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ArribaAbajoCanto XVI


ArribaAbajo O musa, tú las lágrimas y el llanto,
Tú la voz y el juntar de palma á palma
Aquí me dicta, que este varon santo
Gran tormenta corrió en aquella calma;
Y juntamente, pues entiendes quanto  5
Para su bien lo ha menester mi alma,
Haz que no solo el raro caso diga,
Sino que en él al penitente siga.
Ante el sacro Leon Quarto en el nombre,
Qual el primero en zelo, y en prudencia,  10
Que daba resplandor mayor que de hombre
Con divina y santísima presencia,
Llega el buen monge, digno de renombre
Mientras tuviere el mundo su existencia,
Y el pecho derribado por el suelo  15
Adora humilde al que abre y cierra el cielo.
Como la santa amante venturosa
Estaba ante los pies de su querido,
Con alma convertida y faz llorosa,
La mejor parte habiendo ya escogido;  20
Y como la clemencia generosa
Del gran Señor á redimir venido
Estaba oyendo el congojoso llanto,
A sus oidos sonoroso canto.
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Así el contrito monge á los pies puesto  25
Del gran teniente de aquel Rey eterno,
El corazon á su salud dispuesto
El llanto vierte con dolor interno;
Y así tambien en su sagrado puesto
El gran Leon de celestial gobierno,  30
Oyendo está mansísimo y clemente
El lloro del contrito penitente.
El qual el monge reprimiendo en parte
Con su nativa singular prudencia,
Ya convertido en un cristiano Marte  35
Al valor del que tiene en su presencia;
Sin dexar de decir la menor parte,
Purga y limpia su alma, y su conciencia,
No se olvidando ni una circunstancia
Que fuese para el caso de importancia.  40
Oyóle el sacro Príncipe del suelo
Con oidos de padre tan piadoso,
Y tras dalle santísimo consuelo
Con santo afecto dulce y amoroso:
Todo inflamado en un fervor del cielo  45
Dice al ya confesado religioso,
Que el día siguiente á su presencia vuelva
Por penitencia, para que él le absuelva.
Con esto el monge á un monasterio santo
Se fué á esperar el venidero dia,  50
Y el Pontífice sacro, visto guanto
Mirar en aquel caso convenia,
Al alto cielo lo consulta en tanto
Que el señalado término venia,
De donde el orden tuvo expresamente,  55
Que habia de dar al santo penitente.
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Ya el tardo sol con claros rayos de oro
Los montes y la mar iluminaba,
Ilustrando del campo aquel tesoro
Que el rocío del alba aljofaraba;  60
Y Filomena al lamentar sonoro
El ayre suspendia y regalaba,
Alternando sus quejas tan suaves
Con todas las demás divinas aves:
Quando del sueño breve interrumpido,  65
Y de la noche larga y enojosa,
El buen Garin del todo desasido,
Con alma consolada y cuidadosa,
Para mejor hallarse apercibido
A la clemente absolucion preciosa,  70
Y á recibir la santa penitencia,
Descargo principal de la conciencia,
Con las rodillas puestas en el suelo,
Y el alma al alto empíreo levantada,
Está pidiendo su favor al cielo  75
Con la santa oracion acostumbrada:
La qual con suavísimo consuelo,
Siendo en un hora á dulce fin llegada,
Vuelve por el entero cumplimiento
De su importante pretension y intento.  80
Hasta que al sol ya cerca del poniente
Las horas de la tarde le servian,
Y las nocturnas en el alto oriente
El estrellado carro apercibian,
No tuvo tiempo el santo penitente  85
(Tantos los graves casos le impedian)
Para acabar lo que en su bien quedaba,
Aunque su Santidad lo deseaba.
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Pero lugar habiendo entonces, luego
Entró Garin; y á caso fué á tal punto,  90
Que entró en la sacra cámara Don Diego
Casi con él sin intervalo junto:
El gran Florel es el que entró, aquel fuego
De heroyco y alto honor, aquel trasunto
Del mayor griego, y del mayor romano,  95
Del grande macedon, y pio troyano.
Despues que el muerto Almonte dió á su tio,
Ya con cuidado de volver á España,
Sin detenelle caudaloso rio,
Fragosa senda, ó áspera montaña;  100
Probando de una y otra posta el brio,
Y aun el de quien le sigue y acompaña,
Vino á tomar con amoroso zelo
La bendicion del gran Rector del suelo.
Fué por el sacro Príncipe acogido  105
El español con tanto regocijo,
Qual suele ser del padre recibido
Tras larga ausencia el deseado hijo.
Tanto, dice el Prelado esclarecido,
Me alegro, me consuelo, y regocijo,  110
O valeroso caballero, en veros,
Que es imposible el quanto encareceros.
Y no sea tenido á maravilla
Este mi regocijo, y mi contento,
Pues fuistes vos de la romana silla  115
En aquel gran peligro tal sustento;
Y seréis de la célebre Castilla
Honor y gloria, lustre y ornamento,
Con que á mil reynos pueda aventajarse,
Que no menos de vos debe esperarse:  120
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No menos de esa excelsa sangre goda,
Que os levanta el espíritu á la cumbre,
Donde muestra el valor heroyco toda
La grande luz de su admirable lumbre,
Debe esperar, quien mide y acomoda  125
El discurso á la clara certidumbre,
Que por vuestros abuelos, como exemplo
En vos y en vuestros nietos yo contemplo:
De los quales (y aquí el pastor divino
Mostró el rostro encendido y relumbrante)  130
Tal valor, tal grandeza me imagino,
Y me parece aquí tener delante,
Que serán un escudo diamantino
Desta su santa madre militante,
Contra las armas fieras y crueles  135
De poderosos bárbaros infieles.
Y no han de serle solamente escudo
Para guardalla de enemiga ofensa,
Sino cuchillo juntamente agudo
Executor de su justicia inmensa:  140
Por esto solo el buen Pelayo pudo,
Con tan pequeñas fuerzas y defensa,
Valerse allá en las ásperas Asturias
Contra las bravas africanas furias.
Por esto solo, tras hazañas tales,  145
Que admirarán las venideras gentes,
Hechas con mil favores celestiales
Por todos vuestros claros descendientes:
Concordantes en méritos iguales
Los dos famosos nombres florecientes  150
De Godos y Austria, en santo ayuntamiento,
Serán con suerte de perpétuo aumento.
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Por esto solo un invencible Carlos,
Emperador de la romana silla,
Sublimes triunfos de quien suele darlos  155
Tendrá con infinita maravilla:
Monstros fieros domando, que domarlos
Al cielo y al infierno maravilla,
Monstros horrendos, que querrán á saco
Poner el mundo, idolatrando en Baco:  160
Monstros que de las furias y las iras
De aquel ídolo torpe comovidos,
Tendrán en un abismo de mentiras
Sus almas y sus cuerpos sumergidos:
Monstros sordos, qual aspid, á las liras  165
Que regalan católicos oidos,
A la virtud del todo el rostro vuelto,
Del todo el freno para el vicio suelto.
¡O Carlos dichosísimo, o dichosos
Los que militareis en su milicia,  170
Siguiéndole en sus hechos tan famosos,
Quanto llenos de honor y de justicia!
Será gran vencedor de sediciosos,
Gran domador de envidia y de malicia,
Justo castigador de injustos crueles,  175
Fiel triunfador de bárbaros infieles,
Y en suma será digno de ser padre
Del Monarca de España poderoso,
Hijo querido de esta santa Madre,
Como el mas obediente y religioso:  180
No habrá en el mundo á quien ser Rey le quadre
Con mil quilates, afirmarlo oso,
Como al gran Rey Felipe, del gran Carlo
Hijo, qual puede el suelo desearlo.
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Felipe, que en razon del gran gobierno  185
De estado, y religion, y fe, y potencia
Será el mayor en quien el brazo eterno
Ha de mostrar su inmensa providencia;
Y su caro Felipe, que el paterno
Valor tendrá, qual infalible herencia,  190
A quien en tierna edad reyno en el suelo
Dexando, al reyno él subirá del cielo.
Pacífico Monarca de la España,
Y de otros reynos mil y señoríos,
Su dulce hijo dexará en campaña  195
Opuesto á infieles sediciosos brios:
Con ira santa y con divina saña
Haciendo en l'alma bravos desafios
A los contrarios de esta su gran madre,
No menos que su excelso invicto padre.  200
Y de Austria una preciosa Margarita
Le dexará por compañia divina,
La qual desposará mano bendita
De un Papa á quien Ferrara se destina,
En aquella ciudad con su infinita  205
Gloria, qual de ocasion tan peregrina,
Y con gozo de Italia, su distancia
Atravesando, y de la mar de Francia.
Y con divino altísimo consuelo,
Y gozo en general de España toda,  210
Y en especial del valenciano suelo,
Donde será la suntuosa boda:
Suelo favorecido por el cielo
En grato ser á vuestra sangre goda,
Y con razon, porque tendrá Valencia  215
En aquel tiempo altísima excelencia.
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Largos años colmados de mil glorias
Tendrán Felipe y Margarita juntos,
Altas empresas, célebres victorias,
Hazañas famosísimas, y asuntos:  220
Veráse en mil auténticas historias,
Con eternos de honor divinos puntos,
Que ellos, y quantos fueren de Austria y Godos,
Serán fuerte católico en mil modos.
En vuestra sangre, en vuestros nietos fundo  225
De la Iglesia el amparo y el consuelo,
Siendo ella la que mande todo el mundo
Con poder y saber dado del cielo;
Mas si el poder con el saber profundo,
Con afecto piadoso y santo zelo,  230
Por la fe y religion se arma y se auna,
¿Puede faltar felicidad alguna?
Esto al fin baste, y vos, varon notable,
Apresurad el viage comenzado,
Volved gozoso á vuestra patria amable,  235
Que os aguarda qual hijo regalado:
Dad principio al intento inestimable,
Que en vuestra alma real está guardado
De emprender cosas dignas que la gloria
Las eternice en su inmortal memoria.  240
Que con ellas el cielo generoso
Permitirá, discreto caballero,
Conforme á vuestro intento valeroso,
Que seais en mil glorias el primero;
Y con esto en el nombre poderoso  245
Del alto Rey del lúcido hemisfero,
Volved alegre á vuestra patria ilustre,
De quien seréis un sol de eterno lustre.
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Y yo con tierno afecto al cielo pido
Que esto así sea en su servicio y nombre,  250
Pues él honra aquel suelo esclarecido
Con el valor ilustre de tal hombre;
Y que viva en su vuelo mas subido
La fama, dando celestial renombre
A vuestras cosas, de quien yo me obligo  255
Ser siempre favorable y grato amigo.
Puso el Florel humilde por el suelo,
Al oir esto, el rostro y manos, dando
La adoracion debida al que del cielo
Tiene en la tierra el poderoso mando;  260
Y con inmenso y celestial consuelo
Partió del gran Pontífice llorando:
El qual también, qual padre de amor lleno,
Riega con tiernas lágrimas el seno.
Y ya partido el español valiente,  265
El gran Dotor de autoridad divina
Vuelve el afable rostro á aquel doliente,
Que espera saludable medicina:
El qual postrado ante él con llanto ardiente
La pide, y solicita, y la avecina;  270
Mas por entonces otro caso impide
Lo que Garin con este afecto pide.
Llega del gran Prelado á la presencia,
En aquel punto con Garin estando,
Un Cardenal de santa reverencia  275
Un cautivo cristiano apadrinando;
Y en el aspecto grave y apariencia
Alegria dulcísima mostrando,
Albricias pide á su prelado divo
De la nueva que trae aquel cautivo.  280
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Las quales el Pastor divino manda
Conformes á su ser, y juntamente
Al cautivo cristiano afable manda
Que la nueva que trae él mismo cuente;
Y él dice así: Santo Señor, quien anda  285
Con el término aun de aquella gente
Que cautivo me tuvo, la eloqüencia
Le ha de faltar debida en tu presencia;
Mas aunque esto es así, tu mandamiento
Haré, Señor, como mejor pudiere;  290
Y ya que no adornáre yo mi cuento
Será llana verdad lo que dixere.
Es la nueva de gozo y de contento,
Que este tu siervo trae y decir quiere,
Que Sabá tu enemigo y nuestro queda  295
Al fondo ya de la inconstante rueda.
Milagroso suceso, y que sin duda
Ha sido por tus méritos, ó santo
Y divino Pastor, con quien se escuda
La santa Madre, á quien amparas tanto.  300
Quando el cosario Rey con su desnuda
Gente, que al cristianismo puso espanto,
De tus manos huyó roto y vencido
Por el romano mar embravecido.
El agua y viento en tu favor pusieron  305
Su fuerza en acabar la del tirano,
Y su armada fortísima embistieron
Con rigurosa vengadora mano:
Los bárbaros vaxeles esparcieron
Por el revuelto mar siciliano,  310
Y en varias peñas de la mar batidas
Hicieron sacrificio de mil vidas.
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Qual á la costa de Sicilia arroja
La tramontana con su fuerza entera,
En parte donde el mar airado moja  315
Altos peñascos de áspera ribera;
Y qual adonde es fama que se aloja
Vulcano fiero con su gente fiera,
En parte que los mares rigurosos
Rompen en los baxíos engañosos.  320
Y á qual sepulta el mar en su alto centro
Con bravos y furiosos remolinos,
Hecho fiero señor del todo dentro
Con el favor de raudos torbellinos;
Y á qual con un encuentro y otro encuentro,  325
En medio del rigor de sus caminos,
Acá y allá le vuelve y le revuelve,
Y al fin en mil pedazos le resuelve.
Desta suerte los bárbaros vaxeles
Fueron del fiero viento destrozados,  330
Y así fueron los míseros infieles
Del espantoso y bravo mar tragados;
Y así tambien á mil cautivos fieles
Con la tormenta fueron acabados
Los ásperos tormentos del pesado  335
Yugo del cautiverio desdichado.
El Rey Sabá que en una galeota
Huyendo de la playa habia salido,
Por el derecho viento la derrota
Diestro tomó de su africano nido;  340
Y aunque en mil partes destruida y rota,
Dichosamente fué el infiel traido
A dar á la canal del ancho lago,
Que está en medio de Tunez y Cartago;
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Mas fué de suerte que en la playa brava  345
Dió el vaxel al través en un baxío,
Antes harto de entrar adonde entraba
El mar en el estaño por su rio;
Donde la triste gente que pensaba
Haber dado á la muerte ya desvío,  350
Viéndola entonces ya tan manifiesta,
Quedó en sus manos mas que nunca puesta.
Uno de los esclavos que tenia
El vaxel era yo, y en aquel punto
La libertad estuvo y vida mia,  355
Quando pensaba yo quedar difunto.
Sabá que en el peligro horrendo via
De fiera muerte en l'alma ya un trasunto,
Lleno de horror y asombro á mí se vuelve,
Mientras la arena su vaxel envuelve.  360
Estaba yo junto á la popa suelto
Quando embistió el navío en el arena;
Y á mí, cobrando espíritu, el Rey vuelto,
Con voz de un confiado esfuerzo llena,
Dice: Matías, si del mar revuelto  365
Me ayudas á salir libre de pena,
La amada libertad desde aquí tienes,
Y parte como hermano de mis bienes.
Yo que en nadar, Señor, toda mi vida
He sido extremamente exercitado,  370
Al dulce son de la promesa oida
Al moro prometí lo demandado;
Y con él junto, al agua embravecida
Al punto me arrojé, todo animado
De alcanzar libertad, vida, y hacienda,  375
Valiendo al Rey en la mortal contienda.
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Puestos los ojos en la deseada
Tierra donde esperaba mi ventura,
Y el alma bien de veras levantada
Con ruego humilde á la celeste altura:  380
Con robusta destreza exercitada
Al Rey, que su salud tambien procura
Solo con ayudarse, y no impedirme,
Pasé desde el baxío á tierra firme.
Y por ella conmigo mano á mano  385
Para Tunez se va, solo seguido
De algunos que tambien del mar al llano
Salir como nosotros han podido.
Era de ver el bárbaro africano,
Perdido habiendo lo que habia perdido,  390
sosegado y grave, y ni gozoso
Mostrarse, ni tampoco doloroso.
Del naufragio tristísimo la pena,
Y de salvar la vida la alegria,
Ni llena el alma de dolor, ni llena  395
De contento mostrarla ya podia:
Al fin así por la mojada arena
Fuimos con la turbada luz del dia
A Tunez, donde el moro tristemente
Fué recibido de su casa y gente.  400
Y allí, cumpliendo la palabra dada
En aquel su mortal desasosiego,
Me dió la libertad tan deseada
Con el primer pasage, que fué luego;
Y juntamente para la jornada,  405
Hasta verme en España en mi sosiego:
En tanto tuvo el moro agradecido,
El habelle, ayudado yo, y valido.
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Este es, Padre santísimo, el suceso
Del moro Rey, que vuestra sacra mano  410
Con su valor hizo volver avieso
El intento sacrílego y profano,
Que con solemne juramento expreso
Hizo á su pueblo bárbaro africano,
De destruir esta sagrada tierra  415
A sangre y fuego con airada guerra.
Y yo solo á decillo aquí he venido,
Como soy, sacro Príncipe, obligado,
Despues de haberlo en voto así ofrecido,
Quando salí del bravo mar á nado;  420
Y ahora humilde y reverente pido
En albricias, Señor, de lo contado
La santa bendicion, y alto consuelo,
De esa mano que cierra y abre el cielo.
Estas albricias y otras generosas  425
Matías le dió el Pastor divino,
Y con lágrimas santas y gozosas
Al Cardenal mando, que con él vino,
Que con solemnes fiestas y piadosas
Luego de aquella nueva al uno y trino  430
Dé el pueblo gracias, con efectos quales
Se deben á favores celestiales.
Y tras esto á Garin vuelve amoroso
El sacro rostro lleno de alegria,
De su largo esperar ya cuidadoso,  435
Qual padre que su pena le dolia;
Y con afecto paternal piadoso,
Y palabras de altísima armonia,
Todo inspirado de divina ciencia
Al monge impone así la penitencia.  440
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Habiendo al alto cielo consultado,
Garin, vuestro negocio de importancia,
Con la solicitud, zelo, y cuidado
Que me pidió vuestra cristiana instancia:
Sé que el clemente Dios, aparejado  445
A dar su mano siempre á la constancia
Que en los buenos propósitos se emplea,
Quiere que lo que oiréis sin falta sea.
Para que vuestras culpas criminales
Os perdone, Garin, el Rey eterno,  450
Y goceis los asientos celestiales
De aquel que los posee en el infierno,
Como andan los terrestres animales
A quatro pies por natural gobierno,
Así habeis de ir desde esta santa tierra  455
Hasta vuestra morada en vuestra sierra.
Digo que á quatro pies á Monserrate
Volver habeis desde esta casa, donde
Ordena Dios que vuestro bien se trate
Con el que á su clemencia corresponde;  460
Y no habeis de perder de aquel quilate
Aunque qual fiera os caze Jofre Conde,
Hasta que un niño de tres meses sea
Quien otra cosa os mande, y os provea,
Esta es la voluntad de Dios piadoso,  465
Y aquella penitencia saludable
Que vos pedistes con dolor ansioso
En vuestra santa confesion loable:
Sed en ella prudente y animoso,
Y del poder altísimo inefable  470
Fiad, que dél tendreis favor de suerte
Que venzais al infierno, y á la muerte.
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Así dixo el gran Príncipe del suelo,
Y aceptando Garin la penitencia,
La santa absolucion le dió y consuelo,  475
Con paternal amor, zelo, y clemencia:
Con lo qual, lleno de favor del cielo,
Parte de su santísima presencia,
Animado el contrito penitente
Con alta fe vivísima y ardiente.  480



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ArribaAbajoCanto XVII


ArribaAbajo ¿Qué canto, ó lengua, ó pluma habrá que diga,
O Garin, valeroso peregrino,
El trabajo, el tormento, y la fatiga
Que pasaste en el áspero camino?
Tu santidad y la razon obliga  5
A engrandecer tu pecho diamantino;
Pero ¿como podré llegar á tanto
Yo con mi debil pluma, y lengua, y canto?
Si es trabajo excesivo al caminante
El caminar acomodadamente  10
En un caballo que ande de portante
Con prestos pies, y con alegre frente;
Si la blanda litera, y si el triunfante
Carro de quatro ruedas excelente,
Cansan, como se alarguen la jornada  15
No mas de á conocer nueva posada;
Y si el marchar á pié dicen que es muerte,
Y lo es casi en efecto, aunque mas sea
El que camina acostumbrado y fuerte,
Y aliento, y fuerza, y juventud posea:  20
Bendito monge! si esto así se advierte,
¿Que juzgará quien considere y vea
Que vais á quatro pies, y de rodillas,
Por camino de mas de dos mil millas?
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¿Y que habeis de pasar Alpes subidas  25
Al cielo con tan áspera espesura,
Y compañas de sierras, y encendidas,
Sin reparo, sin sombra, y sin verdura;
Y corrientes hinchadas y crecidas
De raudal fiero, y de espantosa altura;  30
Y helados y altos Pirineos fragosos,
Y otros cien mil peligros rigurosos?
Juzgar podrá, varon de eterna fama,
Quien esto considere sábiamente,
Que ardia en vos con encendida llama  35
La virtud de perfeto penitente;
Y que el divino amor, que á sí nos llama,
Os abrasaba el sábio pecho ardiente,
Con deseos vivísimos de aquella
Patria del alma, inmensamente bella.  40
Y juntamente podrá ver los fuertes
Varones de la Iglesia primitiva,
Que ofrecian los cuerpos á mil muertes
Por ver las almas llenas de fe viva:
Trocadas, ó gran Dios! están las suertes  45
En esta edad á la virtud esquiva;
Mas blandura en la Iglesia y mas terneza,
Y en los cristianos menos fortaleza.
Sale pues de la reyna de la tierra
El buen Garin de la manera impuesta,  50
Las manos baxa, el pecho y rostro atierra,
Y al viage asperísimo se apresta:
Ni espeso bosque, ni enriscada sierra,
Ni ardiente llano, ni nevada cuesta,
Las rodillas levántanle del suelo:  55
Tanto en él puede el alto amor del cielo.
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Solo para tomar algun sustento
Entraba el santo monge en los poblados,
Yéndose al general alojamiento
De los enfermos y necesitados:  60
Con quien, tomado mísero alimento,
Sin dar algun lugar á mas cuidados,
Al único esencial en que se via
Con alto aliento y ánimo volvia.
Así la gran Toscana regalada  65
Pasó el gran peregrino y penitente,
Así pasó la Lombardía helada,
Y sus rios de altísima corriente;
Así la cumbre al cielo levantada
De los Alpes subió el varon paciente,  70
Y desta suerte de la noble Francia
Atravesó la anchísima distancia.
Desta manera el alto Pirineo
Pasó Garin, regando las mexillas
Por ver desde él el fin de su deseo  75
En aquel caminar de tantas millas;
Y al fin así, tras largo y gran rodeo,
Le volvieron sus manos y rodillas
A su querido Monserrate, donde
Como fiera emboscándose se esconde.  80
Habia del zodiaco pasado
Siete veces el sol las doce estancias,
Y el campo siete veces habia dado
Al diestro agricultor ricas ganancias,
Despues que el triste monge trabajado  85
Paso las asperísimas distancias
Que desde Roma á Monserrate habia,
Y allí su penitencia proseguia.
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Quando el valiente Don Jofre velloso,
Padre de aquella dama lastimada  90
Por quien hace el contrito religioso
Esta su penitencia señalada,
Con gente de su estado poderoso,
La mas ilustre y mas á sí llegada,
Vino á cazar al alto monte mismo,  95
Que antes le fué de pena un hondo abismo.
Que quando ni á Garin ni á la doncella
Halló el cuitado padre, que esperaba
Vella sana, contenta, alegre, y bella,
Sin la infernal pasion que la aquejaba;  100
Fué su congoja tal, que encarecella
Solo se puede con lo que la amaba,
Y el tierno amor en esto se colija
De un amoroso padre á dulce hija.
Fué la congoja tal, fué tal la pena,  105
El asombro fué tal, tal fué la grima,
Que al triste Conde, el alma de amor llena,
Caso tan portentoso le lastíma:
Tan fieramente al corazon le suena,
Por tan horrendo y tan atroz le estima,  110
Que no tuvo el consuelo en él abierta
Por tiempo largo ni una estrecha puerta.
Duró muy largo tiempo el gran tormento
Del suceso tristísimo espantoso,
En su punto mostrando el sentimiento  115
Que era razon de mal tan lastimoso;
Haciendo juntamente en un momento,
Así en todo el condado populoso,
Como en la fragosísima montaña,
Para buscarla diligencia extraña.  120
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¿Qué maleza, qué bosque, qué espesura
Dexo de ser reconocida y vista?
¿En qué caverna lóbrega y escura
No penetró su lastimada vista?
¿Qué escondrijo de fieras y de horrura,  125
Donde el peligro en fiero espanto asista,
Hubo, que al triste Conde le faltase
Para que no buscando le quedase?
Pero como jamás halló vestigio
El padre lastimado y dolorido,  130
Teniendo por tristísimo prodigio
El espantoso caso sucedido;
Con temor del poder del reyno estigio
Estuvo largo tiempo recogido,
Dando muestra con claros sentimientos  135
Del dolor de sus tristes pensamientos.
Mas ya que el tiempo con su leve curso
Mitigó en parte su congoja y duelo,
Y abrió la puerta al varonil discurso
Por donde entrar pudiese algun consuelo;  140
Acudió el triste Conde al gran recurso
Que tienen los prudentes en el suelo,
Que es la razon con que se quadra y mide
El hombre á todo lo que el cielo pide.
Y con ella conforme en esto, dando  145
Lugar decente á lícitos contentos,
Anda en guerra de paz, ya exercitando
Caballos y armas, galas y ornamentos;
Ya en corto barco el largo mar sulcando
Por la ribera, estando en paz los vientos,  150
Ya persiguiendo tímidos venados,
Y ya acosando jabalís osados.
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Ya en curiosos riquísimos jardines
Gozando sus bellezas milagrosas,
De azahares, mosquetas, y jazmines,  155
De clavellinas, alhelíes, y rosas,
De fuentes y arroyuelos, que confines
Son á calles y plazas deleytosas,
A quien mil parras y árboles defienden
Al sol los rayos quando mas se encienden.  160
Ya en saraos hechos á ocasion de bodas
De la nobleza de su ilustre corte,
Donde el contento humano muestra todas
Las galas de su fiesta y su deporte;
Donde tú, gusto humano, te acomodas  165
Tan á tu talle, á tu medida, y corte,
Entre el regalo de las bellas damas,
Dulce y eterna yesca de tus llamas.
Ya músicas oyendo concertadas
De dulces instrumentos sonorosos,  170
De peregrinas voces acordadas
En altos modos casi milagrosos;
Ya historias escuchando celebradas
De sucesos altísimos famosos,
Ya con heroycas poesías el alma  175
Teniendo en celestial divina calma.
Pues como en estos exercicios varios
Su pensamiento el Conde divirtiese,
Y de los mas gustosos y ordinarios
El de la caza de los montes fuese:  180
Llevando de aparatos necesarios
Quanto en la caza desear pudiese,
A Monserrate, como dixe, un dia
Llegó para cazar de montería.
—279→
Y habiendo prevenido mil senderos  185
Con cautelosos lazos y paranzas,
Y puestos los solícitos monteros
En cubiertos puestos y asechanzas,
Con los diestros lebreles y rastreros
Buscando de las fieras las estanzas,  190
Hallaron una en una angosta cueva
En todo á todos admirable y nueva.
Forma de hombre tenia, bien mirada
La extraña fiera, en lo que ser podia
Con atencion y discrecion juzgada,  195
Aunque en la tierra á quatro pies yacía:
De un vello espeso y largo cobijada
Con gran monstrosidad la piel tenia,
Que revuelto, encrespado, y descompuesto
Hacia fiero el cuerpo, y bravo el gesto.  200
Espantados los perros aullando
Sin abocar la fiera se quedaron,
Confusos los monteros recelando
Calados los venablos se pararon;
Y pláticos la fiera rodeando  205
Al Conde y caballeros convocaron,
Con furor esparciendo por el viento
Con los sonantes cuernos el aliento.
Acude el Conde y su gallarda gente
A la parte que el alto son guiaba;  210
Y mirada la fiera atentamente,
Y el miedo y mansedumbre que mostraba,
Cierran con ella algunos frente á frente,
Y sin que se mostrase, ó fuerte, ó brava,
Con extraño contento y maravilla  215
De la cueva la sacan de trailla.
—280→
O misterioso Dios! el ermitaño
Que sigue humilde vuestra santa traza,
Y en recompensa del pasado daño
Su cruz de penitencia alegre abraza,  220
Es esta fiera, que con tanto engaño,
En tan monstrosa forma el Conde caza,
Forma en que con el tiempo y su vestido
La penitencia el cuerpo ha convertido.
Pudo tanto en el pobre penitente  225
La desnudez, el tiempo, y la aspereza,
Que vista de los pies hasta la frente
Su trabajada terrenal corteza,
Era de la que fué tan diferente,
Que nadie, aunque tuviera gran certeza  230
De ser Garin el que qual fiera estaba,
Dexára de pensar que se engañaba.
Bendito y santo monge! ¿que sentia
Esa alma ilustre, de prudencia llena,
Quando al velloso cuello te ponia  235
El diestro cazador dura cadena?
¿Porque sábios discursos discurria
Para sentir consuelo en vez de pena?
¿Que acuerdo hizo envuelto en dulce llanto
De las palabras del Prelado santo?  240
Este, diria, es fin de la aspereza
Que pasa mi mortal terrena parte,
Y principio muy lleno de certeza
Del bien que á la divina se reparte:
Aumente pues aquí la fortaleza  245
Su esfuerzo, su valor, su industria, y arte,
Que este es principio y fin en dulce liga
De gozo eterno y temporal fatiga.
—281→
Este es el alto punto en que consiste
La perficion desta importante obra,  250
Si aquí en su esfuerzo la virtud asiste
Todas sus fuerzas para siempre cobra:
Si la perseverancia aquí resiste,
Y en este mar ahora no zozobra,
Todo será despues seguro puerto  255
Hasta llegar al deseado y cierto.
Pero del gran Pastor la alta promesa
Que la memoria por sin duda ofrece,
Al alma mía que este caso pesa
En la balanza de lo que merece;  260
Aunque es de peso tal lo que le pesa
De lo que el cuerpo mísero padece,
Esfuerze la virtud perseverante
Con ánimo y espíritu constante.
Y sea la razon divina en esta  265
Fuerte batalla vencedora fuerte,
Pues ella tiene de su parte puesta
La alta victoria en tan heroyca suerte:
Con ella pues el alma esté dispuesta
A padecer del cuerpo qualquier muerte  270
Por evitar la suya, y estar firme
En que la gran promesa se confirme.
¡O fuerzas de dulcísima esperanza,
Que soleis resistir á las mayores
Con que el comun fuerte enemigo alcanza  275
Victorias de mil grandes defensores!
Vea el bravo ofensor su brazo y lanza
Rotos en vuestros célebres valores,
Espada y mano inútiles contemple
En vuestro acero de divino temple.  280
—282→
Tales razones la razon divina
Por el alma del monge dilataba,
Con que al santo valor de elefantina
Fuerza con encendido ardor armaba;
Y l'alta eterna gloria, en la vecina  285
Humilde y temporal pena mostraba,
Con vivo resplandor, y clara lumbre,
Llena de milagrosa certidumbre.
Acordábase el monge valeroso
De lo que el gran Leon le habia impuesto,  290
Que aunque del Conde Don Jofre velloso
En aquel punto y trance fuese puesto,
No dexase valiente y animoso
De proseguir su firme presupuesto,
Hasta que milagrosamente diese  295
El niño el orden que tener debiese.
Y aunque de verse puesto en tal estado
Ante quien ofendió tan gravemente,
El valeroso pecho alborotado
Con recelo, temor, y angustia siente;  300
En las santas palabras confiado
Del sagrado Pontífice prudente,
Se aníma y vence aquel terror y miedo
Con esforzado espíritu y denuedo.
Y el engaño notable conociendo  305
En que está el Conde y los demás, pensando
Que es bestia fiera, ó monstro, no advirtiendo
Ser hombre lo que atentos van mirando:
Todo su aviso y discrecion poniendo,
Así al engaño se anda acomodando,  310
Que en todo el proceder de sus naciones
Les confirme sus falsas opiniones.
—283→
No fia al ayre de ninguna suerte
La voz humana el sábio monge pobre,
Aunque el dolor de la cadena fuerte,  315
O de otro algun pesar le aqueje y sobre:
Da á entender que no entiende, y que no advierte
El bien, ó el daño que con él se obre,
Pace la yerba, cébase en el suelo,
No vuelve nunca el rostro á ver el cielo.  320
Desta suerte contento y engañado
Va el Conde con aquel por quien habia
Cien veces la montaña rodeado,
Y quantas en su estado poseía:
No con fin de tenelle aprisionado  325
De la suerte que entonces le tenia,
Sino de demandarle estrecha cuenta
De su querida hija, y de su afrenta.
Secretos son de la alta providencia,
Que en su fuerza sustenta y rige el mundo,  330
A que llegar no puede humana ciencia,
Aunque investigue el cielo, y el profundo:
No es esto estrella, ó hado, ó contingencia,
Ni es el poder del disponer segundo
Que la esférica máquina gobierna,  335
Sino divina providencia eterna.
Que sin que los pecados cometiera
Que cometió Garin con la doncella,
Ser santo perfectísimo pudiera
Con gozo y gloria de la patria bella;  340
Y sin venir á ser monstrosa fiera,
Llegar pudiera al dulce fin de aquella
Trabajosa carrera en que se via
Por la que antes gozoso proseguia.
—284→
Mas es de providencia inmensa eterna  345
Altísimo secreto misterioso
El proceder divino que gobierna
Lo que cria su brazo poderoso:
El qual, aunque ni sepa ni discierna,
El humano juicio tenebroso,  350
No es falta, pues qualquiera en l'alma sabe
Lo que le importa quanto en ella cabe.
Porque lo que saber al hombre importe,
Aquel angel que tanto al hombre importa,
Por orden del gran Rey de la alta corte  355
Con alto advertimiento traza y corta;
Y de quanto conviene que le exhorte
Con amoroso espíritu le exhorta,
Pero de sus sucesos el camino
Es reservado al disponer divino.  360
¿Quien pensára jamás si al monge viera
En su querido Monserrate puesto,
Con tan extraña vida, y tan austéra,
En la limpia conciencia tan compuesto,
Que el triste habla de ser en tal manera  365
Derribado del santo presupuesto,
Y despues por tal término y tal via
Llegar al fuerte punto en que se via.
No hay asiento seguro, no hay estado
Ni cosa cierta sino la mudanza  370
En este mundo, en guerra siempre armado,
Do verdadera paz jamás se alcanza;
Donde ora en alto y poderoso grado
Llenos de valerosa confianza,
Ora en mil varios y diversos puestos  375
Los míseros mortales esten puestos,
—285→
En qualquier parte se levantan vientos
Que dan á sus intentos por la proa,
Donde quiera hay tormentas y tormentos,
Cada qual tiene un hueso donde roa:  380
La carraca mayor de pensamientos
Se vuelve en breve, la menor canoa,
Que traza la caduca humana ciencia,
Y dispone la eterna providencia.
Ya pues el Conde tras haber cazado  385
La fiera que por única estimaba,
Y las demás del monte fatigado,
Sin dexar parte en su aspereza brava:
Divertido á su gusto y regalado
En aquello que tanto le agradaba,  390
A Barcelona se volvió contento,
Donde tenia el principal asiento.
Y por grandeza y gusto el monstro manda
En palacio poner cómodamente,
No en aposento alegre y cama blanda,  395
No en trato de hombre, y de hombre tan prudente;
Si no en la parte donde trata y anda
Con freqüencia mayor la comun gente,
Junto á una estancia grande y bella, donde
Cien hermosos caballos tiene el Conde,  400
Que, en esto á maravilla era curioso;
Y así para armas de napolitanos
Y de frisones, y para el ayroso
Y agil ginete turcos y africanos;
Como para que muestre el valeroso  405
Caballero sus hechos soberanos,
Tiene el lindo andaluz y el de Castilla,
Reyes de todos á una y otra silla.
—286→
Al fin allí, con fin que el pueblo todo
Del monstro goce, que se ponga ordena  410
El Conde, donde al frio, al agua, y lodo
En un rincon se puso á la cadena;
Adonde todos llegan, y á su modo
Cada qual le atormenta, y le da pena
Con tan varias maneras de disgustos,  415
Quanto de quien los da los varios gustos.
Qual le da á su pesar duros abrazos
Por mostrar bestialmente valentia,
Y le atormenta y hace mil pedazos
Con su vana y torpísima porfia:  420
Qual le levanta el rostro, el pecho, y brazos,
Haciendo dél curiosa anatomia,
Qual le derrama un golpe de agua encima,
Qual con golpes de palos le lastima.
Quien por bestia le tiene, quien por hombre;  425
Quien dice ser de aquella especie, o desta;
Quien le llama de aquel, quien deste nombre;
Quien le pregunta, y fuerza á la respuesta;
Quien le amenaza, y gusta que se asombre,
Y le aqueja, y le aflige, y le molesta,  430
Dándole pesadumbre, angustia, y pena,
Con pies y manos, piedras y cadena.
Qual con viles manjares le convida,
Y porque coma le amenaza y grita;
Qual viéndole gustar de la comida,  435
Por gustar dél se la arrebata y quita;
Y al fin, qual es y quanta la movida
Gente que á ver la novedad incita:
Tales y tantos son los movimientos
Que al triste monge dan duros tormentos.  440
—287→
Pero qual alto monte, cuyo asiento
Al furioso batir del mar airado,
Y al soberbio soplar del bravo viento,
Está firme en su peso asegurado;
Tal al contino desigual tormento  445
Del novelero vulgo porfiado,
Que le congoja y atormenta tanto,
Está en su intento firme el monge santo.
Y aunque el prolixo y enojoso dia
Pasa desta manera el afligido,  450
Y para el sueño de la noche fria
Con áspero cansancio va rendido;
No restaura con él esta porfia,
Que del todo le dexa enflaquecido,
Por emplearse con ardiente zelo  455
En ofrecer su penitencia al cielo.
Entonces es quando discreto aplica,
Mostrando su santísima paciencia,
Aquello todo con que multiplica
El valor á su estrecha penitencia:  460
Allí la ilustra, allí la vuelve rica,
Allí le da finísima excelencia,
Con lustrosos matices y colores
De alegres sentimientos y dolores.
¡Qué esperanza, qué fe, qué amor divino!  465
¡Qué constancia tan puesta en su fineza!
¡Qué saber tan excelso y peregrino!
¡Qué humildad, y obediencia, y fortaleza!
¡Qué corazon, qué pecho diamantino,
Lleno de heroyca y celestial nobleza!  470
¡Qué desprecio tan célebre del suelo!
¡Qué deseo tan íntimo del cielo!
—288→
El que la sed del oro le atormenta,
Y el que la hambre del mandar le mata,
El que los torpes vicios alimenta,  475
Y el que santas virtudes desbarata;
El que regalos de Epicuro inventa,
Y el que qual Eliogábalo se trata,
¿Que confusion tendrán, que corrimientos,
Si al heroyco Garin miran atentos?  480