Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

551

Frederic Jameson, Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Duke UP, 1992. Es al final de la II Guerra Mundial, a comienzos de la década de 1950, cuando podemos detectar los cambios económicos, técnicos y sociales precursores de lo que sería el tercer estadio capitalista, según Jameson, entre ellos la macroorganización mercantil, los avances tecnológicos y la revolución de los medios de comunicación. Todos estos factores y sus implicaciones incrementarían una tendencia futurista, que incorporaría el futuro como parte de la vida diaria, careciendo de interés por el pasado. «El final de las guerras de liberación nacional y el principio del fin del comunismo tradicional» ayudarían a acelerar el proceso. Tras las grandes metas ideológicas impuestas en los sesenta, y la crisis económica de 1973, la llamada crisis del petróleo, surge la decepción en las expectativas culturales y económicas que conllevan el desencanto respecto al pasado, se trata más que nunca de vivir el presente y olvidar el ayer. Esto es por lo que autores como Jameson consideran el final de los setenta y la década de los ochenta como la época de la pérdida de la historicidad.

 

552

Como señala Hans G. Gadamer, no hay puentes que nos permitan saltar el tiempo, es el tiempo mismo el que viene hasta nuestros días («The problem of Historical Conciousness», Interpretative Social Science: A Reader, edición de Paul Rabinow y William M. Sullivan, Berkeley, University of California Press, 1979, pp. 102-160.

 

553

Michael Ugarte toma la concepción derrideana de différance (que a su vez está basada en la idea saussuriana de lenguaje como sistema de oposiciones y diferencias) para establecer una alegoría del exilio: «As signs must always defer to other signs in an infinitely negative process in which meaning can never be imminently present, the exilic journey mirrors this process of deferral by the constant reliance on relations to assimilate a new reality. The apprehension of the sign, like the assimilation of an exilic experience, operates on an imbalance. The signified is never present to the signifier, or the object is never contained within the word. The sign has no locality; like exile it is groundless» (Shifting Ground: Spanish Civil War Exile Literature, Londres, Duke University Press, 1972, p. 27). Sobre el concepto de différance, cfr. Jacques Derrida, Margins of Philosophy, traducido por Alan Bass, The University of Chicago Press, 1982.

 

554

Michel de Certeau, «Story Time», en The Practice of Everyday Life, Berkeley, University of California Press, 1984, pp. 77-90.

 

555

Feminización que sería muy bien entendida y mal interpretada por el franquismo, que hizo gala de su virilidad, de su hombría, de su machismo.

 

556

Estas condiciones se refieren plenamente a la generación que llega al exilio, no a las escritoras de generaciones posteriores nacidas en él, como por ejemplo la llamada «hispanomexicana», a las que obviamente afectan de forma parcial. Cuando hago hincapié en el retroceso que experimenta la labor intelectual de las exiliadas hay que señalar que, por supuesto, no es ni siquiera comparable a la anulación intelectual sufrida en la España del interior, porque es, sobre todo, de otra índole.

 

557

E. F. Fostus y otros, «Who Remembers What?: Gender Differences in Memory», Michigan Quarterly Review, XXVI, 1 (Winter), 1987.

 

558

Women and World War I. The Written Response, edición de D. Goldman, New York, St. Martin's Press, 1993.

 

559

Las antologías o bibliografías como la de Julián del Amo (Obra impresa de los intelectuales españoles en América, 1936-1945, Stanford UP, 1951), Joaquina Rodríguez Plaza (La novela del exilio español, México, UAM, 1986) o la bibliografía del Ateneo Español de México, sólo daban noticia, en el campo de la narrativa, de Luisa Carnés y Cecilia G. de Guilarte como autoras residentes en México.

 

560

Éste es nuestro relato... mujeres españolas exiliadas en México, Ateneo Español de México, 1993.