Escena I
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EUDÓN y LINSER
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EUDÓN. | La violencia;
Linser; no hay más partido. | | Ni el haber escuchado
la noticia | | ya cierta de la muerte de su hermano, | | ni mi
anheloso afán, ni mis caricias, | | ni de mis reflexiones
y consejos | | el grave peso y persuasión continua | | la
convencen. Y es fuerza que esta noche | | jure ante los altares
el ser mía. | | Ya no hay más dilación.
La luz primera | | mi esposa la ha de ver, y a la hora misma | | que de Reynal la muerte se publique, | | publíquese
mi enlace. |
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LINSER. | Pero
¿a Elisa | | le has propuesto otra vez...? |
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EUDÓN. | Esta
mañana | | le hablé, cual sabes, a tu propia vista, | | y notaste también su repugnancia. | | Pero no la extrañé;
como nacida | | de su costumbre al claustro y al retiro, | | y
esperaba que al cabo lograrían | | mis palabras, mi amor
y la dulzura | | a mi pasión y voluntad rendirla. | | Después,
dos veces, la busqué, y en ambas | | la he encontrado,
Linser, tan decidida | | y tan diversamente repugnante, | | que
no sé qué pensar. Cuando creía | | que
al ver perdido a su infeliz hermano | | se decidiera a mis instancias
finas, | | la encuentro más tenaz. Después que
supo | | este suceso, que mi cetro afirma, | | y que se desahogó
su sentimiento, | | torné a instarle amoroso. Pero Elisa, | | al escuchar de nuevo mis razones, | | la grandeza y poder que
lograría | | con mi mano y el trono, y de este fuego | | que arde en mi corazón la llama viva, | | en mí
clavó los ojos, y agitada | | de temor y sorpresa, las
mejillas | | pálidas inundó de lloro amargo, | |
sin contestar a las razones mías. | | Ahora volví
a encontrarla, y cuando apenas | | el labio abrí, diciéndole:
«¡Oh mi Elisa!, | | no tan cruel a la pasión violenta | | que arde en mi corazón, dura resistas.» | | Feroz clavó
sus ojos en los míos; | | se estremeció después,
turbó la vista, | | y luego, no, Linser, ya con dulzura, | | con aquella dulzura y voz sumisa | | con que hablaba otra vez,
sino animosa, | | y casi con osada altanería: | | «Señor
-me dijo-, basta. Esas palabras, | | esa expresión de
amor, esas caricias | | dejad: impropias son en vuestro labio, | | e insultan mi dolor y mis desdichas, | | mientras más
pienso en mi infeliz estado, | | más el mundo y los hombres
me horrorizan.» | |
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LINSER. | ¿Así dijo, señor...?
Que tan mudada... | |
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EUDÓN. | Sí, tan mudada está.
Ya no es Elisa | | aquella joven, inocente y tierna, | | que, agradeciendo,
humilde, mis caricias, | | con respeto amoroso me miraba. | | Aquella
amable joven que, expresiva, | | me rogaba tornarla a su retiro, | | orlada en candidez su frente linda. | | Ya no... Dura altivez
en su semblante | | y fiero orgullo en sus miradas brilla. | |
¡Tal es mi suerte, amigo, que mis gustos | | jamás completos
son...! Sí, mi sobrina, | | indomable, desprecia el amor
mío. | | Ya perdí la esperanza de rendirla... | | ¡Oh destino cruel!... Con su esquiveza, | | con su altivo desdén,
más me cautiva. | | Mi pecho es un volcán que
me consume. | | Sí, Linser; la ambición, aquella
activa | | pasión que de mi pecho era el tirano, | | y que
a tanto delito me inducía, | | ya cede su lugar al amor
solo | | en este corazón. Di: ¿lo creerías?... | | Lo digo a mi pesar... |
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EUDÓN. | Y el confesarlo a mí me ruboriza. | | Lástima ten de mi infeliz estado... | | Mi absoluto
poder, que hoy se autoriza | | con el fin de Reynal; el alto
solio, | | que tanto un tiempo ansié, y hasta la vida, | | gozoso, diera por su amor, gozoso, | | por ver más grata
a la indomable Elisa. | | Mas ¿dó este frenesí
me arrastra?... Aun puedo | | abrigar la esperanza... Di: ¿imaginas | | que aún podrán mis halagos...? |
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EUDÓN. | ¿Qué
juzgas? | | ¿En su pecho tal vez...? |
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LINSER. | Reinar
podría | | alguna otra afición. |
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EUDÓN. |
¡Eh!...
Tus palabras | | son veneno, cruel... La tierna Elisa | | no conoce
el amor... ¿En el retiro | | del claustro cómo quieres...? |
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EUDÓN. | ¿Quién
se libra | | de sus tiros, señor? No hay un asilo | | do
no penetren sus ardientes viras. | |
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LINSER. | Señor,
en este pecho | | la lealtad hacia vos siempre se anida. | | Y
no os debo ocultar lo que mis ojos | | han visto. |
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LINSER. | Vuestra
sobrina | | ama a Clonard. |
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LINSER. | La he visto en sus brazos. |
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EUDÓN. | ¡Negra
ira! | | ¿De Clonard? ¿De ese joven? ¿Dónde? ¿Cuándo?... | |
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LINSER. | La conmoción que vuestro seno agita | | calmad,
señor, y oídme. Ha corto tiempo | | que en busca
vuestra a este lugar venía, | | y de ese joven la encontré
en los brazos, | | prodigándole halagos y caricias. | |
Percibir quise en vano sus palabras, | | pero que eran de amor
bien se advertía. | | La expresión del semblante,
el vivo fuego | | de sus ojos, la tez de sus mejillas, | | empapadas
tal vez de dulce lloro, | | de amor pintaban la pasión
más viva. | | Escucharon mis pasos, y al momento | | cobarde
huyó Clonard, quedando Elisa | | en muda turbación.
Yo, aparentando | | no haber notado nada, ante su vista | | me
presento. Pero ella, consternada, | | trémula, sin aliento,
sorprendida, | | sin escucharme y exclamando al Cielo, | | se retiró
a su estancia. |
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EUDÓN. | ¡Estrella
impía! | | ¿Qué me has dicho, Linser?... Celos,
sospechas, | | pensamientos horribles me atosigan. | | ¿Y puede
aparentar tanta inocencia | | quien alberga en su pecho tal
malicia? | | Un amante..., ¡oh furor!..., ¡exceso horrible! | | Pero ¿a Clonard, acaso, conocía?... | | ¿O cómo
pudo, en el escaso tiempo | | que en Aquitania está,
tan repentina | | pasión formar? |
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LINSER. | Señor,
Clonard, sin duda, | | ya ha tiempo que de acuerdo con Elisa | | está. Y es falso que de Chipre viene, | | ni a Rotolando
vio, ni a la noticia | | que trajo debes de dar crédito
alguno. | |
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EUDÓN. | ¿Qué? ¿Vivirá Reynal?...
Dime: ¿imaginas...? | |
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LINSER. | Imagino, señor, que ese
malvado | | astuto la tal nueva fraguaría | | para entrar
sin peligro en tu palacio | | a dar cima su intento. ¿No advertías | | su turbación cuando contigo hablaba?... | |
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EUDÓN. |
Sí, y aún más advertí... ¡Suerte
enemiga!... | | Cierto furor brillaba en su semblante; | | en su
ademán, arrojo y osadía. | | En sus palabras...
¡Ah!... |
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LINSER. | La
dulce calma | | vuelva a tu corazón. De tu sobrina | | detesta,
y que del claustro silencioso | | torne a la reclusión
triste y sombría. | | Y que ese joven al momento vea | | el premio merecido a su perfidia. | |
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EUDÓN. | Linser,
nuevas sospechas me devoran. | | ¿Ese joven...? ¡Qué
horror!... ¡Ah!... Le abomina | | mi corazón... ¿Será,
tal vez...? Amigo, | | mucho importa saber quién es,
sus miras | | cuáles son... Sí; le temo. |
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LINSER. |
Es
un malvado | | que supo seducir a tu sobrina; | | no es nada más,
no temas. |
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EUDÓN. | Anda
al punto. | | Venga a mis plantas la traidora Elisa. | |
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Escena III
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EUDÓN, ELISA y LINSER
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EUDÓN. | Llega, llega sin susto; ven, mi Elisa. | | ¿Goza
la calma tu inocente pecho?... | | ¿Estás más
sosegada, más tranquila?... | | Sí, tu faz apacible
lo demuestra. | | ¿Se ha convencido ya tu alma sencilla | | de
que rehusar no debes mi cariño?... | | Pero... ¿callas?...
¿Y tiemblas?... ¿Y suspiras?... | | ¿Qué manifiestas,
di?... |
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ELISA. | ¿Por
qué pretendes | | aumentar mi dolor?... ¿Por qué
tu vista | | saciar en mi aflicción y amarga pena? | | Yo,
blanco de pesares y desdichas, | | a la par que conozco más
el mundo, | | mi alma con más vehemencia lo abomina. | | ¡Oh claustro silencioso..., dulce albergue | | de inocencia
y virtud! |
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EUDÓN. | Y
bien, Elisa: | | mi paternal ternura, mi cariño, | | a hacer
feliz tu suerte sólo aspiran. | | No es extraño
que lágrimas copiosas | | inunden hoy tus pálidas
mejillas. | | Que eres hermana al fin. Pero ¿esta pena | | eterna
en ti ha de ser?... No; la alegría | | renacerá
en tu alma, pues disgusto | | no hay que del tiempo a la impresión
resista. | | Ya lo conocerás. Por eso extraño | | que una joven amable y tierna y linda | | clame con tal afán
por el retiro, | | y en él anhele sepultar sus días. | | Tu deudo soy, tu amigo el más sincero; | | no quiera
el Cielo que jamás te oprima; | | mi conato es tu bien.
Y así, te pido | | que me hables francamente, amada Elisa; | | conozco que repugnas mi terneza, | | advierto que mi amor con
tedio miras. | | Pero ¿he de imaginar por tu esquiveza, | | que
no es capaz de amar tu alma sencilla? | | El respeto tal vez
que me profesas | | en tu inocente pecho lugar quita | | a otro
afecto más dulce y delicioso. | | Mi edad, ya sosegada
y aun marchita, | | se aleja de tus años juveniles | | y
a tu tierna beldad fuego no inspira. | | Por tanto, no me ofenden
tus repulsas. | | Nadie manda en su pecho. Y no sería | | nuevo que hacia otro objeto más dichoso | | el tuyo
se inclinase. Dime, Elisa: | | ¿jamás sentiste el delicioso
fuego | | del dulce amor?... ¿Jamás halló tu vista | | algún objeto que inspirar pudiese | | allá en
tu corazón...? |
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EUDÓN. | Podía | | inclinación oculta... |
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ELISA. | ¡Cuál
me ofenden | | tan injustas sospechas! |
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EUDÓN. | Ofendida | | no puede ser por mí... jamás... Yo sólo | | lo pretendo saber, ¡oh tierna Elisa!, | | para vencerme, y
desistir al punto | | de mi importunidad, y accedería | | a enlazarte, gozoso, en el instante | | al dueño que
tú elegirías. | | Sí, a enlazarte con él;
nunca dudando | | que fuera tu elección juiciosa y digna. | | Un joven de tu edad, un caballero | | como acaso Clonard... |
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EUDÓN. | Sí..., Clonard...; no te turbes... |
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ELISA. | ¡Dios
eterno!... | | ¿Qué pronunciáis? ¿Dó estoy?
¡Estrella impía! | |
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EUDÓN. | Basta, pérfida,
basta; te comprendo. | | ¿Notas, Linser...? Su rostro patentiza | | su funesta pasión. |
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EUDÓN. | Sí; no hay duda, Linser.
En la hora misma | | venga Clonard, y mire al vil objeto | | de
su elevada maldad, de su perfidia. | | Tráelo al punto,
Linser. |
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Escena V
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EUDÓN,
ELISA, REYNAL y LINSER
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EUDÓN. | Mira, vil seductor;
mira, ahí la tienes. | | Miserable infeliz, al joven
mira | | objeto de tu amor... Ambos el premio | | veréis
de vuestra infame alevosía. | |
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REYNAL. | Modera ese furor,
monstruo inhumano. | | Teme mi nombre y la venganza mía. | |
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EUDÓN. | ¿Quién eres tú que, altivo, me
amenazas?... | | Di, infame seductor; dilo: ¿imaginas | | que hablas
con un tu igual? |
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REYNAL. | Si
conocieras | | al que insultas, tirano, temblarías. | |
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ELISA. | Calla,
por piedad... ¡Ay! |
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EUDÓN. | ¡Cómo!
¡Aleve! | | ¿Al silencio le exhortas, fementida? | |
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EUDÓN. | Guardias,
Rugero, | | Claremont..., venid todos. |
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REYNAL. | ¿Por
qué gritas?... | | ¿Saber quieres quién soy? Soy
quien tu sangre | | beber anhela ansioso... ¿Te horrorizas?... | | Ya no hay más tolerar..., no, que este acero | | (Saca
la espada y se arroja hacia EUDÓN.) | es un rayo que
el Cielo te fulmina. | | ¡Muere! |
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Escena VI
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EUDÓN,
REYNAL, ELISA, LINSER. y GUARDIAS
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EUDÓN. | (En ademán
de huir con gran pavor.) | ¡Linser! |
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REYNAL. | (A los guardias, que en cuanto entran le rodean y
detienen.) | ¡Traidores! |
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ELISA. | ¡Ay
hermano!... | | Ved que es vuestro Reynal. |
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REYNAL. | Sí;
el tirano | | que os oprime es Eudón. |
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EUDÓN. | Esa
arma inicua | | no vea yo jamás, nobles soldados; | | ved
que es un impostor... Hace un momento | | que en su labio escuchasteis
la noticia | | del fin funesto de Reynal, y ahora... | | Ved su
maldad patente... |
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EUDÓN. | ¡Eh!
Basta; no escuchadle. | | A ese infeliz, que tan aleve intriga | | osó fraguar, y que la gloria y nombre | | de vuestro
noble príncipe se aplica, | | húndelo tú,
Rugero, en el instante | | de aqueste alcázar en las
hondas minas. | |
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EUDÓN. | Claremont, arrebata a mi sobrina | | de los impuros brazos de su amante. | | Condúcela a
su estancia y, fiel, vigila | | todos sus pasos... ¿Qué
os detiene, amigos?... | | Cumplid sin más tardanza la
orden mía. | | Arrastradlo de aquí, llevadle a
donde | | sobre él descargue el brazo mi justicia. | |
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REYNAL. | ¡Que
así profanen los tiranos | | tan sacrosanto nombre!...
¡Tierna Elisa!... | | No importa; sí, llevadme... El
justo Cielo | | que, benigno, a los buenos apadrina, | | me arrancará
de la prisión horrenda | | para vengar tu crimen fratricida. | |
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(Hace una demostración de horror Eudón, y
la mitad de los guardias se llevan por un lado a REYNAL,
y la otra mitad a ELISA por otro diferente.)
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