Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

El exilio español en México

Palacio de Velázquez del Retiro-Madrid, diciembre 1983-febrero 1984; exposición organizada por el Ministerio de Cultura



Cubierta

Portada



  —5→  

ArribaAbajoPresentación

Por Javier Solana, Ministro de Cultura de España


Han sido suficientes unos pocos años desde la reanudación de relaciones plenas entre México y España para que el intercambio cultural de los dos países haya recuperado oficialmente la línea de cordialidad y eficacia que, a la sombra de circunstancias políticas felizmente superadas, nunca dejó de estar presente en los dos pueblos.

Y no está mal que la exposición que ahora presenta el Ministerio de Cultura analice justamente un acontecimiento histórico que si por algo se caracteriza es por haber sido el vínculo de unión entre ambas naciones a lo largo de años oscuros. El exilio en México, triste consecuencia del drama más patético de nuestra historia contemporánea.

«Que un día volveremos, más veloces / sobre la densa y poderosa espalda / de este mar, con los brazos ondeantes / y el latido del mar en la garganta». Los versos de Pedro Garfias, mezcla de amargura y esperanza, se cumplen hoy en parte con este intento de recuperar para los ciudadanos españoles el conocimiento de la ingente obra que otros españoles desarrollaron en aquel país hermano. Un país que acogió a los transterrados, bella palabra en la que Gaos sintetizó la hospitalidad de todo un pueblo, y los adoptó como propios, haciendo que una parte de esa España peregrina se enriqueciera aún más y fuera más hispánica.

Pero no debe olvidarse lo que tras ello está latente, la lección perenne que aquellos ciudadanos españoles, con desvelo y pasión, han sabido transmitir a otras generaciones y otros pueblos: el amor que dio pleno sentido al exilio y cuya recuperación constituye ahora para nosotros obligación ineludible. Siempre será satisfactorio comprobar que la historia adversa nunca pudo con su voluntad, como tampoco pudo eliminar los fuertes lazos que, sobre todo en el campo de la cultura, juntaron a los pueblos que el exilio unió.

Por ello, esta exposición tiene que ayudar a explicar una de las claves de nuestra historia más contemporánea. Porque lo que en ella se muestra es la permanencia de la obra de los mejores españoles, a los que una guerra civil obligó a cruzar fronteras, pero no fue capaz de hacerles renunciar a su identidad cultural, a su trabajo, a sus ideas, a su mundo. Y enseña también que el exilio no fue sólo, con ser terrible, amargura y tragedia personal para muchos. Fue también esperanza e ilusión. Ahora para nosotros debe ser, con palabras de Alfonso Reyes, uno de los fundadores del Colegio de México, pretexto para en lugar de cambiarnos injurias o palabras ceremoniales hacer el inventario de las cosas que han unido a México y a España, de las que nos están uniendo y de las perspectivas que el futuro nos debe abrir.

Pero, sobre todo, la exposición debe ser también un reconocimiento a México y a los hombres de México. A todos los que, el Presidente Lázaro Cárdenas en cabeza, hicieron posible que mis compatriotas exiliados alcanzaran allí su peculiar condición de no ser extranjeros ni un solo día, como afirmaba Ignacio Chávez, y sin dejar de ser españoles sentirse también profundamente mexicanos. Se trata, en suma, de nuestro quizá tardío pero justo homenaje a México. A una nación libre que supo acoger a quienes llegaban a ella necesitados de libertad. Neruda lo dijo: «México, has abierto tus puertas y tus / manos al errante, al herido / al desterrado, al héroe». Ahora se abren las puertas de esta España a la España transterrada, mexicana y universal.

Javier Solana Madariaga,

Ministro de Cultura



IndiceSiguiente