Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

61

Se puede describir el pelo rubio o moreno de una mujer con tópicos barrocos, románticos o los que fueren, sin que por eso el cabello deje de ser rubio o moreno.

 

62

Ángel Ganivet escribía en sus Cartas finlandesas: «La Psicología tiene sus misterios, y no es fácil ver así, de golpe, la influencia que en nuestro espíritu ejercen las formas exteriores que habitualmente nos rodean y nos moldean, sin que nos demos cuenta de su sorda labor. Nuestro orgullo nos hace creer que estamos sólo sometidos al influjo de los objetos en que voluntariamente fijamos nuestra atención; pero acaso sea más enérgico el influjo de lo imperceptible y de lo despreciable».

 

63

Cf. coplas 16-18, 46, 65, 67, 443, 892, 904, 908, 986, 1.390, 1.610-1.613, 1.631.

 

64

Cuenta Ibn Ḥazm, p. 12, que a una pareja de blancos les nació un niño negro, porque en el lugar en donde fue concebido había una figura negra en la pared, la cual había estado contemplando la mujer. Poetas teólogos «usan mucho este motivo en sus versos al referirse a lo exterior visible como si estuvieran refiriéndose a lo interior imaginado». La apariencia no sale, pues, de una sustancia, sino que es efecto de correrse hacia ella otra apariencia: el color negro de la pared se pasa al color negro del niño.

 

65

Kasf al-Maḥŷūb, trad. R. A. Nicholson, p. 4.

 

66

De una poesía del sevillano Al-Mutamid, en H. Pérès, Poésie andalouse, p. 203. Además: «La vi desprenderse de su túnica, y abracé aquel sable que acababa de salir de su vaina» (ibid., 403). Pero la misma mujer vestida, al aparecer, puede ser contemplada como el aspecto, antes invisible, de sí misma: «Ya viene aquí / desnuda la dulce espada / por quien la vida perdí». Así dice Lope de Vega que llega la duquesa Casandra en El castigo sin venganza, II, 7, con una metáfora inconcebible en la poesía románica. El surtidor se desenvaina del agua, la mujer de sus velos, o de la sombra o lejanía que la ocultaban. Esto unido a lo dicho antes, hace pensar que la tradición oriental estaba viva en el siglo XVII, puesto que Lope de Vega, Góngora y Calderón metaforizan según patrones árabes. Véase Apéndice IX: «Temas islámicos en los siglos XVI y XVII».

 

67

Véase la Encyclopaedia of Islam.

 

68

H. Pérès, Poésie andalouse, p. 405.

 

69

Véase antes p. 394, n.

 

70

Vimos ya que según se desprende de la misma estructura del lenguaje, tal manera de enfrentarse con el mundo es anterior al Islam, aunque no sé si sería justo llamarla primitivismo. Es cuestión que he de dejar a un lado. Insistiré solamente en que los procesos semánticos del árabe incluyen ya la forma total de su estilo literario, de lo que Pedro de Alcalá llama «estilo de dezir por figura», ‘ibāra. El verbo ‘abara de donde sale ese nombre significa 'pasar el tiempo, cruzar un río' y derivadamente 'leer, interpretar los sueños o los pensamientos'; y también 'tropo'. Interpretar un pensamiento es algo como vadear un río, ir de una orilla a otra, o como dicen en Calila, pasar del «seso» patente al encubierto. Así se concibe que sirr sea a la vez 'secreto', 'cosa oculta' y 'cosa manifiesta o revelada' (Lane, Lexicon, p. 1.338). Del mismo modo ŷawn es la vez 'blanco' y 'negro', 'pintar de negro' (la puerta de un difunto) y 'pintar de blanco' (la puerta de una novia). Cómo haya surgido tal forma de vida y qué diferencia haya entre el árabe y otras lenguas orientales es asunto en que no puedo entrar. Lo único que me importa es que dicha forma de vida se entretejiera con la de la Península Ibérica durante 900 años.