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El «Felixmarte de Hircania» y sus aventuras amadisiana

M.ª del Rosario Aguilar Pardomo


Universidad Nacional de Colombia



En 1556, en las prensas vallisoletanas de Francisco Fernández de Córdoba, vio la luz la Primera parte de la grande historia del muy animoso y esforçado príncipe Felixmarte de Hircania escrita por el ubetense Melchor de Ortega. La obra, compuesta en tres libros, está dedicada al secretario de Felipe II, don Juan Vázquez de Molina, como una manera de mostrar la obligación, agradecimiento y deseo de servir que su autor tiene con el secretario real, bajo cuyo amparo Melchor de Ortega deja el producto de su difícil tarea. El ubetense insiste, como era habitual en los prólogos de los libros de caballerías castellanos, en que libro que ofrece es el resultado de una labor ardua de «traslación» de un original toscano que había sido dejado por un hermano de Cristóbal Colón en el monasterio de San Pablo, en Sevilla. Según Melchor de Ortega, debido a su interés en las historias fingidas y verdaderas, se dedica a leer y, posteriormente a trasladar al castellano, el texto en italiano del Felixmarte de Hircania elaborado por Francisco Petrarca, quien, a su vez, la había traducido de la versión latina hecha por Plutarco a partir del original griego escrito por el ateniense Philosio. Es evidente que con la mención de Petrarca y Plutarco -de una de cuyas obras echará mano en el capítulo primero del libro para legitimar el linaje de los caballeros protagonistas de la obra1-, así como con la vinculación de la obra a la famosa biblioteca colombina2, el hidalgo ubetense pretende conseguir para su obra la autoridad y el prestigio requeridos en un momento en que las ficciones caballerescas estaban siendo severamente cuestionadas por humanistas y moralistas debido a su carácter mentiroso y poco didáctico, y por los efectos nocivos que su lectura podía tener en las doncellas, particularmente3. De esta manera, Melchor de Ortega se refugia no solamente en el tópico de la falsa traducción, sino también en el recurso de la historiografía4 para equiparar su «historia fingida» con las historias verdaderas. Sin duda la utilización de un fragmento de las Vidas paralelas de Plutarco en la obra para hacer que los héroes desciendan del famoso linaje de los Perípoltas se constituye en un fuerte argumento de autoridad, y cumple la misma función de respaldo y erudición que la mención del filósofo griego tenía en las obras de humanistas, cronistas de Indias historiadores y teólogos españoles del siglo XVI, que tanto recurrieron a Plutarco, probablemente influidos por el afecto que Erasmo había manifestado por su obra5. Melchor de Ortega parafrasea el fragmento de las biografías de Cimón y Lúculo con el objeto de que el linaje de los héroes de su relato quede emparentado desde el comienzo mismo de la obra, gracias a lo señalado por el filósofo queronense, con una estirpe de personajes reales, de carne y hueso, que habían sobresalido por su valentía y heroísmo.

La narración comienza de esta manera con la genealogía de los héroes principales del relato, Flosarán de Misia y su hijo Felixmarte, quienes pertenecen al linaje de los Perípoltas, famosos por su valentía y heroísmo. La filiación a esta estirpe de reconocidos guerreros determina las trayectorias caballerescas de padre e hijo, caracterizadas constantemente por el mismo arrojo y coraje que en su momento testimoniaron sus predecesores en las guerras contra los Medos y los Galos. A continuación el relato se centra en la narración de la infancia, educación e ingreso en la orden de caballería de Flosarán, príncipe heredero del reino de la Baja Misia y futuro padre de Felixmarte. Todo el primer libro se concentra en el quehacer caballeresco de Flosarán, fundamentado en la búsqueda del amor y la demostración del linaje al que pertenece, particularmente en la demanda de su enamorada, la princesa Martedina de Alemania -y madre de Felixmarte- desaparecida en las montañas de Hircania. Las aventuras de Flosarán, conocido también como el Caballero del Socorro, le permitirán ratificar su condición heroica y ser considerado el caballero mayor bondad en armas, consagración que logra en la corte más importante de su tiempo, Constantinopla. Entre las aventuras que permitirán el alcance de dicha condición sobresale la Experiencia de Bondad, que es una prueba de carácter mágico -celebrada en la corte de Constantinopla- reservada para el mejor de los caballeros y que determina cuál es el medio para que Flosarán pueda darle fin a su búsqueda amorosa. La Aventura de la Experiencia de Bondad encierra en sí misma otra prueba, la Aventura de la Caja: Flosarán debe buscar por todo el mundo al doncel que sea capaz de abrir la caja para nombrarlo caballero y darle las armas que están guardadas en ella, puesto que será a través de él que el Caballero del Socorro encuentre a Martedina. Así comienza a abrirse paso la figura de Felixmarte, quien está destinado a darle fin a dicha aventura. Cuando padre e hijo se encuentran sin conocerse en la corte del emperador Orbíseros de Grecia, Felixmarte tiene ya edad para ser armado caballero y se ha convertido en un doncel enamorado. La historia de Felixmarte está precedida entonces por el relato de la biografía de su padre, cuya trayectoria caballeresca se trunca abruptamente al ser raptado por un monstruo en una nube y llevado a la ínsula Riscosa donde permanecerá encantado en la Aventura de Memoria de Tristeza, para ceder paso a la figura de su hijo, que acaba de ser nombrado caballero por su desconocido padre.

Las numerosas aventuras que el Caballero del Socorro ha emprendido a lo largo del libro primero sirven para llenar el vacío narrativo que se produce durante la infancia de su hijo Felixmarte, que ha nacido en la profundidad de una cueva en las montañas de Hircania. Después del matrimonio secreto de Martedina y Flosarán, la princesa había sido raptada por los salvajes y liberada posteriormente por una hermosa mujer salvaje llamada Belsagina que, para protegerla de sus congéneres, la esconde en un aposento construido en las profundidades de una montaña. Nueve meses después, la princesa da a luz a Felixmarte. Belsagina, presintiendo la fatalidad, decide marcar el pecho del niño con las señales de la cruz, para que sus posteriores cicatrices permitan su reconocimiento en caso de que Felixmarte llegara a extraviarse. La corazonada de Belsagina se hace realidad, pues la mujer salvaje que lo amamantaba, obedeciendo sus instintos, rapta al pequeño y huye de la morada. El niño es rescatado por su desconocido padre, que había permanecido todo ese tiempo en Hircania buscando a Martedina, en compañía de varios caballeros del Imperio de Grecia. Flosarán entrega al niño a quienes se convertirán en sus padres adoptivos, el caballero Leandís de Fosado y su esposa Lerina. Marido y mujer parte de Hircania llevando al niño consigo a su castillo del Fosado, en Grecia. Durante la navegación, el Sabio Invisible se presenta ante Leandís y le profetiza las cualidades excepcionales del pequeño, que se confirmarán en su posterior consagración como el mejor y más leal amador de los caballeros de su tiempo. En el Fosado, Felixmarte se educará en compañía de Leandel, hijo de su amo, hasta la edad de doce años, cuando es llevado a la corte de Constantinopla por solicitud de la emperatriz de Grecia, donde recibirá todas las enseñanzas relacionadas con el ejercicio de la caballería y con las actividades palaciegas. Allí, además, será puesto al servicio de la princesa Claribea, de quien el doncel se enamora al contemplar su belleza sin par.

En el segundo libro se narran las aventuras del Doncel del Aventura, como es conocido Felixmarte, que se centran tanto en la búsqueda del linaje al que pertenece, como en la reafirmación del amor que siente por Claribea, hermosa hija del emperador de Constantinopla, quien es el motor de todas sus acciones. Al final del libro primero, el Doncel del Aventura es armado caballero por Flosarán en una situación de extremo peligro e inmediatamente después se enfrenta con el gigante Brandalio, hijo del gigante Macadarte en un combate desigual por la fortaleza y tamaño de su oponente. Sin embargo, gracias a su ligereza y valentía, lo mata, de la misma manera que su padre había hecho con este Macadarte. Semejante hazaña preludia la magnitud de las aventuras que Felixmarte. Pero el comienzo de la trayectoria caballeresca del hijo determina el fin de la del padre, pues como se mencionó, Flosarán desaparece de la escena narrativa. El segundo libro comienza entonces relatando las aventuras del Doncel del Aventura y sus amigos, también caballeros noveles, que le permitirán demostrar que es merecedor del amor de Claribea. De esta manera, elimina una antigua costumbre realizada en el puente del Caro Pasaje, libera la entrada de la ínsula Riscosa y da lugar a que se tengan noticias del paradero y el matrimonio secreto de Flosarán y Martedina. Por el amor de Claribea se enfrenta con el Caballero del Don, pero no logra vencerlo antes de que el Emperador de Grecia dé por finalizada la batalla para evitar la muerte de ambos caballeros. A pesar de esto, se presenta ante Claribea, quien le promete corresponder a su amor si puede demostrar su pertenencia a un linaje real. Lleno de esperanza con este juramento de la princesa, el Doncel del Aventura emprende una serie de aventuras, entre ellas la liberación de la ciudad de Colonia, que había sido cercada por el ejército pagano del gran Sarzarán, señor de Asia Menor, y el «descenso a los infiernos»6 para liberar a su abuelo, el emperador Francoleo de Alemania. Las múltiples hazañas culminan felizmente con su reconocimiento como hijo de Flosarán y Martedina y príncipe heredero del Imperio de Alemania.

Sin embargo, cuando todo parece indicar que el héroe ha obtenido lo necesario para poder aspirar al amor de la princesa de Grecia al darse a conocer su condición real, Claribea le envía una carta en la que le exige no volver a presentarse ante ella hasta no haber demostrado en las aventuras de la ínsula Riscosa su fidelidad amorosa. A la princesa de Grecia la empujaban unos celos infundados con respecto a la infanta Serfinea de Misia, de quien Felixmarte había recibido un anillo en señal de agradecimiento por haberla rescatado, junto a su hermano Tesiortes, del gigante Brandalio el Membrudo. Con el rompimiento de la hasta ese momento apacible relación de Claribea y su caballero da comienzo el tercer libro, a lo largo del cual Felixmarte vagará penitente7 esperando el perdón de su señora, llamándose el Caballero de la Triste Guirnalda. El cambio de armas y de nombre originará que los demás personajes crean equivocadamente que el más valeroso de los caballeros ha encontrado la muerte. Paradójicamente, cuando el héroe es desamado por su enamorada, se convierte en objeto de amor de dos doncellas que lo requieren como su servidor. Una de ellas es Filismida, quien en su apasionamiento llega a encerrar al caballero en un jardín para lograr que se case con ella; y la otra es la princesa Oriandina de Dacia, que de manera sutil e inteligente le declara su amor al pedirle que defienda en la corte de Constantinopla durante veinte días que ella es la doncella más hermosa del mundo, pues el caballero que logre sustentarlo será el único digno de casarse con ella. En ambos casos, el Caballero de la Triste Guirnalda logra salir de semejante trance que pone en peligro su honra y la fidelidad a su señora gracias a su ingenio y a su asombrosa habilidad con la palabra. El libro termina con el héroe consagrado como el mejor caballero de su tiempo, pero sin ser conocido por su verdadera identidad, que seguramente será revelada en las aventuras de la ínsula Riscosa, hacia donde se dirigen el emperador de Grecia, los reyes de Misia y Alemania, y todos los demás caballeros, dueñas y doncellas que estaban reunidos en la corte de Constantinopla. Así queda inconcluso el relato de las aventuras del más bondadoso y leal caballero y de sus amores con la princesa Claribea, pues el fin de la historia se deja para ser contada, según Melchor Ortega, en la cuarta parte «que se queda imprimiendo».

Es evidente que el Felixmarte de Hircania recrea las biografías de dos héroes y que la trayectoria caballeresca de ambos sirven de cañamazo estructural de los tres libros: en el primero, es la de Rosarán; y en los dos restantes, la de Felixmarte. Tanto padre como hijo fundamentan su vida caballeresca en la consecución del amor y del linaje: Flosarán para demostrar que es merecedor del linaje al que pertenece y encontrar a su amada Martedina, perdida en las montañas de Hircania; y Felixmarte para conocer su origen y hacerse merecedor del amor de Claribea. A lo largo de sus continuas aventuras se revela hasta qué punto las vidas del Caballero del Socorro y del Caballero de la Triste Guirnalda se aproximan al arquetipo mítico-folclórico de los héroes tradicionales. Flosarán y Felixmarte están destinados entonces, desde su mismo nacimiento, a consagrarse como los mejores caballeros de su tiempo y a ser la máxima encarnación de las virtudes bélicas, amorosas y cortesanas. De esta manera, los ciclos heroicos de ambos caballeros siguen muy de cerca los parámetros establecidos por el paradigma amadisiano. Ello es cierto en particular para Felixmarte, que al igual que Amadís de Gaula es fruto de los amores súbitos de dos personajes de sangre real, el príncipe Flosarán de Misia y la princesa Martedina de Alemania. Asimismo, su concepción se produce en condiciones poco usuales pero marcadas por símbolos fertilidad: Felixmarte es engendrado al lado de una fuente -en la que se anuncia proféticamente su nacimiento- en una situación de extremo peligro, pues sus padres son acechados por unos temibles salvajes antropófagos habitantes de las montañas de Hircania. También como Amadís, Felixmarte es criado lejos del hogar, no ya por la exposición en las aguas, sino por un atentado contra su vida materializado en el rapto de la mujer salvaje que lo había amamantado después de su nacimiento. Este rapto evoca los ritos de iniciación más ancestrales y prepara al niño para su posterior renacimiento8, que se produce cuando es rescatada milagrosamente por su desconocido padre, quien lo entrega a Leandís y Lerina para que lo críen. De esta manera, se hará efectiva la educación lejos del hogar, que es uno de los motivos establecidos por Lord Raglan en su esquema de vida de los héroes folclóricos9.

De este repaso, se hace ostensible que, con respecto al nacimiento y educación, las vidas de Felixmarte de Hircania y Amadís de Gaula corren paralelas. Puede aducirse que estos aspectos pertenecen al modelo que conforma la trayectoria vital de los héroes folclóricos. De hecho es así, pero las semejanzas y las correspondencias entre los dos libros van mucho más allá. En este sentido, es importante subrayar que la lectura de la obra de Melchor Ortega revela la enorme deuda que el ubetense tenía con la refundición de Garci Rodríguez de Montalvo. El apretado recuento del argumento del Felixmarte que hemos hecho aquí trae a la memoria episodios muy similares del Amadís de Gaula. De nuevo puede objetarse que se trata de aventuras típicas y tópicas del género caballeresco y que, por tanto, están presentes en la gran mayoría de los testimonios de este tipo de ficción en el siglo XVI, sobre todo si tenemos en cuenta que el texto de Rodríguez de Montalvo se convirtió en el modelo narrativo y fundacional de los libros de caballerías castellanos. En este sentido, es necesario responder también de manera afirmativa, pues Ortega no logra escaparse del fuerte sello que imprimió el Amadís en quienes contribuyeron a la expansión y consolidación del género. No obstante, la deuda amadisiana es tan radical y tan fuerte en nuestro texto que los episodios trascendentales en la vida del héroe están inspirados algunos, y prácticamente calcados otros, de la reescritura de Rodríguez de Montalvo. Una lectura atenta y comparativa del Felixmarte y el Amadís descubre hay que situaciones, diálogos y actitudes de los personajes tan parecidos entre las dos obras, que sólo es posible explicarlo por una afición incondicional de Melchor del Ortega hacia el Amadís de Gaula, así como por su conocimiento profundo de éste. En otra parte me he referido a algunos de los episodios que son reveladores en este sentido10. Retomaré sólo uno de ellos lo suficientemente elocuente. El pasaje referido a la primera salida de la corte del Doncel del Aventura ya armado caballero y su solicitud de licencia para marcharse a la princesa Claribea sigue muy de cerca el mismo episodio amadisiano. El texto de Ortega dice lo siguiente:

«-Señora, pues ya sabéis el camino que se me ha ofrecido, dadme licencia, pues sin ésta no seré osado ni aun de mover el pensamiento. Y porque la vida no se acabe fallesciéndose su ser, que es vuestra presencia, cuyo verdadero retrato siempre en mi memoria está, os suplico seáis servida que en la vuestra yo siempre esté presente, para me mandar en que os sirva, teniendo mis obras por tan vuestras quanto es razón que lo sean.

Quando la princesa vio que se iva, recibió gran pena; y dissimulándolo, díxole:

-¡Cómo, Donzel del Aventura, ¿es possible que si yo no os diesse licencia dexaríades la ida?

-Forçoso sería -dixo él.

La princesa se sonrió, diziéndole:

-Ora, pues en pago de essa obediencia, yo huelo d'ella, y la tomo por tan propia como si os la mandasse hazer».


(pág. 133)                


Y en los siguientes términos el Doncel del Mar le pide permiso a Oriana para abandonar la corte:

«-Si a vos, señora, pluguiesse que yo fuesse cavallero, sería en ayuda de essa hermana de la reina, otorgándome vos la ida.

-Y si la yo no otorgasse -dixo ella-, ¿no iríades allá?

-No -dixo él-, porque éste mi vencido coraçón sin el favor de cúyo es no podría ser sostenido en ninguna afrenta, ni ahun sin ella».


(pág. 275)                


La publicación del Felixmarte de Hircania coincide justamente con el momento en que se reduce la aparición de nuevos títulos en el vastísimo universo caballeresco; de hecho, en 1556, es el único libros de caballerías que se imprime11. De todos es conocido que a partir de 1556-1557, predominó la reimpresión de títulos ya conocidos por los lectores y que los libros originales publicados difícilmente significaron una renovación de los logros narrativos conseguidos por sus antecesores. Para esa fecha, el género tenía ya casi cincuenta años, y se habían consolidado y enriquecido considerablemente con numeroso ciclos de historias caballerescas y otros tantos libros sueltos, que introdujeron nuevos motivos y elementos que permitieron variar de manera considerable el paradigma narrativo establecido por el Amadís de Gaula12. De esta manera, a medida que fue corriendo el siglo XVI; se puede hablar de cierto grado de innovación en el género caballeresco como resultado de búsquedas narrativas que pretenden acoger los gustos predominantes en la época y, por supuesto, las inclinaciones de los lectores. Es sí como, muchos de los textos impresos en el periodo de mayor auge del género se conciben como puros libros de evasión, en los que predomina la fantasía y la maravilla. La serie palmeriniana13 y las obras de Feliciano de Silva fueron fundamentales en este sentido, pues no sólo acogieron y sintetizar los aportes de Garci Rodríguez de Montalvo, sino que marcan, como subraya Carmen Marín Pina, nuevas pautas narrativas. Asimismo, el protagonismo de la mujer cobra cada vez más relevancia, un aspecto insinuado ya con la aparición de las amazonas en las Sergas de Esplandián y que se reforzará con doncellas guerreras como Florinda del Platir o Claridiana, del Espejo de príncipes y Caballeros. La necesidad de avivar el interés de los lectores y de hacer más atractivos los argumentos caballerescos obligó a los autores del género a buscar en la materia clásica elementos innovadores, así como en motivos recreados en otros géneros de ficción del momento como los libros de pastores y las novelas de aventuras peregrinas. Es así como llegaron a las páginas caballerescas pastores, caballeros disfrazados de mujeres, y otros personajes que producirán múltiples equívocos y en consecuencia, el guiño complacido de los lectores. Erotismo y magia también aumentarán su presencia para enriquecer el contenido de unos libros que buscaban afanosamente remozarse para quedarse definitivamente en la imaginación de oyentes y lectores del siglo XVI.

Ante es panorama, y para hacer una justa valoración del lugar que el Felixmarte de Hircania ocupa en el desarrollo del género, es necesario resaltar que si bien Melchor de Ortega sigue con fidelidad el paradigma amadisiano, también es cierto que acoge y desarrolla motivos, ciertamente explotados con anterioridad por sus predecesores, pero que en la obra tiene una presencia sobresaliente por su repetición. Me refiero a las justas caballerescas relacionadas con el amor y la belleza de las mujeres, aspecto que se introduce sin duda para complacer al público femenino, cada vez más interesado en la lectura de estos textos14. En tres oportunidades se reúnen en la corte de Constantinopla los mejores, más valientes y apuestos caballeros, y las más hermosas doncellas para participar los primeros, y observar, las segundas, las demandas que pretenden sostener ante la corte distintos caballeros aventureros. El primero de ellos es el Caballero del Don, quien quiere demostrar que él ama en mayor medida que los demás caballeros, todo ello para poder contarse entre los servidores de la princesa Claribea [II, 24 y ss.]. Después es el Caballero de la Venganza, que debe demostrar mediante las armas que la princesa Lisbela es la doncella de los más altos y honestos pensamientos [III, 27]. Y, finalmente, el Caballero de la Triste Guirnalda llega a Constantinopla para defender que la princesa Oriandina de Dacia es la más hermosa de las doncellas [III, 35]. Ciertamente, justas de este tipo propician el lucimiento de los caballeros y la expresión de sentimientos amorosos de manera velada, pues tanto caballeros aventureros como mantenedores disponen sus armas a una variada ornamentación que desemboca en verdaderas invenciones y empresas amorosas15. De este modo, el Felixmarte se acoge a las tendencias y las inclinaciones de la nobleza renacentistas por marcar ciertos aspectos de su existencia con un sello estético. Los libros de caballerías se habían hecho cada vez más permeables a las ilusiones de una sociedad que revive en los espectáculos cortesanos y caballerescos una forma de vida que pertenece al pasado. Melchor de Ortega no se queda atrás e inunda su relato de un tono festivo recreando en el entramado narrativo estos juegos en los que la influencia de vida y literatura es un camino de doble sentido16.

Un aspecto más permitirá precisar el significado de la publicación y las consecuencias que pudo tener para el género caballeresco. Se trata específicamente del tratamiento espacial, en concreto del marco geográfico de la historia17. A pesar de que el texto de Ortega se rige habitualmente por los cánones que predominaron en los libros de caballerías, el Felixmarte de Hircania se aleja de estos parámetros en este sentido al no enmarcar las aventuras del héroe en una geografía imaginaria y fantasiosa, ya que, por el contrario, la mayoría de los lugares mencionados son reales o han sido poetizados en el entramado narrativo. En efecto, el predominio del realismo geográfico lo distancia de su modelo, Amadís de Gaula, pues en éste a pesar de que muchos de los lugares mencionados en la obra existen realmente, la importancia narrativa de la geografía imaginaria es definitiva18.

A pesar de esto, la publicación del Felixmarte de Hircania no trajo consigo nuevos aires de renovación. Es probable que esto determinara el escaso éxito y difusión que alcanzó si se compara con algunos de sus contemporáneos: el libro no volvió a imprimirse durante el siglo XVI no tampoco dio origen a un ciclo «felixmartiano». Sin embargo, no hay que olvidar que las aventuras y hazañas, amores y desamores de su héroe apasionaran de tal forma a un anónimo lector de libros de caballerías que decidió transcribir letra a letra la edición impresa en 1556, haciendo una copia esmerada y cuidadosa de la obra hacia finales del siglo XVI19. De igual forma, el Felixmarte es tenido en cuenta por Cervantes. Aunque el juicio no es muy favorable, ya que el cura lo condena a las llamas por la «dureza y la sequedad de su estilo», para don Quijote el valeroso Felixmarte es un caballero acometedor de peligros. También contrasta la opinión del cura con lo que el libro y el héroe significan para el ventero Juan Palomeque, quien insiste en la verdadera existencia del caballero que, según él, mató de un solo golpe de espada a cinco gigantes y desbarató a un ejército de más de un millón seiscientos mil soldados. Palomeque relata una aventura apócrifa, que nunca sucede en la obra. Quizá la lucidez de Cervantes, y la manera como reelabora y recuerda las fuentes leídas, ofrecen los elementos de juicio adecuados para la justa valoración y lectura del Felixmarte de Hircania.





 
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