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ArribaAbajoCanto XII


ArribaAbajo La armada en tanto ya aprestada, solo
Aguarda que el rigor de la corriente,
Que causa el porfiar del bravo Eolo,
Aplaque su mortal ira inclemente;
Y que el revuelto mar de polo á polo  5
Muestre serena la turbada frente,
Para volver por su camino incierto
De infiel y extraño, á fiel y propio puerto.
Al tardo aparecer del quarto dia,
Que en orden aguardando está la armada,  10
Próspero tiempo, y viento de alegria,
Para la dulce Italia deseada;
Calmó el soberbio soplo que tenia
Toda la costa de Africa atronada,
Y della, quando el sol faltó del cielo,  15
Un viento salta con ligero vuelo.
El contrapuesto viento favorable
A la corriente indómita contraria
Venciendo vuelve el alto mar tratable
Con la mudanza entre ellos ordinaria;  20
Queda el soberbio piélago espantable
Manso, al volver de la fortuna vária,
En bonanza se ofrece, y al esfuerzo
Del ábrego quedó rendido el cierzo.
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Alegre entonces el famoso Alberto,  25
Quando la noche á la mitad subida
De su camino sosegado y cierto,
La prima guardia tuvo ya rendida,
Manda dexar al africano puerto
Con la cierta señal de la partida:  30
Cuyo alto son apenas fué escuchado,
Quando el puerto se vió desocupado.
Salen al ancho mar, y al largo viento,
Las velas dan con gozo y esperanza;
Ofrece el tiempo al General contento  35
El viento en popa, y la alta mar bonanza:
Huye la tierra infiel, y el firme intento
De alcanzar la que espera el fiel alcanza;
Vuela la armada como su deseo,
Y toma el promontorio Lilibeo.  40
Tres veces saludaron la ribera
De la fertil Sicilia alegremente,
Y tres veces alegre la parlera
Eco, los fines replicar se siente;
Ya queda atrás el puerto, y la ladera  45
De Trápana, que el alto descendiente
De Capis, con su nombre, y su ceniza,
Por el único Títiro eterniza.
Persevera en su vuelo el africano
Viento, y pasa la esquadra italiana  50
Mirando alegre, á la derecha mano
La floreciente Isla Siciliana;
Y á la siniestra de Eolo y Vulcano
Las siete, donde viento y fuego mana
Lipara, Hiera, Estrongila, Ericusa,  55
Eronima, Didima y Fenicusa.
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No cesa el fresco y dulce viento moro,
Ni Alberto amayna la cruzada entena,
Hasta que junto casi ya á Peloro
La voz airada de Caribdi suena;  60
Y Cila, amenazando eterno lloro,
Revuelve el Faro, y cielo y tierra atruena:
Aquí á media asta amayna, y del estrecho
Pasa el bravo refluxo un argos hecho.
Vuelve á dar la ancha vela al largo viento  65
Pasado el removido mar Sicano,
Y ve á la diestra Agrópoli y Cilento,
Y la espumosa boca de Brandano,
Salerno, Malfi, Masa, y de Sorrento
El deleytoso aunque pequeño llano:  70
Aquí al anochecer el viento el vuelo
Volvió cansado á su africano suelo.
Con los remos suplió la fuerza humana
La falta del soplar de travesía,
Abriendo por la mar quieta y llana  75
Segura senda en la derecha via;
Y al claro aparecer de la mañana,
El que la guardia en el carcer hacia
Descubre á Capri, y luego en voz gozosa
Nápoles dice, Nápoles famosa.  80
Ausente madre de su hijo amado,
Que anda con Marte en furias repentinas,
Y largos dias y años le ha esperado
Con suspiros y lágrimas continas,
Y siente que le dan del bien llegado  85
El parabien y nuevas sus vecinas,
No con mayor consuelo y regocijo
Gozosa y presta acude á ver el hijo.
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Que á la alta y dulce voz del marinero
Acudieron á ver la amada tierra  90
Los tristes trabajados del mar fiero,
Y de la brava y peligrosa guerra;
Y con gusto y contento verdadero
Estan mirando la mas alta sierra,
Y luego el monte menos alto, y luego  95
El llano donde esperan su sosiego.
Ya cerca al fin, á menos de una milla
La fuerte esquadra el manso mar navega,
Y descubriendo va en la amiga orilla
La inmensa gente que á esperalla llega;  100
Y gozosa y alegre á maravilla
Las banderas y flámulas desplega,
Las tapieras, los ricos tendaletes,
Las banderolas, y los gallardetes.
Y con vistosa muestra así adornada,  105
Y en forma de batalla en orden puesta,
A la querida tierra deseada
Se va acercando con alegre fiesta:
Suena la caxa con furor tocada,
Dale el alto clarin dulce respuesta,  110
Y acompañando el marcial sonido
Alza la humana voz dulce alarido.
Con el aplauso mismo recibida
Es de la tierra la contenta gente,
Y en el muelle seguro recogida  115
Al mar arroja el corvo y fuerte diente;
Y demás dél, con cabo en tierra asida
Pone la armada mas seguramente:
Luego con el batél que nadar hace,
Del todo á su deseo satisface.  120
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Alberto sale en tierra acompañado
De toda la nobleza de su armada,
Trayendo al diestro y al siniestro lado,
Con honra merecida aventajada,
Al buen Garin, de todos estimado  125
Por su vida exemplar ya muy notada,
Y al famoso Don Diego, su querido,
Por nuevo Marte en general tenido,
Y á los dos valerosos y notables
Amigos, de quien tanto él muestra serlo,  130
Quanto ellos con sus obras memorables
Llegan perfetamente á merecerlo.
En medio destos hombres admirables,
Lleno de excelsa magestad al verlo,
Alberto sale, y llega así contento  135
Donde le aguarda gran recibimiento.
Es la estacion del General famoso
Primero que otra alguna al templo santo,
A dar debidas gracias del dichoso
Fin del viage deseado tanto:  140
De allí á palacio, y luego mas gozoso
Al suyo va, donde con dulce llanto
Su familia le espera de la suerte
Que Penelope al hijo de Laerte.
A los quatro españoles sus queridos  145
Lleva consigo Alberto á su posada,
Deseando tenellos divertidos
En aquella su patria regalada:
Alentando sus ánimos traidos
Por la trabajosísima jornada  150
Quedan los dos amigos, y Don Diego;
Pero Garin quiso partirse luego.
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No fué posible detenelle un hora
Mas de las que tardó la noche fria
A dar lugar que la siguiente aurora,  155
Con claros rayos llenos de alegria,
Mostrase el rostro que ilumina y dora
Quanto en la fertil madre el cielo cria,
Y abriese al rubio Febo radiante
Las clarísimas puertas de levante.  160
Parte el gozoso monge, al fin, por tierra,
Solo, y á pié, para la sacra Roma;
No fuerte bestia en que pasar la sierra
Aceta, ni dinero alguno toma;
Ni en la bizaza acostumbrada encierra  165
Las cosas prevenidas de que coma:
¡O pobreza de espíritu subida,
Como de todo estás bien proveida!
¡Riquísima pobreza, tus tesoros
Solo aquel que los goza los estima,  170
No el que goza del mundo pompas y oros,
Si la ambicion con ellos le lastíma!
¡Dichoso el que en grandezas y en decoros
Desta humilde pobreza se sublima!
No el ambicioso, aunque el haber le sobre:  175
Rico es aquel, mísero es este, y pobre.
Si contento no estás, si satisfecho
El estado que tienes no te tiene;
Si levantado, si alterado el pecho
La alma con tus haberes no se aviene;  180
Si el corazon te aprieta, si en estrecho
Te pone lo que menos te conviene,
Que es el no contentarte con tu suerte,
Miserable mortal, tu vida es muerte.
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Miserable mortal, martirizado  185
De ambicion, fuerte furia del infierno,
Que sin cesar acá y allá arrojado
Lleva tu pensamiento en vuelo eterno;
Jamás de ti contento ni pagado,
Satisfecho jamás de tu gobierno,  190
Siempre de ti quejoso, imaginando
El modo siempre, siempre el como y quando.
¡O dulce paz, quietud, gozo, consuelo
Del alma do te acoges y regalas,
Del alma, á quien para elevarse al cielo  195
Das de águila real ojos y alas!
¡Libre de afetos míseros del suelo,
Pobreza que al Perú mas rico igualas,
De la fiera ambicion destruidora,
Y en ella de mil monstros vencedora!  200
Dame que, así como tus bienes veo,
Sepa dellos gozar, como el prudente
Garin, con el espíritu y deseo
De pobre peregrino, y penitente;
Dame que, sacudiendo el devaneo  205
Con que ambicion turbando va la mente,
Tu razon sosegada el alma rija,
Y solo lo que el cielo elige elija.
Quando de nuestro cielo el sol faltando
A la nocturna sombra se le entrega,  210
Y así como él se va en poniente entrando,
Ella sus alas lóbregas desplega;
Con su santo deseo, apresurando
El contrito Garin el paso, llega,
No con poco deseo de posada,  215
A una en todo extremo regalada.
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Habia, sin pensarlo, el monge errado
El camino derecho que llevaba,
Y por un ancho del siniestro lado
Confiado y contento caminaba,  220
Hasta dar en un valle, que adornado
De un alto monte que le rodeaba,
Aquel albergue vió maravilloso,
Y á él se fué con paso presuroso.
Desde que vió la casa, y su lindeza,  225
Se le ofreció el camino llano, y lleno
De lo mas lindo que naturaleza
Pone á la tierra en el fecundo seno:
El alma le robó con su belleza
A Garin por la vista el valle ameno,  230
Imprimiéndole en ella un cierto aviso,
Que entraba en el terrestre paraiso.
Via selvas umbrosas, verdes prados,
Jardines curiosísimos, hermosos,
De mil vivos colores matizados,  235
De mil frutos y flores abundosos;
Altas mieses con granos sazonados,
Anchos viñedos, largos y espaciosos;
Bosques, dehesas, sotos, grangerías,
Torres, cercados, casas, y alquerías.  240
Y via bellas fuentes, que cristales
Deshechos como nieve parecian,
Que con sonoros y altos manantiales
Del monte por mil partes descendian;
Y las mieses, y plantas, y frutales  245
Del admirable valle enriquecian,
Por todo él alegrísimo riendo
Sus corrientes dulcísimas torciendo.
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Iban, despues de haber todo el hermoso
Valle fertilizado y discurrido,  250
A dar á un lago claro y espacioso
De jazmines y rosas circuido,
El qual en medio tiene aquel suntuoso
Palacio, en mil colunas sostenido:
Centro del valle es la laguna bella,  255
Y el hermoso palacio es centro della.
Por quatro bien labradas y anchas puentes,
Que van á dar á quatro grandes puertas,
Que á todos de ordinario estan patentes,
Y como propias á qualquiera abiertas,  260
Se entra en la casa; y por las mansas fuentes
Del lago tambien tiene entradas ciertas,
En muchos barcos, que por todas partes,
Pescando van con industriosas artes.
Todo esto va Garin mirando, mientra  265
La escasa luz del sol se lo consiente;
Pero ya, al fin, casi en un punto él entra
En la ancha casa, y Febo en ocidente;
Y luego en la primera puerta encuentra
Un huesped, aunque viejo, diligente  270
Tanto, que en todo lo que disponia
La misma diligencia parecia.
Era lo que en el valle habia mirado,
Y en la grande laguna el monge pobre,
Con lo que dentro via comparado,  275
Como oro fino á baxo peltre, ó cobre:
Contempla el gran palacio sustentado
(Extraña y admirable cosa) sobre
Altas colunas, no de marmol pário,
Sino de vidro quebradizo y vário.  280
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Bien que no solo el monge no juzgára
Ser fragil vidro las colunas bellas;
Mas creyendo jurar verdad jurára
Diamante ser la menos fuerte dellas;
Y de tal fortaleza le estimára,  285
Qual las dos que sustentan las estrellas;
Tanto podia en el palacio extraño
Del diligente huesped el engaño.
Como quien á la nieve está mirando
Desde cerca en un alto ventisquero  290
Gran rato, quando el sol reverberando
Hace con ella fuerte resistero,
Que del todo la vista disgregando
Queda sin su valor y ser primero,
Sin que ver pueda lo que mira atento,  295
Ni tener dello algun conocimiento;
De la misma manera deslumbrado,
En poniendo los pies en los lumbrales
De aquel hermoso albergue, freqüentado
De mil famosas gentes principales,  300
Quedo Garin, y con el viejo al lado,
Que le acaricia con palabras tales,
Que le obliga á que tome muy despacio
Gracioso alojamiento en su palacio.
En una pieza grande y rica mete  305
El huesped á Garin con rostro afable,
Donde una cena (antes un gran banquete)
Le ofrece, qual á un príncipe notable;
Y como tal, en un real retrete
Una cama, qual tálamo admirable:  310
Cena Garin templadamente en tanto
Con gusto grande, y no pequeño espanto.
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Satisfecho ya el monge con la cena,
El viejo dice: mientras llega la hora
De reposar, serálo huesped buena  315
De entretenerte entre Pomona y Flora,
Que al claro rayo de la luna llena,
Mejor que á los del sol, podrás ahora
Gozar un rato de un jardin curioso,
De quanto el mundo pudo dar copioso.  320
Tómale por la mano así diciendo;
Y Garin se levanta alegremente,
Y á su huesped afable va siguiendo
Por entre grande multitud de gente:
Toda la qual parece estar riendo  325
Con tan serena y sosegada frente,
Que el juicio á Garin se le confunde,
Y aquella extraña risa en él se infunde.
Al medio de la casa á cielo abierto
Llegan, al fin, por donde una ancha puerta  330
Les da seguro paso, siempre abierto,
Para la grande y regalada huerta.
Aquí (el viejo astutísimo y experto
Dice á Garin) el ánimo despierta,
Para gozar de todas estas cosas  335
Que ahora se te ofrecen milagrosas.
La luna llena en el sereno cielo
Con la prestada luz resplandecia
Tanto, que del hermoso y fertil suelo
Las cosas y colores descubria:  340
Plata pura llevaba un arroyuelo,
Que por la primer calle discurria
De aquel jardin, y en su pintada orilla
Oro era la flor, si era amarilla;
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Si era encarnada, era amatiste fina;  345
Rubí, si roxa parecia al verla;
Si azul, rico zafir de nueva mina;
Y si era blanca, diamante, ó perla;
Y por lo que se ve se determina
Qualquier dellas llegándose á cogerla;  350
Y aunque son tales las extrañas flores,
Tienen sus suavisísimos olores.
De verdes jaspes, tersos, transparentes
Los troncos y las ramas parecian,
En mil árboles varios, eminentes,  355
Que las iguales calles dividian,
Cuyas hermosas hojas excelentes
De esmeraldas color y ser tenian,
Y los diversos frutos que producen,
Como en el cielo las estrellas lucen.  360
De vária luz alegres rayos claros
Despiden los hermosos frutos, tales
Que á lo admirable de sus visos raros
No hay visos que les puedan ser iguales:
Apacibles, dulcísimos y caros,  365
Maravillosos, sobrenaturales,
Y de tal fuerza en su agradable vista,
Que tiraniza á toda humana vista.
Admirado Garin de la extrañeza
Del único jardin, pasa gozando  370
De su rara y riquísima belleza,
Las nunca vistas cosas admirando;
Y en unas la bellísima riqueza,
La novedad en otras contemplando,
Va bebiendo de todas el veneno,  375
Casi del todo de sí mismo ageno.
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Espiraba un olor de mil olores
Regalados, preciosos, y suaves;
Oian desfogar los ruiseñores
Con voz aguda sus dolores graves,  380
Viendo andar gozando fruto y flores
Otras aunque nocturnas lindas aves:
Sentíase tras esto una armonía,
Que el cielo y elementos suspendia.
Para donde la música sonora  385
Vuelve Garin la vista, y el oido;
Y á la sonora voz, que se acordaba
Al suave y dulcísimo sonido,
Sin resistencia alguna apresuraba
Los mal guiados pies tras el sentido,  390
Metiéndose con paso apresurado
En un enredo crético intricado.
La dulce lira y dulce voz oía
Mas cerca cada paso, y no por eso
Al músico agradable ver podia  395
Por el hermoso laberinto espeso;
Y por la misma privacion hacia
Siempre mayor el comenzado exceso,
Con mas deseo el músico buscando,
Y mas adentro en la maleza entrando.  400
Al centro del enredo ya llegado,
En un prado se vió maravilloso,
De rosales espesos rodeado,
Con cierto desconcierto artificioso;
Y en un redondo estanque bien labrado,  405
Puesto en medio del prado deleytoso,
Al claro rayo de la luna llena
Descubrió una bellísima sirena.
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De la cintura arriba se mostraba
Compuesta de una linda vestidura  410
De carmesí encendido, que adornaba
El pecho y brazos con sutil hechura:
El dorado cabello, que igualaba
Al sol en resplandor y en hermosura,
Parte atado tenia, y parte suelto,  415
Parte entre perlas y rubís revuelto.
Las manos, que á la nieve no tocada
Exceden en blancura milagrosa,
Al blando pecho tienen arrimada
La vihuela dulcísima y hermosa  420
Cantó siempre, aunque vió que era mirada,
Fingiendo de no verlo la engañosa;
Y del sonoro artificioso canto
Fué tal desde aquel punto el salto encanto.
¿Quien tan esquivo, quien tan inhumano  425
Consigo mismo es, con vano intento,
Que del suave y dulce amor humano
Huya el gusto, y el gozo, y el contento?
Al nemeo leon, al tigre hircano
Ablanda el regalado sentimiento  430
Del natural amor de la criatura,
Lleno de suavísima dulzura.
¿Y hombre ha de haber que dél se aparte, y huya,
Siéndose á sí cruel, duro, y arisco?
¿Y que á sus calidades atribuya  435
Las del aspid mortal y basilisco?
Quien estas da al amor, será la suya
De un yerto yermo aborrecido risco,
Lleno de eterna sombra y triste luto,
Que ni produce flor, ni espera fruto.  440
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No tienes tú, bellísima diana,
Que ahora al suelo das tu luz hermosa,
Esta opinion tan bárbara y profana,
Aun con ser tú de castidad la diosa;
Pues como venga el sol á la mañana,  445
Irás á la morada peñascosa
De Endimion tu pastorcillo, donde
Con dulce amor te goza y corresponde.
Y no tú, padre altísimo Tonante,
En cielo y tierra, infierno y mar potente,  450
Desprecia del amor el importante
Fuego, que enciende tan gustosamente;
Pues en él, quando fué Egina amante,
Se convirtió, con viva llama ardiente,
Como en la torre por la griega en oro,  455
Y por la de Fenicia en Tiro en toro.
Es amor un deseo regalado
De gozar la belleza que enamora,
En quien vive el amante transformado,
Y con quien siempre entretenido mora;  460
Y á quien, como á su cielo deseado,
Dulcemente contempla, ama, y adora;
Y es su fin cumplimiento del deseo,
Todo lleno de gozo, y de recreo.
Aquí dió fin al engañoso acento  465
La falsa y hermosísima sirena,
Dexando juntamente el instrumento,
Llena de engaño, y de lascivia llena;
Y luego por el líquido elemento
Calar dexóse á la profunda arena,  470
Primero habiendo con lascivo juego
Hecho del agua del estanque un fuego.
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Qual de profundo sueño recordado
Fué Garin por el huesped, al decirle
Que era ya hora de dexar el prado,  475
Y en reposada cama convertirle:
No le responde el monge embelesado,
Sino luego dispónese á seguirle:
Guíale el viejo por mas corta via,
Adonde ya la cama le atendia.  480
Déxale solo, porque así lo quiere
Garin, el huésped en el aposento:
La puerta el monge, solo ya, requiere,
Y ciérrala con llave á su contento:
La cama mira, y el retrete inquiere;  485
Y divertido en el oido acento,
Y en lo demás de aquella casa, al sueño
Hizo en la blanda cama de sí dueño.
Ya que el retrato vivo de la muerte
Al monge en el primer sueño entretuvo,  490
Y en la profundidad del ocio inerte
Los trabados sentidos le detuvo;
Aquel que su remedio y bien le advierte
Desde que en guardia y proteccion le hubo,
Permite el Rey de la admirable esfera  495
Que le dé su favor de esta manera.
Muéstrase en sueño el soberano nuncio,
Qual quando en el altar de Madalena
Le dió aquel dulce y regalado anuncio,
Que fué remedio de su angustia y pena;  500
Y dícele: Garin, yo te denuncio
Eterna muerte en inmortal cadena,
Si con menos descuido, y mas recelo,
No adviertes lo que siempre te revelo.
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¿En regalada cama, descuidado,  505
Fuera de tu costumbre, duermes? vela,
Que estás de mil peligros rodeado,
Y en ellos tu enemigo se desvela:
No estés al torpe sueño así entregado,
Haz sobre tí cuidosa centinela:  510
Para volver á tu camino esfuerza,
Y para resistir la infernal fuerza.
Advierte atentamente lo que digo,
Que en parte estás donde sino lo adviertes,
Quedarás preso por el enemigo  515
En esa carcel llena de sus muertes:
Prepárate á vencerle, que contigo
Siempre yo asistiré con armas fuertes.
Alerta pues, no mas descuido: alerta,
Que el enemigo llama ya á la puerta.  520



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ArribaAbajoCanto XIII


ArribaAbajo Apenas dixo la razon postrera
El angel santo, el vuelo revolviendo
Con gravedad á la mas alta esfera
El ayre escuro con su luz abriendo;
Quando al retrete llega por de fuera  5
El viejo huesped, tal rumor haciendo,
Que del triste Garin huyó al momento
El torpe sueño, qual ligero viento.
Abre el monge los ojos, y recoge
Apriesa los sentidos derramados,  10
Y en el alma con ellos luego acoge
Los nuevos pensamientos y cuidados,
Y por entrellos al deseo descoge
Largas alas en vuelos regalados:
Allí la casa mira, allí le suena  15
Al oido la voz de la sirena.
Estaba así suspenso y pensativo
El sueño y las visiones cotejando,
A sí ya en uno con razon esquivo,
Y ya sin ella en otro dulce y blando;  20
Quando, qual suele poco á poco el vivo
Rayo del sol salir iluminando
Con claros y dorados resplandores,
De los fértiles campos los colores,
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Así la pieza en que Garin tenia  25
La cama nunca dél acostumbrada,
De un admirable inusitado dia
Poco á poco quedó toda ilustrada:
Del pecho el corazon se le salia,
La voz tenia en la garganta atada,  30
Mirando atento aquella luz extraña,
Y espera, y teme, y piensa que se engaña.
Mas otra maravilla mayor luego
De esta primera le dexó olvidado,
Con mas temor, con mas desasosiego,  35
Con mayor turbacion, miedo y cuidado,
Que fué ver, tras el dulce y claro fuego
Con que el rico retrete fué alumbrado,
A su lado, en su cama, una doncella
Como la misma hermosura bella.  40
En el rico trenzado artificioso,
Y el extraño atavío, parecia
A la sirena, que en el deleytoso,
Estanque aquella noche visto habia;
Mas en el rostro y el mirar gracioso,  45
En el real donayre y gallardía,
Aquella muestra ser que de su sierra
Con corazon contrito le destierra.
De aquella dama, á quien la injusta muerte
Dió con tanta crueldad su injusta mano,  50
Garin el rostro y la belleza advierte,
No en la imaginacion, ó en sueño vano;
Sino en formado cuerpo, de la suerte
Que es junto con el alma el cuerpo humano,
Tan retratada al vivo, que el ser muerta  55
Tiene entonces Garin por cosa incierta.
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Y con debido miedo celerando
De vision en tal forma aparecida,
Al alto cielo en su favor llamando,
Della se aparta con veloz huida;  60
Y ella la voz entonces desatando,
Así con sus venenos le convida:
¿De quien, mi gloria, quieres alejarte?
¿De quien quieres huirte, y esquivarte?
No soy yo sierpe ponzoñosa y fiera,  65
Que usar quiera en tu daño su veneno;
No soy Aleto yo, no soy Megera,
Ni tengo su mirar de espanto lleno:
Muger soy, y muger que amando espera
En tí, que de mi amor estás ageno,  70
Sin razon siendo de tu propio gusto
Fiero enemigo, y matador injusto.
Esto que yo te ofrezco, y tú desprecias.
Otro con ansia inmensa lo desea,
Y en procurar lo que en tan poco aprecias  75
El cuerpo y alma con fervor emplea.
Cruel, si de gozarte no te precias
Con quien solo en gozarte se recrea,
Y te precia y te estima en sumo grado,
¿En que fundas tu gusto, y tu cuidado?  80
Vuélvete á mí, regálate en mi pecho,
Donde el amor te tiene puesto vivo,
Que está tanto en sus lágrimas deshecho,
Quanto te muestras tú al amor esquivo:
No fué tu corazon de mármol hecho,  85
Aunque tan duro y frio, y tan altivo:
Vuelve á lo menos á mirar ahora,
A quien como á su ídolo te adora.
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Aquí paró la lengua ponzoñosa,
Y en vez della las manos atrevidas  90
Quisieron emplear la rigurosa
Fuerza, que rinde y doma tantas vidas;
Pero de la estacada peligrosa
Huye Garin, y evita sus heridas
De aquella combatiente dama bella,  95
Y huye por vencer con ansia della.
El huye victorioso, y ella sigue
Vencida su porfia comenzada;
Y no ya con las manos le persigue,
Ni con la lengua de dulzura armada:  100
Para que su dureza se mitigue
Otra arma toma mas aventajada:
Vierten sus ojos cristalinas lluvias,
Y sus manos arrancan hebras rubias.
Pudiera el rico aljofar trasparente,  105
Que por la nieve y púrpura corria,
Y la enojada mano que impaciente
El cabello bellísimo rompia,
Y el suspirar tiernísimo y ardiente
Con que el lascivo lloro interrumpia,  110
Hacer piadosa la implacable muerte,
Y dar vencido lo mas bravo y fuerte.
Pero derrama en la infecunda arena
En vano su mortífera semilla,
Y queda, al fin del blando ruego, llena  115
De excesivo dolor y maravilla:
El llanto enxuga, el rostro ya serena,
Ya no suspira, ya no se amancilla,
Sino brava, colérica, y furiosa
Hacerle fieras amenazas osa.  120
—210→
Que no le dexará salir le jura,
Si con su voluntad no condesciende,
De aquel retrete, que en prision escura
Convertirá, si en cólera se enciende,
Donde estará en eterna desventura  125
Si mas su dura obstinacion la ofende,
Que entienda que en aquella casa grande
No hay quien contra lo que ella manda mande.
Ni por aquí tampoco en el valiente
Halla para vencelle entrada cierta,  130
Que siempre victorioso y diligente
Huye, buscando acá y allá la puerta;
Y aunque es ya tal su turbacion vehemente,
Que con la parte donde está no acierta,
Sigue su retirada victoriosa  135
Por triunfar de la dama poderosa.
Tigre, á quien haya el cazador experto
Del ponzoñoso albergue saqueado
Algun hijuelo, y otro alguno muerto
En su sangre revuelto haya dexado,  140
No tanto con su airado desconcierto
Muestra el furioso pecho lastimado,
Quanto aquella el dolor que la lastíma,
De ver quan poco el buen Garin la estima.
Y así con un furioso y bravo ceño,  145
Los ojos en dos fuegos convertidos,
Vencida por el monge zahareño
Huye, dando tristísimos aullidos.
Garin entonces, no rindiendo al sueño
Con el descuido que antes los sentidos,  150
Sino despierto, y de rodillas puesto,
Dice, parando en mil suspiros, esto.
—211→
Mis fuerzas, ó clemente Rey eterno!
Y mi deseo, os es patente y claro:
Este quiere, Señor, vuestro gobierno,  155
Y han menester aquellas vuestro amparo:
Sin esto llevará de mí el infierno
Lo que os costó, Señor, á vos tan caro;
Pues, ó mi Dios! vuestra clemencia sea
Quien de amparo y gobierno me provea.  160
La nocturna tiniebla que asombraba
Lo que ilumina el sol resplandeciente,
Ya con ligeras alas se acercaba
A las escuras puertas de poniente,
Y al horizonte en su lugar dexaba  165
Al que siguiendo va perpetuamente;
A cuya luz al avisar del alba
Hacen las aves sonorosa salva.
Quando salió Garin mas consolado
A buscar para irse cierta via,  170
Salas y patios dexa apresurado,
Y á las salidas de la casa guia;
Ya quatro vueltas casi en vuelo ha dado,
Y de las quatro puentes que tenia
Para entrar en la casa la laguna,  175
Para salir hallar no puede alguna.
Ni en toda la ribera aborrecida
Ve cosa en que pasar el lago pueda,
Sino una barca rota y destruida,
Que encima apenas de las aguas queda:  180
Pasmado allí, no viendo otra salida
En quanto el espacioso extraño rueda,
En otro mas revuelto de sí mismo
Está Garin hasta el mas hondo abismo.
—212→
Un piélago revuelto le es el pecho  185
Con todo quanto mira, y quanto infiere,
Presuponiendo que de aquel estrecho
Salir, y luego en todo caso quiere,
Por parecerle temerario hecho
Fiarse en aquel fragil barco, inquiere  190
Otra vez, y otra, toda la ancha costa
Del grande estanque, á su deseo angosta.
Mas viendo, al fin de grande rato, que era
Excusado esperar otro camino
Para pasar la alta laguna y fiera,  195
Que era revuelta un lago camarino;
Con viva fe encendida y verdadera
Entra animoso en el abierto pino,
La amarra suelta, y con aliento extremo
Cala con arte el uno y otro remo.  200
Gimió de popa á proa la barquilla
Al peso del varon determinado,
Rechinaron costillas, borde, y quilla,
Hizo mucha agua de uno y otro lado:
Garin con faz mudada y amarilla,  205
Mas con entero corazon y osado,
Sigue animoso su viage, abriendo
Con presurosa boga el lago horrendo.
A la mitad de la laguna estaba
Con su corta barquilla peligrosa,  210
Y anhelando y cansado apresuraba
Todavía la boga fatigosa;
Quando saltó, con furia presta y brava,
Una borrasca súbita espantosa,
Que revolviendo el lago, al lago averno  215
Le iguala, abriendo en él bocas de infierno.
—213→
No pueden contra la áspera tormenta
La fragil barca, ni la debil fuerza
Del triste monge, aunque mil artes tienta,
Y en mil modos con ánimo se esfuerza:  220
Que el batél del rigor que le atormenta
A dar á fondo el gran furor le fuerza,
Y Garin de los remos desasido
Queda en las altas aguas sumergido.
Sacude recio la una y otra pierna,  225
Tendiendo á un tiempo el uno y otro brazo,
Hallándose con ansia tan interna
Del alto lago en el cruel regazo
Las ropas, y el temor que le gobierna,
Le son mortal estorbo y embarazo;  230
Y así el bravo combate de las ondas
Ya le sorbia en sus cavernas hondas.
Quando el viento, calmó y la lucha fiera
De las revueltas aguas espantosas,
Y á un tiempo el triste monge en la ribera  235
Firmó las flacas plantas temerosas;
Esfuerza entonces, y del todo fuera
Sale de aquellas ondas peligrosas,
Y está en lo enxuto apenas, quando advierte,
Que lago y casa en humo se convierte.  240
Espántale el suceso temeroso,
Y huye del lugar aborrecible
Con paso apresurado y codicioso,
Aunque turbado del temor terrible:
El valle que antes era tan hermoso  245
Es monte ahora casi inacesible,
En todo el qual sola una senda yerta
Halla Garin para subir abierta.
—214→
No duda de emprender la alta subida
Por la dificil y enriscada senda,  250
Para volver en su afanada vida
Con mas valor la mal regida rienda;
Porque tiene esperanza que, subida
La excelsa cumbre, podrá ser que entienda
A donde se perdió el primer camino,  255
Quando al valle, y laguna, y casa vino.
Sube al fin, quien dirá con que fatiga,
Con quanto afan, cansancio y desconsuelo,
El mojado vestido le fatiga
Pesando, y convirtiendo el cuerpo en yelo:  260
Esle naturaleza allí enemiga
Con hambre y sed pidiendo su consuelo:
El esfuerzo le falta, y le parece
Que la aspereza del camino crece.
Pero el fuerte varon fuerza sacando  265
De la cruel necesidad urgente,
Y con firme propósito aspirando
Al remedio esencial de su acidente;
Aunque con tanta lástima afanando,
Sigue la senda valerosamente,  270
Tanto que aun con la febea lumbre
Llegó del yerto monte á la alta cumbre.
Descubre allá llegado un ancho llano,
Alegre y lleno de infinitas flores,
Que muestra un templadísimo verano,  275
Y espira suavísimos olores,
Y en medio un fuerte alcázar soberano,
Que con la luz del sol da resplandores,
Tan llenos de dulcísimo consuelo,
Que alegran y enriquecen tierra y cielo.  280
—215→
El tormento, el cansancio, y la tristeza
Huyó del afanado peregrino,
Al punto que la excelsa fortaleza
Tan cerca descubrió de su camino:
Apresura los pies por la belleza  285
Del admirable llano, que divino
Llamar se puede, pues del cielo tiene
Quanto para este nombre le conviene.
Llega al fin al alcázar, y á la entrada
Halla una bella dama generosa,  290
De ricas vestiduras adornada,
Qual principal señora y valerosa:
Está de un hombre grave acompañada,
Y de dos dueñas, que á qualquiera cosa
De su servicio acuden diligentes,  295
Como ministros fieles y prudentes.
No bien hubo pisado los umbrales
Del soberano alcázar, y humillado,
A la dama y sus gentes principales
Con el debido acatamiento honrado;  300
Quando con mil consuelos celestiales
Fué dellos recibido y hospedado,
Haciéndole el regalo y cortesía
Que en todo el suelo desear podia.
A un aposento alegre le llevaron,  305
Donde cómoda cama le pusieron,
El vestido mojado le mudaron,
Y sóbriamente refeccion le dieron;
En reposado sueño le dexaron,
Como necesitado dél le vieron,  310
Hasta que al asomar del sol luciente
Le recordaron amorosamente.
—216→
Ya las ropas enxutas y compuestas
El peregrino alegre y consolado
Halla junto á la cama á punto puestas,  315
Y otro qualquier regalo aparejado;
Y la dama y las dueñas ve dispuestas,
Y el hombre á regalarle con cuidado,
Así en quanto requiere el hospedage,
Como en quanto conviene á su viage.  320
Para el qual desde allí gozoso toma
El camino que va derechamente
A la alta invicta y santa madre Roma,
Alegre fin de su deseo ardiente:
Pasa con prestos pies la verde loma  325
Del alto monte rico y floreciente,
Su viage larguísimo prosigue,
Y el derecho camino apriesa sigue.
Tuvo, quando quedó en tiniebla el suelo
Por la ausencia del sol, buena posada,  330
De donde alegre al aclararse el cielo
Salió á seguir su próspera jornada;
Y quando ya llegó el señor de Delo
Al fin de su carrera acostumbrada,
El de la suya el presto pié detuvo,  335
Donde tambien buen hospedage tuvo.
Sale la aurora, de su blanca mano
Pintadas flores derramando y rosas,
Con viva luz volviendo al monte y llano
Sus colores vivísimas hermosas:  340
Huye la blanca luna del hermano,
Vuelan á dar las sombras tenebrosas
Al antípoda nuestra noche fria,
Mientras Febo á nosotros nos da dia.
—217→
Y á este tiempo vuelve el cuidadoso  345
Garin á su camino apresurado,
Mas contento que nunca y animoso,
Mas alegre que nunca, y mas confiado.
¡O estado de los hombres lastimoso!
Mas ¿á que llamo yo en el hombre estado?  350
¿Que cosa tiene en este mundo el hombre
Que con razon pueda tener tal nombre?
Si es un pasar su corta y fragil vida
Triste de descontento en descontento;
Si es un andar de afanes combatida,  355
Sin que en la tierra tenga, ó halle asiento;
Si es un volar en siendo poseída
Para su fin ligera como el viento:
No hay en el suelo estado, ni hay holganza,
Sino es que sea estado la mudanza.  360
Y es así que el estado invariable
En sola la mudanza en él consiste;
Posee perpétuo estado miserable
De variedad de afan el hombre triste:
El grado mas subido y estimable  365
Vária miseria le circuye y viste:
Mil martirios de espanto el rico y alto
Tiene; y ¿quales no tiene el baxo y falto?
¡O Césares supremos, ó monarcas!
¡O potentados de la tierra grandes!  370
¡O rico que te ves llenas las arcas
De quanto á la codicia le demandes!
¡O pobrecillo tú, que unas abarcas
Apenas tienes, con que arando andes!
Cada qual en su estado y suerte, ¿quantos  375
Martirios padeceis, penas, y espantos?
—218→
¡O pura vanidad de vanidades,
Viendo que los estados de este mundo
Son pura variedad de variedades,
De desventuras, y de error inmundo!  380
¡No conocer las claras ceguedades
Que á despeñar nos llevan al profundo!
¡Ay que sí conocemos, pero el daño
Es el dexar vencernos de su engaño!
Quando llegaba con su clara lumbre  385
El amoroso padre de Faetonte
Al alto punto de la excelsa cumbre
Que parte en su mitad nuestro horizonte,
Vió de gente Garin gran muchedumbre
Al camino calar de un alto monte,  390
Que un laberinto era en espesura,
Y un infierno en espanto y desventura.
De ballestas, venablos y lanzones
La confusa canalla viene armada,
Siguiendo á paso largo á dos varones,  395
O monstros fieros, de quien es guiada:
Los quales, qual hicieran dos leones
A mansa res, medrosa y desmandada,
Así á Garin á un tiempo se arrojaron,
Quando ya en el camino le alcanzaron.  400
Y con su mismo ceñidor las manos
Atrás le ataron rigurosamente,
Y soberbios, airados, y inhumanos
Al triste entregan á su infame gente:
Corren fieros tras esto los cercanos  405
Caminos todos, hasta que en poniente
El sol abrió las puertas de alegria,
Por donde lleva al nuevo indio el dia.
—219→
Entonces por el alto monte espeso
Coléricos se emboscan y encaraman,  410
Y el dia, airados por el mal suceso,
Enormemente maldiciendo infaman:
Tiénenle por tristísimo y avieso,
Y blasfemando dél así le llaman,
Por no haber hecho presa mas notable  415
Que aquel inutil hombre miserable.
Llegan al fin, en una gran quebrada,
A una boca estrecha y peligrosa
De una caverna, de árboles cercada,
Escondida, enriscada, y escabrosa:  420
Entran en la alta cueva, y arrimada
Una peña á la puerta tenebrosa,
Que con hierros fortísimos la cierra,
Pasan á las entrañas de la sierra.
Casi en el medio el fiero monte tiene  425
Un ancho descubierto, á cuya altura
Sino es la que en el ayre se sostiene
Llegar no puede alguna criatura:
Por el qual á la grande cueva viene
Tanta luz, que le quita el ser escura;  430
Y la tiene en dos partes dividida,
Y en cien grandes cavernas repartida.
Un lestrigon, Formínolo llamado,
Es señor de la cueva peñascosa,
De Antifates y Lamio derivado  435
En Formia, que hoy es Nola deleytosa:
Al qual, en corazon duro y airado,
Y alma inhumana, brava y desdeñosa,
Jamás monstro ha tenido el ancho mundo,
Que de gran trecho no le sea segundo.  440
—220→
Ni Antropófago alguno tan enorme
Hubo jamás en sus antecesores;
Ni Sicilia Ciclópe tan disforme
Tuvo entre sus indómitos mayores;
Ni pudo ser á este cruel conforme  445
En fuerzas, y en soberbias, y en rigores
Alguno de los hijos de la tierra,
Que al trono celestial movieron guerra.
De carne humana el inhumano horrible
El vientre insaciable se saciaba;  450
Fieras de espanto y de furor terrible
Con sus robustas manos, halagaba;
Las sierpes de veneno aborrecible
Como queridas hijas regalaba,
Y alimentadas de lo que él comia,  455
A su plato, en su mesa las tenia.
Cárceles escurísimas y fieras
Llenas tenia de cautiva gente,
Que prendian sus gentes carniceras
En los caminos ordinariamente:  460
Seis esquadras tenia siempre enteras
Consigo en la ancha cueva el inclemente,
Que cada qual era de cien ladrones,
Todos de su linage, lestrigones.
Los quales no jamás en otra cosa  465
Ocupaban las noches y los dias,
Que en correr la montaña peligrosa,
Y los vecinos pueblos y alquerías:
Hambrienta esquadra, fiera y asquerosa,
De robadoras y hórridas arpías,  470
Nunca tal se arrojó á poblada mesa,
Qual estos fieros á qualquiera presa.
—221→
De mil gallardos jóvenes lozanos,
De mil hermosas mozas delicadas,
Tenian los ladrones inhumanos  475
Las cárceles tristísimas pobladas;
Y de otros mil varones que las manos
Pusieron con valor á las espadas
En su defensa, el monte, sus laderas
Poblaban espantosas calaveras.  480
Para el sangriento plato que ordinario
El soberbio Formínolo tenia,
Con el perverso, abominable y vario
Tropel de fieras que con él comia:
De tierna juventud aquel nefario  485
Y triste robo con rigor hacia
Su gente, y ella para sí la tierra
Tala, destruye, abrasa, asuela, atierra.