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11

«Esto es del alkhotba de Pascua de Ramadán, sacada de arabí en ajami, e arrímase ['rímase'] en copla porque seya más amorosa a los oyentes e ayan plazer de escoitarla» (p. 201).

 

12

No afirmo ni niego que el arcipreste supiera el árabe; lo seguro es que leyó u oyó obras árabes, en esa lengua o en traducciones que no conocemos.

 

13

Los cuales escribían cosas como éstas: «Abbas qui monachum mittit ad curiam, / si non vult perdere stulte pecuniam, / huic prius geminos abscidat, quoniam / castrati proni sunt ad avaritiam» (En F. J. E. Raby, A History of Secular Latin Poetry, II, p. 224).

 

14

Es muy significativo el caso del cuento de Teodor, la doncella, sacado de Las mil y una noches, y cuya redacción más antigua se conserva en un manuscrito del siglo XV, copia seguramente de otro del siglo XIV, a juzgar por el lenguaje. Fue publicado ese texto por H. Knust, Mitheilungen aus dem Eskurial, 1879. De la Historia de la doncella Teodor hay multitud de ediciones desde el siglo XVI al XVIII (véase Menéndez y Pelayo, Orígenes de la novela, I, LVI), pero todas han moralizado el texto de la traducción antigua. En el siglo XIV (no sabemos si al principio o al fin) se hacen del árabe traducciones que el siglo XIII habría juzgado inmorales; por eso no creo, como Menéndez y Pelayo, que esta traducción pueda ser del siglo XIII. Como es conocido, la doncella en cuestión (en árabe Tawaddud) es una esclava que asombra con su sabiduría, y logra así una gran suma de dinero con la cual remedia la pobreza de su amo, que al fin se casa con ella. Mas esta niña omnisciente sabe cosas perfectamente normales en árabe y juzgadas ya posibles por el traductor del siglo XIV, pero que las refundiciones posteriores suprimieron. La doncella sabe que «la poridat descobierta e dormir con muger vieja es pecado mortal» (p. 510), y sabe cómo hay que yacer con las mujeres: «Si la mujer fuere tal que viniere el su talente tarde o el del varón ayna, tollerse ha el talente della ante que del varón, e acaesce que non podrá la muger sanar dello» (511). «Talente ['placer'] de una ora es yaser con la muger» (515). Del ideal árabe de belleza femenina expresado por la doncella Teodor procede algún rasgo de la mujer perfecta en Juan Ruiz: «ancha de caderas» (p. 514), «ancheta de caderas» (coplas 432, 445), detalle que no dan los modelos de retórica (véase María Rosa Lida, RFH, II, 1940, p. 122), que piensan en la mujer vestida, en tanto que Juan Ruiz aconseja: «puna de aver mujer que la veas sin camisa» (435), y desea que tenga «los sobacos un poco mojados» (445), lo que hace pensar en intimidades de harem además de en modelos poéticos.

 

15

Textos accesibles para quienes no leemos árabe se hallan en las traducciones de A. R. Nyki, El Cancionero de Abén Guzmán, 1933; H. Pérès, La poésie andalouse en arabe classique au XI.e siècle, 1937; E. García Gómez, Poemas arábigo-andaluces, 1940, además de en la bibliografía antes citada.

 

16

No con la alegría racionalista de la Europa medieval: «Gaudeamus igitur, juvenes dum sumus».

 

17

Hasta hay un derivado alegrançar (1.230) que no conozco en otros textos, aunque puede ser que exista.

 

18

Próximo a la tradición sabia de Toledo, que ignora, Juan Ruiz era consciente de su escaso saber, y al expresarlo da una nota muy personal: «Yo, de mi poquilla çiençia e de mucha e grad rudeza» (ed. Ducamin, p. 5). «Non sé astrología, nin so ende maestro, / nin sé de astrolabio más de buey de cabestro, / mas porque cada día veo pasar esto, / por aquesto lo digo» (151). «So rudo e sin çiençia, non me oso aventurar, / salvo un poquiello que oí disputar» (1.133). «Escolar so mucho rudo, nin maestro nin doctor, / aprendí e sé poco para ser demostrador» (1.135). Y termina su libro volviendo, en incansable arabesco, al mismo tema inicial: «Señores, hevos servido con poca sabidoría» (1.633). Como buen español, aprendería en la charla y en la calle lo más de su doctrina («cada día veo, un poquillo que disputar»). Se jacta de ser «ingenio lego», pero se yergue al mencionar su arte: «Compóselo otro sí [este Libro] a dar [a] algunos leçión e muestra de metrificar e rimar e trobar; ca [ha] trobas e rimas e ditados e versos que fiz complidamente según que esta çiençia requiere» (p. 7).

 

19

Mencionaré un solo texto. Abū Gālib, escritor del siglo XI, se negó a inscribir el nombre del señor de Denia al frente de su libro, a pesar de una oferta de ricos presentes: «Un libro que he compuesto para que de él se aprovechen las gentes y para eternizar mi esfuerzo, ¿he de encabezarlo con el nombre de otro, cediéndole la gloria? No haré tal» (p. 49 del delicioso libro Elogio del Islam español, de Al-Šakundī, traducido por E. García Gómez. La riqueza literaria fue uno de los mayores motivos de ufanía para los españoles musulmanes).

 

20

Véanse además las coplas 1.063-1.064.