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EL ENIGMA DEL MOLINEROReflexiones sobre los cuentos de adivinanza.

LORENZO VELEZ, Antonio

El propósito de este trabajo es dar a conocer un claro antecedente literario de una adivinanza que puede aparecer sola en la tradición oral o, como es el caso, incorporada a un cuento tradicional que recogimos en Navarredonda (Madrid) (1). De paso ofreceremos unas reflexiones sobre el papel que desempeña la adivinanza en los cuentos tradicionales y en otras formas poéticas transmitidas oralmente.

El cuento al que hacemos referencia corresponde al Tipo 922 B del Indice Internacional elaborado por Aarne-Thompson (2), conocido genéricamente como La cara del rey en la moneda. Si bien se trata de un relato relativamente bien documentado en el área mediterránea: Italia (cinco versiones de Sicilia), Checoslovaquia (cuatro versiones), Yugoslavia (una versión) y Grecia (una versión), la tradición hispánica tan sólo cuenta hasta hora -que sepamos- con dos versiones españolas, cuatro sefardíes y seis portuguesas(3).

El cuento al que hacemos mención y que hemos titulado El enigma del molinero es como sigue:

Un molinero, una vez, pues... el hombre no tenía agua para moler, y resulta de que el rey y su camarilla fueron de cacería y se refugiaron en el molino, porque se lió una tormenta muy grande. Entonces el molinero dijo:

-Mire usté, yo le haría comida, pero es que no tengo casi dinero, ni comida, ni eso... Pero, bueno, le voy a poner unos tallarines de comida.

Le puso la comida, y entonces le sirvió agua en vez de vino. Y le dice el molinero:

-Si tuviera agua, le daría vino; pero como no tengo agua, le doy agua. El rey se quedó pensativo y decía:

-¿.Qué pasará? ¿Por qué dirá este señor esto: que no tiene agua y nos da agua, y si tuviera agua nos daría vino?

Bueno, pues él se quedó pensando eso; pero, entonces, le dijo el rey:

-Esto no se lo dirá usté a nadie en lo que no vea mi cara cien veces: si no, será ahorcado.

Bueno, pues nada...

Entonces, hay uno medio tontuleto en el pueblo que se quiere casar con una hija del rey y, claro, totalmente ella estaba enamorada de él, y no había posibilidad de que le desviaran de él.

-Pues mira, tienes que ir a saber este significado que tiene esta cosa. Si no nos lo traes bien leído, serás ahorcado. Te doy cien monedas de oro cuando eso... Pero tú te las llevas antes. Si traes el acertijo, bien, y si no, serás ahorcado -dijo el rey.

Entonces, el hombre, venga a andar, venga a andar. ..y ya el hombre estaba desesperao porque nada le daba resultado. Al final llega al molino donde había estado el rey, y dice:

-¡Ah! Mire usted, que yo quisiera saber un significado, que el rey me manda este mensaje, y si no se lo llevo me va a matar, y si no, pues me voy a casar con una hija, y me ha dado cien monedas de oro.

-Pues, oiga usted: si me enseña las monedas de oro, a lo mejor le puedo dar el significado ese que usted dice.

Entonces, el hombre va y echa encima de la mesa las monedas de oro. Y el molinero, pues ve cien monedas de oro con la cara del rey. y entonces le dice el significado que era.

Ya viene con la cosa del rey. Y el rey lo quiere matar porque dice que quién le ha dicho eso. Y le dice que se lo ha dicho, claro, el molinero. Entonces le da las monedas de oro al señor ese.

Conque viene el molinero con cuenta de matarlo.

-Bueno, a usté yo le dije que hacía usté una promesa de que no tenía que decir esto a nadie en lo que no viera cien veces mi cara.

Y dice:

-Pues mire usté, su Majestad, aquí está el testigo, que es el mejor. El ha visto como usted me dijo que tenía que ver cien veces la cara de usted antes de decírselo a nadie. Yo be visto aquí cien monedas de oro con la cara de usted, su fotografía, así que usted verá...

Entonces el rey premia al molinero porque es listo. Se queda con las monedas y le dice el significado, porque el rey no sabía el lío:

-Yo a usted le dije que, como no tenía agua, le daba agua, y si hubiera tenido agua, le daría vino. Es porque el molino no muele: no tiene agua. .., pues no tengo dinero. Yo a usted no le podía dar vino, porque no tenía dinero.

Entonces, pues claro, el otro se queda con el dinero y él se lleva a su hija.

Antes de pasar a comentar el trasfondo de éste y otros cuentos tradicionales de adivinanza vamos a reproducir el antecedente literario que hemos encontrado en la obra de Giulio Cesare Della Croce Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno.

La preciosa edición que hemos manejado para este trabajo está fechada en 1791 en Madrid (en la oficina de Blas Román), y en ella no se cita en parte alguna a Della Croce como el autor. Tan sólo figura el nombre del traductor de la lengua toscana y una breve introducción a la obra (4).

El fragmento donde se reproduce la adivinanza es como sigue:

Reina: Si no fuera decente y correspondiente, no te hubiera hecho venir con tanta instancia. Has de saber que esta noche pasada la pasamos divertida con una gran música, cantando y bailando con grande alegría y regocijo, y al último se determinó hacer un juego entre todas las damas y caballeros, en que el que perdía pagaba un prenda; y para rescatarlas, se mandaban varias penitencias: a unos se les hacía representar;. a otros, se les mandaba que echasen una décima de repente; a otros, que dijesen versos heroicos; y a otros que escribiesen cartas amorosas. En suma, a unos una cosa, ya otros otra, según el parecer de aquél que tenía las prendas. y habiéndome también a mí tocado pagar una prenda, he dado una sortija con un diamante, y me han dado un enigma para que le explique esta noche, y mientras que no lo acierte no me volverán mi prenda. El enigma es éste: no tengo agua, y bebo agua; y si yo tuviera agua, bebiera vino. Siendo tan difícil, después de haberme quebrado la cabeza mucho tiempo, no lo he podido adivinar; y cuanto más pienso en ello, mucho menos acierto, y mi diamante corre peligro si no descifro lo que significa la pregunta. Esta es la precisión que tengo de tu persona: sé muy bien que Dios te dio un ingenio agudo y sutil, y me acuerdo que me dijiste en una ocasión lo que quería decir este misterioso enigma, pero a mí no se me acuerda la explicación, y así en este lance es menester que recorras la memoria para que yo pueda acertar, y así cobrar mi prenda.

Marcolfa: Si no es más que esto, por mi cuenta queda el que quedes con lucimiento. Esta es cosa que la saben los pastores de mi montaña.

Reina: ¿Cómo es posible? ¡Y la tengo yo por una cosa tan dificultosa!.

Marcolfa." Yo te la descifraré al instante.

Reina: Me será de sumo gusto.

Marcolfa: El enigma se descifra diciendo: que es el molinero, el cuál se halla en un molino de aquellos que no tienen agua bastante para moler;. éste, como no muele, no puede ganar para poder comprar vino; y así le es preciso beber agua por necesidad, porque si tuviera agua para moler, entonces tendría dinero para comprar vino, y no le sería preciso beber agua. Esta es la explicación del enigma. ¿Estáis ya enterada de ella?

La obra de Della Croce plantea a sus críticos numerosos problemas: tanto de atribución como de datación de sus obras. Sobre la base de lo escrito por el autor boloñés se han producido numerosos añadidos que se han venido repitiendo a lo largo de las numerosas traducciones y copias que circularon por buena parte de Europa desde que apareció, por primera vez, en 1606. Bueno será, para situar a tan atrayente autor, que nos detengamos algo sobre su vida y comentemos el contexto social donde desarrolló su obra más conocida.

Julio César Della Croce nació en San Giovani di Persiceto, localidad próxima a Bolonia, en 1550. procedente de una familia de artesanos, su vida estuvo llena de estrecheces económicas, lo que se deja notar a lo largo del recorrido de su obra. Tuvo catorce hijos de sus dos mujeres y fue conocido por sus escándalos nocturnos y sus célebres borracheras, lo que le llevó a la cárcel en varias ocasiones. Debido a su falta de recursos se dedicó a la "caza de mecenas" que aliviara momentáneamente su penuria. Pese a todo, nos encontramos con un escritor prolífico puesto que escribió más de trescientas obras, lo que representa un continuo reto a sus críticos para fecharlas y, más aún, para atribuírselas a su pluma.

Se trata, en suma, de un escritor autodidacta. Su público se encuentra entre los charlatanes de feria y los buhoneros de los mercados. No es de extrañar, por tanto, que su gran maestra fuese la tradición oral lo que le permitió reproducir y reelaborar en sus escritos asuntos y relatos populares que formaban parte del patrimonio común. Su visión realista de las cosas la podemos equiparar al Pícaro, de feliz andadura en nuestra literatura. Sus personajes -y él mismo- quedan desdibujados en un torrente de aventuras y episodios donde lo cotidiano es el motor de la existencia. Della Croce apenas tuvo tiempo de saborear el éxito de su libro más conocido, puesto que a los pocos años de su publicación moría en Bolonia -en tiempo de carnaval, al igual que cuando nació- el doce de Enero de 1609.

La primera edición de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno data de 1606 -desgraciadamente hoy perdida- a la que siguieron numerosas ediciones a partir de 1608, incluso copias manuscritas que circularon no sólo por la geografía italiana, sino también por el resto de Europa. Su éxito fue tal que se tradujo rápidamente a otras lenguas: griego, español, francés, etc., sobre todo durante el siglo XVIII. No obstante, algo común ha sucedido con la multiplicidad de ediciones de esta obra: numerosas adaptaciones "infantilizadas", cuando no abiertamente censuradas o tergiversadas de determinados episodios, donde se liman o dulcifican ciertas expresiones para "adaptarlas" a las expectativas que se suponían propias del mundo infantil. Todo ello ha supuesto, en buena parte, la pérdida de frescura de la obra de Della Croce, en la que unos tipos carnavalescos se desenvolvían en un mundo hostil, pero que conectaban perfectamente con la visión del mundo que regía en los medios rurales de gran parte de Europa durante más de doscientos cincuenta años desde su publicación primera.

¿En qué consiste -cabe preguntarse- la constante perdurabilidad de esta obrita? Creemos que en la sabia utilización de todo un pasado de tradición oral que tan bien asumió y recreó el artista boloñés. Como ocurre con todo artista que ha gozado del fervor popular -Lope, Cervantes, Lorca..., y otros muchos en el caso español-, la sabia conjunción de conocimientos de la tradición oral, unida a la fuerza creadora y renovadora puesta al servicio de una obra de arte, hace que ésta sea degustada tanto por el intelectual como por el campesino. Pero este arte no se improvisa: surge del contacto directo con lo cotidiano, lo vulgar si se quiere, con la vida en suma. No importa que las aventuras de Bertoldo tengan un claro precedente en los Dialogus Salomonis et Marcolphi, texto latino que alcanzó gran difusión y popularidad en toda Europa durante la Edad Media, a juzgar por sus numerosas ediciones, incluso durante el siglo XV.

Marcolfa, como Bertoldo, pertenecen de lleno a la tradición de los sabios adivinos: feos y deformes, pero con la expresión justa para resolver situaciones comprometidas.

"Era sumamente pequeño de cuerpo: la cabeza muy gorda y redonda a modo de bola; la frente muy arrugada; los ojos muy colorados, brotando fuego; las cejas muy largas y cerdudas; las orejas eran borricales; la boca grande y un poco tuerta, con el labio de abajo colgando, a modo del de los caballos; la barba bermeja, tan larga, que le caía al pecho, y al último hacía una punta que imitaba a la del Macho; las narices muy agudas y enfaldeadas hacia arriba, siendo largas en extremo; los dientes le salían de la boca, a modo de colmillos de jabalí, con tres o cuatro papadas en la garganta, que hacían tal ruido cuando hablaba, que parecían ollas que cocían a la lumbre... De este hombre se puede decir que era todo al revés de Narciso"(5).

Croce es un gran observador de la realidad y en ningún momento pretende poner en cuestión la organización social de su tiempo: el reyes el rey y Bertoldo es un rústico que se quiere asegurar, al menos, su plato de comida diario. No son propiamente personajes: son caricaturas, arquetipos. Apenas se vislumbra una diferenciación expresiva entre el rey y Bertoldo: utilizan de igual modo refranes y sentencias que flotan en el ambiente popular. Ciertos sectores pueden considerar a Bertoldo como un representante y defensor de los sectores oprimidos; otros, como depositario de ocurrencias simples y soeces, pero, en definitiva, es la vida la que se escapa de estas páginas.

El libro de Della Croce está repleto de episodios de clara raíz folklórica. Aparte de esta referencia a la adivinanza que sirve de soporte al relato recogido en Madrid, podemos rastrear fácilmente muchas otras que son secuencias de cuentos muy conocidos: "El tonto que tira el dinero a las ranas" (Tipo 1642), "El tonto que se sienta a empollar huevos" (Tipo 1681 B), "La zorra que engaña al oso para salir del pozo" (Tipo 32), "Sobre el por qué las arañas cazan moscas" (Tipo 283), etc., si bien no todos representados en la tradición hispánica.
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Los cuentos de adivinanzas pertenecen al grupo denominado "cuentos de ingenio", y, en efecto, es a través del ingenio como se resuelven felizmente las situaciones en las que se ha visto envuelto el protagonista (6). Una de las situaciones más comunes que plantea este tipo de relatos hace referencia a la obtención de la mano de una princesa mediante la solución de un acertijo propuesto por ella, o bien que ésta no pueda resolver. En este tipo de cuentos las "tareas difíciles" que debe superar el protagonista, bien sean propuestas por la princesa o por su padre, están en función de la consecución del matrimonio, y no de la entrega de un objeto mágico como aliado, tal y como suele suceder en los cuentos propiamente dichos de encantamiento. Dentro de este ciclo podemos citar cuentos tan conocidos como: La princesa que no puede resolver el acertijo (Tipo 851), La campesina ingeniosa (Tipo 875), El emperador y el abad (Tipo 922), una de cuyas variantes es el cuento que comentamos, etc.

Pero pasemos a comentar el enigma que aparece en el cuento recogido en Madrid.

La adivinanza: "Agua bebo porque agua no tengo; que si agua tuviera, vino bebiera" ha sido registrada en numerosas ocasiones y forma parte de las recopilaciones más conocidas de acertijos (7). Ocioso sería tratar aquí y ahora sobre la importancia que tuvieron los molinos en la vida de los hombres del campo o incidir de nuevo sobre la reputación del molinero "sangrador de costales", no sólo en España, sino en el resto de Europa (8). Gran parte de la literatura tradicional recoge ampliamente la mala imagen del oficio de molinero y se hacen eco de la "dudosa" fidelidad de su esposa. No obstante, queremos llamar la atención sobre unos refranes que aluden de algún modo al enigma que se plantea en el cuento. Son estos:

-"Con agua muele el molino, y el molinero, con vino"

-"Mientras tiene agua el molino, el molinero bebe vino"

-"Pide su agua todo molino, y todo molinero pide su vino"

-"cuando no tiene agua el molino, el molinero no tiene vino" (9).

Nos encontramos, pues, con un fragmento de discurso que puede vivir sólo en la tradición, ya sea corno adivinanza o como refrán, o bien incorporarse a un relato donde juega un papel distinto al de mero juego de ingenio. Es en esta segunda apreciación en la que nos vamos a detener para comentar el papel, más o menos explícito, que tienen este tipo de adivinanzas en los cuentos tradicionales.

CONSTRUCCION DE LA ADIVINANZA DE "REFERENTE OCULTO"

Muchos de los cuentos de adivinanza utilizan situaciones que le suceden al protagonista como tema para construir el acertijo, lo que impide acceder a su solución a quien no conoce cómo se ha formado. Para distinguirlas de otro tipo, proponemos denominarlas adivinanzas de "referente oculto", pues en esto basan gran parte de su eficacia. Cuentos bien conocidos en España como: La mata de albahaca (Tipo 879), Piel de piojo (Tipo 621), etc., recurren a este mecanismo para plantear la adivinanza (10), Veamos un ejemplo de construcción de enigmas tal y como se plantea en el propio libro de Della Croce, y que no es otro que el Tipo 921, conocido genéricamente como El rey y el hijo del campesino.

Rey: ¿,y qué hace tu padre, tu hermano y tu hermana?

Bertoldo: Mi padre es hacedor de un daño;. mi madre hace a una vecina suya aquello que no la hará hacer más. Mi hermano cuantos halla tantos mata, y mi hermana está llorando lo que ha reído todo el año.

Rey: Descíframe esos enigmas que no los entiendo.

Bertoldo: Has de saber que mi padre está en el campo cerrando una senda, y cerrándola con espinos, conque aquellos que solían pasar por medio de la senda, pasan ahora de una parte, y otros de la otra de los espinos, de manera que antes no había más que una senda, y ahora, con la continuación de tantos pasajeros, se han hecho dos. Mi madre cierra los ojos a una vecina suya, que se acaba de morir, cosa que no volverá a hacer más. Mi hermano está al sol, matando los piojos de su camisa. Mi hermana casi todo el año se le ha pasado riendo, y ahora está con los dolores del parto" (11).

Los acertijos usados como pasatiempos suelen recurrir a recursos asociativos de ideas que van de la general a la particular o a incluir la solución dentro de la estructura versificada de la propia adivinanza. En el caso de los cuentos tradicionales la solución al acertijo propuesto cobra otra dimensión al adquirir la adivinanza así propuesta el carácter de enigma, puesto que la persona que debe adivinar su solución carece de las oportunas "reglas de composición" con que se ha formado.

Veamos otros ejemplos:

Por allí vienen nuestros padres,
maridos de nuestras madres;
padres de nuestros hijos,
y nuestros propios maridos.

Estos eran dos hombres que se quedaron viudos. y cada uno tenía una hija. Y entonces se casaron cada uno con la hija del otro. Después volvieron a tener hijos. Y un día cuando venían de trabajar y las mujeres los vieron venir y dijeron eso (12).

O este otro:

Beba, usté, señora, deste blanco vino,
que una culiblanca llevaba a su nido.
Yo vengo montado en lo que no es nacido,
y de su misma madre vengo yo vestido.

Esto era un pastor que tenía una yegua preñada. Mató a la yegua y saca el potro vivo. Cuando ya el potro estaba grande se montó en él y se marchó pal palacio del rey pa echarle el acertajo a la princesa. Y iba vestido de la capa que había hecho de la piel de la yegua. Y en el camino ande iba vido una culiblanca que llevaba un racimo de uvas en el pico. Y la mató y le quitó el racimo y metió el jugo en un frasco (13).

Los enunciados de que constan estas adivinanzas suponen una postura omnisciente por parte del emisor, puesto que sólo él conoce las claves y el código de su construcción. El receptor, por el contrario, es el encargado de recomponer lógicamente la parcela de la realidad a la que estos enunciados se refieren. El emisor, de esta forma, al ocultar premeditadamente el contexto situacional donde los enunciados se apoyan, impide al receptor el inmediato acceso a su percepción significativa. Para decirlo con una frase: la ambigüedad del mensaje recae siempre sobre el receptor y nunca sobre el emisor.

La Primera sensación que experimenta el receptor ante este tipo de adivinanzas es la de incertidumbre o vacilación, puesto que éstas representan una ruptura del sistema, del orden lógico reconocido. Esta especie de irrupción de lo inadmisible hace que los acontecimientos enunciados sean imposibles de explicar por las leyes de un mundo familiar, puesto que se sitúan aparentemente fuera de toda lógica explicativa.

Estos enunciados de tipo antinómico descansan sobre un doble artificio: la dialéctica entre lo inverosímil y lo real. El constructor de la adivinanza conoce la "realidad real", por así decirlo, de su propuesta (se sitúa en un plano de la realidad cuyo referente conoce), mientras que el receptor se halla sumido en un estado de incertidumbre al desconocer el sentido del referente, lo que le impide el acceso a la verificación de los enunciados que se le proponen.

En toda adivinanza se puede establecer un tipo de relaciones entre elementos presentes "in praesentia" y ausentes "in absentia". Las relaciones "in absentia" son relaciones de sentido y de simbolización, frente a las relaciones "in praesentia" que son de configuración y construcción. En otras palabras: los referentes de estas adivinanzas se encuentran "in absentia" para el receptor, pero presentes para el emisor. De ahí que denominemos a este tipo de adivinanzas "de referente oculto".

La igualdad de términos contrarios o antagónicos A y B es lo que se entiende por una paradoja. Pero al usar uno de los términos A o B metafóricamente o en un sentido que no contradiga al del otro se desvanece el absurdo lógico de equiparar A=B en un plano estrictamente real. Es decir, el concepto de verosimilitud -entendido éste como lo posible e incluso probable- hace que el sentido de la adivinanza adquiera una dimensión "razonable", lo que no quiere decir que _en una primera aproximación nos resulte racional.

SOBRE EL SENTIDO

El hecho de que estos enunciados oculten, a través de su modo de transmisión, una organización adecuada del mensaje no quiere decir que carezcan de sentido. Este tipo de proposiciones tienen siempre un sentido, aunque no exista aparentemente realidad alguna en que estos enunciados se verifiquen. Es en la dialéctica del diá1ogo donde se van aclarando los términos, puesto que éstos están empleados con una lógica interna y son verificables a nivel percepcional. Su incoherencia es sólo aparente, ya que una mirada más atenta nos hace descubrir que los términos contradictorios pueden encerrar un sentido inteligible capaz de ser penetrado. ¿Cómo entender si no algunos de los poemas de Lorca, Quevedo, etc. donde se usa este recurso?

Lo que confiere significado teórico a un enunciado no son las imágenes o pensamientos concomitantes, sino la posibilidad de deducir de él enunciados perceptivos, esto es, su posibilidad de verificación.

Si en una proposición coexisten simultáneamente dos términos contradictorios, éstos remiten al menos -para que la proposición tenga sentido- a dos planos diferentes de la realidad. De este modo, los términos contradictorios quedan incapacitados para entrar en conflicto. Planos de una realidad que no se cortan entre sí y que nos sitúan ante una realidad más rica y compleja.

La contradicción expresada por (X) y (no X) en un mismo enunciado remite a distintos planos de la realidad que contienen (X) y (no X) a distinto nivel. Si aceptamos este modelo no existe una realidad: hay tantas realidades como sean necesarias para excluir la contradicción.

Una proposición del tipo "cuando me encuentro bien, estoy mal" no presenta contradicción si nos situamos a distintos niveles de la realidad. Encontrarse bien o encontrarse mal son estados que existen y que remiten a referentes (plano extralingüístico) que no tienen necesariamente que interferirse. Desde el punto de vista de una Lógica Formal este enunciado no poseería un valor de verdad, simplemente no tendría sentido.

Como ha señalado Todorov: "Puede decirse que hay una contradicción cuando se ponen en relación de igualdad dos palabras que comprenden categorías semánticas no idénticas provenientes del mismo campo nocional" (14). Se trata, en suma, de paradojas, de proposiciones contradictorias integradas por antónimos, aunque, de hecho, las categorías semánticas opuestas no provengan del mismo campo nocional. La contradicción se encuentra en la "combinación" de estas proposiciones, más que en su contenido.

La formulación de las adivinanzas que aparecen en estos cuentos tradicionales se ajusta plenamente a lo que Todorov ha denominado como anomalías referenciales. La frase o frases que nos resultan extrañas lo son porque el acontecimiento que describe lo es para nosotros y no podemos contrastarlo con nuestra experiencia. Nos resulta extraño por el carácter de inverosimilitud del acontecimiento que describe. Las anomalías semánticas que presentan este tipo de adivinanzas no constituyen en sí anomalías gramaticales. La rareza concierne únicamente a la enunciación de la frase y no propiamente al contenido.

USO SOCIAL DE LA ADIVINANZA

Los relatos transmitidos oralmente y que giran alrededor de un acertijo hunden sus raíces en antiguas prácticas y rituales, aunque hayan perdido su vigencia con el paso del tiempo y se hayan convertido en simple objeto de pasatiempo. Entre los Vedas era costumbre organizar competiciones de enigmas en las fiestas de sacrificio. Los brahmanes competían en jatavidya, en el conocimiento de los orígenes o en brahmodya, lo que se puede traducir como enunciación de los sagrado. Algunos cantos del Rig-veda aluden a estos enfrentamientos que descansan en el conocimiento del rito y sus símbolos. Bajo estas competiciones enigmáticas subyace la sabiduría acerca del orden del mundo y los fundamentos de la existencia (15).

El juego de las adivinanzas en una especie de duelo a menor escala donde lo que se gana no es otra cosa que prestigio. Todo juego implica "ganar", y el concepto de ganar quiere decir mostrarse en el desenlace superior al otro. Esta superioridad en el juego tiende a convertirse en superioridad en general. El que gana aumenta y mejora su prestigio social, puesto que el juego implica también un riesgo, una incertidumbre.

El juego de adivinar es también una forma enmascarada del control social que sirve para reducir tensiones dentro de unos límites temporales pactados previamente y bajo unas condiciones determinadas. El plazo para adivinar lo propuesto, para acertar, no es sino un convenio que sitúa socialmente a los que intervienen en el juego.
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Dentro del folklore musical existe un tipo de cantos cuya finalidad consiste también precisamente, en aumentar el prestigio del cantor que logra hacer callar al contrincante. Son los llamados "cantos de desafío", tan bien estudiados por José Romeu, y que gozan de una contrastada antigüedad (16). Responden estos cantos a un tipo de composiciones donde un cantor provoca a otro a ver quién de ellos es capaz de recordar más coplas sobre un tema cualquiera, o, incluso, en ausencia de éste, por lo que acaba convirtiéndose en una prueba de resistencia a la par que en un alarde de memoria e ingenio. La correcta utilización de recursos creativos y una buena aptitud para improvisar sobre un modelo dado, convierten a este tipo de cantos en una especie de juegos de lenguaje, similares, en alguna medida, al juego de las adivinanzas.

Dentro de los cantos a desafío existen varias modalidades, pero la que más nos interesa para nuestro caso son los propiamente de desafío en los cantos dialogados. Estos cantos constituyen, en efecto, una especie de torneo donde un cantor propone una cuestión y el otro debe responderle sin perder el ritmo musical establecido. La relación con la adivinanza consiste en que las cuestiones planteadas por un cantor deben ser resueltas por su contrario sin demora. Se establece, de este modo, un desafío de poder y prestigio a semejanza de lo que ocurre con el juego de las adivinanzas. Mediante este recurso de preguntas y respuestas se establece un ganador: que es aquél que logra enmudecer al contrincante por su evidente falta de recursos para proseguir el desafío.

Estas prácticas están bastante extendidas y documentadas por todo el área mediterránea y en Iberoamérica. Recordemos los cantos "a desgarrada" (Azores y Portugal), las payadas (Argentina), los contrapuntos de controversia (Cuba)... y entre nosotros: los glossadors (Baleares), los bertsolaris (País Vasco), las regueifas y enchoyadas (Galicia y Asturias), los troveros (Levante y Andalucía), las jotas de picadillo (Aragón), etc.

Vemos, pues, cómo el desafío que plantea una adivinanza encuentra su correspondencia, salvando las distancias, con uno de los aspectos del folklore musical, lo que implica un trasfondo estructural común, aunque, eso sí, en contextos netamente diferentes según los casos.
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Las adivinanzas que aparecen en los cuentos tradicionales tienen, por lo general, una función diferente respecto a las que sirven de mero entretenimiento. En primer lugar, la adivinanza se encuentra inserta en un contexto donde se perfilan claramente diferentes roles y de cuya solución o no depende las más de las veces la vida del adivinador. Se trata, en suma, de un juego de poder donde va implícita la propia existencia. Los cuentos de adivinanza plantean, a su vez, un premio y castigo desproporcionados a un simple juego de ingenio: la propia existencia depende de la correcta solución al tema propuesto. Vemos cómo el simple juego de ingenio que en principio plantea toda adivinanza se puede convertir en tragedia en un plazo más o menos breve de tiempo. Este desafío a la inteligencia que plantea toda adivinanza se asemeja formalmente con los antiguos combates de gladiadores: el prestigio o la muerte. En la adivinanza no es la destreza con las armas o un golpe de suerte lo que te puede salvar la vida, sino la inteligencia que otorga la sabiduría.

El que propone la adivinanza ostenta frecuentemente un rol superior al que debe adivinarla. En los cuentos tradicionales suele ser el rey quien propone el acertijo a resolver y como premio se obtiene la mano de la princesa. Este pacto de obligado cumplimiento tiene como consecuencia la pérdida de la vida en caso de no resolverlo adecuadamente. El recurso que le queda para ascender socialmente al desheredado de la fortuna se centra en un golpe de suerte o en la confianza de su inteligencia. No es casual que tan osado desafío mortal sea aceptado por personajes de condición humilde: molineros, soldados, pastores, etc. La visión del mundo que se trasluce en estos cuentos es la de una sociedad estática, cuyos procedimientos para alcanzar prestigio o un "status" superior no obedecen al esfuerzo personal, sino a un jugarse la vida en una especie de ruleta rusa donde el juego implica la propia existencia.

La adivinanza en los cuentos tradicionales tiene que ver también con la jerarquía que implica el saber. Las adivinanzas enseñan a jugar simbólicamente y a establecer reglas de composición y descomposición que suponen un conocimiento simbólico que es compartido por la comunidad a la que se pertenece. Aristóteles, en el libro III de su Retórica afirmaba, respecto a los enigmas griegos, que la mayor sabiduría era "decir cosas reales juntando cosas imposibles" (17). Lógicamente, esto supone un sistema decodificador de símbolos común: la adivinanza como formalizadora del caos, como elemento de cohesión con la comunidad y conformadora de una compartida visión del mundo. Por otra parte, la adivinanza no se corresponde con una única estructura: la adivinanza trabaja con la polisemia de las palabras y con la ambigüedad. Constituye un excelente ejercicio de interiorización de elementos simbólicos que remiten a un uso socializado de las metáforas, los contrastes y las asociaciones.

La literatura de tradición oral es un claro exponente de la actividad que desarrolla la memoria social. Esta memoria social hay que entenderla como la actividad mnemotécnica, no especializada, que asegura la reproducción de unos saberes expresivos de una cultura que se tejen entre la boca y el oído. No se trata, en suma, de una memoria individualizada o personalista, sino de una memoria colectiva que produce, transforma y recrea sus contenidos de generación en generación. En la memoria social se opera un equilibrio dinámico entre cambios y supervivencias que, aunque realizada en la memoria de cada individuo que actualiza un saber tradicional, se encuentra mediatizada por el control que ejerce la vida comunitaria. La memoria social no es sino un sistema de conocimiento y de pensamiento que reorganiza y reinterpreta los elementos esenciales de la relación social donde se inscribe. De esta forma, la memoria colectiva de un grupo se habla a sí misma, puesto que sus contenidos dependen de su aprobación o sanción.

La capacidad humana para aprender por observación proporciona a la persona posibilidades de adquirir modelos de conducta sin tener que proceder al tedioso mecanismo del ensayo y error. Las pautas de conducta no se adquieren solamente por la experiencia directa de un aprendizaje, sino también -y esto es lo más generalizado- como consecuencia de un aprendizaje a través de "modelos". Las teorías desarrolladas por los teóricos del aprendizaje social recalcan cada vez más la importancia que tienen en el aprendizaje el concurso de los modelos como mediadores de pautas de conducta. Un ejemplo claro lo constituyen los modelos de conducta que continuamente nos ofrecen los modernos medios de comunicación.

Si admitimos que las diversas exteriorizaciones de la literatura transmitida oralmente constituye una clase especial de lenguaje, entendido éste como un conjunto de estructuras sometidas a unas reglas transformativas -en el sentido que le otorga Chomsky-, la actualización de un cuento o romance depende, en alguna medida, de la internalización de esas reglas por parte de sus consumidores. Internalización que no tiene por qué ser consciente o racionalizada por su parte. Por paradójico que pueda parecer, los procesos innovadores y creativos manifestados en las distintas versiones y variantes de un tema dado, sólo pueden originarse en relación a un modelo que se rememoriza y se recrea al actualizarlo.

Hemos apuntado la idea de que las adivinanzas conforman una visión del mundo que se ajusta a la cosmovisión de la comunidad. Pongamos un ejemplo revelador: Iñigo de Aranzadi recogió, desde agosto de 1952 hasta noviembre de 1959, mil ochenta y dos adivinanzas del pueblo Fang, en la antigua Guinea Española, dando a la estampa un total de seiscientas veintidós (18). En esta recopilación se puede apreciar claramente el valor que ostentan las adivinanzas en la cosmovisión del pueblo Fang. Así lo hace constar Aranzadi, cuando señala que:

"La adivinanza es el género más significativo del trasfondo psíquico de un pueblo. Mediante ella se puede llegar a conclusiones precisas de la mentalidad y del carácter, de la creencia y del hábito, del ingenio, del sentido de la propiedad y del de las cosas inherentes a sus vivencias" (19).

Este adiestramiento que ejercitan los ancianos con los jóvenes a través de las adivinanzas, no es otra cosa que un ritual que tiene como función, más o menos explícita, la de instruir a los jóvenes en el uso social del símbolo, en lograr la socialización a través del juego. Utilizando términos Chomskianos podríamos decir que mediante el juego-ritual de las adivinanzas se adiestra a los jóvenes no sólo en la competencia de su lengua, esto es: en el conocimiento que cada hablante tiene del "sistema de reglas" que determina la asociación entre sonidos y significados, sino también en la actuación, en el uso de estas reglas interiorizadas donde intervienen factores extralingüísticos: emocionales, memorísticos, gestuales, de atención, etc., que suponen una cosmovisión compartida a través del uso socializado del símbolo. No en vano a través de las adivinanzas se nos informa de su concepto de Dios, del cosmos y sus elementos, del sueño y de la muerte y de la flora y fauna del bosque. Muchas de ellas de indudable belleza: a la claridad de la luna se la denomina "la gallina blanca que está sobre todas las cosas"; al viento "leopardo que tira hacia mí sus brazos desde lejos"; a la llama del fuego "el cuchillo intocable del rey", y al sueño "cuerda de la que oscilan todas las gentes"...

Hemos hablado de las anomalías referenciales que constituyen las adivinanzas en los cuentos tradicionales. En el caso del pueblo Fang, muchas de las adivinanzas que resultan lógicas para su cultura pueden parecernos, si no ilógicas, al menos sorprendentes para nosotros. Como nos ha enseñado la antropología, nuestra lógica no es, en modo alguno, universal: está condicionada por la cosmovisión y la cultura a la que pertenecemos. Decir, por ejemplo, como característica de Dios que "es la persona que está en este mundo y que nunca va al retrete" o que "si el machete de la mujer de Dios tuviera mango sería éste del tamaño de una casa " resulta chocante con nuestra idea, mucho más teológica e ideologizada, de los atributos de la divinidad. Como es sabido, en las sociedades africanas el papel de la literatura oral es sumamente importante: constituye la memoria que conserva el conocimiento sagrado. La comunidad puede investir a uno de los suyos, llamado Griot, de la singular responsabilidad de conservar y revelar la memoria de la colectividad, así como la de ser el portavoz del orden social y administrativo (20).

El juego de las adivinanzas -así como el resto de la literatura transmitida oralmente- constituye una de las fuentes del conocimiento colectivo que se encuentra en relación dialéctica con los saberes adquiridos individualmente. Las adivinanzas se constituyen como mediadoras del conocimiento perceptivo del mundo exterior, es decir, tienen como una de sus funciones la de establecer un conjunto coherente de imágenes que son susceptibles de adoptar diversas configuraciones. Las percepciones y juicios colectivos controlan y modulan las fuentes del conocimiento individual. La literatura transmitida de boca en boca viene a ser una fuente de conocimiento de lo que podríamos denominar "sentido común", esto es, la combinación del conocimiento propio con el de los demás, del conocimiento de la gestualidad y las técnicas del cuerpo, de las normas y costumbres propias del grupo a que se pertenece, etc. Compartimos, por tanto, el modelo planteado por una Sociología del Conocimiento que admita las correlaciones funcionales que pueden establecerse entre los diferentes marcos sociales y las respectivas formas de conocimiento que éstos implican (21).

Las adivinanzas se prestan inmejorablemente para ser estudiadas como etnotextos: como parte integrante del conjunto cultural del que forman parte. Urge, cada vez más, integrar las manifestaciones expresivas de la literatura transmitida oralmente dentro de una Teoría General de la Comunicación que atienda a la especificidad del fenómeno folklórico. Esta disciplina científica, iniciada en la década del cuarenta, integra un marcado pluralismo teórico y metodológico fruto de las diversas corrientes que la nutren: Antropología Social, Psicolingüística, Semiología, etc. (22). La "Teoría de la Comunicación" trata los fenómenos comunicativos de cualquier tipo y nivel, aunque, eso sí, desde diferentes presupuestos epistemológicos y metodológicos. Creemos que la "Teoría de la Comunicación" se encuentra en condiciones de proponer categorías y modelos que den cuenta de las peculiaridades que rigen la actividad folklórica, especificidad que ya fue puesta de manifiesto por Jakobson y Bogatyrev en un estudio -ya clásico- aparecido en 1929, donde defendían el carácter social y comunitario del folklore frente al individualismo que supone la literatura escrita (23).

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NOTAS

(1) Versión de Navarredonda (Madrid), narrada por Juliana Aparicio y recogida el 17 de Julio de 1983 por Antonio Lorenzo, Paloma Esteban y Julio Camarena. Reproducida también en ESTEBAN, Paloma: Los cuentos tradicionales de adivinanza (Algunos ejemplos recogidos en la provincia de Madrid), en "Actas de las primeras jornadas sobre Madrid tradicional", Centro de Estudios Tradicionales de la Comunidad de Madrid. San Sebastián de los Reyes (Madrid), 1985, págs. 33-34.

(2) AARNE, Antti-THOMPSON, Stith: The Types of the folktales, Second Revision, Folklore Fellows Communications, Nº. 184, Academia Scientiarum Fennica, Helsinki, 1961.

(3) Versiones Hispánicas:

-AZKUE, Resurrección Mª.: Euskaleriaren Yakintza, (4 vols.), II, Madrid, Espasa Calpe, 1942, cuento Nº. 44, págs. 129-130.

-ESPINOSA (hijo), Aurelio M.: Cuentos populares de Castilla y León, (2 Vols.), II, Madrid, consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1988, Nº. 244.

-"AKI YERUSHALAYIM", Revista de la emisión en djudeoespanyol de Kol Israel-La Boz de Israel, Nº. 26-27 (1985), págs. 43-44; Nº. 38-39, págs. 84-85.

-OLIVEIRA, F. Xabier d'Athaide: Contos tradicionaes do algarve, (2 Vols.); (Tavira. Lisboa, Typographia Burocratica, Typographia Universal, 1900, 1905), Nº. 175.

-VASCONCELLOS, José Leite de: Contos populares e lendas, (2 Vols.), I, Coimbra, Acta Universitatis Conimbrigensis, 1963-1969, págs. 181-184.

-PIRES, A. Thomaz: Contos populares alemtejanos, "A Tradiçao", V, 1903, pág. 43.

-SOROMENHO, Alda da Silva: Contos populares portugueses, (2 Vols.), I, Instituto Nacional de Investigaçao Científica, Lisboa, 1984-1986, Nº. 193.

-Una versión de este cuento con el título del "El molinero que no bebía vino" puede encontrarse también, aunque sin citar fuentes ni procedencia, en GARFER,J. Luis y FERNANDEZ, Concha: Acertijero popular español, Fundación Banco Exterior, Madrid, 1989, págs. 125-126.

(4) DELLA CROCE, Giulio Cesare: Historia de la vida, hechos y astucias sutilísimas del rústico Bertoldo, la de Bertoldino, su hijo, y la de Cacaseno, su nieto. Traducida del idioma toscano al castellano por D. Juan Bartolomé, agente de la refacción del Serenísimo Señor Infante Cardenal. En Madrid: año de MDCCXCI, en la oficina de Blas Román.

(5) Historia de la vida..., op. cit., pág. 2-3.

(6) THOMPSON, Stith: El cuento folklórico (1946), Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1972, págs. 209 y ss.

(7) GARFER, J. Luis -FERNANDEZ, Concepción: Adivinancero popular español (2 Vols.). Taurus, Madrid, 1983; II, pág. 215. También en ESPINOSA, Aurelio M. (hijo): Algunas adivinanzas españolas, en "Revista de Dialectología y Tradiciones Populares", Consejo Superior de Investigaciones Científicas, VIII, Madrid, 1952, págs. 7 y 47; RAMIREZ DE ARELLANO, Rafael: Folklore Portorriqueño. Cuentos y adivinanzas recogidos de la tradición oral, Junta para ampliación de estudios, Centro de estudios históricos, Madrid, 1926, pág.58. LEHMANN-NITSCHE, Robert: Folklore argentino Adivinanzas rioplatenses, Universidad Nacional de la Plata, Impág. de Coni Hermanos, Buenos Aires, 1911, pág. 442; FLORES, Eliodoro: Cuentos de adivinanzas corrientes en Chile, Santiago, 1912, pág. 373, Nº. 10.

(8) REDONDO, Augustin: De molinos, molineros y molineras: Tradiciones folklóricas y literatura en la España del Siglo de Oro, en "Revista de Folklore", Obra Cultural de la Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Tomo 9, (Primer Semestre), 1989, págs. 183-184.

(9) DIEZ BARRIO, Germán: El molino y el molinero en el refranero, en "Revista de Folklore", Obra Cultural de la Caja de Ahorros Popular de Valladolid, Tomo 9, (Primer Semestre), 1989, pág. 178.

(10) ESPINOSA, Aurelio M.: Cuentos populares españoles. (3 Vols.), Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1946; I, vid. epígrafe I, págs. 3-49.

(11) Historia de la vida... op. cit., pags. 47-48

(12) Cuentos populares..., op. cit., vol. I, pág. 47, Nº. 22.

(13) Cuentos populares..., op. cit. vol. I, pág. 19, Nº. 6.

(14) TODOROV, Tzvetan: Las anomalías semánticas, en "Investigaciones semánticas", Todorov et al. (1966), Nueva Visión, Buenos Aires, 1978, pág.119.

(15) HUIZINGA, Johan: Homo Ludens (1954), Alianza Editorial, 2ª. ed., Madrid, 1984, págs. 129 y ss.

(16) ROMEU, José: El canto dialogado en la canción popular. Los cantares a desafío, en "Anuario Musical", vol. III, Instituto Español de Musicología, C. S. I. C., Barcelona, 1948, págs. 133-161.

(17) Citado por VELASCO, Honorio M.: Definiciones, categorías, desafíos, adivinanzas. En "Actas del Segundo Congreso de Antropología", Ministero de Cultura, 1985, pág. 378.

(18) ARANZADI, Iñigo de: La adivinanza en la zona de los Ntumu. Tradiciones orales del bosque Fang. Consejo Superior de investigaciones Científicas, Madrid, 1962.

(19) La adivinanza en la zona, op. cit., pág. 17.

(20) BOSSCHERE, Guy de: De la tradición oral a la literatura. el imperialismo blanco contra la cultura original africana. Rodolfo Alonso editor, Buenos Aires, 1973, pág. 31.

(21) Vid., entre otros, GUSVITCH, Georges: Los marcos sociales del conocimiento (1966), Monte Avila editores, Caracas, 1969.

(22) Una buena selección bibliográfica de la Teoría de la comunicación puede verse en ROIZ, Miguel y MUÑOZ CARRION, A.: Bibliografía sobre Teoría de la Comunicación, en "Revista Española de Investigaciones Sociológicas", Nº. 33, Madrid, 1986, págs. 197-225.

(23) JAKOBSON, R., y BOGATYREV: "El folklore como forma específica de creación" (1929), en JAKOBSON: Ensayos de poética, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, págs. 7-22.