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Coincidiendo con la celebración del Primer Congreso Internacional sobre «El Exilio Literario español de 1939» en Bellaterra (Barcelona), los medios de comunicación anunciaban a los cuatro vientos los «espectaculares» resultados de otra reunión en la capital catalana: «La Unión Europea y sus vecinos del sur crean la gran región euromediterránea» (El País, 29 de noviembre de 1995, pp. 1-2).
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Pierre Laborie, contradictoriamente, plantea una ruptura histórica entre la Francia «fuerte» de Édouard Daladier y el traumatismo de la de Vichy. Pero no es posible jugar al gato y al ratón permanentemente, tirando la piedra de la presencia de Vichy en el imaginario social anterior a 1940 y escondiendo la mano de la lógica racista y excluyente del humanismo occidental.
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Nacionalismo que, paradójicamente, contiene la simiente de todo exilio (Said).
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«Otredad» sureña que tuvo su propia versión nacionalista ibérica en la emigración de «murcianos» y «maketos» a los núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco.
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Hay que tener en cuenta que la represión contra el partido comunista estaba encaminada a reprimir fundamentalmente a los españoles, únicos militantes capaces de mantener una estructura de resistencia.
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El conocimiento de idiomas (el alemán) fue también determinante para la sobrevivencia de Semprún en Buchenwald. Por Koestler intercedieron la propia Presidencia del Consejo, el Comisario General de Información, el Ministro del Interior y el Cónsul de Hungría.
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Manuel Azcárate hace hincapié en la obsesión europea de Aub que, cuando coincidió con él en Marsella, «era capaz de conversar sobre anécdotas nimias, sin importancia, y de pronto, a partir de ellas se ponía a razonar sobre problemas trascendentes, sobre todo el destino de Europa» (231).
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«To dodge» en inglés significa evitar. Irónicamente, a un funcionario del consulado estadounidense en Marsella, que se destaca por su puntillosa observación de las reglas, Aub le da el nombre de «Hope» o esperanza.
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Ésta es la contradictoria conclusión de Dennis Rolland, que, a pesar de poner el acento xenófobo en las estrategias de Vichy, no deja de salvaguardar un imaginario de independencia estatal propio de la gran Francia de la «no intervención» (67). Un informe de la gendarmería de Foix se refería ya en enero de 1941 a la importancia de EE. UU. en el damero posbélico: «La position nettement favorable prise par les États-Unis à l'égard de l'Angleterre contribue, par ailleurs, à relever le moral des populations qui envisagent d'ores et déjà la participation prochaine de l'Amérique à la guerre et la défaite de l'Allemagne» (ADA 5 w 48).
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«Enseguida me demostró que era un hombre de fuerte personalidad, que, a diferencia de muchos otros aspirantes, no demostraba una preocupación constante por los papeles o las garantías del viaje» (Azcárate, 230).