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Francisca Perujo, «Epílogo: De raíces y trasplantes», en «Segunda generación de poetas españoles del exilio mexicano», Peña Labra, Pliegos de Poesía (Santander), 35-36, 1980. Antología seleccionada por Francisca Perujo, «Prefacio», por Francisco Giner de los Ríos.

 

2

«Desde un ayer de cenizas y ascuas. Renovadas consideraciones sobre el exilio español en México y nuestra cultura viva», Diwan (Zaragoza), 11, julio de 1981, pp. 87-100.

 

3

Francisco Giner de los Ríos, «Prefacio» a «Segunda generación de poetas españoles del exilio mexicano», Peña Labra, Pliegos de Poesía (Santander), 35-36, 1980.

 

4

Ángel González en el prólogo al libro de Luis Rius, Cuestión de amor y otros poemas, nos dice, hablando de la promoción de estos poetas españoles: «... esa promoción no puede darse por completa hasta que en ella se integren los poetas que, dispersos prematuramente por el exilio, escribieron bajo la presión de las mismas circunstancias».

 

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Estos jóvenes escritores tienen conciencia de grupo generacional, de ser escritores de «la segunda generación de exiliados»: aparecen ligados, además de por el hecho histórico del exilio, por lazos de formación, amistad y por agruparse en torno de revistas literarias, fundadas por ellos. Sobre esto, véase, «Revistas mexicanas de la segunda generación», de Rosa María Grillo, que hace una síntesis del tema ya tratado por otros autores.

 

6

Susana Rivera trata este aspecto en su «España y el exilio en la obra de los poetas hispanomexicanos».

 

7

Recientemente, Luis de Llera ha destacado la idealización que se ha venido haciendo de una acogida no problemática de los exiliados españoles en varios países de América («Algunos lugares comunes», 75-77).

 

8

La propia Rosa María Grillo que se ocupa de ella en su capítulo sobre la narrativa del exilio, en sus cuarenta y tantas páginas tan sólo dedica una a estos narradores que denomina «escritores fronterizos» (357-358).

 

9

Por lo general, en la narrativa del exilio la casa, con el número, que se recuerda es la que se dejó en el exilio. Tal el caso en Memorias de Federico Sánchez y en Morir en Isla Vista, de Floreal Hernández: Alberto Aguilera 5.

 

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La memoria de los padres y sus muertes, que reaparecen en estas novelas, también se tratan en forma testimonial en otra obra que habría que incluir en estas voces últimas y/o posúltimas del exilio, la de Mirentxu Amezaga Clark, Nere Aita. Esta obra cae en las trampas del nacionalismo (para usar la expresión de Fanon): junto a la importante labor de rescatar la memoria de la obra cultural de los exiliados vascos, emblematizada por la labor del padre de la autora, Vicente Amezaga, nos encontramos con que el sufrimiento, la heroicidad y penurias de la guerra y del exilio fueran cuestión de los vascos y no de millones de españoles. Se presenta a Galíndez como héroe de la libertad y no como el espía que fuera de la C.I.A. y del F.B.I., como aparece en la novela de Matilla. Vicente Amezaga insiste en una identidad vasca basada en la pureza racial de los vascos, pero tiene que ver cómo su hija se casa con un norteamericano; también destaca a E.T.A. como gran fuerza abertzale... Por otra parte, no quiero restar los méritos familiares y culturales de esta obra y espero que su autora me dispense de servirme de ella para señalar algunos de los peligros latentes o de los escollos de los nacionalismos. Ya su propio padre trató de exorcizar en su obra el fantasma de Hitler que se ciñe sobre todo nacionalismo llevado a un extremo.