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ArribaAbajoMadrid

Madrid se había convertido en un objetivo decisivo durante la guerra civil, su defensa suponían prolongar la esperanza republicana. Por ello los poetas se encargaron de escribir poemas de aliento, no sin ver en ellos una cierta melancolía de Madrid. Miguel Hernández ya había cantado a Madrid en Viento del Pueblo con el poema Fuerza del Manzanares con ciertos guiños conscientes, puesto que los Poetas en la España Leal (1937) ya se le adelantaron, y cito: Según Carlos Rovira y Carmen Alemany se le conocen dos esbozos a lápiz en el Archivo Municipal de Elche: «A Madrid» y «Zumo de Madrid.» Del poema Fuerza del Manzanares, recojo algunos versos muy visuales e impresionistas:


Al mar, al tiempo, al sol, a ese río que crece,
jamás podrás herirlos por más que le disparen.



Estos versos de gran visualidad e imaginación, al agua no le pueden herir las balas por más que le disparen, como si quisiera hacernos participar del cuerpo físico del río, como si quisiera expresar un sentido telúrico que el líquido de la corriente es ajeno a nuestras luchas, la naturaleza es ajena a nuestros odios.

Rafael Alberti en su poema Lejos de la Guerra (desde París), escribe también sobre el Manzanares.


[...]
Campos sin guerra, os traigo a las atronadoras,
desangradas orilla del pobre Manzanares,
un saludo enramado de sus libertadores,
destrozadas encinas y partidos pinares.



Otro poema de Alberti, titulado Defensa de Madrid, publicado en el Romancero de la guerra civil española, pág. 71-72, escribe:


Madrid sabe defenderse
con uñas, con pies, con codos,
con empujones, con dientes,
panza arriba, arisco, recto,
duro, al pie del agua verde del tajo, en Navalperal.



Otro poema de Alberti, se titula Madrid-Otoño92, y publicado en Poetas de la España leal. 1937. La 5ª estrofa dice:


Capital ya madura para los bombardeos,
avenida de escombros y barrios en ruinas,
corre un escalofrío al pensar tus museos93
tras de las barricadas que impiden las esquinas.



Miguel conoce este libro perfectamente, porque colaboró en él con tres poemas, y en el primer verso escribe De entre las piedras, la encina y el haya, vemos la conjunción entre «encinas y el haya», semejante al de Alberti «encinas y pinares».

Manuel Altolaguirre escribió un romance triste de alta factura que lo tituló Madrid, 1937.


[...]
Aquí en Madrid, de noche, solo, triste,
mi frente con el frente son sinónimos
y sobre mi mirada como llanto
se derriban los héroes, caen hundidos
por el abismo verde de mi cara.



El poeta orcelitano, escribe en la tercera estrofa Un ansia verde y un odio dorado/ arde en el seno de aquella paredes. La semejanza parece estar hecha adrede, entre «abismo verde» con «ansia verde», son palpables. Además de la melancolía que condensa todo el romance de Altolaguirre, puede existir cierta reciprocidad de influencias, puesto en el mismo poema continúa «Aquí en Madrid, delante de la muerte mi corazón pequeño...» ¿Es este «corazón pequeño» un oximorón con aquel «corazón desmesurado» en El rayo que no cesa?

El malagueño José Moreno Villa, escribió un romance titulado Madrid, frente de de lucha, el séptimo verso empieza:


Caras sin color que emigran
de los campos toledanos;
niños, viejos,
mujeres que fueron algo,
que fueron la flor del pueblo,
y hoy son harapo.

Miguel dedica su segunda estrofa a niños y mujeres, cuando se refiere a la mujer no es coincidencia del nombre sino del significado «mujeres que son filos» en presente con «mujeres que fueron flor» en pretérito, y escribe:


Niños iguales que agujeros resecos,
hacen vibrar un calor de ira pura
junto a mujeres que son filos y ecos
hacia una hondura.



Emilio Prados escribe un poema Ciudad eterna (Madrid 1937), y empieza:


Menos dura la piedra
al ímpetu constante del tiempo que la empuja:
que la transforma lentamente en rosa....



Ilustración 17. Madrid



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