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Respecto al carácter emblemático admitido en ambos textos, partiendo de un elemento común, vale la pena mencionar que la primera edición conocida de La pícara Justina, datada en 1605, comprende en sus páginas iniciales un grabado en el que se representan, entre otros personajes de ficción, Guzmán de Alfarache y Lazarillo, los dos junto al toro de Salamanca. También figura en el dibujo la mítica barca del placer y el puerto del olvido que aquélla se fija como destino, situando en este lugar de abrigo un hado -no muy destacado en el conjunto- y la muerte -muy visible en su iconografía habitual-. Una de las posibles interpretaciones de este complejo imaginativo destacaría la importancia del sentido ascético, con el que se identifica el autor del libro, sobre el divertimento, que el escritor no excluye de su relato. La intención del discurrir de la Chamaca de Ángel Samblancat encaja en estos presupuestos interpretativos del cuadro que se exhibe antes de la narración de la Justina de López de Úbeda.

 

422

Ángel Samblancat, ob. cit., p. 1.

 

423

Francisco López de Úbeda, ob. cit., p. 891.

 

424

Ángel Samblancat, ob. cit., p. 7.

 

425

Francisco López de Úbeda, ob. cit., p. 937.

 

426

Ángel Samblancat, ob. cit., p. 185.

 

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El mestizaje de Chamaca forma parte de su composición literaria, pero en el libro también se concreta identificando a la protagonista con su aspecto físico: «...soy fulvia de café con gotas; quiero decir, moka con látex; un jade nipón, ligeramente cafeinado; renegridilla, como socarrada al rollo; con buen golpe de quemazos cúpricos, en sembríos y landas. Candeal de Tierra de Campos, granate en salmonada truchuela... me quedo como soy, como estoy...» (Samblancat, p. 2). Más tarde, el mismo personaje añade: «... pertenezco a la mítica mística o mesticia -en latín tristeza- del mesticismo hecho mistos por la trirregancia y que muere arrancado a tiras de almanaque». (Samblancat, p. 5).

 

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Algunos títulos de capítulos, escogidos al azar, serían: «Venus Omnisexa» (colocado en primer lugar, establece ya un paralelismo entre la protagonista y la diosa del amor pagano, al tiempo que anuncia su voracidad de hembra lúbrica); «A mi Flor Natural la Parte un Rayo» (potencia física plenamente reconocida); «Valsar hasta la Alcali-Volatilización» (apunta experiencias orgiásticas); «Polla Preñe» (advierte del peligro de concebir hijos no deseados); «Determinología Sexológica» (ironiza sobre supuestos cientifismos relacionados con la concepción); «Negra Misa del Rito Esclavón» (irreverencia religiosa ligada al sensualismo de la protagonista); o «Tigroide Listado y Volcanias que se me Engullen» (último título capitular de la novela, muestra ferocidad y atracción por una causa natural).

Entre las múltiples descripciones de personajes citamos la que se refiere a la figura que Chamaca decide acompañar en la aventura de un viaje de ida y de retorno -él, como exiliado, vuelve a su tierra para continuar allí su lucha; ella, como fiel compañera, se dirige a sus orígenes.- Primero, esa figura se presenta como «un cultor de la berza poética»; más tarde, como «...naturalista, vegetariano y anticarnívoro, aunque con muy poco de nudista; además de nemoroso, salicio, bucólico, geórgico, eglógico, campestre, agreste, botánico, pradial y rural» (Samblancat, p. 176). Acaba siendo, una vez se han descubierto todas sus cualidades de hombre entero, un «Tigranés y un Tigris babilónico, chorreao mesopotámicamente, manteado de corinto y oro, chapuchado bicorne y briscado de la más rica bresca. Un rematado macho de veinticuatro quilates con dos signos del zodíaco, de los que no entran más de par en libra» (Samblancat, p. 178). Chamaca rechaza la maternidad (Samblancat, pp. 139 y ss). Los hijos, dice, como los animales en general, y como algunos de ellos en particular, son «unos sinvergüenzas ordeñando leche y comiendo ubre; son tan cabritos como sus papás, como la papa de sus papases. Nada, pues, de almorzar y cenar diarrea de crío en hojas, pañales de salsa tártara a todo pasto» (Samblancat, p. 139). En su anticlericalismo irreverente, francamente declarado por la protagonista, identifica fórmulas oracionales cristianocatólicas con una plena actividad lúbrica: «Dios te ensarte María. El Señor ya es contigo. Él te rellene y rellane de gracia. Bendita tú eres entre todos los mamoyes. Y bendito es el jigo, que madura en tu ombligo, mamis que escapó del Perthús. Padre Nuestro, que me exaltas al cielo: sanchificado como un prelado, sea yo de mamado en tu cercado. El chusco, longuete o mollete y cosquete de cada día, dámelo hoy. Venga a nos el turrón de tu reino. Vía libre al taladro de mi voluntad, por la secreta braña de estos laberintos oretentes y tantito crostanáceos; de nueva España. Y cébenme como landre en costura las morcas de sus recovecos, por los siglos de los siglos y los Grandes Almacenes de «El Siglo». Amén, amén». (Samblancat, p. 157).

 

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Francisco Ayala, El arte de la novela, en Los ensayos. Teoría y crítica literaria, vol. I. de Obras completas, ob. cit., p. 549.

 

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En 1966, Ana María Perales lo recogió en la sexta selección de la Antología de novelas de anticipación (ciencia-ficción), Acervo, Barcelona, pp. 159-233.