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«Vendedores ambulantes» hay en cambio muy pocos. Considero «obreros» a los pequeños artesanos y oficiales, y a los «jornaleros».



 

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Tanto es así que entre las víctimas evocadas por Pérez de Guzmán figura un tal Felipe García Sánchez, inválido como el de la tragedia. El caso de conciencia -muy moderno por supuesto- que se les planteó a los militares a consecuencia de la orden de Negrete lo expone claramente Daoíz ante el comandante francés, en unos endecasílabos que la emoción deja alguna que otra vez mal parados:

Que esas ordenes dieron es muy cierto;
pero falta saber si pudo darlas
quien las dio, y también si es que tenemos
recisa obligación de obedecerlas.
Yo en estas circunstancias sé que debo
desecharlas, supuesto que me consta
que tales gefes, viles y protervos,
a la maldad francesa están vendidos.
Yo, español, militar y caballero,
cumplo con mi Rey y con mi Patria,
y en defensa de entrambos con esfuerzo
debo morir...


En otra obra teatral de la misma época, intitulada La constitución vindicada (véase Larraz, La guerre d'indépendance..., p. 207 y ss.), Martí, como advierte Larraz, expresa por boca de un alcalde liberal otra reivindicación revolucionaria que acaba de satisfacer, al menos según cree, la nueva constitución; esta guerra, dice,

se hace
por la utilidad del pueblo,
y sabiendo los motivos,
y no como allá en mis tiempos;
aquello era cosa dura:
marchaban los regimientos
a campaña, se batían,
era muerto o prisionero
el pobre a quien le tocaba
la china, sin que a todo esto
ni el soldado ni sus gefes
supiesen el fundamento
de la guerra; allá en la Corte,
el Rey, o tal vez aquellos
que en su nombre gobernaban,
tomando qualquier pretesto,
declaraban a su antojo
la guerra, y al mejor tiempo
hacían también la paz
por otro capricho; ¡oh! esto
era, qual suele decirse,
llevarnos como carneros
a donde quiere su amo;
ahora será muy diverso;
la guerra o la paz que se haga
será sabiendo el gobierno
y la Nación los motivos.




 

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Y al que saca la cabeza
por puertas o por ventanas,
o al que en la calle se encuentra,
le tiran una descarga...

(El día dos de mayo..., I, 9)                




 

53

P. 39.



 

54

P. 17.



 

55

Francisco Gallego Dávila, presbítero, fue el que murió arcabuceado en la Montaña del Príncipe Pío, a las 4 de la madrugada del día 3. También Molina Soriano vio pasar presos a dos sacerdotes, pero a ningún fraile. Según Pérez de Guzmán, un capellán que participó en la refriega fue indultado por Murat (p. 675).



 

56

El cual, como queda dicho, grabó dos estampas ideadas por el artista en 1813 relativas al motín del 19 de marzo y a la entrada de Fernando VII en Madrid.



 

57

Véase de VV. AA., El clero afrancesado, Université de Provence, Aix-en-Provence, 1986.



 

58

Véase Jeannine Baticle, «Lux ex tenebris. Goya entre la légende et la vérité», Colóquio Artes, 1981, p. 56, y Vilaplana Zurita, «Un grabado valenciano como antecedente directo de 'Los Fusilamientos' de Goya», El arte barroco en Aragón. Actas III Coloquio de Arte Aragonés, sección I, 1983, Huesca, 1985, p. 449 y ss.



 

59

Larraz, La guerre d'indépendance..., p. 198.



 
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