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401

Vid. César de Vicente Hernando, «Escribir el pasado contra el presente: Las republicanas», ob. cit., p. 82.

 

402

«Corregir al corrector (A propósito de Una hoguera en la noche de Sender)», Rolde, 28-29 (abril-junio 1985), pp. 16-18.

 

403

Su consulta se me ha resistido hasta la fecha, pero sé que está publicada en Kenyon Review, V (1943), pp. 201-218. El texto original se representó en 1936, según da cumplida información A[ntonio] S[ánchez] B[arbudo] en El Mono Azul del 22 de octubre.

 

404

Barcelona, Destino, 1980. Y hay que tener en cuenta que una primitiva redacción de esta novelita, hacia 1915, debió de ser uno de los primerísimos escritos del aragonés. De bien atrás venía el asunto, pues. Así lo conjetura Charles L. King, que refiriéndose a La saga de los suburbios, y tomando en serio una de las dos fechas que figuran en el libro («Zaragoza, 1915»), dice: «Essentiatly the same story as La llave (Montevideo, Alfa, 1960), first written by Sender in 1915 (at the age of fourteen)» («A partial addendum to Ramón J. Sender: An annotated bibliography (1928-1974)», Hispania, 2, volumen 66 [1982], pp. 209-216).

 

405

En realidad las tres novelas admitirían como título común ese de «la puerta grande», porque tal sintagma es el leitmotiv dominante en estos tres relatos de Sender: tres experiencias en la vida de la santa que le llevan a intuir y corroborar que esa «puerta grande» es aquella por la que fácilmente se traspasa al vicio y a la muerte, en tanto que a la vida eterna se llega por la angosta abertura de la virtud.

 

406

Páginas 58-92 del texto de Destino, 19702. La presencia de don Quijote como espectador muy activo en sus comentarios de una representación teatral recuerda evidentemente un conocido pasaje de la novela cervantina cual es el del Retablo de Maese Pedro (II, 25), espectáculo que también se representó ante el loco hidalgo, y que don Quijote interrumpió de mala manera, confundiendo una vez más los límites entre la realidad y la ficción.

 

407

Este personaje aparece ocasionalmente en el capítulo quinto de la Vida, en donde ya se refiere que «hacía casi siete años que estaba en muy peligroso estado, con afeción y trato con una mujer del mesmo lugar y con esto decía misa», además de aludir a su enfermedad y a su pronta muerte.

 

408

Sender procura aplicar al corto papel de Ester, la esposa de Lot, una proyección de lo que de ella se perfila en el Génesis: su impertinente curiosidad por descubrir la verdadera identidad y procedencia del extranjero que ha llegado hasta su casa con la mala nueva de la destrucción y su sensualidad a flor de piel (es candidata indudable a pasar por la «puerta grande») a la vez que desprecia a su marido (otra constante de este teatro senderiano): «No te lleves al Extranjero [le dice al Jerarca]. Llévate a mi marido y deja al ángel conmigo. Tiene en las mejillas leche y miel y su aliento debe oler a alhelí» (p. 78); «Señor, yo quiero besarte con mis labios, seas mujer u hombre» (p. 82).

 

409

Esta pieza es la misma que Charles L. King refiere con el título The House of Lot, de la que dice que solamente se había editado en inglés y alemán en las siguientes publicaciones: New Mexico Quarterly, 20 (primavera 1950) y Merkur (Baden-Baden, diciembre 1950), en este último caso con el título Das Haus von Lot (Ramón J. Sender, New York Twayne Publishers, 1974, p. 157). Esta referencia nos lleva a la conclusión de que la pieza que aquí hemos tratado como La puerta grande es bastante anterior a la novelita «teresiana» en la que se inserta. Pero el interés de Sender por los argumentos bíblicos o inspirados en la Biblia no se agota con este título, pues en el apartado cuarto de este mismo artículo trataré de otra pieza teatral inspirada también en la Biblia.

 

410

Partiendo de idéntica fuente, Alberti ya utilizó recurso parecidísimo, pero de forma más intensa, en su auto sin sacramento El hombre deshabitado (1931).