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El fabricante de paños, o El comerciante inglés

Puesta en verso en cuatro actos


Antonio Valladares de Sotomayor



PERSONAS
 

 
WILSON,    fabricante de paños.
BALTTON,   Milord de Escocia.
VILLIANZ,   hipócrita, amigo de Wilson.
RICARDO,   comerciante.
UN ESCRIBANO.
ALGUACIL 1º.
CUATRO ALGUACILES.
ROBERTO,   Cajero antiguo de Wilson.
JAIME,   otro cajero.
UN LACAYO DE MILORD BALTTON.
OTRO LACAYO DE MILORD ORCEY.
OFICIAL 1º.
CINCO OFICIALES DE LA FÁBRICA DE WILSON.
MADAMA SAMBRIG,   irlandesa, madre de Fania.
FANIA,   irlandesa.
ISABELA,   de edad de ocho años, hija de Wilson.
ENRIQUE,   de seis, hijo de Wilson.
BETZI,   aya de estos.
 
La escena se representa en Londres.

 




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Acto I

 
El teatro representa el despacho de WILSON, con varios taburetes repartidos con orden por los lados: en el derecho del foro habrá una puerta que se supone va al almacén, otra en medio que dirige a la tienda, y otra a la izquierda que conduce a la habitación principal. Estas tres puertas serán grandes, de dos hojas de vidrieras cada una: entre la del medio y la de la izquierda habrá un bufete con varios papeles y escribanía. Por la puerta de la izquierda sale WILSON en bata rica.

 
WILSON
¡Eh! ¡Ah! ¡Cuántas sospechas,
cuántas inquietudes, Cielos,
un solo día de ausencia
me ha producido! Roberto.
 
(Sale este por la puerta del almacén.)

 
ROBERTO
¿Señor?
WILSON
Di, ¿trabajan todos
5
los oficiales?
ROBERTO
Lo menos
hace una hora. En la semana
inmediata, irán los nuevos
paños a ese mercader
que os insta tanto por ellos. 10
WILSON
Bien: escríbeselo así.
¿Es mucho lo que tenemos
que pagar esta semana?
ROBERTO
Es tanto, señor, que creo
os cause pena. Tres letras 15
bien crecidas se cumplieron
ayer, vendrán a cobrarlas
hoy, y nos falta el dinero.
WILSON
Eso no importa. Es preciso
despaches a Jaime luego 20
en casa de Sudmer, donde
hoy mismo percibir debo
tres mil libras esterlinas;
cuya cantidad, la tengo
sobre mí cargada en dos 25
-2-
letras que puse al banquero
de Norvic, Enrique Fling,
que es de Sudmer compañero,
a favor de Jorge Astur;
y hoy también noticia espero 30
de que habrán sido pagadas.

 (Saca un papel y se lo da.) 

Toma, este es el documento
para que entregue a Sudmer
esa cantidad. Haz presto
que Jaime la traiga.
ROBERTO
¿Jaime?
35

 (Llamándole.) 

 
(Sale JAIME.)

 
JAIME
¿Señor?
ROBERTO
Trae ese dinero
de casa de Sudmer.
 
(Le da el papel, y se va por la puerta de la tienda.)

 
WILSON
Dime,
¿Fania y su madre, salieron
de casa ayer mientras yo
estuve en Brust?
ROBERTO
No por cierto.
40
WILSON
¿Quién vino a verlas?
ROBERTO
Milord
Orcey.
WILSON
¿Qué he escuchado, Cielos?

 (Aparte. Sobresaltado.) 

¿Milord Orcey?
ROBERTO
Sí, Señor.
WILSON
¿Y acaso, las dos le vieron?
ROBERTO
Las dos.
WILSON

 (Aparte.) 

Pues ya quebrantaron 45
todos los ofrecimientos,
que de no verle jamás
la madre y la hija me hicieron.
ROBERTO
Vino ayer al medio día;
una hora estuvo lo menos 50
en el cuarto de madama
Sambrig, hablando en secreto.
WILSON
¿Y estuvo Fania también?

 (Con precipitación.) 

ROBERTO
Se la llamó, en el momento
salió, mas muy inmutada 55
y con gran desasosiego.
WILSON

 (Aparte.) 

El amor de este Milord,
quién duda tenga más premio,
que el mío, su calidad:
sus riquezas, su respeto, 60
todo le da sobre mí
los mayores privilegios.
ROBERTO
A la tarde, dos lacayos,
una carta condujeron
a la madre.
WILSON

 (Con sumo sobresalto.) 

¿Qué? ¿Una carta?
65
Pues ya saber no tengo
más, Roberto; ¡voy a ser
sacrificado al desprecio
que hacen de mí! Fania es digna
del lazo tan opulento 70
que la ofrece mi rival!
¿Mas por qué causa su afecto
me engañó en asegurarme
que era de su mano el dueño?
¡Ah, Fania! Por ti olvidé 75
cuanto debía al extremo
con que Claricia, mi esposa
difunta, me amó. Ahora siento
en tu traición más que nunca
su falta. Dispuso el Cielo 80
llevársela después de
seis años de un lazo tierno.
Ella su casa ofreció,
su amistad y sus consuelos
a estas extranjeras. Ella 85
me pidió con dulces ruegos
antes de morir, que a mí
las uniese, porque a un tiempo
hallase yo esposa en Fania,
y sus dos hijos pequeños 90
madre amorosa. ¡Ah, Claricia!
¡Cómo se engañó el concepto
tan grande que de hija y madre
formaste! ¡Ahora lo apruebo,
ahora lo acredito a costa 95
de mi mortal sentimiento!
Mas tráeme al punto a mis hijos,
que como en sus rostros veo
una Imagen de su madre,
templarán mi desconsuelo. 100
ROBERTO
Aquí llegan, y madama
Sambrig los conduce.
 
(Sale por la puerta de la izquierda MADAMA SAMBRIG, que conduce de la mano a ISABELA y a ENRIQUE, como que acaban de levantarse del lecho.)

 
MADAMA SAMBRIG
Buenos
días, señor Wilson. Logro
la satisfacción de traeros
a que cumplan su deber 105
vuestros hijos. Llegad.
 
(Los dos van a su padre, se ponen de rodillas y le besan la mano.)

 
ISABELA
Denos
usted la mano, papá,
-3-
para que se la besemos.
WILSON
Llegad a mis brazos, hijos
míos y pedazos tiernos 110
de mi corazón.

 (Los levanta y abraza tiernamente.) 

MADAMA SAMBRIG
Anoche
os esperamos, creyendo
volveríais en ella.
WILSON

 (Muy airado sin mirar a MADAMA SAMBRIG.) 

Para
lo que he sabido al momento
que he llegado, más valiera, 115
más valiera no haberle vuelto.
MADAMA SAMBRIG
Tengo mucho que deciros;
llevad los niños, Roberto.
 
(Este, que ha estado empleado durante esta escena en componer los papeles y cortar las plumas, llega y toma los niños de la mano.)

 
Anda, Isabelita mía;
di a tu aya Betzi que luego 120
te peine y te ponga hermosa,
que hoy es día para ello.
ISABELA
Bien está, Señora.
LOS DOS

 (Le hacen cortesía.) 

Adiós,
Papá mío.
ISABELA
Iré corriendo,
que esto de ponerse hermosa 125
me causa mucho contento.
 
(Se desprende de la mano de ROBERTO, y se va corriendo por la puerta de la izquierda, y ROBERTO con el niño se va por la propia.)

 
MADAMA SAMBRIG
Milord Orcey vino ayer
a verme.
WILSON
Ya lo sé.
MADAMA SAMBRIG
Pero
por la tarde me escribió
una carta.
WILSON
Y yo comprendo
130
que os daría en ella gracias
de lo que quedó resuelto
por la mañana.
MADAMA SAMBRIG
Esta es.

 (La saca y se la da.) 

Informaos de su contexto.
 
(WILSON lee sobresaltado. «Madama: No solicito saber ni vuestra cuna, ni quién fue el padre de FANIA, vuestra hija, pues os obstináis en ocultarlo; me contento solo con poner a los pies de esta mis títulos, mi calidad y mi fortuna. Tengo resuelto desposarme con ella pasados dos días; cuya seguridad y franqueza de mi amor me hacen creer, que ya no hablaréis más de WILSON, y que este no se atreverá a disputarme el corazón y la mano de FANIA. Yo voy por veinticuatro horas a una casa de campo, pues no he podido excusarme a dos Milores que acompaño. Volveré mañana a la tarde a saber vuestra respuesta, que espero será conforme a mis deseos; o de lo contrario, no responderé del exceso o de la violencia que mi amor puede producir. MILORD ORCEY

 
WILSON
¿Y vuestra resolución 135
cuál es, Señora?

 (Volviéndola la carta sin mirarla.) 

MADAMA SAMBRIG

 (Con mucha seriedad.) 

¿La tengo
ya tomada? En esta carta
hallé la razón para ello.
WILSON

 (Con aturdimiento. Parándose en cada cláusula.) 

¿Y Fania... abraza... gustosa
el partido?
MADAMA SAMBRIG
Sí, en vos mismo,
140
se entiende, si vos primero
queréis aceptar su mano.
 
(Se tira precipitadamente a los pies de MADAMA SAMBRIG con extremo gozo, y le besa la mano.)

 
WILSON
¡Ah, Señora! ¡Si yo quiero!
¿Podré creer me hagáis tan grande
sacrificio? ¿Será cierto 145
que Fania por mí renuncie...?
MADAMA SAMBRIG
Wilson, nada cuesta a nuestros
corazones esta amable
elección: os la debemos
de justicia, y la produce 150
nuestro reconocimiento;
mas primero que os caséis,
fuerza es sepáis un secreto
que a la madre dio desgracia,
y a la hija su nacimiento; 155
y si después de saberle
se cambiase vuestro afecto,
esto no será bastante
para dejar de quereros.
WILSON

 (Con eficacia.) 

¿Yo podré mi amor cambiar? 160
Cuanto me digáis prometo,
que en vez de disminuirle,
le hará más grande y más cierto.
  -4-  
MADAMA SAMBRIG
Pues sentémonos, sabréis
mis amargos sentimientos; 165

 (Se sientan.) 

que creo que hasta el sepulcro
atormenten a mi pecho.
¡Dublín, capital de Irlanda,
es, Wilson, el patrio suelo
de esta infelice! Mi padre, 170
que hacía un gran comercio,
tuvo pérdidas frecuentes,
y murió pobre. Bien presto
le siguió mi amada madre;
y quedé (¡qué desconsuelo!) 175
joven, sin bienes, y bajo
el asilo, amparo y puerto
de un tío, que pretendió
con un amor indiscreto
mi mano contra mi gusto; 180
mas llegando en este tiempo
a Dublín Milord Baltton,
uno de aquellos primeros
grandes señores de Escocia,
logró verme en un paseo, 185
y de mi corta hermosura
embelesado en extremo,
para poder declararme
su amor, y buscó y halló medios,
que la eficacia del oro 190
rinde a los criados luego.
Entró en casa de mi tío
varias veces, sin saberlo
este ninguna. Escuché
las ternezas de su afecto 195
con gusto, porque en su rostro
pintadas me parecieron
la honradez, la honestidad
y demás virtudes; y esto
me hizo creer que de las mismas 200
su corazón era el centro.
En fin, en mi voluntad
tomó un absoluto imperio,
con lo cual, sus persuasiones,
voluntad y ofrecimientos, 205
me determiné a seguirle;
y con el mayor secreto
me llevó consigo a Escocia.
¡Oh, gran Dios! ¡Qué desacierto!
Luego que...
 
(Sale RICARDO con una letra en la mano, WILSON va a él, y MADAMA SAMBRIG se apoya tristemente sobre la mesa.)

 
RICARDO
Señor Wilson.
210
WILSON
¿Qué mandáis?
RICARDO
Ayer cumplieron
estas dos letras.
WILSON
Muy bien.
¿Cuánto es lo que importan?
RICARDO
Vedlo.

 (Le da las letras.) 

WILSON

 (Viéndolas.) 

Mil y trescientas guineas.
Dentro de un rato yo os ruego 215
que volváis.
RICARDO
Se me ocasiona
un gran perjuicio, supuesto
que me esperan para hacer
un negocio, que en extremo
me es interesante, y si 220
tardo en hacerle, le pierdo.
WILSON
Decís bien, mas...
 
(MADAMA SAMBRIG, que ha estado atenta a la respuesta de RICARDO, y a la sorpresa de WILSON, saca de una cartera unos billetes, se levanta, y asiendo a WILSON de un brazo, le lleva a la izquierda del teatro, y le habla aparte.)

 
MADAMA SAMBRIG
Oíd, Wilson.
Estos billetes, ya ha tiempo
que guardo, pues son la dote
de mi hija. Pagad con ellos. 225

 (Alargándoselos.) 

WILSON
La mano de Fania tiene
tan grandes merecimientos,
que no necesita bienes
que la acompañen. No puedo
recibirlos.

 (Apartándose.) 

MADAMA SAMBRIG

 (Deteniéndole.) 

Esos son
230
discursos sin fundamento.
Vos, ella y yo, me parece
que una familia debemos
componer desde hoy; con que
cuanto tengamos es vuestro. 235
No hagáis esperar a ese hombre
por vuestro honor. Yo os lo ruego.
Mil y trescientas guineas
valen los billetes, y eso
es lo que importan las letras. 240
Tomad.
WILSON
Pues queréis, lo acepto.

 (Toma los billetes y va a RICARDO.) 

Señor, el importe está
de vuestras letras en estos

 (Se los da y él los examina.) 

billetes de Banco.
RICARDO
Bien.
-5-
Mi recibo ya está puesto 245
en ellas. Ved si está bien.
WILSON
Sí, señor.

 (Habiendo mirado las letras, vase.) 

RICARDO
Guárdeos el Cielo.
WILSON
Señora, esta acción...
MADAMA SAMBRIG
Estad,
Wilson, otro rato atento,
sabréis todas mis desgracias, 250
de lo demás no me acuerdo.
Cuando hizo Baltton dejase
mi patria, con juramentos
solemnes, me prometió
casarse conmigo; pero 255
cuando a la suya llegamos,
de esto se excusó, diciendo
era fuerza que su padre
permitiese el lazo nuestro.
Lo creyó así mi inocencia, 260
y entre tanto, el nacimiento
de Fania, dobló con Baltton
la terneza; con secreto,
los más días me veías,
renovando en todos ellos 265
sus promesas. ¡Mas juzgad
mi dolor y desconsuelo,
cuando supe que se había
casado el traidor (¡Ah, Cielos!)
con Lady Enriqueta! El cruel 270
me juró, que a este himeneo
le obligó su padre. ¡A cuántas
puedo servir de escarmiento!
De allí a poco, a este tirano
se le destinó al gobierno 275
de la Jamaica, y pasó
con su esposa al nuevo empleo.
Me envió una letra en billetes
muy crecida, comprometiendo
cuidar de nuestra hija siempre, 280
y de mí. Partí con esto
a Neustacle, donde estuve
dieciséis años de asiento,
en casa de un comerciante
generoso y opulento, 285
cuyo nombre era Jopin;
del cual, luego que a saberlo
llegó Baltton, se informaba
casi todos los correos
de mí y de su hija, porque 290
o ya fuese horror o empeño,
no quise recibir nunca
cartas suyas. En efecto,
resolví volverme a Irlanda;
dejé a Neustacle, partiendo 295
para Briston a embarcarme.
Aquí aumentó mi tormento
una enfermedad, que a mi hija
acometió, y por lo mismo
dejé partir el navío 300
en que estaba ya dispuesto
nuestro viaje, el cual, después
por unos avisos ciertos,
supe naufragó en las costas
de Irlanda.
WILSON
¡Ah, señora, el Cielo
305
os quiso salvar! Sabía
que mi bien estaba en esto.
¡Qué feliz fortuna
llevándome en aquel tiempo
con mi esposa a Briston!
MADAMA SAMBRIG
Sí;
310
pero no fue Wilson menos
dichoso para nosotros,
vuestro favorable encuentro.
Acababa de saber
cómo mi tío había muerto, 315
negándome el heredarle;
y esta novedad, el tierno
amor que nos tuvo vuestra
difunta esposa y sus ruegos,
para seguiros a Londres, 320
la causa principal fueron.
Ya ha dos años que murió;
y me encargó que el afecto
de mi hija a vos dirigiese,
para que en dulce himeneo 325
ocupase su lugar.
He visto en todo este tiempo,
que de Fania la intención
se arregla a mis pensamientos;
pues aunque las persuasiones 330
de Milord Orcey quisieron
quitárosla, ella constante
os aprecia: esto supuesto,
y las amenazas fieras
que en su carta hace indiscreto 335
el Milord, en este día
que quedéis casados quiero;
que así tendrán mis desgracias,
mis penas y mis tormentos
-6-
quietud, descanso, bien, paz, 340
tranquilidad y sosiego.
WILSON
¡Ah, Señora! Lo que acabo
de escucharos, causa un nuevo
hechizo en mi corazón
para amar a un mismo tiempo 345
a Fania y a vos. Dejad
que a sus pies vaya.
MADAMA SAMBRIG
Yo creo
que acabando de vestirse
está; pero dispondremos
lo preciso para que 350
hoy os unáis.
WILSON
Al momento
se hará todo. Sí, señora.
¡Mi regocijo es extremo!
Vamos, señora.
MADAMA SAMBRIG
¡Ah, Wilson,
vuestra alegría es mi obsequio! 355
 
(Al irse sale ROBERTO y WILSON se detiene.)

 
WILSON
Pon luego por registradas
esas dos letras, Roberto.

 (Se las da.) 

ROBERTO
Está bien, señor.
WILSON
Amigo,
¡hoy cuántas dichas adquiero!

 (Vase con MADAMA SAMBRIG.) 

ROBERTO
Pues disfrutadlas, señor, 360
tan grandes como os deseo.
Pongamos como se debe
las letras en el asiento.

 (Se sienta al bufete, escribe un libro y sale el LACAYO DE MILORD BALTTON.) 

¿A quién buscáis?
LACAYO DE MILORD BALTTON

 (Viendo lo que escribe.) 

El Milord
Baltton es mi amo; pretendo 365
saber de su orden, si en casa
encontrará al que lo es vuestro,
dentro de un rato.
ROBERTO

 (Con sequedad.) 

No sé.
LACAYO DE MILORD BALTTON
¿Pero cómo lo sabremos?
ROBERTO

 (Siempre escribiendo.) 

No sé.
LACAYO DE MILORD BALTTON
¿Está en casa? 370
ROBERTO
Lo ignoro.
LACAYO DE MILORD BALTTON
Pues preguntadlo.
ROBERTO
No quiero.
LACAYO DE MILORD BALTTON
¿Pero por qué?
ROBERTO
Porque sois
preguntador estupendo:
hacer que vuestro amo venga 375
dentro de un rato.
LACAYO DE MILORD BALTTON
Ya entiendo,
perdonadme esta molestia,
y mandad.

 (Vase.) 

ROBERTO
¡Qué hombres tan necios!
Se puso sobre el bufete
viendo lo que iba escribiendo. 380
Estas faltas de crianza,
y en un Inglés, son defectos
insoportables. Ya está
esto concluido. Guardemos
estas letras, y a ver vamos 385

 (Lo hace y se levanta.) 

si Jaime viene, pues tengo
en cada instante que tarda,
un mortal desasosiego.

 (Vase por la tienda.) 

 
(Sale FANIA compuesta como de novia, WILSON con vestido rico, dándola la mano, e ISABELA teniéndola la punta de la bata. Apenas entran en la escena, saca FANIA de su vestido un collar de cintas, del que penderá una rosa de brillantes, y se la pone a ISABELA diciendo lo siguiente.)

 
FANIA
Ya he dado a tu hermano un libro
de memoria, que cubierto 390
está de oro con diamantes,
para que escriba, y conservo
para ti, Isabela mía,
este collar, que en tu cuello,
será más precioso. Toma. 395

 (Se le da.) 

¿Qué te parece?
ISABELA
¡Es muy bello!
¡Muy bonito! Papá, mire
vuestra merced cómo brilla.
WILSON
¿Pero
cómo se dice?
ISABELA
Señora,
vuestra expresión agradezco 400
con toda el alma, y os doy
muchas gracias. Voy corriendo
a enseñársele a mi hermano,
a mi aya, abuela, Roberto,
a Jaime, a los oficiales, 405
y a cuántos halle con ellos.

 (Vase corriendo.) 

WILSON
En fin, mi querida Fania,
tú vas a hacer, en efecto,
la amable felicidad
de mi vida. Estoy creyendo 410
que aún no es mi ventura cierta,
sino solamente un sueño.
¡Que para siempre ha de ser
mía! ¡Que así puedo creerlo!
FANIA
¿Pues qué me debes?
WILSON
Por mí
415
has sacrificado a un tiempo
la fortuna más brillante,
-7-
la grandeza, el opulento
estado que te ofrecía
Milord Orcey, y...
FANIA
No quiero
420
que tengas por sacrificio,
lo que solo ha sido efecto
de mi amor. ¡Yo hubiera sido
muy desdichada en extremo,
si mi madre no se hubiera 425
unido a mis pensamientos,
desengañada por una
fatal experiencia!
WILSON
Es cierto.
Todo me lo ha declarado.
FANIA
Pues hasta ayer, el secreto 430
de sus desgracias, y de
mi infelice nacimiento
no le supe; pero ¡ah, cuánto
me sonrojo y avergüenzo
del ingrato proceder 435
de aquel a quien el ser debo!
¡Cuántas lágrimas he visto
que por el rostro corrieron
de mi madre, producidas
por el que fue a un mismo tiempo 440
autor de mis días, y
origen de mis tormentos!
WILSON
Cuando pasó a la Jamaica
el Milord Baltton, me acuerdo
que mucho bien de él decían; 445
nos le pintaban tan lleno
de bondades, que admiraba;
mas de tu madre el suceso
lamentable, me hace creer
que la virtud vivió lejos 450
de su corazón.
 
(Sale ROBERTO.)

 
ROBERTO
Señor,
los oficiales sabiendo
que a casaros vais, pretenden
manifestar su contento
dándoos las enhorabuenas 455
que les inspira su afecto,
y a su ama nueva desean
de sus virtudes el premio.
WILSON
Mi dicha aumenta su gozo;
mas ya ves lo que intereso 460
en que los paños acaben
que están labrando. Iré a verlos
a sus telares después.
Diles no se aparten de ellos
y que les doblo la paga 465
del trabajo que hayan hecho
esta semana. ¿Tú sabes
lo que importa?
ROBERTO

 (Pasa al Bufete y toma un papel.) 

Aquí ya he puesto
su cuenta, y es diez guineas.
WILSON
Pues dales veinte. ¿No ha vuelto 470
Jaime?
ROBERTO
No, señor.
WILSON
¡Me admira
su tardanza! Mas ya entiendo
consistirá en que habrá habido
a quien despachar primero.
FANIA
Diles a los oficiales 475
de parte mía, Roberto,
que les soy reconocida
al favor que les merezco.
Y que cuando hayan concluido
su trabajo, los espero 480
a cenar. ¿Lo permitís,
querido Wilson?
WILSON
¡Ah! Esos
sentimientos de bondad
redoblan, Fania, mi afecto.
Si yo lo permito, ¡ay Dios! 485
Manda tú, que eres mi dueño.
Roberto, mira si está
para ir al instante al Templo,
pronta la madre de Fania.
ROBERTO
Aquí llega. Voy corriendo 490
a ver a los oficiales
que tendrán un gozo inmenso.
 
(Vase y sale MADAMA SAMBRIG por la puerta última de la izquierda.)

 
MADAMA SAMBRIG
Esperándonos están
en la Iglesia.
WILSON
Vamos. Tengo
avisado a Villianz, para 495
que de nuestro casamiento
sea el padrino. Una letra
que tomó por mí, le debo
pagar hoy también.
MADAMA SAMBRIG
Padrino,
¿es Villianz? Yo lo celebro 500
mucho; ¡qué bella alma tiene!
WILSON
Es de los pobres consuelo.
FANIA
Él junta gruesas limosnas
sólo para mantenerlos.
MADAMA SAMBRIG
Vamos, vamos, hijos míos. 505

 (La da la mano.) 

WILSON
Fania, ¡qué dulces momentos!
FANIA
Para quien como yo te ama,
no pueden ser más perfectos.
WILSON
¡Qué delicia!
FANIA
¡Qué alegría!
WILSON
Sin mí me lleva el contento. 510
  -8-  
 
(Vanse por la derecha y por la puerta de la tienda sale ROBERTO.)

 
ROBERTO
¡Válgame Dios! ¡Si será
lo que ahora me han dicho cierto!
¡En la casa de Sudmer
la justicia! Ya comienzo
a inquietarme mucho. Y Jaime 515
no parece. Qué suceso
tan lamentable sería
si acaso... Mas no lo creo.
 
(Acércase a la puerta de la tienda observando. Abre BETZI la de la izquierda, sale por ella MILORD BALTTON ricamente vestido y con la orden de la Jarretiera. Le habla en la misma puerta y después se dirige MILORD BALTTON hacia ROBERTO.)

 
BETZI
Aquel que allí está, Señor,
es el principal cajero 520
de mi amo. Si os gusta hablarle
podéis con franqueza hacerlo.
MILORD BALTTON
Gracias. ¿No está aquí Wilson?
ROBERTO
No, señor.
MILORD BALTTON
Lo extraño, habiendo
con mi lacayo avisado 525
vendría al instante a verlo.
ROBERTO
Perdonad, señor Milord,
porque a desposarse al Templo
ha ido.
MILORD BALTTON
Fuerza es que le espere.
ROBERTO
Pues tomad, señor, asiento. 530
 
(Trae con respeto un taburete a la derecha y se sienta con aire pensativo sin mirar a ROBERTO.)

 
MILORD BALTTON
¡Ay de mí!
ROBERTO

 (Aparte.) 

Qué triste está,
mas sin Jaime no sosiego.

 (Se entra en la tienda.) 

MILORD BALTTON

 (Aparte.) 

Ya no es posible tolere
este insoportable peso;
preciso es que de él me libre, 535
porque los remordimientos
de mi conciencia... ¡Ah! ¡Yo fui
el más bárbaro, el más fiero
de los hombres! ¡Seducirla,
robarla y dejarla luego 540
con mi hija en el abandono!
¡De pensarlo me avergüenzo!
Y cuando rompe la muerte
de mi esposa aquel funesto
fatal nudo, cuando yo 545
apresuro mi regreso
de la Jamaica, pensando
en reparar mis defectos,
casándome con la madre
y dar a mi hija el honesto 550
estado que la compete,
las busco y no las encuentro!

 (Se levanta consternado de dolor, saca una carta y después la guarda.) 

De Neustacle se me escribe
que ha tres años que salieron
de aquella ciudad. ¡Ay, Dios! 555
¡De horror se me llena el pecho!
Jopin que era el comerciante
en cuya casa estuvieron
en Neustacle, habrá llegado
o llegará en breve tiempo 560
a Londres, y de Wilson
saber dónde para quiero
porque me diga el destino
de ellas, y hacer lo que debo,
¡y me dicta mi conciencia! 565
¡Ah, hija mía! ¡Qué momento
tan encantador será
para mí aquel en que el Cielo
quiera te halle, para que
entre mis brazos tan tiernos 570
te estreche y me precipite
en los de tu madre!
 
(Sale ROBERTO.)

 
ROBERTO
Presto
discurro, señor, que mi amo
volverá.
MILORD BALTTON
Sólo pretendo
saber si ha llegado ya 575
Jopin, que sigue un comercio
considerable en Neustacle.
ROBERTO
¿Jopin? ¿Neustacle? Puedo
asegurar de Wilson
no tiene conocimiento 580
de nadie en Neustacle.
MILORD BALTTON
¿Cómo?
Pues yo engaño no padezco,

 (Saca la carta y se la da.) 

leed desde aquí.
ROBERTO

 (Lee. Representando.) 

«Vuelencia,
sabrá en casa de Lamberto
Wilson, donde va a parar 585
Jopin». Ahora caigo en ello,
no es esta, señor, la casa
que buscáis.
MILORD BALTTON
No.
ROBERTO
No por
esta es de Carlos Wilson,
-9-
y buscáis la de Lamberto 590
Wilson. La conformidad
del apellido es quien ha hecho
se hayan engañado muchos.
MILORD BALTTON
¿Ahora salimos con eso?
¿Dónde ese Lamberto vive? 595
¡Jamás tendré yo consuelo!
ROBERTO
Al puente de Vestmenster,
cerca del Palacio nuevo,
de Milord Orcey.
MILORD BALTTON
Ya hubiera
sabido lo que pretendo 600
de ese hombre, y ahora tal vez
no pueda encontrarle; pero
vamos allá. A Dios amigo.
¡Bien estas penas merezco!

 (Vase precipitadamente.) 

ROBERTO
Este señor tiene alguna 605
pesadumbre grande; pero
aquí llega Jaime, ¿cuánto
has tardado? ¿Y el dinero?
 
(Sale este por donde se fue MILORD BALTTON.)

 
JAIME
¡Ah, señor Roberto! ¡Qué
noticia! ¡Qué contratiempo 610
tan fatal!
ROBERTO
Pues di, ¿qué ha habido?
JAIME
Sudmer bancarrota ha hecho
y se escapó anoche.
ROBERTO
¡Oh, Dios!
 
(Sale ISABELA.)

 
ISABELA
Un pobre, Señor Roberto,
pide una limosna.
ROBERTO
¡Apenas
615
articular la voz puedo!
Mi amo va a ser arruinado.
ISABELA
Vamos. Yo por Dios os ruego
que le deis dos reales, pues
es un pobrecito viejo. 620
ROBERTO
Arruinado enteramente
será mi amor. Así lo creo,
si las letras de Norbie...
Dejadme, niña.
ISABELA
A lo menos,
Señor Roberto, un realito 625
no más, un realito. El Cielo,
dice mi papá, que da
ciento por uno; y yo quiero
sembrar mucho entre los pobres,
que así se halla un fruto cierto. 630
ROBERTO
Vaya, tomad y dejadme.
ISABELA
¡Qué contenta voy con esto!
Y que alegre se pondrá
el pobre. Mas yo sospecho
que ha venido mi papá, 635
según el ruido que siento
voy a verle.

 (Vase.) 

ROBERTO
Éntrate, Jaime,
en la tienda; y un silencio
profundo guarda sobre este
tan triste acontecimiento. 640
JAIME
Así lo haré. El corazón
penetra mi desconsuelo.
ROBERTO
¡Qué golpe! ¡Y en qué ocasión!
¡En qué día! Yo no encuentro
arbitrio. Y cómo podré 645
decirle, y es fuerza hacerlo,
mas ya llegan.
 
(Salen WILSON, FANIA, MADAMA SAMBRIG, ENRIQUE e ISABELA. Estos vienen asidos de la mano de FANIA haciéndola caricias.)

 
LOS DOS
Madre mía.
FANIA
Sí, hijos míos, yo prometo
ser vuestra madre desde hoy.
ISABELA
Nosotros también sabremos 650
respetaros como a tal.
Papá, vino un caballero
mientras usted fuera ha estado,
con un vestido tan lleno de oro. Y por aquí traía
una banda.
WILSON
Di, Roberto,
655
¿quién ha venido?
ROBERTO
¡Un Milord
que se equivocó!
WILSON
A Lamberto
Wilson buscaría, ¿eh?
ROBERTO
Sí, señor.
WILSON
Amado dueño
de mi corazón, ya soy 660
tu amante y tu esposo a un tiempo.
FANIA
Y yo a un tiempo soy tu esclava
y tu esposa; ya no tengo
que apetecer nada mientras
me tenga a tu lado el cielo. 665
MADAMA SAMBRIG
Vamos arriba, hijos míos.
FANIA
Vamos, esposo.
WILSON
Mi afecto,
Clicie amante de tu sol,
irá a tus pasos siguiendo.
 
(Emprenden su marcha asidos los niños de MADAMA SAMBRIG y FANIA, de la mano de WILSON despacio. ROBERTO, a media voz y tirando con disimulo de la casaca a este, le dice lo siguiente.)

 
ROBERTO
Oíd, señor, una palabra. 670
WILSON

 (Parándolo.) 

Haz, Roberto, todo aquello
que te dicte tu prudencia,
descansad contigo quiero;
deja que ocupe este día
-10-
en las dichas que poseo. 675
ROBERTO
Pero, señor, yo tenía
que deciros un secreto.
WILSON
Pues bien, dile prontamente.
¿Por qué te quedas suspenso?
ROBERTO
Es que...
FANIA
Tú puedes hablar
680
delante de mí, Roberto,
con libertad; ya comunes
son los intereses nuestros.
ROBERTO
Ya lo sé, señora, mas
lo que a mi amo decir debo 685
pudiera...
MADAMA SAMBRIG

 (Tomándola del brazo.) 

Ven, hija mía,
deja que hablen un momento
solos.
FANIA
A Dios, Wilson mío.
WILSON
Ya te sigo, amado dueño;
pero advierte que el Señor 690
Villianz a favorecernos
vendrá a la mesa.
FANIA
Tendré
gran satisfacción en ello;
no puede haber nada malo
donde se halle hombre tan bueno. 695

 (Vase alegre con los niños.) 

WILSON
¿Qué cosa tan misteriosa
quieres decir? Ya habrá vuelto
de casa de Sudmer Jaime.
ROBERTO
Ya ha venido, señor, pero...
WILSON
¿Pero qué? ¿Qué haces? ¿Tú tiemblas? 700
ROBERTO
No ha traído ningún dinero.
WILSON
¿Pues cómo?
ROBERTO
Porque Sudmer
ha quebrado y con silencio
se escapó anoche.
WILSON
¿Qué dices?
¡Justo Dios! ¿Y es eso cierto? 705
ROBERTO
Jaime está en la tienda, de él
pronto lo sabréis. Entremos.
WILSON
Sí, ocultemos de mi esposa
y de su madre a lo menos
esta funesta noticia 710
sobre mi crédito, puedo
esa suma reemplazar;
mas si no han tenido efecto
las dos letras de Norbie
que debió pagarme hoy mismo, 715
Sudmer. ¡Ah, Roberto mío!
Todos, todos nos perdemos.
ROBERTO
Confiad en la Providencia
que a todo dará remedio,
señor.
WILSON
Ella lo permita.
720
ROBERTO
Y en tal conflicto.
WILSON
En tal riesgo.
ROBERTO
Con constancia.
WILSON
Fortaleza.
ROBERTO
Y con valor.
WILSON
Ocultemos
esta amargura, esta pena,
mal, quebranto y desconsuelo. 725

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