Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha

Tomo I

Miguel de Cervantes Saavedra



imagen




ArribaAbajoEl editor

Al ofrecer al público una nueva edición de la primera obra de nuestra literatura, creo pagar el debido tributo a la memoria de su inmortal autor, justificando el calificativo de AMENA E INSTRUCTIVA que lleva esta BIBLIOTECA.

Convencido de que muchas de las notas con que se ilustran otras ediciones sirven más para hacer gala de la erudición de los ilustradores que para aclarar el texto de la obra, he dejado únicamente aquellas que he creído indispensables, entresacadas de diversas ediciones, habiéndome fijado muy principalmente en la que ilustró el sabio D. Juan Eugenio Hartzenbusch.

Adornan esta edición un sinnúmero de grabados intercalados en el texto y un magnífico retrato de CERVANTES, copia del busto labrado en mármol por el escultor español D. Rosendo Nobas, premiado en la Exposición de Viena en 1873.

Para corresponder en cuanto quepa al favor con que el público, así en la Península como en América, ha premiado mis esfuerzos, he aumentado el texto de esta cuarta edición con la añadidura de El Buscapié, y la parte ilustrada con algunas láminas sueltas copiadas, de cuadros de nuestros primeros artistas contemporáneos.




ArribaAbajoAl duque de Béjar,

Marqués de Gibraleón, Conde de Benalcázar y Bañares, Vizconde de la Puebla de Alcocer, Señor de las villas de Capilla, Curiel y Burguillos


En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como Príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a luz al INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos, que, no conteniéndose en los límites de la ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos: que poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio1.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

imagen

imagen




ArribaAbajoPrólogo

DESOCUPADO lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir la orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así ¿qué podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno: bien como quien se engendró en una cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo, que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna: y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas; antes las juzga por discreciones y lindezas, y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo, que aunque parezco padre, soy padrastro de DON QUIJOTE, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres: y pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo, y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres dueño della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice, que debajo de mi manto al rey mato; todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación, puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor de que te calumnien por el mal, ni te premien por el bien que dijeres della.

Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir, que aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribilla, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío gracioso y bien entendido, el cual viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa, y no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de DON QUIJOTE, y que me tenía de suerte, que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el que dirá el antiguo legislador que llaman vulgo, cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concetos, y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes, y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes, que tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? ¡Pues qué, cuando citan la divina Escritura! No dirán sino que son unos Santos Tomases y otros doctores de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado distraído, y en otro hacen un sermoncico cristiano, que es un contento y un regalo oírle o leelle.

De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo qué acotar en el margen, ni qué anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del A B C, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos. Aunque si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales que no les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España.

imagen

En fin, señor y amigo mío, proseguí, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. De aquí nace la suspensión y elevamiento en que me hallastes; bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oído.

Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente, y disparando en una larga risa, me dijo: Por Dios, hermano; que ahora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones. Pero ahora veo que estáis tan lejos de serlo, como lo está el cielo de la tierra.

¿Cómo qué? ¿Es posible que cosas de tan poco momento, y tan fáciles de remediar, puedan tener fuerzas para suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento, y veréis cómo en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades, y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso DON QUIJOTE, luz y espejo de toda la caballería andante. Decid, le repliqué yo, oyendo lo que me decía, ¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor, y reducir a la claridad el caos de mi confusión? A lo cual él dijo: Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean, de personajes graves y de título, se puede remediar en que vos mismo2 toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiérades, ahijándolos al preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda, de quienes yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas; y cuando no lo hayan sido, y hubiere algunos pedantes y bachilleres, que por detrás os muerdan y murmuren de esta verdad, no se os dé dos maravedís, porque ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribisteis.

En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer de manera que vengan a pelo algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que ello; cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón: ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología: ni le son de importancia las medidas geométricas ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica: ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere.

Y pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para que andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos; sino procurarse que a la llana con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanzaréis y fuere posible, vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos: sin intrincarlos y escurecerlos.

Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta en derribar la máquina mal fundada destos caballerescos libros, aborrecidos de tantos, y alabados de muchos más; que si esto alcanzásedes, no habríades alcanzado poco.

Con silencio grave estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones, que sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas, y de ellas mismas quise hacer este prólogo: en el cual verás, lector suave, la descripción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso DON QUIJOTE DE LA MANCHA; de quien hay opinión por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado, y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos.

Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan notable y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien a, mi parecer te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas.

Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. VALE3.




ArribaAbajoAl libro de don Quijote de la Mancha,

Urganda la Desconocida



   Si de llegarte a los bue-
Libro, fueres con letu-
No te dirá el boquirru-
Que no pones bien los de-
   Mas si el pan no te se cue-
Por ir a manos de idio-
Verás de manos a bo-
Aun no dar una en el cla-
Si bien se comen las ma-
Por mostrar que son curio-
   Y pues la experiencia ense-
que el que a buen árbol se arri-
Buena sombra le cobi-
En Béjar tu buena estre-
   Un árbol real te ofre-
Que da príncipes por fru-
En el cual florece un du-
Que es nuevo Alejandro Ma-
Llega a su sombra, que a osa-
Favorece la fortu-
   De un noble hidalgo manche-
Contarás las aventu-
A quien ociosas letu-
Trastornaron la cabe-
   Damas, armas, caballe-
Le provocaron de mo-
Que cual Orlando furio-
Templado a lo enamora-
Alcanzó a fuerza de bra-
A Dulcinea del To-4
   No indiscretos hierogli-
Estampes en el escu-
Que, cuando es todo figu-
Con ruines puntos se envi-
   Si en la dirección te humi-
No dirá mofante algu-
Que Don Álvaro de Lu-
Que Aníbal el de Carta-
Que el rey Francisco en Espa-
Se queja de la Fortu-
   Pues al cielo no le plu-
Que salieses tan ladi-
Como el negro Juan Lati-
Hablar latines rehu-
   No me despuntes de agu-
Ni me alegues con filo-
Porque torciendo la bo-
Dirá el que entiende la le-
No un palmo de las ore-
Para que conmigo flo-
   No te metas en dibu-
Ni en saber vidas aje-
Que en lo que no va ni vie-
Pasar de largo es cordu-
   Que suelen en caperu-
Darles a los que grace-
Mas tú quémate las ce-
Sólo en cobrar buena fa-
Que el que imprima neceda-
Dalas a censo perpe-
   Advierte que es desati-
Siendo de vidrio el teja-
Tomar piedras en la ma-
Para tirar al veci-
   Deja que el hombre de jui-
En las obras que compo-
Se vaya con pies de plo-
Que el que saca a luz pape-
Para entretener donce-
Escribe a tontas y a lo-.




ArribaAbajoAmadís de Gaula,

a don Quijote de la Mancha


Soneto



    Tú, que imitaste la llorosa vida,
Que tuve ausente y desdeñado sobre
El gran ribazo de la Peña Pobre,
De alegre a penitencia reducida:
   Tú, a quien los ojos dieron la bebida
De abundante licor, aunque salobre,
Y alzándote la plata, estaño y cobre,
Te dio la tierra en tierra la comida:
   Vive seguro de que eternamente,
En tanto al menos que en la cuarta esfera
Sus caballos aguije el rubio Apolo,
   Tendrás claro renombre de valiente,
Tu patria será en todas la primera,
Tu sabio autor al mundo único y solo.




ArribaAbajoDon Belianís de Grecia,

a don Quijote de la Mancha


Soneto



    Rompí, corté, abollé, y dije, y hice
Mas que en el orbe caballero andante;
Fui diestro, fui valiente, fui arrogante:
Mil agravios vengué, cien mil deshice.
   Hazañas di a la fama que eternice
Fui comedido y regalado amante;
Fue enano para mí todo gigante;
Y al duelo en cualquier punto satisfice.
   Tuve a mis pies postrada la fortuna;
Y trajo del copete mi cordura
A la calva ocasión al estricote.
Mas aunque sobre el cuerno de la luna
Siempre se vio encumbrada mi ventura,
Tus proezas envidio, oh gran Quijote.




ArribaAbajoLa señora Oriana,

a Dulcinea del Toboso


Soneto



    ¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
Por más comodidad y más reposo,
A Miraflores puesto en el Toboso,
Y trocara su Londres con tu aldea!
   ¡Oh, quién de tus deseos y librea
Alma y cuerpo adornara, y del famoso
Caballero, que hiciste venturoso,
Mirara alguna desigual pelea!
   ¡Oh, quién tan castamente se escapara
Del señor Amadís, como tú hiciste
Del comedido hidalgo don Quijote!
   Que así envidiada fuera, y no envidiara,
Y fuera alegre el tiempo que fue triste,
Y gozara los gustos sin escote.




ArribaAbajoGandalín, escudero de Amadís de Gaula,

a Sancho Panza, escudero de don Quijote


Soneto



    Salve, varón famoso, a quien fortuna,
Cuando en el trato escuderil te puso,
Tan blanda y cuerdamente lo dispuso,
Que lo pasaste sin desgracia alguna.
Ya la azada y la hoz poco repuna
Al andante ejercicio, ya está en uso
La llaneza escudera con que acuso
Al soberbio que intenta hollar la luna.
Envidio a tu jumento y a tu nombre,
Y a tus alforjas igualmente envidio,
Que mostraron tu cuerda providencia.
Salve otra vez, oh Sancho, tan buen hombre
Que a sólo tú nuestro español Ovidio
Con buzcorona te hace reverencia.




ArribaAbajoDel Donoso, poeta entreverado




a Sancho Panza

    Soy Sancho Panza escude-
Del manchego don Quijo-
Puse pies en polvoro-
Por vivir a lo discre-
   Que el tácito Villadie-
Toda su razón de esta-
Cifró en una retira-
Según siente Celesti-
Libro en mi opinión divi-
Si encubriera más lo huma-.


a Rocinante

    Soy Rocinante el famo-
Biznieto del gran Babie-
Por pecados de flaque-
Fui a poder de un don Quijo-
   Parejas corrí a lo flo-
Mas por uña de caba-
No se me escapó ceba-
Que esto saqué a Lazari-
Cuando para hurtar el vi-
Al ciego le di la pa-.




ArribaAbajoOrlando furioso,

a don Quijote de la Mancha


Soneto



    Si no eres Par, tampoco le has tenido,
Que Par pudieras ser entre mil Pares,
i puede haberle donde tú te hallares,
Invicto vencedor, jamás vencido.
   Orlando soy, Quijote, que perdido
Por Angélica, vi remotos mares,
Ofreciendo a la fama en sus altares
Aquel valor que respetó el olvido.
   No puedo ser tu igual, que este decoro
Se debe a tus proezas y a tu fama,
Puesto que como yo perdiste el seso.
   Mas serlo has mío, si al soberbio Moro
Y Cita fiero domas, que hoy nos llama
Iguales en amor con mal suceso.




ArribaAbajoEl Caballero del Febo,

a don Quijote de la Mancha


Soneto



    A vuestra espada no igualó la mía,
Febo español, curioso cortesano,
Ni a la alta gloria de valor mi mano,
Que rayo fue do nace y muere el día.
   Imperios desprecié, y la monarquía
Que me ofreció el oriente rojo en vano,
Dejé por ver el rostro soberano
De Claridiana, aurora, hermosa mía.
   Amela por milagro único y raro,
Y ausente en su desgracia, el propio infierno
Temió mi brazo, que domó su rabia.
   Mas vos, godo Quijote, ilustre y claro,
Por Dulcinea sois al mundo eterno,
Y ella por vos famosa, honesta y sabia.




ArribaAbajoDe Solisdán,

a don Quijote de la Mancha


Soneto



    Magüer, señor Quijote, que sandeces
Vos tengan el cerbelo derrumbado,
Nunca seréis de alguno reprochado
Por hombre de obras viles y soeces.
   Serán vuesas fazañas los joeces,
Pues tuertos desfaciendo habéis andado,
Siendo vegadas mil apaleado
Por follones cautivos y raheces.
   Y si la vuesa linda Dulcinea
Desaguisado contra vos comete,
Ni a vuesas cuitas muestra buen talante,
   En tal desmán vueso conorte sea,
Que Sancho Panza fue mal alcahuete,
Necio él, dura ella, y vos no amante.




ArribaAbajoDiálogo entre Babieca y Rocinante

Soneto



    B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come y se trabaja,
B. ¿Pues qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B. Anda, señor, que estáis muy mal criado,
Pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.
B. ¿Es necedad amar?
R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis.
R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero.
R. No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
Si el amo y escudero, o mayordomo,
Son tan rocines como Rocinante?





IndiceSiguiente