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Uno de ellos fue Wenceslao Roces, que llegó a Méjico, y allí tradujo del alemán al español la obra de Marx, El Capital, e impulsó la editorial Fondo de Cultura Económica con constantes colaboraciones y traducciones.

 

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Rodolfo Llopis había alcanzado gran ascendencia entre este sector de profesionales de la educación, al cual él también pertenecía, a través de los textos publicados, por ejemplo, en una prestigiosa revista titulada Revista de las Escuelas Normales, que se edita entre 1923 y 1936.

 

123

Cfr. MONÉS, Jordi, «El exilio republicano de los maestros», Cuadernos de Pedagogía, 178 (1990), pp. 64-68.

 

124

Cfr. MARQUÉS, Salomó, L'exili dels mestres (1939-1975), Girona, Universitat de Girona, 1995.

 

125

Cfr. VV. AA., Cincuenta años de exilio español en la UNAM, México, UNAM, 1991. LIDA, Clara Eugenia, La Casa de España en Méjico, México, El Colegio de México, 1988. ÍDEM, El Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962, México, El Colegio de México, 1990.

 

126

Cfr. FERNÁNDEZ SORIA, Juan Manuel y AGULLÓ, María del Carmen, Maestros valencianos bajo el franquismo, Valencia, Inst. Alfons el Magnànim, 1999, pp. 361-378.

 

127

Cfr. HERNÁNDEZ DÍAZ, José María, «Un exponente de la pedagogía española en el exilio: Herminio Almendros y la educación en Cuba», Revista de Educación, Madrid, 309 (1996), pp. 217-237. BLAT GIMENO, Amparo, Herminio Almendros Ibáñez. Vida, época y obra. Almansa, Ayuntamiento de Almansa, Cuadernos de Estudios Locales, 13, octubre de 1998, pp. 112. LOZANO SEIJAS, Claudio, «Que me sigáis queriendo... Cartas inéditas de Herminio Almendros», Historia de la Educación, Salamanca, 18 (1999).

 

128

Cfr. JIMÉNEZ MIER Y TERÁN, Fernando, Un maestro singular. Vida, pensamiento y obra de José de Tapia B., México, D. R., 1992.

 

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Así reconoce el mismo Tapia, «De Argelès pasé a Barcarès y de ahí a Saint-Cyprien. Los tres lugares tuvieron algo en común que se convirtió en patrimonio de los exiliados: nostalgia, hambre, enfermedad, alambradas, soledad, piojos, maltrato de los soldados senegaleses, incertidumbre...», ÍDEM, ibídem, p. 93.

 

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«Escogimos esta última vía. Ésa es la razón por la cual, desde el nacimiento de la escuela, funjo como director administrativo. Lo fundamental ha sido cómo, a pesar de no ser reconocido oficialmente como maestro, siempre he estado en contacto con los niños en el aula. Primero como maestro de tipo unitario en ambientación y primaria. Más tarde como maestro de geometría en todos los grados de primaria y de ciencias naturales en todos los grupos de la escuela, incluidos los de ambientación. Los inspectores escolares con quienes traté, no sólo se hicieron de la vista gorda, vieron bien mi impartición de clases. La vida suele ser muy contradictoria. A veces cuesta trabajo entenderla. Tal ha sido este caso. Por un lado la Secretaría de Educación no me reconoció nunca formalmente como maestro de nuestra escuela. Por otra parte, la misma Secretaría me ha otorgado varios diplomas en reconocimiento a mi labor magisterial. Incluso en el parque ubicado al frente de la escuela, hay una placa conmemorativa con mi nombre, agradeciendo mi obra educativa en beneficio de la niñez mexicana. Y eso debido a una iniciativa de la inspección escolar», ÍDEM, ibídem, pág. 166.