Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

El mágico prodigioso

Comedia famosa

Pedro Calderón de la Barca



Personas que hablan en ella:
 

 
CIPRIANO.
EL DEMONIO.
FLORO.
LELIO.
MOSCÓN.
JUSTINA,   dama.
LIBIA,   criada.
EL GOBERNADOR DE ANTIOQUÍA.
LISANDRO,   viejo.
CLARÍN.





ArribaAbajoJornada I

 

Salen CIPRIANO, vestido de estudiante, CLARÍN y MOSCÓN, de gorrones, con unos libros.

 
CIPRIANO
En la amena soledad
de aquesta apacible estancia,
bellísimo laberinto
de árboles, flores y plantas,
podéis dejarme, dejando 5
conmigo, que ellos me bastan
por compañía, los libros
que os mandé sacar de casa;
que yo, en tanto que Antioquía
celebra con fiestas tantas 10
la fábrica de ese templo
que hoy a Júpiter consagra,
y su translación, llevando
públicamente su estatua
adonde con más decoro 15
y honor esté colocada,
huyendo del gran bullicio
que hay en sus calles y plazas,
pasar estudiando quiero
la edad que al día le falta. 20
Idos los dos a Antioquía,
gozad de sus fiestas varias
y volved por mí a este sitio
cuando el sol cayendo vaya
a sepultarse en las ondas 25
que entre obscuras nubes pardas
al gran cadáver de oro
son monumentos de plata.
Aquí me hallaréis.
MOSCÓN
No puedo,
aunque tengo mucha gana 30
de ver las fiestas, dejar
de decir, antes que vaya
a verlas, señor, siquiera
cuatro o cinco mil palabras:
¿es posible que en un día 35
de tanto gusto, de tanta
festividad y contento,
con cuatro libros te salgas
al campo solo, volviendo
a su aplauso las espaldas? 40
CLARÍN
Hace mi señor muy bien,
que no hay cosa más cansada
que un día de procesión
entre cofrades y danzas.
MOSCÓN
En fin, Clarín, y en principio, 45
viviendo con arte y maña,
eres un temporalazo
lisonjero, pues alabas
lo que hace y nunca dices
lo que sientes.
CLARÍN
Tú te engañas;
50
que es el mentís más cortés
que se dice cara a cara,
y yo digo lo que siento.
CIPRIANO
Ya basta, Moscón; ya basta,
Clarín. ¡Que siempre los dos 55
habéis, con vuestra ignorancia,
de estar porfiando y tomando
uno de otro la contraria!
Idos de aquí, y como digo,
me buscaréis cuando caiga 60
la noche envolviendo en sombras
esta fábrica gallarda
del universo.
MOSCÓN
¿Qué va
que, aunque defendido hayas
que es bueno no ver las fiestas, 65
que vas a verlas?
CLARÍN
Es clara
consecuencia: nadie hace
lo que aconseja que hagan
los otros.
MOSCÓN

 [Aparte.] 

Por ver a Libia,
vestirme quisiera de alas. 70

 (Vase.) 

CLARÍN

 [Aparte.] 

Aunque, si digo verdad,
Libia es la que me arrebata
los sentidos. Pues ya tienes
más de la mitad andada
del camino, llega, Libia, 75
alma, y sé, Libia, liviana.

 (Vase.) 

CIPRIANO
Ya estoy solo, ya podré,
si tanto mi ingenio alcanza,
estudiar esta cuestión
que me trae suspensa el alma 80
desde que en Plinio leí
con misteriosas palabras
la difinición de Dios;
porque mi ingenio no halla
ese dios en quien convengan 85
misterios ni señas tantas.
Esta verdad escondida
he de apurar.
 

(Pónese a leer CIPRIANO, y sale el DEMONIO vestido de gala.)

 
DEMONIO

 [Aparte.] 

Aunque hagas
más discursos, Ciprïano,
no has de llegar a alcanzarla, 90
que yo te la esconderé.
CIPRIANO
Ruido siento en estas ramas;
¿quién va?, ¿quién es?
DEMONIO
Caballero,
un forastero es que anda
en este monte perdido 95
desde toda esta mañana;
tanto, que rendido ya
el caballo, en la esmeralda
que es tapete destos montes,
a un tiempo pace y descansa. 100
A Antioquía es el camino
a negocios de importancia;
y apartándome de toda
la gente que me acompaña,
divertido en mis cuidados, 105
caudal que a ninguno falta,
perdí el camino y perdí
crïados y camaradas.
CIPRIANO
Mucho me espanto de que
tan a vista de las altas 110
torres de Antioquía, ansí
perdido andéis. No hay, de cuantas
veredas a aqueste monte
o le linean o le pautan,
una que a dar en sus muros, 115
como en su centro, no vaya.
Por cualquiera que toméis
vais bien.
DEMONIO
Esa es la ignorancia:
a la vista de las ciencias,
no saber aprovecharlas. 120
Y supuesto que no es bien
que entre yo en ciudad extraña,
donde no soy conocido,
solo y preguntando, hasta
que la noche venza al día, 125
aquí estaré lo que falta;
que en el traje y en los libros
que os divierten y acompañan
juzgo que debéis de ser
grande estudiante, y el alma 130
esta inclinación me lleva
de los que en estudios tratan.

 (Siéntase.) 

CIPRIANO
¿Habéis estudiado?
DEMONIO
No;
pero sé lo que me basta
para no ser ignorante. 135
CIPRIANO
Pues, ¿qué ciencias sabéis?
DEMONIO
Hartas.
CIPRIANO
Aun estudiándose una
mucho tiempo, no se alcanza,
y vós, ¡grande vanidad!,
sin estudiar, ¿sabéis tantas? 140
DEMONIO
Sí, que de una patria soy
donde las ciencias más altas,
sin estudiarse, se saben.
CIPRIANO
¡Oh quién fuera de esa patria!
Que acá, mientras más se estudia, 145
más se ignora.
DEMONIO
Verdad tanta
es esta que, sin estudios,
tuve tan grande arrogancia,
que a la cátedra de prima
me opuse y pensé llevarla 150
porque tuve muchos votos;
y aunque la perdí, me basta
haberlo intentado; que hay
pérdidas con alabanza.
Si no lo queréis creer, 155
decid qué estudiáis, y vaya
de argumento; que aunque no
sé la opinión que os agrada,
y ella sea la segura,
yo tomaré la contraria. 160
CIPRIANO
Mucho me huelgo de que
a eso vuestro ingenio salga:
un lugar de Plinio es
el que me trae con mil ansias
de entenderle, por saber 165
quién es el dios de quien habla.
DEMONIO
Ese es un lugar que dice,
bien me acuerdo, estas palabras:
«Dios es una bondad suma,
una esencia, una substancia, 170
todo vista, todo manos».
CIPRIANO
Es verdad.
DEMONIO
¿Qué repugnancia
halláis en esto?
CIPRIANO
No hallar
el dios de quien Plinio trata;
que si ha de ser bondad suma, 175
aun a Júpiter le falta
suma bondad, pues le vemos
que es pecaminoso en tantas
ocasiones: Dánae hable
rendida, Europa robada. 180
Pues, ¿cómo en suma bondad,
cuyas acciones sagradas
habían de ser divinas,
caben pasiones humanas?
DEMONIO
Esas son falsas historias 185
en que las letras profanas,
con los nombres de los dioses,
entendieron disfrazada
la moral filosofía.
CIPRIANO
Esa respuesta no basta; 190
pues el decoro de Dios
debiera ser tal, que osadas
no llegaran a su nombre
las culpas, aun siendo falsas.
Y apurando más el caso: 195
si suma bondad se llaman
los dioses, siempre es forzoso
que a querer lo mejor vayan;
pues, ¿cómo unos quieren uno
y otros otro? Esto se halla 200
en las dudosas respuestas
que suelen dar sus estatuas.
Porque no digáis después
que alegué letras profanas:
a dos ejércitos dos 205
ídolos una batalla
aseguraron, y el uno
la perdió. ¿No es cosa clara
la consecuencia de que
dos voluntades contrarias 210
no pueden a un mismo fin
ir? Luego yendo encontradas
es fuerza, si la una es buena,
que la otra ha de ser mala.
Mala voluntad en Dios 215
implica el imaginarla;
luego no hay suma bondad
en ellos si unión les falta.
DEMONIO
Niego la mayor, porque
aquesas respuestas dadas 220
así, convienen a fines
que nuestro ingenio no alcanza,
que es la providencia; y más
debió importar la batalla
al que la perdió el perderla, 225
que al que la ganó el ganarla.
CIPRIANO
Concedo; pero debiera
aquel dios, pues que no engañan
los dioses, no asegurar
la vitoria; que bastaba 230
la pérdida permitirla
allí, sin asegurarla.
Luego, si Dios todo es vista,
cualquiera dios viera clara
y distintamente el fin; 235
y al verle, no asegurara
el que no había de ser. Luego,
aunque sea deidad tanta
distinta en personas, debe
en la menor circunstancia 240
ser una sola en esencia.
DEMONIO
Importó para esa causa
mover así los afectos
con su voz.
CIPRIANO
Cuando importara
el moverlos, genios hay 245
que buenos y malos llaman
todos los doctos, que son
unos espíritus que andan
entre nosotros dictando
las obras buenas y malas, 250
argumento que asegura
la inmortalidad del alma.
Y bien pudiera ese dios
con ellos, sin que llegara
a mostrar que mentir sabe, 255
mover afectos.
DEMONIO
Repara
en que esas contrariedades
no implican al ser las sacras
deidades una, supuesto
que en las cosas de importancia 260
nunca disonaron. Bien
en la fábrica gallarda
del hombre se ve, pues fue
solo un concepto al obrarla.
CIPRIANO
Luego, si ese fue uno solo, 265
ese tiene más ventaja
a los otros; y si son
iguales, puesto que hallas
que se pueden oponer
(esta no puedes negarla) 270
en algo al hacer el hombre,
cuando el uno lo intentara,
pudiera decir el otro:
«No quiero yo que se haga».
Luego si Dios todo es manos, 275
cuando el uno le crïara,
el otro le deshiciera;
pues eran manos entrambas
iguales en el poder,
desiguales en la instancia, 280
¿quién venciera destos dos?
DEMONIO
Sobre imposibles y falsas
proposiciones, no hay
argumento. Di, ¿qué sacas
de eso?
CIPRIANO
Pensar que hay un Dios,
285
suma bondad, suma gracia,
todo vista, todo manos,
infalible, que no engaña,
superior, que no compite,
Dios a quien ninguno iguala, 290
un principio sin principio,
una esencia1, una substancia,
un poder y un querer solo;
y cuando como este haya
una, dos o más personas, 295
una deidad soberana
ha de ser sola en esencia,
causa de todas las causas.

 (Levántase.) 

DEMONIO
¿Cómo te puedo negar
una evidencia tan clara? 300
CIPRIANO
¿Tanto lo sentís?
DEMONIO
¿Quién deja
de sentir que otro le haga
competencia en el ingenio?
Y aunque responder no falta,
dejo de hacerlo, porque 305
gente en este monte anda,
y es hora de que prosiga
a la ciudad mi jornada.
CIPRIANO
Id en paz.
DEMONIO
Quedad en paz.

 [Aparte.] 

Pues tanto tu estudio alcanza, 310
yo haré que el estudio olvides
suspendido en una rara
beldad. Pues tengo licencia
de perseguir con mi rabia
a Justina, sacaré 315
de un efecto dos venganzas.

 (Vase.) 

CIPRIANO
No vi hombre tan notable.
Mas, pues mis crïados tardan,
volver a repasar quiero
de tanta duda la causa. 320
 

(Vuelve a leer, y salen LELIO y FLORO.)

 
LELIO
No pasemos adelante,
que estas peñas, estas ramas
tan intrincadas, que al mismo
sol le defienden la entrada,
solo pueden ser testigos 325
de nuestro duelo.
FLORO
La espada
sacad, que aquí son las obras
si allá fueron las palabras.
LELIO
Ya sé que en el campo, muda
la lengua, de acero habla 330
desta suerte.
 

(Riñen.)

 
CIPRIANO
¿Qué es aquesto?
Lelio, tente; Floro, aparta;
que basta que esté yo en medio,
aunque esté en medio sin armas.
LELIO
¿De dónde, di, Ciprïano, 335
a embarazar mi venganza
has salido?
FLORO
¿Eres aborto
destos troncos y estas ramas?
 

(Salen MOSCÓN y CLARÍN.)

 
MOSCÓN
Corre, que con mi señor
han sido las cuchilladas. 340
CLARÍN
Para acercarme a esas cosas,
no suelo yo correr nada;
mas para apartarme sí.
MOSCÓN y CLARÍN
¿Señor?
CIPRIANO
No habléis más palabra.
Pues, ¿qué es esto? Dos amigos 345
que por su sangre y su fama
hoy son de toda Antioquía
los ojos y la esperanza;
uno, del Gobernador
hijo, y otro, de la clara 350
familia de los Colaltos,
¿ansí aventuran y arrastran
dos vidas que pueden ser
de tanto honor a su patria?
LELIO
Cipriano, aunque el respeto 355
que debo por muchas causas
a tu persona, este instante
tiene suspensa mi espada,
no la tienes reducida
a la quietud de la vaina; 360
tú sabes de sciencias más
que de duelos, y no alcanzas
que a dos nobles en el campo
no hay respeto que les haga
amigos, pues solo es medio 365
morir uno en la demanda.
FLORO
Lo mismo te digo, y ruego
que con tu gente te vayas,
pues que riñendo nos dejas
sin traición y sin ventaja. 370
CIPRIANO
Aunque os parece que ignoro,
por mi profesión, las varias
leyes del duelo que estudia
el valor y la arrogancia,
os engañáis; que nací 375
con obligaciones tantas
como los dos a saber
qué es honor y qué es infamia;
y no el darme a los estudios
mis alientos acobarda, 380
que muchas veces se dieron
las manos letras y armas.
Si el haber salido al campo
es del reñir circunstancia,
con haber reñido ya, 385
esa calumnia se salva;
y así, bien podéis decir
desta pendencia la causa,
que yo, si habiéndola oído,
reconociere al contarla 390
que alguno de los dos tiene
algo que se satisfaga,
de dejaros a los dos
solos, os doy la palabra.
LELIO
Pues con esa condición 395
de que en sabiendo la causa
nos has de dejar reñir,
yo me prefiero a contarla.
Yo quiero a una dama bien,
y Floro quiere a esta dama: 400
mira tú cómo podrás
convenirnos, pues no hay traza
con que dos nobles celosos
den a partido sus ansias.
FLORO
Yo quiero a esta dama, y quiero 405
que no se atreva a mirarla
ni aun el sol; y pues no hay
medio aquí, y que la palabra
nos has dado de dejarnos
reñir, a un lado te aparta. 410
CIPRIANO
Esperad, que hay que saber
más; decidme, ¿es esta dama
a la esperanza posible
o imposible a la esperanza?
LELIO
Tan principal es, tan noble, 415
que si el sol celos causara
a Floro, aun dél no podría
tenerlos con justa causa,
porque presumo que el sol
aun no se atreve a mirarla. 420
CIPRIANO
¿Casáraste tú con ella?
FLORO
Ahí está mi confïanza.
CIPRIANO
¿Y tú?
LELIO
Pluguiera a los cielos
que a tanta dicha llegara,
que aunque es en extremo pobre, 425
la virtud por dote basta.
CIPRIANO
Pues si a casaros con ella
aspiráis los dos, ¿no es vana
acción, culpable y indigna,
querer antes disfamarla? 430
¿Qué dirá el mundo, si alguno
de los dos con ella casa,
después de haber muerto al otro
por ella? Que aunque no haya
ocasión para decirlo, 435
decirlo sin ella basta.
No digo yo que os sufráis
el servirla y festejarla
a un tiempo, porque no quiero
que de mí partido salga 440
tan cobarde; que el galán
que de sus celos pasara
primero la contingencia,
pasará después la infamia;
pero digo que sepáis 445
de cuál de los dos se agrada,
y luego...
LELIO
Detente, espera,
que es acción cobarde y baja
ir a que la dama diga
a quién escoge la dama; 450
pues ha de escogerme a mí
o a Floro: si a mí, me agrava
más el empeño en que estoy,
pues es otro empeño que haya
quien quiera a la que me quiere; 455
si a Floro escoge, la saña
de que a otro quiera quien quiero
es mayor; luego excusada
acción es que ella lo diga,
pues con cualquier circunstancia 460
hemos en apelación
de volver a las espadas:
el querido, por su honor,
y el otro, por su venganza.
FLORO
Confieso que esa opinión 465
recibida es, y asentada,
más con las damas de amores
que elegir y dejar tratan.
Y así, hoy pedírsela intento
a su padre; y pues me basta, 470
habiendo al campo salido,
haber sacado la espada,
mayormente cuando hay
quien el reñir embaraza,
con satisfación bastante 475
la vuelvo, Lelio, a la vaina.
LELIO
En parte me ha convencido
tu razón; y aunque apurarla
pudiera, más quiero hacerme
de su parte, o cierta o falsa. 480
Hoy la pediré a su padre.
CIPRIANO
Supuesto que aquesta dama
en que los dos la sirváis
ella no aventura nada,
pues que confesáis los dos 485
su virtud y su constancia,
decidme quién es, que yo,
pues que tengo mano tanta
en la ciudad, por los dos
quiero preferirme a hablarla 490
para que esté prevenida
cuando a eso su padre vaya.
LELIO
Dices bien.
CIPRIANO
¿Quién es?
FLORO
Justina,
de Lisandro hija.
CIPRIANO
Al nombrarla
he conocido cuán pocas 495
fueron vuestras alabanzas;
que es virtüosa y es noble.
Luego voy a visitarla.
FLORO
El cielo en mi favor mueva
su condición siempre ingrata. 500

 (Vase.) 

LELIO
Corone amor, al nombrarme,
de laurel mis esperanzas.

 (Vase.) 

CIPRIANO
¡Oh, quiera el cielo que estorbe
escándalos y desgracias!

 (Vase.) 

MOSCÓN
¿Ha oído vuesa merced 505
que nuestro amo va a la casa
de Justina?
CLARÍN
Sí señor.
¿Qué hay que vaya o que no vaya?
MOSCÓN
Hay que no tiene qué hacer
allá usarced.
CLARÍN
¿Por qué causa?
510
MOSCÓN
Porque yo por Libia muero,
que es de Justina crïada,
y no quiero que se atreva
ni el mismo sol a mirarla.
CLARÍN
Basta; que no he de reñir 515
en ningún tiempo por dama
que ha de ser esposa mía.
MOSCÓN
Aquesa opinión me agrada;
y es bien que lo diga ella,
quién la obliga o quién la cansa. 520
Vámonos allá los dos
y ella elija.
CLARÍN
Es buena traza,
aunque ha de escogerte, temo.
MOSCÓN
¿Ya tienes deso confianza?
CLARÍN
Sí, que lo peor escogen 525
siempre las Libias ingratas.
 

(Vanse, y salen JUSTINA y LISANDRO.)

 
JUSTINA
No me puedo consolar
de haber hoy visto, señor,
el torpe, el común error,
con que todo ese lugar 530
templo consagra, y altar,
a una imagen que no pudo
ser deidad, pues que no dudo
que al fin, si algún testimonio
da de serlo, es el Demonio, 535
que da aliento a un bronce mudo.
LISANDRO
No fueras, bella Justina,
quien eres, si no lloraras,
sintieras y lamentaras
esa tragedia, esa ruina 540
que la religión divina
de Cristo padece hoy.
JUSTINA
Es cierto, pues al fin soy
hija tuya, y no lo fuera
si llorando no estuviera 545
ansias que mirando estoy.
LISANDRO
¡Ay Justina!, no ha nacido
de ser tú mi hija, no,
que no soy tan feliz yo.
Mas, ¡ay Dios!, ¡cómo he rompido 550
secreto tan escondido!
Afecto del alma fue.
JUSTINA
¿Qué dices, señor?
LISANDRO
No sé.
Confuso estoy y turbado.
JUSTINA
Muchas veces te he escuchado 555
lo que ahora te escuché,
y nunca quise, señor,
a costa de un sufrimiento,
apurar tu sentimiento
ni examinar mi dolor. 560
Pero viendo que es error
que de entenderte no acabe,
aunque sea culpa grave,
que partas, señor, te pido,
tu secreto con mi oído, 565
ya que en tu pecho no cabe.
LISANDRO
Justina, de un gran secreto
el efecto te callé,
la edad que tienes, porque
siempre he temido el efecto. 570
Mas viéndote ya sujeto
capaz de ver y advertir,
y viéndome a mí que el ir
con este báculo dando
en la tierra es ir llamando 575
a las puertas del morir,
no te tengo de dejar
con esta ignorancia, no,
porque no cumpliera yo
mi obligación con callar. 580
Y así, atiende a mi pesar
tu placer.
JUSTINA
Conmigo lucha
un temor.
LISANDRO
Mi pena es mucha,
¡pero esto es ley y razón!
JUSTINA
Señor, desta confusión 585
me rescata.
LISANDRO
Pues escucha.
Yo soy, hermosa Justina,
Lisandro... No de que empiece
desde mi nombre te admires;
que aunque ya sabes que es este, 590
por lo que se sigue al nombre,
es justo que te le acuerde,
pues de mí no sabes más
que mi nombre solamente.
Lisandro soy, natural 595
de aquella ciudad que en siete
montes es hidra de piedra,
pues siete cabezas tiene;
de aquella que es silla hoy
del romano imperio, albergue 600
del cristiano asilo, pues
solo Roma lo merece.
En ella nací de humildes
padres, si es que nombre adquieren
de humildes los que dejaron 605
tantas virtudes por bienes.
Cristianos nacieron ambos,
venturosos descendientes
de algunos que con su sangre
rubricaron felizmente 610
las fatigas de la vida
con los triunfos de la muerte.
En la religión cristiana
crecí industriado, de suerte
que en su defensa daré 615
la vida una y muchas veces.
Joven era cuando a Roma
llegó encubierto el prudente
Alejandro, Papa nuestro,
que la Apostólica Sede 620
gobernaba sin tener
donde tenerla pudiese;
que como la tiranía
de los gentiles crüeles
su sed apaga con sangre 625
de la que a mártires vierte,
hoy la primitiva Iglesia
ocultos sus hijos tiene,
no porque el morir rehúsan,
no porque el martirio temen, 630
sino porque de una vez
no acabe el rigor rebelde
con todos, y destrüida
la Iglesia, en ella no quede
quien catequice al gentil, 635
quien le predique y le enseñe.
A Roma, pues, Alejandro
llegó, y yendo oculto a verle
recibí su bendición,
y de su mano clemente 640
todos los órdenes sacros,
a cuya dignidad tiene
envidia el ángel, pues solo
el hombre serlo merece.
Mandome Alejandro, pues, 645
que a Antioquía me partiese
a predicar de secreto
la ley de Cristo; obediente,
peregrinando a merced
de tantas diversas gentes, 650
a Antioquía vine; y cuando
desde aquesos eminentes
montes llegué a descubrir
sus dorados chapiteles,
el sol me faltó, y llevando 655
tras sí el día, por hacerme
compañía me dejó
a que le sostituyesen
las estrellas, como en prendas
de que presto vendría a verme. 660
Con el sol perdí el camino,
y vagueando tristemente
en lo intrincado del monte,
me hallé en un oculto albergue
donde los trémulos rayos 665
de tanta antorcha viviente
aún no se dejaban ya
ver, porque confusamente
servían de nubes pardas
las que fueron hojas verdes. 670
Aquí, dispuesto a esperar
que otra vez el sol saliese,
dando a la imaginación
la jurisdición que tiene,
con las soledades hice 675
mil discursos diferentes.
Desta suerte, pues, estaba,
cuando de un suspiro leve
el eco mal informado
la mitad al dueño vuelve. 680
Retraje al oído todos
mis sentidos juntamente,
y volví a oír más distinto
aquel aliento, y más débil,
mudo idioma de los tristes, 685
pues con él solo se entienden.
De mujer era el gemido,
a cuyo aliento sucede
la voz de un hombre que a media
voz decía desta suerte: 690
«Primer mancha de la sangre
más noble: a mis manos muere
antes que a morir a manos
de infames verdugos llegues».
La infeliz mujer decía 695
en medias razones breves:
«Duélete tú de tu sangre,
ya que de mí no te dueles».
Llegar pretendí yo entonces
a estorbar rigor tan fuerte, 700
mas no pude, porque al punto
las voces se desvanecen
y vi al hombre en un caballo
que entre los troncos se pierde.
Imán fue de mi piedad 705
la voz que, ya balbuciente
y desmayada, decía,
gimiendo y llorando a veces:
«Mártir muero, pues que muero
por cristiana y inocente»; 710
y siguiendo de la voz
el norte, en espacio breve
llegué donde una mujer,
que apenas dejaba verse,
estaba a brazo partido 715
luchando ya con la muerte.
Apenas me sintió, cuando
dijo, esforzándose: «Vuelve,
sangriento homicida mío;
ni aun este instante me dejes 720
de vida». «No soy -le dije-
sino quien acaso viene,
quizá del cielo guïado,
a valeros en tan fuerte
ocasión». «Ya que imposible 725
es -dijo- el favor que ofrece
vuestra piedad a mi vida,
pues que por puntos fallece,
lógrese en esa infeliz
en quien hoy el cielo quiere, 730
naciendo de mi sepulcro,
que mis desdichas herede».
Y espirando, vi...
 

(Sale LIBIA.)

 
LIBIA
Señor,
el mercader a quien debes
aquel dinero, a buscarte 735
hoy con la justicia viene.
Que no estás en casa dije:
por esotra puerta vete.
JUSTINA
¡Cuánto siento que a estorbarte
en aquesta ocasión llegue, 740
que estaba a tu relación
vida, alma y razón pendiente!
Mas vete ahora, señor,
la justicia no te encuentre.
LISANDRO
¡Ay de mí, qué de desaires 745
la necesidad padece!

 (Vase.) 

JUSTINA
Sin duda entran hasta aquí,
porque siento afuera gente.
LIBIA
No son ellos, Cipriano es.
JUSTINA
Pues, ¿qué es lo que pretende 750
Ciprïano aquí?
 

(Salen CIPRIANO, CLARÍN y MOSCÓN.)

 
CIPRIANO
Serviros
mi deseo es solamente.
Viendo salir la justicia
de vuestra casa, se atreve
a entrar aquí mi amistad 755
por la que a Lisandro debe,
a solo saber ( [Aparte.]  ¡Turbado
estoy!) si acaso  [Aparte.] (¡Qué fuerte
yelo discurre mis venas!)
si en algo serviros puede 760
mi deseo.  [Aparte.]  ¡Qué mal dije!
Que no es yelo, fuego es este.
JUSTINA
Guárdeos el cielo mil años;
que en mayores intereses
habéis de honrar a mi padre 765
con vuestros favores.
CIPRIANO
Siempre
estaré para serviros.

 [Aparte.] 

¿Qué me turba y enmudece?
JUSTINA
Él ahora no está en casa.
CIPRIANO
Luego bien, señora, puede 770
mi voz decir la ocasión
que aquí me trae claramente,
que no es la que habéis oído
la que sola a entrar me mueve
a veros.
JUSTINA
Pues, ¿qué mandáis?
775
CIPRIANO
Que me oigáis; yo seré breve.
Hermosísima Justina,
en quien hoy ostenta ufana
la naturaleza humana
tantas señas de divina, 780
vuestra quietud determina
hallar mi deseo este día;
pero ved que es tiranía,
como el efecto lo muestra,
que os dé yo la quietud vuestra 785
y vós me quitéis la mía.
Lelio, de su amor movido
(no vi amor más disculpado),
Floro, de su amor llevado
(no vi error más permitido), 790
el uno y otro han querido
por vós matarse los dos;
por vós lo he estorbado ( [Aparte.]  ¡ay Dios!);
pero ved que es error fuerte
que yo quite a otros la muerte 795
para que me la deis vós.
Por excusar el que hubiera
escándalo en el lugar,
de su parte os vengo a hablar
( [Aparte.]  ¡Oh nunca a hablaros viniera!) 800
porque vuestra elección fuera
árbitro de sus recelos
como juez de sus desvelos;
pero ved que es gran rigor
que yo componga su amor 805
y vós dispongáis mis celos.
Hablaros, pues, ofrecí,
señora, para que vós
escogierais de los dos
cuál queréis ( [Aparte.]  ¡infeliz fui!) 810
que a vuestro padre ( [Aparte.]  ¡ay de mí!)
os pida. Aquesto pretendo;
pero ved ( [Aparte.]  ¡estoy muriendo!)
que es injusto ( [Aparte.]  ¡estoy temblando!)
que esté por ellos hablando 815
y que esté por mí sintiendo.
JUSTINA
De tal manera he extrañado
vuestra vil proposición,
que el discurso y la razón
en un punto me han faltado. 820
Ni a Floro ocasión he dado,
ni a Lelio, para que ansí
vós os atreváis aquí;
y bien pudiérades vós
escarmentar en los dos 825
del rigor que vive en mí.
CIPRIANO
Si yo, por haber querido
vós a alguno, pretendiera
vuestro favor, mi amor fuera
necio, infame y mal nacido; 830
antes por haber vós sido
firme roca a tantos mares,
os quiero, y en los pesares
no escarmiento de los dos,
que yo no quiero que vós 835
me queráis por ejemplares.
¿Qué diré a Lelio?
JUSTINA
Que crea
los costosos desengaños
de un amor de tantos años.
CIPRIANO
¿Y a Floro?
JUSTINA
Que no me vea.
840
CIPRIANO
¿Y a mí?
JUSTINA
Que osado no sea
vuestro amor.
CIPRIANO
¿Cómo, si es dios?
JUSTINA
¿Será más dios para vós
que para los dos lo ha sido?
CIPRIANO
Sí.
JUSTINA
Pues ya yo he respondido
845
a Lelio, a Floro y a vós.
 

(Vanse los dos.)

 
CLARÍN
¿Señora Libia?
MOSCÓN
¿Señora
Libia?
CLARÍN
. Aquí estamos los dos.
LIBIA
Pues, ¿qué queréis vós, y vós
qué queréis?
CLARÍN
Que usted agora,
850
por si por dicha lo ignora,
sepa que bien la queremos.
Para matarnos nos vemos;
pero atentos a no dar
escándalo en el lugar, 855
que uno escoja pretendemos.
LIBIA
Es tan grande el sentimiento
de que así me hayáis hablado
que mi dolor me ha dejado
sin razón ni entendimiento. 860
¿Que uno escoja? ¡Hay sufrimiento
en lance tan importuno!
¿Uno yo? ¿Pues oportuno
no es para tener, ¡ay Dios!,
este ingenio a un tiempo dos? 865
¿Qué queréis que escoja uno?
CLARÍN
¿Dos a un tiempo, cómo quieres?
¿No te embarazarán dos?
LIBIA
No, que de dos en dos los
digerimos las mujeres. 870
MOSCÓN
¿De qué suerte te prefieres
a eso?
LIBIA
¡Qué necia porfía!
Queriéndoos la lealtad mía.
MOSCÓN
¿Cómo?
LIBIA
Alternative.
CLARÍN
Pues,
¿qué es alternative?
LIBIA
Es
875
querer a cada uno un día.

 (Vase.) 

MOSCÓN
Pues yo escojo este primero.
CLARÍN
Mayor será el de mañana;
yo le doy de buena gana.
MOSCÓN
Libia, en fin, por quien yo muero, 880
hoy me quiere y hoy la quiero;
bien es que tal dicha goce.
CLARÍN
Oye usted, ya me conoce...
MOSCÓN
¿Por qué lo dice? Concluya.
CLARÍN
Porque sepa que no es suya, 885
así como den las doce.

 (Vase.) 

 

(Salen FLORO y LELIO, de noche, cada uno por su puerta.)

 
LELIO
Apenas la obscura noche
extendió su manto negro,
cuando yo a adorar la esfera
de aquestos umbrales vengo; 890
que aunque hoy por Ciprïano
tengo suspenso el acero,
no el afecto, que no pueden
suspenderse los afectos.
FLORO
Aquí me ha de hallar el alba; 895
que en otra parte violento
estoy, porque en fin, en otra
estoy fuera de mi centro.
Quiera amor que llegue el día
y la respuesta que espero 900
con Ciprïano, tocando
o la ventura o el riesgo.
LELIO
Ruido en aquella ventana
he sentido.
FLORO
Ruido han hecho
en aquel balcón.
 

(El DEMONIO al balcón.)

 
LELIO
Un bulto
905
sale della, a lo que puedo
distinguir.
FLORO
Gente se asoma
a él, que entre sombras veo.
DEMONIO

 [Aparte.] 

Para las persecuciones
que hacer en Justina intento, 910
a disfamar su virtud
desta manera me atrevo.

 (Baja por una escalera.) 

LELIO
Mas, ¡ay infeliz! ¡Qué miro!
FLORO
Pero, ¡ay infeliz! ¡Qué veo!
LELIO
El negro bulto se arroja 915
ya desde el balcón al suelo.
FLORO
Un hombre es que de su casa
sale; no me matéis, ¡cielos!,
hasta que sepa quién es.
LELIO
Reconocerle pretendo 920
y averiguar de una vez
quién logra el bien que yo pierdo.
 

(Llegan los dos con las espadas desnudas a reconocer quién bajó; el DEMONIO, habiendo bajado, se hunde, y los dos quedan afirmados, queriendo reconocerse.)

 
DEMONIO

 [Aparte.] 

No solo he de conseguir
hoy de Justina el desprecio,
sino rencores y muertes. 925
Ya llegan: ábrase el centro,
dejando esta confusión
a sus ojos.
 

 (Húndese ahora.) 

LELIO
Caballero,
quien quiera que seáis, a mí
me ha importado conoceros; 930
y a todo trance restado
con esta demanda vengo.
Decid, ¿quién sois?
FLORO
Si os obliga
a tan valiente despecho
saber en quién ha caído 935
vuestro amoroso secreto,
más que a vós el conocerme
me importa a mí el conoceros;
que en vós es curiosidad
y en mí más, porque son celos. 940
Vive Dios que he de saber
quién es de la casa dueño,
y quién a estas horas gana,
por ese balcón saliendo,
lo que yo pierdo llorando 945
a estas rejas.
LELIO
Bueno es eso,
querer deslumbrar ahora
la luz de mis sentimientos,
atribuyéndome a mí
delito que solo es vuestro. 950
Quién sois tengo de saber
y dar muerte a quien me ha muerto
de celos saliendo ahora
por ese balcón.
FLORO
¡Qué necio
recato, encubrirse cuando 955
está el amor descubriendo!
LELIO
En vano la lengua apura
lo que mejor el acero.
 

(Riñen los dos.)

 
FLORO
Con él os respondo.
LELIO
Quién ha sido, saber tengo, 960
hoy el admitido amante
de Justina.
FLORO
Ese es mi intento;
moriré o sabré quién sois.
 

(Sale CIPRIANO, MOSCÓN y CLARÍN.)

 
CIPRIANO
Caballeros, deteneos,
si a aquesto puede obligaros 965
haber llegado a este tiempo.
FLORO
Nada me puede obligar
a que deje el fin que intento.
CIPRIANO
¿Floro?
FLORO
Sí, que con la espada
en la mano, nunca niego 970
mi nombre.
CIPRIANO
A tu lado estoy;
muera quien te ofende.
LELIO
Menos
que temer me daréis todos
que él me daba solo.
CIPRIANO
¿Lelio?
LELIO
Sí.
CIPRIANO
Ya no estoy a tu lado,
975
porque es fuerza estar en medio.
¿Qué es esto? ¿En un día dos veces
he de hallarme a componeros?
LELIO
Esta la última será,
porque ya estamos compuestos; 980
que con haber conocido
quién es de Justina dueño,
no le queda a mi esperanza
ni aun el menor pensamiento.
Si no has hablado a Justina, 985
que no la hables te rüego
de parte de mis agravios
y mis desdichas, habiendo
visto que Floro merece
sus favores en secreto. 990
De ese balcón ha bajado,
de gozar el bien que pierdo,
y no es mi amor tan infame
que haya de querer, atento
a celos averiguados, 995
con desengaños tan ciertos.

 (Vase.) 

FLORO
Espera.
CIPRIANO
No has de seguirle

 [Aparte.] 

(De haberle oído estoy muerto);
que si es él el que ha perdido
lo que has ganado, y dispuesto 1000
a olvidar está, no es bien
apurar su sufrimiento.
FLORO
Tú y él apuráis el mío
con estas cosas a un tiempo;
y así, a Justina no hables 1005
por mí, que aunque yo pretendo,
a costa de mis agravios,
vengarme de mis desprecios,
ya la esperanza de ser
suyo cesó, porque creo 1010
que no es noble el que porfía
sobre averiguados celos.

 (Vase.) 

CIPRIANO

  [Aparte.] 

¿Qué es esto, cielos? ¿Qué escucho?
¿El uno del otro a un tiempo
unos mismos celos tienen? 1015
¿Yo de uno y otro los tengo?
Los dos sin duda padecen
algún engaño; y yo tengo
qué agradecerles, pues ya
los dos desisten en esto 1020
de su pretensión. Desdichas,
aunque haya sido consuelo
este discurso, buscado
de mis ansias, le agradezco.
Moscón, prevenme mañana 1025
galas; Clarín, tráeme luego
espada y plumas, que amor
se regala en el objeto
airoso y lucido; y ya,
ni libros ni estudios quiero 1030
porque digan que es amor
homicida del ingenio.

 (Vase.) 


IndiceSiguiente