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El escondite del viento

Mihai Eminescu

Traducción de Ricardo Alcantarilla

Había un hombre muy pobre, y tenía una multitud de hijos. Entonces era el tiempo de la hambruna y él trabajó una semana por un cacillo de grano. Entonces se fue al molinillo con él. Después de que lo moliera, salió afuera con el cacillo de harina y empezó una tormenta grande y voló toda la harina del cacillo. Pero él encolerizó bravamente. «No me dejo yo así con una con dos», e hizo un escobón de pajas y partió.

Le preguntó un hombre:

-¿Dónde te vas, compadre?

-Me voy a tapar el escondite del viento, porque me cogió la harina del cacillo.

-Pero ¿dónde la encontrarás?

-Dónde esté allá me voy.

Después de andar mucho camino, se encontró con Dios y san Pedro (estaban en la tierra por aquel entonces).

-¿A dónde vas hombre?

-Me voy a tapar el escondite del viento, que me robó la harina del cacillo.

Y Dios le dijo así:

-Hombre, ya no sigas. Toma una nuez... pero hasta que no llegues a casa no digas: nuez, ábrete.

Regresando él, anocheció y llegó a casa de un hombre y le rogó que le dejara dormir allá por la noche.

-¿De dónde vienes hombre? -le preguntó el hombre aquel.

-Me iba a tapar el escondite del viento y me encontré a un loco en el camino y me dio una nuez y dijo que no dijera hasta casa nuez, ábrete. ¿Qué significará esto?

La mujer del hombre, astuta, coge la nuez en la mano y dice:

-Deja que vea tu nuez.

Le cambia la nuez al hombre. Y después se va a un redil que tenía y dice: «Nuez ábrete».

Cuando lo dijo -salió tanto ganado, ovejas, caballos, vamos, una riqueza entera.

¡Tú ya sabes, el poder divino!

Se va al día siguiente a casa «Nuez ábrete». Cómo va a abrirse la nuez.

-¡Que Dios castigue al viento y al diablo con el anciano! Me voy a tapar el escondite del viento y a pegar al anciano que me ha engañado.

Alcanza de nuevo a Dios.

Pero Dios, ya sabes, poder divino, ahora tenía otro rostro... no le reconoció.

-¿A dónde vas, hombre?

-A tapar el escondite del viento y a matar al anciano, porque me ha engañado.

-Coge, hombre, un burro. Y no digas hasta casa: burro saca una boñiga.

-No lo diré.

Regresó él de nuevo a la casa del hombre aquel. Y el hombre aquel le hospedó y le dio vino de beber, y el hombre se achispó y adormeció sobre la banqueta. Pero había unos gitanos de paso que tenían burro y el hombre se fue, lo compró y le cambió el burro.

El hombre al día siguiente se levanta, coge al burro y se va a casa y le dice: ¡burro, haz dinero!

El burro, ¿cómo iba a hacerlo? Coge un palo y empieza a deslomar1 al burro.

-Ahora ya no le perdono yo.

Fue en busca del anciano y a tapar el escondite del viento. Encontró a Dios.

-Coge hombre, una muleta, y no digas hasta casa: muleta dóblate.

Coge la muleta, va al hombre aquel. El hombre le dio todavía mayor recibimiento e idearon un plan: después de ver qué daba la muleta, lo matarían, para que no sospechara que había sido él. Ahora dice el hombre a la mujer:

-Vámonos, mujer, con la muleta al sótano, cerramos la puerta y decimos: muleta dóblate.

Se meten. La muleta empieza a golpearles y a chafarles. Entre que el hombre estaba achispado y que tardó en despertarse, ellos estaban hechos papilla.

-Hombre, te daremos el burro y la nuez, solo por favor, sácanos de aquí.

Pero el hombre dejó que recibieran más golpes. Tomó el burro, la muleta y la nuez y marchó para casa.

Tan rico se hizo, que llegó la noticia hasta el emperador. Tanto dinero tenía él, que si sembró creció trigo de oro. El emperador oyó que tenía un sembrado de oro y envió dos emisarios para que le diera semillas, para sembrar también él.

-Decidle al emperador que no quiero dárselas, a ver qué me hace.

El emperador cuando oyó esto, tremendamente irritado preparó sus ejércitos, para declararle la guerra. El emperador estaba al frente, sabes, dirigiendo. Y vino hasta su puerta y gritó que saliera afuera. Él tenía dinero, pero siempre con los trajes nuestros, no con los trajes polacos. Él puso la muleta bajo el sayo y salió afuera. Al emperador con tantos miles de hombres le dio vergüenza luchar contra uno solo. Dijo:

-Hombre, muestra tú primero el poder.

-Bien, emperador. Muleta dóblate, a todo soldado da dos y al emperador veintidós. (La muleta era divina, solo en la cabeza les pegaba estrepitosamente).

Enloqueció a los soldados y al emperador. Se fue el emperador, y quedó en paz y vivió bien.

Que Dios permita vivir también a mis niños así.

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