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El lenguaje del beato Jan van Ruusbroec y san Juan de la Cruz en torno a la experiencia mística y el proceso de unión transformante

Miguel Norbert Ubarri


Universidad de Amberes




«Pero, según escrito está, ni ojo vio ni oído oyó,
ni vino a la mente del hombre
lo que Dios ha preparado para los que le aman.»


(I Cor. 2, 9).                


El beato Jan van Ruusbroec y san Juan de la Cruz experimentaron en su vida algo de esa otra realidad y, cuando intentaron articularla en lenguaje humano, ambos coincidieron en el empleo de algunas «figuras, comparaciones y semejanzas» (Prólogo al Cántico espiritual).

La experiencia mística, es decir, la experiencia profunda, inefable y personal de Dios tuvo papel primordial en la reflexión teológica durante la Edad Media, hasta que mística y teología, experiencia y ciencia, se divorciaron la una de la otra, quedando la experiencia de Dios cada vez más postergada en los tratados científicos. Afortunadamente la mística cristiana no acabó en la Edad Media. San Juan de la Cruz, en pleno siglo XVI, recuerda nuevamente la importancia de la experiencia en la selección de figuras, comparaciones y semejanzas en la ciencia del espíritu1.

Lo que aquí intento demostrar es que, a pesar de los dos siglos de distancia y de la redacción de los textos en sendas lenguas vernáculas provenientes de dos grupos lingüísticos distintos (germánico y latino), aún así existen coincidencias en el lenguaje de ambos místicos, en específico, en el empleado para describir la experiencia inefable y el proceso de unión de transformante.


Lo abisal en Jan van Ruusbroec y san Juan de la Cruz

En el siglo XIV el brabanzón escribió sus tratados de vida espiritual en dialecto bruselense y empleó la voz neerlandesa grondeloes 'insondable' para describir la experiencia de Dios. En 1552 las obras completas de Ruusbroec fueron traducidas al latín por el monje cartujo de Colonia, Lorenzo Surio2.

Para articular su experiencia mística, el místico de Groenendaal, como todos los místicos, empleó el lenguaje humano de su tiempo. Y lo hizo en dialecto bruselense con el fin de llegar a sus dirigidos y dirigidas espirituales. Describe la experiencia como cito a continuación:

Él también se ve a sí mismo como profundidad y levantado en su supraesencia, esto es el ser de Dios; ahí él se encuentra a sí mismo con Dios y con todos los santos como un estado de beatitud infinita. Es fundamental para Dios y supraesencial para nosotros; está por encima de todo y por debajo de todo; y es una estancia insondable, esto es, una beatitud infinita de Dios y de todo lo creado. Nunca será conocido sino por sí mismo.


[La traducción es mía.]

Hy siet hem oec diepheit ende verhaven in sijn overwesen, dat gods wesen es; daer vent hy hem met gode ende met allen heylighen eene grodelose salicheit. Sy es gode wezelijc ende ons overweselijc, si es boven al ende onder al, ende si es een ledich fundament, dat es eene grondelose onthout gods ende alle dies dat ghescapen is. Ende si en wert nemmer meere bekint anders dan met haers selfheit...3


En la experiencia mística, el alma descubre su profundidad diepheit y se ve levantada en su supraesencia. Por otra parte, la experiencia abisal recibe calificativos en el plano afectivo. El místico siente el grondelose salicheit -la 'fruición insondable'- traducida al latín como: beatitudine interminata, el momento más sublime de la experiencia mística.

La voz grondeloes tiene ciento veinticinco frecuencias en la obra de Ruusbroec (según las Concordancias consultadas)4, con nueve variantes en grondeloes, grondeloese, grondeloeser, grondeloesheyt, grodelooes, grodelooese, grondelooeser, grodelose, grondelosen y grondeloser.

En la cita anterior figuran dos: grondelose salicheit 'fruición insondable' y grondelose onthout Gods, 'estancia insondable de Dios', en latín: sustentatio fundo carens. La experiencia inefable puede bien describirse en estos términos: el grondelose salicheit, como ese estado extático y teopático, vivido como experiencia de lo infinito o insondable, al margen de las categorías espacial y temporal humanas. Y es que el místico se siente como transportado sobre y bajo todo lo demás en un viaje que es simultáneamente ascendente y descendente, a Dios, en el cielo, que es el fondo del alma.

Ruusbroec también emplea la voz abys o abis -que nos saben a san Juan de la Cruz- quince veces en sus textos, combinando abys seis veces con las variantes de grondeloes y, abys con grondelooes, hasta un total de siete combinaciones para las cuales la versión latina ofrece las siguientes variantes:

grondeloes abis beatitudinis abyssum
grondelose diepheit infinita abysso
grondeloes abys inexhausta abysso
grodeloes abys inexhausta ac impenetrabilis abyssus
grondeloes abys abyssus inexhausta
grondeloes abys inexhausta ac infinita charitatis
grondelooese abys beatitudinis abyssum

Se desprende que el calificativo grondeloes (con sus variantes) carga semánticamente el sustantivo abisal. Así, la experiencia abisal de Ruusbroec es 'beatífica (o fruitiva), infinita, inexhausta e impenetrable'.

Es de sobra conocido que nuestro fontivereño san Juan de la Cruz también emplea la voz abisal.

... aunque en breves palabras, no quiero dejar de decir algo de ello, aunque por palabras no se puede explicar. [...] Porque todas las dificultades del mundo y furias de los demonios y penas infernales no tendría en nada pasar por engolfarse en esta fuente abisal de amor.


CB 12, 9.                


En este sueño espiritual, que el alma tiene en el pecho de su Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la pacífica noche y recibe juntamente en Dios una abisal y oscura inteligencia divina...


CB 14-15, 22.                


[Los subrayados son míos.]

'Abisal' y 'abismal' figuran indistintamente en los manuscritos sanjuanistas. No figura en el Diccionario Crítico Etimológico (DCECH); por eso se ha considerado neologismo de san Juan de la Cruz, un cultismo del lenguaje de su tiempo, derivación del latín abissus o abisalis. Constituye un cultismo filosófico-teológico. María Jesús Mancho Duque, quien nos revela este dato, ha encontrado esta voz en Subida del Monte Sión (1535) del franciscano Bernardino de Laredo y más tarde en fray Juan de los Ángeles (1608). Ambos pertenecen al grupo de escritores místicos españoles (franciscanos) de los siglos XVI y XVII con una marcada impronta de los místicos flamencos del siglo XIV5.

Es difícil determinar si esa palabra que hoy nos sabe a san Juan de la Cruz, y a la que Baruzi dedicó un capítulo completo de su libro6, y que hoy M. J. Mancho Duque incluye en la lista de cultismos técnicos, son voces latinas que el místico acuña en romance por primera vez7. O, si por otro lado, es una voz que pudo haber leído en algún texto de Laredo o incluso en la versión latina de Ruusbroec. Lo cierto, lo demostrable, es que son coincidencias, lugares comunes, entre los dos Juanes. Ambos tuvieron muy claro que el misterio supera la razón y el intelecto, que Dios es mucho más de lo que los seres humanos podemos imaginar y que ninguna forma de pensamiento o lenguaje humano jamás podrá abarcar la totalidad del misterio. Para articular su experiencia tuvieron que convertirse en artesanos del lenguaje.




El proceso de unión como desplazamiento: la subida y la bajada

Ruusbroec imagina el proceso de unión con Dios como subida hacia Dios. Pero en otros fragmentos describe el mismo proceso como bajada hacia las profundidades del ser. Dos voces neerlandesas describen el movimiento virtual en el espacio cósmico y microcósmico del alma: opgaen 'subir' y nedergaen 'bajar'. Paul Mommaers ha dedicado cuatro artículos al tema en la revista científica Ons geestelijk erf8.

La experiencia de Dios se realiza en el fondo de la existencia humana. Dios, que es amor, la crea y la transforma cuando infunde en ella su amor. Este amor, el que se siente en el momento del ontmoeting 'encuentro', es lo que los místicos flamencos llaman minne 'amor'. (La minne es amor, pero no cualquier tipo de amor, sino el que se da en el encuentro y durante el proceso de unión entre los dos enamorados. Y difiere del amor operante, el que Ruusbroec por otra parte llama caritate 'caridad'.) Así, la mística y experiencia de la minne tiene como base y principio el ontmoeting 'encuentro' entre Dios y el alma9.

Se sabe bien que todo encuentro es un acercamiento de dos personas que vienen de partes contrarias... Ahora viene Cristo de lo alto como un señor y como un dador generoso que puede hacerlo todo; y nosotros venimos de abajo como pobres siervos, incapaces de hacer nada por nosotros mismos, pero necesitándolo todo.10


Pero, la voz ontmoet implica también movimiento. Movimiento que sólo puede producirse -e imaginarse- en el marco de un espacio. En él se encuentran los amantes, separados el uno del otro, y en él se dan el encuentro y la unión. Para comenzar, el Creador y la criatura se sitúan en lugares distintos:

Ahí viene Dios, desde lo alto, con todos sus dones. Y nosotros venimos, desde abajo, con nuestro amor y con todas nuestras obras.11


El ontmoeting 'encuentro' ocurre cuando Dios baja al corazón o centro de alma y cuando el alma, a causa del encuentro, se eleva a Dios.

Y todo lo que es satisfacción, que de Dios mana hacia abajo, hacia el corazón unido, y también todo lo que sale de la unidad, por medio de la devoción, de nuevo vuelve al cielo...12


Ahí, en el corazón, y en el momento del encuentro, el alma experimenta la minne. La experiencia de la minne genera una respuesta. Son las obras de caridad que conducen y elevan el alma a Dios, aunque también Dios baja al alma.

San Juan de la Cruz también describe el proceso de unión transformante como un desplazamiento en varias direcciones: un movimiento que a veces es ascendente y otras veces descendente. En el capítulo dieciocho y en el poema Noche, dinamiza la imagen de la escala, convirtiéndola en un auténtico símbolo que entraña un movimiento ondulatorio o ditirámbico.

Podemos también llamarla escala porque, así como la escala, esos mismos pasos que tiene para subir, los tiene también para abajar así también esta secreta contemplación, esas mismas comunicaciones que hace al alma, que la levanta en Dios, la humillan en sí misma. Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios esta propiedad tienen: que de una vez levantan y humillan al alma; porque en este camino el abajar es subir, y el subir, abajar, pues el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza humillado.


(Lc 14, 11). II Noche 18, 2                


En los capítulos diecinueve y veinte del comentario Noche predominan las imágenes poéticas subida y salida. «Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde el alma de uno en otro va subiendo a Dios, son diez.» (II N 19, 1) Estos dos capítulos diecinueve y veinte tienen como telón de fondo el opúsculo del alemán Helwic von Germar, quien cita en su tratado a Aristóteles, la Biblia, la patrística de san Gregorio y san Agustín, la mística medieval de Hugo de San Víctor. Y san Juan de la Cruz cita esas autoridades, pero se vale sobre todo de la Biblia, del fragmento de la escala de Jacob (Génesis 28, 12)13.

Esta cita sintetiza la hipótesis de otros trabajos anteriores14. Al calor y recuerdo de la experiencia mística, ésta reverbera en las categorías humanas de espacio y tiempo. El místico conoce por experiencia lo que es el no-espacio y el no-tiempo: el espacio infinito y el instante eterno. Y reconoce que todo intento de explicarla es un balbuceo de lo indecible. Por eso admite que «en este camino el abajar es subir, y el subir, abajar…» El proceso de transformación es un misterio. El camino -ascendente o descendente- es un mero decir.








Conclusión

No hay evidencia de que san Juan de la Cruz haya leído a Ruusbroec. Difícil -casi imposible- comprobar que el fontivereño tuvo en sus manos alguna de las traducciones latinas de Ruusbroec. Aún así, la resonancia de Jan van Ruusbroec en san Juan de la Cruz tampoco debe ignorarse y hasta descartarse.

Hasta que no se demuestre lo contrario, la transmisión de ideas -me parece- se debe a una simiente neerlandesa que se intensifica paulatinamente a medida que avanza el siglo XVI a través de las ediciones de autores neerlandeses. Ésta crea un sustrato cada vez más influyente en lo escritores espirituales españoles. A tenor de esta hipótesis es justificable -al menos históricamente- la búsqueda de coincidencias y, en algunos casos, de influencias15.

Lo cierto es que ambos coinciden en este tecnicismo culto que es la voz abisal y en el uso de voces de contenido semántico contrario para explicar el proceso de unión transformante. El brabanzón y el fontivereño son creadores de voces (o acuñaciones) nuevas y recreadores de una dialéctica apofática que entraña la cancelación de los contrarios, y todo ello para evocar la rareza del misterio.



 
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