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«La batalla de Lepanto y su victoria ganada por los pontificios, españoles y venecianos, aseguró la supremacía de la Cruz en el Occidente [...]. Lepanto recuerda la iniciativa de un gran Papa, Pío V, secundado por un gran rey, Felipe II» (Revista Popular, 30 de septiembre de 1871, p. 313).

 

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Marta CAMPOMAR FORNIELES, La cuestión religiosa en la Restauración, Sociedad Menéndez Pelayo, 1984, p. 56.

 

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En 1871, Sardà definía la conducta pública del católico íntegro en estos términos: «La manifestación es otra ventaja de la romería católica. La manifestación ha sido siempre utilísima; hoy es del todo punto indispensable. En nuestro siglo, vivir es manifestarse [...]. Y ¿qué es manifestarse? Y ¿qué ha de ser sino hacer uso siempre y en todas partes de los derechos que la ley nos concede? Combatir en todos los terrenos, aun en los menos favorables a nuestra causa» (Revista Popular, 13 de mayo de 1871, p. 154). Durante la Restauración, aprovechando la convergencia estratégica del carlismo y del integrismo, Sardà publicó una serie de artículos titulados «Nuestros centenarios», en los que definía explícitamente en qué consistía la «religión de calle» para los católicos íntegros. Las manifestaciones religiosas colectivas tenían que ser ostentosas y masivas e íntegramente católicas para evitar cualquier «contaminación» por el Gobierno liberal (Revista Popular, 3 de agosto de 1882, p. 67). También merecen citarse las palabras de Lluís Carreras que, en su homenaje a Sardà, destaca la figura de «suscitador y bardo inspirado de este ingente rosario de romerías que convierten el movimiento católico de España en un alzamiento constante de la milicia de Cristo» (Lluís CARRERAS, «El apologista popular», Revista Popular, 1916, p. LVII).

 

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Sardà difundió varios artículos en La Convicción con el seudónimo de «El Oscurantista», en La Hormiga de Oro con el seudónimo de «El de antaño». Con este seudónimo publicó varios extractos de El liberalismo es pecado, sin aprobación oficial y explícita de la jerarquía católica. Utiliza el mismo procedimiento en El Semanario de Tortosa.

 

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«La tibieza en amar al Papa, en defenderle, en socorrerle, en rogar por él arguye necesariamente un catolicismo averiado» (Almanaque..., enero de 1873, p. 11). Antoni Moliner Prada, al referirse a este Almanaque, señala que en muy pocos días se agotó la primera edición de ocho mil ejemplares (MOLINER PRADA, op. cit., p. 33).

 

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Revista Popular, 19 de enero de 1878, p. 47. En el número del 1 de junio de 1878, p. 368, valora La Ilustración Católica en los términos siguientes: «La Ilustración Católica, excelente periódico que se publica en Madrid [...]. Deseamos [...] que España tenga por fin una Ilustración Católica digna de competir con las mejores que en este sentido se publican en otras naciones menos adictas a la fe que la nuestra. Y ya que por desgracia el racionalismo hasta hace poco ha monopolizado en nuestra patria estas empresas, menester es toda la cooperación de los buenos para que las familias cristianas puedan admitir en su seno sin peligro de su fe un periódico de esta clase. Sabido es que las demás publicaciones que con este carácter se publican entre nosotros no son cristianas aunque de vez en cuando inserten grabados y artículos de asunto cristiano».

 

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Bajo el título «Adelante pues», Sardà incita a todos los «buenos» a que se unan a un proyecto de federación al que ya se adhirieron El Correo Catalán (18761901) de Llauder, El Siglo Futuro (1875-1936) de Cándido Nocedal: «Lo que sí encargamos a todos nuestros colegas del periodismo sano es que faciliten con su actitud resuelta y decidida esta obra importantísima» (Revista Popular, 24 de diciembre de 1879, p. 419).

 

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Antonio MOLINER PRADA, Fèlix Sardà i Salvany y el integrismo en la Restauración, op. cit., p. 26.

 

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«Quoique laïc, Veuillot a exercé un véritable magistère sur l'Eglise de France au début de la IIP République. Il fut à ce point compromettant pour l'"Ordre Moral" qu'à deux reprises, en 1874, de Broglie le fit suspendre» (BELLANGER, 1980, p. 185).

 

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Sardà i Salvany hace referencia a estos encuentros en la Revista Popular y precisa, en 1883, que Veuillot se interesaba mucho por los acontecimientos de la vida política española aunque nunca había viajado a España: «Habíamos hablado de España, y no hemos de decir sino que entonces más que nunca lamentamos que Luis Veuillot no hubiese viajado por nuestra patria y no conociere nuestra lengua [...]. Por cierto que al penetrar en su cuarto de trabajo, lanzamos una mirada de curiosidad hacia un libro que se hallaba abierto en el centro de la mesa de despacho: nuestro patriotismo se sintió halagado, y una conmoción de alegría nos atravesó de pies a cabeza: el autor de aquel libro era Donoso Cortés. Todos cuantos conocen a Luis Veuillot, o leen sus obras, saben cuán grande es la veneración del escritor francés hacia aquella lumbrera de nuestro siglo» (Revista Popular, 1 de diciembre de 1876, p. 368).