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1

De esta edición se ha perdido el único ejemplar sobrevivido, citado por Brunet, que se encontraba en la biblioteca real de Dresda. En las siguientes ediciones el nombre no aparece. Para más información sobre Juan de Molina, que fue también traductor de otro libro de caballerías, el Arderique, véase la bibliografía citada bajo la entrada de Lepolemo (El Caballero de la Cruz) [1813] en D. Eisenberg y M.ª C. Marín Pina, Bibliografía de los libros de caballerías castellanos del siglo XVI, Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000, págs. 375-376.

 

2

Se trata del topos del manuscrito encontrado y de la falsa traducción, sobre el que se ha escrito ya mucho. Baste la referencia a D. Eisenberg, «The Pseudo-Historicity of the Romances of Chivalry», en Romances of Chivalry in the Spanish Golden Age, Newark: Juan de la Cuesta, 1982, págs. 119-29; M.ª C. Marín Pina, «El tópico de la falsa traducción en los libros de caballerías españoles», Actas del m Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, ed. M. I. Toro Pascua, Salamanca: Universidad, 1994, I, págs. 541-48; A. Bognolo, «Il romanziere e le finzione. Questioni teoriche nei testi introduttivi ai libros de caballerías», Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche (Pisa), II, 1999, págs. 67-93; y a los caps. IX- XVII de libro de S. Roubaud-Bénichou, Le roman de chevalerie en Espagne. Entre Arthur et Don Quichotte, Paris: Honoré Champion, 2000.

 

3

Para este aspecto y muchos otros, S. Roubaud, «Cervantes y el Caballero de la Cruz», NRFH, XXXVIII, 1990, págs. 525-66 (pág. 560).

 

4

El prisionero, de noble origen, se hace notar por su valor y virtud, llegando a ser capitán y consejero de un gran príncipe y posible candidato a su sucesión, a pesar de mantener indefectiblemente su fe cristiana.- A. Mas, Les Turcs dans la littérature espagnole du Siècle d'Or. (Recherches sur l'evolution d'un thème littéraire), París, 1967, vol. II, pág. 367.

 

5

J. A. Whitenack, «Don Quijote y los libros de caballerías del tipo 'neo-cruzado'», en Ensayos de literatura europea e hispanoamericana, ed. F. Menchacatorre, San Sebastián: Universidad del País Vasco, 1990, págs. 581-86. Véase también: Id., «Conversion to Christianity in the Spanish Romances of Chivalry, 1490-1524», JHP, 13, 1988, 13-39; y también M.ª C. Marín Pina, «La ideología del poder y el espíritu de cruzada en la narrativa caballeresca del reinado fernandino», en Fernando II de Aragón. El rey Católico, Zaragoza: Institución Fernando el Católico, 1996, 87-105.

 

6

Tanto que se ha propuesto incluirlos en un grupo genérico a parte: J. Guijarro Ceballos, El «Floriseo» de Fernando Bernal, Mérida: Editorial Regional de Extremadura, 1999 (especialmente pág. 127). Javier Guijarro utiliza la categoría de realismo, aunque entre comillas. Si bien pensamos que sea oportuno evitar un uso ingenuo del concepto de realismo, que habría que matizar históricamente, hemos decidido adoptarlo porque se trata de una noción usada también por otros estudiosos del género caballeresco (Roubaud, Riquer). Por otra parte el autor del clásico fundamental sobre este argumento, E. Auerbach, declara que él también usó el término por aproximación: «dapprincipio avevo sperato che si sarebbero potuti trovare vocaboli ed espressioni che stringessero gli aspetti generali della spiritualità storica con più precisione dei vocaboli e delle espressioni usuali [...]. Ma ciò porta soltanto a nuovi fraintendimenti eper di più suona pretenzioso e pedantesco. È nella natura del nostro soggetto che i nostri concetti generali siano mal determinabili, indefinibili»Saggio introduttivo» de A. Roncaglia, pág. X, a E. Auerbach, Mimesis. Il realismo nella letteratura occidentale, Torino: Einaudi, 1979).

 

7

Motivando quizá también la traducción del Arderique (Valencia, Juan Viñao, 1517). Una operación semejante se hizo también con el Guarino mesquino italiano (trad. Sevilla 1512) que, si bien muy diferente del Amadís, con sus peregrinaciones africanas y lucha en defensa de Constantinopla acababa siendo asimilable al género según el otro modelo.

 

8

Se pueden consultar estas páginas en la nueva Antología de libros de caballerías castellanos, ed. J. M. Lucía Megías, Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2001, págs. 291-295.

 

9

Roubaud, cit., págs. 540-544.

 

10

El esquema del topos de Constantinopla, presente en el Cligès de Chrétien de Troyes, es descrito así por L. Stegagno Picchio, «Fortuna iberica di un topos letterario: la corte di Costantinopoli dal Cligès al Palmerín de Olivia»; in: Studi sul Palmerín de Olivia. III, Saggi e ricerche, Pisa: Università, 1966, págs. 99-136 (págs. 102-103): «[...] nella cornice della città "sovrana fra tutte nel mondo", un vecchio imperatore, investito della suprema autorità spirituale e temporale in quanto erede del trono di Costantino, ma fisicamente debilitato e affranto per la morte, in guerra contro i Turchi, del figlio, accetta l'aiuto offertogli da un cavaliere errante per difendersi dai nemici che stringono da presso il suo territorio. Il cavaliere assolve degnamente il mandato, sconfigge gli infedeli e alia fine sale lui stesso sul trono bizantino, avendo sposato la bella figlia del monarca d'Oriente».