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1

Véase, acerca de este tema, mi estudio «El cristianismo y la técnica médica», en Ocio y trabajo (Madrid, Revista de Occidente, 1960).

 

2

Permítame el lector remitirle a mi ensayo «Europa y la ciencia», recogido en el libro La empresa de ser hombre (Madrid, Ediciones Taurus, 1958).

 

3

Le probléme de l'acte de foi (Louvain, 1958).

 

4

No será inoportuno observar que fray Luis, personalista, se pregunta por un «quién». El naturalismo objetivador de la ciencia moderna se pregunta más bien por un «qué» y un «cómo».

 

5

Más frecuente era tal tipo de ascetismo, por razones obvias, entre los sabios-sacerdotes.

 

6

Mencionaré como valioso y muy reciente ejemplo de esta posibilidad de la ciencia actual el libro del P. Dubarle, O. P., La civilisation et l'atome (París, 1962). [Comentado en el n.º 1 de esta Revista.]

 

7

No quiero dejar de aludir de nuevo, siquiera sea brevemente, a un tipo social que con frecuencia pulula junto a los verdaderos sabios en los países científicamente inmaturos e históricamente viejos: el simulador de la ciencia el sujeto que con publicaciones carentes de todo valor y con sus constantes idas y venidas trata de hacer creer a los demás, a veces con cierto éxito, que él es un hombre de ciencia auténtico. Sus móviles reales son el lucro, el brillo social y el poder, en la medida en que el saber científico o su simulación puedan efectivamente concederlos. Hay ocasiones, incluso, en que esos fines quedan hábil y púdicamente encubiertos por el pío indumento de un «apostolado» más o menos real. La falta de un general interés por la ciencia, la inexistencia de una crítica responsable y, por supuesto, una veta de picarismo en el simulador, hacen posible la realidad social de esta lamentable superchería.