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111

La estrofa parece ser una alabanza del caballo del Rey y de los ricos jaeces que lo adornaban. (N. del E.)

 

112

Con estos cincuenta y nueve se completa el número de sesenta caballos que entraron en la plaza en ese momento (Simón Díaz 238). (N. del E.)

 

113

Las alas de los caballos del carro que usaba Apolo para viajar de Oriente a Occidente. (N. del E.)

 

114

En una de las relaciones de sucesos vemos que todos los servidores de Felipe estaban descubiertos ante el caballo que había de usar el Rey esa tarde. En cierto sentido, por lo tanto, adoraban a este animal como a un trono donde habría de sentarse un Rey Dios. Esta teoría se refuerza por medio de las palabras de Quevedo en su «Comento». Dice ahí: «A la silla del caballo, o al caballo mismo, llama sacro altar. Parece herejía o encarecimiento temerario. Pero nota, cristiano, y considera la gran devoción de estos caballeros, que por dar ejemplo a los ingleses, veneran el altar» (589). (N. del E.)

 

115

«basa»: Poyo. (N. del E.)

 

116

Soto: «sirve». (N. del E.)

 

117

Simón Díaz transcribe: «Iba luego un poyo de madera cubierto de un tafetán, que le llevaban dos criados de la caballeriza para que el Rey se pusiese a caballo" (238). Por otro lado, en la relación de Peña recogida también en el libro de Simón Díaz se dice: "Salieron cuarenta mozos de caballos a lo turco, calzón abierto, jaquetillas y bonetes de tafetán encarnado, y tras todos los caballos, con notable majestad y grandeza, traían a hombros un vistoso cabalgador con sus gradillas de madera de caoba, cubierto de tafetán encarnado, con flecos de oro y plata» (242). (N. del E.)

 

118

Según el poeta, el motivo de cubrir el cabalgadero de madera es el de evitar que pueda ser visto por cualquiera el sitio donde después ha de poner el pie el Rey. (N. del E.)

 

119

«enfrenados», Soto: «entrenados». (N. del E.)

 

120

«Ociro»: Hija de un centauro (Smaller Classical Dictionary). Los centauros tenían una parte humana y una parte de equino. En estos versos en concreto Alarcón se refiere al caballo como especie.

Quevedo («Comento» 590), por otro lado, censura que Alarcón haya cambiado el nombre de «Ociroe» por el de «Ociro» para así, según él, poder rimar más fácilmente. (N. del E.)