  625
¿por qué a vivir en ásperas cadenas
vino, y cruel con bárbaro tormento
el hombre de dolor las manos llenas,
en su inocencia lo arrojó violento,
castigando con grillos y prisiones  630
el natural vigor de sus pasiones?
   Estas y otras reflexiones rudas
hierven en su ofuscada fantasía,
como aparece entre las sombras mudas
incierto rayo de la luz del día.  635
Turbio su juicio, amontonando dudas,
sin fórmula vagando en la sombría
nube de que su mente está cubierta
ni acierta a hablar, ni a preguntar acierta.
   Tosió entre tanto su Mentor, que arranca  640
del pulmón a pedazos su catarro.
Y remoja la voz, que le atranca
sorbiéndose de vino medio jarro;
de un negro torcidón como una tranca
pica, lía y enciende su cigarro,  645
chupa y empuja con la uña el fuego,
y en su discurso así prosiguió luego.
   ¿Tú qué has hecho? No has salido
chibato8 del cascarón;
sin razón o con razón  650
a la sombra te han traído.
   Es sino de criaturas:
no te gruñirá el barí9;
a mí me tienen aquí
   un chota10 y mis desventuras  655
se berreó11 el maldecido
y dos señores muy llanos
vinieron con cuatro alanos
a sorprenderme en mi nido.
   Yo como soy muy cortés  660
excusé su compañía,
hasta que vi no podía
ni por menos ni por pies.
   No se llevaron mal chasco:
seis pobretes... La del humo...  665
Que por ahí andan presumo.
Yo aquí a la sombra me rasco.
    Por ellos me di a partido;
dando largas ello irá;
que no los traigan acá,  670
y nada se habrá perdido.
   Tú, pobrecillo, reserva
lo que ahora vas a saber,
que en el mundo hay que aprender
a sentir crecer la yerba.  675
   El que lo gana, lo jama12
a buscársela, hijo mío;
a hacer tú mismo tu avío,
que el que no llora no mama.
   Y tú para ti has de hacer,  680
yo te pondré en buen camino.
Hijo, si tienes buen sino,
pan te queda que roer.
   Los seis pobretes... Más plata
valen que ha dado el Perú.  685
Son muy gentes; verás tú
seis meloncitos de cata.
   Muy hombres, muy campechanos,
no porque yo los alabe,
pero es cosa que se sabe,  690
como las suyas no hay manos.
   Saladilla te dirá
lo que has de hacer: ¡malos mengues13
te lleven a ti y sus dengues,
que tan derretida está!  695
   Los seis pobretes reciben
también de este pobre viejo
de cuando en cuando un consejo,
y, Adán, como pueden viven.
   Yo bien te quise dar  700
rentas y capellanía,
pero el que no tiene usía
se lo tiene que ganar.
   El refrán dice, hijo Adán,
que Dios es omnipotente  705
y el dinero es su teniente,
y que sin el din no hay dan.
    Con que salud y andar vivo,
que por tu bien tengo empeño,
y a Dios, que ya viene el sueño,  710
cada mochuelo a su olivo.

   Quedóse Adán, mientras espera el día,
rumiando las palabras del bandido;
pasar el mundo en confusión veía
con loca fiebre y delirante ruido.  715
Luego en grata embriaguez su fantasía,
embargándole el sueño su sentido,
la imagen en visión encantadora
le trajo amor de la mujer que adora.
    Su loco enajenado pensamiento,  720
que trae regalo y esperanza al alma,
ignorado deleite y sentimiento;
en mitad del desierto umbroso palma
que templa su calor calenturiento,
y a cuyo pie el viajero se reposa  725
en paz de amor y languidez sabrosa.
   Visión en cuyos brazos descansando
su oscura cárcel y ansiedad olvida,
en jardines de rosas respirando
el encantado aroma de la vida.  730
El alma allí con movimiento blando
en el columpio mágica mecida
de su propia ilusión, cuenta un tesoro
de esperanzas sin fin, de ensueños de oro
   alma joven y pura que suspende  735
en la región del aire un devaneo,
y que en su propia luz, la luz enciende,
y da forma y visión a su deseo;
la atmósfera tal vez ruda le ofende
del ignorado mundo y su mareo;  740
mas si siente sus puntas dolorida
su propia juventud cura su herida.
   Que hay en el alma, cuando nueva agita
sus áureas alas, una fuente pura,
que alegre riega la ilusión marchita  745
y renueva su fuerza y su hermosura;
bebiendo de ella el corazón palpita
hasta que al fin secándose la apura,
y en vez de la ilusión se alza la pena
que al manantial purísimo envenena  750
   así en su propia alma su consuelo
halla el mancebo, y de la pura fuente
con las aguas de vida su desvelo
templa, y el sueño perezoso siente.
Y luego en alas de su propio anhelo,  755
de la amada mujer, cruza en su mente
la blanca imagen, que, por más delicia,
amorosa le besa y le acaricia.
   Brilló entre tanto, si decirse puede
que brilla en una cárcel nunca el día,  760
donde a su luz la sombra nunca cede
ni un rayo el sol al corazón envía.
Donde la tregua que al dolor concede
un breve sueño con crueldad impía
rompe la aurora, y vuelve a su faena  765
el cautivo amarrado a su cadena.
   Donde las horas hilan su tejido
sin enredar tal vez una esperanza,
y el tiempo al parecer pasa dormido
sin señales de alivio ni mudanza;  770
donde tal vez el término cumplido
que la ilusión del desdichado alcanza,
es en su ruda, inexorable suerte
en su suplicio una penosa muerte.
   Donde... Pero también el hombre olvida  775
allí su pena en su locura insana,
ríe y canta, y devánase su vida
que entre el ayer se enreda y el mañana.
La llaga del dolor adormecida
templa un olvido, una esperanza vana,  780
que es el presente lago alborotado,
do el porvenir se enturbia y lo pasado.
   La causa, en tanto, en un rincón dormía,
sin cuidarse de Adán el escribano,
y un año largo su prisión corría.  785
Y nadie de él se acuerda: y un verano,
y otro pasara, y ciento, y pasaría
un siglo entero, y mil, y todo en vano,
situación en las cárceles no extraña,
gracias al modo de enjuiciar de España.  790
   Cuando la hermosa que al mancebo adora,
quién sabe cómo, acaso malamente,
logró de la pereza vencedora
del juez que diese Adán por inocente;
vista la causa en fin, llegó la hora,  795
de darle libertad, y delincuente
no pudiéndole hallar, le sentenciaron
las costas a pagar que otros causaron.
   Las costas, pues, con otras bagatelas
pagó de sus ahorros la Salada,  800
cálzase el escribano las espuelas,
la causa aviva, y la dejó zanjada:
¡oh, cuánto amor, el corazón desvela
de una hermosa mujer enamorada!
¡Cómo voló a la cárcel aquel día  805
rebosando la nueva en su alegría!
   Párase ante la cárcel, precipita
acá y allá agitada sus paseos,
frenético su espíritu se agita;
sueña su alma amantes devaneos.  810
Un siglo en su ansiedad loca, infinita,
cuenta cada minuto sus deseos,
allí esperando a que el escriba venga
y oír gritar: «Adán con lo que tenga»14.
   Llegó por fin el anhelado instante;  815
corrió a la reja la feliz manola;
toda turbada látele el semblante,
que amor con mil colores arrebola;
y trémula la mano, y anhelante
con un ansia no más y una idea sola,  820
entre la verja entrándola la agita
y con el gesto y con la voz le grita,
   y como tigre que acechando hambriento
tal vez descubre presa en la llanura,
y en arco el cuerpo arrójase violento,  825
salta, y entre sus garras le asegura,
no con ansia menor al dulce acento
que entrando hasta sus tuétanos murmura.
El mozo corre a donde ve su bella
que al través de la reja se atropella.  830
   ¡Oh del primer amor dulces escenas
que presencia risueño el escribano,
palomas inocentes de amor llenas
que se huelgan delante del milano!
Romped, en fin, romped esas cadenas  835
con que el destino os separó tirano,
y otras os teja de amorosas flores
el buen Dios protector de los amores.
   Abrazó Adán al redomado viejo,
honrado padre de su amada prenda,  840
el cual frunciendo el rígido entrecejo
le apartó donde nadie los entienda;
y a solas repitiéndole el consejo
de la noche anterior, le recomienda
prudencia y tino y ánimo en la vida  845
y le abraza otra vez por despedida.
   ¡Cuánto júbilo al alma y alborozo,
cuánto loco placer, cuánta alegría,
sintió alterado el indomable mozo
libre al mirarse y a la luz del día!  850
Las arterias palpitantes de gozo,
baña la luz su audaz fisonomía,
y de contento el corazón deshecho
suena a sus golpes conmovido el pecho.
   Y ella veloz con su ademán de maja,  855
su planta firme y su gentil soltura,
la calle al lado de su amante baja
llamando la atención su donosura.
Y ambos en medio a la común baraja
de gentes que atraviesan con presura,  860
y que a su garbo y gentileza atienden,
ojos a un tiempo y corazón suspenden.
   Y él al mirarse al lado de su bella,
y al tocarla tal vez su tacto es fuego,
fuego que lanza vívida centella  865
que el alma y corazón penetra luego;
páranle a un tiempo su ignorancia, y ella
que contiene su ardor con blando ruego,
y acaso su ardimiento también doma
cuando recuerda la pasada broma.  870
   Que ha comprendido Adán que aquella gente
que él con recelo y cuidado mira,
es acaso la misma que inclemente
piedras y lodo al inocente tira.
Y cual furioso loco va impaciente  875
junto al loquero que temor le inspira,
así la rienda puesta a sus arrojos,
gira en redor sus recelosos ojos.
   Un pobre cuarto bajo en una casa
pobre, la moza en Avapiés habita,  880
de baja planta y de fachada escasa,
limpia por dentro y de esmerada cuita.
La llave con incierta mano para,
y el mancebo infeliz se precipita
tras ella en la mansión, que amor ahora  885
con tintas mil de su ilusión colora.
   Tintas que bañan en su lumbre pura
la pobre estancia con celeste encanto,
vertiendo en torno aromas de dulzura
que amor derrama de su aéreo manto.  890
Morada acaso triste, acaso impura,
mas de la dicha ahora templo santo,
convertido en Edén de ricas flores
al soplo germinal de los amores.
   Que solo allí con la mujer que adora,  895
cuya hermosura la mansión encanta,
bastan apenas al mancebo ahora
los ojos a admirar belleza tanta.
Y el fuego que frenético atesora
el corazón y su vigor levanta,  900
y su inquietud redobla, fulminante
en ráfagas de luz brota al semblante.
   Y entre sus manos trémula su mano,
sus labios devorándose encendidos,
al rudo impulso y al furor tirano  905
de sus tirantes nervios sacudidos,
él, ignorante en su delirio insano,
respondiendo latidos a latidos.
Al corazón la aprieta, el juicio pierde,
la besa hambrienta y con placer la muerde.  910
   Y una nube quimérica ya vela
sus sentidos, y vaga y vaporosa
placer, deleites y delirios cela
y confunde su dicha vagarosa;
y la hermosura disipada vuela  915
de la mujer que espárcese amorosa,
y donde quiera él, gusta, toca y mira,
dicho, hermosura e ilusión respira.
   Aire que con riquísimos olores
baña su negra cabellera riza,  920
luz vagarosa y blanda que de amores
en los húmedos ojos se desliza,
voluptuosa niebla de colores
que un deliquio dulcísimo matiza,
los cerca en derredor embebecidos  925
en su lánguida magia los sentidos.
   Amor encuentra en su sabrosa boca,
y en sus ojos de amor, amor respira,
afán de amores en su frente loca
latir contempla si a su hermosa mira.  930
Furor ardiente que el amor provoca
él en su aliento abrasador aspira,
y ella a su furia y su pasión demente
doblar su amor al estrecharle siente.
   Y amor en voluntad se desvanece  935
y va a perderse en el remoto cielo,
que hasta allí disipándose parece
que elevan sus espíritus su vuelo;
y el aura del deleite que las mece
y confunde sus almas en un velo,  940
cubriéndolas de gloria y de ventura,
allá las alza en sueños de dulzura,
   sueños que en torno en formas nacaradas
vagos acá y allá revolotean,
y en las venas latiendo arrebatadas  945
entre la sangre trémulos serpean.
En los rígidos nervios desplegadas
sus alas placidísimas ondean,
sobre la frente bulle su armonía
y ofuscan con su luz la fantasía  950
   genios de amor, deidades de hermosura,
donde la juventud, nuevas creaciones,
que en el primer placer el alma pura
llueve desde su cielo de ilusiones;
inmenso amor, riquísima ventura,  955
que ignoran los morales corazones
que el varonil vigor aún no ha sentido
y está el candor de su niñez perdido.
   ¡Oh! A su inocencia, a su infantil pureza
la fuerza juvenil junta el mancebo,  960
nueva a sus ojos es tanta belleza,
nuevas sus ansias y su gozo nuevo;
antes que la ilusión en su cabeza
seque el deseo con picante cebo,
dicha, ilusión, amores y delicias  965
se atropellan en él con sus caricias.
   Y allí en tropel, cual vierte su rocío
en las mañanas del abril la aurora
sobre las verdes ramas del sombrío
y en las pintadas flores que enamora,  970
al alma y cuerpo con amante brío
la turba de placeres voladora,
que en torno en algazara se levantan.
En círculos de júbilo la encantan.
   Olas que van y vienen en su mente  975
son sus alborotados pensamientos,
confusos todos en tumulto ardiente
brotando el corazón sus sentimientos;
y al armonioso estrépito latente
absortos los sentidos, los violentos  980
impulsos del amor muestran pasmados
en éxtasis de gozo arrebatados.
   ¡Oh! ¡Cómo vibra y en acorde canto
el alma de ella al alma de su amante!
¡Oh! ¡Cómo tanto amor, delirio tanto  985
se retrata en su célico semblante!
¡Oh! ¡Cuál le presta su ignorado encanto
su espíritu a su espíritu flotante,
como el arco del músico se agita
cuando violenta inspiración le excita!  990
   Que, como cuando arrebatado azota
al muelle mar el huracán violento,
las apiñadas olas que alborota
a merced van del combatido viento,
así en la llama eléctrica que brota  995
el alma en cada nuevo sentimiento,
envuelta el alma ajena y sacudida
vaga a merced de la pasión perdida.
   Y ahora que así las almas considero
prestándose placer, gloria y ternura,  1000
pararme un punto y lastimarme quiero
de mi propio disgusto y desventura;
que ya gastado de mi ardor primero
el tesoro riquísimo se apura.
Y en mi amargo dolor continuo lloro  1005
perdido malamente aquel tesoro.
   Aunque por otra parte me consuela
no tener ya que ir como iba un día
a escape con el alma y dando espuela
al alma que en mi curso antecogía;  1010
ni soñada esperanza me desvela,
ni doy crédito ya a mi fantasía,
y si de amor no late el pecho mío
también en cambio a mi placer me hastío.
   ¡Oh! ¡Bendita mil veces la experiencia  1015
y benditos también los desengaños!
Piérdese en ilusión, gánase en ciencia,
gastas la juventud, maduras años,
tanta profundidad, tanta sentencia,
tantos remedios contra tantos daños,  1020
¿a qué los debes, mundo, en tanta copia
sino a la edad y a la experiencia propia?
   ¿Y habrá tal vez alguno que sostenga
que no vale la ciencia para nada?
¿Y habrá menguado que a probar nos venga  1025
que está la dicha en la ilusión cifrada?
¿Pues hay cosa que más nos entretenga
que medir de los astros la jornada,
y saber que la luna es cuerpo oscuro,
y aire ese cielo al parecer tan puro?  1030
   Viva la ciencia, viva, y si en el mundo
perdiste ya del alma la energía,
y en ella guardas con dolor profundo
algún recuerdo de un dicho día
con viva aplicación meditabundo  1035
engólfate en los libros a porfía,
que aunque ellos nunca calmarán tu pena
al menos te dirán qué es luna llena.
   Y entretanto, vosotros los que ahora
pinté embriagados de placer y amores,  1040
gozad en tanto vuestras almas dora
la primera ilusión con sus colores.
Gozad, que os brinda la primera aurora
con el jardín de sus primeras flores.
Coged de amor las rosas y azucenas  1045
de granos de oro y de perfumes llenas.
   Y sed vosotros isla de verdura
donde repose yo, cansado y yerto
del sol que ennegreció mi frente pura
y del árido viento del desierto.  1050
Idea de suavísima dulzura
vosotros sed do el pensamiento incierto
fije su vuelo, y vuestro aroma blando
venga a mi corazón su afán templando.